viernes, 21 de noviembre de 2008

La pulseada por el dólar y la fuga de capitales

EL GOBIERNO INTENTA CONJURAR EL "GOLPE DE MERCADO"

La pulseada por el dólar y la fuga de capitales


Esteban Mercatante

La cotizacion del dólar se ha transformado en un campo de aguda disputa entre el gobierno y distintos sectores burgueses. La crisis internacional causó la retirada de capitales especulativos que momentáneamente están volviendo al dólar, y esto impactó en muchos países de la periferia, e incluso en Europa.

Pero también hay en Argentina elementos del “golpe de mercado”: frente a la estatización de las AFJP, el conjunto de la burguesía ha tomado distancia del gobierno y presiona. La corrida entonces, surge de la combinación entre la fuga de capitales que se acelera, y de la pulseada entre el gobierno y el capital financiero, a la cuál se suma la presión de los industriales devaluadores, que también tomaron distancia del anuncio de estatización (apenas apoyado por los capitalistas amigos como Werthein), y mientras se endurecen en las negociaciones que impulsa el ministerio de Trabajo para limitar los despidos, pulsean en el mercado empujando una nueva depreciación del peso.

Aunque el límite para este “golpe de mercado” es que no hay ninguna alternativa de recambio seria al gobierno kirchnerista, el mismo podría adquirir dinámica propia e ir más allá de las voluntades de los capitalistas de presionar al gobierno.

Salida de capitales

La fuga de capitales se ha acelerado durante todo este año. La salida fuerte comenzó con el lock out agrario, se enlenteció a partir de julio, y está volviendo a aumentar en el último mes. Un elemento que contribuye a esta salida es que las multinacionales han aumentado las remesas de utilidades, ya que la reinversión de lo ganado cayó un 40% en relación con el año previo. La remisión de utilidades ronda el 2% del PBI, mientras que en los ’90 rondaba el 1% (Zaiat, “Los frentes”, Página/12, 11/10/08). La recesión internacional agrava esto, ya que todas las firmas ajustan sus planes de negocios.

Pero el proceso de salida de capitales va mucho más allá, y tiene que ver con las condiciones de la economía argentina, la especulación y las presiones hacia el gobierno. No hay cifras oficiales para el último mes, pero varios cálculos indican que hasta finales de octubre, contando desde octubre del año pasado, salieron del país u$s25.000 millones. En el último mes se habría acelerado ya que “la venta de dólares por parte del BCRA habría llegado a u$s3.000 millones en octubre. Como la oferta de dólares del comercio exterior ronda u$s1.200 millones, la dolarización de portafolios se está llevando más de u$s4.000 millones en apenas un mes (dólares del Central + exportadores), mayor a lo que se vio durante el conflicto con el campo” (“La dolarización es récord: u$s4.000 millones en octubre”, El cronista, 5/11/08). Es interesante considerar que por ejemplo entre el tercer trimestre de 2001 y el segundo de 2002 se fugaron u$s18.700 millones. La fuga de capitales, significa que los dólares que entran al país de la exportación, no llegan a las manos del Banco Central, sino que van a parar a los especuladores. El superávit comercial esperado, es decir, los dólares que se espera que ingresen por el comercio, se calcula para este año en u$s12.226 millones. O sea que la fuga estaría superando en casi u$s 13 mil millones lo que ingresa por el comercio.

Si esto se mantiene o se profundiza, aunque el gobierno tenga superávit fiscal (y que ahora tenga más recursos gracias a los fondos de las AFJP), como este superávit es en pesos (ya que una parte mayoritaria de lo recaudado es por impuestos al consumo, en pesos), deberá emitir deuda para conseguir dólares y así poder pagar los vencimientos de la deuda emitida en dicha moneda; las alternativas serían usar las reservas para afrontar los pagos, o vaciar de dólares la plaza financiera local. Desde ya que estas movidas tendrían respaldo por el superávit fiscal, pero sería una situación mucho más precaria a la actual. En este marco, que parte de los activos de las AFJP sean en dólares o que repatríen $1.800 millones en fondos de inversión en el Mercosur es un bálsamo bastante pobre si lo comparamos con el cálculo de que en promedio se están fugando 5.000 millones de dólares por trimestre.

Varios analistas sostienen que la disponibilidad de reservas le da espalda al gobierno, tanto para enfrentar las especulaciones, como eventualmente utilizarlas para el pago de la deuda. El gobierno sostiene que podría disponer de u$s16 mil millones para enfrentar la corrida. Claro que a este número se llega excluyendo una parte de los pasivos que tiene el Banco Central, como los $47.000 millones que se originaron la emisión de Lebac y Nobac, títulos que con la crisis el BCRA podría tener que comprar, si los bancos demandaran liquidez. Además, si el Banco Central valida la salida de pesos, seca el mercado financiero local, altamente dolarizado. Teniendo en cuenta esto, el ex ministro menemista Roque Fernández, planteó que lo que el Central puede utilizar sin disparar las tasas de interés es sólo hasta u$s 5.000 millones (Clarín, “Alza del dólar: debaten cuál es el real ‘poder de fuego’ del Banco Central”, 2/11/08). Esto muestra que en momentos de desconfianza y fuga de capitales en todo el mundo, las reservas no son un colchón tan sólido como pregona el gobierno.

La corrida cambiaria y los bancos

La salida de capitales, y las presiones de distintos sectores contra el gobierno, han dado inicio a una corrida cambiaria. Esto significa que frente a la expectativa de devaluación, tanto grandes como pequeños especuladores y ahorristas asustados, se han lanzado a la compra de dólares esperando realizar ganancias rápidas por el cambio de la paridad cambiaria.

Esto tiene importantes consecuencias, ya que el sistema financiero argentino está muy dolarizado. La alta dolarización, significa que la oferta monetaria se reduce por la salida de fondos, tanto en lo que son billetes circulantes como en depósitos bancarios. La perspectiva de cambios en la cotización inmediatamente acelera el abandono de sus depósitos (o la no renovación de los plazo fijo) por parte de todos los ahorristas, grandes y pequeños, y los lleva a comprar dólares para “guardarlos” fuera del sistema bancario o invertir en activos en esa moneda fuera del país. El resultado es que “la cantidad de dinero transaccional, que hasta hace poco tiempo crecía en torno a 30% anual, ahora apenas lo hace al 11%” (“La dolarización ...”, El cronista, 5/11/08). O sea que pasó de crecer a la par de la economía y los precios, a ubicarse muy por detrás.

Por eso, los bancos deben subir las tasas de interés, prometer mayores ganancias, para evitar la fuga de depósitos. En la actualidad, las tasas ofrecidas por los plazos fijos han pasado la barrera del 20%. Para los créditos, rondan el 30%. Los bancos están pagando más para retener los depósitos, y por otra parte están “sentados sobre los depósitos”, prestando menos y más caro.

Claro que si aumenta la presión contra el peso, el escenario podría hacerse más complicado. En Argentina, las crisis cambiarias, al significar una acelerada salida de los depositantes del sistema financiero para adquirir dólares, se ha transformado siempre en corrida bancaria: los bancos, que sólo tienen un porcentaje por cada depósito (encaje) y prestan el resto multiplicando los depósitos, nunca están en condiciones de devolver todos los depósitos simultáneamente. Por eso eventualmente, las tasas ofrecidas se van por las nubes, mientras aumenta el drenaje de depósitos, y los bancos cierran por la imposibilidad de devolverlos. Si logran evitar este escenario en lo inmediato, cuestión que no se puede descartar ya para los capitalistas significaría abrir una crisis política en el gobierno K sin alternativa seria de reemplazo, pueden verse enfrentados a una situación de este tipo si el año que viene el gobierno sale a conseguir dólares en el mercado local para pagar la deuda, disminuyendo la liquidez del mercado y disparando las tasas. Una película repetida en Argentina, que termina siempre con los pequeños y medianos ahorristas estafados por los bancos y por el Estado, que busca salvar a los capitalistas creando nueva deuda pública.

Corrida y devaluación del peso

Al calor de la corrida, el dólar parece haber alcanzado nuevamente un piso por encima de los $3,30. Sin embargo, en el marco de todos los frentes abiertos entre el gobierno y los capitalistas, no se ha establecido un nuevo tipo de cambio que actúe como referencia. Llegados los $3,40 el BCRA intervino fuerte, y esta semana impuso nuevos controles al movimiento de capitales, demorando la maniobra de comprar acciones de empresas que cotizan en otras plazas en pesos, y luego venderlas en dólares en el exterior. Ahora están obligados a retenerlas en cartera por 72 hs., con lo cual se arriesgan a fuertes pérdidas. A la vez, Guillermo Moreno ha salido a controlar las maniobras cambiarias. En lo inmediato cayó abruptamente la presión contra el peso, que ayer estaba rondando los $ 3,33. Pero esto no va a durar mucho. Así como se usaban estas maniobras, nuevas formas irán apareciendo para burlar las trabas. Por otra parte, ya hay especuladores que están haciendo transacciones a la espera de un dólar por encima de $3,70. Esto nos da una idea de las expectativas en base a las cuales se manejan las operaciones. Mientras el gobierno aumente las restricciones, crecerá el mercado informal de divisas.

Por todo esto, aunque el dólar parece por estos días más estable que la semana pasada, no está dicho que vaya a mantenerse. La pulseada habrá de continuar mientras se discute la ley de estatización de las AFJP, y mientras todos pujan por el nivel en el que se fijará el tipo de cambio y la redefinición del esquema de crecimiento de “dólar alto”, golpeado por la crisis. Mientras hoy el gobierno está pulseando cuando importantes sectores burgueses empujan hacia la devaluación, esto puede no ser así a mediano plazo y mientras los industriales sigan empujando la devaluación, otros podrían sostener nuevas revaluaciones. Ya vimos cómo con la suba moderada del peso que se dio en mayo (de $3,30 por dólar a casi $3), los banqueros como Britos se vieron muy beneficiados. Los movimientos del dólar seguirán el paso de la crisis nacional, y de las presiones de las distintas alas capitalistas sobre el gobierno frente al nuevo escenario económico.

La puja por el “modelo”

Si el gobierno permite la depreciación que se estuvo dando en estos días, podría servir para complementar el nuevo rol que el gobierno tendrá para con la estatización de las AFJP, como agente central indiscutido para otorgar crédito a los capitalistas. Esta combinación podría contrapesar las dificultades que plantea la nueva situación internacional, con la devaluación del real, la recesión internacional y la caída del precio de la soja. Hacer frente a la desaceleración económica manteniendo subsidios como hacían para contener el desgaste del esquema de “dólar alto” es más complicado; eso servía cuando la economía estaba recalentada, cuando la demanda, la baja capacidad ociosa y la recuperación salarial empujaban los costos y el gobierno daba compensaciones para contener la inflación. Los subsidios ya no alcanzan frente a un escenario recesivo. Tampoco alcanzarían los créditos baratos que, plantean algunos, podrían ofrecerse relanzando el BICE como banco de desarrollo, con parte de los fondos de las AFJP, lo cual tampoco será tan sencillo luego de las restricciones para el uso de los fondos previsionales. Claro que la combinación entre minidevaluación y crédito estatal tiene dos problemas: el primero, es que no está dicho que esto alcance para recuperar apoyos suficientes entre el empresariado, distanciado como nunca del kirchnerismo. El segundo es que tampoco está garantizado que en la nueva situación sea suficiente para impedir la desaceleración económica.

Como sea, las medidas que intenten los capitalistas y el gobierno para contener la crisis, significarán mayores costos para los trabajadores: despidos y baja de salarios, y si se acelera la corrida cambiaria, seguramente inflación galopante.

Para enfrentar las maniobras de los especuladores y las grandes empresas que impulsan el “golpe de mercado”, es necesario imponer la inmediata nacionalización de la banca y del comercio exterior. Sólo así podrá cortarse con las trampas que intentan los capitalistas.

martes, 28 de octubre de 2008

La UIA aumenta la presión por la devaluación

Los industriales parecen decididos a no dejar pasar la oportunidad surgida del vendaval financiero que desató el anuncio de la nacionalización del sistema previsional y el fin de las AFJP. Frente a los anuncios del gobierno, lejos de un apoyo, los industriales pidieron que se garantice la seguridad jurídica, y destacaron que se viene agravando el atraso cambiario y que si esto continúa serán inevitables los despidos.

Claro que esta presión no es nueva. Ya desde marzo los industriales dieron a entender que quieren un dólar a 4 pesos. El gobierno no hizo caso a esta política por temor a un desbarranque inflacionario. Incluso durante el conflicto con el campo permitió una pequela revaluación del peso (hasta los 3 pesos por dólar) y en el último mes viene conteniendo las presiones a una devaluación acelerada, permitiendo un ajuste gradual, gastando cada vez más dólares de reservas en el intento.

Lo cierto es que esta nueva embestida de la UIA cuenta con más probabilidades por dos hechos: el primero es que las turbulencias financieras agravadas con el anuncio del fin de las AFJP, aumentaron la corrida contra el peso. Solamente el viernes 24/10, el central debió gastar 140 millones de dólares para contener la depreciación, y el dólar cerraba a $3,29. El lunes 27/10 subió a $3,31.

El segundo y más importante, es que el esquema económico, en la nueva situación, pasó de mostrar signos de agotamiento a una situación mucho más comprometida. Hace unos meses, la principal preocupación del gobierno, aunque no lo admitiera, era contener los efectos de la suba de precios sobre el pilar clave del esquema de crecimiento, el peso devaluado. La vía para hacerlo, era incrementar las compensaciones a los industriales vía subsidios, y contener las subas salariales, manteniéndolas por debajo de la inflación, y por lo tanto permitiendo una caída del salario real.

Pero hoy el panorama es hoy enteramente diferente. La crisis internacional está golpeando a Brasil y México, economías privilegiadas de la exportación industrial argentina. Además, las monedas de estos países se han devaluado en los últimos meses, lo cual -sin perjuicio del riesgo de mayor entrada de importaciones, hoy bloqueado por nuevas trabas para las mismas- plantea un panorama depresivo distinto al que venía de la situación internacional hasta hace unos meses. El consumo viene en caída por la inflación, y en el caso de las clases medias también por el aumento de los intereses para financiar el consumo. El freno durante el conflicto con las patronales agrarias, también contribuyó a imprimir un ritmo menor a la economía.

El gobierno fortalece su situación fiscal con los recursos de las AFJPs, e incluso tiene mayor capacidad para arbitrar entre los sectores burgueses por la vía del financiamiento. Sin embargo, aunque esto permitiría sostener paralelamente los pagos de deuda en un marco internacional más hostil y aumentar las compensaciones a los empresarios vía subsidios, esto ya no será suficiente para compensar a los capitalistas sus mayores costos. La compensación frente a mayores costos tiene sentido en tanto y en cuanto los empresarios afrontan una demanda sostenida, y es necesario que cierre su ecuación de rentabilidad. Este ya no es el marco actual.

Los capitalistas comenzaron con los anuncios de despidos y suspensiones: en frigoríficos y afines, ya hay 680 suspensiones; en la industria de maquinaria agrícola también adelantaron que las habrá antes de fin de año. General Motors anunció 500 despidos y después debió retroceder. Los industriales de la provincia de Buenos Aires sostienen que 7 de cada 10 fábricas tuvieron caídas de la producción en lo que va del año. Este discurso, que tiene todavía mucho de prevención, apunta a dos objetivos: poner fin a cualquier pretensión de reapertura de paritarias o mejoras no remunerativas antes de que termine el año; e incrementar las presiones por una nueva devaluación.

Mientras tanto, los economistas afines a la industria profundizan los ataques al “gradualismo” de Martín Redrado. Eduardo Curia, por ejemplo, señala que la estrategia en curso, de permitir una depreciación contenida del peso, puede haber funcionado el año pasado frente a los primeros episodios de la crisis internacional, pero no tendrá éxito en el marco actual. Como los industriales, este economista plantea que hoy el problema no es la inflación, sino la recesión, con los consiguientes cierres de fábricas y despidos. Por eso, para Curia, el dólar debería trepar al menos a $3,50 (ver Santiago Bianchini, “Cuál será el nuevo valor del dólar en la Argentina?”, 15/10/08, en la página de UCIP, www.ucip.org.ar).

Preventivamente, magnificando los efectos de la crisis, buscan ocultar que una nueva devaluación, significaría en lo inmediato una suba de precios para los bienes consumidos por los trabajadores. La apuesta capitalista es que frente a la amenaza de crisis, esto no se traduzca inmediatamente en mayores reclamos salariales. De esta forma, podrían enfrentar los primeros impactos de la crisis imponiendo un nuevo “shock redistributivo” en favor de sus ganancias a costa de los salarios, como con la megadevaluación en 2002. En el marco depresivo de la nueva coyuntura mundial, esto ni siquiera significaría poner un frenos a los despidos y suspensiones. Por eso hay que prepararse para un ataque en toda la línea de la clase capitalista.

Que la crisis la paguen ellos: ni un despido, reparto de las horas de trabajo; empresa que cierra, tomarla y ponerla a producir. Defender el poder adquisitivo del salario frente a las amenazas de devaluación; reapertura de paritarias únicas de trabajadores efectivos y contratados.


jueves, 2 de octubre de 2008



La crisis capitalista en debate



El martes 30, con una sala colmada, se realizó en el Instituto del Pensamiento Socialista un profundo debate sobre las causas y las perspectivas que puede traer la crisis capitalista con origen en Estados Unidos, que da signos de profundizarse cada día. En el panel estuvieron Claudio Katz, economista del EDI, Hugo Azcurra, docente de la UBA y de la Uiversidad Nacional de Luján, y Esteban Mercatante, del comité editorial de la revista Lucha de Clases. A continuación, los puntos más salientes del debate.

HUGO AZCURRA

"Este dominio imperial de los Estados Unidos comienza a pasar a la historia"



Voy a compartir con ustedes algunos interrogantes que esta crisis, (que superficialmente, se parece bastante a la de los años '30) a mí me han suscitado. No desde ahora que se desencadenó, sino ya desde el año pasado. […] Hay diferentes líneas interpretativas. Yo voy a mencionar dos que pueden ser, sino el resumen, algo así como lo más común en cuanto a encarar la comprensión de este fenómeno. […] Una primera línea de interpretación apunta a señalar (como también ya se hiciera en los años '30) que pasar del fenómeno inmediato a las causas más sólidas y más profundas, implica salirse de las formas de circulación del capital y la mercancía, para ir al nivel de precios de producción y encontrar en él, el fundamento explicativo (sobre todo en la inmensa capacidad de producción del sistema capitalista norteamericano y en general de los países de mayor desarrollo). Esto sería el punto clave o central señalando que este estallido de la crisis no respondería sino a una nueva y revivida forma de sobreproduccion del capital. […] Hay otra línea que apela, sin desdeñar para nada los análisis de los maestros del pensamiento marxista, hace un reprocesamiento desde las aportaciones de Kalecki y de Sraffa. Tomando en consideración el concepto de excedente, los precios de producción y tratando de hacer una aplicación explicativa de este fenómeno de crisis en los Estados Unidos. […] señala que en realidad, no hay en lo inmediato cifras que avalen una supuesta situación de sobreproducción en los Estados Unidos. Y que hay que establecer una línea entre el crecimiento permanente su producción (liderada por la demanda), con un persistente sistema de crédito al consumo que, llevado a su clímax a través de las desregulaciones en el sistema financiero, toma cierta autonomía. Dos líneas interpretativas. Esta segunda línea me parece muy sugestiva.

[…] No fue lo mismo el desarrollo del capitalismo inglés que el del capitalismo alemán que el desarrollo del capitalismo en los Estados Unidos. Todos caminos capitalistas, pero con formas histórico concretas diferentes. Entonces, esto me lleva a mí a plantearme si no podemos estar también frente a una particularidad muy específica de un capitalismo financiero. Es en los Estados Unidos donde esta particularidad se afincaría en el avance descomunal de las desregulaciones […] Esto no quiere decir, que por ejemplo Europa y Japón, no presenten cosas parecidas. Pero no han llegado a los extremos de libertinaje y hasta niveles delincuenciales que ha alcanzado en los Estados Unidos. […]

Este dominio imperial, omnívoro, de los Estados Unidos, parece que comienza a pasar a la historia. Ahora la burguesía norteamericana tendrá que sentarse con el resto de las burguesías europeas, japonesas, creo que también los chinos y Rusia, a redefinir nuevas relaciones de juego a nivel internacional. En eso estará en entredicho también, el Fondo Monetario Internacional, su papel, su función, la Organización Mundial del Comercio, políticas proteccionistas o liberales otra vez en juego. Estados Unidos tendrá que necesariamente dejar su prepotencia, su arrogancia imperial y entrar en la mesa de negociación. Otra cosa que me parece interesante es la salida de la gran depresión de los años '30 no fue gracias a la intervención del Estado, sino que a través de una gran guerra mundial. Ahora, el capital financiero tendrá que arreglarla sin la mediación de una gran guerra mundial. Y ¿cómo se qué no va haber una gran guerra mundial? Aún en el hito de su declinación histórica, no política, el imperio americano hoy tiene la suficiente fuerza militar como para no ser empatado. Esta crisis y el sentarse a la negociación futura, puede dar una oportunidad de que Europa y que Japón empiecen sí a armarse. No es posible que se dé ahora, es probable, no seguro, que se dé en el futuro.

Una última reflexión que quiero compartir con ustedes. El sistema capitalista a largo plazo, en su hilo estructural, no saldrá sin costo. Por supuesto, que no me refiero al costo de la quiebra de los bancos, […] sino al costo en términos institucionales e históricos. Después de la gran crisis de los años '30 la legitimación de la intervención económica fue algo que a la burguesía le vino de perilla. Significó qué los caudales públicos se pusieran a disposición para la reconstrucción del capitalismo, tanto europeo como japonés. Pero a partir de los años 74/75, aparece una furiosa ofensiva de las propias burguesías dominantes contra la intervención del Estado. A nivel de la economía apareció toda una literatura antikeynesiana, el fracaso de la intervención del Estado […] ¿Cuál será el costo en términos históricos institucionales que tendrá que pagar el capitalismo como sistema hoy? ¿Será la limitación del capitalismo financiero tipo "casino"? ¿Será una mayor intervención del Estado no solo como un factor demandante más y estabilizador de la economía, sino establecer condiciones claras de limitación, de coacción, sobre el capitalismo "casino"? […] dentro de toda esta estructura de crisis, pareciera ser que las formas también de superación de esta propia sociedad capitalista están dentro de la propia sociedad capitalista. El Estado podría ser y constituirse en una etapa, en una instancia en el que muestren como las fuerzas productivas del propio capitalismo se vuelven cada vez más sociales, pero ya no soportan más la cáscara capitalista.



CLAUDIO KATZ

“Es el momento de una lucha socialista y de hablar de socialismo”



[…] Hay cuatro tendencias coyunturales en curso. Una a la limpieza de los bancos quebrados en la senda de la caída de Lehman Brothers. Es decir, salvataje limitado...esta línea produjo un gran desconcierto por el nivel de arbitrariedades que tiene la Fed para decidir quien se salva y quien no se salva […] La tercera línea […] es una vertiginosa y aventurera concentración de compras [...] Y la cuarta […] es la nacionalización de las hipotecas tóxicas. […] En estas cuatro alternativas todos los neoliberales ya se olvidaron de todos sus principios...se viene una socialización de perdidas descomunal. Los contribuyentes van a tener que rescatar a los bancos y nadie sabe el costo de la operación [...] El problema es que cuando se socializó perdidas por el sistema bancario (Argentina, Tailandia, Chile) llegó a costar entre el 20%, 30% o el 40% del PBI. Estados Unidos ni en la peor crisis, en la de 20 años atrás tuvo que costear el 3%/4% de su PBI. Esto va a cambiar este costo tradicional que ha tenido.

[…] No se pueden hacer pronósticos. Pero sí podemos ver cuáles son las fuerzas que están actuando y a partir de allí cuales son las tendencias. La más importante es un choque de tendencias y las dos dentro de EE.UU. El indicador de fragilidad y el indicador de recursos de EE.UU. Los indicadores de fragilidad de EE.UU. son muy notorios. Primero la debilidad política. Fragilidad que se está viendo ahora. Bush rápidamente parece De la Rúa. No tiene autoridad política para imponer un plan. E índices de fragilidad económica muy evidentes, 50% de los bonos en manos extranjeras, déficit comercial del 6%, un consumo inflado, déficit fiscal que no se sabe en cuanto va a terminar, etc. Por el lado de los recursos, EEUU tiene el dólar y el Tesoro. Hasta ahora, esta crisis se ha desarrollado con una paradoja. La “paradoja del dólar”. El país que se está hundiendo es el país con el cual todo el mundo quiere salvarse. Cuando hay una crisis en un país todos se escapan, y sin embargo, los europeos, los chinos, los japoneses, los norteamericanos, compran bonos en dólares y bonos del tesoro. Esto está demostrando que los capitalista piensan que se protegen socorriendo la estructura financiera monetaria de EE.UU. Esto nos muestra que EE.UU. no es una economía normal, y no puede ser analizada con los parámetros de una economía normal. Es una economía excepcional, que es clave para la reproducción del capital global.

De aquí hay dos posibilidades: […] que se afiance la tendencia a salir de la crisis con el dólar y con los bonos del tesoro […] La otra posibilidad contraria, que se produzca una fuga del dólar, la huida de los bonos del tesoro, y la ruptura del sistema monetario internacional, bloques y una estructura de monedas competitivas […] hasta ahora la tendencia más probable es la primera.

[…] La crisis está refutando la teoría ortodoxa más moderna. […] Los que han ganado la primera plana son los heterodoxos, Sach, Krugman, Stiglitz, son los hombres del momento, con el sermón de que ahora tenemos que “re-regular” y así se va a solucionar todo. […] Se olvidan que las regulaciones que se atenuaron porque obstruían las ganancias, y en la medida que afecten a las ganancias van a volver a ser removidas. […] Hay un simplismo banal en suponer que el problema se restrinja exclusivamente a la orbita financiera y en presentar al banquero como único responsable, como si actuara al margen del conjunto de los capitalistas. Es cierto que hubo una híperespeculación con la titularización, la securitización, y esta bicicleta financiera. Pero esta ingeniería solo ilustró una típica especulación del ciclo capitalista. Las burbujas son inherentes al sistema.

El último punto, es la interpretación marxista de lo que está ocurriendo. Voy a adelantar una hipótesis sujeta a posibles ajustes. Creo que en esta crisis convergen tres procesos. En primer lugar una crisis de sobreacumulación. Expansión del capital ficticio (titulización, derivados, apalancamientos, etc). Pero creo que es una sobreacumulación específica, resultante de este proceso de desregulación de las finanzas de los últimos 25 años, que sirvió para disciplinar al conjunto del capital al modelo neoliberal, poniendo a los bancos en la cúpula de la gestión de las empresas, imponiendo una disciplina a la empresa y al trabajo. Un recurso de disciplinamiento de los trabajadores para garantizar el aumento de la tasa de explotación. Pero lo novedoso de esta desregulación fue crear un mercado tratando al trabajador como un cliente financiero.

[…] El segundo pilar, en mi opinión, es que hay sobreproducción. La sobreacumulación de capital subyace una crisis de sobreproducción. Es importante que busquemos el fundamento productivo para evitar la fantasmagoría financiera. En los últimos 25 años el neoliberalismo recreó las condiciones para las crisis de sobreproducción clásicas. Es decir, el desfasaje entre incremento de la producción, productividad, y poder de compra. Por esta competencia por la explotacón que necesariamente genera una brecha de excedente.

[…] La tercer parte de nuestra hipótesis es que esto ha empalmado con una subproducción de materias primas. Las materias primas vienen subiendo desde hace varios años, esto tiene que ver con el ciclo de las materias primas, con un proceso ecológico de destrucción del medio ambiente de más largo plazo.

[…] Se ha abierto un contexto para replantear nítidamente un programa contra el orígen de esto que es el capitalismo. Me parece que la idea de que el capitalismo saldrá adelante cualquiera sea el grado de la crisis es una religión de la perdurabilidad del sistema tan fatalista como la creencia mágica de que se va a derrumbar el sistema sin acción política. Es el momento de una lucha socialista y es el momento de hablar de socialismo.

ESTEBAN MERCATANTE: “Esta crisis tiene que ver con la forma en que se sale de la última gran crisis de los ‘70”



[…] Creo que la coincidencia en los análisis hasta ahora, es que a diferencia de los economistas en boga como Krugman o Rubini, que culpan de la crisis a la voracidad del capital financiero, esta es una crisis del capitalismo. La pregunta que voy a intentar responder es cómo se vincula esta crisis a cómo viene funcionando el capitalismo y algo que es central para el capitalismo que es el problema no sólo de la realización, de poder vender lo producido, sino también de poder hacerlo de forma rentable.

Me parece importante destacar que esta crisis tiene mucho que ver con la forma en la que se sale de la última gran crisis del capitalismo mundial que fue la de los ‘70. Coincido con Claudio en que esa crisis marcó un fin de ciclo, del boom de posguerra, basado en condiciones que podríamos considerar excepcionales. Hay un fuerte vínculo entre la manera en que se sale y el rol que empieza a jugar la búsqueda de valorización a través de las finanzas. En ese momento hubo una crisis de sobreacumulación, no sólo de sobreproducción. Se salió a comienzos de los ‘80, centralmente a partir de la ofensiva sobre el trabajo. Luego se cimentó con la desregulación, la posibilidad de abrir nuevas áreas para la valorización del capital como fueron las privatizaciones, la expansión capitalista a los Estados obreros, lo cual implicó nuevas posibilidades de acumulación rentable para el capital. Pero lo central fue la ofensiva sobre el trabajo. Para Marx este era un factor que contrarrestaba la tendencia a la caída de la tasa de ganancia pero que no anulaban los factores que conducen a ella, es la acumulación de capital que conduce por su propia lógica al reemplazo de trabajo vivo (trabajo asalariado) por trabajo maquinaria en escala creciente bajo la presión de la competencia capitalista.

[…] En este marco con la desregulación financiera, de lo que se trataba era de abrir nuevas vías para las ganancias que no tenía mucho sentido reinvertir en la producción. Mientras que la reinversión de las ganancias en la producción cayó ligeramente como proporción de la producción total, pasando del 25 al 22%, en cambio la inversión de las ganancias en activos financieros creció 10 veces, pasando del 2% al 20% del total de la producción. Es decir que casi por cada dólar gastado en ampliar la capacidad productiva se destina otro dólar a inversiones financieras.

[…] Esta gran creación de capital ficticio, -como definia Marx, el nuevo valor sólo puede surgir de la explotación directa del trabajo asalariado-, explica que hoy no haya relación entre la masa de esos capitales y el plusvalor generado, que debería “validarlo”. Hay una masa de riqueza que se valorizó sin que mediara la explotación del trabajo asalariado, y sin que guardara relación con las ganancias producidas en ninguna actividad productiva. Esto particularmente se aceleró desde la última crisis, el estallido de la burbuja de la “nueva economía” en el 2000. Se aprovechó el dinero barato gracias a la política de la Reserva Federal de bajar las tasas desde 2001, para comerciar masivamente títulos hipotecarios.

[…] La riqueza creada financieramente sólo puede sostener por un tiempo la ilusión de que ha creado un nuevo valor. Mientras haya confianza en que el proceso pueda sostenerse y se mantenga una tendencia a la suba de todas las cotizaciones. Pero cuando hay algún eslabón débil como fue el problema de insolvencia de un sector de deudores como en este caso de las hipotecas, que estalló como producto de la suba de la tasa de interés que se dio en 2006 se empieza a ver que detrás de ese problema de solvencia está la completa desrelación entre el capital ficticio acumulado, la riqueza financiera, y la plusvalía generada que debería respaldar esa acumulación, es el proceso que está en curso y lo que está amenazando es una destrucción masiva de riqueza completamente ficticia.

[...] Respecto de EE.UU., es cierto que tiene recursos para manejar la crisis con los que no podría contar ningún otro Estado. Ha logrado que incluso en el medio de la crisis que lo tiene como epicentro, los inversores atemorizados se fuguen hacia el dólar y los bonos del tesoro. Pero no puede descartarse que esto cambie. EE.UU. está aumentando su deuda exponencialmente para salvar a los bancos, a lo que se suma el fuerte déficit fiscal acumulado durante los años de Bush. No se puede descartar que, en no mucho tiempo le pase a los bonos o al dólar lo que hoy le pasa a los títulos hipotecarios: que los bancos centrales asiáticos y europeos los consideren papeles basura y no quieran seguir acumulándolos. Esto podría significar una presión a un salto en la devaluación del dólar, y una enorme pérdida en la capacidad de EE.UU. de manejar como le plazca la política monetaria. […] Esta crisis amenaza significar un salto en el retroceso del rol económico de EE.UU. y acelerar las presiones por redefinir las relaciones entre las grandes potencias económicas. Creo que es importante tenerlo en cuenta, no creo que pueda pensarse que ese retroceso vaya a desarrollarse pacíficamente, mucho menos si se profundizan las tensiones sociales al calor de la crisis en EE.UU. y en todo el mundo […] puede marcar la entrada en una situación en que las crisis, guerras y revoluciones vuelvan a plantearse de forma generalizada. Creo que ese escenario empieza a estar planteado y que por eso tenemos que prepararnos para intervenir en situaciones revolucionarias. […] Si pensamos que es efectivamente una crisis del capitalismo, y no solamente de las finanzas es muy difícil pensar lo que hoy son cierres de bancos, o corridas bancarias, no signifiquen quiebras de grandes empresas industriales o comerciales. […] Por la interconexión que refleja del conjunto de los centros financieros mundiales, por el hecho que está golpeando lo que fue la base para la producción y realización de mercancías en las últimas décadas, puede generar tensiones sociales impensadas [...] El hecho de que cada día nos sorprendan cosas como por ejemplo ayer [por el lunes], pensar que el plan se iba a aprobar, pero no lo aprobaron. Ayer no había síntomas de corrida bancaria, y hoy empieza a haber algunos. Es decir, ponerle límites a la situación y subestimar las tensiones sociales que pueda generar, y el efecto que pueda tener eso sobre lo que ha sido una lógica mayormente cooperativa entre los grandes países imperialistas en las últimas décadas, hoy no sería lo más adecuado. Hay que pensar escenarios más de catástrofe porque la realidad misma los está poniendo al orden del día.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Charla en el Instituto del pensamiento Socialista

EconoCrítica nº 6


La crisis en curso está desnudando las consecuencias catastróficas que se gestaron durante los más de veinte años de ofensiva neoliberal. Con esta crisis, todo un ciclo parece estar llegando a su fin. Muchos tienen la ilusión de que con fuerte regulación y una activa intervención estatal, todavía es posible parar las peores consecuencias que una crisis aguda podría traer, y evitar nuevos hechos de esta magnitud en el futuro. Como mostramos en este suplemento, aunque el neoliberalismo ha llevado hasta sus últimas consecuencias las tendencias explosivas a las que conduce el sometimiento de toda la producción a la búsqueda de ganancias, esta crisis es el resultado de las contradicciones profundas que atraviesan la economía capitalista desde la crisis de los ‘70. Por eso, no alcanza con regularlo. Hay que terminar con el capitalismo.






Escandaloso rescate del sistema financiero norteamericano
Por Juan Chingo
Luego de recurrentes salvatajes bancarios e innumerables medidas monetarias y fiscales para detener la brutal crisis financiera en curso y, ante la perspectiva creciente de un crack, el viernes 19/9 el secretario del Tesoro norteamericano, Henry Paulson, anunció la “madre de todos los salvatajes” para evitar un derrumbe del sistema financiero en EE.UU., hecho que tendría repercusiones catastróficas para la economía norteamericana y mundial.
Falacias del “humanismo” keynesiano
La actual crisis financiera estallada en el corazón del capitalismo amenaza convertirse en una intensa recesión internacional. La catarata de condenas desde el espectro de los economistas y comentaristas “progresistas” a los “paradigmas hegemónicos”, a las “ideas de la ortodoxia liberal”, al “libre mercado” y a la “desregulación financiera global” impulsadas por los principales países capitalistas durante los últimos 30 años, no se hizo esperar. La actual debacle financiera sería, según ellos, el resultado de las políticas neoliberales de las últimas tres décadas.
¿“Eutanasia del rentista” o matar al capitalismo?
Por Esteban Mercatante
“Eutanasia del rentista” es la fórmula que propuso el economista británico John Maynard Keynes en los ’30 para plantear la necesidad de que el capital financiero especulativo se subordine al capital productivo. Hoy hay muchos que culpan de la crisis en curso a la conducta rapaz de los financistas y sostienen que ese camino de regulación es el que hay que retomar hoy. Pero, ¿puede eso realmente prevenir nuevas crisis?
¿De qué “desacople” hablaban?
Hace sólo unos días Cristina anunció estruendosamente el pago al Club de París. Inmediatamente, el gobierno de Bush emitió un comunicado donde celebraba el anuncio y exigía ir más allá: pagar a los holdouts, aquellos bonistas que no entraron al canje del 2005 diseñado por Néstor Kirchner y Lavagna.

lunes, 15 de septiembre de 2008

La quiebra de Lehman Brothers

Otro banco arrastrado por la crisis

La declaración de insolvencia de Lehman Brothers, el cuarto mayor banco estadounidense, y la absorción de Merril Lynch por el Bank of America, era algo que se venía previendo. Estamos en un proceso depresivo que tiene como epicentro el mercado hipotecario norteamericano, y se está expandiendo por los principales centros financieros mundiales.

El origen de todo esto, está en el desinfle de la burbuja inmobiliaria norteamericana. Los precios de las propiedades que venían en ascenso hasta principios del año pasado, comenzaron a caer en 2007 porque muchos de los que habían tomado deudas hipotecarias para comprar casas, no disponían de fondos suficientes para hacer frente a los pagos de las hipotecas. Muchas hipotecas se habían concedido en forma bastante engañosa, con tasas variables y crecientes. Se le prometía a los tomadores que iban a tener que pagar hipotecas mucho menores de lo que terminarían pagando en realidad. Por eso, los sectores de menores ingresos, se vieron rápidamente incapacitados de hacer frente a sus deudas hipotecarias, debiendo abandonar sus propiedades. Se fueron acumulando inmuebles que eran recuperados para la venta, a la vez que en medio del fervor de la construcción, muchas nuevas propiedades no conseguían compradores. Todo esto es lo que empujó a la baja los precios de las propiedades. Pero, sucede que la caída de los precios de las propiedades, hacía que muchos deudores que venían pagando bien sus hipotecas, se encontraran con que la deuda que tenían valía mucho más que la casa que se estaba desvalorizando. Se empezó a armar una vorágine entonces, donde cada vez más deudores abandonaban sus hipotecas y sus casas.

Por eso los bancos, que habían participado en un festín de emisión de estas hipotecas subprime y habían contraído para eso deudas a las tasas irrisorias que fijaba la FED de Alan Greenspan (lo que se conoce como apalancamiento), empezaron a ver cómo sus activos, las deudas hipotecarias, entraban en quebrando, mientras que por otra parte se disparaban las tasas de interés. Lo que había sido un festival de especulación, se transformaba entonces para los bancos en una película de terror.

Las caídas bursátiles que se empezaron a disparar entre Julio y Agosto de 2007 se dieron porque empezaba a quedar en evidencia la profunda insolvencia de todas las instituciones del sistema financiero. Los primeros que saltaron fueron los Hedge Funds (fondos de riesgo), que durante años se habían promocionado como fondos ultraseguros pero de gran rentabilidad, y quedó en evidencia que lo que habían estado prometiendo no podía cumplirse. Pero lo que se ha visto después es que no son sólo estos fondos los que manejaban activos sub prime, de baja calidad, sino que todo el sistema financiero norteamericano tiene acreencias hipotecarias incobrables y es, por lo tanto, insolvente.

El resultado es que, como se conoció recientemente las ganancias que los bancos registraron de de abril a junio mostraron los segundos peores números desde 1991. Las ganancias de las instituciones financieras norteamericanas de ese trimestre sumaron sólo 5 mil millones, dentro de lo cual muchos bancos, como Lehman, registraron pérdidas por varios miles de millones. El año pasado habían ganado 36,8 mil millones en el mismo trimestre. Es decir que bajaron un 86,5%. Frente a esto, tenemos que las deudas que las principales instituciones financieras tendrán que pagar son de al menos 787 mil millones de dólares antes de fines de 2009. Y de este total, antes de diciembre vencen 200 mil millones.

Lehman Brothers está quebrando por las pérdidas que acumulaba en lo que va del año (que llegaban a los 9 mil millones) y frente a la incapacidad de hacer frente a sus pasivos.

Este es ya el tercer caso de una institución importante que se desploma. Tuvimos el marzo la absorción de Bearn Stears por JP Morgan, y hace apenas 8 días el gobierno norteamericano tuvo que anunciar que tomaba el control de las dos gigantes hipotecarias estadounidenses, Fannie Mae y Freddie Mac.

Ahora la situación pega un salto, ya que estamos hablando del cuarto mayor banco estadounidense, mientras que el Merril Lynch también es absorvido por el Bank of America. Pero esto difícilmente termine acá.

El gobierno norteamericano intentó hasta último momento evitar esta quiebra. Henry Paulson mantuvo reuniones de urgencia el fin de semana con los principales referentes del sistema bancario porque el contagio que podría implicar no se sabe hasta donde podría llegar. Estamos hablando de una institución que tenía activos por 640 mil millones, y con fuertes vínculos en todo el circuito financiero. En estas negociaciones trataron de alcanzar un acuerdo para que otra gran institución comprar el Lehman. Pero esto no pudo avanzar ya que reclamaban que el Tesoro estadounidense brindara una garantía similar a la que ofreció en marzo cuando JP Morgan Chase se quedó con Bear Stearns.

Pero el tesoro norteamericano ya está muy comprometido. Solo la semana pasada, comprometió fondos hasta 200 mil millones para inyectar en las hipotecarias cuyo control tomó, y muchos estiman que podría llegar a tener que poner 300 mil millones para salvarlas. El gobierno norteamericano esta jugando con fuego por dos motivos: está forzando la posición mundial del dólar, y está obligando al resto del mundo a aceptar un aumento exponencial de su déficit, que ya alcanza 800 mil millones anuales (cuatro veces la economía argentina) para salvar a las instituciones financieras norteamericanas. Por ahora ha podido hacerlo, pero si los grandes tenedores de reservas en dólares deciden desprenderse de las mismas, el dólar puede caer estrepitosamente. Por eso le tuvieron que soltar la mano a Lehman Brothers. Los resultados que esto puede tener son imprevisibles, ya que no es el único que está en una situación precaria. Con la amenaza de recesión que aqueja a la economía norteamericana, y los precios de las propiedades que siguen cayendo, día a día hay nuevos deudores que dejan de pagar sus hipotecas. Como el eje de la intervención del gobierno ha estado en salvar los valores de las deudas, no se ve final a este proceso: los valores de las casas están cayendo, y el gobierno defiende el valor de las deudas, por lo cual cada día se hace más probable que lo que eran buenos deudores se transformen en malos pagadores. Por eso, la estrategia que viene implementando el gobierno norteamericano, de socializar las pérdidas que ocasionó la especulación inmobiliaria, está profundizando los costos sociales de esta crisis y prolongando de manera indefinida el proceso deflacionario en los valores de las propiedades.

Ahora comprometieron a distintos bancos para armar un fondo por 70 mil millones de dólares, para hacer frente a las nuevas consecuencias que puedan producirse como resultado de la quiebra de Lehman. Como decíamos, solamente las deudas de acá a diciembre, representan 200 mil millones y los bancos vienen viendo el desplome de sus activos, a lo cual se suman los temores de los accionistas. Por eso, es poco creíble que este fondo pueda parar la crisis.

Mientras tanto, hay una crisis social sin precedentes en EEUU, con millones de personas que abandonaron sus casas y viven en sus autos, y estamos viendo como se asienta una situación recesiva en las principales economías del mundo. La UE informó que entre abril y junio las economías de la zona se contrajeron un 2%, la India y China están mostrando síntomas de agotamiento según indican algunos informes, la economía norteamericana muestra signos de recesión. Se está asentando la una tendencia depresiva que se extiende por todo el mundo.

La situación es bastante cambiante, pero es probable que veamos próximamente el desplome de otros grandes bancos y que el gobierno se vuelva a ver obligado a comprometer nuevos fondos para tratar de evitar un colapso de todo el sistema financiero.


martes, 12 de agosto de 2008

Salió EconoCritica nº 4!

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¿“Crisis alimentaria” o “hambre” de ganancias?


Por Paula Bach


El precio de los cereales, la leche y el azúcar entre otros, sufren la peor inflación de las últimas tres décadas. El Banco Mundial calcula que la cifra de 850 millones de personas que hoy padecen hambre en el mundo, aumentará en los próximos años hasta 950 millones. Mientras tanto, las empresas transnacionales de agronegocios y los cárteles de productos básicos que controlan el comercio agrícola y alimentario como Cargill, Bunge y Archer Daniel Midland, anunciaron en 2008 que sus ganancias se habían incrementado 86% respecto de 2007, 49% respecto de 2006 y 42% respecto de 2007, respectivamente.

La comparación resulta indignante, aunque quizás más indignante resulte la incapacidad (o falta de voluntad) de la economía vulgar (o burguesa) de hallar una explicación sensata a esta aberración. Buscar causas superficiales a los problemas profundos es una constante en el método de la “ciencia económica”, así como de la prensa y medios de comunicación afines. Desde hace meses economistas, premios Nobel y periodistas económicos se enfrascan en un círculo vicioso que adjudica el origen del alza del precio de los alimentos ya sea al aumento de la demanda de China e India, a las inclemencias del clima, a la depreciación del dólar, al incremento de la producción de biocombustibles o a la especulación financiera desatada sobre los precios de las materias primas particularmente a partir del estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos. Negar la influencia relativa de estos aspectos en la variación de los precios sería absurdo, pero pretender adjudicarle a cualquiera de ellos o a sus posibles combinaciones la causa última de tamaña irracionalidad, constituye, por decir lo menos, una burla hacia los trabajadores y los millones de pobres y hambrientos del mundo.

Los “alimentos” son también… salarios y materias primas

Antes de abordar las causas profundas que a nuestro entender explican la “crisis alimentaria”, es preciso avanzar en una definición certera del rol que ocupan los alimentos junto a otros productos como el petróleo, el hierro, el acero, el cobre, etc., en el modo de producción capitalista.

En primer lugar los cereales y oleaginosas, la leche, el azúcar, entre otros, no constituyen sólo bienes de consumo de la población, sino que representan al igual que el petróleo –que a su vez cumple un rol clave en la producción de los restantes productos primarios-, determinantes claves del precio de los salarios, materias primas y materiales intermedios en la producción capitalista. Cuando se habla de “alimentos” o de “petróleo” hay que pensar en dos clases sociales: una desposeída de todo medio de producción (los trabajadores y el pueblo pobre) para la cuál estas determinaciones representan comida, medios de transporte, calefacción es decir, medios de consumo indispensables para satisfacer sus necesidades básicas; otra, propietaria de los medios de producción (la clase capitalista) para la cuál “alimentos” y “petróleo” entre otros, representan fundamentalmente pago de salarios y materias primas o costos de producción (salvo en el caso de los capitalistas que los producen, para quienes representan el “producto final”). A los capitalistas no les preocupa sólo la ganancia en general, es decir la masa de trabajo no pagado a los trabajadores sino en particular, la tasa de ganancia, es decir el porcentaje o la relación que ese trabajo no pagado (en términos de dinero) representa respecto de lo que el capitalista invierte, es decir, respecto de lo que se denomina el capital total. Dicho capital total se compone de maquinaria, edificios, etc. (capital constante fijo), materias primas y elementos auxiliares, es decir insumos (capital constante circulante) y salarios (capital variable). Independientemente pues del valor absoluto de la ganancia, la tasa de ganancia presenta una relación inversa con el precio de los distintos componentes del capital total. Aquí nos interesa particularmente abordar el rol que juegan en la determinación de la tasa de ganancia los salarios, las materias primas y materiales auxiliares, todos ellos altamente relacionados con el precio de los productos primarios. Si todas las demás condiciones se mantienen constantes1, a mayor precio de los cereales, la leche, el carbón, el petróleo y demás minerales, mayor será el precio del capital constante circulante, mayores deberían ser los salarios (aún de subsistencia) y, por tanto, menor será la tasa de ganancia del capital. Estas definiciones que parecen meras abstracciones, se vuelven muy concretas cuando se observa que históricamente las altas tasas de ganancia que rigen en los períodos de ascenso capitalista en los principales países, suelen estar asociadas a la caída en los precios de las materias primas. No casualmente además, en la estructura del mundo capitalista imperialista, los países atrasados han tenido escaso desarrollo industrial, resultando la mayoría de las veces, fundamentalmente productores de materias primas.

Un ejemplo y una hipótesis

La caída de los precios relativos de las materias primas desde el año 1951, así como el acceso fácil de Estados Unidos al petróleo barato de Medio Oriente y el Golfo Pérsico, constituyen rasgos (entre otros muchos aspectos) de suma importancia para explicar el “boom” económico que, fundamentalmente en los países centrales, tuvo lugar tras la segunda conflagración mundial. Que durante el “boom” el precio del petróleo haya sufrido una merma de alrededor del 40%, arrastrando a la baja el precio de las restantes materias primas, es uno de los factores asociados al alza de la tasa de ganancia en ese período.

Contrariamente, junto a los síntomas del fin del “boom” y el principio de la declinación de la hegemonía americana, el alza del precio del petróleo (que impulsó a la suba al resto de las materias primas) a partir del año ‘73 luego de la guerra del Yom Kipur, sin ser el elemento determinante, acompañó estrechamente a otra serie de factores que propiciaron el fin del fuerte crecimiento. En este caso la mirada unilateral de la economía vulgar se manifiesta en la denominación de la crisis económica del 73/75 como la “crisis del petróleo”. Dentro de la unilateralidad (que busca identificar a los países árabes como culpables de la crisis) radica sin embargo un grano de verdad nunca abordado con honestidad y profundidad por esta disciplina, consistente en la identificación (de hecho) de la relación entre los precios de las materias primas y la tasa de ganancia del capital. A continuación veremos que la ofensiva neoliberal comenzada en los años ‘80 permitió además del incremento de la explotación de los trabajadores, el acceso directo de los grandes capitales transnacionales al mercado de las materias primas junto con un importante descenso en los precios. Nuestra hipótesis es que se libró una nueva batalla del gran capital por el control del mercado de productos básicos que fue reconfigurado, abriendo paso y potenciando, el impacto de los factores que hoy aparecen como emergentes de la llamada “crisis alimentaria”. Esta reconfiguración del mercado que particularmente durante los ‘90 y los primeros años del ciclo de crecimiento del presente siglo, contribuyó a la recuperación de la tasa de ganancia, se estaría manifestando hoy como una contradicción que en el período próximo podría precipitar su caída. En este último sentido podría actuar también la escalada astronómica del precio del petróleo estrechamente asociada a la inestabilidad geopolítica derivada de la conflictiva relación de Estados Unidos con Irán y la caótica situación Iraquí.

Ofensiva neoliberal: penetración del capital transnacional

Hacia fines de la década del ‘70, las políticas de “corte keynesiano” se habían demostrado incapaces de resolver los principales problemas que azuzaban a la economía mundial: estancamiento e inflación. Los estados de los países centrales (fundamentalmente Estados Unidos) pegan un giro abrupto y lanzan una ofensiva que luego se conocería como “neoliberal”. Ante otro salto en el precio del petróleo en 1979 (relacionado con la revolución iraní), la Reserva Federal norteamericana decide aumentar las tasas de interés que trepan del 6% al 22%. Este factor desencadenante de lo que en los países pobres se conoció como la “crisis de la deuda”, abrió paso a la intromisión de los organismos internacionales en las políticas internas de esos países. Las exigencias de liberar los mercados de capitales, reducir gastos estatales, privatizar empresas y fuentes de materias primas para ser apropiadas por los grandes capitales transnacionales, fueron constantes en este período. La exigencia de reducción de los gastos estatales como forma de pago de las deudas externas estuvo asociada en muchos países a la eliminación de subsidios para semillas y fertilizantes, destinados a sostener la producción de alimentos básicos de la población. Los casos de México, Filipinas o Haití (previamente autosuficientes en la producción de sus productos básicos alimentarios), resultan elocuentes. La combinación de eliminación de subsidios, apertura comercial y libre entrada de capitales devino en la liquidación de las pequeñas economías campesinas y la entrada de los mismos productos a muy bajos precios (gracias a fuertes subsidios estatales) provenientes por ejemplo de Estados Unidos. La distribución de las importaciones de maíz desde EEUU fue monopolizada en México por empresas transnacionales como Cargill. Luego de la puesta en marcha del TLC en 1994, el precio del maíz se redujo a la mitad y México devino importador neto de ese grano. Gracias a la injerencia de la Organización Mundial del Comercio, Filipinas terminó como importador neto de arroz, corriendo Haití la misma suerte, pasando a importar en la actualidad el 80% desde Estados Unidos. Como resultado, el 70% de los países pobres son hoy importadores netos de alimentos. Las políticas de los organismos internacionales privilegiaron además los cultivos de exportación que generaban abundantes divisas destinadas al pago de las deudas externas. El Banco Mundial destinó ayudas especiales a los gobiernos para este tipo de cultivos que pasaron a ocupar las mejores tierras. El estímulo de la conversión a los monocultivos de exportación, aún en países como Argentina que continúan siendo autosuficientes en la producción agroalimentaria, resulta sintomático. Monocultivo y dependencia de las poderosas firmas que, como Monsanto y Syngenta, monopolizan los avances en ingeniería genética manteniendo el control sobre las patentes de semillas transgénicas, fertilizantes y pesticidas, son aspectos que van unidos. A lo largo de tres décadas se impuso una reconfiguración del mercado de alimentos y materias primas que destruyó el carácter autosuficiente de muchos países. Este proceso fue acompañado por el desarrollo de un mercado de estos productos cada vez más oligopólico y controlado por el capital internacional. En principio se verificó un descenso en el precio de alimentos y materias primas que operó aproximadamente hasta el año 1998 y que constituyó un factor que, combinado con el aumento de la explotación de los trabajadores, propició el incremento de la tasa de ganancia del capital, abriendo paso a una recuperación relativa de la depresión sufrida desde los años ‘70.

…y determinación oligopólica de los precios

La nueva recuperación económica posterior a la crisis de 2001, empieza a mostrar el aspecto contradictorio que representa para el capital en su conjunto el control progresivo de los grupos internacionales más concentrados sobre los mercados de productos primarios. Desde 2003 y más aún desde 2005 con un salto en 2007, petróleo, trigo, maíz, arroz, leche y carne entre otros productos muestran una carrera alcista aparentemente imparable que no puede entenderse (en el caso de los productos no petrolíferos) si no se tiene en cuenta el control sobre la oferta lograda por unos pocos grupos monopólicos. Sólo “Seis compañías controlan un 85% del comercio mundial en granos; tres controlan un 83% del cacao; tres controlan un 80% del comercio con plátanos. ADM, Cargill y Bunge controlan efectivamente el maíz del mundo, lo que significa que sólo ellos deciden qué parte de la cosecha de cada año va a la producción de etanol, edulcorantes, alimento para animales o alimentos para seres humanos”. (“La crisis alimentaria”, Ian Angus, Rebelión, 18/05/08). Los argumentos esgrimidos por la economía vulgar no explican nada si no se los enmarca en esta nueva configuración. Lo cierto es que si existen problemas de oferta, no son debidos a la escasa producción. Según Food Policy Research Institute, se producen hoy alimentos que alcanzarían para satisfacer al doble de la población del planeta. Lo que sí es cierto es que digitar el mercado permite a las compañías que controlan las semillas, la producción y el comercio agrícola retacear la oferta frente a variaciones en la demanda, movimientos especulativos, o modificaciones en el valor del dólar para lograr desabastecimiento y justificar aumentos de precios. Por ejemplo, la producción de biocombustibles, que usa la misma materia prima que muchos alimentos, reporta grandes ganancias e influye sobre los precios en la medida en que un grupo de oligopolios decide sobre el destino de la producción de granos. Resulta importante señalar no obstante que el control oligopólico sobre el mercado es relativo por lo que siempre está presente la posibilidad, en el marco de la recesión instalada en el corazón de la economía norteamericana, de una depresión generalizada de los precios. Sin embargo en las actuales circunstancias, la penetración y mayor control del mercado mundial por parte de unos pocos grupos es lo que permite que los precios de los granos sean prácticamente un “juguete” en manos de la Bolsa de Chicago. Por otra parte no puede descartarse que el programa lanzado por Estados Unidos para sustituir por biocombustibles el 20 por ciento del consumo de gasolina en 10 años, esté asociado a un intento de largo plazo por obtener el control sobre los combustibles, reemplazando su materia prima fundamental, el petróleo, que ha sido históricamente y continúa siendo fuente de gran inestabilidad para el capitalismo mundial.

Consecuencias

Si bien la resultante en las condiciones actuales son altas ganancias para las empresas que operan en toda la cadena de producción y comercialización de materias primas, se plantean dos tipos de alerta sobre el devenir de la economía capitalista. Por un lado los “levantamientos del hambre” en más de 20 países representan una amenaza desde los “bordes” para la estabilidad del capitalismo mundial. Por el otro, y como planteamos al principio, los precios de las materias primas son un factor importante en la determinación de la tasa de ganancia de los sectores capitalistas no ligados directamente a su producción. En este último sentido, la disparada de los precios de las materias primas podría contribuir en el período próximo a un descenso de la tasa de ganancia, profundizando la recesión ya instalada en Estados Unidos y, de continuar la escalada de los precios, a un escenario que combine inflación con estancamiento de la economía mundial. Por supuesto… no son los 850 millones de hambrientos los problemas que tienen en vilo a instituciones como la FAO, la OMC, la ONU o el FMI.

1 Para evitar caer en apreciaciones simplistas, esta aclaración no debe tomarse a la ligera. Estamos planteando una definición básica. Por supuesto es posible para el capital aumentar la tasa de ganancia mediante el incremento de la plusvalía relativa o absoluta por lo que una tasa de ganancia creciente puede coexistir con salarios crecientes siempre que aumente la tasa de explotación de los trabajadores. No obstante esta situación no quita veracidad a la definición estructural planteada más arriba.

lunes, 30 de junio de 2008

Revista lucha de clases nº 8

Este nuevo número de lucha de clases llega mientras continúa el Conflicto entre el gobierno kirchnerista y la “patria sojera”. El lockout agrario desencadenó la crisis nacional más importante de los últimos años. El enfrentamiento entre las clases dominantes aparece dividiendo en dos la escena política nacional. Pero esos dos “campos” capitalistas no son los nuestros. Mientras las penas del conflicto recaen sobre los trabajadores y el pueblo, los beneficios en disputa nos son ajenos.

La sección nacional está destinada al análisis y el debate de la crisis para aportar las claves para entender este giro brusco en la situación política. En “gobierno vs. Patria sojera: ‘campos’ que no son nuestros”, Christian Castillo analiza las causas más profundas de la crisis abierta: las transformaciones en la estructura social y productiva del campo argentino y su mayor importancia producto de los precios internacionales de los alimentos.

Da cuenta de los síntomas de agotamiento que sufre el esquema económico con tintes “neodesarrollistas” del kirchnerismo, así como de las consecuencias políticas de la crisis, las divisiones entre las clases dominantes, los distintos proyectos políticos, los importantes debates en la izquierda y la situación de la clase trabajadora.

En “el salario relativo en la Argentina de la devaluación” Paula Bach presenta una profunda investigación que demuestra cómo el crecimiento económico, una de las principales “banderas” del kirchnerismo, ha sido acompañado por el aumento de los niveles de explotación de los trabajadores.

Entre la intelectualidad, la crisis generó múltiples polémicas. Un heterogéneo sector de intelectuales se agrupó en el “Espacio Carta Abierta” alineándose detrás del gobierno. Contra el intento de presentar públicamente al campo intelectual bajo el redil gubernamental, surgió la declaración “Ni con el gobierno, ni con las entidades patronales del ‘campo’” que publicamos en este número.

En “El ‘Ser’ de la intelectualidad K. Apóstoles y monaguillos del ‘nuevo conformismo’”, desentrañamos los fundamentos que esgrimen los sectores más entusiastas de la intelectualidad oficialista, como Nicolás Casullo, Horacio González, Ricardo Forster, entre otros, y debatimos también con quienes, como José Pablo Feinmann o Eduardo Grüner, justifican su ubicación en el campo gubernamental a través de la aceptación resignada de “lo que hay” como la única alternativa posible.

En la sección “Movimiento Obrero” publicamos: “Rebeldía fabril. Lucha y organización de los obreros de FATE” de Paula Varela, “Hoy la fábrica es como un mundo nuevo, surgen jóvenes que se vuelven militantes de sus derechos”, entrevista a trabajadores de Zona Norte (delegados de Terrabusi, ex Atlántida, laboratorio Fressenius y Pepsico Snacks) realizada por Adriana Collado y Paula Varela, y “¡Jamás esclavos! La lucha de los trabajadores de Mafissa”, entrevista de Laura Meyer a uno de sus protagonistas. Aquí presentamos distintas experiencias de lucha y organización de nuevos sectores de la clase trabajadora que, aunque soslayados por los grandes medios de comunicación, constituyen el comienzo de nueva militancia obrera en algunas de las mayores concentraciones industriales del país.

En la sección de teoría marxista publicamos el trabajo “Dialéctica e historia. El marxismo de Walter Benjamin”, que aborda desde una visión crítica estos dos conceptos centrales de la obra de Benjamin en el marco de las distintas posiciones y valoraciones que diversos autores han dado a sus aportes al marxismo, especialmente alrededor de sus tesis “Sobre el concepto de la historia”. Agregamos una reseña del libro de Erdmut Wizisla, Benjamin y Brecht. Historia de una amistad, que en el contexto de esta relación aporta más elementos al contexto histórico y las discusiones sobre las concepciones de Benjamin.

La sección de polémicas comienza con “Gradualismo y catastrofismo”. Allí los autores responden a las críticas de Pablo Rieznik y Claudio Katz al debate, iniciado el año pasado, sobre la naturaleza e importancia de las crisis económicas del capitalismo y la vigencia de la caracterización de la época como de “crisis, guerras y revoluciones” de gran relevancia y actualidad para la estrategia revolucionaria.

En “La revolución diplomatizada. Crítica de la concepción estratégica y política de los ‘gramscianos argentinos’”, Juan Dal Maso aborda críticamente las hipótesis estratégicas del revolucionario Antonio Gramsci y el derrotero de la apropiación “gradualista” realizada por José Aricó y Juan Carlos Portantiero, animadores principales del grupo Pasado y Presente y experiencia central a la hora de pensar el itinerario de la obra de Gramsci en América Latina.

Con motivo de los pasados 90 años de la Revolución Rusa se abrieron muchas polémicas históricas y debates estratégicos. En “Un mal prólogo para el mejor libro de historia y las ideas de Eduardo Sartelli”, Eduardo Castilla y Jonatan Ros critican la “astucia” editorial de publicar un libro de León Trotsky y al mismo tiempo prologarlo para dar por finalizado todo su horizonte estratégico en pos de un criterio burdamente pragmático.

miércoles, 11 de junio de 2008

Retenciones y especulación financiera


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Emiliano Trotta

El sostenido aumento de los precios internacionales de los alimentos, que está derivando en una crisis alimentaria, esta causando cada vez más preocupación.

Es que al menos desde 2006 los precios internacionales de las materias primas como los granos se han más que duplicado (128% el maíz, 163% el trigo, 98% la soja) por distintas causas, entre ellas, el incremento de la demanda de países como China y la creciente producción de biodisel (cuya producción se multiplicó por once entre 2000-2007 y se descuenta que seguirá aumentando), pero también por la especulación financiera alimentada por la debilidad del dólar y el desinfle de la burbuja inmobiliaria. En los últimos nueve meses de 2007 el volumen de capital de fondos de inversión europeos orientados al mercado de granos se quintuplicó, y se multiplicó por siete en el caso de los fondos de inversión estadounidenses.

Un informe de la OCDE y la FAO asegura que los cereales podrían subir entre un 60% y un 80% durante la próxima década.

De este modo, la especulación financiera sobre los precios de los granos con instrumentos como los “futuros” se ha convertido en un negocio asegurado.

El mercado de Futuros es aquel en el cual se transan contratos en los cuales las partes se comprometen a comprar o vender en el futuro un determinado bien (por ejemplo, granos), definiendo en el presente la cantidad, el precio y la fecha de vencimiento de la operación.

Por ejemplo, si usted compra “futuros” de soja en junio con vencimiento en agosto, a un precio de $1000 significa que se compromete a recibir una cantidad predefinida de ese producto en la fecha de vencimiento pautada, por la cual deberá pagar $1000. Si en agosto el precio de la soja sube a $1300, obtendrá una ganancia bruta de $300. Por eso además de los productores, hay muchos especuladores que no ven jamás una bolsa de trigo, maíz o soja, sino que son poseedores virtuales de los mismos.

En Argentina se negocia en el mercado de futuros entre un 15% y 20% de la producción de commodities. Estas transacciones se realizan en el mercado a término de Rosario (ROFEX) y en el de Buenos Aires (MATba). Los “futuros” funcionan no sólo como palancas crediticias para los grandes productores, sino también como espectaculares nichos de valorización financiera para apuntalar sus ganancias.

Uno de los reclamos de los que se hace eco la burguesía rural es que las retenciones móviles plantean liquidar el mercado de “futuros. Las recientes medidas anunciadas por el gobierno, tienen por objeto reestablecer dichos mercados a futuro a la vez que mantiene intacto el poder de especulación sobre el precio de los alimentos de los grandes productores que acopian millones de toneladas de granos para hacer subir los precios y así abultar sus márgenes de ganancias a costa de los trabajadores.

Distribución del ingreso sí… ¿pero para quiénes?

Juan R. González

En el actual conflicto agrario están en juego alrededor de 1.500 millones de dólares de la fabulosa renta agraria. Estos millones extras no van a ir a mejorar el sistema de salud que se hunde, ni a la educación estatal en crisis ni a mejorar los servicios públicos que utiliza el pueblo trabajador, ni a jubilaciones ni salarios. Lejos de aplicar un supuesto esquema redistribucionista en favor de las mayorías populares, el gobierno usa la extraordinaria recaudación (el llamado superávit fiscal, del cuál las retenciones son sólo una parte), para favorecer a los distintos sectores burgueses con todo tipo de subsidios directos e indirectos, incluidos los del “campo” que hoy protagonizan el lock out.

Veamos algunos datos. En 2007 “se distribuyeron subsidios a empresas privadas y públicas por 14.626 millones de pesos, un 125% más que en 2006. De allí, 9.293 millones fueron para el sistema energético, 4.219 millones al transporte de pasajeros y cargas y 1.181 millones a la agroindustria”1. Este año los subsidios seguirán batiendo récords, ya que según el presupuesto oficial 2008, “con un gasto total de $ 161.486,5 millones, $ 25.000 millones serán asignados como transferencias privadas, o sea, como subsidios”2. Esta cifra de por sí impactante, seguramente será aún mayor gracias a las partidas presupuestarias extraordinarias. A estos subsidios “explícitos” hay que agregarles aquellos “implícitos”, como las exenciones impositivas por las que se dejan de recaudar millones.

En el transporte, durante enero de 2008, y a pesar del aumento de tarifas aplicado por el gobierno, el estado repartió 327 millones de pesos, un 307% más que el año anterior. La industria automotriz no es ajena a este fenómeno. El gobierno encontró rápido adonde destinar 700 millones que antes iban al reintegro del IVA a las tarjetas de crédito: “una parte sustancial de ese monto se destinará a subsidiar a las terminales automotrices”3. Las cosas no difieren en el campo: “Ya existe un sistema de compensaciones para el trigo y otros cereales, la carne y la leche (…) y a través de ella el Estado lleva gastados 1.525 millones de pesos”4, de los cuales la mitad se los llevan las 5 principales empresas del complejo agroindustrial, como Aceitera General Deheza.

Como vemos, todos los sectores burgueses, desde la industria y los servicios, pasando por la agroindustria y el “campo”, son beneficiarios directos de esta “redistribución del ingreso” kirchnerista. Y aunque los subsidios son sólo uno de los aspectos del actual esquema que favorece a la burguesía en su conjunto, es una muestra más de porque los trabajadores no deben tomar partido por ninguno de los bandos capitalistas en pugna.

Está claro que en la actual puja por las retenciones, si éstas quedan para los empresarios rurales será para aumentar sus ganancias, y si van al estado serán usadas en gran parte para subsidiar a los empresarios que mantienen los bajos salarios y el trabajo en negro, además de hacer caja para afrontar los pagos de la deuda externa.

1 “Subsidios: una enorme caja donde sólo manda el poder”, Clarín, 08/04/08.

2 “Subsidios poco transparentes”, Clarín, 23/09/07.

3 “Subsidio a automotrices con plata de las tarjetas”, Página 12, 04/01/08.

4 “Subsidios: una …”, op. cit.

Grandes agrolimentarias y exportadoras

En todos los “eslabones de la cadena”

Pablo Anino


Las agroindustrias desarrollan actividades en parte en el “campo” y en parte en la industria, su unidad da cuenta de la integración del proceso de elaboración que va desde los productos primarios, en tierras propias o arrendadas, hasta el procesamiento de parte de éstos y su destino al mercado interno o a la exportación.

Incluso, llegan a integrar la producción de mercancías no alimenticias. Así, se apropian de una cuota de la plusvalía general tanto a través de ganancias por su actividad como capitalistas industriales y comercializadores, como de renta agraria en tanto terratenientes. Contra la falsa polarización entre terratenientes e industriales, o entre “burguesía nacional” y capital trasnacional, en este segmento de la producción todos están fuertemente entrelazados a través de la participación en negocios comunes y la propiedad compartida de parte de la infraestructura productiva. Toda diferenciación de funciones desaparece y los terratenientes, sociedades agropecuarias, industriales y exportadores se presentan como uno solo.

Si bien las agroindustrias son preponderantes en la economía de gran parte de las provincias no pampeanas, por su escala, integración productiva, inserción internacional y concentración de capital, las agroindustrias de la pampa húmeda, en particular las de granos y oleaginosas, adquieren una gran relevancia nacional. Las principales empresas integran la cadena productiva a través de la propiedad de una gran parte de la capacidad de almacenaje (granos y aceites) y de la mayoría de las fábricas de aceites y subproductos. Controlan el transporte de las mercancías a través de concesiones ferroviarias, camiones propios o tercerización. Las exportadoras se constituyen en el vínculo con la cadena a nivel mundial a través del efectivo control del comercio exterior que establecen sobre granos, aceites y los subproductos de cereales y oleaginosas, operando la gran mayoría de los puertos, como concesionarios o propietarios. Los actores clave en este “mundo” controlan una parte importante del comercio exterior del país, éstos son Cargill, Bunge, AGD, Vicentín, Dreyfus, Molinos y Nidera (ver gráfico).

Las agroindustrias explican el 27% del valor agregado por la industria (ponderación del Estimador Mensual Industrial para el año 2004), siendo el procesamiento de alimentos y bebidas el principal bloque industrial superando, incluso, a la industria automotriz. Su importancia se expresa en los 30 mil millones de dólares que obtienen por la exportación de manufacturas agroindustriales y de productos primarios, en la mayoría de los casos efectuadas por las mismas empresas, que se ubicó en el 54% del total vendido al exterior en el año 2007 (1).

Las agroindustrias obtienen un beneficio extra por el reducido valor de la fuerza de trabajo que contratan. Venden a precios internacionales sus productos, pero sus costos salariales están “desacoplados” del mercado mundial. Según el INDEC los costos salariales de los trabajos registrados del sector se encuentran en un promedio mensual de $2.270, con mínimos que alcanzan los $983 en la producción de hortalizas, legumbres, flores y plantas ornamentales. La masa salarial de unos 850.000 trabajadores registrados en la producción primaria y agroindustrial la pagan con sólo un 29% de las exportaciones realizadas.

Otro beneficio es que parte de las retenciones es remitida nuevamente a la agroindustria mediante subsidios del Estado. Además, dependiendo de las condiciones mundiales de demanda, pueden configurar la proporción de las mercancías que elaboran en función de maximizar ganancias eliminando parcialmente los efectos de las retenciones. Cabe agregar que como por la exportación de, por ejemplo, aceites de soja, las retenciones son sustancialmente menores que para la exportación de granos de misma especie, las aceiteras se ahorran de pagar la diferencia que deberían desembolsar si exportaran el grano en bruto. Este mecanismo adquiere, como señalan algunos autores, la forma de un subsidio encubierto.

La impresionante concentración de capital permite a las grandes empresas agroindustriales, terratenientes, sociedades agropecuarias y exportadoras imponer la eliminación progresiva de productores pequeños y medianos en la región de la pampa húmeda o su traspaso a rentistas. Mucho más avanzó sobre los campesinos que en la “periferia” de la frontera agraria producían algodón en Chaco, caña de azúcar en Tucumán o aquellos que practicaban producción de subsistencia. Entre 1988 y 2002 unas 81.000 explotaciones agropecuarias han desaparecido (Arceo Nicolás y Gonzáles Mariana, “La transformación del modelo rural”, Le Monde diplomatique nº 107, Mayo 2008). El capital más concentrado combina las facetas de agropecuario e industrial. Entre otros casos, se destaca la familia Blaquier, que ocupa sillas en la UIA y en la Sociedad Rural. O Jorge Zorreguieta (padre de la Princesa Máxima) ruralista y actual presidente de la Coordinadora de la Industria de Productos Alimenticios y Secretario de Agricultura en la última dictadura.

1 Incluso hay actividades que aparecen en las estadísticas como exportaciones de manufacturas de origen industrial que están estrechamente ligadas a la producción agropecuaria. Un ejemplo son los aceites esenciales de limón o los agroquímicos.




ACEITERA GENERAL DEHEZA

El gran exportador y terrateniente K


Paula Bach


Grupo industrial Aceitera General Deheza. Propiedad del senador kirchnerista por Córdoba, Roberto Urquía. Explota aproximadamente 200 mil hectáreas de campos propios, arrendados o en asociación con terceros productores, en las mejores zonas de Argentina para la obtención de soja, girasol, maní, trigo y maíz, materia prima que luego utilizan en la elaboración de sus productos. En sociedad con Cerealista Moldes S.A., Provincia de Córdoba, vende semillas, fertilizantes, agroquímicos y realiza acopio, consignación y comercialización de cereales y oleaginosos. Propietaria junto a Bunge Argentina, del puerto Guide S.A., terminal de líquidos con sitio de atraque de buques exclusivo, en el Puerto de Rosario. Propietaria, junto con otras aceiteras, de Terminal 6 S.A., primer puerto privado argentino, el de mayor capacidad de carga y descarga simultánea. Terminal 6 S.A. incluye una planta industrial que produce aceites y harinas proteicas. Bajo el nombre de Nuevo Central Argentino S.A., tiene la concesión (asociada con otros grupos) por 30 años de 4.757 kilómetros de vías férreas que unen Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. En sociedad con Bunge, es dueña de Ecofuel S.A., planta elaboradora de biodiésel. Posee 29 plantas de acopio de soja, girasol, trigo, sorgo, maíz y maní distribuidas en 9 provincias argentinas. En sociedad con una empresa extranjera, es dueña de Graneles Andinos S.A. (Mendoza), que realiza el almacenaje y redespacho de cereales, productos oleaginosos y agrícolas en general, con destino al mercado externo. AGD y sus empresas vinculadas tienen siete establecimientos industriales en las provincias de Córdoba, Santa Fe y San Luis. El Complejo Aceitera General Deheza, en la localidad de General Deheza (Córdoba), centro de la Pampa Húmeda, es la planta industrial más importante del grupo. Allí se realiza gran parte de la producción aceitera y manisera que transforma los aceites vegetales crudos en comestibles, procesa semillas oleaginosas operando con soja, girasol y maní en forma simultánea y almacena los productos procesados. El complejo incluye una planta de envasado de aceites, produciendo sus propias botellas y tapas, con líneas de molienda de oleaginosos y capacidad para procesar 7 mil toneladas diarias de semillas oleaginosas, almacenar 1.000.000 de toneladas de semillas y 60.000 de aceites, mientras transforma 700.000 litros diarios de aceites crudos en aceites comestibles. Posee la Planta Chabás, en la zona sojera del sur de la Provincia de Santa Fe, a 100 km. del puerto de Rosario. Las instalaciones tienen una capacidad de procesamiento de 4.000 toneladas de soja por día, pudiendo almacenar más de 350 mil toneladas de semillas, pellets (alimento para animales) y aceites. Posee el Complejo Niza S.A., Villa Mercedes, Provincia de San Luis con tres líneas de producción: Niza Salsas y Aderezos, elaboración de mayonesas comunes, light y con aceite de oliva, Ketchup, salsa golf y aderezo a base de soja; Niza Alimentos Bebibles, elaboración de alimentos bebibles de soja orgánica y también de frutas; Niza Maní, elaboración de maní pelado, tostado, grana de maní y manteca de maní. Algunas de las marcas “que llegan a su mesa” son: Natura, Mazola, Sojola, Familiar, Cada Día, Trovattore, Natura Oliva Virgen Extra, Mazola Oliva, mayonesas Natura, Cada Día, Mayoliva, entre muchas otras más. El 49% de lo que AGD factura por estas marcas proviene de clientes en el exterior como Angola, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Estados Unidos, Haití, Israel, Japón, Panamá, Paraguay, Puerto Rico, Rusia, Uruguay y Venezuela; entre otros.

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