El gobierno "nacional y popular" está a unos pasos de rubricar el acuerdo para pagar la deuda contraída con el Club de París.
El acuerdo se presenta como "soberano" porque no obligaría al país a ser auditado por el FMI. Pero lo cierto es que concretar esta medida, aún en una incierta situación internacional como la de estos días, significa tender la alfombra roja al capital extranjero, ansioso por estos días de poner en movimiento el dinero barato lanzado por la FED norteamericana. Festejar porque, como buen pagador que pone los billetes sobre la mesa, el país escape a los ojos de los auditores fondomonetaristas como ya se adelantó a hacer Zaiat, es conformarse con premio consuelo. Es interesante hacer notar la evolución en la obsecuencia de este personaje, que hace dos años -cuando Cristina anunció por primera vez la intención de arreglar con el club de París- señalaba que este acuerdo reconectaría a Argentina con un mundo en crisis. Hoy, festeja que esta reconexión se haga sin el FMI en medio.
De toda la historía de la fraudulenta deuda pública argentina, el capítulo de el club de París es uno de los más infames. Acá no hace falta auditar nada, como sigue pidiendo Proyecto sur, esta deuda fue tomada por la dictadura genocida para comprar armar; se suma a esto, y créditos de empresas públicas que alimentaron la masiva fuga de capitales de la época y la "plata dulce.
Como si fuera poco, "1985, un equipo de auditores del Banco Central demostró que una parte de los fondos nunca había llegado al país, pero la deuda igual fue reconocida por el gobierno de Raúl Alfonsín".
Continuando con "lo que Néstor hubiera querido", Cristina Fernandez continúa el ciclo de generosa entrega de los recursos nacionales a los acreedores, que para sostenerse está creando una masiva deuda intraestado, que bloquea recursos que podrían utilizarse para satisfacer las necesiades y el pueblo.
Contra esta entrega, ninguna propuesta de "auditar" la deuda. Es necesario movilizarse para imponer el no pago de toda la deuda.
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