jueves, 4 de noviembre de 2010

Ahora sí se viene con todo la guerra de divisas

ben bernanke
600 mil millones de dólares en un año. Una verdadera inundación de dólares, equivalente a casi dos veces el probucto anual de Argentina, es el monto del quantitative easing (QE, emisión vía compra de deuda) que va a hacer la Reserva Federal, el banco central norteamericano. Algo así como un un 25% de los dólares que ya hay en circulación, un incremento a todas luces exponencial, en línea con lo que ha sucedido desde la crisis.
Lo que hemos visto hasta ahora en la llamada guerra de divisas, es verdaderamente un poroto al lado de lo que se va a venir. En el mismo sentido de los últimos tiempos, pero mucho más. Entrada de capitales y presión a la sobrevaluación de las monedas de muchos países, entre ellas la de Brasil, una de las principales víctimas en las primeras escaramuzas de la conflagración monetaria, precios de los commodities por las nubes, como para seguir tranquilos con la adicción a la soja de la economía argentina. Y, quien lo hubiera dicho hace unos meses, deuda menos cara hasta para Argentina. El "riesgo país" cayó a 518 puntos, o sea que para colocar deuda, el tesoro no debería afrontar una tasa superior al 6%. Por un tiempo más, para Argentina sigue el viento de cola. Sería sin embargo un poco provinciano descorchar champagna; esta fiesta se celebra en la cubierta del Titanic.
La economía norteamericana sigue planchada (el tercer trimestre creció apenas un 2%), y la derrota de Obama reafirma la perspectiva de que no habrá nuevos estímulos fiscales. La perspectiva de ajustar los gastos para contener el "gasto fiscal" desembozado, seguramente cobrará impulso. En línea con los reclamos republicanos (que explicitan y reivindican lo mismo que hicieron calladamente los demócratas durante estos años) los deudores seguirán con el grillete de la deuda, y por lo tanto no van a consumir. Los que mantengan empleo y no tengan deudas mantendrán toda la liquidez como colchón, para no arriesgarse en una situación incierta.
La única vía de escape, entonces, va por el lado monetario. Dólares para todo el mundo, tasas por el piso y que siga la fiesta. La cantidad de mini burbujas (en comparación con la que estalló en 2007; para muchas economías son ominosamente grandes) que la política de la FED ha puesto en marcha desde 2008 no tienen parangón con ningún otro momento histórico. Los dólares con los cuales la FED viene inundando la economía, no se canalizan hacia crédito, sino hacia las múltiples alternativas de inversión rentable que se hacen más atractivas cuanto más bajas estén las tasas de la FED.
Para quienes buscan impedir el quiebre del orden monetario mundial, la noticia sólo puede tener un calificativo: ominosa. Mientras Tim Geithner denuncia China por manipular la moneda, es la política de EEUU lo que está en el centro de los desequilibrios mundiales.
Hace dos años se tomaba la foto de la reunión del G20 para afrontar la crisis y se ponía como un dato nuevo, irreversible, la cooperación internacional para afrontar la crisis. Hoy estas ilusiones están siendo arrastradas por la incapacidad de la acción coordinada para recuperar el crecimiento. Los grandes planes de estímulo y salvatajes a los bancos sacaron las papas del fuego. Pero dejaron pendiente de resolver cómo seguirá la economía mundial ahora que el "consumidor en última instancia" que eran millones de norteamericanos que se endeudaban para comprar sobre la base de la valorización de activos, ha salido de la escena. Ni China, ni Japón, ni Europa, parecen muy entusiastas ni capacitados para jugar ese rol.
A falta de plan mejor, es entonces el sálvese quien pueda. Por ahora, EEUU unidos parece de los mejor capacidados para jugar este juego. En una posición de mucha mayor debilidad, los escarceos actuales nos recuerdan a los momentos previos a los acuerdos Plaza, por los cuáles EEUU impuso a Japón y Alemania una revaluación del yen y el marco, que permitió una cierta recuperación de sus exportaciones. EEUU exportó su crisis, como ya lo había hecho en la década anterior abandonando unilateralmente los acuerdos monetarios de Bretton Woods y devaluando el dólar (en ese momento, el secretario del Tesoro planteó frente a las principales economías del mundo que "el dólar es nuestra moneda pero es su problema").
Pero claro, hay varias diferencias. China es a la vez más (por su peso en la economía mundial y como destino de inversiones) y menos (por su capacidad de desarrollo) que Japón y Alemania en su momento. La relación entre China y EEUU es mucho más simbiótica de lo que jamás fue con dichas economías, lo cual dificulta la estrategia de exportar la crisis. Y sobre todo, la crisis en curso es mucho más profunda y sistémica, con lo cual los efectos desestabilizadores de medidas como las de ayer, se amplifican.
Por todo esto, exportar la crisis le será a EEUU más difícil que en otras ocasiones. El peso del dólar como reserva mundial le da margen de maniobra, más aún con la crisis en la que se encuentra la zona Euro. Pero este acicate a la guerra de monedas podría acelerar las iniciativas en agenda para reducir el protagonismo del dólar en el sistema monetario mundial. Por lo demás, no son muchos los augurios optimistas frente a la iniciativa de la FED. Para el ex presidente de la Fed, Paul Volcker, la inyección de dinero “no traerá importantes resultados” y sólo provocará inflación. John Taylor, economista de la Universidad de Stanford, estimó que el QE no funcionará, y que lo que debería hacerse es dejar de poner controles y evitar la suba de impuestos. Para otros, la inflación podría impulsar el consumo (para evitar la desvalorización de los saldos monetarios) pero nadie pone muchas fichas en eso.
La FED está dando una bofetada en la cara a quienes esperaban una salida concertada a la crisis mundial. La todavía principal economía del globo pone otra señal más de que cada uno está por su cuenta, y en contra de todos los demás. La coordinación sólo era viable para evitar la peor catástrofe. Ahora se trata de reestructurar la economía global. Lejos de contribuir a la pacificación de este proceso, la interdependencia de las principales economías mundiales ha aumentado los potenciales costos y beneficios que pueden salir de la configuración económica que deje esta crisis. Por eso, mientras impulsan numerosas medidas de ataque a la clase trabajadora (sobre todo en Europa) cada país busca evitar pagar con los peores costos de la crisis. La "guerra de divisas" es el primer capítulo, que preanuncia las barreras comerciales. La tan temida tendencia centrífuga en la economía mundial, cuyas nefastas consecuencias se vivieron en los '30, asoma nuevamente en el horizonte. La soja no va a blindar a la Argentina para que escape de esa perspectiva, ni mucho menos Brasil.
Este sistema social decadente no tiene más promesas que nuevos episodios de crisis, mayor hostilidad en las relaciones internacionales, y nuevos ataques a las condiciones de vida de las masas trabajadoras. Hay que preparse para la intervención revolucionaria frente al salto en la lucha de clases que estos años tumultuosos plantearán.

Ver más:

Corea del Sur: fracasos y trampas del G-20


Una nueva oleada de guerra monetaria

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