sábado, 21 de diciembre de 2013

¿Quien puede controlar los precios y parar los aumentos?

Como ya se venía previendo desde hace unas semanas, en el terreno de las políticas de precios el equipo de Axel Kicillof reafirmó ayer, aunque emprolijándola, la política de Guillermo Moreno. El nuevo Secretario de Comercio, Augusto Costa, anunció ayer un acuerdo de precios, al igual que hiciera Guillermo Moreno a partir de febrero último, sin haber logrado con ello frenar el ritmo de aumento de precios. Podemos dejar pasar el hecho, bastante curioso, de que se anuncia un acuerdo de precios sin que estén, digamos, acordados los precios. Lo que vimos ayer es entonces una declaración de intenciones, que mientras no se plasmen siguen dando vía libre para las maniobras, dispersiones y la lisa y llana remarcación, que de hecho no paró de acelerarse desde que se confirmó la partida de Guillermo Moreno (aunque tampoco estaba congelada antes de su partida, la salida del funcionario fue tomada como una señal de largada para una carrera de velocidad). Dejemos también pasar el notorio adelgazamiento de la canasta anunciada… ¿será acaso consecuencia de que “la mesa de los argentinos” incluida en el acuerdo abarcaba a comienzos de año un universo de 10 mil productos, en agosto uno de a 500 productos, pero ahora apenas requeriría 187?

Lo más llamativo es que los nuevos funcionarios presenten la misma política que durante este año no arrojó grandes logros y pretendan convencer a alguien de que esta vez será diferente. En su exposición del nuevo acuerdo de precios, Costa detalló las múltiples irregularidades a través de las cuáles los comercios minoristas y las empresas que elaboran los productos que componen la canasta se las arreglaron para sortear el compromiso que habían contraído con Guillermo Moreno; empezando por la considerable dispersión que se registra entre los precios que un mismo producto puede llegar a exhibir en distintos locales (incluso de la misma cadena), y que en el acuerdo de Moreno era explícita ya que cada cadena anunciaba un precio distinto. El reemplazante de Moreno también censuró otras trampas en las que incurrieron las firmas, como los cambios en los tamaños de los envases para cobrar lo mismo a cambio de menos producto; o el lanzamiento de líneas de productos alternativas a las incluidas en los acuerdos de precios, a precios considerablemente mayores. Y a esto se suma el liso y llano desabastecimiento de los productos incluidos en los acuerdos, para forzar a los consumidores a adquirir otros sustitutos no incluidos en los compromisos con el gobierno. Esta amplia inventiva de minoristas y fabricantes agujereo el acuerdo de precios, y llevó a otro año donde la inflación perforó el 20%. Pero esta vez, promete el funcionario, no ocurrirá nada de eso. ¿Y cómo podría evitarse recaer en el mismo resultado fallido de Guillermo Moreno? Se supone que habría tres patas que distinguen este acuerdo y le garantizarían mayor fortaleza:

-          La simplicidad, ya que la cantidad de productos es más reducida;

-          El involucramiento de las cadenas de valor, y no sólo de los comercios minoristas, lo cual supuestamente podría permitir discutir cómo se distribuye el excedente;

-          Y, finalmente, el “arma” más novedosa, la forzada implementación de nuevos controladores fiscales, que permitirían establecer un control en tiempo real de la facturación de las grandes firmas.

-          Finalmente, también se puso sobre el tapete la amenaza de multas, que también hubiera estado flotando en los acuerdos previos sin mayores efectos.

La apelación a un cierto fetichismo tecnológico pretende conferirle un barniz de credibilidad a una política bastante floja de papeles. Pero el listado de maniobras presentado por el propio Secretario da una idea de la insuficiencia de una fiscalización a través de controladores fiscales. ¿Cómo permitirán los mismos lidia con una de las maniobras más extendidas, que es el liso y llano desabastecimiento? ¿De qué manera podrán probar no se trata de una cuestión de mercados con “exceso de demanda”, de cuellos de botella en la producción, etc.? Incluso si creyéramos en la vocación de fiscalizar el cumplimiento efectivo del acuerdo, suena a una tarea titánica: sólo tomando en cuenta los supermercados, tenemos según un relevamiento del Sindicato de Comercio del año 2011 8.672 bocas de expendio. Esto significa que el personal de la Secretaría –ayudado parecería por el de la AFIP- deberá realizar de forma simultánea en todo el país 1.621.664 controles durante el tiempo que dure el acuerdo para asegurar el cumplimiento en los supermercados (y esto si tomamos como un único control la verificación de que se cumpla el precio acordado y cada producto se encuentre disponible). En el caso de las disputas que sin duda se abrirán, el control seguramente deberá extenderse desde las redes de comercio hacia los productores, multiplicando las instancias. Hay una profunda asimetría en el juego que se establece entre el control centralizado y unificado que pueden tener las empresas, tanto de comercio minorista como fabricantes, (que efectivamente en un caso como en otro controlan los precios, pero lo hacen en su beneficio y remarcando de acuerdo a sus necesidades) y el del gobierno.  Aún con la amenaza de las multas, las empresas pueden organizar un cumplimiento aleatorio del acuerdo que les permita evitar o reducir estas sanciones, eligiendo los lugares y momentos donde resulte conveniente incumplirlo mediante algunos de los mecanismos ya aplicados y perfeccionados en años de trato con Guillermo Moreno (y en varios casos con guiños del funcionario para llevarlos a cabo). Resultaría enternecedor, si no fuera un despliegue para la tribuna realizando con altas cargas de cinismo, pretender que este acuerdo podrá ser más exitoso que los anteriores con sólo sumar algunas simplificaciones en el esquema de funcionamiento de los acuerdos y continuar enviando funcionarios a “mirar para cuidar”.

La inflación en la Argentina actual es una cuestión compleja que se enraíza distintos factores que contribuyen de conjunto a motorizarla (como analizamos acá). La política cambiaria del gobierno, que viene impulsando una mayor depreciación del peso, contribuye a acelerarla. Lo mismo ocurre con la ampliación del gasto fiscal sostenida con financiamiento del Banco Central (lo cual no significa sostener que una emisión monetaria elevada siempre será inflacionaria, como sostiene la postura neoclásica). Un acuerdo de precios, aún implementado con los controles más estrictos, no hace más que atacar los síntomas, así como uno de los factores que la aceleran como es la remarcación por parte de las firmas, y lo hace de tal modo que deja en manos de las empresas mil resquicios para zafarse del acuerdo. El acuerdo presentado por el gobierno no es más que otra fantochada, que al igual que los de Moreno apunta a “atacar expectativas” (es decir tratar de crear algún plafond para frenar las expectativas de los asalariados, evitando que todos busquen el mismo piso que las fuerzas policiales arrancaron con sus motines) y en el mejor de los casos descomprimir un poco la situación por un tiempo limitado.

Un verdadero control de los precios sólo podría llevarse a cabo poniendo en movimiento la fuerza social de clase trabajadora, de los cientos de miles de trabajadores de supermercados, de los cientos de miles que trabajan en las empresas productoras de los bienes que integran la canasta familiar. La acción coordinada de éstos, estableciendo comités de trabajadores y consumidores en todo el territorio nacional, que exigan la apertura de los libros de las empresas, para desmontar las maniobras de las firmas que aducen falta de stock y auscultar el verdadero estado económico de las firmas, es la que puede atacar de raíz este fenómeno que está carcomiendo los ingresos de los asalariados. Todo esto obviamente sólo puede llevarse a cabo empezando por expulsar de los sindicatos a los burócratas, que actúan en beneficio de los empresarios permitiendo todas sus maniobras. Esta es una primer medida elemental, –y “sencilla” si se pone en movimiento la fuerza de los millones de trabajadores- pero que debe ser complementada con otras para cortar todas las cabezas de la hibra. Empezando por decretar el no pago de la deuda externa para cortar con esta sangría de recursos que diezma el presupuesto, establecer la nacionalización de la banca y el monopolio estatal del comercio exterior así como el congelamiento de todos los giros de utilidades de empresas, para cortar con especulación cambiaria que afecta los precios.

Un programa opuesto por el vértice al revival noventista –aunque sea preservando toques “morenistas” que molestan a algunos sectores empresarios- que viene exhibiendo el nuevo electo económico.

martes, 10 de diciembre de 2013

La precarización: el corazón del "modelo"

Ya puede leerse online la revista Ideas de Izquierda n° 5, de noviembre.
Posteamos acá las notas del dossier, sobre precarización laboral:

Mundo Grúa

16 primera 

 

 

   

 

¿Qué querés María? Las ocho horas queremos…

 16 segunda

Fragmentación institucionalizada

 16 tercera




El régimen político vuelve a decir "felices pascuas"

Hoy reposteamos artículo del amigo FR en la web del PTS (www.pts.org.ar), sobre la situación abierta por la extensión de los motines policiales y las respuestas de la izquierda.
El régimen político vuelve a decir "felices pascuas"
La generalización de los motines policiales a 17 provincias, con situaciones como las de Tucumán o Salta (entre otras), que repiten los hechos vividos en Córdoba la semana pasada y que ya produjeron cerca de 20 muertes; son una manifestación más del “fin de ciclo” político del kirchnerismo.
La mayoría de los gobiernos provinciales, avalados por el gobierno nacional, están otorgando de forma inmediata todos los reclamos de la corporación policial, siguiendo los pasos del gobernador de Córdoba, José Manuel De la Sota. Pese a esto, en muchas provincias, las protestas continúan y los uniformados aumentan su “pliego de reclamos”. No es solo la cuestión “salarial”, sino también exigen amnistías, impunidad y ascensos para fuerzas policiales que venían cuestionadas por su íntima relación con el narcotráfico, la trata de personas, los desarmaderos de autos y otros negocios ilegales. Venía quedando en evidencia ante la sociedad que las policías son las organizadoras del “gran delito” que está detrás del “pequeño delito”, ese que tanto agitan los gobiernos y los medios de comunicación en sus campañas de “seguridad” y que terminan en la demonización de los sectores más pobres de la población y en el fortalecimiento de los “criminales de uniforme” (amparados por el poder político y judicial).
En estos momentos dramáticos que vive el país, el gobierno se predispone a “festejar” los 30 años de democracia, con músicos y “acrobacia”, mientras cede ante apriete armado de una las instituciones más represivas del Estado. Los que se llenan la boca hablando de la democracia, mientras ceden todos los días ante las corporaciones económicas, hoy demuestran la bancarrota de su pseudo-democratismo, arrodillándose ante la prepotencia patotera de una de las corporaciones mafiosas y armadas de sus propio Estado.
El “modus operandi” de la mafia policial se repite a lo largo del país. Zonas liberadas e impulso coordinado de los primeros saqueos indiscriminados. En una situación social donde se mantienen altos niveles de pobreza y precarización laboral, agravados por la inflación creciente; el cuadro deriva en crisis que llevan al enfrentamiento de pobres contra pobres o de los sectores más vulnerables de la población trabajadora, con el resto de la clase obrera y las clases medias empobrecidas.
El chantaje armado de las fuerzas policiales busca de esta manera generar una base social de derecha y un re-prestigio, además de mejores condiciones para su función represiva. La escenas de linchamientos vistas en Córdoba, por parte de sectores de clases medias contra jóvenes de los barrios populares, basadas también en la cultura de la segregación social impulsada como política de estado; muestran lo peligroso y lo criminal de la operación política que lleva adelante uno de los principales brazos armados del estado.

El “partido policial”

Con la concesión de prácticamente todas las reivindicaciones de los policías, en el marco una protesta nacional, fortalecen el poder material y político que esta corporación ya venía obteniendo en los últimos años, en el marco de la crisis histórica del resto de las FFAA. Más allá de los resultados inmediatos de la crisis en curso, las policías logran un triunfo material y un reconocimiento como un nuevo y peligroso actor político nacional. Con este aval político, logrado con los métodos del “vandorismo policial” (“golpear para negociar”), esta corporación gana terreno. Incluso las concesiones del poder político, ante el chantaje de las policías, puede alentar también a las otras fuerzas armadas a intentar recuperar terreno (y puede abrir peligrosamente paso a intentos de actuar como un “partido policial”, de tutelaje del régimen político argentino).
Los efectos colaterales “no deseados”, como el impulso a la lucha que provocó en otros sectores estatales de trabajadores (como los de la salud de Córdoba), por la bronca ante la respuesta inmediata que tuvieron los uniformados, mientras cualquier conflicto normal de trabajadores nunca tiene esta resolución; no pueden soslayar este dato político que fortalece a un enemigo estratégico del movimiento obrero y los sectores populares y uno de los pilares del régimen y el estado capitalista argentino. El desprestigio con el que todavía cargan estas fuerzas (más escandalosamente en provincias como Santa Fe o Córdoba), es una “ventaja” que debe ser utilizada para impulsar la movilización, no sólo por el aumento de salarios (plus de fin de año y demandas similares), sino también contra la represión y la impunidad, contra la criminalización de la juventud y los sectores populares.

La izquierda y la clase obrera ante los motines policiales

El motín policial tuvo distintas respuestas en la izquierda, desde aquellos que “alegremente” toman el elemento de crisis del régimen y las luchas que desató en otros sectores de trabajadores, pero sin delimitarse claramente del chantaje policial; hasta aquellos que, como Vilma Ripoll, directamente le dan su apoyo y llaman al aumento de salario y a la sindicalización.
La extensión nacional de la protesta y los métodos (impulso al enfrentamiento de pobres contra pobres), dejan en evidencia la contradicción de aquellos que, desde la izquierda, han llamado a apoyar las huelgas y los reclamos policiales. Luego de su triunfo en Córdoba, la policía salió inmediatamente a la caza en los barrios populares, entrando ilegalmente a los hogares, con el objetivo presunto de “cumplir” con la orden de De La Sota, de recuperar las mercaderías. Ahora están mejor pertrechadas, con mejores condiciones y más salarios para salir a reprimir a la juventud y a los trabajadores, por ejemplo a aquellos que hoy tienen 11 hospitales tomados.
Frente a la crisis en curso la posición elemental de la que hay que partir es la de ningún apoyo a los motines policiales y la denuncia a todos los gobiernos patronales (sean oficialistas y opositores) que se han entregado ante el chantaje de los uniformados. No se puede dar apoyo a un movimiento que fortalece no solo materialmente a uno de los brazos armados del Estado, sino que además le da entidad de actor político. La negra trayectoria de las policías en la historia nacional, que tiene en su haber “hitos” como el Navarrazo en Córdoba, hasta su función esencial en la organización de la Triple A, debería ser una muestra suficiente para que algunos autodenominados “marxistas”, revean su posición de apoyo a estos motines.
No es casualidad que la posición de la burocracia sindical vaya desde la “prescindencia” al apoyo activo a los motines, como hizo el jefe del SMATA Omar Dragún en Córdoba, ladero del gobernador De la Sota. Su función “policial” y de contención del movimiento obrero, los “hermana” con la función de la policía en la sociedad.
La burocracia sindical es la que se está encargando de contener al movimiento obrero, en momentos en que la inflación crece cada día más; y permite que la crisis del régimen político y las debilidades que son producto del “fin de ciclo”, sean aprovechadas por derecha por las fuerzas policiales. Micheli de la CTA opositora habla tardíamente de la necesidad de un paro, sin oponerse claramente a los motines. Por esto se vuelve más urgente la recuperación de los sindicatos, para que la clase obrera pueda intervenir con su programa y sus métodos. Para imponer un paro que unifique todos los reclamos de los trabajadores a nivel nacional. Rechazando el chantaje policial, exigiendo un salario mínimo igual a la canasta familiar, ajustado por la inflación. Terminar con la precarización laboral. Reclamando por un plan de obras públicas para dar trabajo y vivienda a los sectores más necesitados. Y ante las necesidades inmediatas, hay que encauzar la lucha por alimentos y vivienda dirigiéndola hacia el poder político reclamando la entrega inmediata de bolsones de alimentos en todos los barrios carenciados del país bajo el control de delegados barriales elegidos democráticamente y que trabajen en común y coordinadamente con las organizaciones obreras. Esto evitaría el método desesperado de los saqueos que son utilizados (y hasta impulsados) por la policía y en muchos casos llevan al enfrentamiento de pequeños comerciantes contra los pobres.
La vanguardia obrera, empezando por las agrupaciones clasistas y siguiendo con las comisiones internas, cuerpos de delegados y seccionales sindicales recuperadas por los trabajadores, las organizaciones estudiantiles combativas y pro-obreras, deben tomar esta perspectiva. Sólo clase obrera, acompañando y acaudillando al resto de los sectores oprimidos y el pueblo pobre, sobre que el “opera” impunemente la policía, puede dar una salida progresiva a la crisis a la que está llevando al país, la mafia policial.

martes, 26 de noviembre de 2013

YPF SA: Como decíamos, una "recompra", nada parecido a una expropiación sin pago

O la vuelta a la YPF SA de Menem, pero con Chevron y pagando a Repsol peso por peso


Las acciones de YPF suben en la apertura de la bolsa porteña12:28


Suben las acciones de YPF en la bolsa porteña y en Wall Street

 Los títulos de la empresa estatizada abrieron con un alza del 12 por ciento


Decíamos hace un año y medio, que el diablo está en los detalles. El tiempo (no mucho, por otra parte) se ocupó de confirmarlo, con el preacuerdo para pagar a los piratas españoles no menos de u$s 5.000 millones. Y nos dio la razón con creces, si consideramos que todo esto se hace Bajo las banderas de Chevron

Una política energética que no resuelve ninguna crisis, más bien se concentra en llenar los bolsillos de varios petroleros. Por la expropiación sin pago de todo el sistema energético, para que lo explote la clase trabajadora a través de sus organizaciones. 

miércoles, 20 de noviembre de 2013

La salida de Guillermo Moreno, ¿señal de un giro en la economía K?

Un día después de los anuncios de relevos en varias carteras ministeriales, el vocero presidencial anunció un cambio aún de mayor impacto, a pesar de referirse a un nivel jerárquico menor: la salida del Secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno. Este anuncio es uno de los cambios más significativos en mucho tiempo en el manejo de la economía. 
Ayer decíamos que Kicillof seguiría sometido a un “doble comando” con Guillermo Moreno. La novedad es que será el primer Ministro de Economía en mucho tiempo que no está sometido a esta restricción. El funcionario hizo y deshizo a sus anchas durante todas las gestiones económicas que siguieron a la de Roberto Lavagna. Desde Felisa Micheli en adelante, todos debieron toparse con un secretario que manejaba sin reportarles diversas áreas. Empezando por los acuerdos de precios, siguiendo por la medición de los mismos, hasta manejar el comercio exterior, la implementación del cepo cambiario y la fallida “exteriorización voluntaria de la tenencia de moneda extranjera”, cada vez más áreas del manejo económico fueron ingresando en la órbita del secretario. El último Ministro de Economía con aspiraciones de comandar plenamente su área, Martin Losteau, colisionó rápidamente con su –formalmente- subordinado. Otros, como Miguel Peirano, declinaron continuar en el cargo ante la imposibilidad de controlar a Moreno. El resto, sencillamente se acomodó a la creciente gravitación del funcionario, que extendió con un mismo método su manejo de las diversas áreas que fueron cayendo bajo su órbita. ¿En qué consistía este método? Podríamos definirlo como el de la “sintonía gruesa”, por contraposición a la “sintonía fina” que Cristina Fernández había prometido al empresariado allá por 2011. Más allá de toda la gesticulación y la “prepotencia” en la que siempre gustaron detenerse los medios (“prepotencia” que a final de cuentas se concentró casi enteramente en los laburantes del Indek, a los cuales las patotas de UPCN actuando junto con el secretario sacaron de las tareas de medición de precios y de otras áreas sensibles para dibujar los datos de acuerdo con las necesidades gubernamentales), lo más saliente de la gestión Moreno fue la ilusión de que se podría encausar con acuerdos las contradicciones emergentes del “modelo”, entregando a cambio en muchos casos concesiones significativas a grandes jugadores, como subsidios u otras ventajas (aunque algunas, como la SuperCard, no hayan llegado a ver la luz). Acá y acá hemos analizado la economía política de Guillermo Moreno. Los frigoríficos, los supermercados, incluso las exportadoras de granos se han sentado en ocasiones a negociar con el secretario. Lo que hizo Moreno tampoco es privativo de él; es más o menos lo mismo que el otro gran mentor de la “economía K”, Julio De Vido, aplicó en el área energética (secundado por Cameron) y de infraestructura con el mismo “éxito”. A pesar de los sucesivos fracasos, la búsqueda de evitar cambios de fondo en la política económica exigió responder a los mismos profundizando la línea, lo cual reforzó el deterioro general en el que empezó a sumirse irreversiblemente la economía en los últimos dos años. Deterioro que no es por ahora nada parecido a un hundimiento catastrófico, gracias a la ayuda de los altos precios internacionales de los productos que el país exporta (soja y otros granos) y a la profundización del endeudamiento público en pesos (en su mayoría intra sector público) y el uso de las reservas en dólares del Banco Central acumulados en años de bonanza, combo gracias al cual el tesoro pudo afrontar los pagos de deuda pública y los crecientes subsidios que condujeron a una situación fiscal muy estrecha.
Ahora, la posibilidad con la que cuenta Kicillof de encarar su gestión sin la sombra de Moreno, ¿permite prever un cambio de rumbo sustantivo? Difícilmente. ¿Volverá a cambiar de postura pública sobre la inflación, que reconocía y medía de forma independiente hasta que se convirtió en viceministro en diciembre de 2011, momento en el que borró de su web el IPC-7 que publicaba y se silenció sobre el tema, avalando tácitamente las cifras oficiales? Habrá que verlo. El lanzamiento del nuevo índice de precios (que podría salir con el aval del FMI, varias veces denostado por el ahora Ministro) puede ofrecer una salida elegante para el desaguisado de Moreno, pero sin rever todo lo actuado desde 2006 a esta parte, que significó un piedra libre para los remarcadores de precios y los que lucraron con estadísticas truchas.
Fuera de estos ajustes en uno de los terrenos más críticos de la gestión de Moreno, no son de esperar, como ya señalamos, grandes cambios en los principales lineamientos de la política económica. Ya las peripecias que tuvo la regulación energética mostró lo que tienen de falaz las ilusiones de dictar desde el Estado los lineamientos por los que se desenvuelve la economía. Sobre todo cuando la etapa no es de holgura, se mire por donde se mire. Los superávit “gemelos”, fiscal y externo, que permitieron la acumulación de dólares en el Banco Central y un tesoro con amplios recursos para transferir (ante todo en favor de los empresarios), son cosa del pasado. Si bien el comercio exterior aún sigue siendo superavitario, el desbalance industrial, energético y turístico, y la fuga de depositantes en dólares del sistema bancario, llevó a que este año también termine con caída de reservas, gracias a los pagos de deuda. Las cuentas públicas se sostienen con una presión creciente sobre los recursos del Banco Central, lo cual contribuye a agravar las presiones inflacionarias. Y, sobre todo, la propia inflación ha exacerbado las disputas distributivas, así como las presiones de sectores empresarios que reclaman un ajuste cambiario mayor al que ya se está produciendo. La ideología de que es posible que el Estado se eleve por sobre las determinaciones de la acumulación de capital, encauzando las contradicciones que hacen a la misma, sólo resulta sostenible cuando el sector público cuenta con amplio margen de maniobra, como ocurrió en la argentina desde 2003 hasta 2008, y, en menor medida, pudo extenderse con restricciones hasta 2011 gracias a la captación de recursos como los de las AFJPs y a los colchones que permitieron los años de bonanza. Cuando estas condiciones no existen, la presión para ordenar la situación del propio Estado se transforma en un elemento más entre los que meten presión sobre la economía. Es lo que estamos viendo. Como señalábamos hace un tiempo: “Si desde sus orígenes el kirchnerismo se caracterizó por una apuesta a utilizar los recursos del Estado para distender las relaciones entre las clases, impulsando algunas mejoras de ingresos (en relación al piso que habían alcanzado en 2002, pero sin acercarse ni de lejos a los niveles históricos en el caso se los salarios, ver acá) y subsidiando la ganancia, hoy su política ha adquirido un sentido contrario”. Es esto lo que seguirá signando la política económica. Aún con la partida de Moreno, difícilmente se vaya a desmantelar del todo las trabas a las importaciones, que conspiran contra la actividad industrial (sector que este año creció sólo un 1%, y eso gracias a la industria automotriz que viene perdiendo ritmo y afronta el panorama de un 2014 casi sin crecimiento). Los subsidios, herramienta aplicada –con poco éxito- para contener los precios, deberán limitarse por las restricciones fiscales, y esto ayudará a acelerar los aumentos de precios. Pero sobre todo, aunque durante los últimos años Kicillof y sus funcionarios hicieron gala de la intención de poner controles a la rentabilidad del capital, para lo cual exigieron información y aprovecharon la posibilidad de colocar directores estatales en las empresas en las que ANSES tiene participación accionaria, lo que se ha visto es que cuando las papas queman, y los empresarios muestran que su “competitividad” se encuentra comprometidad, los funcionarios afines al ministro han sabido ser más que comprensivos, poniendo coto a las aspiraciones de los trabajadores en las negociaciones salariales. Por eso, concluimos, es especialmente poco probable que el “empoderamiento” de Kicillof gracias a la salida de Moreno augure algún cambio positivo en la situación de “fin de fiesta” que están viviendo los trabajadores.

martes, 19 de noviembre de 2013

El rumbo (del ajuste gradual y “heterodoxo” pero firme) no se modifica



Seguramente quienes no cejan en el esfuerzo por encontrar algún aspecto “progre” en la política oficial, se entusiasmarán con la llegada de Kicillof al sillón principal del Ministerio de Economía en reemplazo de Hernán Lorenzino. El ascenso del hasta hoy viceministro, autoproclamado economista “crítico” (aunque cada vez es más difícil establecer crítico de qué) seguramente causará en los próximos días declaraciones airadas de empresarios y medios afines, por considerarlo “marxista” (sic). Pero de esto no debe deducirse que pueda esperarse que mueva mucho el avispero. Su designación es una señal que confirma lo que ya se sabía: la Presidenta no tiene intención de hacer cambios bruscos en la dirección que reclama buena parte de la oposición política y del empresariado. Pero tampoco se va a mover en sentido contrario, sino atender en “cuotas” la demanda del ajuste, como viene haciendo en los últimos años. 

Algunos reclamos sensibles para sectores empresarios no serán atendidos: la administración del tipo de cambio no va a revertirse. Aunque Kicillof es señalado como uno de los partidarios de un desdoblamiento más legalizado, que reemplace al que existe de hecho, y es muy probable que avance en ese sentido, aunque se trataría de un cambio más de forma que de fondo. Esto podría servir para dejar de subsidiar una parte de la importación, a buena parte del turismo (lo cual beneficia más a los sectores más adinerados) y para crear un tipo de cambio para operaciones financieras también más caras, pero a riesgo de obligarse a entregar los dólares que hoy son celosamente guardados. Sin embargo, lo que está fuera de duda es que los industriales no tienen nada de que preocuparse: la aceleración de la depreciación cambiaria que se viene registrando en los últimos tiempos, superando el 20 por ciento anual, mantendrá su ritmo. Para fin de año, los pronósticos ubican al peso cambiándose a 6,20 por dólar, superando el pronóstico de Guillermo Moreno hace unos meses.



Tampoco se va a atacar la inflación, que carcome el ingreso obrero y popular, y gracias a la cual hoy la Asignación Universal por Hijo puede comprar un 18 por ciento menos que cuando se implementó, a pesar de que aumentó su monto. En este plano se mantendrá el “doble comando” entre el Ministro y el todoterreno Guillermo Moreno. Hace días nomás, la funcionaria afín al secretario “Pimpi” Colombo volvió a sostener que la discusión de la inflación es “cháchara”, al mismo tiempo que el Indec sigue sosteniendo aún ahora que se come con 6 pesos

Otro plano donde no habrá que esperar grandes cambios, es en el recurso al Banco Central como fuente de financiamiento. La salida de Marcó del Pont se explica, aparte de por las múltiples internas del llamado gabinete económico, por su reticencia a seguir sosteniendo el ritmo de emisión de pesos para financiar al tesoro a través de la renovación y ampliación de los adelantos “transitorios”. Para Kicillof esto en ningún modo puede considerarse inflacionario en ningún momento (lo cual es tan falaz como sostener que siempre es inflacionario, como discutimos acá).

Podría pensarse que en un plano donde se registró un giro más marcado en los últimos tiempos, que es en el terreno de la deuda pública, es donde la vuelta de Kicillof podría significar una reversión de las iniciativas apuradas por Lorenzino con el aval del presidente interino Amado Boudou. El tándem más ultraliberal del gobierno, aprovechó el inesperado encumbramiento que permitió la licencia de Cristina, y el desconcierto general del gabinete para cerrar trato con el fondo “buitre” que se hizo cargo de las acreencias que tenían varias empresas contra la argentina en el CIADI. Esto era una señal que avalaba el descongelamiento de créditos del Banco Mundial. Para Boudou y Lorenzino, esto era apenas la señal de largada para continuar luego con el canje de la deuda en manos de los fondos buitre “holdout” (es decir que no ingresaron a los canjes de 2005 y de 2010) que están presionando en las cortes norteamericanas, y que amenazan empujar al gobierno a un default técnico en 2014 por los resultados que vienen mostrando los litigios en las cortes yanquis. Y todo se coronaría con una vuelta a la emisión de deuda en los mercados internacionales. 
¿Significa la llegada de Kicillof que se archivarán estos planes? De ningún modo. En primer lugar porque antes de irse, Lorenzino dejó encaminadas las tratativas con los fondos amigos del vicepresidente que vienen intentando hacer con los holdout lo mismo que con las empresas acreedoras por los juicios en el CIADI, es decir comprar la deuda y hacer un jugoso negocio con el guiño del gobierno. El ahora ex ministro quedó a cargo de una fantasmal “unidad de reestructuración” de la deuda en la cual podrá seguir estas tratativas. Para seguir, porque por mucho que el nuevo ministro pueda hacer gala en algún discurso de alguna postura “anti” mercado, el gobierno “pagador serial” de Cristina Fernández viene mostrando que es capaz de empujar la economía a la recesión por trabar importaciones para garantizarse los dólares de la deuda. Ante la amenaza del default técnico, Kicillof se convierte en ministro en el momento justo para coronar el tercer episodio de canje de deuda, es decir otra jugosa entrega de recursos futuros sacrificados en el altar de los mercados. 
Por mucha “heterodoxia” y economía “crítica” con la que alguno pueda todavía ilusionarse, el capitalismo dependiente y semicolonial argentino está volviendo a mostrar que sólo puede sostenerse si, como hace poco más de diez años, vuelve a arrastrar a los sectores populares por los costos de un brutal ajuste, esta vez realizado en nombre del “sinceramiento” de los desequilibrios varios. El gobierno pretende negarse a esta alternativa, pero no está haciendo más que tratar de ganar tiempo sin dejar de empujarnos por el mismo camino. A Kicillof le toca sacar del arcón de la economía heterodoxa alguna pirueta para estirar la cosa hasta el próximo turno gubernamental. Es decir, administrar el ajuste a cuentagotas, de ningún modo evitarlo.

El cambio de ministros, en suma, promete pocas novedades en una orientación que vienen mostrando el deterioro de las condiciones de la clase trabajadora (tanto de los más pobres como de aquellos que sectores del gobierno tildan de "privilegiados" por llegar a cubrir una canasta familiar) de la mano de un ajuste “sin prisa, pero sin pausa”.

martes, 29 de octubre de 2013

Apuntes pos elecciones. El estrechamiento del "modelo", los aprestos de ajuste y el voto al FIT

FR y JDM arriman acá un primer buen análisis de los resultados del 27, que intenta ir más allá de la abundancia de comentarios coyunturales que pueblan los medios.
El Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) superó ayer el millón ciento cincuenta mil votos, creciendo respecto del “batacazo” que había producido en las PASO de agosto. Con este resultado, llegan al congreso nacional 3 diputados, así como numerosos diputados y senadores provinciales, concejales, etc.
Se trata de un hecho sin precedentes en la historia política nacional. Si bien desde la vuelta de la democracia los finales de ciclo político mostraron un crecimiento de las fuerzas de izquierda, y la llevada al parlamento de distintas fuerzas, una serie de rasgos resaltan en la actualidad, como ya señalaran Paula Varela y Adriana Collado en el análisis del resultado de las PASO realizado en Ideas de izquierda. El primero y más evidente es la extensión nacional del FIT. De los tres diputados nacionales electos por el frente (está en curso la pelea en el recuento definitivo por la banca de Córdoba), uno de ellos, Nicolás del Caño, es de Mendoza, otro de ellos, Pablo López, de Salta, y el tercero Néstor Pitrola, de la provincia de Buenos Aires. Los diputados y concejas electos superan en todo el país la decena (el periodista Pablo Stefanoni destacó en Perfil su carácter “federal”). Si esta es una primera dimensión que distingue la elección del FIT, una segunda dimensión distintiva es que, como plantean FR y JDM, “a diferencia de otras experiencias ‘de izquierdas’ (término socialdemócrata patético) como el Frente del Pueblo o Izquierda Unida, el FIT expresa otra cosa, por ser un frente de partidos que se reivindican trotskistas y por levantar abiertamente como bandera la independencia de clase (mientras en las experiencias anteriores había sectores como el PC abiertamente frentepopulistas con lo cual el planteo era más "de izquierdas" que de izquierda)”.
Quedará para un análisis más reposado, lugar por lugar, establecer más acabadamente la fisonomía del fenómeno político, quiénes son los votantes del FIT, etc. Lo que sí podemos señalar es el entusiasmo con el que la campaña fue tomada en numerosos lugares de trabajo y estudio, donde jóvenes y trabajadores mostraron iniciativa para la campaña y se volcaron a la fiscalización durante la jornada del 27. En zona norte del GBA, en las fábricas de la alimentación, gráficos y otros gremios donde la izquierda dirige internas o tiene fuerte presencia, los trabajadores que tomaron la posta durante este largo día se contaban por decena en cada una. Un aspecto distintivo del voto al FIT, ligado con la presencia orgánica en sectores de la clase trabajadora conquistada con un arduo esfuerzo (en particular por el PTS) es el –aún inicial, incipiente- crecimiento de este voto obrero en sectores de peso tradicional del peronismo.
Por mucho que los kirchneristas se subleven contra la “idea apocalíptica de ‘fin de ciclo’”, es en esa clave que puede entenderse el alcance del fenómeno del FIT. No estamos hablando de la manera estrecha en la que se lee este fin de ciclo en los medios de la oposición burguesa, es decir en referencia a las limitadas alternativas de continuidad política que deja el resultado electoral, que sepulta definitivamente (como ya habían dejado claro las PASO) cualquier posibilidad de cambio constitucional, y debilita las posibilidades de arbitrar la interna del PJ para imponer un candidato propio (aunque en ningún modo esto signifique un ocaso definitivo para el “cristinismo”, ya que los votos del FPV le habilitan un peso en la negociación de la sucesión).
Apuntamos a un “fin de ciclo” de más vasto alcance, que es la incapacidad de recrear las condiciones económicas sobre las cuáles se asentaron las victorias electorales de estos años. Es decir las condiciones de crecimiento económico a tasas elevadas con mejora de los indicadores socioeconómicos que caracterizaron los primeros años de gobiernos kirchneristas. La etapa de crecimiento “fácil”, como lo llamó el cepalino Daniel Heymann, o la “etapa rosa” del modelo, como la definía hace unos años el Viceministro de Economía Axel Kicillof, iniciada en 2003, que pudo compatibilizar crecimiento de la inversión, alto superávit comercial, mejora real de los salarios (aunque por ese entonces apenas recuperándose del desplome que tuvieron con el mazazo que fue la devaluación de 2002, aún no superando el monto que habían tenido en términos reales antes de la devaluación) empezó a mostrar sus límites a comienzos de 2008. Límites que se expresaron en la inflación, la emergencia de la crisis energética, la necesidad de ampliar las fuentes de financiamiento del Estado para enfrentar la emergencia del superávit fiscal (lo que condujo primero a impulsar la 125 y luego de la derrota de esta iniciativa a liquidar las AFJP). A partir de entonces comenzó una segunda etapa, en la que el gobierno contaba aún con margen para administrar las dificultades emergentes, apoyado en las formidables condiciones que daba el colchón cambiario y la abundancia de dólares (con reservas que llegaron a estar en u$s 50 mil millones gracias al sostenido superávit comercial, es decir del saldo de exportaciones menos importaciones, que en los últimos años viene cayendo fuerte por el déficit energético), pero que sin embargo tuvo algunos rasgos muy marcados como por ejemplo el fin de la recuperación de algunos indicadores socioeconómicos. Es el caso de la “calidad” del empleo, que desde entonces casi no varió (el empleo no registrado estaba en 36% en 2008, hoy ronda el 34,5, es decir casi no cayó desde entonces). La pobreza e indigencia también son acrecentadas por la inflación, aunque la implementación de la AUH haya evitado una situación de agravamiento más agudo como consecuencia de los estragos que ocasiona la estampida de precios.
Finalmente, entramos en una tercera etapa signada por la reducción de los márgenes para administrar el agotamiento. El estrechamiento relativo tiende a hacerse cada vez más profundo y generalizado después de las elecciones de 2011 (hemos analizado in extenso las etapas del “modelo” en posteos anteriores, ver por ejemplo acá). Con una buena ayuda de las condiciones internacionales, y fuerza de vaciar hasta el límite las fuentes de financiamiento interno, el deterioro se desarrolla en cámara lenta, pero no por eso menos persistente. Aunque la inflación perdió el dramatismo mediático que tenía a comienzos de año, no da señales de una desaceleración profunda, y durante setiembre se ubicó en 24,4% según índices que toman las mediciones de algunas provincias. El empleo casi no crece en el último año y medio, y por primera vez desde 2003 se percibe un tibio crecimiento del trabajo no registrado (en “negro”) que pasó de 32% de los ocupados en el primer trimestre de este año a 34,5% en el segundo. Por otro lado, incluso para la minoritaria proporción de los trabajadores empleada en blanco y beneficiada por las negociaciones paritarias, este año cerró sin mejoras, también por primera vez en la década. Aunque la suba del mínimo no imponible de ganancias restituyó una parte de los ingresos para un millón y medio de asalariados, esto apenas compensa el magro saldo de las negociaciones salariales de este año. El “nunca menos” es un lejano recuerdo, aún para los asalariados en mejores condiciones.
“Fin de ciclo”, entonces, porque aunque el gobierno puede todavía seguir tomando algunas medidas para evitar el ajuste en toda la línea que desea buena parte del empresariado, la oposición patronal, y los peronistas que aspiran a suceder a Cristina, los ajustes en cuotas que esto requiere tienen impacto y generan descontento en amplios sectores, y, es cada vez más evidente, no hacen más que posponer y a la vez agrandar el costo futuro de los ajustes. Además, para hacer esto se impone ir cada vez más contra el relato, como lo muestran los acuerdos para pagar deudas por fallos del CIADI a favor de multinacionales que demandaron al país en estos tribunales internacionales hechos a medida del capital imperialista, y los esfuerzos por seguir siendo “pagadores seriales” (lo que está vaciando las reservas del BCRA) y evitar un default técnico por las demandas en tribunales norteamericanos.
En estas condiciones, ante la agenda de “normalización” que el gobierno hace suya cada vez más abiertamente (aunque con “ruido interno”) hoy se ve claramente que en la oposición no hay salida “por izquierda”. La centroizquierda que no está con el gobierno integra alianzas con los partidarios de la vuelta a los mercados y el ataque ortodoxo a la inflación (esta falta de independencia de la centroizquierda no es tampoco un fenómeno de coyuntura, las grandes crisis de los últimos años mostraron una y otra vez cómo cualdo las papas queman no hace más que ir detrás de las salidas ofrecidas por la burguesía, es decir de alguna variante de ataque a la clase trabajadora).
El crecimiento encuentra en este fin de ciclo -en el sentido más profundo que hemos planteado- una de sus razones. Algunos de los que en 2011 apoyaron al gobierno bajo la promesa del “nunca menos”, encontraron en el FIT a la única fuerza que ante el panorama de ajuste levantó un programa para dar respuesta a las demandas obreras y populares.
Ahora, pos elecciones, las bancas obtenidas serán un lugar desde donde se amplificará el rol de “tribunos del pueblo”, es decir desde donde poner sobre el tapete las duras condiciones que viven los trabajadores y trabajadoras al cabo de una supuesta “década ganada”, con más de un 60% de la clase trabajadora en condiciones precarias (con el aval de leyes flexibilizadoras que siguen vigentes), recibiendo salarios de miseria (un 60% de los ocupados gana menos de $ 4.200), con un millón de jóvenes “ni ni” (ni estudian ni trabajan), forzados a viajar diariamente en condiciones de riesgo por el desguace del transporte (especialmente el ferroviario), y un largo etc. El desafío es transformar este peso político del FIT y las bancas obtenidas en una herramienta para la construcción de un partido revolucionario con capacidad de dirección de una franja de la clase trabajadora, es decir con decenas de miles de militantes y lugares de dirección en decenas de sindicatos, centros de estudiantes y otros organismos del movimiento de masas. Este anclaje “orgánico” es fundamental para que ante el “fin de ciclo”, con sus tiempos de desarrollo aún abiertos pero insoslayable, podamos desplegar abiertamente la batalla contra las salidas de la clase dominante, y por imponer el programa de respuesta obrera a la crisis cuya propuesta desarrollamos extensamente en el manifiesto programático del FIT.


jueves, 17 de octubre de 2013

Estados Unidos y la elevación del techo de la deuda en el medio de la crisis política Un acuerdo de última hora para ganar tiempo


Una escena que empieza a repetirse: en tiempo de descuento, al borde de llevar a los EEUU a un default a causa de alcanzar el techo legalmente permitido de emisión de deuda, demócratas y republicanos llegan a un precario acuerdo que patea hasta el 7 de febrero la discusión sobre el techo de la deuda. Ayer, horas antes de alcanzar la fecha límite señalada por el Tesoro de Estados Unidos, que había informado que a partir de hoy no dispondría de fondos suficientes para afrontar sus obligaciones si no se ampliaba el techo de endeudamiento, el Senado, primero, y la Cámara de Representantes, después, aprobaron una ley que momentáneamente aleja a la administración de Obama del riesgo de un default. El acuerdo también revirtió el “cierre” parcial de la Administración que se había producido desde el 1 de octubre, que suspendió el empleo de casi 800 mil trabajadores por dos semanas como producto de fuertes disputas entre demócratas y republicanos por los sectores a los cuáles recortar fondos. La ley sancionada fondea al gobierno hasta el 15 de junio.


A pesar del acuerdo alcanzado, no dejará de haber duras consecuencias. Como varios analistas han señalado, la parálisis de las últimas dos semanas, y la creciente tensión en la que se llega al acuerdo, deja sus secuelas en una economía con bases muy precarias a causa de los efectos de la crisis iniciada en 2007. El cierre de la administración recortó nada menos que 20 mil millones de dólares en gasto público directo y en actividades relacionadas que van a reducir momentáneamente el crecimiento de la economía. La incertidumbre respecto de la deuda, tuvo como efecto limitar aún más los ya de por sí raleados créditos. Por otra parte, aunque se ganan unos meses para llegar a un acuerdo de fondo sobre estrategia fiscal y de gasto, las dificultades para llegar a esta solución provisional no despiertan optimismo sobre las posibilidades de lograrlo antes del 7 de febrero. Un resultado no menor es que la incertidumbre podría limitar el gasto de los consumidores y la actividad empresarial en un momento clave como el período vacacional de fin de año. 


Quienes pagan los mayores costos por el acuerdo logrado son los líderes republicanos ubicados en el “centro”, encabezados por John Boehner. Durante las últimas semanas éstos se negaron a negociar y condujeron al cierre del gobierno, acicateados por la presión de los sectores más recalcitrantes del partido republicano, la minoritaria fracción de extrema derecha del Tea Party. Estos buscaban a toda costa imponer un recorte en el plan de salud impulsado por Obama en 2010, conocido como “Obamacare” (que subsiadba la cobertura de salud para aquellos que no están cubiertos aunque en los marcos del sistema de prestación privada y que empezó a operar el 1 de octubre, el mismo día del cierre del gobierno) así como en otras partidas de gasto como condición para permitir elevar el techo de deuda. Aunque se trata de un sector minoritario dentro del partido, viene ganando peso en los comités locales desplazando a los líderes tildados de “conciliadores”. En los últimos tiempos, la tendencia a acordar con los lideres demócratas fue el argumento esgrimido para desplazar a dirigentes republicanos “centristas” –léase proclives a llegar a un acuerdo que evitara la parálisis política- por otros afines al Tea Party. El temor a un “descabezamiento” generalizado por un acuerdo que fuera visto como sumamente concesivo a Obama, obligó a los sectores de centro a presentar una alternativa sometidos a la doble presión de los sectores de extrema derecha de su partido, por un lado, y los demócratas, por otro. Pero el acuerdo alcanzado no representa grandes concesiones por parte del gobierno de Obama. Sólo concedió en el punto de habilitar una auditoría de ingresos a quienes reciban subsidios para el seguro de salud. Además no se revirtieron los recortes automáticos de gasto público que empezaron a regir en el mes de marzo en distintas áreas (la llamada “sequestration”) y que se profundizarán en enero, que la Administración de Obama viene intentando revertir sin éxito. Estos serán parte de la negociación hasta comienzos de 2014. Fuera de estos puntos, los republicanos aceptaron la reapertura del gobierno y la extensión del techo de la deuda sin buscar imponer más condiciones. Retrocedieron demasiado para pagar el costo de desairar las exigencias de los sectores más extremos, lo que el New York Times definió como una “rendición republicana”, y el Financial Times como un “golpe autoinfligido” del partido republicano. De conjunto, el partido republicano sufre una severa caída en las encuestas, y al haber quedado sometido a la presión del Caucus del Tea Party que representa menos del 20% de la bancada, quedó severamente cuestionado en su potencial como partido de gobierno. Aunque en lo inmediato el Tea Party fue derrotado en su posición extrema de llevar a todo el partido republicano a pelear por imponer a toda costa el recorte en el plan de salud, la votación marcó la renuencia de un importante sector de republicanos: 18 senadores y 144 Representantes se opusieron a la sansión ayer. El senador Ted Cruz, representante del Tea Party, sale de esta crisis ganando aún más ascendencia en las bases republicanas, a pesar de haber finalmente retrocedido de su postura de bloquear el acuerdo. De cara a las negociaciones de los próximos meses, todo sugiere que tenderán a recrudecerse las disputas internas entre los republicanos, incluso con amenaza de rupturas.


Obama aparece como triunfador en la pulseada, habiendo logrado imponer la continuidad del Obamacare. Pero el costo de esta pulseada ha sido agravar a nivel mundial los cuestionamientos al liderazgo norteamericano. China salió en los últimos días a plantear la necesidad de construir un mundo “desamericanizado”, señalando como punto crítico la alta dependencia del dólar (aunque difícilmente podría cualquier país recortar en lo inmediato su excesiva dependencia de esa moneda como reserva). Y la agencia de calificaciones Fitch nuevamente amenazó con bajar la calificación de la deuda norteamericana aún aunque se alcanzara un acuerdo provisional, por la incertidumbre que crea la disputa partidista.


Aunque el acuerdo reabre el gobierno y extiende la posibilidad de endeudamiento, y permitió al gobierno de Obama conseguir por primera vez un amplio triunfo que no dependió de fuertes concesiones de su parte, persiste una dinámica política que seguirá empujando hacia la limitación del gasto público del gobierno federal norteamericano. Los recortes automáticos del gasto siguen vigentes, y está previsto que achiquen el gasto en 19 mil millones de dólares para el presupuesto de este año y de 2014. Y en pocos meses reaparecerán los cimbronazos entre republicanos y demócratas, para negociar la estrategia presupuestaria, que en los términos del debate actual significa dónde y cómo se recorta –o se eleva la recaudación con nuevos impuestos- y no nuevas medidas de impulso a la economía. El crecimiento económico seguirá muy dependiente entonces de la efectividad de las medidas de estímulo monetario que viene llevando a cabo la Reserva Federal, el banco central norteamericano.



sábado, 12 de octubre de 2013

Giro del gobierno a los “mercados”, festejo de los especuladores

Pablo Anino y Esteban Mercatante

El anuncio de un acuerdo con el Banco Mundial realizado el día jueves 10 por el ministro de Economía, Hernán Lorenzino, endeudará al país por 3.000 millones de dólares en los próximos tres años y señala un giro en la política económica más favorable a los “mercados”. El acuerdo también comprende pagos por 500 millones de dólares a empresas que litigan con Argentina en el CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones). Con la contraparte de que al menos un 10% de lo pagado por el gobierno sería reinvertido en los BAADE (Bono Argentino de Ahorro para el Desarrollo Económico). Estos bonos, surgidos de la ley de blanqueo e impulsados ante todo por Guillermo Moreno, no encontraron hasta ahora casi ninguna suscripción. El agregado de este punto en el acuerdo con los acreedores del CIADI sugiere la venia de este funcionario (y por extensión de Axcel Kicillof) al acuerdo con las denotadas empresas litigantes en esta corte hecha a medida de las multinacionales imperialistas. En esta escena de noventismo explícito, todas las alas de la trajinada interna del equipo económico parecen ir de la mano. Pero el plan de endeudar al país es una causa de todo el empresariado. Es lo que pretenden los economistas de Sergio Massa, del PRO y de UNEN, tras su discurso de normalizar la situación con los acreedores y las relaciones con el mundo. Es lo que votó casi toda la oposición hace semanas en el Congreso cuando se reabrió el canje para dar señales favorables a un acuerdo con los fondos buitres en Nueva York. En Buenos Aires ya se notan los festejos de los especuladores con un alza notoria de la bolsa que alcanzó un nivel histórico este viernes.

¿Podría esto ser apenas el inicio de un giro pro mercado más a fondo, que concluya con nuevas emisiones de bonos en dólares? Un giro similar había sido intentado por el gobierno en 2008/2009, con Amado Boudou como ministro (antes a cargo de ANSES) y el ahora opositor Sergio Massa como Jefe de Gabinete, pero el salto en la crisis económica mundial con la caída de Lehman Brothers se lo impidió. Posteriormente, con la nacionalización de las AFJPs, el uso de las reservas del Banco Central para pagar deuda, y el recurso a otras variantes de financiamiento intra sector público alivió las urgencias, y permitió volver con todo al discurso de “desendeudamiento”, forma presuntuosa de llamar al pago “serial” de la deuda.

Los medios opositores ubican detrás de estas movidas a sólo una parte del gabinete económico (Hernán Lorenzino con apoyo de Boudou), y aunque señalan las novedades “mercado friendly” de los últimos días las enmarcan en una interna que podría limitar el giro. Pero no estamos sólo ante un retorno al plan de aquel momento cuando la política económica estaba en manos del ahora vicepresidente Amado Boudou y Sergio Massa era Jefe de Gabinete, sino un nuevo gesto forzado para tratar de acercar posiciones con el capital financiero internacional para buscar cerrar el litigio con los fondos buitres que tiene curso en los tribunales de Nueva York. Ante el fracaso del blanqueo de Guillermo Moreno, reivindicado por el vice ministro de Economía, Axel Kicillof, las ideas de los ex hombres de la UCEDE (uno adentro del gobierno y el otro en el campo opositor de derecha) marcan el rumbo económico oficial. Una mezcla de vuelta a los mercados, seguir drenando el Banco Central, y devaluar la moneda de manera progresiva, son los recursos obligados para afrontar la escasez de dólares. Estamos ante el triunfo póstumo del ingeniero Álvaro Alsogaray en la “batalla cultural”. No obstante, las internas de gabinete no se borrarán y las condiciones de “fin de ciclo” podrían llevar a sucesivas marchas y contramarchas.

Este rumbo no sólo responde a la necesidad del gobierno de hacer frente a los crecientes desequilibrios económicos (inflación, déficit fiscal en alza y superávit comercial en descenso), sino que también pone de manifiesto el fracaso de la “sintonía fina” y el intento de blanqueo de capitales a través del cual el gobierno intentó durante los últimos tres meses recomponer las reservas del Banco Central que se vienen deteriorando aceleradamente. El BAADE pasó de ser un instrumento supuestamente para financiar el desarrollo a transformarse en un vehículo para la especulación y el endeudamiento estatal. El Grupo Bridas de los hermanos Bulgheroni ya lo anticipó la semana pasada cuando anunció que lo utilizaría para ingresar capitales al país. Si bien son capitales declarados, constituyen parte de la fuga legal de dólares que regularmente hacen estos empresarios amigos del gobierno (y con buena sintonía con Sergio Massa) mientras evitan invertir en el país. Para el Grupo Bridas significa un gran negocio porque prácticamente implica que el gobierno le va a pagar intereses para los proyectos de inversión privados además que se evita realizar el encaje que se aplica para el ingreso de fondos desde el exterior.

El arreglo con las empresas que tienen litigios en el CIADI supuestamente comprendería inversiones a través del BAADE. Pero para eso el gobierno acepta pagarles 500 millones de dólares en bonos endeudando aún más al Estado, a quienes saquearon al país con las privatizaciones, por causas que tienen dictado en contra de Argentina en el CIADI. Este tribunal es parte del Banco Mundial y se encuentra dominado por los centros imperialistas. Esto abre el camino para que Repsol también busque una recompensa en el CIADI por la expropiación parcial que tuvo lugar luego de saquear los recursos hidrocarburíferos por más de una década.

El giro económico del gobierno no terminaría allí. Un nuevo índice de precios se está consensuando con el FMI (Fondo Monetario Internacional) en la perspectiva de intentar salir del “dibujo” que hace el INDEC y de retomar las relaciones normales (¿carnales?) y abrir una nueva etapa de endeudamiento con ese organismo. Luego del acuerdo entreguista con la Chevron, el gobierno viene endeudando a YPF con el lanzamiento de obligaciones negociables realizado el viernes 27/9 que contó con la suscripción de 150 millones de dólares por parte de capitales yankes, en una operación capitaneada por el Citibank y el HSBC. Lo mismo ocurre con los ferrocarriles. La supuesta “revolución ferroviaria” del ministro Florencio Randazzo cuenta con líneas de financiamiento del BID (Banco Interamericano de Desarrollo).

El “desendeudamiento” fue puro mito porque la deuda siguió creciendo, a la vez que se convirtió cada vez más en deuda intra- estado. Es decir, se pagó a los especuladores con los fondos de los jubilados depositados en la ANSES y con los recursos que produce el pueblo trabajador y se encuentran en el Banco Central y en el Banco Nación, entre otros organismos. La presidenta lo reconoció cuando dijo que eran “pagadores seriales”.


El gobierno apura la resolución de los problemas actuales volviendo a la amarga receta de la deuda, que nos pone ante el horizonte de ajustes que Cristina Kirchner declaró que no iba hacer, pero que estas medidas preparan. De todos modos los desequilibrios económicos difícilmente se resolverán, más aún cuando la crisis económica mundial sigue como telón de fondo. Hay otra salida para enfrentar los apuros actuales, la única para defender las aspiraciones del pueblo trabajador. Dejar de pagar toda la deuda, nacionalizando toda la banca y estableciendo un monopolio estatal del comercio exterior y de los movimientos de divisas. Lejos de aceptar los chantajes del CIADI, declarar nulos todos los tratados bilaterales (TBI) de inversión con sus cláusulas a la medida de las multinacionales. Apropiación íntegra de toda la renta agraria, minera y petrolera para solventar las obras de infraestructura y de recomposición del entramado energético y de transporte diezmado por la desinversión empresaria con la venia gubernamental, nacionalizando las empresas bajo gestión de los trabajadores. Que la crisis la paguen los capitalistas.

viernes, 11 de octubre de 2013

Ideas de Izquierda nº 4

IdZ4Este cuarto número de Ideas de Izquierda sale a la calle en un octubre invadido por la vorágine de las encuestas y especulaciones electorales, a la espera del “veredicto de las urnas”. Si bien esta segunda escena electoral del año tiene en común con la anterior la pobreza de “debates y combates” entre el kirchnerismo y los aspirantes a su sucesión, esa pobreza contrasta con la extendida politización que las elecciones han producido entre trabajadores y jóvenes.
Las elecciones universitarias en la UBA, donde las corrientes que integran el FIT lograron muy buenos resultados, son parte de ese fenómeno. Patricio Del Corro y Sol Cheliz analizan las elecciones en la Universidad, relacionándo las con el desarrollo del Frente a nivel nacional y comparando la situación del movimiento estudiantil en otros “fines de ciclo”.  Los resultados del FIT en las PASO han vuelto visible, también, las posiciones de algunos analistas del arco progresista e incluso sectores de la propia izquierda, que defienden la perspectiva de la obtención de escaños por parte del FIT bajo el argumento de la necesidad de incorporar a la lógica de la representación parlamentaria una inofensiva “voz de izquierda”.
A contramano de ese discurso y con el sugestivo título “Elecciones: trampa para tontos”, Eduardo Grüner retoma el artículo publicado por Jean-Paul Sartre en 1973 para analizar la lógica de serialización a que el voto en formato burgués somete a las masas populares, y su contradicción con la experiencia colectiva de la organización de fábrica, de la militancia política, de la lucha de clases. Completa estas reflexiones la opinión del psicoanalista Enrique Carpintero sobre la importancia de un programa anticapitalista.
El dossier de este número analiza la situación crítica del transporte de pasajeros en el Área Metropolitana de Buenos Aires. La necesidad de abordar este problema no requiere explicación, dada la cercanía de los crímenes sociales de Once y Castelar, y del tercer aniversario del asesinato de Mariano Ferreyra. Sin embargo, pareciera que la contradicción entre la persecución del lucro y la preservación de la vida de los trabajadores y trabajadoras, se empeñara en ponerse de manifiesto. Al cierre de esta edición, otro trabajador del subterráneo falleció a causa de la falta de medidas de seguridad. Los artículos establecen la trama de responsabilidades  que compromete a las empresas, los gobiernos de la Nación, de la ciudad de Buenos Aires y de la Provincia, así como a las cúpulas sindicales del sector, y demuestran el proceso de deterioro de las condiciones en que viajan los usuarios producto de que en la última década no se revirtió la desinversión. El dossier se completa con una entrevista a Claudio Dellecarbonara y extractos de una conferencia de Juan Carlos Cena sobre la historia de desguace del ferrocarril.
Completan esta sección nacional el análisis de Esteban Mercatante sobre la fuente de ingresos y el destino del gasto público en Argentina, y el abordaje de dos problemas centrales de la agenda de los movimientos sociales y de la izquierda en Argentina: los derechos humanos y el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Myriam Bregman y Gloria Pagés analizan la política kirchnerista hacia las FF.AA., y Andrea D’Atri describe la situación de las mujeres de la región bajo los gobiernos “posneoliberales”.
El horizonte internacional se introduce en este número a través de la lectura que realiza Pablo Oprinari sobre la situación en México. El autor analiza rol que están jugando las luchas de los docentes y el resurgimiento del movimiento estudiantil mexicano en la primera crisis después del retorno del PRI al gobierno. A su vez, Celeste Murillo y Juan Gallardo escriben sobre la huelga del precariado de los fastfood, un sector superexplotado de la fuerza de trabajo estadounidense.
Los debates ideológicos y cuturales una vez más abarcan las producciones internacionales y nacionales, así como las tradiciones y novedades teóricas que los recorren.
La entrevista exclusiva al crítico literario y escritor inglés Terry Eagleton, uno de los más importantes teóricos marxistas contemporáneos, a través de las definiciones dadas en uno de sus últimos libros publicados, abordan las visicitiudes de la teoría literaria y su relación con la lucha de clases. En ese recorrido retoma conceptos elaborados en algunos de sus libros más influyentes, y reflexiona sobre el fundamentalismo antiteórico posmoderno y los desarrollos y límites de los aportes hechos desde el marxismo.
Emmanuel Barot nos envía desde Francia un artículo que actualiza sus investigaciones sobre la universidad francesa publicadas en el libro Révolution dans l’université. Quelques leçons théoriques et lignes tactiques tirées de l’échec du printemps 2009.
A propósito de la nueva edición de La lucha contra el facismo en Alemania de León Trotsky, Hernán Camarero repasa con detenimiento la obra, destacando de qué modo el análisis de Trotsky sobre las condiciones de emergencia del nazismo es inseparable de su lucha política para que la Internacional Comunista, bajo el estalinismo, adoptara una política que permita al proletariado alemán (y al del mundo entero) enfrentar el fascismo.
Continuando la propuesta de conversaciones con intelectuales que han estudiado el movimiento obrero en Argentina, Paula Varela y Leonardo Norniella visitan al sociólogo Juan Carlos Torre. El análisis de Torre sobre la experiencia de Pasado y Presente y el clasismo cordobés es el disparador de un diálogo sobre las continuidades y rupturas con esa tradición, la distancia entre lo sindical y lo político, y el sindicalismo de base en la actualidad.
Como planteamos desde el inicio, Ideas de Izquierda pretende inscribirse en la tradición intelectual nacional de las revistas que nacieron y, a su vez, expresaron momentos bisagra en la vida política, social y cultural del país. Parte de esa aspiración implica una crítica a esas experiencias intelectuales y políticas. En este número, Ariane Díaz reflexiona sobre Contorno, destacando su influencia en la construcción de la tradición de la literatura nacional así como el peso que la política irá cobrando en la revista, atravesada por los posicionamientos políticos de los contornistas en relación al peronismo y el frondicismo.
Finalmente, se repasan dos producciones recientes en las reseñas del libro Fortunes of Feminism: From State-Managed Capitalism to Neoliberal Crisis de Nancy Fraser, y del documental Mika, mi guerra de España de Fito Pochat y Javier Olivera.
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Como dijimos al inicio, la revista sale a la calle en medio de una vorágine electoral que atenta, las más de las veces, contra la reflexión sobre el tipo de desafíos y oportunidades que estas elecciones abren para una izquierda que se reivindica revolucionaria. Con este número de Ideas de Izquierda apostamos, al contrario, a alimentar esa reflexión y a abrir nuevos debates.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Aniversarios

Ayer se cumplieron cinco años de la quiebra del banco de inversión norteamericano Lehman Brothers, ocasionada por la acumulación de títulos incobrables de hipotecas “subprime” y otros activos financieros derivados de las mismas. Este suceso tuvo efectos en cadena que golpearon a todo el sistema financiero norteamericano, y se extendieron por el mundo, poniendo en evidencia el nivel de riesgo generado por el alto nivel de apalancamiento (es decir proporción de deuda por activos) con el que se manejan los inversos, y la alta velocidad de propagación a causa de la interconexión creciente de las plazas de todo el mundo. Lejos de tratarse de un caso aislado de riesgo excesivo, el banco Lehman (así como poco antes Bearn Stearns, banco de inversión que a diferencia de Lehman fue rescatado y vendido a precio de remate por el tesoro norteamerinaco, y las hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac) era uno de los más expuestos en un modelo que negocio que caracterizaba a toda la banca norteamericana. Emisión de créditos hipotecarios en escala masiva, sin verificación de la capacidad de pago, y comercio de derivados que se suponía diversificaba y reducía riesgos -claro, todo en la matemática abstracta de los modelos que siguieron a los pioneros de la aventura financiera Robert Merton y Myron Scholes, que fueron premiados con el nobel en 1997 por sus modelos para calcular el precio de las opciones financieras, y al año siguiente entraron en quiebra luego de sumar una pérdida de 4.600 millones de dólares en cuatro meses por aplicar estos métodos en sus decisiones de inversión. Con estos antecedentes, ¿a quién se le podía ocurrir que la utilización masiva de derivados pudiera derivar en una destrucción masiva de la solvencia del sistema? Una verdadera sorpresa ¿no?
Dado el alto nivel de bancarización de pagos en todo el circuito productivo, no resultó sorpresivo que en los meses que siguieron a la quiebra de Lehman, con la virtual paralización durante semanas de la banca no sólo de inversión sino también comercial, la economía norteamericana ingresara en caída libre, y con ella el conjunto de la economía global. Durante el año que siguió a Lehman, la producción industrial mundial acumulaba una caída del 13%, y el comercio global alcanzó una caída aún mayor, del 20% (ver el artículo de Barry Eichengreen y Kevin O' Rourke,"Una historia de dos depresiones: ¿Qué nos dicen los nuevos datos?").
La amenaza de colapso financiero global y el fantasma de depresión económica, hicieron sonar las alarmas gubernamentales y dispararon respuestas estatales en una escala nunca vista. Los EEUU, la UE, y numerosos Estados de todo el mundo sumaron billones de dólares de dinero inyectado a través de estímulos fiscales, planes de empleo, salvatajes a empresas. Pero sobre todo, se inyectaron billones de dólares en el sistema financiero. A las herramientas habituales para enfrentar los pánicos en situaciones críticas de los sistemas financieros -que básicamente se reducen a una masiva socialización de quebrantos privados realizada bajo el chantaje de los efectos que podría tener el colapso de los bancos “demasiado grandes para caer”, por lo que estos resultan premiados luego de que fracasan las apuestas irresponsables y las ganancias de las mismas están ya bien repartidas- se les sumaron otras novedosas, como las relajaciones cuantitativas (QE, por sus siglas en inglés), que algunos llamaron “opción nuclear”.
Ante este giro copernicano, en el que aún los mayores exponentes de las políticas neoliberales se transformaron en fervientes impulsores del estatalismo para evitar el colapso del sistema, muchos se ilusionaron con la perspectiva de consolidación de un “momento keynesiano” que podría sacar al sistema del abismo y restablecer una senda de crecimiento más “armónico”, menos basado en hondas desigualdades. Pero estas ilusiones se estrellaron rápidamente contra estrechos límites. En primer lugar, el estatalismo fue tributario de preservar, ante todo, la situación de los principales beneficiarios del boom especulativo. Salvo en los casos que fue estrictamente necesario nacionalizarlos, los bancos se mantuvieron en manos privadas; el dinero de los salvatajes permitió incluso repartir generosos bonos entre los gerentes en 2009. En segundo lugar, aunque este activismo permitió estabilizar la economía mundial, permitiendo que incluso la economía norteamericana y algunas economías europeas comprometidas por la crisis mostraran “brotes verdes” de módico crecimiento desde mediados de 2009 (llegando los EEUU a un crecimiento de 3% en 2010) y creando las condiciones para un crecimiento a dos ritmos de la economía global (con los BRICS y otros llamados emergentes creciento a tasas elevadas luego de acusar los impactos del hundimiento global de 2008), esto no se parece en nada a un relanzamiento sostenido. Algunos datos resultan ilustrativos. En los EEUU, con la recesión desaparecieron 8 millones de empleos y sólo se recuperaron 6 millones con la reactivación. Pero lo más elocuente es la desproporción entre ganacias e inversión. Como señalaba Financial Times hace el 24 de Julio, mientras las ganancias (antes de la deducción de impuestos) están en un nivel récord de más del 12% del PBI, la inversión apenas alcanza el 4% del PBI (“Corporate investment: A mysterious divergence”). Una de las principales razones de este bajo nivel de inversión es que la expectativa es que el crecimiento siga siendo anémico; la baja inversión no hace más que realimentar esta anemia.
En tercer lugar -pero no por ello menos importante- las patas cortas del momento keynesiano se mostraron con todo en Europa. Allí, como señalara Paula Bach, los elementos estabilizadores devinieron más dramática y rápidamente que en cualquier otro lugar en eslabones débiles: si como respuesta a las amenazas de 2008 los Estados se endeudaron para impulsar medidas de estímulo e inyectar dinero en el sistema financiero, la consecuencia fue que varios de ellos alcanzaron niveles de deuda que los dejaron expuestos a la presión de los mercados financieros que empezaron a poner en duda su solvencia, haciendo caer el precio de los bonos (es decir elevando la tasa de interés a la cual le prestaban a los Estados reputados de menos “confiables”); la prima de riesgo, o “riesgo país”, karma con el que convivió la Argentina durante la crisis de 2008, estimatizó entonces a los PIGS (acrónimo conformado por Portugal, Irlanda, Grecia, España, por sus siglas en inglés, a los que se fueron sumando otros países como Italia). Esta crisis puso en evidencia las líneas de falla de la Unión Europea, y generó sucesivos picos de tensión entre los países de la región, y con los EEUU, ante la continuada presión de Alemania para imponer la disciplina fiscal y evitar salvatajes de los países asesiados por los ataques especulativos sobre su deuda, aún al precio de hundir a buena parte de los páises de la Eurozona en depresión y de poner en riesgo la estabilidad financiera global. Las respuestas de resistencia a los ataques por parte de los trabajadores europeos, y la presión sobre la UE ante el riesgo en el que se estaba poniendo el sistema a nivel global, llevaron a que finalmente finalmente a Alemania a aceptar algunas medidas de alivio a través de la inyección monetaria. Como señala Paula Bach en “La discordancia de los tiempos de la crisis capitalista mundial” (Ideas de izquierda nº 3), la política alemana hoy es una combinación de inyecciones monetarias (los denominados “rescates”) y planes de austeridad avalados por la Troika (es decir la Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario internacional).
A cinco años de Lehman, afrontamos una situación económica mundial estabilizaba en situación de crecimiento débil, pero el mejor panorama para los próximos años es continuar con una situación anémica, que algunos han llamado de crisis “rastrera”. Y las “ondas expansivas” del cataclismo de 2008 siguen generando nuevos sucesos, porque abrieron una falla estructural en la economía mundial. Las relaciones entre las principales economías del planeta antes de la crisis se encuentran cuestionadas, y no es posible volver a ellas. Los EEUU no puede ser el gran comprador del mundo, el comprador “en última instancia” apoyada en un consumo sostenido basado en efectos riqueza de la valorización bursátil e inmobiliaria. Aunque muestra una recuperación relativa, no puede ocupar el lugar que tenía antes de la crisis. La UE se ve atenazada entre la presión disciplinaria de Alemania y las amenazas de disgregación. Y China viene desde hace años anunciando un giro hacia apoyarse de forma creciente en su mercado interno, pero mostrando avances muy magros, mientras se suman los los síntomas de distintas amenazas (problemas crediticios en municipios y provincias, exceso de inversiones poco productivas) que podrían empujar a un crecimiento mucho más bajo que el actual, exacerbando las tensiones sociales. Los impactos de estas fallas no dejan afuera ningún lugar del planeta. Lo mostró la primavera árabe, ya que el corrosivo que carcomió definitivamente los cimientos de las dictaduras de Medio Oriente fueron los desbarajustes ocasionados por la crisis, que se trabujo en inflación galopante y crisis fiscales. Lo muestran hoy los síntomas de agotamiento del crecimiento que se ven en varias de las economías que más crecieron en los últimos años, sumadas a los trastornos que generó la retracción de algunos de los fondos que ingresaron a las economías en desarrollo gracias a las medidas de estímulo monetario tomadas en los países más ricos (con India, Indonesia, Turquía, entre los más golpeados).
Aunque la situación se muestra hoy contenida, las “fallas estructurales” amenazan acrecentar las tensiones entre las principales potencias (y los aspirantes a serlo), ya que exigen una reestructuración significativa de las relaciones globales para restablecer condiciones de crecimiento, en la cual difícilmente puedan ganar todos. Ante los riesgos que todos corren en en escenario semajante, la mejor apuesta sigue siendo ganar tiempo, apostando a sostener las medidas que permiten el actual crecimiento anémico, aún a pesar de que incluso las más poderosas de estas (como los QE) empiezan a mostrar límites por los efectos “secundarios” que ocasionan (como seguir sosteniendo el apalancamiento y la especulación). La pregunta es si nuevos focos de inestabilidad financiera, o las respuestas de las masas trabajadoras afectadas por los efectos sociales de la crisis, cuya peor cara se ve en Europa, pero que se suman también a determinados aspectos de crisis políticas específicas para seguir disparando movilizaciones de masas incluso entre los que no sufrieron los peores impactos de la crisis (Turquía, Brasil), permitirán seguir ganando tiempo o mutarán en cuestionamientos más activos, presionando a los Estados para poner en cuestión este impasse del que por el momento nadie quiere moverse demasiado. Eso está por verse, lo que es claro es que, lejos de los optimismos generalizados respecto de las respuestas coordinadas entre los Estados para responder a la crisis, estas fallas ponen sobre el tapete puntos que no pueden resolverse mediante una respuesta coordinada. EEUU, la potencia que en otras crisis anteriores pudo imponer una coordinación, arbitrando costos y beneficios (inclinándolos a su favor), hoy muestra una cierta recuperación pero ha perdido su capacidad como árbitro global, como lo puso en evidencia por estos días su fracaso en impulsar un ataque a Siria, y la forzada aceptación del plan de Rusia. La complejidad de la gestión geopolítica de la crisis encuentra a los principales jugadores globales con intereses difícilmente armonizables, y a ninguno con capacidad para ordenarlos encauzando los potenciales conflictos. Por eso, resulta sumamente optimisa opinar que la crisis actual, una crisis de magnitud histórica para el sistema mundial capitalista, podrá metabolizarse sin un salto en los conflictos, entre las clases y entre los Estados.

En Ideas de Izquierda nº 3 de septiembre, dedicamos el dossier a la crisis mundial, que va por su sexto año pero de la que se cumplen ahora cinco del suceso de que actuó como catalizador definitivo de sus efectos más devastadores. Paula Bach escribe el ya mencionado artículo “La discordancia de los tiempos de la crisis capitalista mundial”. Anwar Shaikh nos brinda en una entrevista una mirada sobre las raíces de la crisis, y el panorama de crecimiento débil de la economía global que constituye el mejor escenario para los próximos años. Y Claudio Katz contribuye con una columna donde analiza la fortaleza de las explicación que se han dado desde el marxismo a la crisis, frente a aquellas que produjo la ortodoxia neoclásica o la heterodoxia conservadora.