martes, 3 de febrero de 2015

“China o buitres”, o cómo la (im)postura soberana lleva a profundizar la nueva dependencia





Por si quedaban dudas, a estas alturas podemos decir que Cristina Fernández ya eligió. Terminará su mandato cubriendo sus necesidades financieras de la mano del gigante asiático. O al menos va a intentarlo. En esa clave fue unánimemente leídas por diversos analistas la votación de apuro llevada a cabo en el Senado en diciembre del acuerdo marco con China, que en medio de la crisis desatada por la muerte del fiscal Alberto Nisman no pudo tratarse en diputados antes del viaje de la Presidenta iniciado el sábado. La cosa venía desde principios de 2014, pero adquirió prioridad desde que la decisión de la Corte Suprema de los EE.UU. Rechazó tomar la apelación de la Argentina al fallo del juez neoyorquino Thomas Griesa que obligaba a pagar a los “buitres” que rechazaban quita sobre su deuda el 100% de lo que reclamaban. La confirmación de ese fallo significó un traspié para el objetivo que se había trazado el gobierno argentino hace poco más de un año, después de acelerar la devaluación del peso (que sólo en enero de 2014 cayó 23% frente al dólar). Para este fin el gobierno acordó pagar generosamente a Repsol por la expropiación de su tenencia en YPF S.A., y pactó con el Club de París para regularizar la deuda en default. Iniciativas amigables hacia los mercados que se vieron frustradas por la disputa con los buitres.