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jueves, 21 de agosto de 2014

Lo dice hasta el IndeK: más desempleo en la nueva etapa del “modelo”

Gastón Ramírez

Los anuncios del gobierno de establecer una nueva negociación con los fondos buitres, se dieron en simultáneo con la publicación del Indec sobre los datos de empleo. Su informe confirma el deterioro en el mercado de trabajo en sintonía con los datos publicados por el Ministerio de Trabajo de la Nación hace una semana.
Una primera imagen de la situación laboral en el país arroja que la población económica activa (PEA), es decir las personas que tienen una ocupación o que sin tenerla la están buscando activamente, alcanza a 11.884.000 personas. Entre ellos quienes tienen empleo son 10.994.000 y los desocupados llegan a 890.000 personas que buscan trabajo. Así es que la tasa de actividad -que mide la relación entre la PEA y la Población Total, es del 44,8%, y la tasa de empleo (cantidad de empleados/PEA) se ubicó en 41,4%. En términos interanuales ambas bajaron 1,7%. Es de destacar que si la tasa de actividad no hubiera caída, la tasa de empleo habría disminuido más. Si se proyecta estas tasas sobre la población activa del país, 1.343.000 personas están desocupadas y 1.681.000 subocupadas.
Con la economía en estancamiento o recesión -según la fuente informativa que se tome-, se observa un marcado deterioro de la situación laboral de los trabajadores en todo el país. El desempleo tuvo una suba del 0,3% en términos interanuales (32.000 personas más buscando empleo) y se ubica en un 7,5% durante el segundo trimestre del año. Asimismo, se redujo el número de personas que trabajan menos de 35hs semanales, considerados subocupados , que pasaron del 9,7% al 9,4% interanual. En este resultado se combina una leve suba del 0,1% -interanual- de los subocupados que buscan trabajo -porque con el que tienen no les alcanza para vivir.-
Este cuadro indica que no sólo sube el número de personas que pierde el empleo y sale a buscar; sino que también hay un deterioro de la “calidad” del empleo. Hay un crecimiento de quienes trabajan menos de 35hs semanales y entre ellos de quienes buscan más trabajo.
Salta a la vista, además, al contrario de lo que se intentaba mostrar desde el gobierno, que la desmejora en el empleo no comenzó este año. Según eI propio INDEC, en la evolución de los indicadores se observa un pico máximo en la tasa de actividad y de empleo en el segundo trimestre del 2013, con valores de 46,5% y 43,1% respectivamente; y a partir de ese momento comienza una caída sistemática de ambos. Como contrapartida, la tasa de desocupación y de subocupación, tuvo un mínimo en el 4to trimestre de 2013 con valores de 6,4% y 7,8% respectivamente; y desde ese momento las tasas de desempleo y subocupación tienen una suba sistemática. El ajuste no se inició con la devaluación que el gobierno pretende que tuvo que hacer “forzado”, sino que viene de antes.
Por último, según las regiones, en GBA-Ciudad de Bs. As. y Pampeana, el desempleo se ubica en 7,7% y 8,9% respectivamente, superando la media del 7,5% de los 31 aglomerados urbanos. Por debajo se ubica Patagónica (6,7%), Noroeste (6,5%), Cuyo (5%) y Noreste (3,3%).
Tal como analizamos acá, si bien los despidos y suspensiones, no alcanza aún los niveles críticos de 2009, cuando se perdieron más de 300 mil puestos; no obstante, una economía que marcha hacia atrás y una incierta negociación de la deuda en default, abren el juego a las patronales que ponen al empleo como variable de ajuste. El plan oficial combina maniobras para seguir pagando a los buitres, presión a las empresas con la "Ley de Abatecimiento", con una serie de planes (“PRO”) como el Repro o subsidios a quienes contraten nuevo personal de escaso poder de fuego si se profundizan los despidos. El gobierno se encuentra en una encrucijada que el mismo armó y con medidas cada vez más descontroladas, pretende frenar los efectos de las políticas “ortodoxas” que lanzó desde que profundizó el ajuste sobre el salario con las paritarias por debajo de la inflación, la devaluación y la suba de las tasas de interés, junto con el pago serial de la deuda y la fuga de millones de dólares que reeditan la crisis estructural de reservas (“restricción externa”). Los intentos de una política “anticíclica” poco pueden hacer por detener los efectos de una política oficial que “empalmó” con las tendencias recesivas que venían operando en la economía.
La respuesta a la defensa del empleo no viene desde arriba, sino por abajo, en la enorme resistencia de los trabajadores despedidos de LEAR y en la inmediata ocupación y puesta a producción por parte de los gráficos de la imprenta Donnelley, se encuentran muy buenos ejemplos de cómo pararle la manos a quienes quieren meter el ajuste sobre el pueblo trabajador.


miércoles, 20 de noviembre de 2013

La salida de Guillermo Moreno, ¿señal de un giro en la economía K?

Un día después de los anuncios de relevos en varias carteras ministeriales, el vocero presidencial anunció un cambio aún de mayor impacto, a pesar de referirse a un nivel jerárquico menor: la salida del Secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno. Este anuncio es uno de los cambios más significativos en mucho tiempo en el manejo de la economía. 
Ayer decíamos que Kicillof seguiría sometido a un “doble comando” con Guillermo Moreno. La novedad es que será el primer Ministro de Economía en mucho tiempo que no está sometido a esta restricción. El funcionario hizo y deshizo a sus anchas durante todas las gestiones económicas que siguieron a la de Roberto Lavagna. Desde Felisa Micheli en adelante, todos debieron toparse con un secretario que manejaba sin reportarles diversas áreas. Empezando por los acuerdos de precios, siguiendo por la medición de los mismos, hasta manejar el comercio exterior, la implementación del cepo cambiario y la fallida “exteriorización voluntaria de la tenencia de moneda extranjera”, cada vez más áreas del manejo económico fueron ingresando en la órbita del secretario. El último Ministro de Economía con aspiraciones de comandar plenamente su área, Martin Losteau, colisionó rápidamente con su –formalmente- subordinado. Otros, como Miguel Peirano, declinaron continuar en el cargo ante la imposibilidad de controlar a Moreno. El resto, sencillamente se acomodó a la creciente gravitación del funcionario, que extendió con un mismo método su manejo de las diversas áreas que fueron cayendo bajo su órbita. ¿En qué consistía este método? Podríamos definirlo como el de la “sintonía gruesa”, por contraposición a la “sintonía fina” que Cristina Fernández había prometido al empresariado allá por 2011. Más allá de toda la gesticulación y la “prepotencia” en la que siempre gustaron detenerse los medios (“prepotencia” que a final de cuentas se concentró casi enteramente en los laburantes del Indek, a los cuales las patotas de UPCN actuando junto con el secretario sacaron de las tareas de medición de precios y de otras áreas sensibles para dibujar los datos de acuerdo con las necesidades gubernamentales), lo más saliente de la gestión Moreno fue la ilusión de que se podría encausar con acuerdos las contradicciones emergentes del “modelo”, entregando a cambio en muchos casos concesiones significativas a grandes jugadores, como subsidios u otras ventajas (aunque algunas, como la SuperCard, no hayan llegado a ver la luz). Acá y acá hemos analizado la economía política de Guillermo Moreno. Los frigoríficos, los supermercados, incluso las exportadoras de granos se han sentado en ocasiones a negociar con el secretario. Lo que hizo Moreno tampoco es privativo de él; es más o menos lo mismo que el otro gran mentor de la “economía K”, Julio De Vido, aplicó en el área energética (secundado por Cameron) y de infraestructura con el mismo “éxito”. A pesar de los sucesivos fracasos, la búsqueda de evitar cambios de fondo en la política económica exigió responder a los mismos profundizando la línea, lo cual reforzó el deterioro general en el que empezó a sumirse irreversiblemente la economía en los últimos dos años. Deterioro que no es por ahora nada parecido a un hundimiento catastrófico, gracias a la ayuda de los altos precios internacionales de los productos que el país exporta (soja y otros granos) y a la profundización del endeudamiento público en pesos (en su mayoría intra sector público) y el uso de las reservas en dólares del Banco Central acumulados en años de bonanza, combo gracias al cual el tesoro pudo afrontar los pagos de deuda pública y los crecientes subsidios que condujeron a una situación fiscal muy estrecha.
Ahora, la posibilidad con la que cuenta Kicillof de encarar su gestión sin la sombra de Moreno, ¿permite prever un cambio de rumbo sustantivo? Difícilmente. ¿Volverá a cambiar de postura pública sobre la inflación, que reconocía y medía de forma independiente hasta que se convirtió en viceministro en diciembre de 2011, momento en el que borró de su web el IPC-7 que publicaba y se silenció sobre el tema, avalando tácitamente las cifras oficiales? Habrá que verlo. El lanzamiento del nuevo índice de precios (que podría salir con el aval del FMI, varias veces denostado por el ahora Ministro) puede ofrecer una salida elegante para el desaguisado de Moreno, pero sin rever todo lo actuado desde 2006 a esta parte, que significó un piedra libre para los remarcadores de precios y los que lucraron con estadísticas truchas.
Fuera de estos ajustes en uno de los terrenos más críticos de la gestión de Moreno, no son de esperar, como ya señalamos, grandes cambios en los principales lineamientos de la política económica. Ya las peripecias que tuvo la regulación energética mostró lo que tienen de falaz las ilusiones de dictar desde el Estado los lineamientos por los que se desenvuelve la economía. Sobre todo cuando la etapa no es de holgura, se mire por donde se mire. Los superávit “gemelos”, fiscal y externo, que permitieron la acumulación de dólares en el Banco Central y un tesoro con amplios recursos para transferir (ante todo en favor de los empresarios), son cosa del pasado. Si bien el comercio exterior aún sigue siendo superavitario, el desbalance industrial, energético y turístico, y la fuga de depositantes en dólares del sistema bancario, llevó a que este año también termine con caída de reservas, gracias a los pagos de deuda. Las cuentas públicas se sostienen con una presión creciente sobre los recursos del Banco Central, lo cual contribuye a agravar las presiones inflacionarias. Y, sobre todo, la propia inflación ha exacerbado las disputas distributivas, así como las presiones de sectores empresarios que reclaman un ajuste cambiario mayor al que ya se está produciendo. La ideología de que es posible que el Estado se eleve por sobre las determinaciones de la acumulación de capital, encauzando las contradicciones que hacen a la misma, sólo resulta sostenible cuando el sector público cuenta con amplio margen de maniobra, como ocurrió en la argentina desde 2003 hasta 2008, y, en menor medida, pudo extenderse con restricciones hasta 2011 gracias a la captación de recursos como los de las AFJPs y a los colchones que permitieron los años de bonanza. Cuando estas condiciones no existen, la presión para ordenar la situación del propio Estado se transforma en un elemento más entre los que meten presión sobre la economía. Es lo que estamos viendo. Como señalábamos hace un tiempo: “Si desde sus orígenes el kirchnerismo se caracterizó por una apuesta a utilizar los recursos del Estado para distender las relaciones entre las clases, impulsando algunas mejoras de ingresos (en relación al piso que habían alcanzado en 2002, pero sin acercarse ni de lejos a los niveles históricos en el caso se los salarios, ver acá) y subsidiando la ganancia, hoy su política ha adquirido un sentido contrario”. Es esto lo que seguirá signando la política económica. Aún con la partida de Moreno, difícilmente se vaya a desmantelar del todo las trabas a las importaciones, que conspiran contra la actividad industrial (sector que este año creció sólo un 1%, y eso gracias a la industria automotriz que viene perdiendo ritmo y afronta el panorama de un 2014 casi sin crecimiento). Los subsidios, herramienta aplicada –con poco éxito- para contener los precios, deberán limitarse por las restricciones fiscales, y esto ayudará a acelerar los aumentos de precios. Pero sobre todo, aunque durante los últimos años Kicillof y sus funcionarios hicieron gala de la intención de poner controles a la rentabilidad del capital, para lo cual exigieron información y aprovecharon la posibilidad de colocar directores estatales en las empresas en las que ANSES tiene participación accionaria, lo que se ha visto es que cuando las papas queman, y los empresarios muestran que su “competitividad” se encuentra comprometidad, los funcionarios afines al ministro han sabido ser más que comprensivos, poniendo coto a las aspiraciones de los trabajadores en las negociaciones salariales. Por eso, concluimos, es especialmente poco probable que el “empoderamiento” de Kicillof gracias a la salida de Moreno augure algún cambio positivo en la situación de “fin de fiesta” que están viviendo los trabajadores.