Esteban
Mercatante y Gastón Ramírez
El
conflicto con los fondos “buitre” (más precisamente los buitres
que eligieron la estrategia de litigar para obtener el 100% de los
bonos en default, porque los que canjearon tambien incluyen otras
variedades rapaces), le permitió al gobierno inventarse una gesta
planteando “patria o buitres”. Pretensiones de patas cortas, ya
que en el mismo momento que la levanta el gobierno firma acuerdos
(con Chevron, con China) que aseguran que eventuales conflictos se
saldarán también en cortes extranjeras, actúa con celo en favor de
patronales “buitre” como Lear.
En
esta triste opereta de políticos acólitos a los pactos de entrega
al imperialismo, desde el PTS en el Frente de Izquierda hemos
planteado abiertamente la necesidad de declarar el no pago de toda la
deuda externa, articulado con un conjunto de medidas a ser tomadas
por la clase trabajadora para luchar por imponer su salida ante una
nueva crisis nacional cuyos costos se prepara toda la burguesía para
descargar sobre el pueblo trabajador. Además, hemos levantado la
exigencia de
una consulta popular vinculante, para que “el
pueblo decida”, y no un
pequeño grupo de funcionarios y políticos que sólo sirven a los
intereses de los capitalistas.
En
un reciente
artículo en su blog,
el profesor Rolando Astarita ha polemizado con distintas posiciones
de la izquierda, entre ellas la que levanta el PTS. A continuación,
una respuesta a sus principales críticas.
Un
tango lo bailan dos… pero sólo uno lidera
Astarita
achaca al planteo del PTS, un
“error de fondo”, ya que –sostiene- no tendríamos en cuenta
que la “deuda
es una consecuencia natural de los mecanismos de acumulación
capitalista bajo determinadas condiciones de capitalismo
económicamente subdesarrollado y dependiente”,
aunque
no deja de reconocer que nuestra caracterización sobre la cuestión
de la deuda “se reconoce que la deuda externa no tiene su origen
meramente en los factores externos (capital financiero internacional,
imperialismo) sino también en el capitalismo local”, señala sin
embargo un. Pero
lejos de cometer el “error de fondo” que nos adjudica, se puede
leer en en
el número de Ideas
de Izquierda de
julio
lo
siguiente:
En
las economías dependientes, la deuda externa no solo financia al
tesoro sino que juega el papel de compensar los desbalances externos,
es decir, el déficit en divisas ocasionado por un comercio exterior
deficitario o por la sangría de las remesas al exterior de empresas
extranjeras o de sectores de la burguesía local. Se pretende
resolver a través del crédito este drenaje de divisas, para evitar
que se genere el tipo de estrangulamientos que tantas veces
ocurrieron en la economía argentina” (“Pagarás
y te sacarán los ojos”).
Por
lo demás, las condiciones materiales del país burgués dependiente
son tales, que invitan a la burguesía a ejercer con desenfreno un
salvataje de la masa de ganancias que produce su actividad,
transformándola en moneda “dura”, es activos en decir dólares,
euros o alguna otra moneda confiable. Desde los años ’80, “la
deuda solventó la fuga y dolarización de activos de la burguesía
argentina”.
Pero
es Astarita quien comete un “error de fondo” al considerar que
por el hecho de que la deuda sea un negocio en el que el Estado
dependiente se mete voluntariamente con el entusiasta apoyo de la
burguesía nacional, signifique
no
sea
a la vez expresión del dominio imperialista (!un
poco de dialectica por ahí!). Ya señalamos más arriba que la deuda
externa juega un lugar en compensar los desbalances que surgen de los
rasgos dependientes de una economía como la Argentina. Muchos de
estos rasgos se profundizaron en las últimas décadas, no como
resultado “natural” o “automático”, sino a causa una
política activa, impulsada con fuerza por las economías más ricas
y sus corporaciones. Quizás podríamos considerarlo una triste
ironía, la deuda externa fue causa y consecuencia, ya que sirvió
-crisis de deuda mediante- como vehículo para imponer estas las
políticas que después recrearon las condiciones para un
endeudamiento agravado (esto
lo
analizamos en detalle
en
IDZ
11). Por supuesto, la burguesía nacional fue también activa
impulsora de estas políticas, que en ningún modo puede decirse que
le hayan sido impuestas. Pero el motor más poderoso y el mayor
beneficiario de las mismas lo hallamos en las grandes economías
imperialistas y sus corporaciones, que trasnacionalizaron como nunca
en las últimas décadas las tendencias a la concentración y
centralización del capital. La
deuda fue un gran negocio por sí mismo para los grandes bancos
internacionales y contribuyó a fortalecer a los grandes plazas
financieras
mundiales
(Nueva York, Londres, Frankfurt, Tokyo),
que
cuanto más volumen de negocios concentran mayor peso ganan en la
competencia mundial (perpetuando
las relaciones jerárquicas que existe en el ordenamiento monetario
global), al mismo tiempo que fueron palanca para estos “ajustes
estructurales”. Por
otro lado, los ciclos de endeudamiento externo no surgen por mera
motivación de los Estados dependientes; están determinados en
primer lugar por la liquidez mundial y los requerimientos de los
bancos internacionales y los abstractos “mercados”, que se mueven
al son de las políticas económicas de las economías más
poderosas.
Al
mismo tiempo, por los fondos que obtiene el capitalismo dependiente a
través del endeudamiento externo (que es el capítulo más crítico
del endeudamiento público), debe devolver por la “magia” del
interés compuesto, montos que superan ampliamente
(estratosféricamente) el capital inicial obtenido. Como se observa
en el hecho de que la deuda que en 1983 era de 35 mil millones de
dólares está hoy en 220 mil millones de dólares, habiéndose
pagado no menos de 300 mil millones de dólares en ese lapso. La
burguesía nacional (y los funcionarios de turno) hacen su negocio,
tanto como los bonistas, pero el Estado dependiente
queda sometido a un desfalco que por lo general tiende a agravase a
lo largo del tiempo (con pocos momentos excepcionales donde no es
así). Un
tango no se baila sin dos, y uno de ellos debe liderar. Los
auges y contracción de crédito son básicamente “exógenos”
para las economías dependientes, que suelen no estar preparadas para
el “corte del chorro”, que las arrastra una y otra vez a crisis
severas. La deuda pública externa es tanto consecuencia como causa
que agrava los problemas.
Parece
que para Astarita no hay nada digno de explicación, en el hecho de
que para hacer “sólo negocios” algunos Estados hayan llegado a
renunciar a un aspecto elemental de la soberanía estatal, como es la
jurisdicción sobre los actos estatales, otorgándola no a la
justicia federal nacional, sino a cortes municipales extranjeras. ¿No
es acaso expresión esta pérdida -en el mejor de los semivoluntaria
ya que puestos a sostener el régimen capitalista dependiente la
alternativa a esta renuncia era endeudarse a tasas siderales- una
expresión contundente de la estrecha relación entre dependencia
económica y subordinación estatal, con las consecuencias que se
pusieron en evidencia en las últimas semanas? Parece que para
Astarita no hay ahí nada digno de un pronunciamiento.
Las
tareas para la clase obrera
El
país burgués dependiente encuentra en el imperialismo la fuerza
última que sostiene su reproducción, y que lo sostiene como una
formación dependiente y con desarrollo desarticulado, ya que buena
parte de los sectores fundamentales de la economía se mueven al
calor del capital trasnacional.
El
imperialismo es una fuerza central que moldea al capitalismo
dependiente, y la deuda es en esto un mecanismo tan gravitante como
la penetración del capital imperialista que con sus posiciones en en
el país y su posesión de “papeles” de deuda se apropia cada año
de una porción significativa de la plusvalía generada en el espacio
nacional, fuerzas ambas que resultan determinantes -tanto como los
efectos que tiene el atraso relativo que afecta la rentabilidad del
capital nacional- para comprender las tendencias de la acumulación
de capital. No puede haber respuesta política correcta sin este
diagnóstico preciso, del cual la necesidad de poner fin al pago de
la deuda se desprende como una necesidad
objetiva. Para que la clase obrera pueda lograr la superación del
capitalismo en la Argentina, tendrá que vérselas no solamente con
la burguesía nacional, sino especialmente con el imperialismo, que
sostiene y subyuga a la vez a la economía dependiente, incluyendo
como –entusiasta- socio menor a la burguesía argentina.
Astarita
señala que lo que “no se comprende es quién va a aplicar el programa que
se postula. ¿A quién se le exige que rompa con el capital
financiero internacional? ¿Al gobierno K? ¿A los partidos de la
oposición burguesa? ¿Quién va a llevar adelante estas medidas?”.
En ningún modo pedimos al gobierno burgués que no pague la deuda, y
mucho menos que de paso lo haga tomando otras medidas que inician un
camino de ruptura no sólo con el imperialismo sino al mismo tiempo
–pero una cosa no puede ir sin la otra- con el régimen de la
propiedad privada , es decir con el capitalismo (como es el planteo
de nacionalización de toda la banca con establecimiento de una banca
estatal única, el monopolio estatal del comercio exterior y de todo
el cambio de divisas). Lo planteamos como tarea objetiva que se
desprende de las condiciones materiales de la formación capitalista
dependiente. De ningún modo, para liberarla de trabas y así iniciar
un idílico desarrollo capitalista “no dependiente”, sino como
punto de partida elemental para una transformación de raíz de la
sociedad. Nuestro planteo está dirigido a la clase obrera, para que,
partiendo de sus sectores más avanzados y combativos para dirigirnos
al conjunto de la clase, impulsar la movilización para pelear por el
único camino por el que se puede cortear los nudos gordianos del
saqueo y la dependencia.
A
la vez, este planteo va a compañado de la
exigencia de un llamado a una consulta popular vinculante, que
Astarita llamativamente ni considera. Hace meses hay una negociación
a espaldas del pueblo entre el gobierno y los buitres, completamente
de espaldas al pueblo. Es año la deuda externa aumentó en 20 mil
millones de dólares (Ciadi, Club de París, pago a Repsol) y apenas
si el Congreso tuvo algo que decir. El planteo “que el pueblo
decida” con su voto directo –por distintas alternativas- y donde
se habilite el acceso libre y gratuito a todos los medios de
comunicación es una gran denuncia contra una casta política que
discute a puertas cerradas lo que amenaza el futuro del pueblo
trabajador, ya que la deuda se paga –siempre, tarde o temprano-
imponiendo severos ajustes contra los sectores populares. De
imponerse, un referéndum podría permitir amplificar la denuncia de
esta estafa contra el pueblo junto con una agitación por el No Pago
de la deuda y el conjunto del programa. Para poder discutirlo ante
millones y batallar contra el sentido común que con matices el
kirchnerismo y la oposición patronal comparten, de que las deudas se
pagan y sino “nos caemos del mundo”.
La
pregunta que surge es, ¿que alternativa propone Astarita al programa
que levantamos? La única respuesta que encontramos es que “El
no pago de la deuda solo tendrá un sentido progresista si es
planteado desde un programa integral de transformaciones sociales y
revolucionarias, decidido por los mismos productores directos, los
trabajadores. Y para esto, hay que tener poder. De lo contrario,
estamos ante palabrerío vacío”. Pero si la deuda es como
señalamos una gangrena que carcome la economía nacional, cuyas
consecuencias recaen en primer lugar sobre el pueblo trabajador, es
una tarea de primer orden para el proletariado pelear por el no pago.
Por supuesto que es necesario que esté ligada a “un programa
integral de transformaciones sociales y revolucionarias, decidido por
los mismos productores directos, los trabajadores”, y es
exactamente así como lo planteamos en el texto que cita Astarita.
Ahora, ¿esto significa que en los momentos particulares donde
circunstancias bastante excepcionales obligan a un gobierno burgués
a declarar el no pago y enfrentarse a los centros financieros
internacionales los trabajadores no tendrían nada que decir por no
tener el poder? Esta posición, que se deduce de lo planteado por
Astarita, es falsa por el vértice. Ante medidas excepcionales y
parciales de este tipo –que nada tendrían que ver con el default
“selectivo” de los pagadores seriales- que expresan necesidades
objetivas, no podríamos más que dar un apoyo a estas medidas, que
en ningún modo significa extender un apoyo político al gobierno ni
al régimen, ni dejar de criticar los usos que podría dar el
gobierno burgués dependiente a los fondos liberados por dejar de
pagar la deuda. Así se posicionó Trotsky por ejemplo ante las
expropiaciones petroleras de Cárdenas en México. Esta postura tomó
el PTS cuando se discutió la nacionalización de las AFJP (al mismo
tiempo que denunciamos que el kirchnerismo se aprestaba a realizar un
desfalco de ANSES y planteamos la necesidad de un control obrero de
los fondos jubilatorios). Lejos de un “palabrerío vacío”, un
partido de la clase obrera que pueda llevar a cabo “un programa
integral de transformaciones sociales” sólo podrá ponerse en pie
interviniendo activamente en atacar las raíces de los más
acuciantes problemas del pueblo trabajador. Pero
tan fuera de escena considera Astarita la posibilidad de que emerja
una izquierda fuertemente enraizada en la clase obrera, con capacidad
para realizar grandes “maniobras” para conquistar a millones para
un programa que apunte a expropiar a los expropiadores imperialistas
y sus socios locales, que ni se le ocurre plantear cómo habría que
responder hoy a estos grandes problemas nacionales para poder
desarrollarlo. Desde esta (im)postura, debemos decir que es su
crítica lo que resulta palabrerío vacío.