miércoles, 21 de mayo de 2008

Declaración con nuevas firmas

NI CON EL GOBIERNO NI CON LAS ENTIDADES PATRONALES "DEL CAMPO"

La disputa entre el gobierno nacional y las entidades patronales "del campo" es una pelea entre dos sectores capitalistas que defienden intereses completamente ajenos a los trabajadores. Con el aumento de las retenciones, el gobierno no pretende recaudar fondos adicionales para aumentar jubilaciones, salarios de los trabajadores estatales o los presupuestos de salud y educación, sino contar con recursos para garantizar el pago de la deuda externa, los subsidios a los empresarios amigos y fondos para favorecer la alianza de intendentes y gobernadores. Por su parte, el lock out de las patronales agrarias, donde los intereses de los grandes propietarios y productores agrupados en la Sociedad Rural pretenden ser camuflados bajo los propietarios de menor peso agrupados en la Federación Agraria, expresan la mera búsqueda de una mayor rentabilidad por parte de un sector que ha embolsado cuantiosas ganancias gracias al doble efecto de la devaluación y el aumento de los precios internacionales de los productos que exportan, en particular la soja. No extraña por ello que, si bien no participa de la Comisión de Enlace entre la SRA, CRA, Coninagro y FAA, la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID), donde se nuclean los grandes productores sojeros, apoye abiertamente la protesta patronal.
En el debate público se ha pretendido limitar las opciones políticas al alineamiento con alguno de estos dos bandos igualmente defensores de los intereses del capital. Los intelectuales, docentes universitarios, profesionales, periodistas y trabajadores de la cultura que suscribimos esta declaración, por el contrario, creemos necesario intervenir en este debate para plantear la necesidad de una salida independiente en favor de los trabajadores.
Es falso que este gobierno confronte con los "intereses económicos más concentrados", como algunos quieren hacer creer. Al contrario, los Kirchner los han favorecido en sus casi cinco años de gobierno. ¿O el petróleo no sigue en manos de la Repsol y un puñado de empresas más? ¿O no es un escándalo el saqueo que realizan las multinacionales mineras? ¿O los grandes industriales hoy beneficiados con el favor oficial no fueron tan golpistas como la oligarquía agraria? ¿O no es obsceno el negociado del "tren bala" mientras la red ferroviaria sigue destruida? ¿O la tierra no sigue concentrada en 4000 grandes propietarios agrarios que poseen 85 millones de hectáreas, la mitad de las tierras cultivables en nuestro país, por las que pagan impuestos miserables? ¿O el 40% de producción sojera no está concentrada en apenas un 2,2% de los productores, como ahora señala en sus discursos la presidenta como si nada tuviese que ver con ello? ¿O no es un hecho que cinco grandes empresas (Cargill, Dreyfus, Bunge, Vicentín, Aceites General Deheza) concentran la casi totalidad de las exportaciones de granos, incurriendo incluso en múltiples estafas -que sobrepasan los 3 mil millones de dólares- a la hora de liquidar las retenciones que descuentan del precio que pagan a los productores al fisco? Los Kirchner ni siquiera han impulsado, teniendo mayoría propia en el parlamento, la derogación de la ley videlista 22.248 que permite la brutal explotación de los trabajadores rurales, que tienen los salarios peor pagos del país y de los cuales un 75% está "en negro". ¿O no es también este gobierno el que pacta los "techos salariales" con la burocracia sindical mientras reprime a los trabajadores cada vez que se le hace necesario, como en el Casino Flotante y en Mafissa?
Por el lado de quienes desde una supuesta posición de izquierda o "progresista" apoyan el lock out, el argumento de que apoyan a los "pequeños y medianos productores" es insostenible. ¿O la Federación Agraria no forma hoy parte de un bloque políticamente indiferenciado con la oligarquía nucleada en la Sociedad Rural? Lo que demanda la FAA es que no sólo sus afiliados sino también los grandes propietarios y, aún, los pooles de siembra a los que critican verbalmente paguen la menor cantidad de retenciones posibles. Esto no es una casualidad. Los sectores más bajos de la burguesía agraria nucleados en la FAA son parte de la llamada "alianza sojera", que no ha vacilado en recurrir a la expulsión sistemática de sus tierras de miles de campesinos pobres y sostiene la explotación brutal de los peones rurales.
Frente al actual estado de cosas, los planteos de ambos sectores llevan al agravamiento de la situación de los trabajadores, que ven como los salarios se deterioran día a día producto del alza inflacionaria.
Quienes adherimos a esta declaración creemos que es necesario sostener una clara posición independiente de estos dos bloques capitalistas. Por el contrario se trata de unir frente a ellos a la clase trabajadora de la ciudad y el campo, a los campesinos empobrecidos, a los estudiantes. Estamos por la nacionalización de la gran propiedad agraria, de las grandes exportadoras y de los puertos privados y privatizados; por el no pago de la deuda externa y la nacionalización bajo control de los trabajadores de la banca y del comercio exterior. Estas medidas permitirían terminar en serio con la oligarquía y la expoliación de las multinacionales y del capital financiero que se queda con la parte del león de los recursos que surgen de las exportaciones agrarias. Permitiría organizar la producción agraria de acuerdo a un plan racional y contar con alimentos baratos y de calidad para todo el pueblo. Nos manifestamos también por la derogación de la ley videlista que permite la superexplotación del peón rural y por el blanqueo inmediato de todos los que trabajan en negro; y decimos que para que la crisis tenga una salida progresiva es necesario que la clase trabajadora levante sus propias demandas, empezando por las más inmediatas: aumento de emergencia para todos los trabajadores; salario mínimo equivalente al costo de la canasta familiar; aumento automático de los salarios de acuerdo al crecimiento de la inflación.
Insistimos: en la crisis, es preciso unir voluntades para señalar la necesidad de una salida distinta a la que ofrecen los sectores patronales en disputa y sus representantes en el gobierno nacional y en los gobiernos provinciales, es decir, una salida socialista y de la clase trabajadora.

Adhesiones a niknicampo@yahoo.com.ar

PRIMEROS FIRMANTES

FERNANDO AIZICZON (HISTORIADOR, CONICET)
GUILLERMO ALMEYRA (POLITÓLOGO, DOCENTE UBA)
PABLO ANINO (ECONOMISTA, DOCENTE UBA)
ARIEL ARAMAYO (GEÓGRAFO, DOCENTE UNLP)
MARÍA GABRIELA ARMIDA (HISTORIADORA, UNR)
VIVIANA ASRILANT (DOCENTE FADU, UBA)
PAULA BACH (ECONOMISTA, UBA)
SOL BAJAR (PSICÓLOGA, DOCENTE UBA)
NORMA GRACIELA BARNES (DRA. EN INGENIERÍA QUÍMICA, DOCENTE UNT)
PATRICIA BARONE (CANTANTE)
ALEJANDRO BARTON (BIÓLOGO, DOCENTE UBA)
LUCIANO BELFORTE (EX COORD. INGRESOS IPC INDEC)
GONZALO BERNABÓ (PSICÓLOGO, DOCENTE UBA)
ARIEL BENAVIDEZ (DOCENTE EN ANTROPOLOGÍA, UBA-UNJU)
ALEJANDRA BERNAT (DOCENTE DERECHO, UBA)
ROBERTO BLANCO (LIC. ADM. EMPRESAS, UBA)
PABLO BONAVENA (SOCIÓLOGO, DOCENTE UBA-UNLP)
PAULA BONIOLO (SOCIÓLOGA, DOCENTE UBA)
ALBERTO BONNET (DR. EN CS. SOCIALES, DOCENTE E INVESTIGADOR UBA-UNQ)
LUIS BONOMI (ABOGADO)
MARIO RAÚL BORDÓN (ABOGADO)
MELINA BOTTONI (PSICÓLOGA, DOCENTE UBA)
MYRIAM BREGMAN (ABOGADA)
VIOLETA BRUCK (PROF. EN COMUNICACIÓN VISUAL, UNLP)
MARIA BRUNI (LIC. CS. COMUNICACIÓN, DOCENTE UBA)
DIEGO BRUNO (DOCENTE FILOSOFÍA Y LETRAS, UBA)
NICOLAS CAMBON (DOCENTE FADU, UBA)
PABLO CAMERA (HISTORIADOR, DOCENTE UBA)
JULIA CAMPOS (SOCIÓLOGA, DOCENTE UBA)
DIONISIO CARDOSO (DOCENTE FADU, UBA)
LIZ CARPINETTI (SOCIÓLOGA, UBA)
LAURA CARUSO (HISTORIADORA, DOCENTE UBA)
NATALIA CASOLA (HISTORIADORA, DOCENTE UBA)
FERNANDO CASTELLÁ (POLITÓLOGO, DOCENTE UBA)
CHRISTIAN CASTILLO (SOCIÓLOGO, DOCENTE UBA-UNLP, IPS "KARL MARX")
LETICIA CELLI (ABOGADA)
ILEANA CELOTTO (PSICÓLOGA, DOCENTE UBA)
LEONIDAS CERUTI (HISTORIADOR)
LAURA CHAMPEAU (PROF. EN ARTES PLÁSTICAS, UNLP) JOSÉ A. CHUZA LEDESMA (ARQUITECTO, MDP)
EDUARDO M. COCCA (PROFESOR UNIVERSITARIO)
ADRIANA COLLADO (SOCIÓLOGA, DOCENTE UBA)
OCTAVIO COLOMBO (HISTORIADOR, DOCENTE UBA)
ESTELA CORDERO (PSICÓLOGA SOCIAL)
CECILIA CORMICK (FÍSICA, DOCENTE UBA)
NESTOR CORREA (HISTORIADOR Y ECONOMISTA, DOCENTE UBA)
JULIO CORTEZ (ACTOR - DOCENTE)
NORMA CRISTINA COZZI (DOCENTE, SOBREVIENTE DE LA ESMA)
SERGIO DAICZ (DOCENTE CS. EXACTAS, UBA)
IVANA DAL BIANCO (ABOGADA)
ROSA D'ALESIO (PSICOANALISTA, DOCENTE UBA)
ANDREA D' ATRI (PSICÓLOGA)
JUAN CARLOS DE ALTUBE (MÉDICO, CIS)
ROMINA DEL PLA (HISTORIADORA, DOCENTE UBA)
LEOPOLDO DENADAY (ABOGADO)
MARÍA DÍAZ RECK (PROF. EN ARTES PLÁSTICAS, UNLP)
NORA DOMINGUEZ (PEDAGOGA, UNLZ)
MARÍA SOL DORIN (POLITÓLOGA, UBA)
DANIEL DUARTE (HISTORIADOR, DOCENTE UBA)
JUAN DUARTE (PSICÓLOGO, DOCENTE UBA)
LETICIA DUEC (SOCIÓLOGA. UBA)
MAXIMILIANO DUQUELSKY (LIC. CS. COMUNICACIÓN, DOCENTE UBA)
ARIEL EIDELMAN (HISTORIADOR, DOCENTE UBA)
RODOLFO ELBERT (SOCIÓLOGO, DOCENTE UBA)
MATÍAS ESKENAZI (SOCIÓLOGO, DOCENTE UBA)
GASTÓN FALCONI (FILÓSOFO, UBA)
CECILIA FEIJÓO (SOCIÓLOGA, DOCENTE UBA)
PAULA FERGNANI (BIÓLOGA, CONICET)
ALDO F. M. FERRANTE (PERIODISTA)
MAILEN FERREIRO (EST. SOCIOLOGÍA - UNMDP)
FABIOLA FERRO (LIC. EN LETRAS, DOCENTE UBA)
SUSANA FIORITO (DIRECTORIA BIBLIOTECA POPULAR BELLA VISTA - CÓRDOBA)
MARCELO FIRPO (DOCENTE Y ARTISTA)
MYRIAM FORD (SOCIÓLOGA, UBA)
WALTER FURLANO (SOCIÓLOGO, DOCENTE UBA)
SANTIAGO GANDARA (LIC. CS. COMUNICACIÓN, DOCENTE UBA)
HECTOR GARCIA (PSICÓLOGO, DOCENTE UBA)
CECILIA GÁRGANO (PROF. EN ARTES PLÁSTICAS, UNLP)
MARTA GIACCONE (DOCENTE ENFERMERÍA UNC)
MARIANA GIARETTO (SOCIÓLOGA, DOCENTE UNCo)
MARCELO GIRAUD (GEÓGRAFO, UNCuyo)
EDUARDO GLAVICH (LIC. EN FILOSOFÍA, DOCENTE UBA)
JOAQUÍN S. GÓMEZ (ANTROPÓLOGO, DOCENTE UBA)
JOSÉ ALBERTO GÓMEZ DI VINCENZO (LIC. CS. EDUCACIÓN, DOCENTE UNSAM)
JAVIER GONZÁLEZ (MÚSICO, COMPOSITOR)
ALDO GRAMUNDO (ING. FORESTAL, DOCENTE UNLP)
AGUSTÍN GRIONI (ARQUITECTO, DOCENTE UNLP)
FABIÁN GUZMAN (LOCUTOR NACIONAL - PERIODISTA)
PABLO HELLER (ECONOMISTA, DOCENTE UBA)
J. DANIEL HERMINDA (FÍSICO, CNEA, UNSAM)
JUAN HERNÁNDEZ (HISTORIADOR, DOCENTE UBA)
FEDERICO HOLIK (FÍSICO, DOCENTE UBA)
SILVIA IBERLUCEA (PSICÓLOGA)
LUISA IÑIGO (SOCIÓLOGA, DOCENTE UBA)
MARCELA JOULIA (ACTRIZ - COMUNICADORA SOCIAL - INV. UNICEN)
MARTÍN KOHAN (LIC. EN LETRAS, DOCENTE UBA)
NÉSTOR KOHAN (CÁTEDRA "CHE GUEVARA" Y DOCENTE UBA)
MARA LLANOS (GEÓGRAFA, UNLP)
CRISTINA LOBAIZA (PSICÓLOGA, ESCRITORA)
RAÚL I. LÓPEZ (MÉDICO PSIQUIATRA, DOCENTE HTAL. PCIA. CÓRDOBA)
CORINA LUCCHIA (HISTORIADORA, DOCENTE UBA)
MARIANA MAAÑÓN (SOCIÓLOGA, DOCENTE UBA)
MARÍA MALEK (TRABAJADORA SOCIAL, UNLP)
CARLOS MANGONE (DOCENTE CS. COMUNICACIÓN, UBA)
JULIO MARENGO (EST. CS COMUNICACIÓN - UNT)
CLARA MARTICORENA (SOCIÓLOGA, UBA)
FLORENCIA MARTÍNEZ (POLITÓLOGA, DOCENTE UBA)
JORGELINA MATUSEVICIUS (TRABAJADORA SOCIAL, DOCENTE UBA)
PABLO MAUAS (FÍSICO, DOCENTE UBA)
LUCIANA MESSINA (ANTROPÓLOGA, DOCENTE UBA)
LAURA MEYER (SOCIÓLOGA, DOCENTE UBA)
EDUARDO MILEO (POETA)
PABLO MININI (PSICÓLOGO, UBA)
GONZALO MIRI (POLITÓLOGO, DOCENTE UBA)
LEANDRO MORGENFELD (HISTORIADOR, DOCENTE UBA)
EDUARDO MOVIA (SOCIÓLOGO, UBA)
EMMA TERESA MURACA (TRABAJADORA SOCIAL, DOCENTE UNLP)
FLABIÁN NIEVAS (SOCIÓLOGO, DOCENTE UBA)
FLORENCIO FRANCISCO NOCETI (FILÓSOFO, DOCENTE UBA)
GERMAN NOGUERA (ARQUITECTO, DOCENTE UNLP)
ANDREA OLIVA (TRABAJADORA SOCIAL, DOCENTE UNICEN)
GABRIEL PAISSAN (FÍSICO, CONICET - DOCENTE UNCo)
JORGE PANESI (PROFESOR Y DIRECTOR DEL DEPARTAMENTO DE LETRAS - FFyLL- UBA)
SILVINA PANTANALLI (TRABAJADORA SOCIAL, DOCENTE UNLP)
PABLO PELAZZO (ABOGADO DD.HH., JUJUY)
GIMENA PERRET (ANTROPÓLOGA, DOCENTE UBA)
MATÍAS PICCINELLI (SOCIÓLOGO, DOCENTE UBA)
FEDERICO PIEDRAS (ABOGADO, DOCENTE UBA)
GUILLERMO PISTONESI (PERIODISTA)
MARIANA PIZZOTIELLO (PSICÓLOGA)
ADRIÁN PIVA (SOCIÓLOGO, DOCENTE UBA)
JOSÉ MARÍA PÉREZ (POLITÓLOGO, UBA)
ALINA PIATELLI (PSICÓLOGA, DOCENTE UBA)
PAULINA PICCINI (PSICOLOGA, DOCENTE UBA)
ALBERTO J. PLA (HISTORIADOR, UNR)
JUAN CARLOS PORTO (MÉDICO, DOCENTE UNLP)
PABLO POZZI (HISTORIADOR, DOCENTE UBA-UNC)
LUCAS POY (DOCENTE FILOSOFÍA Y LETRAS, UBA)
VANESA PRIETO (ANTROPÓLOGA, UBA)
MARCELO RAMAL (ECONOMISTA, DOCENTE UBA-UNQ)
FERNANDO RAMIREZ (PSICÓLOGO, DOCENTE UBA)
MARIANO RAMÓN (DOCENTE ESP. EDUC. AMBIENTAL)
PABLO RABEY (ANTROPÓLOGO, DOCENTE UBA)
VICTOR REDONDO (ESCRITOR)
CLAUDIO REMEDI (CINEASTA)
GASTÓN REMY (ECONOMISTA)
MARIANO ALBERTO REPOSSI (FILÓSOFO, UBA, REVISTA DIALEKTICA)
PABLO RIEZNIK (ECONOMISTA, DOCENTE UBA)
ROMINA RIZZO (PSICÓLOGA, DOCENTE UBA)
ANDRÉS RIVERA (ESCRITOR)
ALICIA ROJO (HISTORIADORA, DOCENTE UBA)
DIEGO ROJAS (PERIODISTA REVISTA 23)
ANTONIO ROSSELLO (ECONOMISTA, DOCENTE UBA)
CECILIA ROSSI (SOCIÓLOGA, DOCENTE UBA)
ANA JULIA ROSSO (PSICOPEDAGOGA)
SILVIA RUDICH (SOCIÓLOGA, UBA-INDEC)
MARIANA SALOMÓN (ABOGADA)
SEBASTIÁN SALVIA (SOCIÓLOGO, CONICET, DOCENTE UBA)
MARCOS SCHIAVI (HISTORIADOR, DOCENTE UBA)
FERNANDO SCOLNIK (SOCIÓLOGO, DOCENTE UBA)
HERNAN SCOROFITZ (PSICÓLOGO, UBA)
LUCAS SCHAERER (PERIODISTA, AGENCIA NOTICIAS URBANAS)
HERMAN SCHILLER (PERIODISTA)
DANIEL SIERRA (HISTORIADOR, DOCENTE UBA)
TAMARA SEIFFER (TRABAJADORA SOCIAL, DOCENTE UBA)
LUANA SIMIONI (TRABAJADORA SOCIAL, UNLP)
JORGE SORDA (SOCIÓLOGO, DOCENTE UBA)
SERGIO SZULMAN (SOCIÓLOGO, DOCENTE UBA)
LORENA TIMKO (TRABAJADORA SOCIAL, UNLP)
PABLO TORRES (PSICOANALISTA, COORD. EQ. HOSP. AMEGHINO)
PABLO TURNES (HISTORIADOR, UNMDP - IDAES)
RUBÉN TRIPI (ABOGADO)
LEONARDO VARELA (LIC. CS. COMUNICACIÓN, UBA-UNLu)
PAULA VARELA (POLITÓLOGA, DOCENTE UBA)
LORENA VARGAS AMPUERO (HISTORIADORA, DOCENTE UNCo)
HAYDEE VAZQUEZ (PSICÓLOGA, UBA)
JULIETA VETRALE (PSICOANALISTA)
JULIO A. VILCHES (DOCENTE ESCUELA DE CINE - UNC)
MARTÍN YÁNEZ (PROF. EN COMUNICACIÓN VISUAL, UNLP)
VERÓNICA LÍA ZALLOCHI (ANTROPÓLOGA, DOCENTE UBA)
CLAUDIO ZUSMAN (SOCIÓLOGO, DOCENTE UBA)

jueves, 15 de mayo de 2008

NI CON EL GOBIERNO NI CON LAS ENTIDADES PATRONALES "DEL CAMPO"

Declaración de intelectuales frente a la disputa entre el gobierno y las entidades patronales "del campo"


La disputa entre el gobierno nacional y las entidades patronales "del campo" es una pelea entre dos sectores capitalistas que defienden intereses completamente ajenos al pueblo trabajador. Con el aumento de las retenciones, el gobierno no pretende recaudar fondos adicionales para aumentar jubilaciones, salarios de los trabajadores estatales o los presupuestos de salud y educación, sino contar con recursos para garantizar el pago de la deuda externa, los subsidios a los empresarios amigos (como Cristóbal López) y fondos para favorecer la alianza de intendentes y gobernadores. Por su parte, el lock out de las patronales agrarias, donde los intereses de los grandes propietarios y productores agrupados en la Sociedad Rural pretenden ser camuflados bajo los propietarios de menor peso agrupados en la Federación Agraria, expresan la mera búsqueda de una mayor rentabilidad por parte de un sector que ha embolsado cuantiosas ganancias gracias al doble efecto de la devaluación y el aumento de los precios internacionales de los productos que exportan, en particular la soja. No extraña por ello que, si bien no participa de la Comisión de Enlace entre la SRA, CRA, Coninagro y FAA, la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID), donde se nuclean los grandes productores sojeros, apoye abiertamente la protesta patronal.

En el debate público se ha pretendido limitar las opciones políticas al alineamiento con alguno de estos dos bandos igualmente reaccionarios. Los intelectuales, docentes universitarios y trabajadores de la cultura que suscribimos esta declaración, por el contrario, creemos necesario intervenir en este debate para plantear la necesidad de una salida independiente en favor de los trabajadores y el pueblo.

Es falso que este gobierno confronte con los "intereses económicos más concentrados", como algunos quieren hacer creer. Al contrario, los Kirchner los han favorecido en sus casi cinco años de gobierno. ¿O el petróleo no sigue en manos de la Repsol y un puñado de empresas más? ¿O no es un escándalo el saqueo que realizan las multinacionales mineras? ¿O los grandes industriales hoy beneficiados con el favor oficial no fueron tan golpistas como la oligarquía agraria? ¿O no es obceno el negociado del "tren bala" mientras la red ferroviaria sigue destruida? ¿O la tierra no sigue concentrada en 4000 grandes propietarios agrarios que poseen 85 millones de hectáreas, la mitad de las tierras cultivables en nuestro país, por las que pagan impuestos miserables? ¿O el 40% de producción sojera no está concentrada en apenas un 2,2% de los productores, como ahora señala en sus discursos la presidenta como si nada tuviese que ver con ello? ¿O no es un hecho que cinco grandes empresas (Cargill, Dreyfus, Bunge, Vicentín, Aceites General Deheza) concentran la casi totalidad de las exportaciones de granos, incurriendo incluso en múltiples estafas -que sobrepasan los 3 mil millones de dólares- a la hora de liquidar las retenciones que descuentan del precio que pagan a los productores al fisco? Los Kirchner ni siquiera han impulsado, teniendo mayoría propia en el parlamento, la derogación de la ley videlista 22.248 que permite la brutal explotación de los trabajadores rurales, que tienen los salarios peor pagos del país y de los cuales un 75% está "en negro". ¿O no es también este gobierno el que pacta los "techos salariales" con la burocracia sindical mientras reprime a los trabajadores como en el Casino Flotante y en Mafissa?

Por el lado de quienes desde una supuesta posición de izquierda o "progresista" apoyan el lock out, el argumento de que apoyan a los "pequeños y medianos productores" es insostenible. ¿O la Federación Agraria no forma hoy parte de un bloque políticamente indiferenciado con la oligarquía nucleada en la Sociedad Rural? Lo que demanda la FAA es que no sólo sus afiliados sino también los grandes propietarios y, aún, los pooles de siembra a los que critican verbalmente paguen la menor cantidad de retenciones posibles. Esto no es una casualidad. Los sectores más bajos de la burguesía agraria nucleados en la FAA son parte de la llamada "alianza sojera", que no ha vacilado en recurrir a la expulsión sistemática de sus tierras de miles de campesinos pobres y sostiene la explotación brutal de los peones rurales.

Frente a la actual situación, los planteos de ambos sectores llevan al agravamiento de la situación de los trabajadores, que ven como los salarios se deterioran día a día producto del alza inflacionaria.

Quienes adherimos a esta declaración creemos que es necesario sostener una clara posición independiente de estos dos bloques capitalistas. Por el contrario se trata de unir frente a ellos a la clase trabajadora de la ciudad y el campo, a los campesinos empobrecidos, a los estudiantes. Estamos por la nacionalización de la gran propiedad agraria, de las grandes exportadoras y de los puertos privados y privatizados; por el no pago de la deuda externa y la nacionalización bajo control de los trabajadores de la banca y del comercio exterior. Estas medidas permitirían terminar en serio con la oligarquía y la expoliación de las multinacionales y del capital financiero que se queda con la parte del león de los recursos que surgen de las exportaciones agrarias. Permitiría organizar la producción agraria de acuerdo a un plan racional y contar con alimentos baratos y de calidad para todo el pueblo. Nos manifestamos también por la derogación de la ley videlista que permite la superexplotación del peón rural y por el blanqueo inmediato de todos los que trabajan en negro; y decimos que para que la crisis tenga una salida progresiva es necesario que la clase trabajadora levante sus propias demandas, empezando por las más inmediatas: aumento de emergencia para todos los trabajadores; salario mínimo equivalente al costo de la canasta familiar; aumento automático de los salarios de acuerdo al crecimiento de la inflación.

Insistimos: en la crisis, es preciso unir voluntades para señalar la necesidad de una salida distinta a la que ofrecen los sectores patronales y sus representantes en el gobierno nacional y gobiernos provinciales en disputa, una salida socialista y de la clase trabajadora.



Adhesiones a niknicampo@yahoo.com.ar



PRIMEROS FIRMANTES



PABLO ANINO (ECONOMISTA, DOCENTE UBA)

ARIEL ARAMAYO (GEÓGRAFO, DOCENTE UNLP)

SOL BAJAR (PSICÓLOGA, DOCENTE UBA)

PABLO BONAVENA (SOCIÓLOGO, DOCENTE UBA-UNLP)

CHRISTIAN CASTILLO (SOCIÓLOGO, DOCENTE UBA-UNLP)

ADRIANA COLLADO (SOCIÓLOGA, DOCENTE UBA)

ANDREA D' ATRI (PSICÓLOGA)

JUAN DUARTE (PSICÓLOGO, DOCENTE UBA)

CECILIA FEIJÓO (SOCIÓLOGA, DOCENTE UBA)

JUAN HERNÁNDEZ (HISTORIADOR, DOCENTE UBA)

FEDERICO HOLIK (FÍSICO, DOCENTE UBA)

LAURA MEYER (SOCIÓLOGA, DOCENTE UBA)

FLABIÁN NIEVAS (SOCIÓLOGO, DOCENTE UBA)

SILVINA PANTANALLI (TRABAJADORA SOCIAL, DOCENTE UNLP)

MATÍAS PICCINELLI (SOCIÓLOGO, DOCENTE UBA)

MARIANA PIZZOTIELLO (PSICÓLOGA)

PABLO POZZI (HISTORIADOR, DOCENTE UBA-UNC)

ALICIA ROJO (HISTORIADORA, DOCENTE UBA)

FERNANDO SCOLNIK (SOCIÓLOGO, DOCENTE UBA)

PAULA VARELA (POLITÓLOGA, DOCENTE UBA)

CLAUDIO ZUSMAN (SOCIÓLOGO, DOCENTE UBA)

miércoles, 14 de mayo de 2008

Salarios reales y salarios nominales


Marx, Keynes, y una vieja trampa para favorecer a los empresarios

Por Esteban Mercatante


El gobierno y los empresarios, con la complicidad de los sindicatos, buscan que las subas salariales estén por debajo de la inflación. Es decir que suba el salario nominal, lo que los trabajadores reciben en pesos, mientras cae la capacidad de compra del salario, el salario real. Este camino del gobierno de enfriar los salarios, mientras afirma que el esquema económico lleva a una mejora en la situación de los trabajadores, no es nada nuevo.

Hay toda una tradición en la economía política que se propone sacar provecho de la diferencia entre salario nominal y el salario real. Marx recuerda en El Capital a un autor anónimo que señalaba: "los patrones de las manufacturas saben que hay varias maneras de aumentar y disminuir el precio del trabajo, aparte de la que consiste en modificar su monto nominal"1. Y otro economista de la época, fervoroso defensor de los intereses de los industriales, remarcaba que “El obrero […] está interesado principalmente en el monto de los salarios”2.

¿Por qué la economía política le ha dado tanta importancia a esto? Porque los beneficiarios en que decrezca el salario, no son otros que los capitalistas. Así como para el trabajador no es lo mismo si su salario nominal implica un salario real mayor o menor, es decir, le importa la variación de precios, al capitalista le importa la relación entre el salario que paga y los precios que recibe por las mercancías que vende. Por eso, compara la evolución de los salarios que paga con los precios a que puede vender sus productos.

Veamos cómo es esto. Supongamos que la producción que un obrero realiza y que es apropiada por el capitalista, se mantiene igual. Si aumentan los precios a los que el capitalista puede vender esta producción, éste se apropia de una masa de dinero mayor. Si el salario que tiene que pagar no varía, el capitalista le paga al trabajador con una porción menor de las mercancías que éste produce. Es decir que el costo relativo del salario ha caído. Tratándose de una rama aislada, tal vez no tenga impacto en el salario real de los trabajadores. Pero si los aumentos de precios están sucediendo a nivel general, en toda la economía, esto inevitablemente repercutirá sobre el salario de los trabajadores. Si no varían los salarios nominales, y suben los precios de todos los bienes, entonces para todos los capitalistas se está abaratando el “precio de la fuerza de trabajo”, y la contracara, es una caída en los salarios reales.

En algunas ocasiones es más difícil detectar este proceso. Por ejemplo, cuando tanto los precios como los salarios están subiendo. ¿Qué pasa entonces con los salarios reales y con los “costos salariales” de los empresarios? Cuando ocurren subas salariales, aunque el sentido común indique que van a subir los “costos salariales”, esto no necesariamente es así. Para ver qué sucede, tenemos que comparar el mencionado salario nominal con los precios que percibe la empresa por sus productos. Si los precios suben más que los salarios, entonces está cayendo el salario real, en beneficio de los empresarios. Por eso Marx alertaba que “aumentos del jornal o del salario semanal percibido nominalmente, pues, pueden estar acompañados de un precio constante o decreciente del trabajo”.

Llamativamente -o no tanto-, es la economía “heterodoxa”, de tinte keynesiano, y cuyos exponentes gustan en ocasiones de presentarse como progresistas, la que ha sugerido las formas en que el gobierno y los empresarios pueden sacar provecho de esta relación entre precios y salarios. Polemizando con Alfredo Zaiat en La Verdad Obrera nº 274, recordamos que el propio John Maynard Keynes3 sostenía que “si bien los trabajadores, suelen resistirse a una reducción de su salario nominal, no acostumbran abandonar el trabajo cuando suben los precios de las mercancías para asalariados”4. Cualquier similitud con economistas citados por Marx, no es ninguna coincidencia. Para Keynes, “afortunadamente”, la caída salarial puede producirse sin mayores alteraciones por variaciones en los precios. Lo que lo diferencia en este punto de los ultraliberales, es solamente que evita sincerar las políticas de baja de salario y las implementa a través de los precios.

Estas ideas pueden tener hasta derivaciones grotescas, como hemos visto en los últimos días con Eduardo Conesa. Este economista, que en la crisis de la convertibilidad fue uno de los primeros impulsores de la devaluación, ha recordado en el programa A dos Voces del 16/4 que “a los trabajadores no tiene por qué importarles el salario nominal, sino solamente el real. Por eso, no tienen que andar insistiendo con aumentos de salarios nominales”. Una lógica bastante llamativa: como los trabajadores solamente tienen que preocuparse por el salario real, no deben pedir aumentos nominales...¡si los precios suben y cae su salario real!

En ese mismo programa, el también “heterodoxo” y “progresista” Curia lo acompañó abogando por “aumentos salariales debajo de la expectativa de inflación”, lo que hoy equivale a mantener la caída del salario real iniciada el año pasado.

La economía heterodoxa ofrece de esta forma un “disfraz” para que los presidentes “progresistas”, que gustan prometer la redistribución de ingresos, apliquen una de las recetas más viejas del capitalismo: sostener las ganancias atacando el poder adquisitivo de los salarios.

1 Marx, Karl, El Capital. Siglo XXI Ed., p. 633.

2 Senior, Nassau William, Three Lectures on the Rate of Wages, Londres, 1830. Citado por Marx en El Capital, op. cit., p. 633.

3 John Maynard Keynes (1883-1946): renombrado economista británico. Su Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, produjo lo que en la historia del pensamiento económico se denomina la revolución keynesiana, haciendo surgir la macroeconomía.

4 Mercatante, Esteban, “Keynes, la inflación y los salarios”, La Verdad Obrera nº 274, 24/4/08.

¿Industrialización o “burbuja productiva”?


Jorge Schvarzer y la utopía desarrollista

Por Pablo Anino y Martín Noda


Lejos de ver los síntomas de agotamiento del esquema de acumulación, Jorge Schvarzer* plantea la posibilidad de “avanzar más” en la industrialización. Esto se basa en el supuesto del reciente crecimiento de la industria cuyos “éxitos contrastan con el acoso que sufrió la industria durante décadas. Desde 1976 hasta 2001, con excepción del interregno alfonsinista, fue perseguida por las estrategias llamadas ‘aperturistas’” (“¿Cuál es la situación de la industria?”, Página 12, 24/04/08).

El “crecimiento” industrial

Lo primero que hay que ver es si efectivamente podemos hablar de grandes “éxitos” en la industria: como ya planteamos en EconoCrítica nº 1, en términos de cantidades, las ramas industriales que más crecieron desde el año 2002, producen lo mismo o menos que en el año 1997, profundizando la tendencia a la primarización de la estructura productiva. Es decir que por más que la industria haya crecido, se produce prácticamente lo mismo que en 1997. Esto se refleja en que en 1980 la industria manufacturera representaba el 21,4% del PBI y en el 2007 apenas alcanzó el 16,5%, detrás de los valores de la convertibilidad. Pero Schvarzer no sólo sobredimensiona el crecimiento industrial, sino también el de las exportaciones industriales: “La industria encaró una exitosa salida al exterior y ya ofrece uno de los mayores aportes de divisas al país” (Idem). Aunque es cierto que entre el 2002 y el 2007 las manufacturas de origen industrial (MOI) incrementaron sus exportaciones un 128%, los productos primarios crecieron un 136%. Si comparamos el año 1997 con el 2007 la estructura exportadora presenta una caída de las MOI de un punto porcentual que es ganado por los productos primarios. Es por esto que en el año 2007 el 69% de las divisas lo aportaron los productos primarios, las manufacturas de origen agropecuario y los combustibles y energía. Es decir que, a diferencia de lo que plantean estos apologistas de la industria, ésta de conjunto no está recuperando el dinamismo. De la devaluación a esta parte no ha nacido ninguna rama industrial nueva, ni siquiera una sola fábrica grande.

Las pymes: cómo subsidiar las ganancias de la “gran burguesía”

Schvarzer reconoce las transformaciones que sufrió la industria en cuanto a su extranjerización y concentración. Sin embargo, busca la forma de insertarla en los estrechos márgenes que el actual mercado mundial deja para una “burguesía nacional” como la argentina. Al decir de Schvarzer los ’90 habrían quebrado “la voluntad de invertir de numerosos empresarios pymes” para quienes se guardaría un rol privilegiado en un nuevo proceso de desarrollo. Este rol de las pymes es reforzado nuevamente por un sobredimensionamiento de la dinámica de este sector empresarial en los últimos años, donde según Aronskind (otro economista devoto de la “ilusión industrialista”) se ha demostrado que “es posible para empresas no sólo grandes, competir con posibilidades en el mercado mundial” (“Un Estado que funcione bien”, Página 12, 24/04/08). Sin embargo, según el Ministerio de Economía, en el año 2005 las exportaciones de 13.885 pymes apenas superaban el 10% de las exportaciones totales (de éstas el 60% era de productos primarios o manufacturas básicas), mientras 837 grandes empresas exportaban el 90%. A la vez, la gran mayoría de las pymes tienen un carácter totalmente subordinado al gran capital como por ejemplo las autopartistas, que responden a una configuración que garantiza las ganancias de las grandes empresas mediante tercerización, flexibilización, etc. Las beneficiarias de la “gran dinámica pyme” han sido éstas empresas cuyo crecimiento supera al del PBI lo que les ha permitido a las 200 de mayor facturación que sus ventas pasen de representar el 31,6% del producto nacional en 1997 al 51,3% en 2005 (Lozano, Rameri, Raffo. La cúpula empresaria argentina luego de la crisis: los cambios en el recorrido 1997-2005. Octubre de 2007).

Inversiones

En el programa A dos voces del 30/4 Schvarzer, siguiendo con su visión afiebrada de la economía, planteó que crecen “las inversiones en general y la productiva en particular”. Veamos ahora la realidad: aunque las inversiones crecieron un 29% en 2007, lo hicieron menos que en los primeros años de la devaluación, cuando crecían a tasas por encima del 50%. Algo similar ocurre con las inversiones en equipo durable: en 2007 crecieron un 32% y el promedio anterior es de 35%. Es decir que el crecimiento de las inversiones muestra tasas positivas, pero decrecientes. Schvarzer destaca el primer aspecto (que crecen) sin mencionar el segundo (que lo hacen a tasas decrecientes).

Si observamos su composición veremos que en el año 2007, del total invertido en el país, un 62% corresponde a construcción y sólo un 38% a equipo durable de producción. Cabe destacar que en este último se incluyen celulares, computadoras y otros aparatos que muchas veces no significan inversión ya que son consumidos en los hogares. Además, aunque son necesarios para el proceso productivo, estos productos no dan cuenta de una real ampliación en la capacidad productiva. Expresión de esto es que la disponibilidad de la capacidad instalada en la industria lejos de recomponerse se tiende a agotar. En resumen, una pobre “performance” de la inversión luego de los años del mayor crecimiento en la industria y de ganancias extraordinarias.

Las políticas gubernamentales

Para Schvarzer se “requiere, también, una política oficial que oriente a la industria, y a todas las actividades productivas del país, hacia el desarrollo mientras forja las herramientas necesarias para consolidarla. La creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología y la recreación de un banco de desarrollo son pasos para ello (…)” (“¿Cuál es la situación de la industria?”, idem).

Con el nuevo banco de desarrollo el gobierno planea destinar unos 2.500 millones de dólares. No está mal recordar que su antecesor se fundió por los préstamos nunca pagos de grandes empresas como Pérez Companc, INDAP, Acindar, entre muchas otras. Como plantea Alfredo Zaiat “En otras palabras, el Estado supo con el Banade cómo contribuir a la riqueza de los burgueses nacionales” (“El fondo de las cosas”. Página 12, 5/06/05). Por su parte, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva tiene proyectado para el presente año un 1,86% del presupuesto nacional o el 0,34% del PBI para las actividades de ciencia y tecnología, es decir menos de 1.000 millones de dólares. Si a los montos mencionados les sumamos unos 1.500 millones de dólares de las líneas para pymes del Banco Nación, tenemos de conjunto unos 5.000 millones de dólares para la promoción de la industria y la actividad productiva, es decir menos de un 10% del conjunto de las inversiones de 2007, o un tercio de lo que se pagará este año de deuda externa. Sólo para comprender el disparate que estas cifras develan, veamos el caso de Brasil. En 2008 el banco de desarrollo desembolsaría unos 47.000 millones de dólares, algo más de veinte veces que su similar local, aún inexistente. No obstante, merece ser recalcado que, aún en países dependientes que han invertido fuertemente (entre los que podría mencionarse también el caso de China con el proceso de restauración capitalista), no se ha superado el atraso, las miserias sociales no se han acabado sino que por el contrario se han extendido al mismo tiempo que se profundizó la subordinación económica al imperialismo. Incluso en estos países el producto por habitante es menor al de Argentina.

¿Hacia la industrialización?

La verdadera pregunta que hay que hacerse es ¿qué sector de la burguesía quiere realmente una industrialización en el país? La respuesta es sencilla: ninguno. Hay un dato simple que lo ilustra: en todo el período de crecimiento actual, con tipo de cambio en niveles altamente “competitivos”, con el abaratamiento de los salarios en términos internacionales, con una importante reducción de la tasa de interés real respecto de la década del 90 (asociada a gran liquidez internacional y a la disminución del riesgo país, que comportaron menor costo del endeudamiento), con una elevadísima rentabilidad industrial (asociada no sólo a los bajos salarios sino también al aumento de los ritmos de trabajo que permitió un volumen mayor de producción por trabajador ocupado), con una elevada capacidad instalada ociosa y un importante crecimiento de la demanda interna, con la pesificación y desindexación de las tarifas de servicios públicos, con los regímenes de tarifas diferenciales, de promoción industrial y exenciones impositivas de que gozaron las empresas, no se han producido inversiones de importancia. En este contexto, la demanda excede la capacidad productiva argentina, lo que implica un crecimiento en las importaciones.

El puro aprovechamiento de éstas condiciones extraordinarias es lo que hace que el actual ciclo de “crecimiento industrial” se asemeje, más bien a una suerte de “burbuja productiva”. Si esto fue así en los “mejores momentos” del ciclo económico, en el período actual, cuando aparecen síntomas de agotamiento, todas las políticas planteadas de incentivos fiscales, créditos baratos, etc., caerán en saco roto. La cuestión es sencilla: si no invirtieron cuando el esquema parecía inagotable, ¿por qué van a hacerlo ahora? El crecimiento de los últimos años no ha sido más que un capítulo de la historia de una burguesía que ha sido renuente al camino de la industrialización.

* Uno de los principales referentes del Plan Fénix (grupo de economistas surgido en 2001 planteando la salida devaluadora, y que luego ha defendido las políticas kirchneristas)

Devaluación vs Enfriamiento


Las consecuencias de una nueva devaluación


Por Paula Bach


Desde el mes de marzo, la patronal industrial concentrada de la UIA venía reclamando al gobierno una nueva devaluación del peso. Esta demanda se puso claramente en escena ante la reciente crisis de gabinete que culminó con la salida del ministro de Economía Martín Lousteau. En el número 1 de EconoCrítica explicamos que la devaluación operada en el año 2002, había permitido tanto a los exportadores como a los industriales que venden en el mercado interno, obtener un fuerte aumento de las ganancias.

La clave del mecanismo para los exportadores consiste en que obtienen dólares por sus ventas y pagan costos (tanto salarios como insumos, tarifas, etc.) devaluados, porque están en pesos.

A su vez, quienes producen para el mercado interno, se ven beneficiados porque el dólar alto los protege de la entrada de productos importados. Sin embargo, la inflación, en la medida en que aumenta los costos pagados en pesos, actúa licuando estas ventajas. Una nueva devaluación del peso, que por ejemplo estableciera una relación de $4 por dólar, les permitiría a los exportadores recuperar competitividad en el intercambio internacional de sus productos, y en la medida en que encarecería en términos de pesos las mercancías importadas, reforzaría las barreras a la entrada de los productos que vienen del exterior.

Devaluación e inflación

Sin embargo, este mecanismo contiene una contradicción que mina sus propias ventajas. Toda devaluación produce una disparada inmediata de los precios, es decir, es inflacionaria. En primer lugar porque se incrementan los precios de los bienes finales importados. Todos los bienes que no se producen en el país son adquiridos a precios internacionales los cuales se vuelven más caros en términos de pesos si la moneda nacional se devalúa. En segundo lugar, sucede lo mismo con los precios de los bienes intermedios importados, es decir de los insumos necesarios para la producción local de bienes finales. Los precios dolarizados de los insumos provocan un aumento de costos que los empresarios buscan recuperar incrementando el precio final de los bienes que producen. En tercer lugar, aumentan los precios de los bienes que se producen internamente pero que también se exportan (bienes transables). Esto resulta claro hoy con los productos de origen agropecuario. Ningún industrial o empresario querrá vender sus productos a precios tres, cuatro o más veces menores de lo que pueden venderlos internacionalmente. La consecuencia es que retacean la venta interna por lo que la demanda termina excediendo la oferta y el precio de los bienes que se exportan, aumenta en el mercado interno. Este fenómeno adquiere más fuerza cuando en el mercado, unos pocos grupos empresarios concentran el total de la oferta es decir, en mercados oligopólicos como sucede en la Argentina y como es la norma en el sistema capitalista actual.

No obstante, la ventaja de la devaluación para los capitalistas reside en que la inflación, en términos generales, no se produce en la misma proporción que la depreciación del peso. El nivel de inflación que se desata tiene mucho que ver con la situación en la que se encuentra la economía en la que se produce la devaluación. En una economía que está en recesión con alta desocupación, la inflación impulsada por la devaluación va a ser menor que en una economía que se encuentra en crecimiento. A su vez, no será lo mismo si el crecimiento es débil que si el crecimiento se produce a tasas elevadas y con un descenso de la desocupación como es el caso de la Argentina actual.

Por ejemplo en Argentina, la devaluación de 2002 que llevó la relación de $1=1 dólar a aproximadamente $3 por dólar en el promedio anual, es decir, una devaluación del 200%, produjo una inflación del 40% durante ese mismo año. En la diferencia entre la devaluación y la inflación es donde se encuentra una de las ventajas para los empresarios.

Salario: un “precio” sin “poder de oligopolio”

Sin embargo existe una ventaja adicional que es en realidad la clave de este “juego”. Hay un precio fundamental que no tiene “poder de oligopolio” en el mercado. Ese “precio” es el salario de los trabajadores que muy lejos está de elevarse automáticamente según los aumentos de precios. Ese “precio” tan particular siempre pierde una enorme tajada en todos los procesos devaluatorios convirtiéndose en un factor fundamental de la ventaja capitalista de la devaluación y de lo que llaman la “competitividad” internacional. Por ejemplo en el 2002, mientras se desató una inflación del 40%, el salario sólo creció un 8%, con lo cual perdió un 32% de su poder adquisitivo. Esa pérdida del 32% que en gran parte fue posibilitada por la gran desocupación imperante, se convirtió en rentabilidad inmediata para los capitalistas y es un elemento clave del incremento de la “competitividad” internacional ya que permite enfrentar productos fabricados con salarios paupérrimos como los que se pagan en China.

Pero aún peor que en 2002 cuando la economía se encontraba en una profunda recesión, una devaluación hoy, en el contexto de un crecimiento promedio de más del 8%, con una inflación que ronda el 30% anual, las presiones inflacionarias serían mucho mayores. Los salarios desde el punto de vista de su poder de compra, serían condenados a una nueva caída real (además de la ya sufrida en los primeros meses del año que ronda el 10%) para garantizar la recuperación de las ganancias empresariales. No en vano el “control de los salarios” es el broche de oro de todas las “salidas” que se plantean desde los distintos sectores burgueses. Pero la desocupación hoy es mucho menor que en 2002 y no está escrito que los trabajadores vayan a soportar semejante ataque. Una nueva devaluación incentivaría la lucha de clases ya que los trabajadores tienen hoy mucho más poder de acción (a pesar del freno de la burocracia sindical) para defender su salario real.




Las consecuencias de un enfriamiento de la economía


Por Paula Bach

Cuando se escucha hablar de “enfriamiento de la economía” resuena en los oídos la cantinela de las recetas clásicas del Fondo Monetario Internacional. No muy lejos de ello se encuentran las medidas que, con mayor o menor énfasis, vienen sugiriendo frente a la inflación, personajes más o menos tributarios de la ortodoxia neoliberal. Un arco variado que incluye a Martín Redrado (actual Presidente del Banco Central), Alfonso Prat Gay (de la Coalición Cívica de Elisa Carrió), al menemista Melconian, hasta al kirshnerista Curia y al saliente Martín Lousteau, se presenta hoy como impulsor de esas políticas.

Parten de constatar el hecho que existe un crecimiento de la demanda mayor que el crecimiento de la oferta. Por ejemplo el economista Miguel Kiguel señala que “mientras que la demanda aumenta a un nivel de 8%, la oferta crece sólo a un 4%. Eso genera inflación” (minutouno.com). Pero detrás de este hecho presentado como una suerte de “razón divina” o “natural” de la economía, se encuentran dos factores fundamentales. Primero que a los empresarios les interesa mucho más vender en el mercado internacional con lo cual retacean la oferta interna y segundo, aunque fundamental, los escasos niveles de inversión incongruentes con un crecimiento promedio anual de la economía de más del 8%.

La condena por supuesto no está dirigida hacia sus amigos capitalistas sino, como no podía ser de otro modo, hacia los trabajadores y los sectores populares. Es por ello que las soluciones para que “demanda y oferta coincidan” poniendo un “freno a la inflación”, resultan ser las clásicas medidas de ataque directo al consumo, de contención del gasto público, de aumento de las tarifas y de la tasa de interés y “control” de los salarios.

El aumento de la tasa de interés está fundamentalmente dirigida a encarecer los créditos al consumo, incrementando el “ahorro” (léase la afluencia de dinero a los bancos bajo la forma de depósitos). “Control” de los salarios significa “no reabrir las negociaciones salariales ya cerradas este año y cerrar las que restan con una pauta similar” (frase atribuida al documento que Lousteau habría entregado al gobierno antes de su renuncia). El aumento de tarifas tendría un impacto importante sobre el consumo y a su vez permitiría reducir parte del gasto público, destinado hasta el momento a mantenerlas bajas. Contener el gasto público significa retraerlo en jubilaciones, salud y educación además de eliminar los subsidios del gobierno para provocar un sinceramiento de precios. Es decir, persigue que el Estado “ahorre” para destinar más fondos al pago de la deuda externa.

La combinación de estas medidas acabaría probablemente frenando el alza de los precios pero a costa de un crecimiento menor de la economía y un congelamiento de los salarios. El crecimiento menor de la economía se resolvería en cierres de las empresas más vulnerables y mayor concentración de capitales.

Los cierres se resolverían en despidos, con el consecuente aumento de la desocupación, que perseguiría un nuevo disciplinamiento de los trabajadores. Nuevamente no está escrito que los trabajadores vayan a soportar un ataque semejante luego de las experiencias del 2001 y la voluntad de resistencia frente a los despidos demostrada a lo largo de los últimos años. Muy probablemente, este “otro extremo del hilo” también acabe recalentando la lucha de clases.


Salio EconoCrítica nº 2!


El gobierno ya empezó a “enfriar”


Por Emiliano Trotta


“Les traduzco en criollo: enfriar la economía es bajar el consumo y cuando uno habla de bajar el consumo habla de menos trabajo y menos salario para millones de argentinos que han vuelto a consumir”1. De esta manera se sinceraba Cristina sobre los efectos de su propia política. Es que el gobierno ya empezó a enfriar, y la prueba más fehaciente es que en el último año, y revirtiendo la tendencia que se impuso con la recuperación económica, volvió a aumentar el índice de la pobreza llegando según distintas estimaciones al 30,3% de la población, es decir, aproximadamente 11.000.000 de personas pobres e indigentes.

Ante los evidentes síntomas de agotamiento del “modelo” los últimos días hemos asistido a una intensa discusión entre “enfriadores” y “anti-enfriadores”, que dan cuenta que las crecientes presiones inflacionarias (tanto de orden interno como internacionales), ponen al gobierno ante la necesidad de encarar un cierto viraje en su política económica. Aunque el gobierno aún no ha lanzado un claro plan de enfriamiento, ya ha comenzado, entre otras cosas, a enfriar los salarios. Pero creemos que en el mediano plazo este curso se irá profundizando. Veamos:

Salarios

Como señalábamos en EconoCrítica Nº1, ya en 2007 los aumentos salariales, que en promedio rondaron el 19%, habían quedado rezagados con respecto a la inflación anual que llegó aproximadamente al 25%. Para 2008 el gobierno ha decidido profundizar aún más el enfriamiento de los salarios reales. Para lograrlo, el aumento de referencia que se negoció con la burocracia de la CGT y CTA es del 20% escalonado, cuando ya en el primer trimestre del año la inflación llega al 10% y distintas estimaciones anticipan una inflación anual de aproximadamente 30%. De este modo, para 2008 la caída del salario real sería del 10%.

Tarifas

Antes de que se desatara el conflicto con la burguesía rural, el gobierno preparaba un ajuste de tarifas de luz y gas para usuarios “residenciales” (entre un 15 y 20% para el consumo de una familia tipo, y de aproximadamente 40% para los niveles más altos2). La implementación de las subas es inminente.

A pesar de que el gobierno argumenta que al aumentar tarifas se ahorra de pagar subsidios, la mentira se desmorona ante el caso paradigmático del transporte público, sector al que se le concedió aumentos de tarifas (de hasta un 29%), y al mismo tiempo recibió un aumento de los subsidios, que llegó al 52% durante el primer trimestre de 2008, respecto de igual período del año anterior3.

Gasto Público

Entre los economistas “enfriadores” se viene insistiendo en la necesidad de reducir el gasto (congelando salarios, jubilaciones, y redefiniendo la política de subsidios), no sólo porque consideran que incentiva la demanda y el alza de precios, sino sobre todo para poder hacer frente a los vencimientos de la deuda.

Es que los últimos años el gasto viene creciendo más rápidamente que la recaudación impositiva. Y el superávit primario (superávit fiscal antes del pago de intereses de deuda), aunque sigue en niveles muy elevados, viene descendiendo en términos porcentuales desde 20044, y para 2007 se ubicaba en el 3,2% del PBI.

Pero el aumento del gasto público no se debe a que hayan aumentado sensiblemente los salarios, las jubilaciones, planes de empleo, etc. Por el contrario, se acordó con UPCN un aumento del 19,5%. El salario inicial docente apenas llega a los $1300, y la jubilación mínima está en aproximadamente $590, con un aumento para 2008 de 15% anual y escalonado, y el ya miserable Plan Jefes y Jefas directamente se mantiene sin modificaciones.

En cambio una parte cada vez mayor del gasto público se destina al pago de subsidios. En 2007 el gasto público creció un 47%, y al mismo tiempo, las denominadas “transferencias al sector privado” (subsidios directos) aumentaron en un 50%.

Es que el gobierno destina la mayor parte de los subsidios para compensar a los empresarios que controlan sectores clave en la formación de precios, como el transporte, la energía, las alimenticias, etc., y de este modo intenta frenar una escalada de precios. El ajuste del gasto público difícilmente pueda esperarse de una verdadera reducción de las partidas destinadas a los subsidios.

Un problema adicional es que la recaudación impositiva crece al ritmo de la recuperación, y principalmente del consumo (el IVA es la principal fuente de ingresos tributarios). Por eso, medidas de enfriamiento no sólo tendrán efectos sobre el crecimiento, sino también sobre la recaudación impositiva que es uno de los pilares del sostenimiento del “modelo K”.

Deuda

Días antes de su alejamiento el ex ministro Lousteau reconoció que el gobierno debería afrontar los vencimientos de los próximos años con un nuevo “megacanje”. Es que ya a partir de este año y hasta 2011 vence un tercio de la deuda total, esto es 62.132 millones de dólares entre capital e intereses5.

El gobierno intentará cancelar una parte de la deuda con recursos fiscales, pero sobre todo refinanciar y contraer nueva deuda (principalmente con ANSES, AFJP’s, bancos, organismos de crédito, agentes privados, etc.).

Hemos visto los últimos días que ante la renuncia de Lousteau y el conflicto con el campo, luego de una corrida devaluatoria contenida por el BCRA, los bonos han caído un 8% en un día (para luego volver a subir), y se disparaba el ya olvidado “riesgo país” que volvía a aparecer como noticia.

En el marco de la falta de liquidez internacional, y ante un panorama más crítico de la economía argentina, podrían presentarse dificultades para colocar nueva deuda (tendiéndose a acortar los plazos y elevar los intereses pagados). Es por eso que el gobierno esta intentando reabrir la relación con los organismos de crédito internacional y quiere empezar a cancelar la deuda con el Club de París (de 6200 millones de dólares).

Si bien no hay riesgo de cesación de pagos en lo inmediato, a partir de este año y sobre todo desde 2009 empezarán a pesar los vencimientos de deuda y la necesidad de refinanciamiento. Esto implicará no sólo una creciente carga sobre las arcas públicas, sino también que los representantes del capital financiero estarán cada vez más presentes en la política económica del gobierno.

A pesar de tener una clara política de enfriamiento de los salarios y de mantener planchadas las partidas del gasto destinadas a jubilaciones, salud, etc., el gobierno recién empieza a tomar algunos aspectos de un plan de “enfriamiento”.

La salida “devaluadora” (que implicaría, por ejemplo, llevar el tipo de cambio a $3,8; $4) es altamente inflacionaria, y esto lo reconoce hasta la propia UIA. Sin embargo, cada pequeña corrida especulativa hacia el dólar va presionando a minidevaluaciones que el gobierno deja pasar elevando algunos centavos el tipo de cambio (que hoy se ubica en $3,2).

El “modelo K” está mostrando claros síntomas de agotamiento. Las presiones inflacionarias han erosionado el equilibrio que supo sostener el gobierno en la puja por la redistribución de ganancias y rentas extraordinarias entre los distintos sectores de la burguesía. La “crisis del campo” está poniendo en evidencia que la burguesía rural no está dispuesta a ver menguar sus extraordinarios márgenes de ganancia sin resistencia. El gobierno ha tomado nota y en estos momentos se encuentra negociando la flexibilización de las retenciones móviles. Al mismo tiempo la UIA reclama un “ajuste” al esquema económico, para hacer caer aún más los salarios reales.

Probablemente el enfriamiento de la economía vendrá por la política del gobierno o por el propio mercado. Es de esperarse que en los próximos meses, y ante cada nuevo embate inflacionario, el gobierno empiece a tomar medidas de mayor enfriamiento para sostener el actual esquema económico. Al mismo tiempo, seguramente comience una cierta desaceleración del crecimiento debido a la caída de los salarios reales que lleva inexorablemente a un freno en el consumo de los trabajadores y los sectores populares.


Programa y necesidades de financiamiento 2007-2010

El cuadro grafica el cronograma de vencimientos de deuda (1), y su diferencia con las fuentes de financiamiento presupuestadas (2), que da como resultado la necesidad de financiamiento mediante nueva deuda(3).

1 Del discurso de Cristina Fernández en Añatuya, Santiago del Estero (Critica digital, 28/4/08).

2 Crítica digital, 19/04/08.

3 Ídem.

4 En 2004 el superávit primario era del 3,9% del PBI, en 2005 bajó al 3,7%, y en 2006 a 3,5%.

5 Ismael Bermudez, “Deuda: las razones del canje”, IECO 22/4/08.