jueves, 14 de agosto de 2014
Sábanas cortas para el "progresismo K"
jueves, 29 de noviembre de 2012
Estado benefactor... ¿con quien?
jueves, 24 de noviembre de 2011
Lo que se viene: capitalismo, más en serio que nunca
lunes, 30 de mayo de 2011
¿Se sostiene el modelo K?

Hay un agotamiento del esquema de crecimiento que viene operando desde desde 2002, que necesita algo más que “chapa y pintura”. Lo primero que hay que decir, es que no está claro de qué “modelo” se habla. Para la mayoría de la burguesía este fue el modelo de “aprovechemos el mazazo al salario y hagamos mucha guita hasta que se acabe”, y la política del kirchnerismo acompañó eso. Los años de condiciones expepcionalmente favorables fueron aprovechados por los empresarios para aprovechar los mayores márgenes básicamente usando la capacidad instalada. Aunque la inversión no es baja comparada con otros momentos históricos, sí lo es en relación a la tasa de ganancia y a los niveles que serían necesarios para sostener el ritmo de crecimiento (acá trato mejor esta cuestión http://puntoddesequilibrio.blogspot.com/2010/11/el-circulo-vicioso-del-capitalismo_08.html).
Que la inversión no siguiera el paso del crecimiento, y el aumento de costos en relación a 2002 que significó la recomposición salarial, sumado a otros factores (como el ajuste de los márgenes en comercio y servicios desde 2004 y la suba en los precios de los commodities desde 2007 sobre todo) desataron un proceso inflacionario cuyo asentamiento expresa una puja distributiva. Si la tasa de ganancia se recuperó en 2002 para los productores de commodities agrarios e industriales sobre la base de la devaluación que permitió un mazazo al salario y desplomó los costos laborales, hoy, en el marco de que hay inflación, los empresarios tienen margen para realizar aumentos de precios que les permitan mantener sus márgenes de ganancia. Pero como el tipo de cambio se acerca a los niveles pre devaluación esto significa que hoy existe una tensión entre rentabilidad y competitividad.No por nada las importaciones están creciendo más que las expo, aún con las trabas impuestas por Moreno. A este paso este año no hay dólares sobrantes, aunque tampoco falten.
Si esta situación no es demasiado aún demasiado problemática, es gracias a la apreciación del real y otras monedas en relación al dólar. Pero si cambian las condiciones en Brasil rápidamente habrá problemas, como pasó en 1998 cuando Cardoso devaluó el real.Hasta ahora la “política activa” del gobierno fue compensar con subsidios para contener algunos aumentos de precios, pero eso como “chapa y pintura” no fue demasiado efectiva. No frenó la tendencia alcista de precios, y sí genero una tendencia al déficit fiscal cada vez más dificil de contener.
En este contexto, la soja alta da oxígeno como para ir tirando (evita que el balance de pago sea deficitario, pero este año parece que ya no garantizará superávit del balance de pagos, dado que todo sugiere que por el comercio entrarían tantos dolares como saldran de la cuenta capitales) pero probablemente a partir del año próximo no permita siquiera evitar la necesidad de nuevo endeudamiento externo para sostener los subsidios y las políticas de demanda (esto lo fundamento mejor aquí http://www.ips.org.ar/?p=1689).
Como balance del ciclo kirchnerista, puede afirmarse que el capitalismo argentino sigue en un círculo vicioso; la devaluación aumentó la rentabilidad y el crecimiento pero sin que haya ningun despegue, 8 años después hay problemas similares y un escenario de caída de la rentabilidad y competitividad por apreciación cambiaria (del cual sólo se salva el sector sojero, algún otro de granos y unos pocos commodities industriales como el aluminio, los tubos y el acero), con la única salvedad de que no muestra la misma gravedad que en 2001 el problema de la deuda, aunque esta va en aumento.Lo que este "modelo" ha exigido a los trabajadores (que del mazazo salarial apenas empezaron a recuperarse por 2006, y con el ascenso de la inflación desde ahí sólo algunos gremios reciben hoy un salario mejor que en 2001 en términos de poder adquisitivo) la reproducción de este capitalismo en sus condiciones “atrofiadas” no se condice con los resultados obtenidos. Por eso, para los trabajadores, la pregunta no puede ser si se sostiene o no el modelo -cosa que es claro que no mucho mas- sino cómo evitar la encerrona entre nuevas devaluaciones o ajustes ortodoxos que prepara la burguesía argentina -y la extranjera que tiene inversiones en el país- y su personal político. Es claro que la alternativa a no muy largo plazo es un programa obrero y socialista o nuevos ataques a las condiciones de vida de la clase trabajadora.
jueves, 27 de enero de 2011
Subsidios para la ganancia, aumentos para el costo de vida
El año 2010 terminó con una inflación de 27% para los bienes incluidos en la canasta básica, según estima el sitio Inflación Verdadera. En el caso de alimentos y bebidas el aumento fue del 32%. Lo que diríamos una suba de precios que avanza a paso firme.
El gobierno y los medios oficialistas cargan las tintas contra el accionar de las grandes empresas que monopolizan la comercialización de productos clave. Pero lo cierto es que mientras hacen esto reparten generosos subsidios a esos mismos empresarios. Algunas estimaciones calculan que en 2010 los subsidios alcanzaron los $ 48 mil millones, un 37% superiores a los del año anterior. Esto equivale al 3,3% del PBI. Es decir, a 10 veces lo gastado en viviendas. Y es casi 3 veces el gasto del gobierno nacional en educación.
Para este año, los pronósticos de gastos en subsidios están en un rango entre $55 mil y $63 mil millones. La mitad de estos subsidios corresponde a las tarifas de energía e importación de combustible. Otra porción importante corresponde al sector transporte. Sectores que, a pesar de los subsidios, sumaron un incremento de precios de 102% entre 2001 y 2010. Aunque esto es apenas un tercio de la suba total de precios durante el período, no deja de ser significativo para tarifas “congeladas”.
Otro monto considerable de los subsidios se distribuye en distintos rubros alimenticios y otros sectores. Sólo la ONCCA distribuye $2.550 millones, entre las molineras por el trigo hasta productores lácteos, frigoríficos y la producción de carnes, con el objetivo de contener los precios. Pero a pesar de las considerables sumas desembolsadas, estos rubros están al tope de los aumentos: la consultora Economía y Regiones registró que en 2010 la carne vacuna se encareció un 110,8 %; el pollo 116,4 %; la harina y el pan 61,7 % y los lácteos 27,7 %.
El subsidio como tal es una herramienta “redistributiva”, una transferencia a las empresas privadas, que solventa una parte de sus costos. El argumento para defender esta política tal como ha sido implementada por el gobierno es que sería “redistributiva” hacia los sectores populares, ya que el gasto estatal cubriría una parte de los costos que de otra manera los empresarios cubrirían aumentando aún más los precios. De ésta forma, la transferencia estatal se dirigiría indirectamente hacia los consumidores.
Sin embargo, salvo en los casos de las tarifas reguladas, no hay ninguna vía que garantice que los subsidios evitarán efectivamente los aumentos de precios. Los empresarios mantienen plena capacidad para establecer condiciones de distribución y venta de sus productos de la manera que les resulte más ventajosa. Como han hecho muchas veces en el caso de los acuerdos firmados con el Secretario de Comercio Guillermo Moreno (con el guiño del funcionario), pueden condicionar los subsidios a un producto específico, pero ofrecer poco de ese y mucho de otros sustitutos más caros. En otros casos las empresas pueden directamente cortar toda la distribución -como ocurrió varias veces en los últimos años con el azúcar- para presionar al alza de los precios. Por mucha omnipotencia de la que haya hecho gala Moreno, lo cierto es que estas maniobras fueron moneda corriente durante estos años, y fueron dejadas pasar o imposibles de impedir en la mayoría de las ocasiones. De ésta forma, el subsidio puede transformarse directamente en una fuente adicional para ampliar la ganancia del capital, que se suma a los aumentos de precios que de todos modos se imponen por los manejos de la oferta.
Pero incluso en los casos en los que las tarifas se encuentran reguladas, solventar la provisión de los servicios mediante subsidios impidiendo aumentos, ha generado importantes restricciones. La desinversión en la provisión eléctrica y la producción de combustibles es notoria. Aunque el Estado solventa puntualmente sus ganancias con subsidios, las empresas aducen que carecen de incentivos para invertir en ampliar la oferta energética. De esta forma, hace años se alternan las crisis energéticas veraniegas por el consumo eléctrico, y las invernales por el consumo de gas. Estas restricciones impactan a la vez en un aumento de los costos de producción y transporte en toda la estructura productiva, acelerando la suba de precios.
Cínicamente, las asociaciones empresarias critican la injerencia del Estado en la economía, que las obliga a discutir con el gobierno el manejo de su política de precios, pero no se olvidan de presentarse puntualmente en ventanilla a cobrar las transferencias que los benefician. Las cámaras empresarias y la derecha ultraliberal denuncian esta intervención del Estado en la vida económica, y piden terminar con los subsidios y liberalizar los precios (junto con regularizar la situación del Indec) como medidas que buscan imponer para “normalizar” la situación de los negocios, acompañadas de una limitación de los aumentos en paritarias, que ya buscan techar por debajo de 25% (es decir menos de lo que subieron los precios este año). Un conjunto de medidas para golpear sobre el nivel de vida de los trabajadores.
Aunque el generoso reparto de fondos a los empresarios no ha impedido en ninguna medida los aumentos de precios, el desmonte de los subsidios podría acelerar la inflación.
La política de transferencias al sector privado dejando en manos de los capitalistas la producción, no es garantía ni de limitar la suba de precios, ni del acceso obrero y popular a bienes y servicios fundamentales. Los fondos destinados a solventar la ganancia del capital tendrían un destino mucho más productivo si se utilizaran para poner en marcha bajo gestión de los propios trabajadores las empresas que los capitalistas afirman que no pueden manejar sin aumentos de precios cada vez más descontrolados y crecientes fondos públicos. De esta forma, podría organizarse la producción social en función de las necesidades sociales en vez de subordinarla a la rentabilidad empresaria. Como tareas inmediatas para enfrentar la inflación, es necesario imponer un verdadero control sobre la producción y comercialización por parte de los trabajadores y el pueblo pobre para evitar los manejos discrecionales de los capitalistas sobre los precios. Sólo la movilización de todo el pueblo trabajador para controlar los precios en los supermercados y la exigencia de los trabajadores para la apertura de los libros de los capitalistas para que se hagan públicas sus fabulosas ganancias pueden, efectivamente enfrentar la acción de los empresarios que suben los precios. Estas medidas, junto con la imposición de la “cláusula gatillo” -que los salarios se ajusten cada vez que aumentan los precios- son las únicas medidas que permitirán enfrentar la suba del costo de vida.