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lunes, 1 de septiembre de 2014

El tiempo: un bien escaso en la economía mundial


 Por Paula Bach

Las intervenciones estatales posteriores al estallido de la crisis de 2008 derivaron en un crecimiento mundial de la economía lento y desigual. Tanto las secuelas de aquellas intervenciones como las tensiones que se instalaron en la arena geopolítica, vuelven a rebotar hoy sobre las tendencias de la economía.

Estancamiento secular es el pronóstico de una reciente publicación que reúne artículos del ex Secretario del Tesoro norteamericano, L. Summers, además de Eichengreen, Krugman, Gordon y otros. El economista francés Thomas Piketty, augura en su Best Seller El Capital en el siglo XXI, un débil crecimiento de la economía mundial para las próximas décadas que daría lugar a desigualdades sociales similares a aquellas de la Belle Époque. El actual vicepresidente de la Fed, Stanley Fisher, se lamenta de que desde 2007-9 "Cada año hemos tenido que explicar a mitad de año cómo el crecimiento global ha sido menor del previsto sólo seis meses atrás".
Como señala Summers en el citado trabajo, la economía norteamericana creció a un promedio de 2% durante los últimos cinco años a pesar de haber partido de un estado de profunda depresión. Anota también que aunque el riesgo de disolución de la Eurozona ya pasó, su crecimiento es gélido y nadie espera que vaya a acelerarse durante los próximos años. La performance norteamericana es inusualmente baja si se la compara con el promedio bastante más elevado de 3,3% durante décadas anteriores. Es cierto que pensado en abstracto, a este ritmo, no podría descartarse que Estados Unidos volviera a los niveles precrisis en unos 8 o 9 años, restituyendo la salud al círculo virtuoso con China y traccionando a la débil economía europea. No es menos cierto, sin embargo, que el tiempo es hoy el bien más escaso de la economía mundial. La carrera contra reloj entre factores coyunturales y estructurales se produce en un contexto que hace temer por la salud de los tibios avances de coyuntura.

Luces y sombras

La mejora relativa de la economía norteamericana y el descenso de la desocupación permiten la continuidad del tapering (reducción paulatina de los estímulos monetarios) y el plan de incrementos en la tasa de interés para un futuro cercano. Estas medidas buscan desactivar una burbuja en curso. Sin embargo la debilidad de la inversión, los salarios que se encuentran por debajo de los niveles precrisis y el raquitismo de la economía mundial, hacen temer por la incluso débil recuperación norteamericana una vez retirado el pulmotor. La discusión respecto de los verdaderos niveles de la desocupación como síntoma del grado efectivo de la recuperación, se colocó en el centro temático de la Reserva Federal. En Japón las políticas de estímulo estatal conocidas como Abenomics, permitieron salir de la recesión. Pero su contratara es la gigantesca deuda pública del país que está en la base de un reciente incremento del IVA. El aumento -amén de la promesa de un boom de consumo que nunca ocurrió- determinó una fuerte contracción de la economía japonesa que en el segundo trimestre cayó un 6,8% frente a igual período de 2013. El riesgo de burbujas y el incremento de la deuda pública y privada que permitió evitar un escenario al estilo década del ’30, se está transformando hoy en un freno para la recuperación de los países centrales.

De la geopolítica a la economía

Si la relativa estabilización de la economía dio paso a un incremento de las tensiones geopolíticas, esas tensiones están provocando actualmente un efecto rebote sobre la economía. Alemania que a principios de año tenía un pronóstico de crecimiento del 0,8% según datos del FMI, empezó a sufrir las consecuencias del conflicto entre Rusia y Ucrania así como de los acontecimientos en Medio Oriente, enfrentando una desaceleración en el segundo trimestre. Desde la anexión de Crimea, bancos alemanes y franceses, comprometidos en negocios con Moscú, sufrieron importantes pérdidas. El pronóstico de crecimiento del conjunto de la UE que elabora el FMI bajó del 1,1 al 0,6% para este año. El cruce de sanciones entre la UE, Estados Unidos y Rusia amenaza con empeorar la situación. Rusia es el quinto importador mundial de productos agroalimentarios y ya tomó medidas para contrarrestar las sanciones que Occidente le impuso para forzarla a abandonar su apoyo a los separatistas ucranianos. La intención de Rusia de cambiar sus proveedores por Ecuador, Brasil, Chile y Argentina, podría tener un fuerte impacto en Europa debido a que Alemania, España, Polonia y Lituania son importantes distribuidores de alimentos en Rusia. Si esos productos a consecuencia de una menor salida, comenzaran a circular en superior volumen al interior de la UE, podrían incrementar las presiones deflacionarias ya existentes. El crecimiento europeo es demasiado débil y la inflación es demasiado baja. Como consecuencia y como lo hizo saber Draghi en Jackson Hole, en el Banco Central Europeo está en discusión la posibilidad de aplicar nuevas medidas de estímulo monetario. Esto ocurriría si los datos de la inflación de agosto se acercaran en forma clara a un escenario de deflación. Lo nuevo es que esta vez la desaceleración está golpeando ya no sólo a la periferia sino también a los países del centro de Europa.

Estancamiento secular


Tanto los riegos que entrañan las medidas monetarias como las consecuencias de la inestabilidad de la política mundial sobre la economía, están asociadas a las fallas estructurales que puso de manifiesto la crisis de 2008. Entre ellas la escasa inversión, la continuidad del crecimiento ilimitado de los activos financieros o la debilidad de la hegemonía norteamericana. Si es cierto que el capitalismo se encuentra en una fase en la que sólo puede crecer mediante  burbujas, como diagnosticara hace un tiempo Summers y si las burbujas deben ser controladas porque generan permanente riesgo de estallido, el pronóstico de estancamiento secular es casi una deducción lógica. Esta idea se apoya en la existencia relacionada de un bajo crecimiento del PBI y los precios, junto a muy reducidos tipos de interés. Cuestión que plantea el riesgo de que cualquier adversidad se vuelva inmanejable, por la imposibilidad de reducir aún más las tasas así como por el peligro de un incremento de las deudas en términos reales en un panorama cargado de presiones deflacionarias. La ausencia de tiempo se explica por ese conjunto de fallas estructurales abiertas que determinan que la coyuntura no pueda actuar de manera efectiva sobre el largo plazo. Y en esa carrera de velocidades se debe anotar también la perspectiva de recomposición de la subjetividad obrera y de los sectores explotados y oprimidos, que al calor de la crisis está dando sus primeros pasos.

jueves, 17 de octubre de 2013

Estados Unidos y la elevación del techo de la deuda en el medio de la crisis política Un acuerdo de última hora para ganar tiempo


Una escena que empieza a repetirse: en tiempo de descuento, al borde de llevar a los EEUU a un default a causa de alcanzar el techo legalmente permitido de emisión de deuda, demócratas y republicanos llegan a un precario acuerdo que patea hasta el 7 de febrero la discusión sobre el techo de la deuda. Ayer, horas antes de alcanzar la fecha límite señalada por el Tesoro de Estados Unidos, que había informado que a partir de hoy no dispondría de fondos suficientes para afrontar sus obligaciones si no se ampliaba el techo de endeudamiento, el Senado, primero, y la Cámara de Representantes, después, aprobaron una ley que momentáneamente aleja a la administración de Obama del riesgo de un default. El acuerdo también revirtió el “cierre” parcial de la Administración que se había producido desde el 1 de octubre, que suspendió el empleo de casi 800 mil trabajadores por dos semanas como producto de fuertes disputas entre demócratas y republicanos por los sectores a los cuáles recortar fondos. La ley sancionada fondea al gobierno hasta el 15 de junio.


A pesar del acuerdo alcanzado, no dejará de haber duras consecuencias. Como varios analistas han señalado, la parálisis de las últimas dos semanas, y la creciente tensión en la que se llega al acuerdo, deja sus secuelas en una economía con bases muy precarias a causa de los efectos de la crisis iniciada en 2007. El cierre de la administración recortó nada menos que 20 mil millones de dólares en gasto público directo y en actividades relacionadas que van a reducir momentáneamente el crecimiento de la economía. La incertidumbre respecto de la deuda, tuvo como efecto limitar aún más los ya de por sí raleados créditos. Por otra parte, aunque se ganan unos meses para llegar a un acuerdo de fondo sobre estrategia fiscal y de gasto, las dificultades para llegar a esta solución provisional no despiertan optimismo sobre las posibilidades de lograrlo antes del 7 de febrero. Un resultado no menor es que la incertidumbre podría limitar el gasto de los consumidores y la actividad empresarial en un momento clave como el período vacacional de fin de año. 


Quienes pagan los mayores costos por el acuerdo logrado son los líderes republicanos ubicados en el “centro”, encabezados por John Boehner. Durante las últimas semanas éstos se negaron a negociar y condujeron al cierre del gobierno, acicateados por la presión de los sectores más recalcitrantes del partido republicano, la minoritaria fracción de extrema derecha del Tea Party. Estos buscaban a toda costa imponer un recorte en el plan de salud impulsado por Obama en 2010, conocido como “Obamacare” (que subsiadba la cobertura de salud para aquellos que no están cubiertos aunque en los marcos del sistema de prestación privada y que empezó a operar el 1 de octubre, el mismo día del cierre del gobierno) así como en otras partidas de gasto como condición para permitir elevar el techo de deuda. Aunque se trata de un sector minoritario dentro del partido, viene ganando peso en los comités locales desplazando a los líderes tildados de “conciliadores”. En los últimos tiempos, la tendencia a acordar con los lideres demócratas fue el argumento esgrimido para desplazar a dirigentes republicanos “centristas” –léase proclives a llegar a un acuerdo que evitara la parálisis política- por otros afines al Tea Party. El temor a un “descabezamiento” generalizado por un acuerdo que fuera visto como sumamente concesivo a Obama, obligó a los sectores de centro a presentar una alternativa sometidos a la doble presión de los sectores de extrema derecha de su partido, por un lado, y los demócratas, por otro. Pero el acuerdo alcanzado no representa grandes concesiones por parte del gobierno de Obama. Sólo concedió en el punto de habilitar una auditoría de ingresos a quienes reciban subsidios para el seguro de salud. Además no se revirtieron los recortes automáticos de gasto público que empezaron a regir en el mes de marzo en distintas áreas (la llamada “sequestration”) y que se profundizarán en enero, que la Administración de Obama viene intentando revertir sin éxito. Estos serán parte de la negociación hasta comienzos de 2014. Fuera de estos puntos, los republicanos aceptaron la reapertura del gobierno y la extensión del techo de la deuda sin buscar imponer más condiciones. Retrocedieron demasiado para pagar el costo de desairar las exigencias de los sectores más extremos, lo que el New York Times definió como una “rendición republicana”, y el Financial Times como un “golpe autoinfligido” del partido republicano. De conjunto, el partido republicano sufre una severa caída en las encuestas, y al haber quedado sometido a la presión del Caucus del Tea Party que representa menos del 20% de la bancada, quedó severamente cuestionado en su potencial como partido de gobierno. Aunque en lo inmediato el Tea Party fue derrotado en su posición extrema de llevar a todo el partido republicano a pelear por imponer a toda costa el recorte en el plan de salud, la votación marcó la renuencia de un importante sector de republicanos: 18 senadores y 144 Representantes se opusieron a la sansión ayer. El senador Ted Cruz, representante del Tea Party, sale de esta crisis ganando aún más ascendencia en las bases republicanas, a pesar de haber finalmente retrocedido de su postura de bloquear el acuerdo. De cara a las negociaciones de los próximos meses, todo sugiere que tenderán a recrudecerse las disputas internas entre los republicanos, incluso con amenaza de rupturas.


Obama aparece como triunfador en la pulseada, habiendo logrado imponer la continuidad del Obamacare. Pero el costo de esta pulseada ha sido agravar a nivel mundial los cuestionamientos al liderazgo norteamericano. China salió en los últimos días a plantear la necesidad de construir un mundo “desamericanizado”, señalando como punto crítico la alta dependencia del dólar (aunque difícilmente podría cualquier país recortar en lo inmediato su excesiva dependencia de esa moneda como reserva). Y la agencia de calificaciones Fitch nuevamente amenazó con bajar la calificación de la deuda norteamericana aún aunque se alcanzara un acuerdo provisional, por la incertidumbre que crea la disputa partidista.


Aunque el acuerdo reabre el gobierno y extiende la posibilidad de endeudamiento, y permitió al gobierno de Obama conseguir por primera vez un amplio triunfo que no dependió de fuertes concesiones de su parte, persiste una dinámica política que seguirá empujando hacia la limitación del gasto público del gobierno federal norteamericano. Los recortes automáticos del gasto siguen vigentes, y está previsto que achiquen el gasto en 19 mil millones de dólares para el presupuesto de este año y de 2014. Y en pocos meses reaparecerán los cimbronazos entre republicanos y demócratas, para negociar la estrategia presupuestaria, que en los términos del debate actual significa dónde y cómo se recorta –o se eleva la recaudación con nuevos impuestos- y no nuevas medidas de impulso a la economía. El crecimiento económico seguirá muy dependiente entonces de la efectividad de las medidas de estímulo monetario que viene llevando a cabo la Reserva Federal, el banco central norteamericano.



lunes, 16 de septiembre de 2013

Aniversarios

Ayer se cumplieron cinco años de la quiebra del banco de inversión norteamericano Lehman Brothers, ocasionada por la acumulación de títulos incobrables de hipotecas “subprime” y otros activos financieros derivados de las mismas. Este suceso tuvo efectos en cadena que golpearon a todo el sistema financiero norteamericano, y se extendieron por el mundo, poniendo en evidencia el nivel de riesgo generado por el alto nivel de apalancamiento (es decir proporción de deuda por activos) con el que se manejan los inversos, y la alta velocidad de propagación a causa de la interconexión creciente de las plazas de todo el mundo. Lejos de tratarse de un caso aislado de riesgo excesivo, el banco Lehman (así como poco antes Bearn Stearns, banco de inversión que a diferencia de Lehman fue rescatado y vendido a precio de remate por el tesoro norteamerinaco, y las hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac) era uno de los más expuestos en un modelo que negocio que caracterizaba a toda la banca norteamericana. Emisión de créditos hipotecarios en escala masiva, sin verificación de la capacidad de pago, y comercio de derivados que se suponía diversificaba y reducía riesgos -claro, todo en la matemática abstracta de los modelos que siguieron a los pioneros de la aventura financiera Robert Merton y Myron Scholes, que fueron premiados con el nobel en 1997 por sus modelos para calcular el precio de las opciones financieras, y al año siguiente entraron en quiebra luego de sumar una pérdida de 4.600 millones de dólares en cuatro meses por aplicar estos métodos en sus decisiones de inversión. Con estos antecedentes, ¿a quién se le podía ocurrir que la utilización masiva de derivados pudiera derivar en una destrucción masiva de la solvencia del sistema? Una verdadera sorpresa ¿no?
Dado el alto nivel de bancarización de pagos en todo el circuito productivo, no resultó sorpresivo que en los meses que siguieron a la quiebra de Lehman, con la virtual paralización durante semanas de la banca no sólo de inversión sino también comercial, la economía norteamericana ingresara en caída libre, y con ella el conjunto de la economía global. Durante el año que siguió a Lehman, la producción industrial mundial acumulaba una caída del 13%, y el comercio global alcanzó una caída aún mayor, del 20% (ver el artículo de Barry Eichengreen y Kevin O' Rourke,"Una historia de dos depresiones: ¿Qué nos dicen los nuevos datos?").
La amenaza de colapso financiero global y el fantasma de depresión económica, hicieron sonar las alarmas gubernamentales y dispararon respuestas estatales en una escala nunca vista. Los EEUU, la UE, y numerosos Estados de todo el mundo sumaron billones de dólares de dinero inyectado a través de estímulos fiscales, planes de empleo, salvatajes a empresas. Pero sobre todo, se inyectaron billones de dólares en el sistema financiero. A las herramientas habituales para enfrentar los pánicos en situaciones críticas de los sistemas financieros -que básicamente se reducen a una masiva socialización de quebrantos privados realizada bajo el chantaje de los efectos que podría tener el colapso de los bancos “demasiado grandes para caer”, por lo que estos resultan premiados luego de que fracasan las apuestas irresponsables y las ganancias de las mismas están ya bien repartidas- se les sumaron otras novedosas, como las relajaciones cuantitativas (QE, por sus siglas en inglés), que algunos llamaron “opción nuclear”.
Ante este giro copernicano, en el que aún los mayores exponentes de las políticas neoliberales se transformaron en fervientes impulsores del estatalismo para evitar el colapso del sistema, muchos se ilusionaron con la perspectiva de consolidación de un “momento keynesiano” que podría sacar al sistema del abismo y restablecer una senda de crecimiento más “armónico”, menos basado en hondas desigualdades. Pero estas ilusiones se estrellaron rápidamente contra estrechos límites. En primer lugar, el estatalismo fue tributario de preservar, ante todo, la situación de los principales beneficiarios del boom especulativo. Salvo en los casos que fue estrictamente necesario nacionalizarlos, los bancos se mantuvieron en manos privadas; el dinero de los salvatajes permitió incluso repartir generosos bonos entre los gerentes en 2009. En segundo lugar, aunque este activismo permitió estabilizar la economía mundial, permitiendo que incluso la economía norteamericana y algunas economías europeas comprometidas por la crisis mostraran “brotes verdes” de módico crecimiento desde mediados de 2009 (llegando los EEUU a un crecimiento de 3% en 2010) y creando las condiciones para un crecimiento a dos ritmos de la economía global (con los BRICS y otros llamados emergentes creciento a tasas elevadas luego de acusar los impactos del hundimiento global de 2008), esto no se parece en nada a un relanzamiento sostenido. Algunos datos resultan ilustrativos. En los EEUU, con la recesión desaparecieron 8 millones de empleos y sólo se recuperaron 6 millones con la reactivación. Pero lo más elocuente es la desproporción entre ganacias e inversión. Como señalaba Financial Times hace el 24 de Julio, mientras las ganancias (antes de la deducción de impuestos) están en un nivel récord de más del 12% del PBI, la inversión apenas alcanza el 4% del PBI (“Corporate investment: A mysterious divergence”). Una de las principales razones de este bajo nivel de inversión es que la expectativa es que el crecimiento siga siendo anémico; la baja inversión no hace más que realimentar esta anemia.
En tercer lugar -pero no por ello menos importante- las patas cortas del momento keynesiano se mostraron con todo en Europa. Allí, como señalara Paula Bach, los elementos estabilizadores devinieron más dramática y rápidamente que en cualquier otro lugar en eslabones débiles: si como respuesta a las amenazas de 2008 los Estados se endeudaron para impulsar medidas de estímulo e inyectar dinero en el sistema financiero, la consecuencia fue que varios de ellos alcanzaron niveles de deuda que los dejaron expuestos a la presión de los mercados financieros que empezaron a poner en duda su solvencia, haciendo caer el precio de los bonos (es decir elevando la tasa de interés a la cual le prestaban a los Estados reputados de menos “confiables”); la prima de riesgo, o “riesgo país”, karma con el que convivió la Argentina durante la crisis de 2008, estimatizó entonces a los PIGS (acrónimo conformado por Portugal, Irlanda, Grecia, España, por sus siglas en inglés, a los que se fueron sumando otros países como Italia). Esta crisis puso en evidencia las líneas de falla de la Unión Europea, y generó sucesivos picos de tensión entre los países de la región, y con los EEUU, ante la continuada presión de Alemania para imponer la disciplina fiscal y evitar salvatajes de los países asesiados por los ataques especulativos sobre su deuda, aún al precio de hundir a buena parte de los páises de la Eurozona en depresión y de poner en riesgo la estabilidad financiera global. Las respuestas de resistencia a los ataques por parte de los trabajadores europeos, y la presión sobre la UE ante el riesgo en el que se estaba poniendo el sistema a nivel global, llevaron a que finalmente finalmente a Alemania a aceptar algunas medidas de alivio a través de la inyección monetaria. Como señala Paula Bach en “La discordancia de los tiempos de la crisis capitalista mundial” (Ideas de izquierda nº 3), la política alemana hoy es una combinación de inyecciones monetarias (los denominados “rescates”) y planes de austeridad avalados por la Troika (es decir la Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario internacional).
A cinco años de Lehman, afrontamos una situación económica mundial estabilizaba en situación de crecimiento débil, pero el mejor panorama para los próximos años es continuar con una situación anémica, que algunos han llamado de crisis “rastrera”. Y las “ondas expansivas” del cataclismo de 2008 siguen generando nuevos sucesos, porque abrieron una falla estructural en la economía mundial. Las relaciones entre las principales economías del planeta antes de la crisis se encuentran cuestionadas, y no es posible volver a ellas. Los EEUU no puede ser el gran comprador del mundo, el comprador “en última instancia” apoyada en un consumo sostenido basado en efectos riqueza de la valorización bursátil e inmobiliaria. Aunque muestra una recuperación relativa, no puede ocupar el lugar que tenía antes de la crisis. La UE se ve atenazada entre la presión disciplinaria de Alemania y las amenazas de disgregación. Y China viene desde hace años anunciando un giro hacia apoyarse de forma creciente en su mercado interno, pero mostrando avances muy magros, mientras se suman los los síntomas de distintas amenazas (problemas crediticios en municipios y provincias, exceso de inversiones poco productivas) que podrían empujar a un crecimiento mucho más bajo que el actual, exacerbando las tensiones sociales. Los impactos de estas fallas no dejan afuera ningún lugar del planeta. Lo mostró la primavera árabe, ya que el corrosivo que carcomió definitivamente los cimientos de las dictaduras de Medio Oriente fueron los desbarajustes ocasionados por la crisis, que se trabujo en inflación galopante y crisis fiscales. Lo muestran hoy los síntomas de agotamiento del crecimiento que se ven en varias de las economías que más crecieron en los últimos años, sumadas a los trastornos que generó la retracción de algunos de los fondos que ingresaron a las economías en desarrollo gracias a las medidas de estímulo monetario tomadas en los países más ricos (con India, Indonesia, Turquía, entre los más golpeados).
Aunque la situación se muestra hoy contenida, las “fallas estructurales” amenazan acrecentar las tensiones entre las principales potencias (y los aspirantes a serlo), ya que exigen una reestructuración significativa de las relaciones globales para restablecer condiciones de crecimiento, en la cual difícilmente puedan ganar todos. Ante los riesgos que todos corren en en escenario semajante, la mejor apuesta sigue siendo ganar tiempo, apostando a sostener las medidas que permiten el actual crecimiento anémico, aún a pesar de que incluso las más poderosas de estas (como los QE) empiezan a mostrar límites por los efectos “secundarios” que ocasionan (como seguir sosteniendo el apalancamiento y la especulación). La pregunta es si nuevos focos de inestabilidad financiera, o las respuestas de las masas trabajadoras afectadas por los efectos sociales de la crisis, cuya peor cara se ve en Europa, pero que se suman también a determinados aspectos de crisis políticas específicas para seguir disparando movilizaciones de masas incluso entre los que no sufrieron los peores impactos de la crisis (Turquía, Brasil), permitirán seguir ganando tiempo o mutarán en cuestionamientos más activos, presionando a los Estados para poner en cuestión este impasse del que por el momento nadie quiere moverse demasiado. Eso está por verse, lo que es claro es que, lejos de los optimismos generalizados respecto de las respuestas coordinadas entre los Estados para responder a la crisis, estas fallas ponen sobre el tapete puntos que no pueden resolverse mediante una respuesta coordinada. EEUU, la potencia que en otras crisis anteriores pudo imponer una coordinación, arbitrando costos y beneficios (inclinándolos a su favor), hoy muestra una cierta recuperación pero ha perdido su capacidad como árbitro global, como lo puso en evidencia por estos días su fracaso en impulsar un ataque a Siria, y la forzada aceptación del plan de Rusia. La complejidad de la gestión geopolítica de la crisis encuentra a los principales jugadores globales con intereses difícilmente armonizables, y a ninguno con capacidad para ordenarlos encauzando los potenciales conflictos. Por eso, resulta sumamente optimisa opinar que la crisis actual, una crisis de magnitud histórica para el sistema mundial capitalista, podrá metabolizarse sin un salto en los conflictos, entre las clases y entre los Estados.

En Ideas de Izquierda nº 3 de septiembre, dedicamos el dossier a la crisis mundial, que va por su sexto año pero de la que se cumplen ahora cinco del suceso de que actuó como catalizador definitivo de sus efectos más devastadores. Paula Bach escribe el ya mencionado artículo “La discordancia de los tiempos de la crisis capitalista mundial”. Anwar Shaikh nos brinda en una entrevista una mirada sobre las raíces de la crisis, y el panorama de crecimiento débil de la economía global que constituye el mejor escenario para los próximos años. Y Claudio Katz contribuye con una columna donde analiza la fortaleza de las explicación que se han dado desde el marxismo a la crisis, frente a aquellas que produjo la ortodoxia neoclásica o la heterodoxia conservadora.


lunes, 13 de mayo de 2013

Raúl Godoy (dirigente obrero de Zanon, PTS) en gira por Europa

Invitamos a seguir las actividades del compañero Raúl Godoy en su gira por Europa, que podrán verse en el blog http://raulgodoyzanoneuropa.wordpress.com/. El dirigente de Zanón, la experiencia más avanzada que dio la clase trabajadora argentina ante el descalabro de 2001, y que plasmó en los cambios de estatuto del sindicato ceramista un ejemplo de sindicalismo antiburocrático, impulsando de forma incansable durante estos años la solidaridad con otras luchas y haciendo propias las demandas del pueblo pobre, sosteniendo la necesidad de coordinación del sindicalismo antiburocrático y de izquierda, y la organización política independiente de los partidos patronales, compartirá la experiencia de estos más de diez años con numerosas organizaciones de los trabajadores europeos, continente donde se vienen sucediendo numerosos ataques de la clase dominante contra la clase obrera. Como se plantea aquí, "la lucha de Zanón demuestra que SÍ SE PUEDE lograr una salida obrera contra los cierres de empresa, EREs y el desempleo que ya supera los 6 millones en el Estado español".

martes, 23 de abril de 2013

A 5 años del crack de Wall Street ¿lejos del sendero de la gran depresion? no lo parece....

En su último Panorama Económico global, el FMI reprodujo los pronósticos tranquilizadores que suelen caracterizarlo aún en las peores condiciones. El organismo fue uno de los primeros que en 2009 veía “brotes verdes” por todas partes, que al final en el mundo desarrollado dieron lugar a poco más que una estabilización “bonsai” o pigmea en los EE.UU. al tiempo que Europa continuó un deterioro cada vez más peligroso. Si para el resto de la economía mundial logró desacoplarse parcialmente, el resultado estuvo lejos de sus pronósticos optimistas. Ahora el FMI nos presenta nuevamente datos alentadores al menos para la perspectiva inmediata. Si bien este año el crecimiento previsto del producto mundial es de 3,25%, para el año próximo espera que crezca al 4%. Una economía ahora en tres velocidades (y ya no sólo dos) que, aunque con diversos riesgos a la vista, continua un alejamiento paulatino de los eventos catastróficos de 2008. En estas condiciones, aunque en lo inmediato las economías desarrolladas “la política debería utilizar todas las medidas prudentes para sostener una demanda anémica”, el punto crítico de la política fiscal a mediano plazo, es la “consolidación” fiscal a mediano término, aunque para algunos países (como los los EE.UU. y Gran Bretaña) pida un ritmo más lento en el mismo sendero de recortes.



EE.UU., la gran depresión y el desempeño pos Lehman

Sin embargo, resulta difícil sustentar una visión optimista, aún para el corto o mediano plazo. Aunque la situación de los EE.UU. contrasta favorablemente con la de Europa, esto habla más bien de la situación cada vez más sombría en la que se encuentra buena parte de la Unión como producto de las políticas de ajuste, y no de la fortaleza norteamericana. Así lo ponen en evidencia los pronósticos poco alentadores que están surgiendo en los últimos tiempos. J Bradford DeLong, economista neokeynesiano que hace no mucho tiempo mostraba gran confianza en las capacidades de la política fiscal y monetaria para sacar a la economía norteamericana del sendero de la depresión, ajustó en las últimas semanas las perspectivas que había trazado anteriormente. Hasta el momento, venía llamando a la crisis iniciada en 2007 Depresión Menor, señalando así su menor envergadura respecto de la Gran Depresión de los años '30. Pero para Delong esta definición ya no se ajusta a la dinámica que está atravesando la economía norteamericana. Según sus estimaciones, “es casi seguro que las pérdidas [que para el autor totalizarán nada menos que el 60% del PIB de un año] no habrán finalizado para 2017”. Su conclusión es que debe dejar de llamar a la crisis que estamos atravesando “Depresión Menor”: “Sí, su forma es distinta a la de la Gran Depresión pero, hasta ahora por lo menos, no hay motivo para clasificarlo en un nivel inferior en la jerarquía de desastres macreconómicos”.



Tiempos muy austeros

Salir de lo más profundo del pozo no es lo mismo que recuperar dinámica. Las iniciativas desplegadas a lo largo de toda la geografía global ante el crack de 2008 permitieron realizar una contención de daños. Pero por la persistencia de los efectos de los quebrantos privados sobre las economías más ricas, no ocurrió nada parecido a una recuperación vigorosa y sostenida. Los elementos de contención devinieron a su tiempo en eslabones débiles, especialmente en la Unión Europea, y llegó el tiempo de los ajustes fiscales. También en los EE.UU.: la Administración de Barack Obama afronta un déficit muy elevado, pero ha llevado a cabo el mayor ajuste en 30 años: desde el 10% del PIB en 2011 hasta el 8,5% de 2013, y la previsión es que acabe en el 6,5% en 2014. Sin embargo, sería erróneo creer que sólo allí y en los EE.UU. se están produciendo ajustes profundos. En contra de lo que parece, las políticas de contracción fiscal se están dando en casi todo el mundo. El estudio “The Age of Austerity: A review of public expenditures and adjustment measures in 181 countries” estiman que en 2013 119 países ajustarán sus cuentas, y 131 lo harán en 2014. Es decir que las medidas de austeridad afectan hoy a 5.800 millones de personas y afectarán a 6.300 millones en 2015 (el 90% de la población mundial). Las medidas de contracción fiscal más generalizadas han sido la disminución de salarios públicos (en 74 países de bajo ingreso y en 23 de alto), reducción o eliminación de subsidios (en 78 países de bajo ingreso y 22 de alto), incremento de impuestos al consumo (63 de bajo ingreso y 31 de alto), reforma de las pensiones y de los sistema de salud (en 47 de bajo ingreso y 39 de alto), reformas diversas en los sistema de protección social orientadas a limitar su alcance (en 55 países de bajo ingreso y 25 de alto), y flexibilización del mercado de trabajo (según el FMI en 32 países pero según la OIT en 40 países).

En los últimos días ha caído en descrédito un estudio que se transformó rápidamente en un clásico, “Growth in a Time of Debt” de Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart (RR de acá en más), publicado en 2009. El mismo “probaba” que un nivel de deuda excesivo se transformaba en un lastre para el crecimiento económico. Para los países que mantenían niveles de deuda superiores al 90% del PIB durante cinco años o más, su crecimiento medio rondaba el -0,1%. Si bien desde el mismo momento de su publicación fue blanco de varias críticas (entre ellas la de una inversión de la causalidad entre crecimiento y deuda), pero la piedra del escándalo fue el descubrimiento de que, sencillamente, los resultados de RR eran el resultado de datos incorrectos. Fue el descubrimiento que hicieron Herndon, Ash & Pollin, según detallan en “Does High Public Debt Consistently Stifle Economic Growth? A Critique of Reinhart and Rogoff”. Analizando las hojas de cálculo usadas por los autores en su libro, comprobaron que los resultados principales surgían de simples errores de cálculo y transcripción. Uno de los más importantes fue la exclusión de lapsos de crecimiento de países (como Nueva Zelanda) con un ratio deuda/pib mayor al 90%.

Sin duda, estos descubrimientos arrastrarán al descrédito a la dupla RR y su trabajo. Sin embargo, no es de prever que eso vaya a torcer significativamente el rumbo de las políticas. La decisión de mantener las cuentas públicas ajustadas responde a presiones muy poderosas, no sólo por parte de instituciones multilaterales, sino especialmente de los grandes bancos y tenedores de títulos de deuda, pero sobre todo a la necesidad de avanzar medidas más de fondo para descargar la crisis sobre los trabajadores y los sectores populares buscando una salida mediante el ajuste.

Esta “era de austeridad” augura la persistencia de un crecimiento anémico. De todos modos, es un error culpar de la persistencia de la crisis a las medidas de recorte del gasto, como hacen distintas vertientes keynesianas, para quienes la iniciativa fiscal tiene capacidad de dar algo más que un alivio momentáneo. Contrario a lo que pregonan estas corrientes, aunque un recorte significativo del gasto en un contexto depresivo puede agravar los problemas, de esto no se deduce que un plan de gasto más ofensivo alcanza para encarar una salida de la crisis. Las “fallas tecnónicas” que recorren a una economía mundial descalabrada por el crack de 2008 no se pueden subsanar a fuerza de gasto público, como si este pudiera sobreponerse a las contradicciones sistémicas.



Un bombeo monetario cada vez menos enérgico

Ante las constricciones de la política fiscal, se expande cada vez más la experimentación con políticas monetarias en una escala sin precedentes en la historia del capitalismo. EE.UU. sigue a toda marcha con su QE3. Japón fue el último en sumarse a esta línea aventurera, en la expectativa de salir definitivamente de las tendencias deflacionarias que aquejan su economía hace décadas. Como señala un artículo reciente, “toneladas de dinero inyectadas en la economía a base de compra de bonos, préstamos baratos y unos tipos de interés por los suelos para reanimar el crédito, el consumo, la actividad. El nivel de estímulos no tiene precedentes, pero los riesgos tampoco”. Como señala otro autor, “desde 2011, poco más o menos, los costes de la flexibilización cuantitativa han comenzado a superar a sus beneficios, sometidos a una disminución de su rendimiento. La flexibilización cuantitativa ha creado una inflación en el precio de los alimentos que es muy perjudicial para los dos mil millones de personas que viven con menos de dos dólares al día […] El aumento del precio del petróleo ha sido muy negativo para la economía estadounidense; la caída del consumo estadounidense en 2011 se debió al aumento del precio de los alimentos y el petróleo”. El ingreso de nuevos países por esta senda de expansión monetaria en la que los EE.UU. fue pionero, podría agravar los problemas. Otro analista plantea sombríamente que “la élite financiera global se ha encontrado ante el dilema: o llevar el mundo por la vía deflacionista-depresiva con la plena bancarrota del sistema financiero, o por el no menos peligroso camino de la hiperinflación con el resultado confiscatorio análogo”. La pérdida de efectividad se hace visible en el hecho de que una escala en aumento de flexibilización cuantitativa produce un resultado cada vez más débil en el terreno del crecimiento, y cada vez mayor en el de los precios.

Que se sumen nuevos países al batallón de los que intentarán la alquimia monetaria, augura que, bajo el rótulo de la “batalla del crecimiento”, se desarrolle en realidad una guerra de monedas, hace años anunciada aunque pospuesta. Una “coordinación” de las principales economías (desarrolladas y “emergentes”) impulsando en simultáneo políticas monetarias ultra-expansivas, podría multiplicar la inestabilidad monetaria y financiera, alimentando aún más burbujas en todo el planeta, y golpeando de coletazo a los países que vienen basando su crecimiento en altos precios de commodities en dólares. Pero además, hace cada vez más difícil que la respuesta coordinada se siga imponiendo por sobre las numerosas líneas de disputa entre los principales imperialismos, y de ellos con varias potencias emergentes. Como señala este estudio, si en el último año se buscó mostrar que la respuesta a la crisis era más integración, con numerosos acuerdos de liberalización del comercio entre distintas regiones del planeta, estos han entrado rápidamente en un estado de empantanamiento.



Los peores fantasmas

Aunque ya varias veces el coro de optimistas (con acompañamiento de algunos “críticos inmanentes”) anunció que “esta vez es diferente”, que el aprendizaje respecto del pasado de crisis alcanzaría para desplegar iniciativas para salir de la crisis y evitar un sendero traumático como el de la Gran Depresión, estamos viendo exactamente lo contrario. En una situación por el momento sin catástrofes pero tampoco de recuperación sólida, con un crecimiento global descomponíendose en tres velocidades, los márgenes para las iniciativas coordinadas se estrechan. Y, ante la dureza de los ataques del capital, en una geografía cada vez más extendida los trabajadores buscan resistir a los ataques, una inesperada “vuelta de la lucha de clases”.

Este sistema ha mostrado, y vuelve a mostrar en la crisis histórica actual, una gran capacidad de “destrucción” que sólo en las mentes de los apologistas de este sistema de explotación puede seguir presentándose como “creativa”. Para los trabajadores de todo el mundo, es urgente mostrar su creatividad en desarrollar una alternativa. Lejos de un paulatino alivio de la situación, los principales choques (“crisis, guerras y revoluciones” como diría Lenin) están ante nosotros. Para eso debemos prepararnos los revolucionarios.


viernes, 29 de marzo de 2013

La crisis, los "ritmos desiguales" y las tendencias al agravamiento de las tensiones imperialistas

Las reflexiones de Paula Bach sobre las contradicciones que atraviesan la política alemana para enfrentar los distintos frentes de la crisis europea y las tensiones que estos vienen generando, plasmadas en este post, suscitaron una interesante respuesta de Adrián C. que compartimos con los lectores.

Es verdad que existe una desigualdad en los tiempos de la crisis que, hasta el momento, ha significado que los escenarios más catastróficos no se hayan desarrollado. Los rescates e intervenciones relativamente sincronizadas del comienzo de la crisis evitaron los escenarios más temidos para la burguesía mundial. Asimismo, el crecimiento de los países “emergentes” fue un contrapeso a la caída más abrupta de las potencias principales. La cuestión es que se terminó el periodo de “sincronización” en la intervención de los estados y, por otro lado, difícilmente los países emergentes puedan seguir jugando el rol de contención que han jugado hasta ahora. La realidad muestra que existen múltiples estrategias geopolíticas en juego donde los distintos “focos” de litigio se interrelacionan unos con otros. Es probable que se estén acumulando contradicciones como pocas veces en la historia del capitalismo.
El “foco” europeo: Un punto para pensar es el de una posible ruptura del histórico eje franco-alemán. El rescate a Chipre, es estratégicamente para Alemania un contundente paso adelante en la semicolonizacion de una parte (chica en este caso) de Europa. Es la primera vez que se impone una condición tan leonina, que no solo afecta a grandes empresarios sino que de hecho es una expropiación a miles de ciudadanos chipriotas. Desde hace algún tiempo se vienen acumulando roces entre el gobierno Francés y el Alemán sobre la forma en hacer frente a la crisis (Eurobonos, rescates, etc.). Otro de los hechos en estas semanas que compromete dicho eje es la votación de Hollande, en conjunto con Cameron, contra Merkel en la cuestión Siria, lo cual significa un giro importante. Francia  e Inglaterra plantearon en la cumbre en Bruselas levantar el embargo de armas a los rebeldes sirios. Alemania, tuvo que apoyarse en su histórico aliado (Austria) en esta cuestión. Como bien dice el diario El País de España: “Una imprevista alianza entre François Hollande, el presidente francés, y David Cameron, el primer ministro británico, amenaza con romper la unidad en el seno de la UE y dar un giro al conflicto sirio”. Si el plan estratégico alemán (La semicolonizacion de una parte de Europa) empezaba a tener roce con los EEUU, a esto tenemos que agregar hasta donde llegaran estas fricciones con Francia, y como continuara su relación con Rusia.  
En cuanto a la situación económica, varios informes hablan de parálisis manufacturera y de servicios en toda la zona menos en Alemania. “Sondeos recientes muestran que la actividad manufacturera y de servicios en toda la región, salvo Alemania por supuesto, está cayendo” (The Wall Street Journal, 16 de Marzo).
En cuanto al problema europeo, nosotros dijimos: "A más de dos años de estas afirmaciones, este conflicto (…) se ha seguido desarrollando con el intento de EE.UU. de crear un bloque anti-Merkel, apareciendo Washington como más “europeo” y “keynesiano” que Berlín lo que le ha permitido acercarse a los gobiernos con mayores problemas de endeudamiento o al mismo Hollande” (EI 28). Si efectivamente Francia avanza en su alejamiento de Alemania, las alianzas empiezan a hacerse más claras y las rivalidades interimperialistas tenderán a agudizarse. Es por esto que el giro Hayekiano Alemán es indudablemente un elemento desestabilizante para el conjunto de la geopolítica mundial, en momentos no catastróficos de la crisis.
Por otro lado, EEUU sigue con su visión de largo plazo de mirar al pacifico. "El secretario de Defensa norteamericano, Chuck Hagel, ha anunciado hoy en el Pentágono el despliegue de 14 interceptores de misiles en Alaska y la instalación de un radar en Japón, ante la retórica beligerante de Corea del Norte. “Vamos a fortalecer nuestras capacidades de defensa de misiles en varias formas, debido a las crecientes amenazas de Irán y Corea del Norte”, ha dicho Hagel en rueda de prensa” (El País de España, 15 de Marzo). Todo esto no solamente es peligroso dado el lugar que ha ocupado China en el mundo sino por el lugar de “mutua complementariedad” que tiene con USA, donde cualquier intento de modificar el actual esquema, no solamente es comprometido para el propio país, sino que es objetivamente un “ataque” al otro. Todo esto en medio de lo que comenta Paula sobre “hasta qué punto la relativa recuperación norteamericana es un freno para la caída de China”. Además hace poco Li Keqiang sustituyó a Wen Jiabao como primer ministro de China. En relación a esto, plantean en El País: “Los expertos aseguran —y los propios líderes lo han reconocido— que China ha llegado a un punto de inflexión y debe impulsar ambiciosas reformas, que permitan a la segunda economía del mundo seguir creciendo a fuerte ritmo. Estas exigen un cambio profundo de modelo para centrarlo en el consumo doméstico, en lugar de las exportaciones y la inversión”. De pretender avanzar hacia eso China tendrá consecuencias, no solo internamente, sino con su relación con los EEUU.
Para pensar en los escenarios mas probables, el problema que enfrenta el capitalismo es que los 2 principales focos de conflictos están íntimamente interrelacionados (El “foco” europeo y el “foco” del pacifico). Como dice Paula: 
Quiero decir que,la desigualdad entre Estados Unidos y Europa que a través de la relación con China podría propiciar una situación de relativa calma económica durante el próximo año, podría a su vez ser la base para un mayor avance alemán sobre la eurozona. Esta situación podría ser el punto de partida de la combinación de una recesión mucho mayor en Europa y un eventual fortalecimiento de Alemania en la relación de fuerzas internacionales. Una situación tal plantearía un recrudecimiento de las tensiones entre Alemania y Estados Unidos como consecuencia (y esto es lo interesante), no de una gran agudización de la crisis, sino de una relativa calma económica que le permita a Alemania un avance parcial sobre su "patio trasero. 
Esto es correcto para mí. Yo le agregaría que lo que hace difícil la resolución de la contienda, es que tanto la estrategia Alemana, como la Yanqui, son de difícil imposición en “condiciones pacificas”. Al tratarse de problemas históricos, la resolución, para un lado o para el otro, significa objetivamente un aumento de las tensiones en las disputas interimperialistas.
Por otro lado, no parece para nada fácil seguir “pateándola para adelante”. Incluso este último escenario (seguir pateando para adelante la resolución de los problemas más históricos para evitar escenarios más catastróficos de la lucha de clases, o guerras) es (también) altamente inestable. Una suerte de “Japonizacion” de la economía mundial (aunque no en el sentido estricto del crecimiento casi nulo que tuvo este país en los noventa) sería problemática. En EI 25 decíamos: “…Para decirlo de otra manera, en el plano interno Japón optó por mantener la cohesión de su estructura política y social modernizada por arriba –con todos los límites que esto significa después de su derrota en la Segunda Guerra– y que la crisis no diera lugar a un avance en la lucha de clases, a costa de postergar su recuperación económica…” Aun optando por una sobrevida del actual esquema de división mundial del trabajo, y prefiriendo “mantener la cohesión de su estructura política y social modernizada por arriba” para evitar “avances en la lucha de clases”, el capitalismo sigue sin poder dar respuesta a sus problemas más históricos.
Quizás, uno de los principales obstáculos que el capitalismo tiene para permitirse (como mínimo) otra prolongación forzosa del actual tablero mundial, es que parecen complicadas las salidas de tinte reformista. Por mas rescates (incluso sincronizados) que se hayan hecho, el capitalismo no está en condiciones de articular políticas tipo New Deal (Tampoco parecen surgir por ahora líneas tipo capitalistas de estado). 

…Justamente por esto, el éxito del nuevo “New Deal” (…) no es simplemente algo “no seguro” sino imposible en las condiciones actuales, porque la Segunda Guerra Mundial y la destrucción masiva de fuerzas productivas a la que condujo no son un elemento entre otros, sino la clave para explicar las condiciones de posibilidad del boom de posguerra. En este sentido, la recuperación que comenzó a inicios de la década de 1980, a pesar de comprender la depresión de los salarios a nivel internacional y múltiples derrotas al movimiento de masas, y de que las sucesivas crisis oficiaron como “limpiezas” parciales de capital sobrante, no tuvo como sustento una destrucción de fuerzas productivas comparable a aquella de la Segunda Guerra Mundial sobre la cual se basó el boom posterior… (“En los límites de la restauración Burguesa”, EI 27).

A diferencia del momento que los EEUU sacaron el NEW DEAL, no estamos ahora en presencia de un Imperialismo en ascenso. Recordemos que Trotsky se refería a esa política, como una política “norteamericana por excelencia”, en el sentido de que es una línea que solo es posible para naciones muy ricas. Las respuestas keynesianas a la crisis (que en última instancia solo impiden que el capitalismo “sincere” su estado de salud actual) no solo ya se demostraron ineficientes, sino que parece tener poca base para reproducirlas a gran escala.

…En última instancia, una salida capitalista al empantanamiento actual, al “estado crónico de actividad inferior a la normal” sin “tendencia marcada ni hacia la recuperación ni hacia el hundimiento completo”, pero acompañado de convulsiones permanentes, requeriría al menos como precondición inicial, de una nueva destrucción masiva de capital con las infinitas penurias que ello conllevaría para los trabajadores y el movimiento de masas. Y también demandaría de alguna nación pujante como lo fue Estados Unidos hacia el final de los años ‘30, dispuesta a establecer su propio orden. Pero el concepto de guerra entre estados, como necesidad, es la negación de la idea de reforma. Y es esa negación la que alumbra a su vez la posibilidad de la subversión del orden existente o sea, la posibilidad de revolución. En la idea y en la práctica de la revolución, se encuentra la solución a la “paradoja keynesiana” y la respuesta a cómo lograr las “ventajas” de la guerra en el sentido de la planificación y la centralización de las fuerzas productivas, en condiciones de paz… (Nota de Paula Bach, EI 28)”.
Vale decir, sí la “paradoja keynesiana” es como lograr las “ventajas” de la guerra en el sentido de la planificación y la centralización de las fuerzas productivas, en condiciones de paz…”, la “paradoja Hayekiana” es como lograr las “ventajas” de la destrucción masiva de capitales, sin alterar las condiciones de paz.
Algunas consideraciones sobre la época
Al finalizar la primera guerra mundial, surgía inexorablemente una contradicción producto del resultado mismo de la conflagración mundial. Los principales ganadores no tendrían que haber sido quienes fueron, y los principales perdedores tampoco. Aquí pasó como en el futbol, los partidos no se ganan por merecimiento.
El economista marxista Isaac Joshua hace una buena síntesis sobre el período de entreguerras diciendo que la primera guerra mundial puso sobre el tapete los problemas de la época, y la segunda los resolvió. Nosotros podríamos hacer alguna analogía parecida, comparando los 2 últimos grandes “conflictos” (en este caso económicos) que tuvo el capitalismo de postguerra. Si la crisis de los setenta “se contentó con poner al día los problemas”, todavía  no hemos tenido ningún “episodio” que se encargue de resolverlos. Más bien la actual crisis, tiene mucha relación con la forma en la que se salió de la crisis de los setenta, y por ahora las fugas “hacia adelante” no hacen otra cosa que patear la “resolución principal”. La forma en la que el capitalismo organizó su tablero de ajedrez no va más, y hasta ahora por mas rescates que se hayan realizado, todo tendió a darle sobrevida a un esquema que está terminado o en crisis mortal (la relación de reciprocidad de USA-China, la alianza estratégica del eje Franco-Alemán, etc.).
La restauración burguesa le dio una sobrevida importante, pero no significó un “cambio de paradigma”. 
…En este sentido, si para finales de la década de 1820 se podía decir que si bien el absolutismo había conquistado una “sobrevida” tras la derrota de Napoleón esto no significó la regeneración de las condiciones que le dieron origen, hoy podemos decir algo muy parecido del capitalismo, que si bien la derrota del ascenso 1968-1981 (…) abrió el camino a la restauración otorgándole una sobrevida al capitalismo, éste ha sido incapaz de revertir sus condiciones históricas de declinación como sistema social... (En los límites de la “restauración burguesa”, EI 27).
Con la incorporación de China al complejo tablero de la economía mundial objetivamente el capitalismo utilizó una composición orgánica del capital más baja que le permitió una recuperación de la tasa de ganancia a nivel mundial (aunque hay varias visiones sobre que tanto se recuperó). El problema es que ni la crisis de los setenta ni la crisis actual han podido destruir los capitales que la situación ameritaba (según algunas cifras, la segunda guerra mundial destruyó casi un tercio del capital mundial) con lo cual la forma en la que operó la restauración burguesa no le permitió al capitalismo “revertir sus condiciones históricas de declinación como sistema social”. Quizás desde hace décadas el capitalismo presencia una subdestruccion de capitales cuasi crónica. Y hoy por hoy, lo que no va más (en términos históricos, no de coyuntura) es el relativo equilibrio que consiguió el capitalismo con la restauración “neoliberal”. Por todo eso, de generalizarse la “línea alemana” mas hayekiana estaríamos ante un intento más “serio” de atacar los problemas históricos del capitalismo, y de “postularse” definitivamente como la gran competidora al imperialismo yanqui, que hasta ahora más bien tuvo una línea “neokeynesiana” que, paradójicamente, conspira con llevar hasta el final una estrategia de resolución de los problemas más estructurales.
 
En un intercambio muy interesante entre Chipi y Chingo de julio de 2008, este último decía lo siguiente:

Pero incluso desde este ángulo las tendencias a la  ruptura del equilibrio neoliberal tiene un elemento nuevo que es el salto cualitativo en la decadencia hegemónica de EEUU, y la situación inédita históricamente de un cierto "vacio hegemónico" distinto a la lucha abierta por la hegemonía que caracterizo al periodo de entreguerras, pero tal vez igualmente peligrosa para la estabilidad capitalista. ¿A dónde irá la situación mundial con estas coordenadas económicas, políticas y geopolíticas? ¿Cómo se lograra un nuevo equilibrio capitalista  en estas circunstancias bastante complicadas para el capital, pero que cuenta a su favor como inercia del periodo anterior de años de dominación estalinista del movimiento obrero y la fragmentación neoliberal , con una fuerte crisis de subjetividad del proletariado y del marxismo al menos al inicio de la ruptura del equilibrio? Yo no sé pero creo que hay que prepararse para acontecimientos más históricos...
El “gran” problema del capitalismo Imperialista actual es que debe dar respuesta a un problema histórico, que hace a los cimientos mismos de su estructura. De no hacerlo, parece muy difícil que se pueda lograr “un nuevo equilibrio capitalista”. Esto no es para vaticinar guerras ni nada por el estilo; justamente un elemento estabilizante (no a largo plazo) a sido la desigualdad en los tiempos de la crisis, que le ha permitido cierto maneje de la misma a las elites burguesas mundiales. Ahora, “la situación inédita históricamente de un cierto "vacio hegemónico" empieza a transformarse, pues los principales países imperialistas, ya no solo manifiestan visiones estratégicas distintas, sino que empiezan a dar pasos concretos para llevarlas adelante (Alemania). De generalizarse eso (aun en una situación no catastrófica de la economía) podríamos presenciar un salto en las rivalidades interimperialistas, que empiecen a achicar las tijeras que existen entre la coyuntura de “relativa calma” y los problemas más históricos del capitalismo.  

lunes, 30 de enero de 2012

¿Marx o Keynes?

http://www.ips.org.ar/wp-content/uploads/2012/01/Marx.jpgLuego de una larga pausa, volvemos a postear. En esta ocasión, reposteamos un artículo que publicamos en el Blog de debates del IPS, "La crisis, cuatro años después. ¿Por qué es más bien Marx y no Keynes quien regresa?". Reflexiones disparadas a raíz de varias expresiones de crisis ideológica en los grandes medios de la prensa económica mundial. Invitamos a leerla.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Cumbre de Bruselas: Alemania impone nuevas condiciones



El sábado 10/12 estuvimos en el programa radial Pateando el tablero comentando los puntos centrales del acuerdo alcanzado en la cumbre, las perspectivas que traza y las consecuencias que traerá para los trabajadores en los países europeos. Invitamos a escucharlo aquí.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Crisis económica internacional y las nuevas medidas del gobierno K


Hoy en Pateando el tablero, estuvimos realizando un análisis sobre la crisis económica mundial en el marco de la cumbre Europea de la semana pasada y la reunión del G20. Cristina Fernandez, la denuncia contra el "anarco-capitalismo", discurso y realidad. Las nuevas medidas del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner para enfrentar la fuga de dólares y la situación fiscal.

Invitamos a escucharlo aquí.

jueves, 13 de octubre de 2011

El catastrofismo en debate

http://a21.idata.over-blog.com/600x439/1/21/63/43/D-cima-Fase/crisis_mundial.jpg



Leemos en PO 1198:

[...] queremos abrir el debate al interior del partido en dos aspectos fundamentales. En primer lugar, consideramos que hay cuestiones de método que deben refinarse para poder dar el debate con los trabajadores de manera correcta: ninguno de los dos artículos mencionados cita datos duros que respalden las afirmaciones y, en cambio, recurren a comentarios extraídos de la prensa burguesa. En particular, el editorial de Roveri cita un informe de Delphos, una consultora de importancia marginal y de fuerte filiación macrista. Recordemos que las consultoras cobran suculentas sumas por decir lo que a sus clientes les gusta escuchar; en ese sentido, no es de sorprender que en los informes de Equis (la consultora del oficialista Artemio López) todo ande bien, mientras que lo contrario ocurre en los informes de Delphos. Ninguna de estas fuentes puede ser tomada en serio a la hora de construir una posición política independiente del lado de los trabajadores. Por otro lado, entendemos que existen ciertos errores en el análisis económico que llevan adelante estos artículos. En particular, no consideramos que el problema del drenaje de reservas tenga la importancia que se le asigna. Para entender esto, recordemos que Argentina es uno de los países con mayor cociente de reservas/producto en el mundo.
El editorial de Altamira apunta a señalar que, descontados los pasivos del BCRA, este stock de reservas ya no sería tan alto; sin embargo, debemos recordar que esos pasivos tienen fechas de vencimiento variables, mientras que las reservas son un stock líquido. Un principio básico de las finanzas obliga a contabilizar cada deuda a valor presente; es decir, títulos que vencen dentro de años no pueden ser medidos a valor nominal y simplemente restados de los activos. En términos generales, entendemos que Argentina está hoy muy lejos de una crisis de balance de pagos. Ocho años consecutivos de superávit comercial (hecho inédito en la historia argentina) convierten a ese escenario en algo lejano y poco factible. Al menos dos docenas de países deberían sufrir esa crisis mucho antes que Argentina.
Consideramos que la perspectiva política marcada por ambos editoriales es correcta: el "modelo" no traerá otra cosa que ataques contra la clase obrera en 2012, bajo la forma de tarifazos, congelamiento salarial en términos reales, inflación y despidos. Pero el problema pertenece a la esfera real de la economía mucho más que a la esfera monetaria. 

Justamente, a desarrollar el impacto que empieza a tener la crisis sobre todo en la esfera real -aunque tampoco puede desdeñarse el impacto de la fuga de capitales y el achicamiento del superávit comercial, que reactúa en la esfera real por los efectos que puede tener en la política monetaria y la situación fiscal una escasez de dólares- nos dedicamos en el artículo publicado en "“Modelo” para afuera, ¿ajuste para adentro?", publicado hoy en LVO nº 448.
Nos parece auspicioso que comience a generarse este debate en las filas del PO. Resulta también intereante la exigencia de "datos duros" en vez de citar a consultoras interesadas -aunque no nos parece que lo que éstas dicen no pueda resultar en muchas ocasiones ilustrativo. Hace tiempo desde el PTS venimos discutiendo con este enfoque (ver por ejemplo “Entre el escepticismo y la catástrofe inminente”, en Lucha de Clases Nro. 7 y “Gradualismo y Catastrofismo”, en Lucha de Clases Nro. 8), que reemplaza el análisis concreto de la crisis (tanto nacional como internacional) por la definición abstracta de su carácter catastrófico (cosa que no está ni estuvo nunca en discusión como se puede ver en los artículos que linkeamos, pero no deja de exigirnos la necesidad delinear las instancias que atraviesa la crisis), que lleva una (in)definición igualmente abstracta de las tareas y desafíos que nos plantea una crisis de magnitudes históricas.

domingo, 21 de agosto de 2011

América Latina frente a la crisis internacional ¿blindados con el UNASUR?

El agravamiento de la crisis internacional está generando un cambio en el ánimo imperante en los gobiernos de la región. Hasta hace un tiempo, la consideración parecía ser que la crisis era eminentemente una crisis de los capitalismos avanzados y su modelo neoliberal, pero que el impacto a los “emergentes” sería limitado. La expectativa de fondo era –y sigue siendo- que la creciente demanda asiática de alimentos es un aspecto estructural sólido que no será arrastrado por la crisis (lo mismo que los altos precios). El ascenso de los emergentes, es decir de América Latina y los países asiáticos profundizando sus flujos comerciales y de inversiones, no sería golpeado por la crisis.

En las últimas semanas ese panorama se puso un poco más brumoso. En pequeña escala, se vio durante los días de la crisis una caída de los formidables precios de las materias primas. En la reunión de presidentes de la UNASUR el colombiano Santos planteó el problema de qué sucedería con los dólares que tiene la región como reservas si se deprecia el dólar, a la vez que alertó contra las consecuencias que viene teniendo el masivo ingreso de capitales, y lo que podría ocurrir si el flujo se revirtiera rápidamente. En la reunión técnica que se realizó hace una semana entre los ministros de la región, definieron la ampliación del Fondo Latinoamericano de Reservas (que por el momento integran Bolivia, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Perú, Uruguay y Venezuela). Este fondo permitiría proveer fondos a países que afronten dificultades por el lado externo. También se discutió la eliminación del dólar del comercio regional (algo que aplican con escaso éxito Argentina y Brasil), el el fomento de los intercambios entre los países miembros y el apoyo a las instituciones de crédito sudamericanas, como la Corporación Andina de Fomento y el nunca concretado Banco del Sur.

¿Blindaje de los “emergentes”?
La reunión de los últimos días en la UNASUR muestra que los gobiernos se preparan para recibir impactos por el lado financiero. Los esperan meno por el lado del comercio externo, especialmente de commodities. Por eso se ha discutido centralmente como articular políticas activas para que la región pueda blindarse de la crisis.
Estamos ante medidas defensivas, que mantienen de fondo la ilusión de que nos salvamos de la mano de China. En esta esperanza se unen a los nostálgicos de la época dorada de las exportaciones agrarias a Inglaterra a comienzos del siglo XX, con los neodesarrollistas que aspiran a continuar y ampliar la apropiación de esas rentas para realizar inversiones y políticas de demanda. Sólo los divide que hacer con los dólares del comercio exterior. Empresarios locales expresan la misma fe. Como dice una nota del diario La nación “Eduardo Eurnekian, por caso, suele entusiasmarse en privado con que el futuro será de los países emergentes por razones estructurales: el mundo desarrollado llegó a un techo y no crecerá más hasta que no se descubran nuevas tecnologías, dice. China, India, Vietnam, Indonesia y América latina, en cambio, traccionarán al planeta durante los próximos años”.
Este optimismo a contramano de las penurias europeas y norteamericanas, pasa por alto la severa corrosión que vienen sufriendo las bases del crecimiento asiático. Por mucho que han aumentado los vínculos económicos Sur-Sur, la economía que ha empezado a cargar sobre sus espaldas el crecimiento mundial, China, no ha dejado atrás su esquema de crecimiento apoyado en exportaciones. No hay plan de hacerlo en lo inmediato, e incluso el plan de aumentar la proporción del consumo en relación al PBI en 5 puntos parece voluntarista. Lo mismo puede decirse de muchas otras economías asiáticas. El dinamismo de su crecimiento exportador se recostaba sobre el consumo norteamericano en base a endeudamiento, cosa que no veremos resurgir el lo inmediato. Aunque la demanda norteamericana recuperó gran parte de lo perdido durante la crisis, no estamos ante una perspectiva de que siga jugando el rol que tuvo hasta 2007 de dinamizador del crecimiento mundial. Sin ese apoyo, no está claro por el momento cómo sostendrán su crecimiento en el mediano y largo plazo las economías que más vienen creciendo. Alemania, la economía que entre los países más desarrollados aparece más sólida, no puede reemplazarla (si es que no se ve arrastrada por la crisis en Europa), ya que ella misma también es fuertemente dependiente de las exportaciones. Por eso, no está muy claro dónde seguirán colocando sus exportaciones. No por casualidad, hemos visto cómo desde 2008 se aceleró el esfuerzo de China por acceder a nuevos mercados. Esto no debería pasar desapercibido: aunque las ventas a China siguen creciendo para la región, y el país asiático encabeza el ranking de los destinos de exportaciones de la región, mucho más viene aumentando el volumen y valor de las ventas Chinas en los países de la región. Es una fuente de dólares, pero también un destino hacia el cuál fluyen. El balance está cada vez más cerca de la zona de déficit, o ya está allí para algunos países latinoamericanos. Y lo que debería ser más preocupante para los países de la región, es que esta avanzada exportadora en la región, por mucho que deteriore los balances externos de los países latinoamericanos, difícilmente permita reemplazar la demanda de EEUU, y por lo tanto es muy probable que vaya acompañada de una desaceleración del crecimiento de China, y por lo tanto de su demanda de alimentos.

¿Nueva época de autonomía regional?
Algunos sectores políticos e intelectuales afines a los gobiernos de la región recurren al paralelismo entre la crisis actual y la otra crisis histórica global, la de los años '30, para plantear que la debacle definitiva de la ideología neoliberal y su decálogo del Concenso de Washington, sería la oportunidad para hacer finalmente lo que según esta visión se inició pero no se pudo concluir durante la última década: profundizar el desarrollo local mediante una profundización del mercado interno vía redistribución a los sectores populares.
¿Puede plantearse en el marco de la actual crisis histórica un curso semejante, que no se dio durante los años más prósperos de la última década? Son varias las condiciones que sugieren que la respuesta a esta pregunta es que tal perspectiva es bastante improbable. Entre otras:
-venimos de un cierto agotamiento de un ciclo de gobiernos con rasgos "nacionalistas", más retóricos que reales, pero que tomaron alguna distancia del pleno alineamiento imperialista que se impuso durante el imperio indisputado Concenso de Washington. Su posición relativamente autónoma se apoyó en la bonanza que tuvo la economía mundial: altos precios de granos e hidrocarburos, fuerte crecimiento de la demanda de los mismos, bajas tasas de interés, y flujos de capitales para varios países. Luego de una década con condiciones extraordinarias están no han sido aprovechadas para generar cambios significativos en la estructura económica. El único aspecto significativo que muestra un cambio en la situación es que la región redujo su endeudamiento externo, y en muchos casos la deuda pública. Esto ha sido así en el conjunto de la región, y no específicamente en algunos países. En vez de decretar el no pago de las mismas, se pagó generosamente, y a esto se sumaron las remesas de utilidades y otras transferencias, para concretar una década de generosos aportes de recursos de los países latinoamericanos al resto del mundo, que podrían haberse volcado a resolver los profundos problemas de infraestructura social y encarar el desarrollo en importantes áreas relegadas. La posibilidad de aprovechar hoy la crisis para seguir un curso de mayor autonomía dando mayor peso al mercado interno, aplicando incentivos sectoriales y medidas similares, está puesta en duda porque los gobiernos de la región que vienen aplicando algunas medidas económicas de tipo más intervencionista están entre los más sensibles a los trastornos que puedan ocasionar un fuerte deterioro en la situación internacional. Podría creerse que los países que han tenido una política de mayor apertura al capital externo y menos intervencionista –como Brasil– son los más comprometidos, ya que están viendo cómo las medidas tomadas para enfrentar la crisis en los países del norte están generando flujos de capitales que sobrevalúan sus monedas y generan incluso algunas burbujas. Sin embargo, esto no es necesariamente así. Argentina y Venezuela, por ejemplo con la inflación creciente y los problemas fiscales -disimulados por la propia inflación. Esto viene siendo contenido por la continuidad de algunas de las condiciones extraordinarias que acompañaron el crecimiento "a base de burbujas" de la última década, y que se mantuvieron, aún profundizadas, durante el primer tiempo pos crisis. También ayuda para países como la Argentina que las medidas monetarias en EEUU hayan apreciado algunas monedas en relación al dólar, mientras que el peso tiene una paridad casi fija. Aunque la crisis viene golpeando distinto, y para algunos países pesan más los aspectos en los que las condiciones siguieron siendo favorables mientras que para otros los efectos son más combinados, lo cierto es que incluso para estos últimos la situación del comercio exterior favorable sigue siendo un colchón para manejar los desequilibrios. Aquí, pensando las analogías, tenemos que pensar en un probable escenario 74-75, donde la disparada de precios pueda ser seguida por una fuerte caída. Esto pasó también en 2008, pero se revirtió al año siguiente. La diferencia entre 2008 y la actualidad, es que la mayoría de los países de la región han perdido capacidad de ajuste (gastando parte de los “colchones” fiscales y de los dólares logrados durante 2002-2007). Si las economías con mayor apertura están expuestas a las consecuencias que puede tener una abrupta reversión en los flujos de capitales, y también lo están si se mantiene ese flujo por los efectos recesivos que puede ocasionar la sobrevaluación de la moneda, los problemas que se han ido acumulando sin atinar a resolverlos, también las economías caracterizadas por un mayor intervencionismo han perdido capacidad de reacción ante un cambio abrupto en las condiciones internacionales. Difícil en este contexto capitalizar una nueva profundización de la crisis, cuando lo que se impondrá más bien es contener los trastornos que la misma podría ocasionar.
- Una segunda cuestión que pone límites a una perspectiva más autónoma, es que la burguesía mercado internista, al igual que en la década del '30, es raquítica en relación a los sectores burgueses exportadores de materias primas y el capital imperialista asociado a ellos. Incluso gran parte de la misma son multinacionales industriales, también dedicados a la exportación  en muchos casos. Estas últimas están a lo sumo interesadas en algunos nichos de  mercado regional pero no en aumentar significativamente sus inversiones en la región. Lo que, utilizando la terminología de algunos investigadores podríamos denominar la “cúpula industrial” de los países latinoamericanos, que incluye aparte de capitales extranjeros muchas multilatinas afincadas en varios países de la región (con preponderancia de capitales de México y Brasil) se basa en la exportación a otros países de la región, pero también de Europa y Asia. Se enfoca en algunos segmentos de consumidores medios y altos, y en ninguna medida acompañaría un cambio marcado en los patrones distributivos marcadamente regresivos, que más allá de la retórica y de algunas concesiones no se alteró en la última década. En ese sentido, la base para un proyecto de desarrollo más apoyado en el mercado interno como respuesta a la crisis mundial se muestra más acotada en el contexto actual.
- La economía mundial está mucho más interconectada. La crisis actual se ha mostrado como mundial en un sentido en el que no podía serlo la crisis del '30. A diferencia de lo que fueron las crisis de deuda y de balance de pagos que se dieron entre los '80 y comienzos del siglo XXI, la “Gran Recesión” no se caracterizó por una propagación exclusivamente financiera, sino que también golpeó severamente el comercio global, y por lo tanto afectó la producción y el empleo en todo el mundo. Lo mismo puede decirse de los mecanismos puestos en juego para enfrentar la crisis. Para que nos demos una idea, un sólo paquete de estímulo de los lanzados por EEUU fue equivalente al doble de la economía argentina. Una magnitud algo menor a esta tuvo el programa de estímulo monetario QE2. Estamos considerando sólo las medidas tomadas por EEUU. Pensemos que esto se amplifica en Europa y en Asia. Magnitudes igualmente astronómicas tienen los ajustes que en Europa y EEUU se están discutiendo para hacer frente a los problemas fiscales. No es casual entonces que estas políticas generen enormes desequilibrios y burbujas en varios países de los que más vienen creciendo por 2008, como China y Brasil. No hay proporción entre el impacto global de las medidas tomadas por las economías más fuertes, y la capacidad de “blindarse” que tienen los países latinoamericanos. Contradictoriamente, son algunos de los países que por su envergadura aparecen como más fuertes (como China y Brasil) algunos de los más afectados y "desequilibrados" por las medidas tomadas por las naciones afectadas por la crisis. Entre otras cosas porque su fortaleza y crecimiento ha permitido oportunidades de rentabilidad imposibles de hallar en otros países. Esto ha generado enormes problemas para la política económica, frente a los cuáles han intentado distintas series de iniciativas, la última de las cuáles fue la reunión de UNASUR.
- Por último, debemos señalar que uno de los principales blindajes que tienen los estados  latinoamericanos para hacer frente a la situación inestable de la economía mundial, son las reservas obtenidas del comercio exterior. A diferencia de lo que ocurría parcialmente en los '30, hoy las reservas monetarias en mercancía dineraria (oro, plata) son casi inexistentes, y la mayoría de las mismas están conformadas por dólares. La magnitud del “blindaje”, depende en gran medida de que EEUU evite un escenario crítico que hoy empieza a estar cada vez más planteado, como es la corrida sobre el dólar, aunque su materialización siga siendo bastante improblable por el momento. 

Ni “oportunidades históricas” ni blindajes que desacoplen de las turbulencias globales
Con la amenaza de un default europeo sobrevolando en el horizontes próximo, la ilusión de un desacople de las economías latinoamericanas es muy difícil de sostener. Incluso Página/12, siempre dispuesto a festejar el mal pasar de las economías del norte dando muestras de una buena dosis de provincianismo, destila hoy preocupación por las consecuencias que puede traer el clima de fin de época para el ordenamiento económico global. Como se vio a fines de 2008, un escenario de bancarrota en Europa o una fuerte corrida sobre el dólar y la deuda norteamericana, con efectos globales similares a los que tuvo la caída de Lehman Brothers, no permiten esperar ningún desacople.
Sin embargo, aún si este escenario no se produce, las economías de la región seguirán mostrando crecientes dificultades. El mejor escenario para las burguesías latinoamericanas es que la ominosa perspectiva de las economías europeas y EEUU siga siendo parcialmente compensada por el crecimiento de China, y que esta última economía no se vea arrastrada en la vorágine ni se agudicen los problemas internos que su economía ya está atravesando. Si se da este escenario benévolo, cada vez más improbable, de todos modos irá acompañado de efectos ambivalentes causados por las medidas tomadas en el norte para afrontar la crisis. La disparada de precios de los commodities puede mantenerse, agravando los problemas inflacionarios en distintos países, pero también puede transformarse en una fuerte caída y generar problemas en el balance externo para varios países. También puede suceder lo mismo con los flujos de capitales. Pueden acelerarse, generando los problemas de sobrevaluación de algunas monedas regionales y la existencia de burbujas inmobiliarias, o pueden revertirse abruptamente, generando problemas crediticios en algunos países donde esta entrada de dólares ha sido la base para crear booms de consumo. Estos efectos externos  se articularán también con los distintos problemas que ya muestran las economías de la región, generando a la vez distintas tensiones regionales, como las que están viviendo Argentina y Brasil.
¿Qué implica esto? Que lo que no permitieron los años de bonanza de la década pasada, mucho menos podrá darse ahora, aún si sigue habiendo una situación que no se vuelve inmanejable. La inflación, el efecto desestabilizador de la suba de capitales, las tendencias al desbalance del comercio externo (especialmente por el factor China) son algunos de los aspectos que están planteando la necesidad de algunos ajustes, en el marco de los cuáles es difícil proponer cualquier plan industrialista ni nada por el estilo. Si durante los mejores años de la década, con rentabilidades récord, la acumulación de capital se mantuvo retraída y más bien la región aportó capitales al resto del mundo, más improbable se ve ahora la promesa de medidas para un desarrollo integrado de la región, del tipo de las declaradas en las reunión de  UNASUR. Aún en el caso de medidas como las de Brasil anunciadas hace algunas semanas, estas tienen un carácter defensivo ante la sobrevaluación de la moneda, y apuntan a resolverlo sin tocar la moneda ni afectar los intereses del sector financiero. Además, tienen un sesgo clásicamente ortodoxo, recordando a las tomadas por Cavallo en la década del '90 para afrontar el mismo problema en la Argentina.
Frente a los desequilibrios mencionados, y la discusión de las medidas para enfrentarlos, se vuelve cada vez más difícil articular las necesidades de los distintos sectores de la burguesía, y sobre todo mantener las expectativas de mejoras de las masas obreras y populares. Se plantea una perspectiva de mayores pujas entre distintos sectores burgueses y de mayor lucha de clases, aun en el escenario menos crítico.
Las desigualdades estructurales, en el crecimiento y en los desequilibrios acumulados generan enormes vallas a cualquier respuesta coordinada de la región ante la agudización de la crisis, más allá de las declaraciones de buenas intenciones realizadas en las cumbres de la Unasur. Aunque el futuro pueda mantener o aun mejorar uno de los polos de estas condiciones –la demanda estructuralemente más alta de granos y otras commodities– difícilmente se mantengan los precios actuales, y aunque pueda haber nuevas inyecciones de liquidez que creen condiciones similares a las del crédito barato que acompañó la última década, todo sugiere que irán acompañadas de mayores efectos “traumáticos” sobre los precios. Si los “logros” que tienen para mostrar los países de la región no se condicen con la retórica, será difícil siquiera mantenerlos en la situación inestable que plantea aún el mejor de los escenarios previsto para la coyuntura, que es que puedan contenerse las contradicciones más explosivas por el transcurso de entre uno y dos años.
El desarrollo de una alternativa política independiente de los trabajadores, es urgente contra los preparativos de las burguesías para descargar sobre nuestras espaldas los efectos de la crisis. Para evitar es necesario imponer un programa obrero y socialista de respuesta a la crisis, que tome medidas contra el imperialismo e imponga el monopolio estatal del comercio exterior y la nacionalización y control por parte de la clase trabajadora de los principales resortes de las economías de la región.