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martes, 8 de julio de 2014

Lear: la firme defensa K a los "buitres" industriales

General Motors anunció ayer una nueva inversión en la Argentina por 270 millones de dólares. Qué más podría esperarse, viendo el celo que muestra el gobierno para resguardar los intereses del sector. En el mismo momento en el que Cristina Fernández busca presentar el asedio de los fondos buitres y las cortes imperiales como consecuencia de la pretendida autonomía de este gobierno ante los intereses imperialistas, el posicionamiento ante las patronales “buitres” del sector autopartista evidencia la identificación del ejecutivo con los requerimientos de las patronales automotrices y autopartistas.
La represión de hoy contra las acciones llevadas a cabo en la jornada nacional de apoyo a los trabajadores de la autopartista Lear, es parte de toda una línea que viene teniendo el gobierno contra los trabajadores del sector autopartista. Los ministros del gobierno nacional mostraron, por acción y omisión, una intervención central en conflictos donde las patronales apostaron y apuestan a torcerle el brazo a sectores de activismo combativo. Gestamp, hace un mes, y Lear por estos días, pusieron en evidencia dos facetas distintas de una misma postura. En el primero de estos conflictos, la Ministra de Industria Débora Giorgi torpedeó una conciliación obligatoria dictada por el Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires, que de forma insólita revirtió esta conciliación a 48hs de haberla dictado, dando vía libre a la acción patronal. En el conflicto de Lear, ante los despidos y suspensiones, ni el Ministerio de Trabajo provincial ni el nacional se anoticiaron, permitiendo que la patronal sostenga despidos y suspensiones sin pago. El Ministerio provincial apenas se limitó a considerar que las medidas patronales son ilegales, porque no presentó un plan preventivo de crisis como marca la ley. Pero apenas dictaminó un marco de negociación de diez días con todos los trabajadores afuera, sin goce de sueldo.
Al mismo tiempo, en ambos casos el SMATA apoyó las medidas de la empresa.
La importancia de estos conflictos se extiende al conjunto del sector autopartista y automotriz. Las patronales, mayormente extranjeras, que dominan el sector, conforman un complejo integrado que durante las últimas décadas logró incrementar la producción imponiendo condiciones de trabajo más flexibles y ritmos más intensos. Así, entre 2001 y 2006, la producción de automóviles por obrero creció un 35%. Es de señalar que solamente entre 2009 y 2010 la producción de automóviles por obrero sumó otro salto del 30%, ubicándose un 65% por encima de la de 2001, lo cual está íntimamente asociado a los usos que hicieron las automotrices y autopartistas de la crisis  2008 y 2009, como hemos analizado acá.
El gobierno que se presenta como abanderado del empleo, y el SMATA, dejan hacer a estas patronales que están dirigiendo sus cañones al activismo ligado a la izquierda clasista. Lo hacen porque comparten un interés, que es frenar cualquier avance de la izquierda en los sindicatos. Para así poder asegurar las libres condiciones de explotación de las cuáles gozaron las patronales imperialistas en este rubro, que superan los altos estándares de flexibilización que rigen en el resto de la economía, “herencia” neoliberal que fue decisivamente preservada y profundizada en este década (como mostramos acá y acá). Negociando con conducciones gremiales siempre prestas a escuchar sus necesidades, pudieron remover numerosas trabas para el empleo “flexible” de la fuerza de trabajo, es decir para explotar libremente forzando al máximo en los momentos de bonanza, pagando por las horas extras montos que no compensan ni por asomo el desgaste físico; descartando sin trabas a los “rotos”, que por el esfuerzo que imponen los ritmos febriles de la producción terminan inutilizados para todo trabajo; y, en tiempos de freno, como en este momento atraviesa el sector, descargando rápidamente sobre los trabajadores los costos, cuando nunca se los participó de los jugosos beneficios.
Alimentar las ganancias de las automotrices y autopartistas imperialistas es una “política de Estado”, que el kirchnerismo no hizo más que continuar y profundizar: subsidios a insumos básicos, financiamiento a tasa subsidiada de inversiones (usando los dineros de ANSES que el gobierno rechaza utilizar para garantizar el 82% móvil), líneas de crédito baratas para que las empresas puedan tener demanda, al mismo tiempo que se les permite tomar como “cautivo” el mercado doméstico, para subsidiar con los altos precios locales una exportación a precios “competitivos”, son algunas de las muestras de generosidad hacia un sector que, por la desestructuración productiva que imponen las terminales, es una succionadora de dólares por las compras de partes en el exterior, a consecuencia de lo cual el crecimiento de la industria se traduce en una caída del superávit comercial (exportaciones menos importaciones), y en un crecimiento del abultado déficit comercial que muestra el rubro automotriz. El accionar del gobierno y la burocracia en Gestamp y Lear es la pata sindical de esta “política de Estado”, que con el argumento de que se trata de un sector que “crea empleo”, ha sostenido las ganancias y beneficiado a las multinacionales.
La pretendida postura soberana tomada ante la crisis de los holdouts, es una impostura que para estos gerentes de las empresas imperialistas resulta insostenible.

domingo, 8 de junio de 2014

Sobre Gestamp. Participación en el programa Al Dorso - FM La tribu

Invitado ayer al programa Al Dorso, conversamos sobre la situación en el sector automotriz y autopartista, y cómo el conflicto de Gestamp mostró descarnadamente al gobierno nacional actuando como mandante de las multinacionales en contra de los despedidos, mientras que el SMATA realizó durante toda la última semana una agitación contra los trabajadores en lucha que nos recuarda a la de la burocracia de Pedraza cuando preparaban el ataque de la patota que mató a Mariano Ferreyra.
Para escuchar el programa, acá.

martes, 3 de junio de 2014

Gestamp: Sobre “pruebas piloto”, o la crisis como oportunidad (para las patronales automotrices)

El secretario general de SMATA, Ricardo Pignanelli, continúa azuzando contra los delegados y activistas de su gremio que resisten los despidos en Gestamp. Después de la solicitada que publicó el viernes denunciando a la izquierda y reclamando la intervención estatal represiva, ayer salió a sostener que “el conflicto que desataron los delegados del PTS en esa fábrica se trata de 'una prueba piloto' de lo que piensan llevar adelante en otras firmas del ramo”. El jefe del SMATA transformó así una acción defensiva, ante un ataque patronal que contó con aval de su gremio, en una supuesta avanzada conspirativa de la izquierda.

Los usos de la crisis. La sombra de 2008/09
Ante la caída en la demanda local por el recorte del crédito y el aumento astronómico en el precio de los automóviles pos devaluación, y la caída de las importaciones desde Brasil, la industria automotriz tuvo un frenazo en 2014. Hasta abril, la industria acumulaba una caída del 30% en las ventas, y del 18% en la producción. Para mayo se preanuncia una caída del 40%. Esto golpea de lleno en las 400 autopartistas que proveen los componentes locales para la industria. El sector entró en crisis. Pero, como mostró la de 2008/09, crisis es para las patronales sinónimo de oportunidad. Más allá de los efectos del parate sobre la rentabilidad en el corto plazo, la crisis puede ser una oportunidad para imponer ajustes en las condiciones laborales. En 2010, después de un año de caída la industria automotriz argentina retomó la senda de los "record históricos". Para esto fue clave la flexibilidad en el uso y consumo de la fuerza de trabajo, uno de los pilares del rápido crecimiento de la producción. Pero, como afirma Sebastián Guevara, “no se trató sólo de la flexibilidad conseguida durante los 90's y la crisis de 1999-2003, sino que, del mismo modo que entonces, el capital hizo uso de la crisis 2008-2009 para profundizar más aún su avance flexibilizador”. Las empresas negociaron nuevas cláusulas flexibles.
Veamos algunos hitos de esta flexibilización (tomados del ya citado Guevara):
- En el marco mismo de la crisis, cuando estaban discutiendo la continuidad en sus puestos de trabajo de los trabajadores contratados a plazo, Ford acordó con SMATA en junio de 2009 la implementación del banco de horas hasta diciembre de ese año a cambio de garantizar la estabilidad laboral hasta entonces (acuerdo 1096-2009). -En el caso de Mercedes Benz en agosto de 2009 firmaron el acuerdo 1352-2009 en el cual se estableció, además del aumento salarial para el año, la necesidad de suspender a parte de los trabajadores hasta fin de año. Para los suspendidos se establece el cobro de un subsidio (por tanto no remunerativo) equivalente al 80% del salario. La misma “conquista” que ahora presenta SMATA como un logro en Gestamp. Simultáneamente la empresa abre un plan de retiros voluntarios para los trabajadores suspendidos, al cual adhieren 197 trabajadores, sobre un total de 443 que la empresa había declarado “excedentes”. -A fines del año 2009, el 29 de diciembre más precisamente, Mercedes Benz firma conjuntamente con SMATA y Volkswagen, el acuerdo tripartito 1215-2010, en el cual se establece la posibilidad de realizar, por un plazo máximo de 8 meses, el traspaso de trabajadores contratados por Mercedes Benz a la planta de Volkswagen para la ejecución de tareas en el área de reparación final. Volkswagen firma este acuerdo tripartito en el marco del lanzamiento de un nuevo producto realizado en la planta Pacheco, la pick-up Amarok. Y fue con el argumento de mantener y aumentar la competitividad de dicha planta, para así poder "quedarse" con esa producción dentro del grupo VW, que se implementaron una serie de acuerdos flexibilizadores. Por un lado se incorporó personal experimentado "a préstamo" de Mercedes Benz para las tareas de reparación final (a los 40 trabajadores incorporados en enero de 2010, se agregaron otros 31 en el mes de marzo).
- En el mismo acuerdo (865-2010 firmado el 26 de febrero), se incorporó el sistema de just in time para la provisión de piezas en la línea por parte de personal tercerizado. -En otro acuerdo (el 749-2010) plantea la contratación de 800 trabajadores con contrato a plazo, los cuales se incorporan con la categoría de ingreso, es decir con un salario que se ubica un 15% por debajo de la categoría básica (categoría 3).
- En el segundo semestre de 2010 VW incorpora a 200 trabajadores temporarios y tercerizados, por el plazo de un 1 año, tal y como consta en el acuerdo 534-2011 firmado el 31 de agosto de 2010.
A estas ventajas logradas en las condiciones de contratación y de asignación de la fuerza de trabajo, se sumó para las patronales un freno en el aumento de los costos salariales que venían afrontando en los años previos. En 2009 el salario real retrocedió un 2% (se pactaron aumentos salariales por debajo de la inflación). En 2010 el acuerdo salarial fue por un aumento del 25% mientras que la inflación medida por el IPC elaborado por el departamento de estadísticas de San Luis fue del 25,6%. Esto da la pauta de un año donde el salario tampoco creció. Si cruzamos esto con los aumentos de productividad, el costo salarial por unidad de producto registró una caída considerable. La producción automotriz en la Argentina creció, después de la crisis, un 20% respecto de 2008, año record anterior, “mientras el precio que pagaron los capitales por usar la fuerza de trabajo que materializó dicho 'record' se mantuvo estancado (en términos reales) y las condiciones en las que se utilizó esa fuerza de trabajo se flexibilizó más aún, facilitando así la intensificación mayor de su consumo” (Guevara).
Si hay una “prueba piloto” en marcha en Gestamp, es entonces la de las patronales para poner en marcha el ajuste. La política entreguista que viene llevando adelante el gremio a nivel nacional, ha acrecentado el descontento en el sector. Aunque los trabajadores de las automotrices están entre los mejor pagos del país, no ocurre lo mismo en las autopartistas; y de conjunto tanto unos como otros han soportado en el último decenio una fuerte presión sobre las condiciones de trabajo. Los récord productivos de la industria se han logrado aprovechando intensivamente lo que los empresarios consideran el “insumo” fuerza de trabajo. Ahora todos se preparan para ajustar sobre las condiciones de ingreso y remuneración.

Complejo industrial: fortalezas convertidas en flancos débiles
La respuesta de la Ministra Débora Giorgi ante el anuncio de conciliación por parte del gobierno de la provincia de Buenos Aires (que mas bien parecía gerente de una terminal automotriz o representante de Adefa), también responde a la presión de toda la industria ante un conflicto que puso en evidencia que los eslabones débiles del entramado automotriz. Varios conflictos recientes en fábricas autopartistas pusieron en evidencia un aspecto paradojal para una industria que debe buena parte de su mejora productiva de tiempos recientes a la conformación de un cluster que funciona con un ritmo bastante ajustado. A pesar de que la provisión de piezas locales representa sólo un 30/35% de los componentes del vehículo, siendo el resto provisto por importaciones, dentro de las piezas que manufacturas las 400 autopartistas locales existen numerosas piezas claves. Al trabajar con stocks ajustados, las terminales requieren una provisión continua desde las autopartistas. Cuando esta no ocurre, como pasó la última semana por el conflicto en Gestamp (y antes había pasado con Valeo y Lear), rápidamente se paraliza la producción. Esto, tanto como como la necesidad de ajustar en toda la industria, ha hecho que en este conflicto no sólo esté involucrada la patronal de la empresa española Gestamp. Todas las multinacionales del sector presionan por una salida rápida y aceptable a sus intereses.

La burocracia del SMATA, en rabiosa defensa de las necesidades del capital
Las crisis siempre vienen a recordar el verdadero carácter de la burocracia sindical -para quienes tienen la mala costumbre de olvidarlo cuando el auge permite lograr algunas mejoras-: agente de la burguesía en el movimiento obrero. En los momentos de auge, donde el empleo industrial crecía fuerte, y con el las aspiraciones de la clase trabajadora a mejorar el nivel de remuneraciones, esta burocracia contribuyó a dosificar el alcance de la recomposición. Entre otras cosas no menores, porque dio el visto bueno para mantener las divisiones entre efectivos, contratados, tercerizados, y todas las variantes de precarización de la fuerza de trabajo.
Como decimos acá:
La resistencia a incluir a los numerosos contratados y tercerizados en las negociaciones salariales, aunque en muchos casos son la mayoría de los que se desempeñas en las grandes fábricas, dio más margen de negociación sin afectar la ganancia. Por un lado, porque la presión de los que quedan afuera de convenio, al ser un número considerable, actúa como límite a las pretensiones que pueden aspirar a imponer los trabajadores efectivos (máxime cuando los que negocian con los burócratas alejados de las fábricas). Segundo, porque el margen empresario para aceptar las mejoras en mayor cuanto menos sea la proporción de la planta directamente beneficiada por las mejoras. La pelea por integrar al conjunto de los trabajadores en las negociaciones ha sido recurrente en todo este período, y en varios casos lo ha conseguido, pero siempre en contra de las conducciones sindicales.
Ahora que los tiempos no son de auge, sino de crisis, y la lógica del capital empuja hacia el ajuste atacando sobre las condiciones laborales, la burocracia es correa de transmisión del mismo. Las suspensiones con el 80% que SMATA plantea como un triunfo, y que los despidos de Gestamp rechazan, son un primer paso en ese sentido. Seguramente seguido, si la crisis de profundiza, por las “desafectaciones” de personal contratado, termino para referirse de forma elíptica a los despidos de los contratados a término. Tenemos numerosos ejemplos de la inmovilizad de la burocracia ante los mismos. El SMATA Córdoba llegó en 2009 a quitar los fueros a un delegado (habilitando su despido) por impulsar la lucha contra el despido de los contratados. Los burócratas de metalmecánicos quieren atacar a la izquierda y el activismo para reafirmar el control del gremio ante los golpes que preparan.
En esta “prueba piloto”, la respuesta debe ser contundente. Redoblar el apoyo a la lucha de Gestamp y denunciar implacablemente a esta burocracia, en la perspectiva de recuperar los sindicatos. La batalla por echar a la burocracia, imponiendo la democracia sindical y rompiendo los lazos que unen los sindicatos al Estado, es parte de las tareas clave para para transformar a los sindicatos en herramientas fuertes para la lucha que impulsen la unidad de los distintos sectores fragmentados de la clase trabajadora, la democracia obrera y su independencia política del peronismo y los demás partidos patronales.

jueves, 30 de enero de 2014

La CGT de Caló y su extravagante iniciativa para cuidar los precios


Como venimos sosteniendo (y puede leerse hoy aquí), el único cuidado serio de los precios lo pueden realizar los trabajadores, que actuando de forma coordinada pueden desnudar los costos y disponibilidad de mercancías en todas las cadenas productivas. Allí donde los capitalistas cocinan las trampas con las que buscan saltarse los compromisos de los "Precios cuidados" (que por otra parte les permitieron a varios sectores blanquear aumentos de los últimos meses) es la clase trabajadora la que puede desnundarlos. La que puede mostrar las exorbitantes tasas de ganancia que se amasan en numerosos sectores pescando a río revuelto gracias al descontrol de la moneda. Algún desprevenido podría pensar que los anuncios de hoy muestran que Antonio Caló decidió impulsar que la CGT tome este camino. Parece que la CGT va a tomar cartas en el asunto de cuidar los precios... recorriendo supermercados. Al mismo tiempo que pide "prudencia" a los laburantes cuando las patronales están siendo de todo menos prudentes para remarcar con voracidad, Caló no impulsa que los trabajadores controlen los precios desde sus posiciones estratégicas en la producción de bienes y prestación de servicios sino que quiere "mirar" para otro lado. 

Detras de este palabrerío y de gestos meramente simbólicos como puede ser mandar a algunos burócratas a acompañar las recorridas del "mirar para cuidar" de La Cámpora, la CGT oficial busca tapar el inmovilismo cuando la inflación está carcomiendo el salario y tanto el gobierno nacional como los opositores, y todas los sectores del empresariado, se apuestan a lograr que el resultado de las paritarias sea afianzar los duros golpes al bolsillo obrero. Esta es la vía para sostener el ajustazo que está en marcha. 
Ante este rol traidor de la burocracia, es urgente convocar a un Encuentro Nacional de todo el sindicalismo antiburocrático y combativo para postularse como un polo que ponga en movimiento a la clase obrera para sostener un programa de medidas urgentes para que la burguesía no descargue sobre nuestras espaldas los costos de la crisis.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Nos sobran los motivos – 20N clase obrera, cristinismo e izquierda


 
En su discurso del martes en San Pedro, la Presidenta expresó brutalmente lo que el variopinto arco cristinista viene expresando hace días. El paro no tendría grandes motivos, dado el contraste entre la situación nacional y la que caracteriza a buena parte de las naciones más ricas. Pero más aún, sería una amenaza contra “el modelo”, y por lo tanto contra las condiciones del “bienestar” que caracterizaría la situación de todos los trabajadores. Literalmente, mandó la amenaza: “no jodan con el trabajo”. En la misma línea, Fernando “chino” Navarro sostuvo que no habría lugar para el reclamo porque “tenemos el mejor salario de América Latina” y “somos el país con menor exclusión”.


Del “nunca menos” al... ¡menos!


Es cierto, la situación argentina (como de buena parte del mundo “emergente) contrasta hoy con la crisis europea. Este fue un año de estancamiento, en el que se registró por primera vez desde 2009 una caída en el empleo, pero hay indicios de una magra recuperación. Una ayuda no menor está viniendo por el lado externo, gracias a los altos precios y la firme demanda de granos. Aunque este año varios voceros oficiales ensayaron el discurso de que “el mundo se nos vino encima”, lo cierto es que aún en tiempos de declinación como los actuales, no puede el kirchnerismo (hoy en su etapa cristinista) decir que el flanco externo le haya sido adverso. La elevada liquidez mundial producto de las últimas rondas de inyección de liquidez orquestadas por los bancos centrales de las economías más grandes viene resultando una considerable ayuda. En otros países esto viene permitiendo que se endeuden a tasas del 5% anual, como es el caso de Bolivia hace unas semanas. Nada parecido puede ocurrir en la Argentina, presionada por algunos fondos buitre, pero la nueva situación contribuyó indirectamente a restar argumentos a la fuga de dólares. Esta abundancia de dólares presiona al alza los precios de los granos de soja, permitiendo que los popes del agrobussiness, y el gobierno que es su socio gracias a las retenciones, puedan esperar un 2013 de bonanza en lo que respecta al ingreso de verdes. También Brasil parece estar retomando ritmo, ayudado por algunas medidas del gobierno de Dilma, y también por esta abundante liquidez que se traduce en ingresos de dólares que alimentan el consumo. Pero claro, se trata de una situación precaria, que rápidamente puede deteriorarse considerando los varios puntos críticos que podrían deteriorar la situación global.


¿Por qué ante este panorama, que hoy no es de crisis aguda, el llamado a paro de la CGT de Moyano y la CTA de Micheli tuvo una respuesta contundente, aún considerando que como afirma JDM estos dirigentes “fueron a menos” (llamando por TV y sin hacer nada para extender el paro en los gremios de la CGT Balcarce)? La contundente adhesión al paro, que gracias a las peleas dadas por sectores de la izquierda clasista tuvo gran fuerza aún en gremios oficialistas (como fue el caso de la línea B del subte, varias fábricas de alimentación como Pepsico y Stani, y gráficas como Donnelley, WorldColor y Print Pack, por sólo nombrar algunas) y podría haber sido aún más activa y extendida si la propia burocracia no la hubiera torpedeado, da cuenta de los inicios de una ruptura, que responde a que se desnuda cada vez más este carácter de contunuidad en lo esencial con el legado neoliberal. No se trata, como dirían algunos, de “lo que falta” en un proyecto transformador. Se trata del corázon del kirchnerismo/cristinismo como modelo de “capitalismo en serio”, que como tal ha preservado las principales conquistas logradas a sangre y fuego por la burguesía, adornándolas un poco con medidas distributivas que pueden sostenerse en tiempos de vacas gordas. Tiempos que están más en el pasado que en el futuro.


Con el deterioro económico, aún moderado, se puso en evidencia rápidamente lo precario de buena parte de las “mejoras” en las que se asientan los esfuerzos del gobierno por darse un barniz reformista. Como ya hemos definido en otro post, lo que caracteriza al kirchnerismo desde su origen es el esfuerzo por “distender” parcialmente las relaciones [de la clase dominante] con las clases subalternas, creando algunas expectativas de mejoras en algunos sectores obreros y populares (que sólo se concretaron parcialmente para franjas limitadas, como las de los trabajadores privados registrados, y solamente si las comparamos con la situación catastrófica de la hecatombe de 2001)”. Pero esta “distensión” ha ido de la mano de una profunda continuidad en un punto clave de los “estragos” que hizo la ofensiva patronal de los años '90 sobre la clase trabajadora: el andamiaje de la fragmentación y precarización laboral. Este se trabuce en leyes, pero también en una “ciudadanía” de segunda en lo que respecta a la representación laboral y la capacidad de imponer reivindicaciones, validada por las conducciones sindicales. Se trata de un elemento central en la determinación de la fuerza social relativa del capital y del trabajo, ya que no sólo afecta a los precarios y fragmentados, sino que es determinante para el conjunto de la clase. Por eso, aunque la última década presenció una fuerte recomposición en el peso social de la clase trabajadora que le dio mayor capacidad de luchar con éxito por sus reivindicaciones, se pusieron en evidencia férreos límites para este avance. A pesar del formidable aumento de los puestos de trabajo, y la considerable reducción del desempleo, en la mayoría de los gremios recién en 2007 empezaron a aproximarse a niveles de remuneración cercanos a los de 2001. A partir de ahí, fue cada vez más difícil lograr en los acuerdos paritarios aumentos que siguieran los pasos de una inflación bien por encima del 20%. Resultado: en muchos gremios no se pudo sostener la recuperación, en otros comenzó una ligera senda descendente, y en un sector minoritario siguió la recomposión salaria en térnimos reales (es decir, con aumentos por arriba de la inflación).


Apelando a la “caja”, durante un tiempo el kirchnerismo pudo compatibilizar tendencias contradictorias. Otorgando subsidios, logró mantener cierta disposición empresaria a mantener aumentos, conteniendo de esta forma las demandas que en 2005 y 2006 se expresaban con fuerza por abajo, mostrando la entrada en escena del sindicalismo “de base” (aunque sin evitar que esto se tradujera en aumentos de precios cada vez más fuertes). Estas concesiones, sumadas a los efectos que ya de por sí estaba produciendo el crecimiento del empleo (un aprovechamiento empresario del “abaratamiento” del salario que trajo la devaluación, ver aquí y aquí), permitieron mostrar una mejora en los indicadores del ingreso, que iba de la mano con un aumento a niveles récord de la participación de las ganancias en el ingreso. La base para que esta situación fuera sostenible, fue el mazazo previo que recibieron los salarios con la devaluación de 2002, que hizo subir los precios sin que se movieran los salarios, mejorando de forma formidable la ecuación de los empresarios. Como si esto fuera poco, en buena parte de los acuerdos paritarios las patronales conseguían compromisos de productividad, con lo que la ecuación total resultaba ampliamente favorable. El límite –estrecho- de las concesiones era que las condiciones de rentabilidad (es decir los costos salariales bajos) se mantuvieran mejor que en 2001. No es extraño entonces, que a partir de 2006, los aumentos salariales comiencen a ser contestados con aumentos de precios crecientes, y exigir por otro lado un esfuerzo creciente del estado por solventar con subsidios una porción de la plusvalía (ver aquí).


Si estos subsidios fueron una manera en la que el kirchnerismo buscó compatibilizar la persistencia del patrón de distribución “primaria” (es decir al nivel de las remuneraciones) noventista, con algunas mejoras, el mecanismo privilegiado en los últimos años fue la política de ingresos. Esta adquiere con la AUH una extensión cualitativamente mayor a cualquier política previa, y permite contrarrestar parcialmente los efectos de la inflación, al menos para los sectores pobres.


La capacidad de estas políticas para operar como distención, contrarrestando -sin revertir- los elementos que estructuralmente fortalecieron al capital en desmedro de los asalariados, estaba atada a dos factores. El primero, que ya mencionamos, la magnitud del colchón logrado por el capital con el saqueo al salario. El segundo, la capacidad fiscal del gobierno para dirigir recursos hacia la “distensión”. Ambos aspectos se han ido estrechando en paralalelo. Aunque mediante la sucesiva apropiación de cajas (aumento de impuestos como las retenciones hasta la derrota de la 125, liquidación de las AFJP, uso de reservas del Banco Central para pagar deuda en dólares y, finalmente, la reforma de la carta orgánica de este último para aumentar su capacidad de préstamo) le dio una flexibilidad para conservar cierta holgura fiscal, pero a fines de 2011 sonaron las alarmas por el acelarado aumento de algunas partidas, como el gasto energético.


El resultado de estas capacidades más estrechas ha producido efectos diferenciados para distintos sectores de la clase trabajadora. Los trabajadores registrados han logrado aumentos salariales que en promedio se mantuvieron a la par de la inflación, aunque con mucha dispersión entre los distintos gremios. Incluso algunos años lograron alguna mejora en términos reales (como en 2010 producto de la intensa actividad desplegada por los sectores antiburocráticos en el gremio de la alimentación, que perforaron los techos salariales que estaban en torno del 20% y generaron presión sobre otros gremios). Pero esta mejora -moderada y relativizada por la inflación- se ha visto contrarrestada de forma creciente por el impuesto a las ganancias, por la movilidad limitada que tuvo el mínimo no imponible (sobre este robo al salario, ver lo que dicen Pablo Anino y Octavio Crivaro aquí). También ha afectado a vastos sectores la pérdida de las asignaciones familiares, por pasar a estar por encima del máximo de ingreso para percibirlas. Las últimas modificaciones dejaron afuera de quienes perciben esta asignación a nuevos sectores. Al mismo tiempo, mientras desde 2007 se ha detenido la reducción del empleo precario, mostrando los límite estrechos para acceder a “ciudadanía” laboral, fueron estos sectores los que más vieron modificar su ecuación de ingresos producto de la AUH. Lo mismo puede decirse de los trabajadores registrados con niveles de ingresos más bajos. Sin embargo, acá también la inflación se ha diluido parte de sus efectos.


La política de ingresos y laboral del kirchnerismo, como vemos, atacó mucho más las diferencias de ingresos entre asalariados que tanto preocupa hace tiempo a escribas oficialista como Verbitsky (ver aquí y aquí), que la limitada participación del ingreso asalariado producto del aumento de la participación del capital. Se subió el “piso”, principalmente por transferencias estatales y sin afectar la fragmentación estructural que tanto provecho ha dado a la burguesía, mucho menos se movió el techo. Y con el efecto persistente de la inflación, sumado a la mayor presión social y el cambio en el panorama laboral, todos los sectores de la clase trabajadora viven un panorama que no podía estar más lejos de la idílica situación que dibuja el “relato” oficial.


Cristina Fernandez conquistó un vasto apoyo entre los trabajadores en las elecciones del año pasado con la promesa del “nunca menos”. Sin entusiamo, el apoyo a la continuidad K se dio bajo la expectativa de que las modestas mejoras de estos años (más ligadas a la lucha y a la fuerza social recuperada por la clase trabajadora que a decisiones gubernamentales) se mantendrían. La sintonía fina, que con algunas contramarchas sigue firme (sino veamos la reciente votación de la ley de ART, la reticencia a mover el mínimo no imponible dando apenas un “regalo” de navidad) rompió esta expectativa. Como si fuera poco, a quince días del colapso energético en Ciudad de Buenos Aires, el “keynesiano” Kicillof anunció hoy junto con Julio de Vido nuevos anuncios sobre aumentos de tarifas eléctricas. Adivine el lector: ¿a qué se parece más el anuncio, a una política heterodoxa de ingresos, o a un “noventoso” regalo a las prestadoras de servicios públicos (una pista, la acción de edenor subió a horas del anuncio más de un 8%)?


¿Quo vadis?


¿Hacia donde va a conducir esta ruptura que empieza a desarrollarse? ¿Hacia una “fusión” del 20N con el 8N o hacia una política obrera independiente de la burguesía? ¿Scioli (o de la Sota) o la izquierda clasista? Resulta sagaz Pagni cuando plantea como central el problema de la inflación y la negación que hace el gobierno, comparando con la ubicación del sindicalismo en los años '80: “Como en los 80, el mercado laboral no ajusta hoy por cantidad, sino por precio.El número de empleados se mantiene, pero la remuneración disminuye en términos reales. El malestar se concentra en el universo de los ocupados. Y determina una mayor movilización gremial”. Claramente el cronista se deja llevar por sus deseos, ya que hay un abismo entre la situación actual y los tiempos alfonsinistas, con un Estado en ese momento quebrado bajo asesiado de acreedores externos. Sin embargo, tras su razonamiento hay un problema político de primer orden para quienes apostamos a la emergencia política independiente de la clase trabajadora. Si Moyano y Barrionuevo apuestan a incidir con sus acciones en la interna peronista (apoyando a Scioli y de la Sota respectivamente), Micheli apuesta a llevar agua para el molino del FAP, en ambos casos, por lógica de alianzas policlasistas de cualquiera de estos proyectos, el peso va para el lado de las “correcciones”, como planteó Scioli por estos días. Es decir la “normalización” definitiva por el lado de política antiinflacionarias y de ajuste más directo, contra el ajuste en cuotas e indirecto (vía inflación) que aplica el gobierno. Este programa no responde a las aspiraciones del conjunto de la clase trabajadora, pero sí puede traccionar a los sectores de mejores ingresos contra la amenaza del descontrol inflacionario. Ante esta convergencia posible, es fundamental fortalecer las condiciones para que, al contrario, pueda soldarse la unidad del conjunto de la clase trabajadora en alianza con el pueblo pobre. Para esto es fundamental la constitución de un polo alternativo que luche al interior de los sindicatos contra las direcciones de las CGTs y las CTAs.


Contra las variantes políticas patronales que impulsan distintas alas de la burocracia, es fundamental sostener una política consecuente para desarrollar la independencia de clase, tomando un programa independiente que responda a las aspiraciones del conjunto de los trajadores, y peleando por la mayor unidad de las filas obreras, contra las divisiones que defienden los empresarios, los burócratas y el gobierno. Como plantea Paula Varela “Si efectivamente, la comprobación de una disidencia por izquierda en sectores de masas abre la posibilidad a una ruptura con el peronismo, el polo opositor clasista tiene que ser más claro y más contundente”. No sólo delimitándonos claramente de los movimientos que fortalecen a las variantes de oposición patronal, como el 8N, sino también de la bucracia aún en el momento que acompañamos las acciones que llaman por justas reivindicaciones, como el paro del 20. Para esto, es fundamental el llamado inmediato a una Asamblea Nacional de Trabajadores para agrupar a los sectores combativos.


martes, 29 de noviembre de 2011

Quimeras sobre el discurso de Cristina (o cómo transformarlo de antisindical en igualitarista)


http://www.alsurinforma.com/wp-content/uploads/2011/11/cristina_uia-300x207.jpgEl diario oficialista Página/12 viene haciendo un formidable esfuerzo para convencernos que el sentido de las palabras de Cristina en la UIA, y otros numerosos gestos que la vienen acompañando, son opuestos a lo que parece a primera vista. Como ya habíamos anticipado que ocurriría, sus páginas vienen machacando hasta el hartazgo con las frases más "simpáticas" del discurso, que tenían como trasfondo importantes guiños a los empresarios.
Interpretar que lo que se está implementando con los subsidios es un ajuste, sería según esta lectura caer en la “operación mediática” orquestada por Clarín y La nación (ver por ejemplo a Eduardo Aliverti en “Entradas y salidas”, Página/12, 28/11/2011). También nos dicen que pensar que toda la pirotecnia verbal contra los sindicatos –incluyendo al moyanismo y otros dirigentes de la burocracia pero apuntado especialmente al sindicalismo de base- preanuncia un ataque contra los sindicatos sería equivocado.

La relectura que nos propone la prensa “progre” oficialista del discurso de Cristina, es que “ni la euforia de Mendiguren ni la depresión de Moyano parecen justificadas” (Verbitsky, “Disciplinamiento”, Página/12, 27/11/2011). Cierto, el gobierno señaló a varias empresas que fugaron dólares, casi con nombre y apellido, sugiriendo que las pondría en la mira de varias áreas de gestión, como la AFIP. También, que reclamó inversiones. Algo que no es nuevo, y que los empresarios siempre prometen. Y hasta a veces cumplen. Si total, reciben importantes “regalos” fiscales y créditos baratos, que amplían significativamente los beneficios. Fuera de esto, y algún tirón de orejas como decir que los sectores más vulnerables “no tienen capacidad de ahorro y no hacen ‘contado con liqui’. No son los jubilados de la mínima los que remesan o atesoran billetes o utilidades en portafolio o cambian de portafolio”, la Presidenta propuso abrir el diálogo en numerosos puntos de gran interés para los empresarios, especialmente de la industria. Competitividad (repetimos lo que dijimos hace algunos días, decirle esto a los industriales es hablarles de devaluación o alguna otra ingeniería cambiaria de resultados equivalentes), inflación, rechazo a la ley de ganancias. Alguna recriminación en el marco de estas promesas de “sintonía fina”, no cambia el hecho de que casi todo fue música para los oídos empresariales.
Sobre la cuestión de ganancias, Vervitsky nos propone una lectura sumamente original e implausible, similar a la que ya apeló otras veces para apoyar posiciones políticas antiobreras del gobierno: existirían con Moyano “diferencias objetivas de criterio: mientras el gobierno inyecta recursos en la base de la pirámide porque sabe que se vuelca al consumo y sostiene la demanda agregada, Moyano aboga por mayores ingresos para la cúspide, cuyos ingresos, de acuerdo con los estudios oficiales, en buena medida alimentan la compra de dólares”. Ahora resulta que para este diario, la creme de la creme del proletariado es uno de los grandes responsables de la salida de dólares. Poco importa, para este escriba a sueldo, que hace poco tiempo el mismo medio haya amplificado hasta el hartazgo las palabras de la Presidenta del Banco Central Mercedes Marcó del Pont, de que “El amperímetro no lo mueven los pequeños inversores”, sino “en buena medida” los grandes ahorristas y empresas. Ahora se descubre que subir el mínimo no imponible sería alimentar la fuga de dólares.
Verbitsky apela a los argumentos ya utilizados hace unos meses en su artículo “La primacía de la política” (Página/12, 15 de mayo de 2011). Allí denunciaba, con total desparpajo, la “aristocracia obrera” que según su lógica era la responsable de la gran inequidad de la distribución de los salarios. Ya hemos polemizado aquí con sus volteretas argumentales, mostrando cómo le hacía el ole a la cuestión de fondo para explicar lo que se supone estaba tratando (las asimetrías salariales), que es cómo la relación entre el gobierno y la burocracia de Moyano sirvió durante todos estos años para preservar el “modelo”, que analizado más allá de la retórica no es otra cosa que un régimen de (sub)acumulación capitalista basado en una elevada rentabilidad (aquí puede leerse nuestra polémica).
Ahora, Verbitsky vuelve sobre la misma línea argumental. Moyano representa a una fracción privilegiada de la clase trabajadora, habla desde “la cúspide” de la pirámide, el gobierno piensa en la base. Aunque este argumento pretende embellecer al gobierno, en realidad empieza por embellecer a la propia burocracia. No dice que ésta es una policía política en el movimiento obrero, que acumula privilegios ocupando la dirección de sindicatos regimentados estatalmente, a los fines de adecuar los reclamos obreros a las condiciones económicas. Nos la presenta como una defensora de los privilegios de los estratos más altos de la clase obrera. Esto sólo es cierto en el sentido de que la burocracia sólo habla corporativamente de los intereses de los trabajadores registrados efectivos, dejando afuera no sólo a los trabajadores precarios, sino también a gran parte de los contratados. Sin embargo, incluso los intereses y aspiraciones de esta fracción de la clase trabajadora quedan subordinados a las necesidades del capital y del Estado. La misma burocracia que posa de “reformista” en años de vacas gordas, es la que deja pasar despidos, suspensiones y bajas de salarios en tiempos de crisis. Lo vimos durante toda la década menemista, y especialmente durante la crisis de 1998/2001: todos los sectores de la burocracia dejaron pasar despidos, suspensiones y bajas de salarios, aparte de permitir que se exija más productividad. Incluso mientras Moyano criticaba la ley “banelco” de flexibilización laboral, era impulsor de una devaluación que salvaría a la burguesía argentina (gracias a la pesificación “asimétrica) mientras hundía el poder adquisitivo de los salarios. Esta misma burocracia dejó pasar en 2008/09 más de 200 mil despidos, en muchos casos argumentando que ni siquiera eran tales porque afectaban a contratados, e impulsando en el mejor de los casos medidas de “lucha” testimoniales, como en el caso de Paraná Metal. Empresas, gobierno y sindicalistas atacaron duramente a los sectores del sindicalismo de base que encararon la defensa de contratados (como a Hernán “Bocha” Puddu, delegado de Iveco en Córdoba que fue expulsado del SMATA por defender a contratados, y luego despedido). Verbitsky nos transforma a esta casta, responsable de dosificar las mejoras a las que puede aspirar la clase trabajadora aún en tiempos excepcionalmente prósperos para la economía nacional como fueron los últimos años, en una defensora de intereses corporativos. Sin duda, busca oponer los intereses de la “privilegiada” clase obrera efectiva a los de otras fracciones de la clase, pero sólo porque ésto le permite poner un techo más bajo a lo que sus “representados” pueden aspirar (para ampliar, ver aquí).
Luego de embellecer a la burocracia, Verbitsky pasa a contarnos la gesta popular que estaría detrás de los sistemáticos discursos de Cristina Fernández contra las organizaciones obreras. Las tensiones con Moyano, serían según Verbitsky y numerosos periodistas más de PáginaK, porque el gobierno quiere medidas aplicables “a todos los trabajadores”. La distribución de ganancias y la elevación del mínimo no imponible no lo serían. Los sindicalistas deberían más bien preocuparse por las condiciones laborales que afectan a la mitad de los asalariados peor remunerados, que están por debajo de la línea de pobreza. Sin embargo, este discurso “igualitario” que tanto conmueve a los periodistas de este diario, fue pronunciado enfrente de los empresarios, para asegurarles que nadie andará metiendo las narices en sus balances. Por otro, le avisó a Moyano que la no movilidad del mínimo no imponible será otra pata mas del ajuste que no existe (en los discursos oficiales, pero sí en las facturas de servicios y los techos salariales que se anuncian para los trabajadores). Pero además, Cristina realiza su discurso, y los periodistas oficialistas lo leen, como si este sindicalismo no hubiera sido aliado central del gobierno. Y como si la política de precariedad laboral no hubiera sido un –inconfesable desde ya- pilar del “modelo”. Como hemos planteado ya en otra ocasión, la precarización juega un rol clave para explicar los altos niveles de ganancia capitalista en el período de la pos devaluación porque
[…] a diferencia de los ’90, este resultado se está dando con una economía que funciona a máxima capacidad, con undesempleo mucho menor, e incluso en algunos sectores con dificultades para encontrar trabajadores calificados, es decir con un “exceso de demanda” de fuerza de trabajo. Lo raro no es que en una economía que creó tres millones de puestos de trabajo desde 2002 el salario haya tenido alguna recuperación [en términos reales]. Lo notorio es que esta estuvo apenas en los niveles de 2001, es decirun año de hecatombe económica. Acá, se puede “cuantificar” el aporte de la precarización y tercerización, que limitó la capacidad de los trabajadores para avanzar en la recomposición salarial. Justamente por esta limitación a la recomposición salarial, la participación de las ganancias en el producto tiene el piso históricamente más alto de las últimas décadas.
Moyano jugó un rol clave para operar sobre estas condiciones ya de por sí favorables al capital, garantizando –como pedía el gobierno- un techo en las negociaciones por debajo de la inflación. Por eso, a partir de 2007, superar a la inflación fue la excepción más que la norma, salvo porque en 2010 el gremio de la alimentación perforó el techo y logró un 35% después de fuertes luchas (con Kraft a la cabeza), y luego fue imitado por otros gremios. A cambio de esto, Moyano renegociaba otras ventajas adicionales para el sindicato de Camioneros, de modo que en este gremio las remuneraciones crecían más que el promedio. Lo mismo fue tolerado por el gobierno en algunos otros gremios, a condición de imponer una pauta en línea con la inflación en la mayoría de los gremios.
De esta forma, las divergencias en las condiciones de trabajo y de remuneración, que repentinamente tanto parecen preocupar a Cristina, no son algo “pendiente” de avanzar, sino algo decididamente perpetuado durante estos años para garantizar al menos en cierta medida la continuidad de algunas condiciones favorables a las empresas creadas por la devaluación. La burocracia sindical le agregó otro detalle, que son las importantes diferencias entre gremios, pero todos (empresas, gremios y gobierno) coincidieron en mantener las división de las filas obreras.
Suena como mínimo paradojal que esta manifiesta preocupación por la igualdad entre los trabajadores, vaya acompañada de procesamientos a dirigentes obreros como Javier “Poke” Hermosilla o Rubén “Pollo” Sobrero por defender los puestos de trabajo y la organización del sindicalismo de base, y a dirigentes políticos que se han solidarizado con la lucha de Kraft como Néstor Pitrola y Vilma Ripoll. O que el Ministerio de Trabajo pida la intervención de la Asociación del Personal Técnico Aeronáutico (APTA). O que los trabajadores que pelean por condiciones de seguridad e higiene como los trabajadores de Subte reciban la burla de la Presidenta en sus discursos, ninguneando el problema de la tendinitis. O que el Ministerio de Trabajo se niegue a homologar un acuerdo salarial negociado por UATRE que contempla una suba del 35,7% para los peones rurales.
Por otra parte, mucho habló Cristina contra los “privilegios” de los asalariados mejor pagos; pero le faltó explicar cómo si esto es tan así, es que la participación promedio de la ganancia capitalista en el ingreso total generado, supera en el promedio de los últimos años, casi cualquier año de la década previa; y si analizamos las grandes empresas donde están los trabajadores mejor pagos, el avance capitalista durante los últimos años es aún más acentuado.
Más sencillo que enredarse en estas “paradojas” (que mejor podríamos definir como contradicciones en el discurso) sería explicar que lo que se está empezando a implementar es efectivamente un ajuste, que tiene a los asalariados como sus principales destinatarios. El discurso oficial, se prepara para contraponer los ataques que se vendrán a otras medidas “para todos” que sí se mantendrán (pero probablemente no se amplíen significativamente; a todos va a tocar una parte de ajuste) como la AUH (JdM analiza muy bien uno de los posibles escenarios de cómo podría darse esta contraposición, ver aquí). Así como se invita a renunciar a los subsidios para los servicios a los usuarios “que pueden pagarlo”, ya se ha invitado a los trabajadores en otros años a moderar sus reclamos, y lo mismo hizo Cristina en el discuros de la UIA. La novedad de este años es que se preparan techos mucho más bajos. La advertencia, clarita, es que “no se pueden tener los mismos comportamientos con que se enfrentó las políticas neoliberales de los ‘90” y que “los trabajadores van a ser los primeros perjudicados” si se afecta el modelo económico. En suma, cualquiera que “desborde” y no acepte las nuevas reglas del “ajuste” no declarado será señalado como responsable de erosionar el modelo. Un llamado al orden, para proteger la “caja negra” del “modelo”: la formidable rentabilidad empresaria, que está aún un 15% por encima de 2001, gracias a que, como el propio Verbitsky reconoce (copiamos el gráfico que acompaña su nota) los costos salariales que afrontan los empresarios siguen mucho más bajos que en ese momento.

Siempre se puede encontrar algún argumento para teñir de “progre” un discurso, y encontrar alguna frase en el mismo que demuestre la firmeza presidencial ante los empresarios. Pero para los trabajadores, mejor prepararse para una “sintonía fina” que los tiene como principal variable de ajuste.

jueves, 24 de noviembre de 2011

martes, 22 de febrero de 2011

Fidel apoyando a Gadafi. ¿El rol contrarrevolucionario de la burocracia castrista un invento trosko?

Ya lo hemos visto usar el prestigio de la revolución para apoyar a numerosos gobiernos latinoamericanos autodenomidos "progres", que no tomaron ni una sóla medida contra el imperialismo y se mantuvieron siempre en los marcos de las necesidades de la burguesía.
De esta forma, no sería ninguna novedad la distancia del castrismo de cualquier iniciativa revolucionaria en el terreno internacional, ya que es lo que viene haciendo hace décadas -incluso habiendo retaceado apoyo a Guevara cuando éste partió con unas tropas bastante recucidas, primero hacia el Congo y luego hacia Bolivia.
Pero ahora estamos viendo que, luego de varios días de la feroz masacre que viene realizando Gadafi contra su propio pueblo, Fidel sale a mostrar su apoyo al dictador Libio: habrá "que esperar el tiempo necesario para conocer con rigor cuánto hay de verdad o mentira, o una mezcla de hechos de todo tipo que, en medio del caos, se produjeron en Libia".
Fidel le agrega un toque bizarro al anunciar que "el crimen que la OTAN se prepara a cometer contra el pueblo libio", como si en los últimos años el dictador no se hubiera reconciliado con la "comunidad internacional" de las potencias imperialistas, acompañando la lucha contra el terrorismo y ganando así el apoyo imperialista para sostener su regimen opresivo contra el pueblo libio.
Frente al cerrado rechazo de tanto populista latinoamericano de criticar a Castro ya que eso era "atacar la revolución", los trotskistas siempre hemos señalado el nefasto rol de la burocracia tanto para la defensa de la socialización de los medios de producción, como para transformar a la isla en una trinchera de la revolución internacional. Ésta defiende la economía nacionalizada en tanto que es fuente de sus privilegios, pero cada día va minando sus bases, permitiendo la extensión del mercado negro y el avance de relaciones capitalistas de la mano de distintas multinacionales. En el plano internacional su rol no tiene contradicciones: como muestra el gesto de Castro hacia Gadafi, esta burocracia es enemiga de la iniciativa independiente de las masas trabajadoras, y están dispuestos a bancar a dictadores que las reprimen.
Por eso, la única manera de defender seriamente a Cuba de las acechanzas de la restauración capitalista es impulsando una revolución política que expulse a la burocracia parásita y establezca organismos de democracia obrera que permitan regenerar las bases de la economía de transición y permitan a cuba ser un punto de apoyo para el desarrollo mundial de la revolución socialista.