lunes, 8 de noviembre de 2010

El círculo vicioso del capitalismo argentino - Parte 3 - test de hipótesis estructuralistas

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Alguno se habrá preguntado, por qué un título como "El círculo vicioso del capitalismo argentino" para esta serie que empezamos a propósito del legado económico de Néstor K.
Antes de seguir con lo que prometimos, las perspectivas que pueden avizorarse para la economía argentina en el marco de una economía mundial harto inestable, vamos a detenernos en este punto. Que se relaciona con las contradicciones que han surgido en el esquema K a lo largo de los años y que marcan esas perspectivas que ya analizaremos.
El título viene a cuento de las regularidades que vienen desde hace más de medio siglo y que ha seguido exhibiendo la economía argentina en este ciclo de crecimiento iniciado a fines de 2002, aunque el mismo haya transcurrido en condiciones a todas luces excepcionales, tanto externas como locales. Regularidades que ponen coto a la perspectiva de que el crecimiento de estos últimos años se sostenga en el mediano plazo. Sobre estas perspectivas diremos más en próximos posteos.
Estas regularidades tienen que ver con el ritmo cansino que tuvo la acumulación de capital, a pesar del fuerte aumento de la rentabilidad. Ya hemos señalado en otros posteos cómo la caída del costo laboral y el abaratamiento de costos en dólares que representaron un enorme aumento de la rentalibidad, que en promedio se elevo más de 20% respecto de la decáda previa, siendo los sectores agrario y manuferacturero los más favorecidos. En este contexto de aumento de la rentabilidad, habría sido esperable un fuerte crecimiento de la inversión. Lejos de esto, la inversión de equipos y maquinaria por obrero se mantuvo baja. Hasta 2006, cuando se interrumpe la serie elaborada por el INDEC, ésta fue menor que en los noventa. Hay que tener en cuenta que ese año y el siguiente son los años de mayor inversión como porcentaje del PBI de la década, y sin embargo, como muestra la relación con la fuerza de trabajo ocupada, el crecimiento fue en gran medida extensivo, o intensivo en mano de obra y no en capital.
Durante estos años se dieron condiciones inmejorables para poner a prueba la conclusión central de los economistas estructuralistas: que la restricción externa, es decir la crónica salida neta de dólares producida por el déficit comercial, las remesas de la inversión extranjera, la fuda de capitales y la deuda, es la traba excluyente al crecimiento del país, y que superada esta restricción, el crecimiento se dispararía. No podemos hacer justcicia al pensamiento de Oscar Braun, Marcelo Diamand y etc., en estas breves líneas. Representan sin duda un análisis en muchos aspectos certero de los rasgos particulares que cobra en Argentina -y por entensión en otros países similares- el desarrollo desigual y combinado de la economía mundial. y el balance de sus aciertos y errores merece un estudio más profundo. Pero lo que queremos poner de relieve acá es que, aunque tienen razón en considerar que la restricción externa opera como una limitante al crecimiento, la baja acumulación de capital que caracteriza la economía argentina tiene raíces más profundas.
Esto podemos empezar a verlo desde 2002, porque justamente no ha operado la restricción externa sobre la economía nacional. Durante todos estos años, la economía se caracterizó por una fuerte entrada neta de dólares. El superávit comercial ha estado por encima de los u$s 10 mil millones durante casi todos estos años. Incluso aunque se viene registrando un acelerado aumento de las importaciones, este año no bajará de u$s 12/13 mil millones. Paralelamente, hasta 2005 sólo estuvo regularizada la deuda con el FMI, que por esos se refinanció, por lo cual no hubo salida de dólares para afrontar pagos de la deuda. Aunque esto cambió en los años posteriores, cuando se pagó generosamente a los acreedores esta deuda fraudulenta, se mantuvo una fuerte entrada neta de dólares. Tanto, que entre fines de 2007 y los últimos meses de 2009 se soportó una fuga de capitales superior a los u$s 1000 millones de dólares mensuales sin que tuviera mayor impacto en la economía. No podemos afirmar que la cuestión de la restricción externa ha salido del horizonte de la economía argentina, ya que numerosas características de este capitalismo dependiente ponen un piso muy alto al drenaje de divisas, pero sin duda estamos ante un desplazamiento de la misma.
Lo que esto no posibilitó, es ningún aumento de la tasa de acumulación como para sostener el alto crecimiento. Por supuesto, durante todos estos años hubo altos niveles de crecimiento. Pero este alto crecimiento ha aprovechado las condiciones legadas por la década previa, durante la cual había habido una cierta renovación de los equipos industriales, así como había aumentado la productividad industrial y la relación de capital por obrero. La capacidad ociosa con la cual se partió en 2002, dio amplio margen para crecer invirtiendo lo mínimo indispensable. La cuestión en debate es si, cuando estas condiciones favorables empezaron a agotarse y se trató de sostener el crecimiento, el desplazamiento de la restricción externa habilitó las condiciones para esto. Y se comprueba que esto no ha sucedido. La relación inversión/PBI llega a ubicarse ligeramente por encima de los niveles de los noventa, pero esto no significa un aumento cualitativo. La relación inversión / PBI entre 1993 y 1999 rondó el 19%; entre 2003 y 2009 estuvo apenas por encima del 20,5 %. Como ya dijimos, bajó la intensidad de capital por obrero, porque aumentó la ocupación en este último período.
Como plantea un artículo de Gustavo Burachik:

"el crecimiento de la economía fue sólo un tercio del crecimiento de las exportaciones, lo cual, de algún modo, pone en entredicho la idea de Braun de que la restricción externa constituye 'el freno dominante'. En otros términos, el crecimiento económico produjo una demanda de divisas para la importación (insumos, maquinarias) insuficiente para agotar los ingresos netos de dólares. Esta forma de ver las cosas tiene un sentido, ya que para evaluar la intensidad de la reciente fase expansiva es preciso referirla a la masa de recursos económicos (y de otras condiciones sociales y políticas que resultaron, asimismo, bastante favorables) que estaba a disposición de la acumulación y no dejarse impresionar por el valor absoluto de las tasas de crecimiento. Se pone así de manifiesto el carácter limitado de la expansión de los años 2003-2008, no sólo desde el punto de vista cualitativo (modernización tecnológica, aumento de la productividad) sino también cuantitativo.

[...]

En suma, las grandes empresas nacionales y extranjeras han tenido acceso a una masa de ganancias superior a la que estaban dispuestas a invertir y usaron este 'excedente' para adquirir divisas y sacarlas del país y para disminuir su endeudamiento neto. Así, la convergencia de altas ganancias con una elevada disponibilidad de divisas no ha resultado en una reanimación sustancial de las perspectivas de la acumulación del capital sino en una cuantiosa dilapidación. Entre los corolarios que pueden extraerse de estas consideraciones uno parece de particular interés: la mayor parte del ingreso nacional resulta apropiado por una clase social que no encuentra luego condiciones propicias para una reinversión rentable. No hay vuelta: el desarrollo de las fuerzas productivas requiere un cambio en las relaciones de producción."
El discurso empresario culpa de la baja inversión a la “falta de seguridad jurídica” o a la “intervención estatal”, especialmente en sectores como la energía o combustibles, con tarifas reguladas. Pero lo cierto es que el mismo factor que permitió recomponer la rentabilidad, la fuerte devaluación del peso, encareció la importación de equipos, haciendo más costosa la inversión. En términos comparados, la mayor tasa de rentabilidad lograda por la devaluación, se vio reducida en términos de capacidad de acumulación, es decir que aunque aumentó la ganancia en relación al capital invertido, esa mayor tasa de ganancia podía reinvertirse en un menor volumen de capital fijo -en los casos que no se estuviera adquiriendo maquinarias y equipos producidos en el país. Por eso, la respuesta más general del empresariado ante las nuevas condiciones, fue aprovecharlas con las instalaciones productivas existentes, más que tomar nota de las mismas para realizar nuevas inversiones. También pesó en esta acumulación relavitamente baja el hecho de que el horizonte temporal en cual pueden perdurar las condiciones logradas por un tipo de cambio depreciado es limitado; de hecho hoy se conserva una ventaja cambiaria porque el dolar se viene depreciando en relación al Euro, el Real y otras monedas, pero la suba de precios revalorizó el peso argentino frente al dólar. Por eso, los empresarios han aprovechado estas condiciones excepcionales sin ampliar la capacidad productiva de manera significativa. Aunque busquen exculparse cargando las tintas contra el gobierno, la lógica de la entabilidad capitalista hacía previsible estos resultados, que muestran que el tipo de cambio competitivo en sí mismo no puede conducir a una modificación de largo aliento en las tendencias que conforman la estructura productiva.
El círculo vicioso del capitalismo argentino al que hacemos referencia, es que, como economía de baja competitividad en términos internacionales (fuera del agro y algunas otras ramas de commodities industriales) sólo ha logrado recuperar sus niveles de rentablidad a costa de hundir el peso, y con él los salarios y los costos en dólares, pero al hacerlo, ha aumentado los costos de la inversión, generando condiciones que acrecientan la brecha de productividas. Los enormes costos sociales que exigió la recomposición de la rentabilidad capitalista, ni siquiera se han plasmado en un cambio de la dinámica de la economía más allá del corto/mediano plazo, sino sólo en una formidable rentabilidad ávidamente aprovechada por el capital.
Las ilusiones neodesarrollistas sobre un crecimiento económico con equidad apoyado en el mercado interno chocan con esta descarnada realidad. Para los trabajadores no se trata de esperar el "derrame" del crecimiento capitalista, sino de pelear por derrocar este sistema, expropiando a los expropiadores capitalistas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El famoso stop-go, ¿no? Te hago una pregunta para desasnarme, porque nunca leí nada al respecto. En el caso de Brasil, ¿cuáles serían los límites? No me queda claro si allá también tienen la restricción cíclica de la balanza de pagos, y cómo juega al respecto el tamaño -comparado- del mercado interno. Saludos

em dijo...

En Brasil, como en el caso de Argentina, las cuestiones de balance externo son emergentes de un problema más profundo, que es el de las desventajas productivas absolutas -dificultades de competitividad que le dicen. La productividad de Brasil está en promedio muy por encima de la Argentina, aparte de la mayor escala de mercado, pero en una comparación más amplia muestra desventajas de costos. Eso se ve en el hecho de que el grueso del balance comercial positivo lo aportan los granos, como en argentina.
No tengo un conocimiento muy profundo de la evolución histórica de la restricción externa en Brasil, pero a la luz del tratamiento que le dan Furtado y otros, todo indica que operó de manera más relajada, actuando como limitante de la disponibilidad de dólares para inversiones, pero sin llevar a derrumbes periódicos tan dramáticos como en Argentina. La clave de la discusión allí pasó siempre más por la distribución desigual del ingreso y la concentración en la producción para los sectores medios y altos que son una parte limitada de la población, y por lo tanto se limita la acumulación de capital. Para una escueta pero correcta discusión marxista de estas posiciones, está este texto de Rolando Astarita
http://www.rolandoastarita.com/nc.furtadoylaconcepcindemarx1.htm
Saludos