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viernes, 24 de octubre de 2014

Mitos de la economía bajo el kirchnerismo



Desde hace unas semanas, comenzamos en La Izquierda Diario a poner en discusión los ejes discursivos con los que se ha representado el llamado "modelo" económico kirchnerista. 

Bajo los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, el llamado “modelo” económico sustentado por la política oficial, fue autodefinido como uno de “crecimiento con inclusión”. En comparación con los ’90, o con lo peor de la crisis de 2001, numerosas comparaciones realizadas por estudios oficiales o usinas ideológicas afines buscaron mostrar la mejora de los indicadores sociales, atribuida unánimemente a las virtudes de este “modelo”. Este mismo discurso pretende que desde 2003 hubo una ruptura en toda la línea con las políticas noventistas, de privatización, desregulación, y florecimiento de los negocios capitalistas.

Sin embargo, corriendo el velo del discurso para echar una mirada a las raíces en las que se basó el crecimiento de la economía durante los gobiernos kirchneristas, observamos un abismo entre los mitos y la realidad del “modelo”, años de ganancias récord y donde la supuesta “reparación” para los trabajadores y sectores populares ha mostrado tener un techo muy bajo, que no revierte el deterioro producido durante décadas de ofensiva patronal.

En esta sección puede leerse:

lunes, 21 de abril de 2014

Renta agraria y articulación de los espacios nacionales de acumulación (continuando una polémica con Astarita)

Rolando Astarita publicó en su blog un post sobre la naturaleza de la renta agraria, en el que critica la visión de Juan Iñigo Carrera. La posición que sostiene ya fue planteada en un debate previo, en el que también intervinimos a raíz de una crítica de Astarita a nuestro artículo de Lucha de Clases n° 9, “Renta agraria y desarrollo capitalista en Argentina”.

No podríamos minimizar la importancia de esta clarificar este problema. En primer lugar para la caracterización de la formación económico-social argentina, cuyo sector agrario es de las pocas ramas donde puede mostrar una productividad del trabajo social que se encuentra entre las más elevadas del mundo, situación que contrasta con la de buena parte de las ramas manufactureras locales. Pero además, se trata de una de las dimensiones en las que se articulan de forma compleja los procesos de producción y circulación de mercancías integrados mundialmente y los que se configuran en los espacios nacionales, subtotalidades que conforman la totalidad compleja que es la economía mundial. Muchos aspectos metodológicos vinculados a esta cuestión se expresan también en otras problemáticas. Con estas consideraciones, realizamos unas observaciones críticas que extendemos en este post.
En este tema, como en estas otras cuestiones, Astarita procede a un “descenso de lo concreto a lo abstracto”*, al pretender dar por saldados los aspectos que surgieron de la discusión -en lo que toca nuestro planteo en esta polémica- en el nivel de las determinaciones más abstractas de la teoría del valor. Nosotros creemos, y viene siendo nuestro planteo desde el inicio de la polémica, que la cuestión no puede abordarse en toda su complejidad sin analizar la articulación de los espacios nacionales y, dentro de ellos, la producción y circulación de mercancías agrarias.

Valor y diferencias de productividad
La renta diferencial es un caso particular, específico, de las relaciones que se producen entre capitales que exhiben distintos niveles de productividad. Antes de considerar la dimensión específica, hay que partir de una conceptualización general.
El valor de las mercancías está determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario, lo cual significa que serán los capitalistas que utilizan la técnica y los métodos de trabajo socialmente más extendidos los que fijarán los tiempos de producción estándares para la elaboración de cada mercancía. En cada rama productiva,  la técnica más generalizada determina un trabajo “modal”, cuya productividad es la que define la magnitud de trabajo abstracto socialmente necesario que porta cada valor de uso de la rama en cuestión. Junto al trabajo llevado a cabo en condiciones “modales”, está el trabajo llevado a cabo con técnicas más atrasadas, y el trabajo basado en técnicas más productivas. Según algunas enfoques, el trabajo más atrasado genera un valor adicional, y el más avanzado obtiene su ganancia extraordinaria de este trabajo excedente que escapa de las manos del capital menos productivo, como una transferencia intra-rama. Este planteo es equivocado, y no resulta consistente con lo que plantea Marx. Por ejemplo cuando afirma: “El tiempo de trabajo socialmente necesario es el requerido para producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción vigentes en una sociedad y con el grado social medio de destreza e intensidad de trabajo” (El capital, tomo I, Ed. siglo XXI, p. 48).
El capital con una productividad del trabajo mayor, partiendo de la determinación del valor que surge de la productividad el trabajo modal, produce en un determinado tiempo (una hora por ejemplo) más valores de uso que dicho trabajo modal. Esto significa que produce más mercancías, cada una de las cuales tiene un valor, establecido socialmente, igual al de las mercancías producidas por el capital que tiene la productividad “modal”, pero su costo individual es menor que el de este. A la inversa, el capital con una menor productividad del trabajo  produce menos valores de uso por hora, y por lo tanto genera menos valor por unidad de tiempo. Aquellos que produzcan con técnicas inferiores tendrán costos superiores a los socialmente óptimos, y realizando el precio social la tasa ganancia de estos capitales será inferior a la tasa media. Aquellos que produzcan con técnicas superiores, tendrán precios de producción individuales inferiores al promedio, y percibirán una ganancia extraordinaria. Estas son las determinaciones más generales que determinan las relaciones de valor. La ganancia extraordinaria no se explica como una trasferencia, sino por las ventajas de productividad del capital técnicamente más avanzado que el promedio, que en los valores socialmente dados realiza una ganancia adicional a la media por unidad de producto.

La renta y el falso gasto social
La renta es un caso específico en lo que hace a las plusvalías extraordinarias. Lo es porque en la producción agraria rigen condiciones particulares en la fijación de los precios. Marx considera, en este aspecto de acuerdo con Ricardo, que el precio de producción de las mercancías agrarias para un período x se determinan en base a los costos de producción de las tierras menos favorecidas que entran en producción en dicho período. Ya no es la productividad de trabajo con la que produce el capital que funciona en condiciones productivas “modales” la que determina el precio, sino que el capital invertido en las tierras menos fértiles percibirá un precio tal que le permitirá afrontar sus desembolsos de capital variable (salarios) y constante (capital circulante y fijo) y obtener una tasa media de ganancia. Los capitales invertidos en tierras más fértiles, que con igual desembolso de capital logran un rendimiento superior por hectárea, o que están invertidos también en tierras de la peor calidad pero en magnitud superior, permitiendo un mayor rendimiento en proporción al capital invertido, obtienen con el precio del mercado un valor mayor al que surgiría de sus precios de producción. No sólo cubren sus desembolsos de capital y obtienen una ganancia media, sino que realizan una plusganancia o ganancia extraordinaria. La cual tiene una “fijeza social” que no tienen otras plusganancias, que lleva a que sea el dueño de la tierra quien se apropia de la misma.
¿Por qué se da este fenómeno? La explicación de Marx sobre este punto se centra en el hecho de que las condiciones diferenciales de producción, al contrario de lo que suele ocurrir en la generalidad de los casos de la producción industrial, no pueden ser garantizadas por el capital. Dependen de condiciones que sólo puede controlar parcialmente, que dependen de fuerzas naturales y no pueden ser íntegramente sometidas y generadas por la aplicación de la ciencia y la técnica, aunque lo sean en una escala cada vez mayor. Esas condiciones de producción ajenas al manejo del capital, son monopolio de propietarios privados, y existen de forma limitada. Marx destaca que “el monopolio de la propiedad de la tierra, la propiedad inmueble como barrera del capital”, está presupuesto “en la renta diferencial, ya que sin ese monopolio la plusganancia no se convertiría en renta de la tierra y no caería en poder del terrateniente en lugar de quedar en manos del arrendatario” (El capital, Tomo 3, p. 954).
Como “una fuerza natural semejante no se cuenta entre las condiciones generales de la esfera de producción en cuestión ni entre las condiciones de la misma que pueden establecerse de una manera general” y constituye “una condición de elevada fuerza productiva del capital invertido que no puede lograrse mediante el proceso de producción del propio capital” sino que “siempre se halla ligada a la tierra” y es “monopolizable” (Marx, El capital, Tomo 3, p. 830), tanto los capitales que se ven favorecidos por las condiciones agronómicas, climáticas y de localización, como los que no, deben estar en condiciones de realizar la ganancia media para reproducirse como tales y sostener la demanda social. Y aquellos capitales que producen en condiciones mejores realizarán no sólo el trabajo incorporado en sus mercancías sino un plus, una ganancia extraordinaria por encima de sus costos. Ésta es apropiada por los propietarios de las condiciones que permiten el rendimiento diferencial, los dueños de la tierra, quienes incluso pueden transformar en atributo de la misma los efectos más o menos permanentes de la mayor aplicación de capital en la tierra.
Considerando estas determinaciones, Marx realiza sobre  la renta diferencial una definición que debería alertarnos de homologarla sin más con la plusganancia en general. Considera la renta como un “falso valor social”. Las condiciones que operan en la fijación de los precios agrícolas hacen que la sociedad deba gastar un mayor valor a la compra de productos agrícolas, a consecuencia de lo cual, como sostiene incluso el propio Astarita, una “una masa de plusvalía se sustrae a la formación de la tasa media”.
La renta diferencial que puede obtener el trabajo de una parcela en particular, depende de su productividad en relación a la de la tierra menos productiva puesta en producción en ese momento. Esto significa que puede aumentar en caso de que sea necesario poner en producción tierras menos productivas. La renta diferencial no deja de salir de la producción agraria, porque la determinan las condiciones de fijación de precios en este sector por intervención de la propiedad del suelo, pero –en este caso que consideramos- aumenta porque se incrementa el “falso gasto social” que esta conlleva, a causa de que es necesario pagar más todos las mercancías agrarias a causa de que se encareció la producción en las peores tierras. La producción y realización de la plusvalía y renta en el sector agrario es parte integrante de un proceso total de producción y distribución de la plusvalía social, una especificidad dentro del proceso que tiende a la igualación de la tasa de ganancia, proceso al cual afecta, y lo hace en mayor medida cuanto mayor sea la el precio de las mercancías agrarias. Este fenómeno, de incremento de la plusganancia que se transforma en renta diferencial a causa del aumento del costo de producción en las peores tierras, es parte de los procesos normales en la producción agraria (lo cual no  quiere decir que ocurra siempre ni regularmente; Marx destaca además que de ninguna manera ocurría como pensaba Ricardo, que siempre se ponen en producción tierras peores y por lo tanto los precios de las mercancías no tienden para Marx a un aumento progresivo como opinaba Ricardo). El hecho de que este fenómeno sea normal, es otra importante distinción de la producción agraria respecto de la producción de mercancías no agrarias.

Producción y realización: unidad diferenciada
Un primer momento en el descenso de lo concreto a lo abstracto, se da en la consideración tangencial que tienen los aspectos específicos que distinguen a la renta diferencial de la plusganancia. Pueden ser reconocidos por Astarita a lo largo de la polémica pero no considera que tenga importantes consecuencias para la cuestión que está en discusión desde el principio, que es la articulación de la producción y realización en un sector agrario mundializado y sus efectos en los distintos espacios nacionales en los que se lleva a cabo. Un segundo momento del descenso de lo concreto a lo abstracto, se da cuando plantea que no “cambia la naturaleza del problema” (como afirma en los comentarios del post que motivo esta respuesta) si introducimos las determinaciones que constituyen al mercado mundial.
En la “Introducción a la crítica de la economía política”, así como a lo largo de El capital, y en crítica a la economía política clásica, Marx destaca reiteradamente que producción y realización constituyen una unidad diferenciada. Astarita hace hincapié, por el contrario, en distinguir y separar estas esferas. No sin entrar en contradicciones. Por ejemplo, reconoce que “para que se realice la plusvalía extraordinaria contenida en la mercancía producida en la empresa innovadora, hará falta una reasignación del poder de compra existente”, pero no parece ocurrírsele que, cuando la cuestión que estamos considerando es la articulación entre espacios nacionales y sectores de producción cuyos capitales circulan internacionalmente (producen en un espacio nacional y realizan la venta de la mercancía en otro), esto sí afecta la naturaleza del problema. ¿La transforma de pies a cabeza? No, pero sí introduce nuevas determinaciones.
En la producción agraria argentina, la plusganancia que se transforma en renta tiene su origen en la mayor productividad del trabajo aplicado a la agricultura en la mayor parte de las tierras de la región pampeana, y un sector cada vez mayor de tierras extrapampeanas, en relación a las tierras menos productivas puestas en juego a nivel global. Cuando digo que la renta surge del “sector agrario considerado como un todo” apunto al hecho de que los costos de producción de la mercancía agraria que determinan la renta que pueden obtener las tierras más productivas que caracterizan a la producción agraria en el país está determinada por esta relación global. No me parece una consideración menor, porque, como intentaré ilustrar con análisis numéricos más abajo, esto tiene efecto para la masa de renta incorporada en las mercancías agrarias producidas en el país, como producto de las relaciones que se establecen en el mercado mundial.

Comercio exterior y renta diferencial
Voy a considerar una serie de casos para ejemplificar la cuestión.
Consideremos dos países. En ambos se realiza producción agraria. Uno de estos países consume un volumen de mercancías agrarias superior al que produce, mientras que el segundo exporta buena parte de su producción. El primero de estos se caracteriza por tener tierras menos productivas; la producción por hectárea, a igual inversión de capital que en las tierras del segundo país, resulta inferior.
Vamos a hacer una serie de consideraciones simplificadoras. Suponemos la existencia de distintas parcelas, llamadas respectivamente A, B, C… etc., de igual superficie y con distinto rendimiento. Suponemos una tasa de ganancia igual en ambos países, de 20%. También, consideramos todos los precios en una misma moneda mundial, lo cual es consistente con un sector altamente internacionalizado donde todos los costos y márgenes son calculados hoy en dólares**. Por último, no nos adentramos en la renta de tipo 2, es decir consideramos que no varía el capital aplicado por hectárea. Aunque esto último complejizaría y permitiría analizar distintos casos, creemos que en lo sustancial la explicación no se altera. También consideramos que toda la producción agraria es de un solo tipo de grano.
La producción agraria conforma un mercado mundial unificado, con un único precio de producción establecido por las condiciones de la peor tierra que entra en producción. Podemos considerar entonces las tierras de ambos países como distintos tipos de tierras de un mismo espacio económico mundial.
Consideremos primero una situación en la que el primer país produce 3 quintales de grano, utilizando dos tipos de tierra (A y B) y consume 5. El segundo país produce 3 quintales en una sóla parcela, de los cuáles consume 1 y exporta 2. Esto es consistente con el peso relativamente poco significativo de la producción para el mercado local dentro de la producción agraria total en un país como la argentina.



El segundo país tiene una mayor productividad agraria. Desembolsando en la tierra C el mismo capital obtiene un rendimiento superior que el primero. Será el costo de producción por quintal de la parcela A (la menos fértil) el que va a fijar el precio en $60 por quintal. En el caso del país B, si los precios de venta estuvieran determinados por las condiciones de producción de sus tierras, sería de $20 por quintal; es decir que su precio de venta de las mercancías agrarias se multiplica por 3.
Desde el punto de vista del capital en general en el país A, poco cambia comprar el grano local que el importado. El costo que deben afrontar es el mismo; poco importa desde su punto de vista que en las mercancías adquiridas mediante la exportación el componente de plusganancia que se transforma en renta sea  elevado; en nada cambia su situación. Tampoco el capital agrario del país A ve afectada su situación por la importación de mercancías agrarias que se producen en condiciones más competitivas, porque el precio de venta es impuesto por las condiciones de producción de la parcela A.
Desde el punto de vista de los capitales del país B, en principio podemos decir que la existencia del comercio exterior de granos conlleva un encarecimiento de las mercancías agrarias en relación a los precios que surgirían de sus condiciones de producción nacionales, lo cual tiene un impacto sobre los costos de producción de todo el capital. Pero, también nos interesa destacar. Si consideramos al espacio económico nacional del país B como totalidad, realiza mercancías agrarias en el país A con una plusganancia que se transforma en renta diferencial. ¿Acaso no importa donde se realiza la plusvalía extraordinaria generada por la producción agraria? ¿Resulta indistinto dónde ocurre, por usar la formulación de Astarita, la “reasignación del poder de compra existente”?
Vayamos a otro ejemplo.
Supongamos que se incrementa en 4 quintales la demanda de granos en el país A. Por el motivo que fuera, consideremos que este aumento se cubrirá con una mayor importación de granos en dicho país y no con un aumento de la producción local (ni ampliando las tierras dedicadas a la agricultura ni volcando mayor capital). Supongamos que la consecuencia de esto es una nueva colonización en el país B. Se pone en producción la parcela D, más productiva que la C.


El precio de venta sigue siendo el mismo. Desde el punto de vista del capital en general en el país A, nuevamente no representa un cambio comprar el grano local que el importado. El costo que deben afrontar es el mismo; poco importa desde su punto de vista que en las mercancías adquiridas mediante la exportación el componente de plusganancia que se transforma en renta sea  elevado; en nada cambia su situación. Tampoco el capital agrario del país A ve afectada su situación por la mayor demanda de mercancías agrarias que se producen en condiciones más competitivas, porque el precio de venta es impuesto por las condiciones de producción de la parcela A.
Para el capital del país B, tampoco se ve alterada la situación. El quintal de mercancías agrarias consumido localmente sigue valiendo $60.
Al mismo tiempo, la ampliación de la producción agraria para la exportación genera una masa de plusganancia que se transforma en renta, antes inexistente, que se suma a la ganancia de capital (que también aumenta en proporción directa al capital volcado a la agricultura), como consecuencia de que el precio de producción de las mercancías agrarias pasa a estar determinado por la tierra A. Esta masa de plusganancia que se transforma en renta, y que resulta apropiada primariamente por los dueños de la tierra, se amplía extraordinariamente como consecuencia del aumento del comercio exterior. Si consideramos el espacio nacional como un todo, la suma de ganancia del capital + renta es incrementada por el incremento de la producción agraria destinada a la exportación.
Pero veamos otro ejemplo. Bien podría haber ocurrido que la consecuencia de una mayor importación en el país A hubiera sido que salieran de producción las tierras menos productivas, con lo cual se habría abaratado de conjunto las mercancías agrarias, a la vez que aumentaba la proporción de la producción “global” (es decir la de los países A y B en este ejemplo) llevada a cabo en las tierras del país B. Supongamos que el aumento global es el mismo, y que el mismo desembolso de capital en la tierra D permite un rendimiento de 5 quintales ¿Qué habría ocurrido con la renta en este caso?

Como podemos ver, para el capital en su conjunto esto representa un importante abaratamiento de las mercancías agrarias. El precio del quintal se reduce a la mitad, con lo cual también disminuye la renta diferencial total. Al mismo tiempo, como vemos, en el caso del país B, disminuye la renta diferencial en la parcela C, pero se incorpora a la producción la parcela D. Aumenta entonces la renta total en el espacio nacional del país B. La renta total disminuye, a la vez que aumenta la renta que producen y realizan los capitales agrarios del país B. La “reasignación de poder de compra existente” que impone la producción agraria global para realizarse es menor, a la vez que es proporcionalmente mayor la masa de la misma que surge por la realización de las mercancías agrarias producidas por los capitales del país B, y vendidas mayormente en el país A.

Conclusiones
Hemos expuesto el razonamiento detrás de la afirmación de que la mayor parte de la plusvalía que se transforma en renta “fluye a la Argentina en los precios de dichas mercancías [agrarias]”. Ningún “salto” de plusvalías, como pretende Astarita que se desprende de los argumentos presentados***.
Para comprender todas las aristas que hacen a la naturaleza del fenómeno es necesario incorporar las determinaciones que hacen al mercado mundial. La renta diferencial es una plusganancia que está determinada por las condiciones de producción del capital volcado a la producción agraria en el país, en condiciones de precios determinados internacionalmente por las peores tierras puestas en producción; como toda la renta resulta un “falso gasto social” generado por la propiedad privada de la tierra, y la magnitud de renta diferencial resulta determinada por la relación entre los precios de producción individuales que surgen de los costos de las tierras puestas en producción en el país, y los precios de producción determinados por las tierras de frontera. Hecha esta precisión, este es en lo sustancial el análisis en que se basan nuestros planteos desde el artículo en Lucha de clases 9. Consideramos que han existido disputas por la renta porque es una masa de plusganancia que es apropiable, a través de mecanismos que señalamos en el mencionado artículo. La importancia de reconocer estas dimensiones que hacen a la renta no sólo está en poder realizar una correcta caracterización de las disputas entre sectores capitalistas (como la que realizamos nosotros desde el PTS en 2008, planteando que no estábamos ni con el gobierno ni con las patronales del agro, e impulsando la declaración independiente “ni K ni campo” que juntó numerosas adhesiones en sectores de la intelectualidad así como en el sindicalismo combativo), así como en precisar los efectos de la apropiación de la ganancia extraordinaria que se transforma en renta que también es un aspecto central para cualquier gobierno de la clase trabajadora que avance en su apropiación sobre la base de la liquidación de la gran propiedad agraria y la explotación colectiva de las grandes explotaciones por parte de los trabajadores.
Pero se trata, sobre todo, de desarrollar un método, de “ascenso de lo abstracto a lo concreto” que permita dar cuenta de las interacciones complejas que ocurren entre el nivel nacional y mundial, y que configuran el sistema mundial capitalista, como ya hemos dicho, como una totalidad compleja. El tratamiento que da Astarita a esta cuestión nos conduce en un sentido contrario.

* En oposición al ascenso de lo abstracto a lo concreto que era para Marx lo característico de su método de indagación, que procedía a reconstruir como concreto pensado el concreto real, abstrayendo primero hasta llegar a las determinaciones más simples, para luego reconstruir sus relaciones para llegar a abordar lo concreto como una “síntesis de múltiples determinaciones”.
** Esto no significa considerar que el tipo de cambio no afecte la renta. Efectivamente, una variación en el tipo de cambio que impacte sobre los costos, afectando salarios y otros insumos, impacta sobre la tasa de ganancia media del capital y sobre la plusganancia del sector agrario. En este aspecto lo planteado sobre el tipo de cambio en Lucha de clases nº 9 ha sido reformulado.
*** Astarita homologa todo nuestro planteo con la teoría sobre la renta y el valor de Juan Iñigo Carrera (JIC). Aunque puede reconocerse que JIC tiene un mérito en haber sistematizado las vías por las cuales la renta puede ser apropiada, analizando los efectos que tienen las retenciones y otras políticas que intervienen en las condiciones de circulación global de las mercancías agrarias producidas en el país sobre la distribución de la renta, su teoría sobre el valor, los precios y sobre el tipo de cambio presenta numerosos aspectos problemáticos. Incluso cuando analiza las vías de la apropiación de la renta, presenta la sobrevaluación cambiaria como una vía de apropiación de renta, lo que no me parece correcto. Este último aspecto lo critico en “La naturaleza de la renta agraria en Argentina. Los efectos de su apropiación parcial vía retenciones (2002-2008)”. Para una crítica más de conjunto que realizamos a las posiciones teóricas defendidas por JIC puede leerse “Sutilezas metafísicas y reticencias teológicas”.


viernes, 15 de abril de 2011

Regulacionismo fantoche


“Avance sobre el sector privado”, tituló el monopolio. Arbitraje “en favor de los más pobres” responde la jefa del Banco Central Marcó del Pont desde PáginaK. El decreto por medio del cual el gobierno se habilita a nombrar más directores en las empresas donde ANSES tiene acciones, ha disparado la alarma de los empresarios, y el fervor de la “militancia” K (La campora, activos en la trinchera de los cargos; aunque algunos de ellos, como Iván Heyn o Axel Kicillof salieron de la agrupación universitaria Tontos pero No Tanto, no son Ningunos Tontos para ocupar cargos). Esta avanzada, hace temer para los empresarios “medidas estatizadoras y chavistas”. Recuerdan que la medida no viene sóla, sino de lo que definen como “movimientos en favor de la estatización del mercado de granos” y del impulso de Héctor Recalde para dar vigencia a la ley de abastecimiento. Un conjunto que en pintado en los grandes medios opositores con titulares ominosos, y festejado desde el lado opuesto como la “profundización del modelo” K.


Sin embargo, hay acá mucha cháchara interesada. Tanto la oposición y los empresarios, como el gobierno se benefician desde distintos ángulos de la magnificación de los alcances de estas iniciativas. Para los primeros lanzar las alarmas contra las medidas “antiempresarias” del gobierno K les da plafond para seguir poniendo el grito en el cielo contra las medidas intervencionistas, a pesar de todas las evidencias de que estas no han afectado en lo más mínimo el desempeño económico de las grandes firmas, que siguen ganando fuerte con la economía K, aunque podrían hacerlo aún más si se pusiera fin a algunas regulaciones. Desde el punto de vista del gobierno, lo muestra firme “combatiendo al capital” en beneficio de los sectores populares, en momentos en que se ventilan los contubernios de los ministros para sostener a los burócratas empresarios como Pedraza, piezas clave de las reformas laborales flexibilizadoras que tantos beneficios dieron y siguen dando a los empresarios.


Pero, ¿cuál es el alcance de las medidas que tanto revuelo han generado?


La tan mentada estatización del comercio de granos, no ha sido hasta ahora más que la entrega del 30% del jugoso negocio del comercio de granos a las cooperativas, es decir a Agricultores Federados Argentinos (AFA), cercanos a la Federación Agraria de Buzzi, y Asociación de Cooperativas Argentinas, cercana a Coninagro. O sea, se trata de un beneficio para dos patas de la Mesa de Enlace, que bajo figuras asociativistas como las cooperativas adornan una vocación empresaria que compite con la de los demás sectores del capitalismo agrario. Si para el gobierno, detrás de estas organizaciones se agazapaba “la oligarquía” durante el conflicto desatado por la 125, ahora trataría de acercarlos nuevamente al redil “nacional y popular” al módico precio de poner en sus manos varios miles de millones de dólares por la cosecha anual. Ya ni siquiera se trata de una módica gresca por arañar una partecita de la renta, como ocurrió al momento de la 125; acá se trata lisa y llanamente de achicar un poco la cuchara con la cual las cerealeras la juntan con pala, para agrandar la de la burguesía media y llegar a octubre con más votos en el campo. Aunque, después de casi 8 años, el kichnerismo se haya enterado escandalizado de las maniobras de las cerealeras con el comercio de granos, a pesar de que la propia política oficial había habilitado defraudaciones que les dieron a estas empresas jugosas ganancias, esto no parece ser aliciente suficiente más que para imponer algunas sanciones, y denuncias. Nada que se parezca a nacionalizar efectivamente todo el comercio de granos. Medida que podría permitir que una parte mayoritaria de la renta agraria se concentre en manos del estado, y no un módico porcentaje vía retenciones. Pero que no entra en la lógica de un gobierno que en los hechos no ha hecho más que asociarse con el agropower para morder una parte de la renta.


En el caso de la designación de los gerentes camporistas, algunos de sus protagonistas parecen representárselo como un primer paso, para reunir información y preparar la avanzada sobre sectores estratégicos de la economía. Más medido, el gobierno ha defendido la iniciativa como el derecho de cualquier socio de una inversión, en éste caso para defender los intereses de los jubilados, actuales y futuros.


¿Da asidero el uso que hizo el gobierno de la plata de ANSES para tales afirmaciones? El Fondo de Garantía en cuidado de cuyos réditos el gobierno afirma estar actuando, fue transformado por el gobierno en una fuente de activos que fortaleció el “bonapartismo fiscal” o de caja, es decir el uso de recursos por parte del gobierno que le permite actuar de árbitro entre los distintos sectores empresarios, a la vez que la cooptación de varios movimientos sociales, y asegurarse la lealtad de gobernadores y punteros peronistas. Así como el kirchnerismo sacó sus frutos de la sojización durante todos estos años, viene haciendo lo mismo sacando puntualmente su cuota de la plusvalía que las grandes empresas extraen a los obreros, tal como lo hacen todos los accionistas. Los funcionarios K afirman que buscan garantizar los intereses de sus acciones para arbitran “en favor de los probes”… ¿lo harán “profundizando” las leyes de flexibilización que se mantuvieron durante todo el kirchnerismo, para mejorar su ganancia de accionistas?


Si miramos los usos del Fondo, una parte de sus recursos está ocupado en financiar proyectos de inversión públicos y privado de dudosa perspectiva, y sobre todo está financiando la emisión de deuda pública que cada día va a paso más rápido. Todo esto nos empieza a mostrar de a poco la vuelta de los usos que tuvieron en otros momentos históricos los fondos jubilatorios, colaborando a la reproducción del capital y no a mejorar los haberes.


Como si todo esto fuera poco, aún cuando el Fondo de Garantía se acrecentó producto de los rendimientos logrados un 86% desde 2008, y que ANSES tiene un considerable superávit, el gobierno rechazó el 82%, y cambio anunció miserables aumentos que llevaron la mínima a $ 1.272, pretendiendo que se opone la posibilidad de mejorar los haberes con la extensión del número de beneficiarios que el gobierno impulsó, como si no pudieran impulsarse medidas como el aumento de los aportes patronales para incrementar los recursos del organismo. Todo esto hace bastante dudo que sea el arbitraje en favor de los jubilados lo que motoriza la iniciativa oficial.


¿A dónde apunta entonces el nombramiento de gerentes del Estado? ¿Es que, como pretenden los medios opositores, el gobierno que ha transformado a los subsidios a la ganancia empresa en la principal partida del presupuesto (aún por encima de los pagos de la deuda y superando 8 veces lo gastado en viviendas y urbanización) va a tener luego de 8 años un arranque estatizador? Aunque puedan alimentar esas ilusiones para la tribuna suena poco creíble, incluso aunque a la luz de tanto despilfarro en solventar a las empresas podría ser una ecuación económica de resultado beneficioso para el erario público.


Ambas medidas, aparte de alimentar el fervor de “la militancia”, haciendo más fáciles de digerir los sapos que las alianzas gubernamentales proveen puntualmente semana a semana (Corpacci-Saadi, Menem, Aldo Rico, conversaciones Tomada-Pedraza) para el sector kirchnerista progre, son parte del tira y afloje entre los empresarios y el gobierno. Si en el terreno económico el kirchneristo ha puesto viento en popa a una agenda de “normalización” largamente solicitada por los organismos internacionales, gobiernos imperialistas y sectores empresarios locales, que incluye tratar de acordar con el club de París, encontrar alguna salida al atolladero del INDEC de la mano de la eufemísticamente denominada “asistencia técnica” del FMI, entre otros puntos (y varios sapos más para los que saludaron el “adiós” al FMI y el desendeudamiento mitológico), viene dejando claro que no va a renunciar a los mecanismos bonapartistas. Es ese intento de marcar la cancha, limitar la capacidad de la cúpula empresarial para operar en favor de las alternativas opositoras en las elecciones y negociar las condiciones de convivencia pos octubre, lo que motiva la iniciativa gubernamental.


Desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores, las rispideces del gobierno K con los empresarios, lejos de un arbitrio “en favor de los pobres”, son ni chicha ni limonada. Lejos de afectar seriamente la propiedad privada y los intereses del capital, buscan arbitrar algunas módicas porciones de la ganancia, sin la mínima traducción material en beneficio de ningún sector obrero y popular. Este “bonapartismo fiscal” que usa los recursos que quedan luego de pagar la deuda para arbitrar entre los capitalistas y destinar partidas menores al “gasto social”, busca sostener el conformismo social invitando a los trabajadores y sectores populares a participar de las migajas del banquete que siguen disfrutando los capitalistas con la bonanza de los años K.


En las antípodas de esto, sería verdaderamente en interés de los trabajadores que se estableciera un efectivo monopolio estatal de todo el comercio exterior, junto con la expropiación de los grandes terratenientes, para avanzar en la apropiación íntegra de la renta agraria. También, declarar el no pago de la deuda pública, en vez de traer de vuelta al FMI. E impulsar la expropiación y el control obrero de las fábricas que se alimentan sus ganancias con los subsidios públicos, en vez de un representantes estatales en algunas empresas, impulsados por este gobierno que tiene una alianza estratégica con los burócratas sindicales y persique a los que luchan. Lejos de “profundizar el modelo” K, pelear por una alternativa independiente de la clase trabajadora.

jueves, 20 de enero de 2011

Sobre el nuevo lock out agrario



Va un artículo publicado en La verdad obrera n° 410






LOCK OUT DEL CAMPO POR EL COMERCIO DEL TRIGO
Un nuevo capítulo de disputa por la renta agraria

El nuevo conflicto con las patronales agrarias, desatado por la caída de las negociaciones para flexibilizar las regulaciones al comercio de trigo (que imponen un cupo de comercialización en el mercado local fijado para la campaña 2010/2011 en 7 millones de toneladas), muestra la distancia abismal que media entre el discurso de los progres oficialistas sobre la política económica K, y el verdadero contenido de las políticas implementadas.

Del lado de las patronales agrarias se pone nuevamente en evidencia su voracidad, en un momento donde la fuerte demanda internacional está haciendo subir los precios del trigo. Aunque el gobierno liberó la exportación de 3 millones de toneladas, con lo cual las exportadas en esta campaña sumarían 7 millones de los 14 que se produjeron, y además anunció créditos por 210 millones de dólares sin intereses y a seis meses de plazo para que los productores de trigo puedan retener el grano y lograr mejores precios; las patronales agrarias apuntan de lleno contra la política oficial que restringe la exportación para poder disfrutar plenamente del alza de precios. Mientras tanto, denuncian las consecuencias de los manejos de los precios que los molineros y exportadores hacen gracias a la política oficial en perjuicio de los “productores” y los consumidores, cuando en realidad de imponerse todas las medidas de liberalización a las que aspiran los precios subirían aún más.

Pero frente a esto, la política oficial de fijar cupos de granos de trigo a comercializar en el mercado local para garantizar la “seguridad alimentaria” a precios más bajos que los internacionales, ha aumentado la capacidad de los sectores más concentrados de la cadena, los molineros y exportadores (que son mayormente las mismas empresas actuando en los dos rubros), para manipular en su favor las condiciones de venta de los granos. De esta forma, estos oligopolios, que los periodistas de los medios oficialistas buscan siempre señalar como los únicos culpables de la inflación librando al gobierno de responsabilidad, juegan en este caso de la mano del oficialismo. Pero lo mismo podríamos decir en el caso de la carne, donde el gobierno ha impulsado acuerdos con los grandes frigoríficos y los supermercados.

Gracias a la política oficial, las molineras han visto aumentar sus márgenes de rentabilidad gracias a transferencias de recursos estatales y manipulación de la demanda. El gobierno les da subsidios para costear la diferencia entre un precio máximo para el mercado interno, y el precio internacional neto de retenciones (precio FAS). La política oficial significa en principio una garantía a los capitalistas agrarios de que recibirán dicho precio de parte de las molineras, y por lo tanto estas últimas reciben un subsidio que equivale a la diferencia entre el precio máximo fijado por el gobierno para el trigo, y el precio FAS. Pero el resultado es que gracias a los subsidios estatales y la capacidad para deprimir los precios por debajo de los que supuestamente deberían pagar a los capitalistas agrarios, los molineros logran aumentar su participación en el valor producido gracias a la regulación oficial.

De más está decir que toda esta intervención de ningún modo ha resultado en una contención de los precios. La política de defender “la mesa de los argentinos” de la mano de los oligopolios ha sido un rotundo fracaso. Además, al proponerse compatibilizar algunas restricciones al comercio con la libertad de empresa para que los capitalistas agrarios sigan manejando sus campos en función de la ganancia, ha dado mayor impulso a la tendencia a sembrar más hectáreas de soja, colza y otros cultivos muy rentables, en detrimento de las hectáreas dedicadas a trigo y otras producciones. De esta forma, como también está sucediendo en el caso de la carne, la intervención estatal en la comercialización no ha hecho más que empeorar la amenaza para la “soberanía alimentaria”.

Frente a la voracidad de las patronales agrarias que, como manifestó su vocero en Clarín Héctor Huergo aprovecharán el conflicto para buscar reinstalar sus reclamos (18/01/11), como la remoción de todas las restricciones al comercio y la eliminación de las retenciones (o por lo menos su fuerte reducción), la política kirchnerista sólo ha tenido como resultado alimentar las ganancias de cerealeros y exportadores en detrimento de los primeros.

La satisfacción de necesidades tan elementales como la carne y el pan no puede estar sometida a la lógica de la ganancia capitalista. La única manera de evitar que el lucro del capital o el aprovechamiento de las restricciones estatales por un puñado de empresas amenacen el acceso obrero y popular a estos consumos básicos, es la expropiación de los grandes terratenientes y la burguesía agraria. Esta medida, junto con una verdadera nacionalización del comercio exterior (que se opone por el vértice a la “junta” privada de granos armada por el gobierno con las grandes cerealeras), permitiría organizar la producción agraria en manos de los propios trabajadores, poniendo el eje en las necesidades obreras y populares en vez de someterla a la ganancia.