lunes, 30 de junio de 2008

Revista lucha de clases nº 8

Este nuevo número de lucha de clases llega mientras continúa el Conflicto entre el gobierno kirchnerista y la “patria sojera”. El lockout agrario desencadenó la crisis nacional más importante de los últimos años. El enfrentamiento entre las clases dominantes aparece dividiendo en dos la escena política nacional. Pero esos dos “campos” capitalistas no son los nuestros. Mientras las penas del conflicto recaen sobre los trabajadores y el pueblo, los beneficios en disputa nos son ajenos.

La sección nacional está destinada al análisis y el debate de la crisis para aportar las claves para entender este giro brusco en la situación política. En “gobierno vs. Patria sojera: ‘campos’ que no son nuestros”, Christian Castillo analiza las causas más profundas de la crisis abierta: las transformaciones en la estructura social y productiva del campo argentino y su mayor importancia producto de los precios internacionales de los alimentos.

Da cuenta de los síntomas de agotamiento que sufre el esquema económico con tintes “neodesarrollistas” del kirchnerismo, así como de las consecuencias políticas de la crisis, las divisiones entre las clases dominantes, los distintos proyectos políticos, los importantes debates en la izquierda y la situación de la clase trabajadora.

En “el salario relativo en la Argentina de la devaluación” Paula Bach presenta una profunda investigación que demuestra cómo el crecimiento económico, una de las principales “banderas” del kirchnerismo, ha sido acompañado por el aumento de los niveles de explotación de los trabajadores.

Entre la intelectualidad, la crisis generó múltiples polémicas. Un heterogéneo sector de intelectuales se agrupó en el “Espacio Carta Abierta” alineándose detrás del gobierno. Contra el intento de presentar públicamente al campo intelectual bajo el redil gubernamental, surgió la declaración “Ni con el gobierno, ni con las entidades patronales del ‘campo’” que publicamos en este número.

En “El ‘Ser’ de la intelectualidad K. Apóstoles y monaguillos del ‘nuevo conformismo’”, desentrañamos los fundamentos que esgrimen los sectores más entusiastas de la intelectualidad oficialista, como Nicolás Casullo, Horacio González, Ricardo Forster, entre otros, y debatimos también con quienes, como José Pablo Feinmann o Eduardo Grüner, justifican su ubicación en el campo gubernamental a través de la aceptación resignada de “lo que hay” como la única alternativa posible.

En la sección “Movimiento Obrero” publicamos: “Rebeldía fabril. Lucha y organización de los obreros de FATE” de Paula Varela, “Hoy la fábrica es como un mundo nuevo, surgen jóvenes que se vuelven militantes de sus derechos”, entrevista a trabajadores de Zona Norte (delegados de Terrabusi, ex Atlántida, laboratorio Fressenius y Pepsico Snacks) realizada por Adriana Collado y Paula Varela, y “¡Jamás esclavos! La lucha de los trabajadores de Mafissa”, entrevista de Laura Meyer a uno de sus protagonistas. Aquí presentamos distintas experiencias de lucha y organización de nuevos sectores de la clase trabajadora que, aunque soslayados por los grandes medios de comunicación, constituyen el comienzo de nueva militancia obrera en algunas de las mayores concentraciones industriales del país.

En la sección de teoría marxista publicamos el trabajo “Dialéctica e historia. El marxismo de Walter Benjamin”, que aborda desde una visión crítica estos dos conceptos centrales de la obra de Benjamin en el marco de las distintas posiciones y valoraciones que diversos autores han dado a sus aportes al marxismo, especialmente alrededor de sus tesis “Sobre el concepto de la historia”. Agregamos una reseña del libro de Erdmut Wizisla, Benjamin y Brecht. Historia de una amistad, que en el contexto de esta relación aporta más elementos al contexto histórico y las discusiones sobre las concepciones de Benjamin.

La sección de polémicas comienza con “Gradualismo y catastrofismo”. Allí los autores responden a las críticas de Pablo Rieznik y Claudio Katz al debate, iniciado el año pasado, sobre la naturaleza e importancia de las crisis económicas del capitalismo y la vigencia de la caracterización de la época como de “crisis, guerras y revoluciones” de gran relevancia y actualidad para la estrategia revolucionaria.

En “La revolución diplomatizada. Crítica de la concepción estratégica y política de los ‘gramscianos argentinos’”, Juan Dal Maso aborda críticamente las hipótesis estratégicas del revolucionario Antonio Gramsci y el derrotero de la apropiación “gradualista” realizada por José Aricó y Juan Carlos Portantiero, animadores principales del grupo Pasado y Presente y experiencia central a la hora de pensar el itinerario de la obra de Gramsci en América Latina.

Con motivo de los pasados 90 años de la Revolución Rusa se abrieron muchas polémicas históricas y debates estratégicos. En “Un mal prólogo para el mejor libro de historia y las ideas de Eduardo Sartelli”, Eduardo Castilla y Jonatan Ros critican la “astucia” editorial de publicar un libro de León Trotsky y al mismo tiempo prologarlo para dar por finalizado todo su horizonte estratégico en pos de un criterio burdamente pragmático.

miércoles, 11 de junio de 2008

Retenciones y especulación financiera


http://pts.org.ar/IMG/rubon2264.jpg
Emiliano Trotta

El sostenido aumento de los precios internacionales de los alimentos, que está derivando en una crisis alimentaria, esta causando cada vez más preocupación.

Es que al menos desde 2006 los precios internacionales de las materias primas como los granos se han más que duplicado (128% el maíz, 163% el trigo, 98% la soja) por distintas causas, entre ellas, el incremento de la demanda de países como China y la creciente producción de biodisel (cuya producción se multiplicó por once entre 2000-2007 y se descuenta que seguirá aumentando), pero también por la especulación financiera alimentada por la debilidad del dólar y el desinfle de la burbuja inmobiliaria. En los últimos nueve meses de 2007 el volumen de capital de fondos de inversión europeos orientados al mercado de granos se quintuplicó, y se multiplicó por siete en el caso de los fondos de inversión estadounidenses.

Un informe de la OCDE y la FAO asegura que los cereales podrían subir entre un 60% y un 80% durante la próxima década.

De este modo, la especulación financiera sobre los precios de los granos con instrumentos como los “futuros” se ha convertido en un negocio asegurado.

El mercado de Futuros es aquel en el cual se transan contratos en los cuales las partes se comprometen a comprar o vender en el futuro un determinado bien (por ejemplo, granos), definiendo en el presente la cantidad, el precio y la fecha de vencimiento de la operación.

Por ejemplo, si usted compra “futuros” de soja en junio con vencimiento en agosto, a un precio de $1000 significa que se compromete a recibir una cantidad predefinida de ese producto en la fecha de vencimiento pautada, por la cual deberá pagar $1000. Si en agosto el precio de la soja sube a $1300, obtendrá una ganancia bruta de $300. Por eso además de los productores, hay muchos especuladores que no ven jamás una bolsa de trigo, maíz o soja, sino que son poseedores virtuales de los mismos.

En Argentina se negocia en el mercado de futuros entre un 15% y 20% de la producción de commodities. Estas transacciones se realizan en el mercado a término de Rosario (ROFEX) y en el de Buenos Aires (MATba). Los “futuros” funcionan no sólo como palancas crediticias para los grandes productores, sino también como espectaculares nichos de valorización financiera para apuntalar sus ganancias.

Uno de los reclamos de los que se hace eco la burguesía rural es que las retenciones móviles plantean liquidar el mercado de “futuros. Las recientes medidas anunciadas por el gobierno, tienen por objeto reestablecer dichos mercados a futuro a la vez que mantiene intacto el poder de especulación sobre el precio de los alimentos de los grandes productores que acopian millones de toneladas de granos para hacer subir los precios y así abultar sus márgenes de ganancias a costa de los trabajadores.

Distribución del ingreso sí… ¿pero para quiénes?

Juan R. González

En el actual conflicto agrario están en juego alrededor de 1.500 millones de dólares de la fabulosa renta agraria. Estos millones extras no van a ir a mejorar el sistema de salud que se hunde, ni a la educación estatal en crisis ni a mejorar los servicios públicos que utiliza el pueblo trabajador, ni a jubilaciones ni salarios. Lejos de aplicar un supuesto esquema redistribucionista en favor de las mayorías populares, el gobierno usa la extraordinaria recaudación (el llamado superávit fiscal, del cuál las retenciones son sólo una parte), para favorecer a los distintos sectores burgueses con todo tipo de subsidios directos e indirectos, incluidos los del “campo” que hoy protagonizan el lock out.

Veamos algunos datos. En 2007 “se distribuyeron subsidios a empresas privadas y públicas por 14.626 millones de pesos, un 125% más que en 2006. De allí, 9.293 millones fueron para el sistema energético, 4.219 millones al transporte de pasajeros y cargas y 1.181 millones a la agroindustria”1. Este año los subsidios seguirán batiendo récords, ya que según el presupuesto oficial 2008, “con un gasto total de $ 161.486,5 millones, $ 25.000 millones serán asignados como transferencias privadas, o sea, como subsidios”2. Esta cifra de por sí impactante, seguramente será aún mayor gracias a las partidas presupuestarias extraordinarias. A estos subsidios “explícitos” hay que agregarles aquellos “implícitos”, como las exenciones impositivas por las que se dejan de recaudar millones.

En el transporte, durante enero de 2008, y a pesar del aumento de tarifas aplicado por el gobierno, el estado repartió 327 millones de pesos, un 307% más que el año anterior. La industria automotriz no es ajena a este fenómeno. El gobierno encontró rápido adonde destinar 700 millones que antes iban al reintegro del IVA a las tarjetas de crédito: “una parte sustancial de ese monto se destinará a subsidiar a las terminales automotrices”3. Las cosas no difieren en el campo: “Ya existe un sistema de compensaciones para el trigo y otros cereales, la carne y la leche (…) y a través de ella el Estado lleva gastados 1.525 millones de pesos”4, de los cuales la mitad se los llevan las 5 principales empresas del complejo agroindustrial, como Aceitera General Deheza.

Como vemos, todos los sectores burgueses, desde la industria y los servicios, pasando por la agroindustria y el “campo”, son beneficiarios directos de esta “redistribución del ingreso” kirchnerista. Y aunque los subsidios son sólo uno de los aspectos del actual esquema que favorece a la burguesía en su conjunto, es una muestra más de porque los trabajadores no deben tomar partido por ninguno de los bandos capitalistas en pugna.

Está claro que en la actual puja por las retenciones, si éstas quedan para los empresarios rurales será para aumentar sus ganancias, y si van al estado serán usadas en gran parte para subsidiar a los empresarios que mantienen los bajos salarios y el trabajo en negro, además de hacer caja para afrontar los pagos de la deuda externa.

1 “Subsidios: una enorme caja donde sólo manda el poder”, Clarín, 08/04/08.

2 “Subsidios poco transparentes”, Clarín, 23/09/07.

3 “Subsidio a automotrices con plata de las tarjetas”, Página 12, 04/01/08.

4 “Subsidios: una …”, op. cit.

Grandes agrolimentarias y exportadoras

En todos los “eslabones de la cadena”

Pablo Anino


Las agroindustrias desarrollan actividades en parte en el “campo” y en parte en la industria, su unidad da cuenta de la integración del proceso de elaboración que va desde los productos primarios, en tierras propias o arrendadas, hasta el procesamiento de parte de éstos y su destino al mercado interno o a la exportación.

Incluso, llegan a integrar la producción de mercancías no alimenticias. Así, se apropian de una cuota de la plusvalía general tanto a través de ganancias por su actividad como capitalistas industriales y comercializadores, como de renta agraria en tanto terratenientes. Contra la falsa polarización entre terratenientes e industriales, o entre “burguesía nacional” y capital trasnacional, en este segmento de la producción todos están fuertemente entrelazados a través de la participación en negocios comunes y la propiedad compartida de parte de la infraestructura productiva. Toda diferenciación de funciones desaparece y los terratenientes, sociedades agropecuarias, industriales y exportadores se presentan como uno solo.

Si bien las agroindustrias son preponderantes en la economía de gran parte de las provincias no pampeanas, por su escala, integración productiva, inserción internacional y concentración de capital, las agroindustrias de la pampa húmeda, en particular las de granos y oleaginosas, adquieren una gran relevancia nacional. Las principales empresas integran la cadena productiva a través de la propiedad de una gran parte de la capacidad de almacenaje (granos y aceites) y de la mayoría de las fábricas de aceites y subproductos. Controlan el transporte de las mercancías a través de concesiones ferroviarias, camiones propios o tercerización. Las exportadoras se constituyen en el vínculo con la cadena a nivel mundial a través del efectivo control del comercio exterior que establecen sobre granos, aceites y los subproductos de cereales y oleaginosas, operando la gran mayoría de los puertos, como concesionarios o propietarios. Los actores clave en este “mundo” controlan una parte importante del comercio exterior del país, éstos son Cargill, Bunge, AGD, Vicentín, Dreyfus, Molinos y Nidera (ver gráfico).

Las agroindustrias explican el 27% del valor agregado por la industria (ponderación del Estimador Mensual Industrial para el año 2004), siendo el procesamiento de alimentos y bebidas el principal bloque industrial superando, incluso, a la industria automotriz. Su importancia se expresa en los 30 mil millones de dólares que obtienen por la exportación de manufacturas agroindustriales y de productos primarios, en la mayoría de los casos efectuadas por las mismas empresas, que se ubicó en el 54% del total vendido al exterior en el año 2007 (1).

Las agroindustrias obtienen un beneficio extra por el reducido valor de la fuerza de trabajo que contratan. Venden a precios internacionales sus productos, pero sus costos salariales están “desacoplados” del mercado mundial. Según el INDEC los costos salariales de los trabajos registrados del sector se encuentran en un promedio mensual de $2.270, con mínimos que alcanzan los $983 en la producción de hortalizas, legumbres, flores y plantas ornamentales. La masa salarial de unos 850.000 trabajadores registrados en la producción primaria y agroindustrial la pagan con sólo un 29% de las exportaciones realizadas.

Otro beneficio es que parte de las retenciones es remitida nuevamente a la agroindustria mediante subsidios del Estado. Además, dependiendo de las condiciones mundiales de demanda, pueden configurar la proporción de las mercancías que elaboran en función de maximizar ganancias eliminando parcialmente los efectos de las retenciones. Cabe agregar que como por la exportación de, por ejemplo, aceites de soja, las retenciones son sustancialmente menores que para la exportación de granos de misma especie, las aceiteras se ahorran de pagar la diferencia que deberían desembolsar si exportaran el grano en bruto. Este mecanismo adquiere, como señalan algunos autores, la forma de un subsidio encubierto.

La impresionante concentración de capital permite a las grandes empresas agroindustriales, terratenientes, sociedades agropecuarias y exportadoras imponer la eliminación progresiva de productores pequeños y medianos en la región de la pampa húmeda o su traspaso a rentistas. Mucho más avanzó sobre los campesinos que en la “periferia” de la frontera agraria producían algodón en Chaco, caña de azúcar en Tucumán o aquellos que practicaban producción de subsistencia. Entre 1988 y 2002 unas 81.000 explotaciones agropecuarias han desaparecido (Arceo Nicolás y Gonzáles Mariana, “La transformación del modelo rural”, Le Monde diplomatique nº 107, Mayo 2008). El capital más concentrado combina las facetas de agropecuario e industrial. Entre otros casos, se destaca la familia Blaquier, que ocupa sillas en la UIA y en la Sociedad Rural. O Jorge Zorreguieta (padre de la Princesa Máxima) ruralista y actual presidente de la Coordinadora de la Industria de Productos Alimenticios y Secretario de Agricultura en la última dictadura.

1 Incluso hay actividades que aparecen en las estadísticas como exportaciones de manufacturas de origen industrial que están estrechamente ligadas a la producción agropecuaria. Un ejemplo son los aceites esenciales de limón o los agroquímicos.




ACEITERA GENERAL DEHEZA

El gran exportador y terrateniente K


Paula Bach


Grupo industrial Aceitera General Deheza. Propiedad del senador kirchnerista por Córdoba, Roberto Urquía. Explota aproximadamente 200 mil hectáreas de campos propios, arrendados o en asociación con terceros productores, en las mejores zonas de Argentina para la obtención de soja, girasol, maní, trigo y maíz, materia prima que luego utilizan en la elaboración de sus productos. En sociedad con Cerealista Moldes S.A., Provincia de Córdoba, vende semillas, fertilizantes, agroquímicos y realiza acopio, consignación y comercialización de cereales y oleaginosos. Propietaria junto a Bunge Argentina, del puerto Guide S.A., terminal de líquidos con sitio de atraque de buques exclusivo, en el Puerto de Rosario. Propietaria, junto con otras aceiteras, de Terminal 6 S.A., primer puerto privado argentino, el de mayor capacidad de carga y descarga simultánea. Terminal 6 S.A. incluye una planta industrial que produce aceites y harinas proteicas. Bajo el nombre de Nuevo Central Argentino S.A., tiene la concesión (asociada con otros grupos) por 30 años de 4.757 kilómetros de vías férreas que unen Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. En sociedad con Bunge, es dueña de Ecofuel S.A., planta elaboradora de biodiésel. Posee 29 plantas de acopio de soja, girasol, trigo, sorgo, maíz y maní distribuidas en 9 provincias argentinas. En sociedad con una empresa extranjera, es dueña de Graneles Andinos S.A. (Mendoza), que realiza el almacenaje y redespacho de cereales, productos oleaginosos y agrícolas en general, con destino al mercado externo. AGD y sus empresas vinculadas tienen siete establecimientos industriales en las provincias de Córdoba, Santa Fe y San Luis. El Complejo Aceitera General Deheza, en la localidad de General Deheza (Córdoba), centro de la Pampa Húmeda, es la planta industrial más importante del grupo. Allí se realiza gran parte de la producción aceitera y manisera que transforma los aceites vegetales crudos en comestibles, procesa semillas oleaginosas operando con soja, girasol y maní en forma simultánea y almacena los productos procesados. El complejo incluye una planta de envasado de aceites, produciendo sus propias botellas y tapas, con líneas de molienda de oleaginosos y capacidad para procesar 7 mil toneladas diarias de semillas oleaginosas, almacenar 1.000.000 de toneladas de semillas y 60.000 de aceites, mientras transforma 700.000 litros diarios de aceites crudos en aceites comestibles. Posee la Planta Chabás, en la zona sojera del sur de la Provincia de Santa Fe, a 100 km. del puerto de Rosario. Las instalaciones tienen una capacidad de procesamiento de 4.000 toneladas de soja por día, pudiendo almacenar más de 350 mil toneladas de semillas, pellets (alimento para animales) y aceites. Posee el Complejo Niza S.A., Villa Mercedes, Provincia de San Luis con tres líneas de producción: Niza Salsas y Aderezos, elaboración de mayonesas comunes, light y con aceite de oliva, Ketchup, salsa golf y aderezo a base de soja; Niza Alimentos Bebibles, elaboración de alimentos bebibles de soja orgánica y también de frutas; Niza Maní, elaboración de maní pelado, tostado, grana de maní y manteca de maní. Algunas de las marcas “que llegan a su mesa” son: Natura, Mazola, Sojola, Familiar, Cada Día, Trovattore, Natura Oliva Virgen Extra, Mazola Oliva, mayonesas Natura, Cada Día, Mayoliva, entre muchas otras más. El 49% de lo que AGD factura por estas marcas proviene de clientes en el exterior como Angola, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Estados Unidos, Haití, Israel, Japón, Panamá, Paraguay, Puerto Rico, Rusia, Uruguay y Venezuela; entre otros.

¿Algo más senador Urquía?


Grandes “jugadores” de la producción agropecuaria


Por Esteban Mercatante


El peso de las multinacionales en la producción agropecuaria

Los proveedores de semillas y agroquímicos juegan un rol preponderante en la cadena de la producción agrícola, y gracias a eso se apropian de una proporción importante de la renta generada. Por el rol que juegan como organizadoras del proceso técnico (y junto con las cerealeras que concentran la compra y exportación de los granos que tienen gran “poder de mercado” para establecer los precios) el INTI ha llegado a señalar que el “modo de producción agropecuario en la Argentina no difiere cualitativamente de la maquila mejicana”.

Nidera, Asociados Don Mario y Syngenta controlan el grueso de la producción de semilla de soja transgénica. Usan la licencia del propietario del los derechos sobre el gen RR otorgada por Monsanto, proveedor del glisofato, pesticida altamente tóxico. Agrium y Repsol concentran la producción de fertilizantes. Este paquete tecnológico (semilla modificada y el glisofato) permite la siembra directa -con reducidas labranzas- que es posible porque los yuyos que pueden amenazar la planta son eliminados con pesticida. Como esto implica un aumento sideral en los rendimientos, se impuso de manera imparable. Estas empresas se llevan en conjunto 15% del valor que obtienen los productores. En algunos casos, como en maíz o girasol este valor llega al 25%. Incluso Monsanto reclama que “pierde” una parte de su ganancia por el comercio de semilla no registrado. Por eso quiere imponer una regalía del 15% para toda la soja exportada por el país.

Los grandes capitalistas del “campo”

El boom del agro ha sido acompañado de una concentración creciente de la producción. Alrededor de 2.500 unidades producen el 60% de la soja. Si se le suma el resto de los granos, puede concluirse que cerca del 80% de la producción de cereales se concentra en menos de 5.000 unidades productivas. La escala mayor les permite ganancias diferenciales muy por encima del promedio. En las grandes explotaciones la rentabilidad por hectárea aumenta a por lo menos el doble (Ana Quagliani y Susana Zuliani, “El efecto retención en el sur de Santa Fe”, La Capital, Rosario, 18 de mayo de 2008). Pueden negociar obtener descuentos en los insumos (13%), lograr mejores condiciones con los exportadores, y gastar menos en salarios por hectárea (un 10% menos).

Dentro de las grandes explotaciones podemos definir a dos grupos. El primero es el de las empresas agropecuarias. Acá se mezclan los representantes de la vieja oligarquía, desde los Acevedo, Fortabat, a los que se suman los amigos del gobierno como los Werthein con Cresud, Eskenazi, y muchos otros. La SRA representa a los grandes propietarios y también a muchas sociedades de este sector. Su vicepresidente, Hugo Biolcatti, es uno de los empresarios con más cabezas de ganado en el país. También incluimos en este grupo a los grandes productores que han crecido al calor de la siembra directa, y hoy manejan grandes extensiones mediante la “agricultura de precisión”. Se trata de un tipo de agricultura gestionada con pocos trabajadores propios, alta tecnificación y utilizando trabajo de contratistas. El principal de los cuales es Grobocopatel, que con el grupo Los grobos explota 150.000 hectáreas, aunque sólo es propietario del 15.000 hectáreas. También está el caso de el magnate de las finanzas George Soros, que mediante la firma Adecoagro, ya controla 250.000 hectáreas en todo el MERCOSUR, y El tejar, que administra 120 mil hectáreas.

El segundo grupo protagonista del proceso de concentración de la producción son los llamados “pools de siembra”. Originalmente, los pools eran asociaciones entre productores, para comprar insumos y explotar en común una extensión mayor. Actualmente se trata de fondos de inversión en los que aquellos que los arman son ajenos a la producción agropecuaria. Se arman anualmente contratando ingenieros agrónomos, en campos arrendados y tercerizando todo el trabajo. Son una forma de colocación financiera anual que aprovecha la renta que viene creciendo año a año. Ya en 2002 controlaban 2 millones de hectáreas, habiendo cuadriplicado las 400.000 hectáreas de 1997.

Márgenes de beneficio récord

Como muestra el gráfico, incluso con los aumentos de retenciones, la rentabilidad se ubica en niveles altísimos. Variando según el rendimiento, los grandes productores de soja obtienen, después de gastos y retenciones, un margen de U$S 650 y U$S 850 por hectárea en cada cosecha. En este marco, con los arrendamientos rondando los U$S 500 por hectárea al año (según estima Enrique Martinez, presidente del INTI; ver “Tratando de entender. La cuestión agraria en la argentina de hoy”, 28/03/08, disponible en www.enriquemartinez.com.ar), para las grandes explotaciones el beneficio sería entre 150 y 350 dólares por hectárea. Según Martinez “Esto, medido en relación a los fondos erogados, significa entre 15% de ganancia en 6 meses y 70% en un año, según las situaciones”. Es de destacar que probablemente las retenciones golpeen poco los márgenes de los pools, ya que gran parte del mismo será transferido a los arrendatarios, mediante la caída en los arrendamientos.

Mientras tanto, los productores medios no la pasan nada mal. Aunque los exportadores y los proveedores se llevan una proporción mayor del valor que obtienen, sin embargo su nivel de rentabilidad ronda el 10% en caso que produzca en campos arrendados. Por eso continúa la presión por extender el negocio sojero, que ha redundado en un desplazamiento de productores familiares y/o campesinos que sembraban pocas hectáreas de frutas, legumbres, hortalizas, caña, algodón, tabaco, yerba mate. Este desplazamiento continúa en Chaco, Jujuy, Santiago del Estero. De esto, los “pequeños productores” en conflicto no dicen ni media palabra. Ninguno quiere sacar los pies del plato de este esquema que une a los productores, proveedores de semilla, grandes exportadoras y pequeños y medianos arrendatarios, ni el gobierno aspira a desmantelarlo, ya que le brinda el 13% de la recaudación fiscal.

Salió EconoCrítica nº 3!!!

http://pts.org.ar/IMG/rubon2264.jpg
RENTA Y GANANCIA

Dos formas de robo capitalista


Martín Noda


Al momento de salir este suplemento el conflicto entre el “campo” y el gobierno está superando los 80 días. Esto es parte de lo que viene sucediendo en todo el mundo con la “crisis de los alimentos”, intimamente asociada a la combinación entre el uso de los granos para energía, la especulación y los manejos de los comerciantes mundiales.

En Argentina, este fuerte aumento de los precios ha planteado una disputa por una porción de la riqueza social, disputa que ha tenido como eje central la aplicación de retenciones móviles. En esta disputa el “campo” ha planteado que las retenciones implican que el Estado se queda con una parte de sus ganancias para sustentar un “capitalismo de amigos”, cuyos beneficiarios son los grandes monopolios como Techint. Y los apologistas del gobierno han planteado que las retenciones gravan la “renta de la tierra”, que ha crecido fuertemente con el aumento de precios, y que esto no significa que los capitalistas agrarios dejen de tener ganancias considerables. En estos argumentos se encuentran verdades hasta el momento inconfesadas.

Pero ambos ocultan que tanto las ganancias como la renta son dos formas de robo capitalista, que surgen de lo que producen los trabajadores. Ambos sectores se disputan una porción de la riqueza social, y las patronales del “campo” se atreven a afirmar que son ellos los generadores de la misma.

En La verdad obrera hemos mostrado ampliamente que este conflicto es una pelea entre capitalistas para apropiarse de ganancias extraordinarias. En este número de Econocrítica, explicamos cuál es el origen de la renta que está en disputa en este conflicto, y cuáles son los mecanismos centrales que permiten su redistribución entre terratenientes, empresarios del agro y capitalistas industriales.

¿De dónde surge la ganancia y la renta?

Hemos explicado en otros artículos que la ganancia de los capitalistas surge de lo que producen los trabajadores asalariados. El capitalista compra la fuerza de trabajo a cambio de un salario, pero hace trabajar a sus obreros durante un tiempo mayor al necesario para reponer ese valor (por esto se lo denomina plusvalía). Cuanto más larga e intensa sea la jornada de trabajo, y cuanto más bajo sea el valor de la fuerza de trabajo (es decir cuanto más bajo sea el valor de los bienes que necesita consumir el obrero), más grande será la ganancia de los capitalistas.

La renta es un tributo que los arrendatarios (los capitalistas que alquilan los campos), le pagan al terrateniente por el uso de la tierra. Así los dueños de las tierras, por el simple hecho de tener un “titulo de propiedad”, se apropian de una parte de la plusvalía total. Y esta plusvalía no surge de otro lado que de lo que producen los trabajadores. Por esto podemos decir que los capitalistas resignan una parte de lo que le roban a los trabajadores como “tributo a la propiedad privada”.

Renta diferencial

Pero esto es sólo la renta que reciben por ser propietarios de una parcela de tierra, no importa donde, si en Santa Cruz o en la Pampa Húmeda. Existe otro tipo de renta: la renta diferencial. Esta es la renta que reciben los terratenientes por las tierras de “buena calidad”. Es decir de aquellas tierras que por su fertilidad o su ubicación (por ejemplo estar cerca de un puerto), son “más productivas”. Detengámonos un poco en este tipo de renta.

Las mercancías de origen agropecuario son consideradas como un producto “internacional”, con un “precio internacional”. Si la demanda mundial de materias primas aumenta (ya sea porque hay un mayor consumo o especulación, como ocurre actualmente), significa que deben ponerse en producción nuevas tierras, tierras que antes no se utilizaban, generalmente por ser tierras de peor calidad. Así, para aumentar la producción, el precio de estas mercancías debe subir hasta el punto en que sea rentable producir en estas nuevas tierras, de menor calidad. Esto muestra una diferencia con el conjunto de las mercancías: Si el valor del resto se mide por el trabajo necesario promedio, en las mercancías agrarias el valor se rige por el tiempo de trabajo necesario en la tierra de peor calidad. Es decir, se mide por las tierras en las que se requiere más trabajo.

Sin embargo, el que produce en tierras de mejor calidad, requiere menos trabajo para la misma producción y tiene por ende un menor costo, pero no vende a un precio más bajo que el resto, sino al precio que venden los que producen en las peores tierras. Esto significa que existe una masa de ganancias extraordinarias que se queda el que produce en buenas tierras. Esto es la renta diferencial.

En la Argentina, por el alto rendimiento del trabajo agrícola, la fertilidad de las tierras, y la utilización de tecnologías como la siembra directa y las semillas transgénicas, que tuvieron un fuerte impulso en los ‘90, existe una renta diferencial elevada, ya que la productividad del trabajo agrícola en casi todo el mundo es mucho más baja. Esta renta diferencial ha crecido exponencialmente durante los últimos 5 años, con las subas en los precios de todos los granos. Podemos decir entonces que la Argentina se apropia de parte de la plusvalía producida con la explotación de trabajadores en todo el mundo, gracias a la exportación de materias primas, aunque parte de esta plusvalía vuelve a los paises imperialistas por la renta que se apropian las multinacionales.

Ganancia y Renta

Esta ganancia extraordinaria es, en un principio, apropiada por los terratenientes: El “alquiler” de las tierras de buena calidad es mucho más alto que en las de peor calidad. El capitalista logra mejores rendimientos, pero las ganancias extraordinarias que de ello se derivan debe resignarlas a manos de los terratenientes, lo que no sucedería si no hubiese propiedad privada de la tierra. Los dos componentes entonces, ganancia y renta, son apropiados por dos sectores distintos: el propietario de tierras y el capitalista, aunque muchas veces, como sucede en la Argentina, el capitalista y el propietario de tierras sea una misma persona.

La ganancia del capitalista del agro no tiene otro origen que la plusvalía que él extrae a sus obreros. Como toda producción capitalista, se basa en la explotación del trabajo asalariado y esto es lo que explica la ganancia que obtiene el capitalista en tanto tal. En el caso agropecuario el trabajador rural “goza” de pésimas condiciones de trabajo. La presión de los “pools de siembra” –cuya operatoria explicamos en estas páginas– por aumentar al máximo las ganancias, y del manejo de las empresas “contratistas” –que contratan asalariados para realizar el trabajo de labranza en campos ajenos– no ha hecho más que agravar las condiciones de trabajo. Se mantiene el estatuto del peón rural sancionado por Videla, y el sector tiene un nivel altísimo de “informalidad”: Cerca del 75% de los trabajadores rurales está en negro y para los trabajadores registrados el promedio salarial es de solo $1450 mensuales.

Pero además de esta ganancia, está la renta de la tierra. Si el productor capitalista es a la vez el dueño de la tierra, la masa total de ganancia y de renta aparece como un todo indivisible. Sin embargo este productor-propietario de tierras, sabe muy bien cuánto recibe de renta (lo que ganaría dejando de producir y alquilando el campo), y cuánto de ganancia (lo que queda luego de hacer esta cuenta). La porción apropiada como renta es tan importante, que en algunos momentos históricos puede ser mucho más grande que la simple ganancia capitalista.

Como ya dijimos, esta renta, en principio, se la apropia el propietario de la tierra. Claro que puede haber excepciones: la actual producción capitalista en el campo, que enfrenta a grandes productores que no producen en campos propios y a pequeños arrendatarios, permite que sean los primeros quienes logran poner una parte de estas ganancias extraordinarias. Los dos componentes entonces, ganancia y renta, muchas veces pueden confundirse.

Es para obtener tanto “renta” como ganancias que los grandes monopolios se han expandido en todos los “eslabones de la cadena”, como mostramos en “Grandes agroalimentarias y exportadoras”.

La renta diferencial y las ganancias en la Argentina

En la Argentina existe una enorme masa de renta diferencial de la tierra, producto de la enorme fertilidad de la región pampeana y de Entre Ríos, en las que es factible la utilización de lo más avanzado de la técnica en lo que se refiere a la producción agropecuaria (los paquetes tecnológicos que explicamos en “el peso de las multinacionales en la producción agropecuaria”).

Esta renta siempre se ha repartido entre los distintos sectores capitalistas. El Estado puede establecer distintos mecanismos para apropiarse de esta renta y redistribuirla a otros sectores capitalistas, sin que esto afecte el proceso general de acumulación: las retenciones a la exportación, la sobrevaluación del peso (como en el 1 a 1), fijación de precios, centralmente, son mecanismos mediante los cuales parte de la renta fluye hacia otros sectores. Por ejemplo, una retención implica que el Estado se queda directamente con parte de la renta. Y si después la utiliza para pagar subsidios a las empresas de transporte, estás últimas se terminan quedando con parte de la renta diferencial de la tierra. Este mecanismo viene beneficiando a las principales fracciones del capital industrial.

Fuera del agro, y salvo unas pocas ramas industriales, el capital en Argentina es de baja productividad en relación con países más desarrollados. Esto significa que produce a mayores costos, salvo que reciba distintas formas de compensación estatal. En Argentina, la apropiación de la renta agraria por parte del Estado, y su posterior redistribución a los capitales industriales a través de subsidios, ha sido el mecanismo para establecer esa compensación. Como el capital radicado en Argentina en general no puede competir por sí mismo con el del resto del mundo, lo hace apropiándose de parte de la plusvalía mundial que fluye a la Argentina bajo la forma de renta diferencial. De esta forma, aumentan las ganancias capitalistas en Argentina gracias a la apropiación de renta diferencial.

Pero esta no es la única vía de apropiación. Otro elemento importante es el relacionado con los precios de las materias primas: como ya vimos el precio de estas mercancías se conforma en el mercado mundial. Pero a los capitalistas radicados en la Argentina les conviene que esos productos se vendan en el país más baratos. Esto desde ya que no afectaría las ganancias normales, ya que el precio internacional tiene un alto componente de renta. Si logran “desacoplar” los precios locales de los internacionales (las retenciones pueden ayudar a que esto sucdeda), logran otra fuente de apropiación de renta: el abaratamiento de la fuerza de trabajo en la Argentina. Este último punto tiene, además, otra consecuencia. Si las materias primas son más baratas en la Argentina que en el resto del mundo, las industrias alimenticias acceden a estas mercancías a un precio menor que sus competidores internacionales y así se apropian de una parte de la renta diferencial de la tierra. Estos elementos son los que explican parte de las grandes ganancias de las agroindustrias, como mostramos en “Grandes agroalimentarias...”

La conclusión es que renta y ganancia, las dos formas de apropiación de plusvalía, están completamente entrelazadas: si una parte de la plusvalía extraída en todo el mundo es apropiada como renta por la producción agropecuaria argentina, una parte de esa renta vuelve a transformarse en ganancia. Este es un elemento clave para la acumulación de capital en Argentina. Una doble forma de “distribución” de la renta diferencial hacia los capitalistas: 1) mediante retenciones, que son utilizadas para subsidiar a la industria y pagar la deuda externa 2) mediante el “desacople” de los precios locales respecto de los internacionales.

Pero por fundamental que sea, este es sólo uno de los elementos centrales; otro es el incremento de la tasa de explotación. Esto se ha venido realizando no sólo con mayores ritmos de producción, sino también pagando a la fuerza de trabajo por debajo de su valor, es decir, con “salarios de hambre”. Si comparamos el punto más alto que alcanzó el salario real en Argentina (1974), con la actualidad, veremos que hoy ronda en un 60% de ese nivel1. La coyuntura internacional de precios crecientes, ha hecho que empiece a existir cierta tensión entre estas dos fuentes que sostienen la acumulación capitalista. Por eso el gobierno buscó profundizar el “desacople” de los precios (además de aprovechar el momento favorable para aumentar la recaudación, previendo mayores turbulencias por la crisis internacional en curso) para redistribuir a favor de los capitalistas industriales. Estos últimos no tienen problemas en que parte de la plusvalía mundial se transforme en renta de la tierra (porque además pueden obtener una tajada de esta renta), pero mientras que no se transforme en otro factor de presión al alza de los salarios y de sus costos.

Por lo demás, la puja ha permitido que, tras la defensa de su porción de la renta de la tierra, del lado del “campo” se cuestione, aunque sea parcialmente el mecanismo de redistribución de la renta agraria.

Mecanismo que permite subsistir, junto con la superexplotación de sus trabajadores, a muchas fábricas de baja productividad. Pero lo que nadie pone en cuestión es la propiedad de los grandes terratenientes, que se apropiaron a lo largo de la historia de enormes extensiones de tierras gracias al exterminio de los pueblos originarios. Ni tampoco los mecanismos por medio de los cuales un puñado de multinacionales controla la provisión de insumos y la exportación de granos, mientras cada vez más la producción se concentra en menos manos.