Marx, Keynes, y una vieja trampa para favorecer a los empresarios
Por Esteban Mercatante
El gobierno y los empresarios, con la complicidad de los sindicatos, buscan que las subas salariales estén por debajo de la inflación. Es decir que suba el salario nominal, lo que los trabajadores reciben en pesos, mientras cae la capacidad de compra del salario, el salario real. Este camino del gobierno de enfriar los salarios, mientras afirma que el esquema económico lleva a una mejora en la situación de los trabajadores, no es nada nuevo.
Hay toda una tradición en la economía política que se propone sacar provecho de la diferencia entre salario nominal y el salario real. Marx recuerda en El Capital a un autor anónimo que señalaba: "los patrones de las manufacturas saben que hay varias maneras de aumentar y disminuir el precio del trabajo, aparte de la que consiste en modificar su monto nominal"1. Y otro economista de la época, fervoroso defensor de los intereses de los industriales, remarcaba que “El obrero […] está interesado principalmente en el monto de los salarios”2.
¿Por qué la economía política le ha dado tanta importancia a esto? Porque los beneficiarios en que decrezca el salario, no son otros que los capitalistas. Así como para el trabajador no es lo mismo si su salario nominal implica un salario real mayor o menor, es decir, le importa la variación de precios, al capitalista le importa la relación entre el salario que paga y los precios que recibe por las mercancías que vende. Por eso, compara la evolución de los salarios que paga con los precios a que puede vender sus productos.
Veamos cómo es esto. Supongamos que la producción que un obrero realiza y que es apropiada por el capitalista, se mantiene igual. Si aumentan los precios a los que el capitalista puede vender esta producción, éste se apropia de una masa de dinero mayor. Si el salario que tiene que pagar no varía, el capitalista le paga al trabajador con una porción menor de las mercancías que éste produce. Es decir que el costo relativo del salario ha caído. Tratándose de una rama aislada, tal vez no tenga impacto en el salario real de los trabajadores. Pero si los aumentos de precios están sucediendo a nivel general, en toda la economía, esto inevitablemente repercutirá sobre el salario de los trabajadores. Si no varían los salarios nominales, y suben los precios de todos los bienes, entonces para todos los capitalistas se está abaratando el “precio de la fuerza de trabajo”, y la contracara, es una caída en los salarios reales.
En algunas ocasiones es más difícil detectar este proceso. Por ejemplo, cuando tanto los precios como los salarios están subiendo. ¿Qué pasa entonces con los salarios reales y con los “costos salariales” de los empresarios? Cuando ocurren subas salariales, aunque el sentido común indique que van a subir los “costos salariales”, esto no necesariamente es así. Para ver qué sucede, tenemos que comparar el mencionado salario nominal con los precios que percibe la empresa por sus productos. Si los precios suben más que los salarios, entonces está cayendo el salario real, en beneficio de los empresarios. Por eso Marx alertaba que “aumentos del jornal o del salario semanal percibido nominalmente, pues, pueden estar acompañados de un precio constante o decreciente del trabajo”.
Llamativamente -o no tanto-, es la economía “heterodoxa”, de tinte keynesiano, y cuyos exponentes gustan en ocasiones de presentarse como progresistas, la que ha sugerido las formas en que el gobierno y los empresarios pueden sacar provecho de esta relación entre precios y salarios. Polemizando con Alfredo Zaiat en La Verdad Obrera nº 274, recordamos que el propio John Maynard Keynes3 sostenía que “si bien los trabajadores, suelen resistirse a una reducción de su salario nominal, no acostumbran abandonar el trabajo cuando suben los precios de las mercancías para asalariados”4. Cualquier similitud con economistas citados por Marx, no es ninguna coincidencia. Para Keynes, “afortunadamente”, la caída salarial puede producirse sin mayores alteraciones por variaciones en los precios. Lo que lo diferencia en este punto de los ultraliberales, es solamente que evita sincerar las políticas de baja de salario y las implementa a través de los precios.
Estas ideas pueden tener hasta derivaciones grotescas, como hemos visto en los últimos días con Eduardo Conesa. Este economista, que en la crisis de la convertibilidad fue uno de los primeros impulsores de la devaluación, ha recordado en el programa A dos Voces del 16/4 que “a los trabajadores no tiene por qué importarles el salario nominal, sino solamente el real. Por eso, no tienen que andar insistiendo con aumentos de salarios nominales”. Una lógica bastante llamativa: como los trabajadores solamente tienen que preocuparse por el salario real, no deben pedir aumentos nominales...¡si los precios suben y cae su salario real!
En ese mismo programa, el también “heterodoxo” y “progresista” Curia lo acompañó abogando por “aumentos salariales debajo de la expectativa de inflación”, lo que hoy equivale a mantener la caída del salario real iniciada el año pasado.
La economía heterodoxa ofrece de esta forma un “disfraz” para que los presidentes “progresistas”, que gustan prometer la redistribución de ingresos, apliquen una de las recetas más viejas del capitalismo: sostener las ganancias atacando el poder adquisitivo de los salarios.
1 Marx, Karl, El Capital. Siglo XXI Ed., p. 633.
2 Senior, Nassau William, Three Lectures on the Rate of Wages, Londres, 1830. Citado por Marx en El Capital, op. cit., p. 633.
3 John Maynard Keynes (1883-1946): renombrado economista británico. Su Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, produjo lo que en la historia del pensamiento económico se denomina la revolución keynesiana, haciendo surgir la macroeconomía.
4 Mercatante, Esteban, “Keynes, la inflación y los salarios”, La Verdad Obrera nº 274, 24/4/08.
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