martes, 24 de mayo de 2016

Esperando el milagro: la economía de Macri al filo del segundo semestre


A seis meses de asumido Macri, el prometido shock de felicidad parece cada vez más lejano. El club de la buena onda sigue repitiendo que el segundo semestre la cosa va a cambiar, pero ese futuro “ya llegó”, y los está desmintiendo. La consultora de Miguel Bein, que realiza pronósticos con fuertes dosis de benevolencia hacia el gobierno a pesar de haber sido asesor estrella de Daniel Scioli hasta el 22 de noviembre pasado, proyecta que 2016 cerrará con caída del PBI de 1,9 %, inflación del 37,4 % y déficit fiscal del 4,8 %.No sorprende entonces que  Marcos Peña deba admitir que “Estamos en el peor momento”.
Lo cierto es que la política de shock económico que inició Macri en diciembre, dejando archivada cualquier hipótesis de gradualismo, está enfrentando hoy los efectos generados por las medidas implementadas (que en algunos casos serán quizás indeseados por el gobierno pero siempre enteramente predecibles) sobre los ingresos, sobre la actividad económica, y sobre los propios objetivos que persigue el gobierno, que son en algunos casos parcial o totalmente contradictorios. La devaluación del peso en 50 %, la eliminación de retenciones (reducción para la soja de 35 % a 30 %) y los tarifazos que promedian el 400 % en electricidad, gas, agua, y más de 100 % en transporte de CABA y GBA (al mismo tiempo dio vía libre para incrementos de 35 % en combustible), son incompatibles con una meta de inflación del 25 % (que desde el vamos nunca fue una propuesta creíble). El ajuste cambiario conspiró también con el objetivo de los recortes de los subsidios por el efecto que tiene sobre la importación de combustible. Y así sucesivamente.

Obstáculos epistemológicos
El flanco más débil para el gobierno ha sido la instalación de una “agenda social” con la discusión de la ley “antidespidos”, que Macri vetó el viernes mientras rechaza que haya un problema de empleo a pesar de la acumulación de estudios privados e incluso de indicadores oficiales como la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) que elabora Trabajo o los registros del el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) que señalan lo contrario.
La discusión parlamentaria de esta ley vetada catalizó un malhumor vinculado al fuerte impacto de la política oficial que afecta a la actividad y al empleo tanto como a los ingresos. Según un artículo de El cronista, sólo por los ajustes energéticos los ingresos de los hogares perderán un 4% de poder compra en 2016, y esto contando el efecto compensatorio de algunos anuncios en materia de impuestos y asignaciones familiares y de la tarifa social.
La consultora Ecolatina estima que desde noviembre hasta marzo los salarios acumularon una pérdida de poder adquisitivo de 8 %, mientras que en el mismo período el “Informe de coyuntura n° 19” de Cifra el deterioro alcanzó el 12,1 %. Las negociaciones salariales paritarias, que en términos de aumento nominal efectivo (promediando el efecto que tienen las cuotas) están en niveles que se mueven entre 25 y 29 %, ya perdieron entre un tercio y la mitad de lo negociado antes de llegar a la mitad del año.
A pesar de la buena onda que sigue tirando el gobierno sobre el formidable cambio que vendrá con el nuevo semestre, no hay nada que indique que se revertirá el fuerte deterioro de acá a fin de año. Las medidas tomadas por el gobierno para ofrecer algún supuesto alivio, como la devolución del IVA para los sectores de menores ingresos, iniciativa de dudoso efecto ya que “devuelve” impuesto a sectores que realizan buena parte de su consumo (hasta 90 % según algunas estimaciones) en canales informales donde por lo tanto no se aplica IVA, y por las dudas le impone un tope de devolución mensual de 300 pesos que significa que la devolución apenas puede llegar a consumos de hasta 2000 pesos, exponen –en el mejor de los casos– los obstáculos epistemológicos que afronta el elenco gubernamental incluso cuando se propone tomar medidas paliativas. En el peor de los casos muestran el cinismo de una estrategia de comunicar como medidas “simpáticas” iniciativas de bajo impacto real, pero que tienen el beneficio de un bajo costo fiscal (por la “devolución de IVA el gobierno sacrificará apenas el 5 % de lo recaudado por dicho impuesto). 
Hace unas semanas el jefe de Gabinete Marcos Peña celebraba que los anuncios sociales del gobierno llegaban a la suma de 120 mil millones de pesos, pero eso equivale a la transferencia de ingresos que el gobierno generó este año sólo para las patronales agrarias. La cuenta de todos los beneficios para el empresariado generados desde diciembre varios cientos miles de millones de pesos, al lado de lo cual estos 120 mil millones de pesos es un vuelto.

Los centros de gravedad de la economía de Macri
El tardokirchnerismo buscó asegurar un piso de crecimiento económico mediante algunas medidas de impulso al mercado interno combinadas con una protección al mismo gracias al freno de importaciones de que afectó casi por igual a productos terminados e insumos, y de esta forma compensó en algo el ajuste iniciado durante el segundo mandato de Cristina Fernández que significó un freno o caída de los ingresos de los trabajadores según el sector de que se tratare (ver el análisis realizado en el capítulo 8 de La economía argentina en su laberinto), y con esto pudo cerrar con el PBI creciendo 2 % en 2015. Las medidas aplicadas por Macri lo obligan a descartar que en este terreno pueda tener alguna buena noticia para mostrar en los próximos meses, ya que el golpe al bolsillo de los tarifazos y el zarpazo inflacionario alimentado por la devaluación tendrán un efecto duradero sobre el consumo, además del deterioro del empleo que el gobierno sigue rechazando. Los anuncios que viene haciendo el gobierno no cambian este panorama.  Para las Pymes, sector más golpeado por el deprimido mercado interno, por el agravamiento  de los costos generado por los tarifazos, y además por el impacto que tuvo la liberación de importaciones desplazando a las producciones locales, apenas si verán algún cambio con los incentivos fiscales y ampliación de créditos. En lo que hace a la posibilidad de pagar el IVA en 90 días, ya varias firmas del sector adelantaron que al mantenerse el esquema de devengado con el cual se genera la obligación de pagar, no les cambia mucho la situación (un reclamo es pasar al método del percibido, para tener que ingresar el IVA recién cuando se cobra la factura) y por eso es probable que no sean muchas las empresas que se acojan a este nuevo esquema.
El gobierno concentra sus aspiraciones en otros terrenos. La apuesta al agropower y a las commodities, a la llegada de inversiones extranjeras  después de haber vuelto a ser un país “responsable” gracias al acuerdo con los buitres, (cuyas perlas desmenuzan Lucía Ortega y Martín Schapiroen Ideas de Izquierda de mayo), al blanqueo de capitales que se fugaron evadiendo al fisco, y a la inversión en obra pública, son los puntales con los que Macri imagina que podrá mostrar para finales de este año una economía nuevamente en crecimiento.
¿Qué puede esperarse de todo este combo? Empecemos por el agro. Sin duda, el gobierno lo benefició de manera privilegiada, cuenta además en los últimos meses con un cierto alivio por la política de la Reserva Federal norteamericana de no continuar hasta el momento con nuevas subas de interés, lo cual evitó una subida del dólar y permitió que los precios de las commodities volvieran a subir, cambiando una tendencia al deterioro que con oscilaciones se venía observando desde finales de 2013. Hay quienes se ilusionan con el inicio de un nuevo período donde, si no hay “viento de cola” como el de los primeros años kirchneristas, al menos haya una suave brisa favorable en el plano internacional. Esta apuesta al agropower, ¿cómo se traduce en números de inversión? Como analizamos en Big Bang Theory: ajuste y “relato” en tiempos de ceocracia, tomando antecedentes de consultoras internacionales para el país y la región, será difícil que esto represente para este año y el próximo ingrese una suma muy superior a 4 mil millones de dólares. En términos de PBI, menos de un 0,3 % por año. Incluso estos números podrían complicarse ante la tendencia que se viene registrando, de un peso que se valoriza frente al dólar. Esta semana comenzó con un dólar en caída, que incluso perforó la cotización de 14 pesos, a pesar de la intervención del BCRA para sostener el valor de la divisa. Para el campo, que esperaba un dólar alrededor de 16 ya para este año, podría regresar a la acumulación de grano en silobolsas y frenar desembolsos de capital para el nuevo período si no hay señales de nuevo ajuste cambiario. Demanda que el gobierno podría defraudar, si nos guiamos por lo que dice un estudio de esta semana de Economía & Regiones, consultora asociada al Ministro del Interior Rogelio Frigerio, que salió a cuestionar que el peso se encuentre atrasado. Mover el tipo de cambio nuevamente podría construir el precario edificio de la política antiinflacionaria del gobierno, que hoy pasa básicamente por alimentar con las tasas de interés siderales que paga el Banco Central (BCRA) para absorber pesos (35,25 % después de la rebaja del último martes) un vuelco de capitales a la especulación, conteniendo así la demanda del dólar. Esta ancla cambiaria (que tiene como contracara un fuerte deterioro del déficit cuasifiscal de la autoridad monetaria por el costo de emitir Lebac a esa tasa elevada) es la única medida para acercarse a fines de este año a la inflación mensual por debajo de 1,5 que trazó el gobierno como objetivo, aún al precio de enfriar la economía. La consecuencia es que también podría enfriarse la entrada de inversiones al agropower, y desatarse nuevas presiones sobre el tipo de cambio a pesar de las altas tasas.
Fuera del agro, ¿qué inversiones podrían venir considerando los números poco alentadores de la coyuntura? Desde los despachos oficiales apuestan a lo que podríamos llamar inversiones “estratégicas”, que fuera del deprimido panorama actual consideren la perspectiva de buenos negocios que el gobierno imagina y quiere vender para los próximos años. De eso, ¿cuánto hay? El ministro de Producción Francisco Cabrera se atreve a ponerle una cifra: 20 mil millones desde hoy hasta finales de 2017. Mucho de ello serían proyectos demorados en los últimos 5 años que estaban aguardando mejores condiciones. Pero de esa danza de números a los anuncios que se van efectivizando, sigue habiendo una distancia. Entre lo que ya se conoce como inversiones en marcha y lo que podría concretarse en los meses que faltan, para este año el ingreso podría dar entre otros 5 o 6 mil millones de dólares. Con toda la furia, los nuevos emprendimientos de capital privado esperables este año, contando el agro, podrían llegar entonces a una suma equivalente al 1,5 % del PBI. Sin ser desdeñable para un gobierno urgido por mostrar números alentadores, es poco y nada al lado del desplome que genera el ajuste en curso.
No sorprende entonces que, después de haber iniciado la gestión imaginando una lluvia de inversiones, el gabinete de Macri esté urgido por poner en marcha la obra pública como vía para motorizar la economía de cara a 2017. Circuló la ostentosa cifra de 220 mil millones de pesos para este año. En dólares de hoy 15.500 millones, equivalente a casi 3 puntos del PBI. Pero esta expectativa también nace con el globo pinchado. En marzo-abril se habrían concretado licitaciones por 23 mil millones de pesos, después de un primer bimestre para el olvido, con contratos paralizados por la revisión de cuentas de la administración anterior y muchas obras frenadas desde antes de diciembre. Cuando en cuatro meses se puso en marcha apenas un 10 % de lo proyectado, resulta difícil esperar que se concrete siquiera la mitad del fastuoso monto proyectado.

Blanqueamos
Así como el cierre del affaire buitres fue presentado como el punto de inflexión después de la cual empezaría verdaderamente el gobierno de Macri, ahora el blanqueo empieza a ser presentado, ya con menos pretensiones, como una variable importante en la ecuación para salir del mal trago en que se encuentra la gestión. Para darse una idea de las imaginativas especulaciones que rondan estos momentos los despachos oficiales basta ver cómo lo describe el columnista de La Nación Carlos Pagni.
Los números que circulan llegan nada menos que a especular con un ingreso de capitales de 50 o 60 mil millones de dólares, lo que podría significar para el fisco 5 mil millones de dólares de recaudación. Y esto, a pesar de los pobres resultados que registran las iniciativas previas en este plano. De los mismos que en los últimos cuarenta años se fugaron alrededor de 400 mil millones de dólares al exterior (lo que equivale a un tres cuartos de la producción anual del país) el gobierno espera ahora un gesto patriótico (aunque claro, uno que igual saldría barato con otro plan de regularización fiscal a la medida de los evasores). No deberíamos sorprendernos sí, en medio de las incertidumbres, que responden (avaramente) con el bolsillo.

El gobierno shockeó, pero no puede traducir eso en el crecimiento que se había autoconvencido de que ocurriría casi mágicamente por la llegada de los CEOs al poder. La batería de medidas de estos meses sí mostró, que aún en caso de lograr en algún incierto futuro semestre la prometida recuperación, con la economía pos “sinceramiento” la felicidad seguirá siendo para unos pocos.