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viernes, 23 de enero de 2015

“Los Estados son los ‘autores’ de la globalización capitalista” - Una entrevista con Leo Panitch

Ya puede leerse online la entrevista a Leo Panitch que publicamos en Ideas de Izquierda 16. Panitch es autor junto a Sam Gindin de La conformación del capitalismo global, un profundo estudio de la manera en la que el capitalismo norteamericano fue el actor central para imprimir a la mundialización del capital sus rasgos actuales.
Este libro, que muestra cómo a lo largo de más de un siglo el Estado norteamericano sentó las bases para desarrollar las capacidades que le permitieron avanzar desde la segunda posguerra en la constitución del orden liberal trasnacional e imponer instituciones de gobernanza global a través de las cuáles asegura una cooperación –y subordinación– del resto de los Estados en el sostenimiento de este orden, viene teniendo desde su publicación en 2012 importante repercusión. Sus autores acaban de ser galardonados con el Premio a la Memoria de Deutscher en el marco de la Conferencia de Historical Materialism realizada en noviembre, de la cual también damos cuenta en este número de la revista Ideas de Izquierda.
No podía ser para menos, ya que documenta sus planteos con amplia provisión de fuentes, rescatando los documentos donde fue plasmando los ajustes en la gran estrategia de los EE.UU.
El debate que plantean, que podríamos sintetizar en la formulación “imperio o imperialismo”, es de importancia estratégica fundamental. Desde Ideas de Izquierda hemos discutido la cuestión en numerosas oportunidad. Entre otros artículos que pueden leerse está en “El imperio contraataca”“EE. UU.: ¿jugador solitario en el gran tablero global?”“Analogías para una crisis histórica”“BRICS: ¿Una alternativa al orden imperialista?”“La fantasía del imperio colectivo”, y en “Capitalismo siglo XXI: un mundo menos plano que nunca”.
A lo largo de la entrevista, Panitch enfatiza lo que es un punto central de la investigación plasmada en el libro: el rol de los Estados en la conformación del capitalismo global. Al contrario de las tesis globalistas que interpretan la mundialización con el debilitamiento del Estado, que retrocedería en favor del mercado, para los autores los Estados, que juegan un rol central para sostener de múltiples formas la reproducción del sistema capitalista, deben extender sus funciones al mismo tiempo que se amplía la esfera de circulación del capital. Lo uno es impensable sin lo otro, sostiene Panitch. En particular, el Estado norteamericano se internacionaliza; ejerce funciones para sostener la reproducción global del capital más allá de las fronteras de los EE.UU. Para esto ha creado toda una serie de mecanismos de coordinación, a través de los cuáles es posible lograr que los Estados soberanos que conforman el sistema mundial capitalista actúen de forma coordinada para sostener la acumulación de capital en todo el mundo, den igual trato al capital local y extranjero, etc. Estos mecanismos es lo que Panitch y Gindin definen como imperio informal. Con esta definición buscan distinguir la coordinación global bajo dominio norteamericano del imperialismo, categoría que cuestionan por entender que va asociada a una rivalidad interimperialista que hoy no sería pensable.
El debate que plantea el libro, que podríamos sintetizar en la formulación “imperio o imperialismo”, es de importancia estratégica fundamental. Panitch aclara en la entrevista que no estima que el imperio vaya a sostenerse eternamente. Sin embargo, corre el riesgo de desestimar el alcance real de los desafíos que enfrenta el Estado norteamericano. Los rasgos de agotamiento histórico del poderío norteamericano –aún a pesar de la capacidad de reinventarse que señala Panitch–, la tendencia de los desafíos de integración capitalista a superar sus capacidades, y el surgimiento de divergencias entre los pilares del orden de posguerra, ponen enorme presión sobre el orden de posguerra. ¿Podrá metabolizarse esto sin una escalada en los conflictos? La experiencia histórica no resulta alentadora.
Como hemos sostenido en otra parte, sería necio subestimar el poderío norteamericano y tomar unilateralmente los signos de su decadencia. Pero también resulta un gran riesgo la exageración de las fortalezas del poderío norteamericano y de sus logros. Calibrar certeramente la situación del imperialismo norteamericano, principal fuerza de la reacción en todo el mundo, es de fundamental importancia para la perspectiva de la revolución obrera y socialista internacional. Por eso, discusiones como la desarrollada en este número de Ideas de izquierda sobre La conformación del capitalismo global son de fundamental importancia.



Para leer la entrevista ir acá.

La revista Ideas de Izquierda se consigue en quioscos, y en el Instituto del Pensamiento Socialista Karl Marx (Riombamba 144 – Caba) y en quioscos, librerías y locales de todo el país.

jueves, 5 de junio de 2014

A propósito de "Imperium" y "Consilium", de Perry Anderson. Una discusión sobre el imperialismo norteamericano hoy.

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En el número 83 de New Left Review (sep/oct 2013) Perry Anderson vuelve al análisis de la política exterior norteamericana, y recorre los planteos de los principales exponentes intelectuales en lo referente a la elaboración estratégica. La revista está enteramente dedicada enteramente a dos ensayos de Anderson, un suceso con solo tres precedentes: en 1972 Tom Nairn sobre Europa, en 1982 Anthony Barnett sobre la Guerra de Malvinas, y en 1998 Robert Brenner sobre “La economía de la turbulencia global”. El primer artículo, “Imperium”, analiza los objetivos y los resultados de la política exterior hasta el presente, y recoge los debates intelectuales que generó la conformación del “imperio”, recorriendo todo el arco ideológico. El Segundo texto, “Consilium”, repasa las posiciones de la literatura más relevante que se viene produciendo en la actualidad sobre el rol de EE.UU. en el mundo y las distintas alternativas elaboradas por los principales exponentes de líneas estratégicas de política exterior, para reforzar la posición internacional de los EE.UU., la “nación indispensable” como la llamara Madelaine Albright (secretaria de Estado en la segunda presidencia de Clinton), supuesto fuera de cuestión por todos los autores reseñados por Anderson. Este número especial está estrechamente emparentado con “Homeland”, artículo del NLR 81, de mayo-junio, en el que analizaba la situación del régimen político norteamericano.


En los números 6 y 8 de Ideas de Izquierda reseñamos los planteos del autor y polemizamos brevemente con algunas de las tesis de este extenso trabajo. En la primera puede leerse "El imperio contraataca", y en la segunda EE. UU.: ¿jugador solitario en el gran tablero global?.

Llamativo para un marxista de la talla de Anderson, en estos ensayos "observa solo una mesa de arena donde los lineamientos geopolíticos parecen hacerse y deshacerse a voluntad del hegemón". Es notoria la desatención por el "análisis por las condiciones objetivas del capitalismo norteamericano, que condicionan la capacidad de la potencia imperialista para disponer su voluntad". No es que no haya referencias al respecto, aquí y allá, sobre la decadencia de las bases materiales sobre las que se asentó el poder norteamericano. En las últimas páginas de "Imperium" estas aparecen.
Allí señala cómo del éxito norteamericano en crear un orden liberal han surgido nuevas contradicciones. Este orden comenzó a escapar a los “designios de su arquitecto”. Con la emergencia de China como un poder económico no solo más dinámico sino pronto comparable en magnitud, que provee las reservas financieras que requiere EE.UU., capitalista “a su modo” pero lejos de ser liberal, “la lógica de largo plazo de la gran estrategia norteamericana se ve amenazada de volverse contra sí misma”. El imperio, que no cesó de extenderse, se está volviendo sin embargo “desarticulado del orden que procuraba extender. La primacía norteamericana no es ya el corolario de la civilización del capital […] Una reconciliación, nunca perfecta, de lo universal con lo particular fue una condición constitutiva de la hegemonía norteamericana. Hoy se están separando”. En otros términos, la contradicción entre la internacionalización de las fuerzas productivas y el sistema internacional de Estados a través del cual se articulan las relaciones de producción, emerge nuevamente como un aspecto disruptivo ante los límites crecientes que enfrenta la hegemonía norteamericana, aunque hoy no haya quien pueda proponerse disputarla. 

http://ideasdeizquierda.org/wordpress/wp-content/uploads/2014/04/27-Imagen-1.pngComo sostenemos en "EE. UU.: ¿jugador ..."  "La exageración de las fortalezas del poderío norteamericano y de sus logros, y la subestimación de los efectos de sus errores, y lo que una crítica a la NLR 83 consideró una presentación de los EE. UU. como un “Estado imperial omnisciente” (David Allen, “A world made safe for capitalism”, Prospect, 11/12/2013) por parte de Anderson, no puede más que servir para reconfirmar su escepticismo respecto de la posibilidad de que la clase trabajadora pueda en algún futuro próximo desafiar el dominio capitalista". Escepticismo que ilustra que no hay cambios en el paradigma de “pesimismo histórico” (como lo llamara Gilbert Achcar) expresado en “Renewans” (NLR 1, Segunda Época), cuando afirmaba que “el capitalismo norteamericano ha restablecido sonoramente su primacía en todos los campos –económico, político, militar y cultural”. Aunque su crítica a los estrategas norteamericanos señala que un punto central es su desatención a las causas subyacentes “del enlentecimiento del crecimiento del producto, el ingreso per cápita y la productividad, y el aumento concomitante de la deuda pública, corporativa y de los hogares, no solo en los EE.UU. sino en el conjunto del mundo capitalista avanzado”, en el caso de Anderson lo que resulta llamativo es el alcance limitado que le da a los efectos de la crisis actual, que, aún con las políticas de contención aplicadas, sigue siendo la más extendida y convulsiva desde la Gran Depresión. Es llamativo que no entren en consideración los impactos para la ideología que sustenta la capacidad de influencia del “modelo” norteamericano (un componente central de la hegemonía), considerando que para algunos economistas “los propios criterios de eficacia del capitalismo están cuestionados”.Más sorprendente resulta considerando que cuando escribió “Renovaciones”, Anderson planteaba como hipótesis que una profunda crisis económica en Occidente era uno de los elementos que podía empezar a cambiar el clima ideológico. Las manifestaciones juveniles y la resistencia obrera a los ataques ocasionados por la crisis, no parecen alterar el pronóstico de comienzos de milenio. En la lectura de Anderson, incluso la primavera árabe ayudó a fortalecer la posición norteamericana en Medio Oriente, debilitando un adversario como Assad sin que surgiera en Egipto “un régimen capaz de tener mayor independencia respecto de Washington”, y llevando a “un fortalecimiento respectivo en el peso y la influencia de las dinastías petroleras de la península arábiga” aliadas a Washington, aunque ahora inquietas con el acuerdo con Irán.

Anderson comenta, con ironía, que resulta llamativa “la naturaleza fantástica de las construcciones” con las que los estrategas norteamericanos buscan afrontar una realidad con signos de adversidad. “Grandes reajustes en el tablero de ajedrez de Eurasia, vastos países movidos como tantos castillos o peones a través de este; extensiones de la OTAN al Estrecho de Bering”. Parece que la única forma de pensar el restablecimiento del liderazgo norteamericano “fuera imaginar un mundo enteramente distinto”. Parece, leyendo a Anderson, que lo mismo deberíamos hacer si aspiramos a pensar algún futuro con oportunidades revolucionarias, aunque a él ni se le ocurra especular al respecto.

La discusión sobre el estado real del imperialismo norteamericano, la principal fuerza de la reacción y la contrarrevolución a nivel mundial, es de fundamental importancia. Evitando tanto la subestimación como la sobreestimación de su fortaleza. Invitamos a leer estos artículos en IDZ.