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lunes, 6 de junio de 2016

Los debates sobre el imperialismo contemporáneo, en Ideas de Izquierda

Imagen: Joaquín Bourdieu

En el momento en que se cumplen 100 años desde que Lenin escribiera Imperialismo: fase superior del capitalismo, en la revista Ideas de Izquierda iniciamos iniciamos una serie de reflexiones sobre algunas de estas elaboraciones recientes sobre el imperialismo hoy, cuestión central para la estrategia revolucionaria.
La cuarta entrega de la serie podrá leerse en la revista de junio, que en pocos días puede conseguirse en quioscos o por suscripción en todo el país. 

En lo que va de este año hemos abordado varios trabajos recientes que vienen discutiendo sobre las coordenadas que definen las relaciones del capitalismo global hoy, en diálogo crítico con las elaboraciones "clásicas" de Lenin, Rudolph Hilferding y otros autores marxistas. En el número de junio abordamos la algunos aspectos de la cuestión de la competencia entre capitales y cómo fue transformada por la internacionalización productiva de las últimas décadas, y los significados que esto tiene para las condicioens de los trabajadores en todo el planeta. 



Los artículos

En la primer entrega, "El capitalismo global como construcción imperial", que discute el libro de Leo Panitch y Sam Gindin La construcción del capitalismo global. La economía política del imperio americano, polemizamos con la caracterización que los autores hacen sobre las capacidades de la potencia norteamericana para moldear el capitalismo mundial sin mayores desafíos ni contradicciones.
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Nuestra segunda entrega, Las venas abiertas del Sur global, aborda el libro El imperialismo del siglo XXI, de John Smith, que se centra en analizar cómo la internacionalización productiva significó un reforzamiento de la explotación del Sur Global, enfocándose especialmente en las Cadenas Globales de Valor a través de las cuáles las multinacionales del Norte organizan sus redes de proveedores en los países del Sur.


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En el tercer artículo "Londres: el poder de manejar el dinero ajeno", discutimos alrededor del libro The City, de Tony Norfield, de reciente publicación, que estudia el rol de la plaza financiera londinense en el capitalismo global.

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viernes, 23 de enero de 2015

“Los Estados son los ‘autores’ de la globalización capitalista” - Una entrevista con Leo Panitch

Ya puede leerse online la entrevista a Leo Panitch que publicamos en Ideas de Izquierda 16. Panitch es autor junto a Sam Gindin de La conformación del capitalismo global, un profundo estudio de la manera en la que el capitalismo norteamericano fue el actor central para imprimir a la mundialización del capital sus rasgos actuales.
Este libro, que muestra cómo a lo largo de más de un siglo el Estado norteamericano sentó las bases para desarrollar las capacidades que le permitieron avanzar desde la segunda posguerra en la constitución del orden liberal trasnacional e imponer instituciones de gobernanza global a través de las cuáles asegura una cooperación –y subordinación– del resto de los Estados en el sostenimiento de este orden, viene teniendo desde su publicación en 2012 importante repercusión. Sus autores acaban de ser galardonados con el Premio a la Memoria de Deutscher en el marco de la Conferencia de Historical Materialism realizada en noviembre, de la cual también damos cuenta en este número de la revista Ideas de Izquierda.
No podía ser para menos, ya que documenta sus planteos con amplia provisión de fuentes, rescatando los documentos donde fue plasmando los ajustes en la gran estrategia de los EE.UU.
El debate que plantean, que podríamos sintetizar en la formulación “imperio o imperialismo”, es de importancia estratégica fundamental. Desde Ideas de Izquierda hemos discutido la cuestión en numerosas oportunidad. Entre otros artículos que pueden leerse está en “El imperio contraataca”“EE. UU.: ¿jugador solitario en el gran tablero global?”“Analogías para una crisis histórica”“BRICS: ¿Una alternativa al orden imperialista?”“La fantasía del imperio colectivo”, y en “Capitalismo siglo XXI: un mundo menos plano que nunca”.
A lo largo de la entrevista, Panitch enfatiza lo que es un punto central de la investigación plasmada en el libro: el rol de los Estados en la conformación del capitalismo global. Al contrario de las tesis globalistas que interpretan la mundialización con el debilitamiento del Estado, que retrocedería en favor del mercado, para los autores los Estados, que juegan un rol central para sostener de múltiples formas la reproducción del sistema capitalista, deben extender sus funciones al mismo tiempo que se amplía la esfera de circulación del capital. Lo uno es impensable sin lo otro, sostiene Panitch. En particular, el Estado norteamericano se internacionaliza; ejerce funciones para sostener la reproducción global del capital más allá de las fronteras de los EE.UU. Para esto ha creado toda una serie de mecanismos de coordinación, a través de los cuáles es posible lograr que los Estados soberanos que conforman el sistema mundial capitalista actúen de forma coordinada para sostener la acumulación de capital en todo el mundo, den igual trato al capital local y extranjero, etc. Estos mecanismos es lo que Panitch y Gindin definen como imperio informal. Con esta definición buscan distinguir la coordinación global bajo dominio norteamericano del imperialismo, categoría que cuestionan por entender que va asociada a una rivalidad interimperialista que hoy no sería pensable.
El debate que plantea el libro, que podríamos sintetizar en la formulación “imperio o imperialismo”, es de importancia estratégica fundamental. Panitch aclara en la entrevista que no estima que el imperio vaya a sostenerse eternamente. Sin embargo, corre el riesgo de desestimar el alcance real de los desafíos que enfrenta el Estado norteamericano. Los rasgos de agotamiento histórico del poderío norteamericano –aún a pesar de la capacidad de reinventarse que señala Panitch–, la tendencia de los desafíos de integración capitalista a superar sus capacidades, y el surgimiento de divergencias entre los pilares del orden de posguerra, ponen enorme presión sobre el orden de posguerra. ¿Podrá metabolizarse esto sin una escalada en los conflictos? La experiencia histórica no resulta alentadora.
Como hemos sostenido en otra parte, sería necio subestimar el poderío norteamericano y tomar unilateralmente los signos de su decadencia. Pero también resulta un gran riesgo la exageración de las fortalezas del poderío norteamericano y de sus logros. Calibrar certeramente la situación del imperialismo norteamericano, principal fuerza de la reacción en todo el mundo, es de fundamental importancia para la perspectiva de la revolución obrera y socialista internacional. Por eso, discusiones como la desarrollada en este número de Ideas de izquierda sobre La conformación del capitalismo global son de fundamental importancia.



Para leer la entrevista ir acá.

La revista Ideas de Izquierda se consigue en quioscos, y en el Instituto del Pensamiento Socialista Karl Marx (Riombamba 144 – Caba) y en quioscos, librerías y locales de todo el país.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Economías "emergentes" y capitalismo del Siglo XXI: un mundo menos plano que nunca

Ya puede leerse en la página de Ideas de Izquierda el artículo "Capitalismo siglo XXI: un mundo menos plano que nunca",  publicado en el número de octubre.
http://ideasdeizquierda.org/wordpress/wp-content/uploads/2014/10/27-Captura-de-pantalla-2014-10-31-a-las-17.28.45.png
En él discutimos los alcances de las transformaciones que representa el ascenso de economías como China, India o Brasil a los primeros puestos en los rankings mundiales. Estos reforzaron una idea que acompañó desde un principio los análisis de la globalización: que el mundo se volvió “plano” (como sostenía el editorialista de New York Times Thomas Friedman), y por lo tanto que categorías como imperialismo y dependencia perdieron relevancia. 
Contrariando estos planteos, vemos que al mismo tiempo que la economía mundial "abrió" el juego para la inserción en muchos aspectos exitosa de economías emergentes, al mismo tiempo se han ampliado las jerarquizaciones que la atraviesan.
Invitamos a leer el artículo acá.

martes, 26 de agosto de 2014

Peligran los acuerdos con China por la crisis con los fondos buitre


Pablo Anino
Los últimos días se conocieron los términos del acuerdo firmado entre Argentina y China para la financiación de la construcción de dos represas hidroeléctricas en Santa Cruz. Los préstamos ofrecidos por la República Popular de China son para la realización de las obras denominadas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic. Si bien el acuerdo fue publicado el 18 de julio en el Boletín Oficial de la República Argentina, recién ahora comenzó a circular por los medios periodísticos. Es que según las cláusulas acordadas, la financiación se podría caer por la situación de default parcial de nuestro país.
En el acuerdo firmado por Cristina Kirchner y el presidente de China, Xi Jinping, establece una financiación de 4.714 millones de dólares a través del Banco de Desarrollo, el Banco Industrial y Comercial y el Banco de China, todos pertenecientes al país asiático. El primero de estos bancos actuará como agente de préstamo y de garantía. La licitación de las obras fue ganada por la firma cordobesa Electroingeniería (que se la vincula a Carlos Zannini) y la compañía china Gezhouba, según la Resolución Nº 760 de fecha 20 de agosto de 2013 del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios. Es el ministerio que dirige Julio De Vido. En el acuerdo de crédito se establece explícitamente que el gobierno nacional deberá abonar los préstamos más allá que las empresas ejecuten o no los proyectos pactados. La turbulencia económica y la inestabilidad de precios podrían transformar en un gran desfalco de los recursos públicos.
Según el Decreto 1091 del Poder Ejecutivo Nacional, a través del cual se dio a conocer el acuerdo con China, nuestro país debe renunciar a la inmunidad como así también someterse a jurisdicción extranjera. A su vez, no debería tener deuda externa impaga. Justamente el default parcial, que más allá de su negación discursiva, está afectando la vuelta a los “mercados” que ambicionaba el oficialismo para tratar de sacar a la economía de la recesión, vendría a bloquear el endeudamiento “heterodoxo”. El financiamiento chino que el gobierno presentó como una alternativa a los mercados financieros internacionales tiene todo los condimentos y exigencias de los organismos de crédito. No sólo eso. El acuerdo también establece que Argentina debe ser “miembro en buenas condiciones del FMI”. Toda una demostración que mientras el gobierno plantea el dilema “patria o buitres” para la tribuna, sigue entregando al país al dominio de las potencias imperialistas.

martes, 19 de agosto de 2014

¿Marxismo nacional o internacionalismo en serio? Sobre los motes de Astarita


Ante nuestra respuesta a sus críticas a la posición del PTS ante la cuestión de la deuda externa (ver acá), el profesor Rolando Astarita nos endilgó el mote de “marxismo nacional”. Sería interesante -y novedoso- que intentara respaldar con citas fehacientes esta caracterización que intenta realizar. Pero, obvio, tal empresa sería un completo fracaso. Por mucho que vierta en sus posteos los términos “liberación nacional” o “segunda independencia” cerca de PTS, en ningún lugar va a encontrar una cita donde se proponga esta orientación estratégica semietapista. Por eso Astarita está obligado a lanzar frases sueltas sin ton ni son.
El profesor abriga la pretensión de ubicarse como quien sostiene un punto de vista internacional ante los supuestos marxistas “nacionales”. Vertir aquí y allá los términos “globalización” y “mundialización del capital” no alcanza para tener un punto de vista internacional. Cuando se abstraen las imbricaciones entre economía y política que constituyen al sistema mundial capitalista como una totalidad concreta jerarquizada, en la cual la acción imperialista es de fundamental importancia y opera como sostén “en última instancia” de la reproducción global del capital a la vez que vehiculiza la concentración y centralización del capital a nivel internacional que conduce al dominio mundial de las grandes trasnacionales y los magnates de alcance global, se puede terminar por ejemplo comprando todo el paquete “humanitario” y ubicándose en el mismo bando de la OTAN en nombre de las conquistas democráticas como objetivo en sí mismo (ver acá). Son consecuencias inevitables de querer afirmar que el imperialismo es -en el mejor de los casos- una categoría de poca relevancia para entender al capitalismo global, que es como querer tapar el sol con las manos (que aunque parezca difícil de creer es lo que nos propone Astarita). Esta posición es tan dañina para poder desarrollar una política revolucionaria del proletariado como las de que toman al imperialismo como argumento para ir en apoyo de las burguesías y sus movimientos nacionalistas.
En las antípodas de Astarita, un punto de vista verdaderamente internacional (e internacionalista) sólo puede conquistarse si reconocemos la presencia global del imperialismo y su rol como fuerza reaccionaria en toda la línea que interviene globalmente en defensa de los intereses del capital a la vez que opera en beneficio de la expansión de los sectores más poderosos del capital global, señalamos sus consecuencias y proponemos un programa para combatirlas, sin el cual la emancipación de la clase obrera del capital no es más que una entelequia. Esta es la diferencia entre un internacionalismo que se toma en serio a sí mismo, y las palabras huecas.

lunes, 11 de agosto de 2014

La deuda externa, el imperialismo y nuestro programa. Polémica con Rolando Astarita

Esteban Mercatante y Gastón Ramírez

El conflicto con los fondos “buitre” (más precisamente los buitres que eligieron la estrategia de litigar para obtener el 100% de los bonos en default, porque los que canjearon tambien incluyen otras variedades rapaces), le permitió al gobierno inventarse una gesta planteando “patria o buitres”. Pretensiones de patas cortas, ya que en el mismo momento que la levanta el gobierno firma acuerdos (con Chevron, con China) que aseguran que eventuales conflictos se saldarán también en cortes extranjeras, actúa con celo en favor de patronales “buitre” como Lear.
En esta triste opereta de políticos acólitos a los pactos de entrega al imperialismo, desde el PTS en el Frente de Izquierda hemos planteado abiertamente la necesidad de declarar el no pago de toda la deuda externa, articulado con un conjunto de medidas a ser tomadas por la clase trabajadora para luchar por imponer su salida ante una nueva crisis nacional cuyos costos se prepara toda la burguesía para descargar sobre el pueblo trabajador. Además, hemos levantado la exigencia de una consulta popular vinculante, para que “el pueblo decida”, y no un pequeño grupo de funcionarios y políticos que sólo sirven a los intereses de los capitalistas.
En un reciente artículo en su blog, el profesor Rolando Astarita ha polemizado con distintas posiciones de la izquierda, entre ellas la que levanta el PTS. A continuación, una respuesta a sus principales críticas.

Un tango lo bailan dos… pero sólo uno lidera

Astarita achaca al planteo del PTS, un “error de fondo”, ya que –sostiene- no tendríamos en cuenta que la “deuda es una consecuencia natural de los mecanismos de acumulación capitalista bajo determinadas condiciones de capitalismo económicamente subdesarrollado y dependiente”, aunque no deja de reconocer que nuestra caracterización sobre la cuestión de la deuda “se reconoce que la deuda externa no tiene su origen meramente en los factores externos (capital financiero internacional, imperialismo) sino también en el capitalismo local”, señala sin embargo un. Pero lejos de cometer el “error de fondo” que nos adjudica, se puede leer en en el número de Ideas de Izquierda de julio lo siguiente:
En las economías dependientes, la deuda externa no solo financia al tesoro sino que juega el papel de compensar los desbalances externos, es decir, el déficit en divisas ocasionado por un comercio exterior deficitario o por la sangría de las remesas al exterior de empresas extranjeras o de sectores de la burguesía local. Se pretende resolver a través del crédito este drenaje de divisas, para evitar que se genere el tipo de estrangulamientos que tantas veces ocurrieron en la economía argentina” (“Pagarás y te sacarán los ojos”).
Por lo demás, las condiciones materiales del país burgués dependiente son tales, que invitan a la burguesía a ejercer con desenfreno un salvataje de la masa de ganancias que produce su actividad, transformándola en moneda “dura”, es activos en decir dólares, euros o alguna otra moneda confiable. Desde los años ’80, “la deuda solventó la fuga y dolarización de activos de la burguesía argentina”.
Pero es Astarita quien comete un “error de fondo” al considerar que por el hecho de que la deuda sea un negocio en el que el Estado dependiente se mete voluntariamente con el entusiasta apoyo de la burguesía nacional, signifique no sea a la vez expresión del dominio imperialista (!un poco de dialectica por ahí!). Ya señalamos más arriba que la deuda externa juega un lugar en compensar los desbalances que surgen de los rasgos dependientes de una economía como la Argentina. Muchos de estos rasgos se profundizaron en las últimas décadas, no como resultado “natural” o “automático”, sino a causa una política activa, impulsada con fuerza por las economías más ricas y sus corporaciones. Quizás podríamos considerarlo una triste ironía, la deuda externa fue causa y consecuencia, ya que sirvió -crisis de deuda mediante- como vehículo para imponer estas las políticas que después recrearon las condiciones para un endeudamiento agravado (esto lo analizamos en detalle en IDZ 11). Por supuesto, la burguesía nacional fue también activa impulsora de estas políticas, que en ningún modo puede decirse que le hayan sido impuestas. Pero el motor más poderoso y el mayor beneficiario de las mismas lo hallamos en las grandes economías imperialistas y sus corporaciones, que trasnacionalizaron como nunca en las últimas décadas las tendencias a la concentración y centralización del capital. La deuda fue un gran negocio por sí mismo para los grandes bancos internacionales y contribuyó a fortalecer a los grandes plazas financieras mundiales (Nueva York, Londres, Frankfurt, Tokyo), que cuanto más volumen de negocios concentran mayor peso ganan en la competencia mundial (perpetuando las relaciones jerárquicas que existe en el ordenamiento monetario global), al mismo tiempo que fueron palanca para estos “ajustes estructurales”. Por otro lado, los ciclos de endeudamiento externo no surgen por mera motivación de los Estados dependientes; están determinados en primer lugar por la liquidez mundial y los requerimientos de los bancos internacionales y los abstractos “mercados”, que se mueven al son de las políticas económicas de las economías más poderosas.
Al mismo tiempo, por los fondos que obtiene el capitalismo dependiente a través del endeudamiento externo (que es el capítulo más crítico del endeudamiento público), debe devolver por la “magia” del interés compuesto, montos que superan ampliamente (estratosféricamente) el capital inicial obtenido. Como se observa en el hecho de que la deuda que en 1983 era de 35 mil millones de dólares está hoy en 220 mil millones de dólares, habiéndose pagado no menos de 300 mil millones de dólares en ese lapso. La burguesía nacional (y los funcionarios de turno) hacen su negocio, tanto como los bonistas, pero el Estado dependiente queda sometido a un desfalco que por lo general tiende a agravase a lo largo del tiempo (con pocos momentos excepcionales donde no es así). Un tango no se baila sin dos, y uno de ellos debe liderar. Los auges y contracción de crédito son básicamente “exógenos” para las economías dependientes, que suelen no estar preparadas para el “corte del chorro”, que las arrastra una y otra vez a crisis severas. La deuda pública externa es tanto consecuencia como causa que agrava los problemas.
Parece que para Astarita no hay nada digno de explicación, en el hecho de que para hacer “sólo negocios” algunos Estados hayan llegado a renunciar a un aspecto elemental de la soberanía estatal, como es la jurisdicción sobre los actos estatales, otorgándola no a la justicia federal nacional, sino a cortes municipales extranjeras. ¿No es acaso expresión esta pérdida -en el mejor de los semivoluntaria ya que puestos a sostener el régimen capitalista dependiente la alternativa a esta renuncia era endeudarse a tasas siderales- una expresión contundente de la estrecha relación entre dependencia económica y subordinación estatal, con las consecuencias que se pusieron en evidencia en las últimas semanas? Parece que para Astarita no hay ahí nada digno de un pronunciamiento.



Las tareas para la clase obrera
El país burgués dependiente encuentra en el imperialismo la fuerza última que sostiene su reproducción, y que lo sostiene como una formación dependiente y con desarrollo desarticulado, ya que buena parte de los sectores fundamentales de la economía se mueven al calor del capital trasnacional.
El imperialismo es una fuerza central que moldea al capitalismo dependiente, y la deuda es en esto un mecanismo tan gravitante como la penetración del capital imperialista que con sus posiciones en en el país y su posesión de “papeles” de deuda se apropia cada año de una porción significativa de la plusvalía generada en el espacio nacional, fuerzas ambas que resultan determinantes -tanto como los efectos que tiene el atraso relativo que afecta la rentabilidad del capital nacional- para comprender las tendencias de la acumulación de capital. No puede haber respuesta política correcta sin este diagnóstico preciso, del cual la necesidad de poner fin al pago de la deuda se desprende como una necesidad objetiva. Para que la clase obrera pueda lograr la superación del capitalismo en la Argentina, tendrá que vérselas no solamente con la burguesía nacional, sino especialmente con el imperialismo, que sostiene y subyuga a la vez a la economía dependiente, incluyendo como –entusiasta- socio menor a la burguesía argentina.

Astarita señala que lo que “no se comprende es quién va a aplicar el programa que se postula. ¿A quién se le exige que rompa con el capital financiero internacional? ¿Al gobierno K? ¿A los partidos de la oposición burguesa? ¿Quién va a llevar adelante estas medidas?”. En ningún modo pedimos al gobierno burgués que no pague la deuda, y mucho menos que de paso lo haga tomando otras medidas que inician un camino de ruptura no sólo con el imperialismo sino al mismo tiempo –pero una cosa no puede ir sin la otra- con el régimen de la propiedad privada , es decir con el capitalismo (como es el planteo de nacionalización de toda la banca con establecimiento de una banca estatal única, el monopolio estatal del comercio exterior y de todo el cambio de divisas). Lo planteamos como tarea objetiva que se desprende de las condiciones materiales de la formación capitalista dependiente. De ningún modo, para liberarla de trabas y así iniciar un idílico desarrollo capitalista “no dependiente”, sino como punto de partida elemental para una transformación de raíz de la sociedad. Nuestro planteo está dirigido a la clase obrera, para que, partiendo de sus sectores más avanzados y combativos para dirigirnos al conjunto de la clase, impulsar la movilización para pelear por el único camino por el que se puede cortear los nudos gordianos del saqueo y la dependencia.
A la vez, este planteo va a compañado de la exigencia de un llamado a una consulta popular vinculante, que Astarita llamativamente ni considera. Hace meses hay una negociación a espaldas del pueblo entre el gobierno y los buitres, completamente de espaldas al pueblo. Es año la deuda externa aumentó en 20 mil millones de dólares (Ciadi, Club de París, pago a Repsol) y apenas si el Congreso tuvo algo que decir. El planteo “que el pueblo decida” con su voto directo –por distintas alternativas- y donde se habilite el acceso libre y gratuito a todos los medios de comunicación es una gran denuncia contra una casta política que discute a puertas cerradas lo que amenaza el futuro del pueblo trabajador, ya que la deuda se paga –siempre, tarde o temprano- imponiendo severos ajustes contra los sectores populares. De imponerse, un referéndum podría permitir amplificar la denuncia de esta estafa contra el pueblo junto con una agitación por el No Pago de la deuda y el conjunto del programa. Para poder discutirlo ante millones y batallar contra el sentido común que con matices el kirchnerismo y la oposición patronal comparten, de que las deudas se pagan y sino “nos caemos del mundo”.
La pregunta que surge es, ¿que alternativa propone Astarita al programa que levantamos? La única respuesta que encontramos es que “El no pago de la deuda solo tendrá un sentido progresista si es planteado desde un programa integral de transformaciones sociales y revolucionarias, decidido por los mismos productores directos, los trabajadores. Y para esto, hay que tener poder. De lo contrario, estamos ante palabrerío vacío”. Pero si la deuda es como señalamos una gangrena que carcome la economía nacional, cuyas consecuencias recaen en primer lugar sobre el pueblo trabajador, es una tarea de primer orden para el proletariado pelear por el no pago. Por supuesto que es necesario que esté ligada a “un programa integral de transformaciones sociales y revolucionarias, decidido por los mismos productores directos, los trabajadores”, y es exactamente así como lo planteamos en el texto que cita Astarita. Ahora, ¿esto significa que en los momentos particulares donde circunstancias bastante excepcionales obligan a un gobierno burgués a declarar el no pago y enfrentarse a los centros financieros internacionales los trabajadores no tendrían nada que decir por no tener el poder? Esta posición, que se deduce de lo planteado por Astarita, es falsa por el vértice. Ante medidas excepcionales y parciales de este tipo –que nada tendrían que ver con el default “selectivo” de los pagadores seriales- que expresan necesidades objetivas, no podríamos más que dar un apoyo a estas medidas, que en ningún modo significa extender un apoyo político al gobierno ni al régimen, ni dejar de criticar los usos que podría dar el gobierno burgués dependiente a los fondos liberados por dejar de pagar la deuda. Así se posicionó Trotsky por ejemplo ante las expropiaciones petroleras de Cárdenas en México. Esta postura tomó el PTS cuando se discutió la nacionalización de las AFJP (al mismo tiempo que denunciamos que el kirchnerismo se aprestaba a realizar un desfalco de ANSES y planteamos la necesidad de un control obrero de los fondos jubilatorios). Lejos de un “palabrerío vacío”, un partido de la clase obrera que pueda llevar a cabo “un programa integral de transformaciones sociales” sólo podrá ponerse en pie interviniendo activamente en atacar las raíces de los más acuciantes problemas del pueblo trabajador. Pero tan fuera de escena considera Astarita la posibilidad de que emerja una izquierda fuertemente enraizada en la clase obrera, con capacidad para realizar grandes “maniobras” para conquistar a millones para un programa que apunte a expropiar a los expropiadores imperialistas y sus socios locales, que ni se le ocurre plantear cómo habría que responder hoy a estos grandes problemas nacionales para poder desarrollarlo. Desde esta (im)postura, debemos decir que es su crítica lo que resulta palabrerío vacío.

jueves, 5 de junio de 2014

A propósito de "Imperium" y "Consilium", de Perry Anderson. Una discusión sobre el imperialismo norteamericano hoy.

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En el número 83 de New Left Review (sep/oct 2013) Perry Anderson vuelve al análisis de la política exterior norteamericana, y recorre los planteos de los principales exponentes intelectuales en lo referente a la elaboración estratégica. La revista está enteramente dedicada enteramente a dos ensayos de Anderson, un suceso con solo tres precedentes: en 1972 Tom Nairn sobre Europa, en 1982 Anthony Barnett sobre la Guerra de Malvinas, y en 1998 Robert Brenner sobre “La economía de la turbulencia global”. El primer artículo, “Imperium”, analiza los objetivos y los resultados de la política exterior hasta el presente, y recoge los debates intelectuales que generó la conformación del “imperio”, recorriendo todo el arco ideológico. El Segundo texto, “Consilium”, repasa las posiciones de la literatura más relevante que se viene produciendo en la actualidad sobre el rol de EE.UU. en el mundo y las distintas alternativas elaboradas por los principales exponentes de líneas estratégicas de política exterior, para reforzar la posición internacional de los EE.UU., la “nación indispensable” como la llamara Madelaine Albright (secretaria de Estado en la segunda presidencia de Clinton), supuesto fuera de cuestión por todos los autores reseñados por Anderson. Este número especial está estrechamente emparentado con “Homeland”, artículo del NLR 81, de mayo-junio, en el que analizaba la situación del régimen político norteamericano.


En los números 6 y 8 de Ideas de Izquierda reseñamos los planteos del autor y polemizamos brevemente con algunas de las tesis de este extenso trabajo. En la primera puede leerse "El imperio contraataca", y en la segunda EE. UU.: ¿jugador solitario en el gran tablero global?.

Llamativo para un marxista de la talla de Anderson, en estos ensayos "observa solo una mesa de arena donde los lineamientos geopolíticos parecen hacerse y deshacerse a voluntad del hegemón". Es notoria la desatención por el "análisis por las condiciones objetivas del capitalismo norteamericano, que condicionan la capacidad de la potencia imperialista para disponer su voluntad". No es que no haya referencias al respecto, aquí y allá, sobre la decadencia de las bases materiales sobre las que se asentó el poder norteamericano. En las últimas páginas de "Imperium" estas aparecen.
Allí señala cómo del éxito norteamericano en crear un orden liberal han surgido nuevas contradicciones. Este orden comenzó a escapar a los “designios de su arquitecto”. Con la emergencia de China como un poder económico no solo más dinámico sino pronto comparable en magnitud, que provee las reservas financieras que requiere EE.UU., capitalista “a su modo” pero lejos de ser liberal, “la lógica de largo plazo de la gran estrategia norteamericana se ve amenazada de volverse contra sí misma”. El imperio, que no cesó de extenderse, se está volviendo sin embargo “desarticulado del orden que procuraba extender. La primacía norteamericana no es ya el corolario de la civilización del capital […] Una reconciliación, nunca perfecta, de lo universal con lo particular fue una condición constitutiva de la hegemonía norteamericana. Hoy se están separando”. En otros términos, la contradicción entre la internacionalización de las fuerzas productivas y el sistema internacional de Estados a través del cual se articulan las relaciones de producción, emerge nuevamente como un aspecto disruptivo ante los límites crecientes que enfrenta la hegemonía norteamericana, aunque hoy no haya quien pueda proponerse disputarla. 

http://ideasdeizquierda.org/wordpress/wp-content/uploads/2014/04/27-Imagen-1.pngComo sostenemos en "EE. UU.: ¿jugador ..."  "La exageración de las fortalezas del poderío norteamericano y de sus logros, y la subestimación de los efectos de sus errores, y lo que una crítica a la NLR 83 consideró una presentación de los EE. UU. como un “Estado imperial omnisciente” (David Allen, “A world made safe for capitalism”, Prospect, 11/12/2013) por parte de Anderson, no puede más que servir para reconfirmar su escepticismo respecto de la posibilidad de que la clase trabajadora pueda en algún futuro próximo desafiar el dominio capitalista". Escepticismo que ilustra que no hay cambios en el paradigma de “pesimismo histórico” (como lo llamara Gilbert Achcar) expresado en “Renewans” (NLR 1, Segunda Época), cuando afirmaba que “el capitalismo norteamericano ha restablecido sonoramente su primacía en todos los campos –económico, político, militar y cultural”. Aunque su crítica a los estrategas norteamericanos señala que un punto central es su desatención a las causas subyacentes “del enlentecimiento del crecimiento del producto, el ingreso per cápita y la productividad, y el aumento concomitante de la deuda pública, corporativa y de los hogares, no solo en los EE.UU. sino en el conjunto del mundo capitalista avanzado”, en el caso de Anderson lo que resulta llamativo es el alcance limitado que le da a los efectos de la crisis actual, que, aún con las políticas de contención aplicadas, sigue siendo la más extendida y convulsiva desde la Gran Depresión. Es llamativo que no entren en consideración los impactos para la ideología que sustenta la capacidad de influencia del “modelo” norteamericano (un componente central de la hegemonía), considerando que para algunos economistas “los propios criterios de eficacia del capitalismo están cuestionados”.Más sorprendente resulta considerando que cuando escribió “Renovaciones”, Anderson planteaba como hipótesis que una profunda crisis económica en Occidente era uno de los elementos que podía empezar a cambiar el clima ideológico. Las manifestaciones juveniles y la resistencia obrera a los ataques ocasionados por la crisis, no parecen alterar el pronóstico de comienzos de milenio. En la lectura de Anderson, incluso la primavera árabe ayudó a fortalecer la posición norteamericana en Medio Oriente, debilitando un adversario como Assad sin que surgiera en Egipto “un régimen capaz de tener mayor independencia respecto de Washington”, y llevando a “un fortalecimiento respectivo en el peso y la influencia de las dinastías petroleras de la península arábiga” aliadas a Washington, aunque ahora inquietas con el acuerdo con Irán.

Anderson comenta, con ironía, que resulta llamativa “la naturaleza fantástica de las construcciones” con las que los estrategas norteamericanos buscan afrontar una realidad con signos de adversidad. “Grandes reajustes en el tablero de ajedrez de Eurasia, vastos países movidos como tantos castillos o peones a través de este; extensiones de la OTAN al Estrecho de Bering”. Parece que la única forma de pensar el restablecimiento del liderazgo norteamericano “fuera imaginar un mundo enteramente distinto”. Parece, leyendo a Anderson, que lo mismo deberíamos hacer si aspiramos a pensar algún futuro con oportunidades revolucionarias, aunque a él ni se le ocurra especular al respecto.

La discusión sobre el estado real del imperialismo norteamericano, la principal fuerza de la reacción y la contrarrevolución a nivel mundial, es de fundamental importancia. Evitando tanto la subestimación como la sobreestimación de su fortaleza. Invitamos a leer estos artículos en IDZ.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Aumento de la reinversión de las firmas extranjeras ¿motivo de optimismo?


Con la buena onda a prueba de todo que el columnista de Página/12 Alfredo Zaiat pone para adornar las perspectivas de la economía argentina (atribuyendo los méritos siempre a las políticas del gobierno nacional), este último domingo hizo foco en los datos sobre Inversión Extranjera Directa (IED) presentados por la CEPAL en los últimos días. Cuando hablamos de IED, nos referimos a los flujos de fondos que inyectan capital en algún área de la producción, ya sea mediante compras de empresas o la radicación de nuevos proyectos. La IED de un país tiene tres componentes, aportes de capital a empresas radicadas en ese país, préstamos entre compañías (positivo o negativo según las firmas radicadas en el país sean receptoras netas o aportantes netas), y reinversión de utilidades realizadas por la firma extranjera en el país en cuestión.
Zaiat destaca como un logro de la política oficial que la reinversión de utilidades de las firmas extranjeras haya tenido un salto formidable, pasando de u$s 3.059 millones en 2011, a u$s 7.984 en 2012. Un aumento de 160% en un año. De esta forma, la reinversión de utilidades pasó de representar el 31% de la IED al 64%. Para el periodista esto “expone la posibilidad de desplegar la capacidad del Estado para intervenir en el flujo y orientación de la inversión privada”.
Sin embargo, a pesar del optimismo que pretende trasmitir el periodista sobre las capacidades estatales, no lo ayudan los indicadores sobre lo que está ocurriendo con la formación de capital en el país. Es que mientras las cifras de la CEPAL presentan un formidable crecimiento de la IED por reinversión de utilidades, la Inversión Bruta registra una caída considerable, que algunos estiman superior al 6%. Considerando que la IED tuvo un monto equivalente a no menos del 15% de la inversión bruta de 2012, sorprende que si este monto se “orientó” gracias a la “capacidad” estatal hacia la inversión productiva, no haya impactado llevando al aumento de la inversión total. O fue más que compensado por la caía en la inversión de empresas de capital local, o la mentada “capacidad” del Estado no para orientar no alcanza para garantizar que una parte significativa de las utilidades no giradas al extranjero tenga destino productivo.
Ocurre que en realidad todo lo que muestran las cifras de la CEPAL es que, aunque cayó casi un 50% la entrada de nuevos capitales destinados a desarrollar o potenciar proyectos productivos en el país, dentro de las empresas extranjeras ya instaladas se tomó la decisión de no sacar capitales en una proporción mucho mayor que en años anteriores, compensando esta caída (se “tomo la decisión” es una forma de decir, ya que el cepo de divisas se extendió, informalmente, a las remesas de utilidades, que las empresas fueron “invitadas” a decidir no hacer). Pero la mera indicación contable que una proporción mayor de las utilidades de firmas extranjeras se mantuvieron en el país no se traduce automáticamente en acumulación de capital. Como reconoce al pasar Zaiat en el redondeo final de su artículo, la intervención estatal logra mantener los fondos en el circuito local, pero no garantiza su destino productivo, ya que también pueden destinarse a inversión “de cartera (compra de títulos públicos)”.
El logro con el que tanto se exalta el periodista oficialista, no va más allá de haber frenado por el momento, gracias a presiones no escritas, la sangría de una parte de las jugosas ganancias que el capital extranjero logra con su valorización en el país. Las bases estructurales para esta sangría, que durante la mayor parte de la última década duplicó en términos de PIB los niveles de los años noventa (rondando el 2% del PIB ante el 1% de la década previa) no se han visto mínimamente afectadas. Esto es así porque la penetración del capital imperialista posicionado en los principales sectores de la economía nacional, ha seguido aumentando de forma imparable, con excepción del sector petrolero donde se produjo la “recompra” de YPF (que de todos modos busca de forma acuciante la salvación de un socio extranjero para explotar Vaca Muerta para cortar con la tendencia declinante de la producción, una muestra de que la dependencia no se ve mínimanete afectada por el desplazamiento de Repsol). Las medidas de presión informales sobre las multinacionales a lo sumo reducirán por por un tiempo el drenaje de dólares al extrenjero por utilidades, pero no cambiarán las tendencias de largo plazo. Más aún, esta reducción temporaria que alegra al periodista promete transformarse mañana en una sangría redoblada.
Sólo podría lograrse cambiar la tendencia de fondo atacando la penetración del capital imperialista en el país, algo que en ningún momento fue parte de la agenda del gobierno “nacional y popular”, que sólo se escandalizó con la penetración del capital extranjero cuando la creciente sangría de dólares empezó a poner en duda la capacidad para manejar la política económica (incluyendo dentro de esto los pagos de la deuda externa cumplidos a rajatabla). Se comprende: el “capitalismo en serio” prometido desde el primer día por el Nestór y Cristina, no puede hoy más que profundizar la integración subordinada en el sistema mundial capitalista; la “burguesía nacional” que tantos beneficios recibió durante la últimada década, está hoy más que nunca unida por uno y mil lazos al capital imperialista, y tiene su principal interés en mantener las condiciones de su valorización, que no son otras que las de la subordinación y la dependencia. Sólo la clase obrera, conquistando su independencia política e imponiendo un gobierno de los trajadadores, puede romper las ataduras con el imperialismo como punto de partida para una reorganización de la producción social en función de las necesidades obreras y populares.

lunes, 4 de abril de 2011

Polémica con Astarita. La lucha contra las dictaduras en Medio Oriente ¿por la democracia?

Rolando Astarita viene escribiendo sistemáticamente en su blog en defensa del apoyo de las fuerzas imperialistas a los sectores engrentados a Kadafi en Libia. Su argumento es que recurrir a dicho apoyo no transforma a los rebeldes automáticamente en títeres del imperialismo. Además, se ha apoyado en los argumentos de Gilbert Achcar, que ha llamado a apoyar la intervención “humanitaria” del imperialismo, aún con las muertes que conllevará, para evitar una matanza peor a manos de las fuerzas del régimen Libio. Para una respuesta a las falacias de estos argumentos, puede leerse esta nota de La Verdad obrera420.

Frente a la polémica que abrieron estas posiciones (por nuestra parte le hemos contestado varias veces acá, acá y acá), y frente a la nueva polémica iniciada por los amigos de El diablo contra los blog peronistas que apoyan a Kadafi y los que apoyan la intervención, un nuevo post de Astarita ha salido a criticar el “ultraizquierdismo” de las posiciones sostenidas por algunos grupos trotskistas, haciendo explícita referencia a las posiciones de la FT-CI, corriente internacional a la que pertenece el PTS.

En su polémica, Astarita presenta esta posición como la de quienes sostienen que “los marxistas no deben comprometerse en la defensa de las libertades democráticas burguesas, ya que una democracia capitalista no deja de ser una dictadura del capital. Los marxistas, sigue el razonamiento, deben concentrarse en promover la lucha contra el Estado capitalista y la propiedad privada. En el caso de los movimientos de los países árabes, no tiene importancia decidir si uno de los bandos encarna regímenes democráticos, y otro regímenes dictatoriales bonapartistas, porque la clase trabajadora no puede ganar nada con uno u otro”.

Lejos de esto, han sido las corrientes marxistas revolucionarias las que han Estado a la cabeza en todo el mundo de la solidaridad con las rebeliones árabes, que nosotros hemos saludado como “una nueva primavera de los pueblos”. A lo que nos negamos, a diferencia de lo que sostiene Astarita, es de que estos procesos deban cristalizar en conquistas democráticas cuando estos procesos están en curso; como plantée previamente polemizando con Astarita en “los procesos que aún se están desarrollando en el Magreb, aunque la dirección de los mismos viene siendo mayormente de sectores burgueses o pequeño burgueses y donde se impone un programa democrático, hay una enorme participación obrera y popular en la cual la demanda de cambio de régimen y democratización se une a aspiraciones de cambios más profundos, que van a cuestiones estructurales”. Esto no es para negar la importancia para las masas de terminar con los regímenes dictatoriales en medio oriente, sino para poner de relieve la tendencia de sectores de masas de ir más allá, concluyendo entonces que “si estos procesos se quedan en una etapa de 'avances democráticos' probablemente lo sea eventualmente sobre la base de golpes a las masas obreras. Es un desarrollo como el que vimos hace unas décadas en la revolución iraní, donde el régimen de los Ayatollas se erigió sobre la base de liquidar la iniciativa obrera y popular. En ese sentido, aunque en condiciones muy desfavorables, los que apostamos a la emancipacion de la clase obrera no podemos limitarnos a tener expectativa favorable sobre los 'avances democráticos', sino apostar a la internvención independiente de la clase obrera que de hecho se vio por ejemplo en Egipto luego de la caída de Mubarak, cuando en las semanas siguientes se dieron numerosas huelgas por las más variadas reivindicaciones. Tratar el proceso como meramente democrático no cierra con la mecánica de los acontecimientos que se están dando en toda la región.
[…] Aunque esta 'primavera de los pueblos' no tiene a la clase obrera como protagonista independiente con sus reivindicaciones, ni mucho menos hay direcciones revolucionarias de peso, hay señales de que la movilización obrera y popular revasa los marcos de los aspiraciones democráticas”.

Astarita critica posteriormente lo que sería “otro argumento a favor de la tesis 'son todos iguales', que es un poco más sutil que el anterior. Este argumento admite que hay que diferenciar, pero establece tantos requisitos para definir a un régimen como 'democrático', que de hecho se desliza a la postura 'son todos iguales'. Es que se afirma que, en tanto no exista una limpieza de los antiguos funcionarios de la dictadura; en tanto no se quiebren las fuerzas armadas y otros aparatos del Estado; en tanto no se convoque a una Asamblea Constituyente y se tomen medidas democráticas profundas, estaremos ante una 'transición tutelada', acorde con los intereses del imperialismo, que solo dará lugar a 'instituciones democrático-liberales', también bajo la tutela del imperialismo. Por lo tanto lo único progresivo pasa por la 'autoorganización del pueblo' y la 'formación de milicias para imponer un gobierno obrero y popular'. Desde esta perspectiva, en el mundo árabe todas las fracciones burguesas o pequeño-burguesas son lo mismo”. Lejos de lo que plantea Astarita, plantear la perspectiva de una Asamblea Constituyente sobre las ruinas del régimen, y el desarrollo de la auto organización y la autodefensa de la clase trabajadora, son las vías para enfrentar las trampas que se que buscan montar sectores de los viejos régimenes en alianza con distintas fracciones burguesas o pequeño burguesas para realizar cambios que están por detrás de las aspiraciones de las masas. En Tunez, en un primer momento, la caída del Ben Alí llevó a la formación de un gobierno con numerosos representantes del viejo régimen. Aunque la continuidad de las hueglas y la movilización popular ha impuesto posteriormente la renuncia de muchos de ellos, la debilidad de las masas para trazar una perspectiva independiente ha fortalecido la política de cambios pactados, que, por poco que le guste a Astarita, tiene para muchos tunecinos sabor a poco. Especialmente, porque no atañe a ninguno de los problemas estructurales que aquejan a la población. En el caso de Egipto, luego de la caída de Mubarak, la movilización obrera y popular tiene enfrente un “mubarakismo sin Mubarak”, que en todo momento busca maniobrar para limitar las promesas de transición y elecciones libres realizadas en los primeros días. Cualquier planteo de transformación profunda del régimen -que debería ir acompañado de una Asamblea Constituyente- está siendo resistido, tanto por los representantes del ejército en el gobierno como por sectores de la oposición, que prefieren evitar un proceso que ponga en discusión profunda de cara a las masas las bases del régimen y su relación con los imperialismos. Tal vez para Astarita alcance con saludar las “conquistas democráticas” que implica la caída de los dictadores -una posición tan limitada que hasta la comparten Obama y muchos representantes de los ancien regimes de Medio oriente; nosotros preferimos plantear una política que, de ser tomada por sectores de las masas obreras podría enfrentar los pactos que buscan limitar los cambios en curso. El enorme límite para que esta perspectiva pueda desarrollarse -el punto bajo de subjetividad del que se parte luego de décadas de derrotas y la ausencia de direcciones revolucionarias- no puede llevarnos a reducir nuestra política a los estrechos horizontes de lo posible.

Aunque las iniciativas mostradas por la clase trabajadora en Egipto y Tunez especialmente, muestra la tendencia a ir más allá, Astarita busca ponerle a todo el proceso del rótulo de “lucha por la libertad democrático burguesa”.

Para fundamentar la lógica desde la que sostiene sus posiciones, Astarita apela al ejemplo de la lucha contra la amenaza del general Kornilov, que en Julio de 1917, movilizó tropas sobre Petrogrado para ahogar la revolución. Los bolcheviques estuvieron a la cabeza de la defensa de Petrogrado, y a pesar de que el gobierno provisional había desatado durante el mes anterior una fuerte represión contra ellos, no dudaron en llamar a los obreros a “apoyar el fusil sobre el hombro de Kerensky y disparar contra Kornilov”. Astarita sostiene que “si en ese momento los bolcheviques hubieran aplicado el criterio que defienden hoy algunos ultraizquierdistas, habrían concluido que Kornilov era igual a Kerenski, que no había que alinearse con ninguno, y que la salida era 'el gobierno de los obreros y campesinos'”. Pero los bolcheviques, aunque en ningún momento dudaron en defender al gobierno provisional de la amenaza de Kornilov, tampoco perdieron de vista que la derrota de este último era un paso fundamental para su perspectiva estrategica: el derrocamiento revolucionario de Kerensky para imponer el gobierno de los soviets. Lo cierto es que hoy, si la lucha contra los regímenes no se profundiza, si la movilización obrera y popular no enfrenta los intentos de transición pactada e impone el llamado a una Asamblea Constituyente, y si al calor de esta lucha no se desarrollan verdaderos organismos de autoorganización de la clase obrera, las posibilidades de avanzar en una “libertar democrático burguesa” aparecen sumamente limitadas. Volviendo al ejemplo de Rusia, la política de Astarita conduciría no sólo a pasar por encima de Kerensky para derrotar a Kornilov, sino a subordinarse políticamente a Kerenski que, bueno es recordarlo, había dado un guiño a Kornilov para su avanzada contra petrogrado, con la expectativa de liquidar a los bolcheviques pero salvar el gobierno previsional.


La “revolución democrática”

Astarita se esfuerza en numerosos post en señalar que hay conquistas democráticas y “conquistas sociales, dentro de los marcos del capitalismo” es cierto, pero nunca sin lucha, en muchos casos con elementos de radicalización. No son cosas que otorguen los regímenes capitalistas, son conquistas que se arrancan, salvo excepciones. Y además, la clase obrera tiene que volver a conquistar una y otra vez lo que ya había conquistado, como la jornada de 8 horas, terminar con la fragmentación que una y otra vez impone el capital, con ayuda de los gobiernos y las burocracias sindicales, y un salario que permita más o menos cubrir las necesidades sociale. Muchas de las conquistas que los trabajadores arrancan en momentos de ascenso de la lucha de clases, las pierden en momentos de reacción. Soslayar estas cosas, termina volviendo el planteo una apología de la posibilidad de conquistas en los marcos del capitalismo.

Astarita transforma las conquistas democráticas y sociales en un objetivo en sí mismo, independiente de cualquier lucha que vaya más allá. Las conquistas parciales se transforman en el norte estratégico, en vez de pensarse como un eslabón de la lucha por la emancipación social. Pero, siguiendo la mecánica que tiene el proceso revolucionario, que está mostrando sectores de las masas para los cuáles las conquistas democráticas se articulan con aspiraciones más amplias, planteamos un programa transicional que tienda un puente entre esta lucha y la perspectiva de emancipación de los trabajadores.

A pesar de todas las críticas vertidas a Monero en el blog de Astarita, termina rescatando la lógica con la que este reviso la teoría-programa de la revolución permanente. Sólo que va incluso más allá, absolutizando la perspectiva de la lucha por las conquistas políticas y sociales en los marcos capitalistas.


Imperialismo y democracias tuteladas

Astarita cuestiona la idea de las democracias de las democracias de los países semicoloniales serían regímenes “tutelados”. Para él, esta idea estaría estrechamente asociada a la de que habría explotación entre países; como esto último sería incorrecto, no habría asidero para hablar de tutelaje.

No es éste el espacio para abordarlo, pero muchos de los mecanismos planteados por la teoría de la dependencia como “saqueo” de los países periféricos, no son tales estrictamente hablando, sino que las pérdidas de los países atrasados generadas por el comercio internacional y la movilidad de capitales, responden a su propio atraso, reproducido por la relación asimétrica con las economías imperialistas. En ese sentido, muchos de los elementos que dan fundamento a la idea de explotación entre países no serían correctos. Sí hay otros, como la deuda externa o la penetración del capital extranjero, que son consecuencia de la asimetría y el atraso, pero que al implicar un drenaje sostenido de divisas tienden a reforzar la situación de subordinación.

Sin embargo, no es éste el eje de la cuestión. El “tutelaje”del imperialismo no se reduce a la imposición de condiciones favorables para el imperialismo, aunque ésta es una dimensión insoslayable. Los acuerdos de garantía de inversiones por ejemplo, garantizar igualdad de condiciones para la competencia del capital local y extranjero, cuando ésta es en realidad ficticia y este reconocimiento significa imponer una asimetría desfavorable al primero, en beneficio del segundo. La integracion de instituciones como el FMI, el BM o la OMC, así como los tribunales internacionales para resolver conflictos entre gobiernos y empresas, terminan operando en favor del capital más competitivo, que no casualmente está localizado mayoritariamente en los países imperialistas. Las relaciones internacionales en condiciones asimétricas, reconociendo bajo presión de las instituciones internacionales la libre competencia “sin distorsiones” refuerza el desarrollo desigual. Por supuesto, distintas fracciones capitalistas de los países semicoloniales que han logrado cierta internacionalización impulsaron el cumplimiento de estas condiciones. Pero esto no quita que el conjunto de las relaciones internacionales tienda a generar condiciones de una ficticia competencia en igualdad de condiciones que opera en beneficio del capital más desarrollado, que tienden a mantener las asimetrías en los niveles de desarrollo y que golpean especialmente en las condiciones de vida en los países más atrasados.

Pero el “tutelaje” que Astarita critica involucra especialmente otra dimensión central, que es la acción del imperialismo en los “eslabones débiles”, es decir aquellos países caracterizados por la inestabilidad de sus regímenes. Frente a la amenaza de que las inestabilidades de los regímenes de los países semicoloniales -inseparables de las consecuencias que tienen para los regímenes periféricos la inestabilidad que surge de su inserción dependiente- puedan tener en términos regionales o globales, las potencias imperialistas intervienen una y otra vez para sostener a los gobiernos de las clases capitalistas periféricas de la amenaza de la movilización de los de abajo.

Tenemos en el imperialismo contemporaneo dos dimesiones que son inseparables: la articulación de un conjunto de relaciones político/económicas que garantizan las condiciones de acumulación a escala planetaria del capital transnacionalizado, favoreciendo al capital más fuerte -el más competitivo, que puede tener su base de maniobra localizada geográficamente en el centro o la periferia según la rama pero a nivel agregado prima la localización en los países más desarrollados- y el sostén de los regímenes más precarios para evitar las consecuencias que la caída de los mismos podría tener sobre el dominio global del capital.

No casualmente, esta última dimensión del “tutelaje” ejercido por el imperialismo es soslayada por Astarita. De otra forma, no podría deferder la intervención “humanitaria” imperialista en Libia. En su argumento, el recurso al apoyo extranjero es un recurso válido de las “fuerzas de la democracia” contra la dictadura de Kadafi. Sin embargo, la intervención imperialista no atañe sólo a Libia, sino a ganar terreno en una región sacudida por la movilización de masas, en la cual el imperialismo estuvo condenado a una posición expectante, tanto en Túnez como en Egipto. Si no es desde esta perspectiva, parece bastante difícil de comprender lo selectivo del “humanitarismo” imperialista, escancalizado por los sucesos de Libia pero no por los de Barhein o Siria, donde dictadores tan sangrientos como Kadafi están masacrando a las masas movilizadas. Lejos de los afanes humanitarios, lo que mueva al imperialismo es estrangular la perpectiva de que sigan cayendo dictadores producto de la acción independiente de las masas, lo cual podría amenazar la posiciones imperialistas en la región -no por nada antes de apoyarlos exigieron de los rebeldes de Bengazi la garantía de que respetarían los compromisos de Kadafi para las empresas petroleras- y contagiar con el ejemplo a las masas obreras de todo el mundo, como ya se está viendo en Winsconsin y en Inglaterra.

Frente a la ilusión reaccionaria de que puede conquistarse un avance democrático de la mano de las bombas de la Otán en Libia y el conjunto de Medio Oriente, apelamos a la iniciativa de las masas árabes, la autoorganización del pueblo libio y sus milicias en el camino de imponer un gobierno obrero y popular, y agrupar en torno a estas tareas a los sectores progresivos. La ayuda "humanitaria" que pregona Astarita puede permitir una victoria contra Kadafi para de la manos del imperialismo, que aliada a éste difícilmente responderá alguna aspiración profunda de los trabajadores, y llegará al precio de fortalecer a EEUU y sus aliados para estrangular los procesos revolucionarios que recorren la región.