viernes, 13 de junio de 2014

Tasas “cuidadas”, ¿crédito barato?

Aún con el tope a las tasas, los bancos siguen haciendo negocios formidables.

Las tirantes relaciones entre el jefe del Banco Central (BCRA) Juan Carlos Fábrega, y el Ministro de Economía, Axel Kicillof, se relajaron momentáneamente tras la decisión de imponer topes a las tasas de interés que pueden cobrar los bancos. El anuncio del martes impone que para las entidades más grandes las tasas podrán ser del 37% para préstamos personales y 32% para prendarios. Para las entidades más pequeñas, la tasa de los créditos personales será 46% y los prendarios, 36%. El Banco Central estableció también “nuevas reglas sobre comisiones y cargos de productos y servicios financieros básicos”. Los bancos y las emisoras no financieras de tarjetas de crédito tendrán que solicitar “autorización previa del BCRA para aplicar aumentos al costo”.

Estas medidas buscan descomprimir el enfriamiento del crédito que se registra desde comienzos de año, cuando el BCRA impulsó una suba de las tasas de interés. Esta medida apuntaba a mejorar los rendimientos en pesos, para limitar el negocio de especular con el dólar. Esta medida, después de la fuerte devaluación de enero, permitió junto a otros “ardides” descomprimir la presión contra el peso, frenando la corrida cambiaria y desinflando al dólar blue. Una solución bien en sintonía con lo reclamado por toda la oposición patronal, y los organismos internacionales como el FMI. Un ajuste a paso más firme que el que el gobierno ya venía aplicando. Como el enfriamiento del crédito y el impacto de la devaluación sobre el costo de vida aceleraron el parate de la economía, el ministro Kicillof venía empujando por un abaratamiento del costo de financiamiento, con el fin de revertir la caída del consumo a crédito. El recorte del crédito, sumado a la inflación y la dilatación de las negociaciones salariales en paritarias de varios gremios -ante los limitados aumentos que quieren imponer las patronales con aval del gobierno- están entre las principales explicaciones de la caída del consumo, que en mayo cayó 8,3% respecto de igual fecha del año anterior, y acumula en lo que va del año una retracción de 6,7%.

Como era de esperarse, los representantes del sector financiero se rasgan las vestiduras. Aducen que con estos techos no van a poder otorgar créditos. Sin empacho, señalan que están obligados a imponer costos financieros que rondan el 80%, que sino la ecuación de rentabilidad no cierra. Para sus argumentos obtienen la valiosa colaboración de reputados economistas exponentes de la ortodoxia neoclásica, como es el caso de Eduardo Levy Yeyatti, que en una entrevista en Clarín de hoy afirma que los costos del sistema son por el pequeño tamaño del sistema financiero local. Se dice todo esto, como si los bancos no hubieran estado en los últimos cinco años a la cabeza de los sectores que más ganaron en la economía argentina. Seguro, la fuga crónica de capitales de la burguesía local y las multis que amasan formidables ganancias en el país, configura un sistema financiero raquítico. Pero esta pequeñez, es transformada por los bancos de debilidad en fortaleza, ya que imponen tasas exorbitantes con el argumento de que de otra forma no podrían “brindar sus servicios”. La intermediación en créditos al consumo, las comisiones, el financiamiento al gobierno y las ganancias por los movimientos de la cotización del peso, permitieron que la banca amasara ganancias récord, al lado de las cuáles palidecen los dorados noventa. Sólo durante el primer trimestre de este año, los bancos amasaron el equivalente a la mitad de las ganancias todo 2013, es decir $16.104 millones. Anualizado, esto significaría una duplicación de sus ganancias. El 60% de esas utilidades obedeció a ganancias por apuestas al dólar que el Gobierno permitió, ya que sólo desde febrero reguló la posición en moneda extranjera del sistema. Por mucha preocupación que pretendan exhibir los representantes del sector financiero, estas medidas apenas los dejan en un rango de rentabilidad “normal”, con el criterio generoso que Kicillof viene mostrando para definirla, si lo juzgamos por los acuerdos con Repsol y con el Club de París.

¿Servirán estas medidas para reactivar el crédito? Si lo juzgamos por lo que dicen los bancos, o las grandes cadenas minoristas, ocurrirá lo contrario. En los últimos días volvió a congelarse el crédito. Sin embargo, después del pataleo inicial, no está descartado que el crédito se restablezca, e incluso vuelva a crecer. El enfriamiento del consumo pone una presión para mejorar las condiciones a los fines de estimular a los compradores, y como ya dijimos, las condiciones por las cuales los banqueros se quejan, permiten una rentabilidad que no está en los niveles exorbitantes que venían imponiendo, pero sí dentro de parámetros normales. Pero lo determinante no está tanto en las condiciones de oferta, como en la demanda: el crédito no se frenó sola ni principalmente por un encarecimiento de tasas, sino por el ajuste que el gobierno viene descargando sobre la clase trabajadora. Aún después de paritarias, el salario real promedio proyecta una caída de 6% o 7%, mientras que el panorama del empleo se agravó severamente. Sectores de la industria aparecen como los más comprometidos, pero de forma molecular la caída del empleo se expande por varios sectores. Las estadísticas oficiales sólo logran disimularla mostrando una caída de los que buscan trabajo activamente. Estas condiciones, que son un resultado de la política oficial, son las determinantes de un freno de la economía y del consumo, que no va a reactivarse solamente por un abaratamiento del crédito.

Por último, digamos, que aunque el Ministro Kicillof, transmutándose por un momento en una especie de Cavallo Nac&Pop, nos diga que “las compras en cuotas son otro logro de esta década” (como si cada festival financiero no las hubiera tenido) lo que las medidas actuales del gobierno buscan regular no es una distorsión surgida de la devaluación. Parece como que el financiamiento en cuotas es ahora caro sólo porque los bancos se abusaron de la devaluación, pero que no lo era antes. Y parece que los topes del gobierno devolverán la baratura crediticia. La rentabilidad del sector durante estos años, incluyendo el capítulo de financiamiento al consumo, es una prueba contundente de lo contrario. Las “tasas cuidadas” permiten un negocio en bandeja para los bancos, aunque en tasas más moderadas que las que determina su voraz sed de ganancias fáciles.

Una verdadera baratura del crédito puede lograrse con la misma medida que podría cortar de raíz las mil cabezas de la hidra especulativa: la nacionalización de la banca para crear una banca estatal única. Esta medida, junto a la nacionalización de todo el comercio exterior, y la declaración del no pago de toda la deuda externa, permitirá atacar de raíz la mentada “restricción externa”, que en su forma actual no es otra cosa que el resultado de la sangría que imponen los fugadores seriales que componen la burguesía nacional, las multinacionales que giran ganancias y desarrollan una matriz productiva deficitaria por su demanda de importaciones (que muchas veces adquieren con precios de transferencia inflados) la deuda externa, y la decadencia de la matriz energética como resultado del saqueo empresario avalado por los gobiernos “nac & pop” de Néstor y Cristina Kirchner. Con estas medidas, como parte de un programa que pueda imponer la clase trabajadora para evitar que los costos del fin de fiesta caigan sobre sus espaldas, podrá empezar a imponerse una salida que expropie a los expropiadores capitalistas y encare una reorganización de la economía en función de las necesidades sociales, y no de la ganancia.

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