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miércoles, 20 de noviembre de 2013

La salida de Guillermo Moreno, ¿señal de un giro en la economía K?

Un día después de los anuncios de relevos en varias carteras ministeriales, el vocero presidencial anunció un cambio aún de mayor impacto, a pesar de referirse a un nivel jerárquico menor: la salida del Secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno. Este anuncio es uno de los cambios más significativos en mucho tiempo en el manejo de la economía. 
Ayer decíamos que Kicillof seguiría sometido a un “doble comando” con Guillermo Moreno. La novedad es que será el primer Ministro de Economía en mucho tiempo que no está sometido a esta restricción. El funcionario hizo y deshizo a sus anchas durante todas las gestiones económicas que siguieron a la de Roberto Lavagna. Desde Felisa Micheli en adelante, todos debieron toparse con un secretario que manejaba sin reportarles diversas áreas. Empezando por los acuerdos de precios, siguiendo por la medición de los mismos, hasta manejar el comercio exterior, la implementación del cepo cambiario y la fallida “exteriorización voluntaria de la tenencia de moneda extranjera”, cada vez más áreas del manejo económico fueron ingresando en la órbita del secretario. El último Ministro de Economía con aspiraciones de comandar plenamente su área, Martin Losteau, colisionó rápidamente con su –formalmente- subordinado. Otros, como Miguel Peirano, declinaron continuar en el cargo ante la imposibilidad de controlar a Moreno. El resto, sencillamente se acomodó a la creciente gravitación del funcionario, que extendió con un mismo método su manejo de las diversas áreas que fueron cayendo bajo su órbita. ¿En qué consistía este método? Podríamos definirlo como el de la “sintonía gruesa”, por contraposición a la “sintonía fina” que Cristina Fernández había prometido al empresariado allá por 2011. Más allá de toda la gesticulación y la “prepotencia” en la que siempre gustaron detenerse los medios (“prepotencia” que a final de cuentas se concentró casi enteramente en los laburantes del Indek, a los cuales las patotas de UPCN actuando junto con el secretario sacaron de las tareas de medición de precios y de otras áreas sensibles para dibujar los datos de acuerdo con las necesidades gubernamentales), lo más saliente de la gestión Moreno fue la ilusión de que se podría encausar con acuerdos las contradicciones emergentes del “modelo”, entregando a cambio en muchos casos concesiones significativas a grandes jugadores, como subsidios u otras ventajas (aunque algunas, como la SuperCard, no hayan llegado a ver la luz). Acá y acá hemos analizado la economía política de Guillermo Moreno. Los frigoríficos, los supermercados, incluso las exportadoras de granos se han sentado en ocasiones a negociar con el secretario. Lo que hizo Moreno tampoco es privativo de él; es más o menos lo mismo que el otro gran mentor de la “economía K”, Julio De Vido, aplicó en el área energética (secundado por Cameron) y de infraestructura con el mismo “éxito”. A pesar de los sucesivos fracasos, la búsqueda de evitar cambios de fondo en la política económica exigió responder a los mismos profundizando la línea, lo cual reforzó el deterioro general en el que empezó a sumirse irreversiblemente la economía en los últimos dos años. Deterioro que no es por ahora nada parecido a un hundimiento catastrófico, gracias a la ayuda de los altos precios internacionales de los productos que el país exporta (soja y otros granos) y a la profundización del endeudamiento público en pesos (en su mayoría intra sector público) y el uso de las reservas en dólares del Banco Central acumulados en años de bonanza, combo gracias al cual el tesoro pudo afrontar los pagos de deuda pública y los crecientes subsidios que condujeron a una situación fiscal muy estrecha.
Ahora, la posibilidad con la que cuenta Kicillof de encarar su gestión sin la sombra de Moreno, ¿permite prever un cambio de rumbo sustantivo? Difícilmente. ¿Volverá a cambiar de postura pública sobre la inflación, que reconocía y medía de forma independiente hasta que se convirtió en viceministro en diciembre de 2011, momento en el que borró de su web el IPC-7 que publicaba y se silenció sobre el tema, avalando tácitamente las cifras oficiales? Habrá que verlo. El lanzamiento del nuevo índice de precios (que podría salir con el aval del FMI, varias veces denostado por el ahora Ministro) puede ofrecer una salida elegante para el desaguisado de Moreno, pero sin rever todo lo actuado desde 2006 a esta parte, que significó un piedra libre para los remarcadores de precios y los que lucraron con estadísticas truchas.
Fuera de estos ajustes en uno de los terrenos más críticos de la gestión de Moreno, no son de esperar, como ya señalamos, grandes cambios en los principales lineamientos de la política económica. Ya las peripecias que tuvo la regulación energética mostró lo que tienen de falaz las ilusiones de dictar desde el Estado los lineamientos por los que se desenvuelve la economía. Sobre todo cuando la etapa no es de holgura, se mire por donde se mire. Los superávit “gemelos”, fiscal y externo, que permitieron la acumulación de dólares en el Banco Central y un tesoro con amplios recursos para transferir (ante todo en favor de los empresarios), son cosa del pasado. Si bien el comercio exterior aún sigue siendo superavitario, el desbalance industrial, energético y turístico, y la fuga de depositantes en dólares del sistema bancario, llevó a que este año también termine con caída de reservas, gracias a los pagos de deuda. Las cuentas públicas se sostienen con una presión creciente sobre los recursos del Banco Central, lo cual contribuye a agravar las presiones inflacionarias. Y, sobre todo, la propia inflación ha exacerbado las disputas distributivas, así como las presiones de sectores empresarios que reclaman un ajuste cambiario mayor al que ya se está produciendo. La ideología de que es posible que el Estado se eleve por sobre las determinaciones de la acumulación de capital, encauzando las contradicciones que hacen a la misma, sólo resulta sostenible cuando el sector público cuenta con amplio margen de maniobra, como ocurrió en la argentina desde 2003 hasta 2008, y, en menor medida, pudo extenderse con restricciones hasta 2011 gracias a la captación de recursos como los de las AFJPs y a los colchones que permitieron los años de bonanza. Cuando estas condiciones no existen, la presión para ordenar la situación del propio Estado se transforma en un elemento más entre los que meten presión sobre la economía. Es lo que estamos viendo. Como señalábamos hace un tiempo: “Si desde sus orígenes el kirchnerismo se caracterizó por una apuesta a utilizar los recursos del Estado para distender las relaciones entre las clases, impulsando algunas mejoras de ingresos (en relación al piso que habían alcanzado en 2002, pero sin acercarse ni de lejos a los niveles históricos en el caso se los salarios, ver acá) y subsidiando la ganancia, hoy su política ha adquirido un sentido contrario”. Es esto lo que seguirá signando la política económica. Aún con la partida de Moreno, difícilmente se vaya a desmantelar del todo las trabas a las importaciones, que conspiran contra la actividad industrial (sector que este año creció sólo un 1%, y eso gracias a la industria automotriz que viene perdiendo ritmo y afronta el panorama de un 2014 casi sin crecimiento). Los subsidios, herramienta aplicada –con poco éxito- para contener los precios, deberán limitarse por las restricciones fiscales, y esto ayudará a acelerar los aumentos de precios. Pero sobre todo, aunque durante los últimos años Kicillof y sus funcionarios hicieron gala de la intención de poner controles a la rentabilidad del capital, para lo cual exigieron información y aprovecharon la posibilidad de colocar directores estatales en las empresas en las que ANSES tiene participación accionaria, lo que se ha visto es que cuando las papas queman, y los empresarios muestran que su “competitividad” se encuentra comprometidad, los funcionarios afines al ministro han sabido ser más que comprensivos, poniendo coto a las aspiraciones de los trabajadores en las negociaciones salariales. Por eso, concluimos, es especialmente poco probable que el “empoderamiento” de Kicillof gracias a la salida de Moreno augure algún cambio positivo en la situación de “fin de fiesta” que están viviendo los trabajadores.

viernes, 3 de mayo de 2013

Otro año de frenazo económico. Un “modelo” K sin tasas chinas y cada vez más averiado






Aunque a comienzos de 2013 la mayor parte de los pronósticos coincidían en señalar que este año la economía argentina repuntaría del frenazo que tuvo en 2012 (año en que las estadísticas oficiales registraron un crecimiento del 1,9%, que para varias consultoras fue aún menor).
Sin embargo, entrando en el quinto mes del año, estas expectativas parecen desinflarse. EL primer bimestre del año mostró un crecimiento de 2,8%. La apuesta del gobierno, por iniciativa de Guillermo Moreno, de mostrar un congelamiento de precios creíble, para limitar las paritarias pero también para alentar el consumo, no tuvo éxito. El freno de las subas fue relativo, pero además ya la suba de precios que precedió a los acuerdos ya había hecho mella en el poder adquisitivo de los salarios. Por eso, algunos relevamientos registran un freno al consumo cuyo principal motivo se encuentra en la caída del salario real (Finsoport señala que esta caída fue del 2% en lo que va de 2013). Lo que es aún más digno de atención, es que se registró una fuerte caída en las ventas en supermercados, que "se caracterizan por una baja variabilidad".
La situación de una economía sin crecimiento parece haber llegado para quedarse. Y la política económica del gobierno nacional, lejos de poder operar para contrarrestar esta tendencia como intentó hacer en otros momentos, ayuda en varios aspectos a consolidarla.

El stop sui generis de Guillermo Moreno
En las elaboraciones sobre la economía argentina existe una amplia literatura sobre los ciclo Stop & Go [o pare/siga]. Algo hemos comentado en este blog sobre los mismos, polemizando con algunos aspectos de la explicación estructuralista sobre los mismos. Sínteticamente, el mismo se producía cuando, ante una restricción en la disponibilidad de divisas, se forzaba una devaluación de la moneda nacional, que resolvía la falta de divisas ajustando la demanda de las mismas a la baja por la vía de la recesión. Esto recreaba las condiciones para el crecimiento durante un período, hasta que nuevamente se ingresaba en el atolladero y se volvía necesario otro ajuste devaluatorio.
La Argentina, aún con decenas de miles de millones de dólares acumulados en el Banco Central como reservas, y con un comercio exterior superavitario, está enfrentando desde el año pasado una salida de dólares superior al ingreso de los mismos, que hizo sonar las alarmas del gobierno. Como señalamos en otras oportunidades, este saldo positivo en la balanza de pagos fue desde 2010 el único punto de apoyo para administrar desequilibrios crecientes, como son el alza de precios, la necesidad de recurrir a nuevas fuentes de recursos para sostener un gasto fiscal en alza y la crisis energética. Si hasta 2010, aún con fuga de capitales, los dólares del comercio alcanzaron para que el BCRA financia al tesoro pago de la deuda en dólares y que las empresas de las potencias imperialistas giraran dólares al exterior sin caída de reservas, 2011 cerró con caída. Por eso, se dispararon las medidas de Guillermo Moreno para trabar las compras al exterior, y el cepo cambiario del que ningún funcionario quiere admitir la responsabilidad.
Estas medidas, especialmente las trabas a las importaciones, ayudaron al frenazo en una economía que ya venía acumulando dificultades para sostener el crecimiento a tasas elevadas, que fueron manifestándose de forma creciente al menos desde 2008. Lo que es notorio desde el último año, es son los márgenes más estrechos en los que empezó a manejarse la acción gubernamental. Desde que emergieron los primeros síntomas de agotamiento, la política del gobierno apostó a administrar las dificultades con cambios limitados, evitando cualquier reformulación profunda del esquema económico. Esto implicó convivir con desequilibrios cada vez más flagrantes que han ido restringiendo los márgenes para la política económica agotando uno a uno los pilares del “modelo”, el dólar caro, el superávit fiscal y también de la balanza de pagos, pero sin que esto afectara severamente el crecimiento económico. El año pasado, en cambio, el gobierno debió aplicar un stop, restringiendo las importaciones y –como subproducto de ello- poniendo límites a varios sectores productivos altamente dependientes de insumos importados como es buena parte de la industria manufacturera.  Este panorama, señalan varios analistas críticos de la política oficial (ver aquí), no hará más que deteriorarse.  Mario Brodersohn lo vincula de forma directa a la reaparición de la restricción externa:

en el 2013, aun partiendo de un nivel récord de exportaciones de 84.000 millones, no queda otra alternativa que seguir enfriando la economía porque ese nivel de exportaciones sólo alcanza para financiar el nivel de importaciones que demanda una economía que permanece estancada.
En el 2014 se agrava el impacto de la restricción externa porque para crecer un 1.5 % requerirá un nivel de exportacionesmás alto que el del 2013 a fin de financiar el aumento en lasimportaciones.
Lo mismo ocurriría en el 2015 si la economía crece un 1.5 %. Todas estas proyecciones nos conducen a esperar para el 2013/15 una economía que prácticamente permanece estancada en los mismos niveles que en el 2012. El crecimiento a tasas chinas pasara a ser un recuerdo histórico.

La suerte, pilar central del "modelo" versión 2013
La particularidad que muestra el desgranamiento actual de la economía argentina, es que no hay preanuncios de descalabro como los vividos en todos fines de “época” previos. Aunque son numerosos los desequilibrios existentes, y hoy la política del gobierno busca compensar algunos (como la falta de dólares) agravando otros problemas, ni por el lado de la deuda, ni por el frente externo, hay un pronóstico de tormenta como el de 2001. Aunque el salto de la brecha entre el dólar oficial y el blue muestra (y alimenta aún más) fuertes expectativas de devaluación, el gobierno aún tiene margen, ya que cuenta con dólares de reservas que están todavía en un nivel bastante considerable. Los dólares de reservas del BCRA actúan como garantía para el pago de la deuda, así como permiten resistir las presiones para devaluar más el peso y soportar la salida de capitales que se taponó pero no se frenó.
Por eso, algunos economistas, como Eduardo Levy Yeyati por ejemplo, señalan que debemos prepararnos, no para una “crisis” a la argentina, con sus episodios dramáticos, sino para una “deriva sin desenlace”, una economía que mantenga las tasas actuales, y los problemas que se vienen acumulando sin resolverse, sin entrar en una espiral de desequilibrios.
No se trata de un escenario improbable, aunque, es necesario decirlo, para que este pueda continuar se viene dependiendo cada vez más de la suerte. Toda la estrategia del gobierno, de administrar algunos desequilibrios creando otros problemas, depende de un pilar que está determinado por condiciones que el gobierno ya no controla. Los dólares del superávit comercial son clave para que el BCRA cuente con reservas para financiar al tesoro (el gobierno le tomó en préstamo u$s 3 mil millones en las últimas semanas para pagar la deuda) y para sostener una política monetaria que cada vez es más expansiva. Si ya hay un gran problema en perseguir juntos todos estos objetivos porque se genera una exigencia muy fuerte sobre dichas reservas, el mayor problema es en qué medida está garantizado el acceso a los dólares. Las medidas de Moreno contuvieron el drenaje, el problema es en qué medida el flujo positivo comercial (sin el cual no hay “tapón” que pueda funcionar) puede garantizarse. Hoy hay superávit comercial gracias a una soja que cotiza a más de 500 dólares la tonelada, es decir muy cerca de los techos de los últimos años.  Contra la idea de que los precios más altos responden a causas estructurales, el chileno Gabriel Palma, sostiene que “no hay ninguna evidencia de que lo que pasa en Asia explica un cambio estructural permanente en el mercado de las materias primas. Es un error pensar como permanente algo que es transitorio” ("Un cambio de precios de las materias primas puede ser letal", El país, 26/02/2013). En las últimas semanas estamos viendo la caída. De esfumarse el superávit comercial, aún con todos los esfuerzos de Moreno para evitarlo, todo el complejo sistema de contrapesos que viene permitiendo administrar los desequilibrios crecientes quedaría desestabilizado. Por eso, como hemos señalado varias ocasiones, la economía argentina se encuentra en una situación sin “capacidad de reacción”. Aunque el gobierno puede manejarse mientras no se produzca ningún cambio abrupto, no está en condiciones de acomodarse a un fuerte deterioro sin entrar en situación de descalabro, algo que, en cierta medida, pudo hacer en 2008/09. En ese momento no se frenó una destrucción de puestos de trabajo que rondó los 100 mil, pero se pudo poner en juego recursos para contener un impacto que podría haber sido mucho más severo. Un dato central hoy es que la posibilidad de mantener los desequilibrios bajo cierto control es muy dependiente de que se mantengan condiciones favorables creadas por algunas tendencias de la economía global que tienen bases frágiles (como señalamos acá).
Sin embargo, aún en un escenario como el planteado por Levy Yeyatti, de una situación que se deteriora lentamente pero sin pausa gracias a condiciones externas favorables, con una economía que no cae, dólares de la soja que siguen entrando, una brecha cambiaria volátil pero que no desencadene problemas en los bancos(ver lo que plantea Hernán Lacunza sobre la cobertura de los bancos por parte del BCRA) ni fuerce una gran devaluación ni antes ni después de las elecciones, es decir más de lo que venimos presenciando, estamos hablando de condiciones que llevan a tensiones crecientes entre las clases, que es lo que empezamos a ver durante 2012 y seguiremos viendo cada vez más. Si desde sus orígenes el kirchnerismo se caracterizó por una apuesta a utilizar los recursos del Estado para distender las relaciones entre las clases, impulsando algunas mejoras de ingresos (en relación al piso que habían alcanzado en 2002, pero sin acercarse ni de lejos a los niveles históricos en el caso se los salarios, ver acá) y subsidiando la ganancia, hoy su política ha adquirido un sentido contrario. Algunas medidas de “distensión” se mantienen, pero son combinadas con ataques a importantes sectores de los asalariados, con el torpedeo a cualquier paritaria que intente irse más allá del 20% y el mantenimiento del impuesto al salario luego de la irrisoria elevación del mínimo no imponible anunciada en marzo (según Cristina del 20%, en realidad del 17%). De conjunto, aunque lo niegue, el gobierno impulsa un ajuste que es descargado de forma directa sobre los trabajadores que osen tener el “privilegio” de cobrar un salario que pueda cubrir la canasta familiar, y de forma indirecta afecta a sectores aún más amplios mediante la tercerización de buena parte del recorte del gasto, que están obligadas a hacer las provincias que reciben menos fondos nacionales. Mientras la clase capitalista busca por todos los medios, incluida la inflación, mantener y acrecentar su participación en el ingreso, el gobierno acompaña hoy con su política de ajuste “heterodoxo. El deterioro económico empezó a dar lugar a “despidos hormiga”, que se dan al mismo tiempo que distintas patronales atacan en lugares donde se están desarrollando procesos de organización desde abajo, ya sea luchando contra la burocracia como peleando por delegados y comisiones internas donde estas no existen. Vemos los casos de Lear, Latingraf, la metalúrgica Liliana (Rosario), Felfort, poco antes VW en Córdoba.
Por eso, el escenario de letargo que prevén varios analistas, atado con alambre a que no haya grandes cambios en la situación internacional, es sin embargo uno de creciente descontento obrero y popular, donde veremos luchas duras de las que las últimas semanas mostraron algunos anticipos. 

jueves, 17 de marzo de 2011

Inflación: Moreno y Boudou le abren el camino a los ultraliberales

Moreno viene consechando importantes éxitos en su última receta para "combartir" la inflación: multar a las consultoras. Economía & regiones anunció que dejará de difundir sus propias estimaciones de inflación para evitar las multas. La amenaza de las multas viene acompañada de la presion sobre los clientes de las consultoras, para que dejen de contratar sus servicios. Considerando este ataque en dos frentes, es muy probable que los que varias otras consultoras sigan el camino de ésta.



Con la intervención del Indec y la ostentos adulteración de los datos del IPC, el gobierno creo un próspero nicho de mercado para la iniciativa privada: la elaboración y difusion de estimaciones de inflación. En el medio, todo tipo de tránsfugas han tenido la posiblidad de salir a difundir todo tipo de cálculos, muchos de ellos elaborados con dudosa metodología. Incluso, producto de los desplazamientos en el Indec, un personaje oscuro de la UBA como Nicolás Salvatore (recientemente licenciado de su cátedra y su cargo en el departamento de economía por comportamiento machista y misógino y maltrado a los estudiantes) pudo contar con los servicios de Graciela Bevacqua, directora del Indec en el momento de su intervención, para la elaboración del índice IPC City, elaborado por su consultora, Buenos Aires City. La credibilidad del índice queda seriamente comprometida por lo publicado en su página de Facebook (nunca desmentido): "Brindo por Phi (inflación esperada) esperado!! Y no solo brindo, me voy a encargar, como todos los meses, de que Phi esperado sea alto, muy alto, recontra alto". Un desbarranque de sinceridad, que le da changüì al gobierno y sus escribas a sueldo para seguir sosteniendo que la "sensación de inflación" es algo creado por Clarín y La nación.

Lo cierto es que más allá de las chapucerías que ha permitido el comercio de las cifras para el cual el gobierno dio vía libre destruyendo la credibilidad del Indec, con los elementos disponibles (el llamado IPC-7 provincias que al menos hasta hoy arman varias consultoras con las provincias que no adoptaron su "metodología" a la del Indec, la relación entre la recaudación de IVA del y el crecimiento, la expansión monetaria), se puede arribar a una certeza mínima: la suba anual de precios, léase la inflación, no baja del 25%. Y probablemente, se acerca más a 30%. Aunque Moreno sigue imponiendo algunos controles de precios, por cada precio regulado hay decenas que suben impunemente, y por eso reforzó sus energías hacia las mediciones que aún no han disfrutado el privilegio de su intervención.

Mientras tanto, la inflación cobra cada año una inercia más fuerte y se vuelve una cuestión más difícil de controlar. Mientras los asalariados del sector privado registrado logran -con muchas desigualdades entre los gremios- sobreponerse a la erosión del bolsillo gracias a las negociaciones anuales y algunas sumas puntuales una o dos veces al año, los trabajadores precarios, los desocupados y los estatales, acusan los golpes más severos. La política del gobierno "nacional y popular" descarga sobre estos sectores los costos más severos del "crecimiento con inclusión", mientras destina casi $ 50 mil millones a subsidiar distintos sectores empresarios, pagando con el solo motivo de que los empresarios tengan una ganancia, mientras que estas empresas podrían pasar directamente a ser gestionados por sus trabajadores.

Seguramente el gobierno no está demasiado preocupado por el problema de la inflación, porque mientras sus consecuencias caen sobre los trabajadores, los aumentos de precios mejoran la recaudación fiscal, mientras que achican el gasto público en términos reales. De esta forma, el gobierno realiza el ajuste inflacionario, que le libera fondos para gastar en otros lados.

Frente a los esfuerzos del gobierno por negar el problema, con el resultado probable de seguir agravando el problema, es previsible la recuperación de credibilidad y el fortalecimiento de las recetas de los ortodoxos neoliberales, que quieren vender el verso de que podrían bajar la inflación sin costos. Esto ha salido a plantear Sturzenegger, el macrista presidente del Banco Ciudad. Insistiendo con el ridículo planteo monetarista, de que es la emisión monetaria lo que explica la inflación, este sostiene que un gobierno confiable, que evitara los desbordes monetarios podría bajar la inflación fácilmente. Todo muy lindo, pero la inflación en la Argentina no responde centralmente a cuestiones monetarias, sino a ajustes de precios y salarios que expresan una inercia de ajuste pos devaluación acumulado por años, y la puja distributiva entre los asalariados que buscan recomponer sus ingresos y los empresarios que buscan defender elevados márgenes de ganancia. Estamos ante lo que queda mejor caracterizado por la noción de inflación estructural. La mayor emisión del BCRA, responde a la necesidad de que haya una masa creciente de dinero para acompañar el crecimiento de la actividad y por ende de las ventas en términos físicos, y sus mayores precios.
En este contexto, la propuesta de bajar la emisión monetaria, no haría más que dejar de validar en términos de oferta monetaria la mayor demanda de liquidez. Esta restricción implicaría seguramente una traba para el desenvolvimiento de las operaciones, además de mayores costos financieros. Conclusión, seguramente traerá el "enfriamiento" que hace años piden los ultra liberales, a costa de varios miles de puestos de trabajo. Esto será "sin costos", para los amigos empresarios y banqueros de Sturzenegger, pero no para los trabajadores.

Entre el ajuste inflacionario del gobierno y el ajuste ortodoxo propuesto por sectores de la banca y empresarios, los trabajadores deben imponer su propio programa contra la inflación.

Como tareas inmediatas para enfrentar la inflación, es necesario imponer un verdadero control sobre la producción y comercialización por parte de los trabajadores y el pueblo pobre para evitar los manejos discrecionales de los capitalistas sobre los precios. Sólo la movilización de todo el pueblo trabajador para controlar los precios en los supermercados y la exigencia de los trabajadores para la apertura de los libros de los capitalistas para que se hagan públicas sus fabulosas ganancias pueden, efectivamente enfrentar la acción de los empresarios que suben los precios.

Estas medidas, junto con la imposición de la “cláusula gatillo” -que los salarios se ajusten cada vez que aumentan los precios- y un ingreso para todos los desocupados acorde a la canasta familiar ajustado por la inflación, son las únicas medidas que permitirán enfrentar la suba del costo de vida.