martes, 28 de octubre de 2008

La UIA aumenta la presión por la devaluación

Los industriales parecen decididos a no dejar pasar la oportunidad surgida del vendaval financiero que desató el anuncio de la nacionalización del sistema previsional y el fin de las AFJP. Frente a los anuncios del gobierno, lejos de un apoyo, los industriales pidieron que se garantice la seguridad jurídica, y destacaron que se viene agravando el atraso cambiario y que si esto continúa serán inevitables los despidos.

Claro que esta presión no es nueva. Ya desde marzo los industriales dieron a entender que quieren un dólar a 4 pesos. El gobierno no hizo caso a esta política por temor a un desbarranque inflacionario. Incluso durante el conflicto con el campo permitió una pequela revaluación del peso (hasta los 3 pesos por dólar) y en el último mes viene conteniendo las presiones a una devaluación acelerada, permitiendo un ajuste gradual, gastando cada vez más dólares de reservas en el intento.

Lo cierto es que esta nueva embestida de la UIA cuenta con más probabilidades por dos hechos: el primero es que las turbulencias financieras agravadas con el anuncio del fin de las AFJP, aumentaron la corrida contra el peso. Solamente el viernes 24/10, el central debió gastar 140 millones de dólares para contener la depreciación, y el dólar cerraba a $3,29. El lunes 27/10 subió a $3,31.

El segundo y más importante, es que el esquema económico, en la nueva situación, pasó de mostrar signos de agotamiento a una situación mucho más comprometida. Hace unos meses, la principal preocupación del gobierno, aunque no lo admitiera, era contener los efectos de la suba de precios sobre el pilar clave del esquema de crecimiento, el peso devaluado. La vía para hacerlo, era incrementar las compensaciones a los industriales vía subsidios, y contener las subas salariales, manteniéndolas por debajo de la inflación, y por lo tanto permitiendo una caída del salario real.

Pero hoy el panorama es hoy enteramente diferente. La crisis internacional está golpeando a Brasil y México, economías privilegiadas de la exportación industrial argentina. Además, las monedas de estos países se han devaluado en los últimos meses, lo cual -sin perjuicio del riesgo de mayor entrada de importaciones, hoy bloqueado por nuevas trabas para las mismas- plantea un panorama depresivo distinto al que venía de la situación internacional hasta hace unos meses. El consumo viene en caída por la inflación, y en el caso de las clases medias también por el aumento de los intereses para financiar el consumo. El freno durante el conflicto con las patronales agrarias, también contribuyó a imprimir un ritmo menor a la economía.

El gobierno fortalece su situación fiscal con los recursos de las AFJPs, e incluso tiene mayor capacidad para arbitrar entre los sectores burgueses por la vía del financiamiento. Sin embargo, aunque esto permitiría sostener paralelamente los pagos de deuda en un marco internacional más hostil y aumentar las compensaciones a los empresarios vía subsidios, esto ya no será suficiente para compensar a los capitalistas sus mayores costos. La compensación frente a mayores costos tiene sentido en tanto y en cuanto los empresarios afrontan una demanda sostenida, y es necesario que cierre su ecuación de rentabilidad. Este ya no es el marco actual.

Los capitalistas comenzaron con los anuncios de despidos y suspensiones: en frigoríficos y afines, ya hay 680 suspensiones; en la industria de maquinaria agrícola también adelantaron que las habrá antes de fin de año. General Motors anunció 500 despidos y después debió retroceder. Los industriales de la provincia de Buenos Aires sostienen que 7 de cada 10 fábricas tuvieron caídas de la producción en lo que va del año. Este discurso, que tiene todavía mucho de prevención, apunta a dos objetivos: poner fin a cualquier pretensión de reapertura de paritarias o mejoras no remunerativas antes de que termine el año; e incrementar las presiones por una nueva devaluación.

Mientras tanto, los economistas afines a la industria profundizan los ataques al “gradualismo” de Martín Redrado. Eduardo Curia, por ejemplo, señala que la estrategia en curso, de permitir una depreciación contenida del peso, puede haber funcionado el año pasado frente a los primeros episodios de la crisis internacional, pero no tendrá éxito en el marco actual. Como los industriales, este economista plantea que hoy el problema no es la inflación, sino la recesión, con los consiguientes cierres de fábricas y despidos. Por eso, para Curia, el dólar debería trepar al menos a $3,50 (ver Santiago Bianchini, “Cuál será el nuevo valor del dólar en la Argentina?”, 15/10/08, en la página de UCIP, www.ucip.org.ar).

Preventivamente, magnificando los efectos de la crisis, buscan ocultar que una nueva devaluación, significaría en lo inmediato una suba de precios para los bienes consumidos por los trabajadores. La apuesta capitalista es que frente a la amenaza de crisis, esto no se traduzca inmediatamente en mayores reclamos salariales. De esta forma, podrían enfrentar los primeros impactos de la crisis imponiendo un nuevo “shock redistributivo” en favor de sus ganancias a costa de los salarios, como con la megadevaluación en 2002. En el marco depresivo de la nueva coyuntura mundial, esto ni siquiera significaría poner un frenos a los despidos y suspensiones. Por eso hay que prepararse para un ataque en toda la línea de la clase capitalista.

Que la crisis la paguen ellos: ni un despido, reparto de las horas de trabajo; empresa que cierra, tomarla y ponerla a producir. Defender el poder adquisitivo del salario frente a las amenazas de devaluación; reapertura de paritarias únicas de trabajadores efectivos y contratados.


jueves, 2 de octubre de 2008



La crisis capitalista en debate



El martes 30, con una sala colmada, se realizó en el Instituto del Pensamiento Socialista un profundo debate sobre las causas y las perspectivas que puede traer la crisis capitalista con origen en Estados Unidos, que da signos de profundizarse cada día. En el panel estuvieron Claudio Katz, economista del EDI, Hugo Azcurra, docente de la UBA y de la Uiversidad Nacional de Luján, y Esteban Mercatante, del comité editorial de la revista Lucha de Clases. A continuación, los puntos más salientes del debate.

HUGO AZCURRA

"Este dominio imperial de los Estados Unidos comienza a pasar a la historia"



Voy a compartir con ustedes algunos interrogantes que esta crisis, (que superficialmente, se parece bastante a la de los años '30) a mí me han suscitado. No desde ahora que se desencadenó, sino ya desde el año pasado. […] Hay diferentes líneas interpretativas. Yo voy a mencionar dos que pueden ser, sino el resumen, algo así como lo más común en cuanto a encarar la comprensión de este fenómeno. […] Una primera línea de interpretación apunta a señalar (como también ya se hiciera en los años '30) que pasar del fenómeno inmediato a las causas más sólidas y más profundas, implica salirse de las formas de circulación del capital y la mercancía, para ir al nivel de precios de producción y encontrar en él, el fundamento explicativo (sobre todo en la inmensa capacidad de producción del sistema capitalista norteamericano y en general de los países de mayor desarrollo). Esto sería el punto clave o central señalando que este estallido de la crisis no respondería sino a una nueva y revivida forma de sobreproduccion del capital. […] Hay otra línea que apela, sin desdeñar para nada los análisis de los maestros del pensamiento marxista, hace un reprocesamiento desde las aportaciones de Kalecki y de Sraffa. Tomando en consideración el concepto de excedente, los precios de producción y tratando de hacer una aplicación explicativa de este fenómeno de crisis en los Estados Unidos. […] señala que en realidad, no hay en lo inmediato cifras que avalen una supuesta situación de sobreproducción en los Estados Unidos. Y que hay que establecer una línea entre el crecimiento permanente su producción (liderada por la demanda), con un persistente sistema de crédito al consumo que, llevado a su clímax a través de las desregulaciones en el sistema financiero, toma cierta autonomía. Dos líneas interpretativas. Esta segunda línea me parece muy sugestiva.

[…] No fue lo mismo el desarrollo del capitalismo inglés que el del capitalismo alemán que el desarrollo del capitalismo en los Estados Unidos. Todos caminos capitalistas, pero con formas histórico concretas diferentes. Entonces, esto me lleva a mí a plantearme si no podemos estar también frente a una particularidad muy específica de un capitalismo financiero. Es en los Estados Unidos donde esta particularidad se afincaría en el avance descomunal de las desregulaciones […] Esto no quiere decir, que por ejemplo Europa y Japón, no presenten cosas parecidas. Pero no han llegado a los extremos de libertinaje y hasta niveles delincuenciales que ha alcanzado en los Estados Unidos. […]

Este dominio imperial, omnívoro, de los Estados Unidos, parece que comienza a pasar a la historia. Ahora la burguesía norteamericana tendrá que sentarse con el resto de las burguesías europeas, japonesas, creo que también los chinos y Rusia, a redefinir nuevas relaciones de juego a nivel internacional. En eso estará en entredicho también, el Fondo Monetario Internacional, su papel, su función, la Organización Mundial del Comercio, políticas proteccionistas o liberales otra vez en juego. Estados Unidos tendrá que necesariamente dejar su prepotencia, su arrogancia imperial y entrar en la mesa de negociación. Otra cosa que me parece interesante es la salida de la gran depresión de los años '30 no fue gracias a la intervención del Estado, sino que a través de una gran guerra mundial. Ahora, el capital financiero tendrá que arreglarla sin la mediación de una gran guerra mundial. Y ¿cómo se qué no va haber una gran guerra mundial? Aún en el hito de su declinación histórica, no política, el imperio americano hoy tiene la suficiente fuerza militar como para no ser empatado. Esta crisis y el sentarse a la negociación futura, puede dar una oportunidad de que Europa y que Japón empiecen sí a armarse. No es posible que se dé ahora, es probable, no seguro, que se dé en el futuro.

Una última reflexión que quiero compartir con ustedes. El sistema capitalista a largo plazo, en su hilo estructural, no saldrá sin costo. Por supuesto, que no me refiero al costo de la quiebra de los bancos, […] sino al costo en términos institucionales e históricos. Después de la gran crisis de los años '30 la legitimación de la intervención económica fue algo que a la burguesía le vino de perilla. Significó qué los caudales públicos se pusieran a disposición para la reconstrucción del capitalismo, tanto europeo como japonés. Pero a partir de los años 74/75, aparece una furiosa ofensiva de las propias burguesías dominantes contra la intervención del Estado. A nivel de la economía apareció toda una literatura antikeynesiana, el fracaso de la intervención del Estado […] ¿Cuál será el costo en términos históricos institucionales que tendrá que pagar el capitalismo como sistema hoy? ¿Será la limitación del capitalismo financiero tipo "casino"? ¿Será una mayor intervención del Estado no solo como un factor demandante más y estabilizador de la economía, sino establecer condiciones claras de limitación, de coacción, sobre el capitalismo "casino"? […] dentro de toda esta estructura de crisis, pareciera ser que las formas también de superación de esta propia sociedad capitalista están dentro de la propia sociedad capitalista. El Estado podría ser y constituirse en una etapa, en una instancia en el que muestren como las fuerzas productivas del propio capitalismo se vuelven cada vez más sociales, pero ya no soportan más la cáscara capitalista.



CLAUDIO KATZ

“Es el momento de una lucha socialista y de hablar de socialismo”



[…] Hay cuatro tendencias coyunturales en curso. Una a la limpieza de los bancos quebrados en la senda de la caída de Lehman Brothers. Es decir, salvataje limitado...esta línea produjo un gran desconcierto por el nivel de arbitrariedades que tiene la Fed para decidir quien se salva y quien no se salva […] La tercera línea […] es una vertiginosa y aventurera concentración de compras [...] Y la cuarta […] es la nacionalización de las hipotecas tóxicas. […] En estas cuatro alternativas todos los neoliberales ya se olvidaron de todos sus principios...se viene una socialización de perdidas descomunal. Los contribuyentes van a tener que rescatar a los bancos y nadie sabe el costo de la operación [...] El problema es que cuando se socializó perdidas por el sistema bancario (Argentina, Tailandia, Chile) llegó a costar entre el 20%, 30% o el 40% del PBI. Estados Unidos ni en la peor crisis, en la de 20 años atrás tuvo que costear el 3%/4% de su PBI. Esto va a cambiar este costo tradicional que ha tenido.

[…] No se pueden hacer pronósticos. Pero sí podemos ver cuáles son las fuerzas que están actuando y a partir de allí cuales son las tendencias. La más importante es un choque de tendencias y las dos dentro de EE.UU. El indicador de fragilidad y el indicador de recursos de EE.UU. Los indicadores de fragilidad de EE.UU. son muy notorios. Primero la debilidad política. Fragilidad que se está viendo ahora. Bush rápidamente parece De la Rúa. No tiene autoridad política para imponer un plan. E índices de fragilidad económica muy evidentes, 50% de los bonos en manos extranjeras, déficit comercial del 6%, un consumo inflado, déficit fiscal que no se sabe en cuanto va a terminar, etc. Por el lado de los recursos, EEUU tiene el dólar y el Tesoro. Hasta ahora, esta crisis se ha desarrollado con una paradoja. La “paradoja del dólar”. El país que se está hundiendo es el país con el cual todo el mundo quiere salvarse. Cuando hay una crisis en un país todos se escapan, y sin embargo, los europeos, los chinos, los japoneses, los norteamericanos, compran bonos en dólares y bonos del tesoro. Esto está demostrando que los capitalista piensan que se protegen socorriendo la estructura financiera monetaria de EE.UU. Esto nos muestra que EE.UU. no es una economía normal, y no puede ser analizada con los parámetros de una economía normal. Es una economía excepcional, que es clave para la reproducción del capital global.

De aquí hay dos posibilidades: […] que se afiance la tendencia a salir de la crisis con el dólar y con los bonos del tesoro […] La otra posibilidad contraria, que se produzca una fuga del dólar, la huida de los bonos del tesoro, y la ruptura del sistema monetario internacional, bloques y una estructura de monedas competitivas […] hasta ahora la tendencia más probable es la primera.

[…] La crisis está refutando la teoría ortodoxa más moderna. […] Los que han ganado la primera plana son los heterodoxos, Sach, Krugman, Stiglitz, son los hombres del momento, con el sermón de que ahora tenemos que “re-regular” y así se va a solucionar todo. […] Se olvidan que las regulaciones que se atenuaron porque obstruían las ganancias, y en la medida que afecten a las ganancias van a volver a ser removidas. […] Hay un simplismo banal en suponer que el problema se restrinja exclusivamente a la orbita financiera y en presentar al banquero como único responsable, como si actuara al margen del conjunto de los capitalistas. Es cierto que hubo una híperespeculación con la titularización, la securitización, y esta bicicleta financiera. Pero esta ingeniería solo ilustró una típica especulación del ciclo capitalista. Las burbujas son inherentes al sistema.

El último punto, es la interpretación marxista de lo que está ocurriendo. Voy a adelantar una hipótesis sujeta a posibles ajustes. Creo que en esta crisis convergen tres procesos. En primer lugar una crisis de sobreacumulación. Expansión del capital ficticio (titulización, derivados, apalancamientos, etc). Pero creo que es una sobreacumulación específica, resultante de este proceso de desregulación de las finanzas de los últimos 25 años, que sirvió para disciplinar al conjunto del capital al modelo neoliberal, poniendo a los bancos en la cúpula de la gestión de las empresas, imponiendo una disciplina a la empresa y al trabajo. Un recurso de disciplinamiento de los trabajadores para garantizar el aumento de la tasa de explotación. Pero lo novedoso de esta desregulación fue crear un mercado tratando al trabajador como un cliente financiero.

[…] El segundo pilar, en mi opinión, es que hay sobreproducción. La sobreacumulación de capital subyace una crisis de sobreproducción. Es importante que busquemos el fundamento productivo para evitar la fantasmagoría financiera. En los últimos 25 años el neoliberalismo recreó las condiciones para las crisis de sobreproducción clásicas. Es decir, el desfasaje entre incremento de la producción, productividad, y poder de compra. Por esta competencia por la explotacón que necesariamente genera una brecha de excedente.

[…] La tercer parte de nuestra hipótesis es que esto ha empalmado con una subproducción de materias primas. Las materias primas vienen subiendo desde hace varios años, esto tiene que ver con el ciclo de las materias primas, con un proceso ecológico de destrucción del medio ambiente de más largo plazo.

[…] Se ha abierto un contexto para replantear nítidamente un programa contra el orígen de esto que es el capitalismo. Me parece que la idea de que el capitalismo saldrá adelante cualquiera sea el grado de la crisis es una religión de la perdurabilidad del sistema tan fatalista como la creencia mágica de que se va a derrumbar el sistema sin acción política. Es el momento de una lucha socialista y es el momento de hablar de socialismo.

ESTEBAN MERCATANTE: “Esta crisis tiene que ver con la forma en que se sale de la última gran crisis de los ‘70”



[…] Creo que la coincidencia en los análisis hasta ahora, es que a diferencia de los economistas en boga como Krugman o Rubini, que culpan de la crisis a la voracidad del capital financiero, esta es una crisis del capitalismo. La pregunta que voy a intentar responder es cómo se vincula esta crisis a cómo viene funcionando el capitalismo y algo que es central para el capitalismo que es el problema no sólo de la realización, de poder vender lo producido, sino también de poder hacerlo de forma rentable.

Me parece importante destacar que esta crisis tiene mucho que ver con la forma en la que se sale de la última gran crisis del capitalismo mundial que fue la de los ‘70. Coincido con Claudio en que esa crisis marcó un fin de ciclo, del boom de posguerra, basado en condiciones que podríamos considerar excepcionales. Hay un fuerte vínculo entre la manera en que se sale y el rol que empieza a jugar la búsqueda de valorización a través de las finanzas. En ese momento hubo una crisis de sobreacumulación, no sólo de sobreproducción. Se salió a comienzos de los ‘80, centralmente a partir de la ofensiva sobre el trabajo. Luego se cimentó con la desregulación, la posibilidad de abrir nuevas áreas para la valorización del capital como fueron las privatizaciones, la expansión capitalista a los Estados obreros, lo cual implicó nuevas posibilidades de acumulación rentable para el capital. Pero lo central fue la ofensiva sobre el trabajo. Para Marx este era un factor que contrarrestaba la tendencia a la caída de la tasa de ganancia pero que no anulaban los factores que conducen a ella, es la acumulación de capital que conduce por su propia lógica al reemplazo de trabajo vivo (trabajo asalariado) por trabajo maquinaria en escala creciente bajo la presión de la competencia capitalista.

[…] En este marco con la desregulación financiera, de lo que se trataba era de abrir nuevas vías para las ganancias que no tenía mucho sentido reinvertir en la producción. Mientras que la reinversión de las ganancias en la producción cayó ligeramente como proporción de la producción total, pasando del 25 al 22%, en cambio la inversión de las ganancias en activos financieros creció 10 veces, pasando del 2% al 20% del total de la producción. Es decir que casi por cada dólar gastado en ampliar la capacidad productiva se destina otro dólar a inversiones financieras.

[…] Esta gran creación de capital ficticio, -como definia Marx, el nuevo valor sólo puede surgir de la explotación directa del trabajo asalariado-, explica que hoy no haya relación entre la masa de esos capitales y el plusvalor generado, que debería “validarlo”. Hay una masa de riqueza que se valorizó sin que mediara la explotación del trabajo asalariado, y sin que guardara relación con las ganancias producidas en ninguna actividad productiva. Esto particularmente se aceleró desde la última crisis, el estallido de la burbuja de la “nueva economía” en el 2000. Se aprovechó el dinero barato gracias a la política de la Reserva Federal de bajar las tasas desde 2001, para comerciar masivamente títulos hipotecarios.

[…] La riqueza creada financieramente sólo puede sostener por un tiempo la ilusión de que ha creado un nuevo valor. Mientras haya confianza en que el proceso pueda sostenerse y se mantenga una tendencia a la suba de todas las cotizaciones. Pero cuando hay algún eslabón débil como fue el problema de insolvencia de un sector de deudores como en este caso de las hipotecas, que estalló como producto de la suba de la tasa de interés que se dio en 2006 se empieza a ver que detrás de ese problema de solvencia está la completa desrelación entre el capital ficticio acumulado, la riqueza financiera, y la plusvalía generada que debería respaldar esa acumulación, es el proceso que está en curso y lo que está amenazando es una destrucción masiva de riqueza completamente ficticia.

[...] Respecto de EE.UU., es cierto que tiene recursos para manejar la crisis con los que no podría contar ningún otro Estado. Ha logrado que incluso en el medio de la crisis que lo tiene como epicentro, los inversores atemorizados se fuguen hacia el dólar y los bonos del tesoro. Pero no puede descartarse que esto cambie. EE.UU. está aumentando su deuda exponencialmente para salvar a los bancos, a lo que se suma el fuerte déficit fiscal acumulado durante los años de Bush. No se puede descartar que, en no mucho tiempo le pase a los bonos o al dólar lo que hoy le pasa a los títulos hipotecarios: que los bancos centrales asiáticos y europeos los consideren papeles basura y no quieran seguir acumulándolos. Esto podría significar una presión a un salto en la devaluación del dólar, y una enorme pérdida en la capacidad de EE.UU. de manejar como le plazca la política monetaria. […] Esta crisis amenaza significar un salto en el retroceso del rol económico de EE.UU. y acelerar las presiones por redefinir las relaciones entre las grandes potencias económicas. Creo que es importante tenerlo en cuenta, no creo que pueda pensarse que ese retroceso vaya a desarrollarse pacíficamente, mucho menos si se profundizan las tensiones sociales al calor de la crisis en EE.UU. y en todo el mundo […] puede marcar la entrada en una situación en que las crisis, guerras y revoluciones vuelvan a plantearse de forma generalizada. Creo que ese escenario empieza a estar planteado y que por eso tenemos que prepararnos para intervenir en situaciones revolucionarias. […] Si pensamos que es efectivamente una crisis del capitalismo, y no solamente de las finanzas es muy difícil pensar lo que hoy son cierres de bancos, o corridas bancarias, no signifiquen quiebras de grandes empresas industriales o comerciales. […] Por la interconexión que refleja del conjunto de los centros financieros mundiales, por el hecho que está golpeando lo que fue la base para la producción y realización de mercancías en las últimas décadas, puede generar tensiones sociales impensadas [...] El hecho de que cada día nos sorprendan cosas como por ejemplo ayer [por el lunes], pensar que el plan se iba a aprobar, pero no lo aprobaron. Ayer no había síntomas de corrida bancaria, y hoy empieza a haber algunos. Es decir, ponerle límites a la situación y subestimar las tensiones sociales que pueda generar, y el efecto que pueda tener eso sobre lo que ha sido una lógica mayormente cooperativa entre los grandes países imperialistas en las últimas décadas, hoy no sería lo más adecuado. Hay que pensar escenarios más de catástrofe porque la realidad misma los está poniendo al orden del día.