Aún con el
tope a las tasas, los bancos siguen haciendo negocios formidables.
Las
tirantes
relaciones entre el jefe del Banco Central (BCRA) Juan Carlos
Fábrega, y el Ministro de Economía, Axel Kicillof, se relajaron
momentáneamente tras la decisión de imponer topes a las tasas de
interés que pueden cobrar los bancos. El
anuncio del martes impone que para las entidades más grandes
las tasas podrán ser del 37% para préstamos personales y 32% para
prendarios. Para las entidades más pequeñas, la tasa de los
créditos personales será 46% y los prendarios, 36%. El Banco
Central estableció también
“nuevas reglas sobre comisiones y cargos de productos y servicios
financieros básicos”. Los bancos y las emisoras no financieras de
tarjetas de crédito tendrán que solicitar “autorización previa
del BCRA para aplicar aumentos al costo”.
Estas
medidas buscan descomprimir el enfriamiento del crédito que se
registra desde comienzos de año, cuando el BCRA impulsó una suba de
las tasas de interés. Esta medida apuntaba a mejorar los
rendimientos en pesos, para limitar el negocio de especular con el
dólar. Esta medida, después de la fuerte devaluación de enero,
permitió junto a otros “ardides” descomprimir la presión contra
el peso, frenando la corrida cambiaria y desinflando al dólar blue.
Una solución bien en sintonía con lo reclamado por toda la
oposición patronal, y los organismos internacionales como el FMI. Un
ajuste a paso más firme que el que el gobierno ya venía aplicando.
Como el enfriamiento del crédito y el impacto de la devaluación
sobre el costo de vida aceleraron el parate de la economía, el
ministro Kicillof venía empujando por un abaratamiento del costo
de financiamiento, con el
fin de revertir la caída
del consumo a crédito. El
recorte del crédito, sumado a la inflación y la dilatación de las
negociaciones salariales en paritarias de varios gremios -ante los
limitados aumentos que quieren imponer las patronales con aval del
gobierno- están
entre las principales explicaciones de la caída del consumo, que en
mayo cayó 8,3% respecto de igual fecha del año anterior, y acumula
en lo que va del año una retracción de 6,7%.
Como
era de esperarse, los representantes del sector financiero se rasgan
las vestiduras. Aducen que con estos techos no van a poder otorgar
créditos. Sin empacho, señalan que están obligados a imponer
costos financieros que rondan el 80%, que sino la ecuación de
rentabilidad no cierra. Para sus argumentos obtienen la valiosa
colaboración de reputados economistas exponentes de la ortodoxia
neoclásica, como es el caso de Eduardo
Levy Yeyatti, que en una entrevista en Clarín de hoy afirma que
los costos del sistema son por el pequeño tamaño del sistema
financiero local. Se dice todo esto, como si los bancos no hubieran
estado en los últimos cinco años a la cabeza de los sectores que
más ganaron en la economía argentina. Seguro, la fuga crónica de
capitales de la burguesía local y las multis que amasan formidables
ganancias en el país, configura un sistema financiero raquítico.
Pero esta pequeñez, es transformada por los bancos de debilidad en
fortaleza, ya que imponen tasas exorbitantes con el argumento de que
de otra forma no podrían “brindar sus servicios”. La
intermediación en créditos al consumo, las comisiones, el
financiamiento al gobierno y las ganancias por los movimientos de la
cotización del peso, permitieron que la banca amasara ganancias
récord, al lado de las cuáles palidecen los dorados noventa. Sólo
durante el primer trimestre de este año, los bancos amasaron el
equivalente a la mitad de las ganancias todo 2013, es decir $16.104
millones. Anualizado, esto significaría una duplicación de sus
ganancias. El 60% de esas utilidades obedeció a ganancias por
apuestas al dólar que el Gobierno permitió, ya que sólo desde
febrero reguló la posición en moneda extranjera del sistema. Por
mucha preocupación que pretendan exhibir los representantes del
sector financiero, estas medidas apenas los dejan en un rango de
rentabilidad “normal”, con el criterio generoso que Kicillof
viene
mostrando para definirla, si lo juzgamos por los acuerdos con Repsol
y con el Club de París.
¿Servirán
estas medidas para reactivar el crédito? Si
lo juzgamos por lo que dicen los bancos, o las grandes cadenas
minoristas, ocurrirá lo contrario. En los últimos días volvió a
congelarse el crédito. Sin embargo, después del pataleo inicial, no
está descartado que el crédito se restablezca, e incluso vuelva a
crecer. El enfriamiento del consumo pone una presión para mejorar
las condiciones a los fines de estimular a los compradores, y como ya
dijimos, las condiciones por las cuales los banqueros se quejan,
permiten una rentabilidad que no está en los niveles exorbitantes
que venían imponiendo, pero sí dentro de parámetros normales. Pero
lo determinante no está tanto en las condiciones de oferta, como en
la demanda: el crédito no se frenó sola ni principalmente por un
encarecimiento de tasas, sino por el ajuste que el gobierno viene
descargando sobre la clase trabajadora. Aún después de paritarias,
el salario real promedio proyecta una caída de 6% o 7%, mientras que
el panorama del empleo se agravó severamente. Sectores de la
industria aparecen como los más comprometidos, pero de forma
molecular la caída del empleo se expande por varios sectores. Las
estadísticas oficiales sólo logran disimularla mostrando una caída
de los que buscan trabajo activamente. Estas condiciones, que son un
resultado de la política oficial, son las determinantes de un freno
de la economía y del consumo, que no va a reactivarse solamente por
un abaratamiento del crédito.
Por
último, digamos, que aunque el Ministro Kicillof, transmutándose
por un momento en una especie de Cavallo Nac&Pop, nos diga que
“las compras en cuotas son otro logro de esta década” (como si
cada festival financiero no las hubiera tenido) lo que las medidas
actuales del gobierno buscan regular no es una distorsión surgida de
la devaluación. Parece como que el financiamiento en cuotas es ahora
caro sólo
porque los bancos se abusaron de la devaluación, pero que
no lo era antes. Y parece
que los topes del gobierno devolverán la baratura crediticia. La
rentabilidad del sector durante estos años, incluyendo el capítulo
de financiamiento al consumo, es una prueba contundente de lo
contrario. Las “tasas cuidadas” permiten un negocio en bandeja
para los bancos, aunque en tasas más moderadas que las que determina
su voraz sed de ganancias fáciles.
Una
verdadera baratura del crédito puede lograrse con la misma medida
que podría cortar de raíz las mil cabezas de la hidra especulativa:
la nacionalización de la banca para crear una banca estatal única.
Esta medida, junto a la nacionalización de todo el comercio
exterior, y la declaración del no pago de toda la deuda externa,
permitirá atacar de raíz la mentada “restricción externa”, que
en su forma actual no es otra cosa que el resultado de la sangría
que imponen los fugadores seriales que componen la burguesía
nacional, las multinacionales que giran ganancias y desarrollan una
matriz productiva deficitaria por su demanda de importaciones (que
muchas veces adquieren con precios de transferencia inflados) la
deuda externa, y la decadencia de la matriz energética como
resultado del saqueo empresario avalado por los gobiernos “nac &
pop” de Néstor y Cristina Kirchner. Con estas medidas, como parte
de un programa que pueda imponer la clase trabajadora para evitar que
los costos del fin de fiesta caigan sobre sus espaldas, podrá
empezar a imponerse una salida que expropie a los expropiadores
capitalistas y encare una reorganización de la economía en función
de las necesidades sociales, y no de la ganancia.
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