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lunes, 11 de agosto de 2014

La deuda externa, el imperialismo y nuestro programa. Polémica con Rolando Astarita

Esteban Mercatante y Gastón Ramírez

El conflicto con los fondos “buitre” (más precisamente los buitres que eligieron la estrategia de litigar para obtener el 100% de los bonos en default, porque los que canjearon tambien incluyen otras variedades rapaces), le permitió al gobierno inventarse una gesta planteando “patria o buitres”. Pretensiones de patas cortas, ya que en el mismo momento que la levanta el gobierno firma acuerdos (con Chevron, con China) que aseguran que eventuales conflictos se saldarán también en cortes extranjeras, actúa con celo en favor de patronales “buitre” como Lear.
En esta triste opereta de políticos acólitos a los pactos de entrega al imperialismo, desde el PTS en el Frente de Izquierda hemos planteado abiertamente la necesidad de declarar el no pago de toda la deuda externa, articulado con un conjunto de medidas a ser tomadas por la clase trabajadora para luchar por imponer su salida ante una nueva crisis nacional cuyos costos se prepara toda la burguesía para descargar sobre el pueblo trabajador. Además, hemos levantado la exigencia de una consulta popular vinculante, para que “el pueblo decida”, y no un pequeño grupo de funcionarios y políticos que sólo sirven a los intereses de los capitalistas.
En un reciente artículo en su blog, el profesor Rolando Astarita ha polemizado con distintas posiciones de la izquierda, entre ellas la que levanta el PTS. A continuación, una respuesta a sus principales críticas.

Un tango lo bailan dos… pero sólo uno lidera

Astarita achaca al planteo del PTS, un “error de fondo”, ya que –sostiene- no tendríamos en cuenta que la “deuda es una consecuencia natural de los mecanismos de acumulación capitalista bajo determinadas condiciones de capitalismo económicamente subdesarrollado y dependiente”, aunque no deja de reconocer que nuestra caracterización sobre la cuestión de la deuda “se reconoce que la deuda externa no tiene su origen meramente en los factores externos (capital financiero internacional, imperialismo) sino también en el capitalismo local”, señala sin embargo un. Pero lejos de cometer el “error de fondo” que nos adjudica, se puede leer en en el número de Ideas de Izquierda de julio lo siguiente:
En las economías dependientes, la deuda externa no solo financia al tesoro sino que juega el papel de compensar los desbalances externos, es decir, el déficit en divisas ocasionado por un comercio exterior deficitario o por la sangría de las remesas al exterior de empresas extranjeras o de sectores de la burguesía local. Se pretende resolver a través del crédito este drenaje de divisas, para evitar que se genere el tipo de estrangulamientos que tantas veces ocurrieron en la economía argentina” (“Pagarás y te sacarán los ojos”).
Por lo demás, las condiciones materiales del país burgués dependiente son tales, que invitan a la burguesía a ejercer con desenfreno un salvataje de la masa de ganancias que produce su actividad, transformándola en moneda “dura”, es activos en decir dólares, euros o alguna otra moneda confiable. Desde los años ’80, “la deuda solventó la fuga y dolarización de activos de la burguesía argentina”.
Pero es Astarita quien comete un “error de fondo” al considerar que por el hecho de que la deuda sea un negocio en el que el Estado dependiente se mete voluntariamente con el entusiasta apoyo de la burguesía nacional, signifique no sea a la vez expresión del dominio imperialista (!un poco de dialectica por ahí!). Ya señalamos más arriba que la deuda externa juega un lugar en compensar los desbalances que surgen de los rasgos dependientes de una economía como la Argentina. Muchos de estos rasgos se profundizaron en las últimas décadas, no como resultado “natural” o “automático”, sino a causa una política activa, impulsada con fuerza por las economías más ricas y sus corporaciones. Quizás podríamos considerarlo una triste ironía, la deuda externa fue causa y consecuencia, ya que sirvió -crisis de deuda mediante- como vehículo para imponer estas las políticas que después recrearon las condiciones para un endeudamiento agravado (esto lo analizamos en detalle en IDZ 11). Por supuesto, la burguesía nacional fue también activa impulsora de estas políticas, que en ningún modo puede decirse que le hayan sido impuestas. Pero el motor más poderoso y el mayor beneficiario de las mismas lo hallamos en las grandes economías imperialistas y sus corporaciones, que trasnacionalizaron como nunca en las últimas décadas las tendencias a la concentración y centralización del capital. La deuda fue un gran negocio por sí mismo para los grandes bancos internacionales y contribuyó a fortalecer a los grandes plazas financieras mundiales (Nueva York, Londres, Frankfurt, Tokyo), que cuanto más volumen de negocios concentran mayor peso ganan en la competencia mundial (perpetuando las relaciones jerárquicas que existe en el ordenamiento monetario global), al mismo tiempo que fueron palanca para estos “ajustes estructurales”. Por otro lado, los ciclos de endeudamiento externo no surgen por mera motivación de los Estados dependientes; están determinados en primer lugar por la liquidez mundial y los requerimientos de los bancos internacionales y los abstractos “mercados”, que se mueven al son de las políticas económicas de las economías más poderosas.
Al mismo tiempo, por los fondos que obtiene el capitalismo dependiente a través del endeudamiento externo (que es el capítulo más crítico del endeudamiento público), debe devolver por la “magia” del interés compuesto, montos que superan ampliamente (estratosféricamente) el capital inicial obtenido. Como se observa en el hecho de que la deuda que en 1983 era de 35 mil millones de dólares está hoy en 220 mil millones de dólares, habiéndose pagado no menos de 300 mil millones de dólares en ese lapso. La burguesía nacional (y los funcionarios de turno) hacen su negocio, tanto como los bonistas, pero el Estado dependiente queda sometido a un desfalco que por lo general tiende a agravase a lo largo del tiempo (con pocos momentos excepcionales donde no es así). Un tango no se baila sin dos, y uno de ellos debe liderar. Los auges y contracción de crédito son básicamente “exógenos” para las economías dependientes, que suelen no estar preparadas para el “corte del chorro”, que las arrastra una y otra vez a crisis severas. La deuda pública externa es tanto consecuencia como causa que agrava los problemas.
Parece que para Astarita no hay nada digno de explicación, en el hecho de que para hacer “sólo negocios” algunos Estados hayan llegado a renunciar a un aspecto elemental de la soberanía estatal, como es la jurisdicción sobre los actos estatales, otorgándola no a la justicia federal nacional, sino a cortes municipales extranjeras. ¿No es acaso expresión esta pérdida -en el mejor de los semivoluntaria ya que puestos a sostener el régimen capitalista dependiente la alternativa a esta renuncia era endeudarse a tasas siderales- una expresión contundente de la estrecha relación entre dependencia económica y subordinación estatal, con las consecuencias que se pusieron en evidencia en las últimas semanas? Parece que para Astarita no hay ahí nada digno de un pronunciamiento.



Las tareas para la clase obrera
El país burgués dependiente encuentra en el imperialismo la fuerza última que sostiene su reproducción, y que lo sostiene como una formación dependiente y con desarrollo desarticulado, ya que buena parte de los sectores fundamentales de la economía se mueven al calor del capital trasnacional.
El imperialismo es una fuerza central que moldea al capitalismo dependiente, y la deuda es en esto un mecanismo tan gravitante como la penetración del capital imperialista que con sus posiciones en en el país y su posesión de “papeles” de deuda se apropia cada año de una porción significativa de la plusvalía generada en el espacio nacional, fuerzas ambas que resultan determinantes -tanto como los efectos que tiene el atraso relativo que afecta la rentabilidad del capital nacional- para comprender las tendencias de la acumulación de capital. No puede haber respuesta política correcta sin este diagnóstico preciso, del cual la necesidad de poner fin al pago de la deuda se desprende como una necesidad objetiva. Para que la clase obrera pueda lograr la superación del capitalismo en la Argentina, tendrá que vérselas no solamente con la burguesía nacional, sino especialmente con el imperialismo, que sostiene y subyuga a la vez a la economía dependiente, incluyendo como –entusiasta- socio menor a la burguesía argentina.

Astarita señala que lo que “no se comprende es quién va a aplicar el programa que se postula. ¿A quién se le exige que rompa con el capital financiero internacional? ¿Al gobierno K? ¿A los partidos de la oposición burguesa? ¿Quién va a llevar adelante estas medidas?”. En ningún modo pedimos al gobierno burgués que no pague la deuda, y mucho menos que de paso lo haga tomando otras medidas que inician un camino de ruptura no sólo con el imperialismo sino al mismo tiempo –pero una cosa no puede ir sin la otra- con el régimen de la propiedad privada , es decir con el capitalismo (como es el planteo de nacionalización de toda la banca con establecimiento de una banca estatal única, el monopolio estatal del comercio exterior y de todo el cambio de divisas). Lo planteamos como tarea objetiva que se desprende de las condiciones materiales de la formación capitalista dependiente. De ningún modo, para liberarla de trabas y así iniciar un idílico desarrollo capitalista “no dependiente”, sino como punto de partida elemental para una transformación de raíz de la sociedad. Nuestro planteo está dirigido a la clase obrera, para que, partiendo de sus sectores más avanzados y combativos para dirigirnos al conjunto de la clase, impulsar la movilización para pelear por el único camino por el que se puede cortear los nudos gordianos del saqueo y la dependencia.
A la vez, este planteo va a compañado de la exigencia de un llamado a una consulta popular vinculante, que Astarita llamativamente ni considera. Hace meses hay una negociación a espaldas del pueblo entre el gobierno y los buitres, completamente de espaldas al pueblo. Es año la deuda externa aumentó en 20 mil millones de dólares (Ciadi, Club de París, pago a Repsol) y apenas si el Congreso tuvo algo que decir. El planteo “que el pueblo decida” con su voto directo –por distintas alternativas- y donde se habilite el acceso libre y gratuito a todos los medios de comunicación es una gran denuncia contra una casta política que discute a puertas cerradas lo que amenaza el futuro del pueblo trabajador, ya que la deuda se paga –siempre, tarde o temprano- imponiendo severos ajustes contra los sectores populares. De imponerse, un referéndum podría permitir amplificar la denuncia de esta estafa contra el pueblo junto con una agitación por el No Pago de la deuda y el conjunto del programa. Para poder discutirlo ante millones y batallar contra el sentido común que con matices el kirchnerismo y la oposición patronal comparten, de que las deudas se pagan y sino “nos caemos del mundo”.
La pregunta que surge es, ¿que alternativa propone Astarita al programa que levantamos? La única respuesta que encontramos es que “El no pago de la deuda solo tendrá un sentido progresista si es planteado desde un programa integral de transformaciones sociales y revolucionarias, decidido por los mismos productores directos, los trabajadores. Y para esto, hay que tener poder. De lo contrario, estamos ante palabrerío vacío”. Pero si la deuda es como señalamos una gangrena que carcome la economía nacional, cuyas consecuencias recaen en primer lugar sobre el pueblo trabajador, es una tarea de primer orden para el proletariado pelear por el no pago. Por supuesto que es necesario que esté ligada a “un programa integral de transformaciones sociales y revolucionarias, decidido por los mismos productores directos, los trabajadores”, y es exactamente así como lo planteamos en el texto que cita Astarita. Ahora, ¿esto significa que en los momentos particulares donde circunstancias bastante excepcionales obligan a un gobierno burgués a declarar el no pago y enfrentarse a los centros financieros internacionales los trabajadores no tendrían nada que decir por no tener el poder? Esta posición, que se deduce de lo planteado por Astarita, es falsa por el vértice. Ante medidas excepcionales y parciales de este tipo –que nada tendrían que ver con el default “selectivo” de los pagadores seriales- que expresan necesidades objetivas, no podríamos más que dar un apoyo a estas medidas, que en ningún modo significa extender un apoyo político al gobierno ni al régimen, ni dejar de criticar los usos que podría dar el gobierno burgués dependiente a los fondos liberados por dejar de pagar la deuda. Así se posicionó Trotsky por ejemplo ante las expropiaciones petroleras de Cárdenas en México. Esta postura tomó el PTS cuando se discutió la nacionalización de las AFJP (al mismo tiempo que denunciamos que el kirchnerismo se aprestaba a realizar un desfalco de ANSES y planteamos la necesidad de un control obrero de los fondos jubilatorios). Lejos de un “palabrerío vacío”, un partido de la clase obrera que pueda llevar a cabo “un programa integral de transformaciones sociales” sólo podrá ponerse en pie interviniendo activamente en atacar las raíces de los más acuciantes problemas del pueblo trabajador. Pero tan fuera de escena considera Astarita la posibilidad de que emerja una izquierda fuertemente enraizada en la clase obrera, con capacidad para realizar grandes “maniobras” para conquistar a millones para un programa que apunte a expropiar a los expropiadores imperialistas y sus socios locales, que ni se le ocurre plantear cómo habría que responder hoy a estos grandes problemas nacionales para poder desarrollarlo. Desde esta (im)postura, debemos decir que es su crítica lo que resulta palabrerío vacío.