Hace unas semanas, señalábamos en este post la existencia de dos temporalidades en la economía argentina de 2014.
Por un lado, la estabilización lograda en el plano más crítico, es decir la
situación del tipo de cambio y la posición de reservas del banco central,
ganada a fuerza de devaluación, suba de tasas de interés, ardides varios, y
disciplinamiento en las negociaciones paritarias. Es decir, un combo de ajuste
ortodoxo bastante profundo. Por otro lado, el ingreso de la economía en
recesión, en el marco del cual se registra una severa caída de la industria
automotriz y otras relacionadas. La recesión es un resultado directo del
ajuste, así como del deterioro de las ventas al exterior de automóviles,
especialmente a Brasil.
En las últimas semanas esta
segunda dimensión es la que había ganado visibilidad, por las suspensiones en
las terminales automotrices y en algunas autopartistas, acompañadas de despidos
a sectores de activistas en algunas de estas últimas. Con el rechazo de la
corte norteamericana a tratar la apelación presentada por el gobierno argentino
al fallo de Griesa, el plazo del que goza la estabilización cambiaria se
acorta. Las dos temporalidades se fusionan; pasamos a un horizonte cercano en
el que se puede volver a complicar el terreno cambiario y volver la presión
sobre las reservas, al mismo tiempo que la economía se sigue deteriorando.
La resolución del lunes golpea en
varios puntos sensibles, creando una desestabilización de conjunto. Veamos:
- En primer lugar, se van agotando las instancias a través de las cuales el gobierno puede seguir postergando una salida de fondo para los bonistas que rechazaron los canjes. Las condiciones que rigen para la deuda soberana, a las cuáles se obligaron sucesivos gobiernos argentinos al emitir deuda (incluyendo los de Néstor y Cristina en los canjes), permiten que los bonistas que no quieran avenirse a lo que acepta una mayoría de acreedores cuando se produce una reestructuración, tengan libertad para seguir litigando por mejores condiciones. De esta forma, aunque se produzca una reestructuración “exitosa”, es decir aceptada por amplia mayoría de los tenedores de títulos públicos, la cuestión puede seguir en litigio para los que no acepten reestructurar. A esta “extorsión” se avino el gobierno argentino cuando negoció; aunque se buscó minimizarla, para comprobar ahora que no es nada menor. A pesar de dos canjes “exitosos”, el litigio de apenas una parte de los que no ingresaron al canje hace peligrar la regularización de toda la deuda. Con el rechazo de la corte, queda firme el fallo de Griesa, y los tiempos y variantes de negociación se reducen. El gobierno está obligado a negociar o buscar alternativas para evitar las consecuencias del fallo (como cambiar el domicilio de pago para escapar al embargo o canjear los bonos por otros de jurisdicción argentina) a contrarreloj, con lo cual el default técnico se vuelve un fantasma real. Si el gobierno se decidiera por la negociación, esta se produciría ahora con la confirmación de un fallo adverso, sin que la corte norteamericana se haya avenido siquiera a dar un plazo de gracia haciendo consultas con el gobierno, lo cual debilita la posición del gobierno y fortalece la de los bonistas. Si decide pagar en Buenos Aires sería declarar una desobediencia al fallo (desobediencia hecha con el fin de seguir siendo puntuales pagadores al 93% que reestructuró), que podría dar lugar a eventuales embargos (recordemos lo que ocurrió con la Fragata libertad en Ghana), pero sobre todo dinamitaría cualquier posibilidad de vuelta a los mercados, ya de por sí ensombrecida. Aunque los tiempos se abreviaron considerablemente, ninguna definición tendría que tener lugar en lo inmediato. Por lo pronto, puede pedir a la corte que revise el caso, lo cual significa 25 días más. Esto significa que pago de los bonos Discount del 30 de junio no estaría amenazado. Posteriormente, quedará por ver si Griesa accede a los pedidos del fondo MNL, de Paul Singer, de acelerar el pedido de pago o se abre una instancia de negociación.
- El punto crítico, con todo, no está en lo que ocurrirá con la deuda, que puede repercutir muy severamente pero en el mediano plazo, sino con la ganada estabilidad cambiaria. Después de la fuerte devaluación de enero, la suba de interés para contener a los ahorristas en pesos y frenar el escape al dólar terminó de desinflar el mercado blue a partir de febrero. Las paritarias, que no terminan de cerrarse, están terminando en la mayoría de los casos con una caída de los salarios reales, lo cual significa que tuvo cierto éxito la estrategia de descargar los costos del ajuste sobre la clase trabajadora. Para garantizar que con este ajuste se pudiera llegar a 2015, la apuesta era la vuelta a los mercados. Hace ya varios meses que se habla del “desendeudamiento heterodoxo” y fórmulas por el estilo, para cubrir el hecho de que, cuando las papas quemas, la apuesta vuelve a ser la emisión de deuda, cuyas gravosas consecuencias hemos visto varias veces en las últimas décadas. A pesar de los deberes cumplidos por el gobierno con el Club de París, el Ciadi y Repsol, la amenaza de default técnico se convierte en una traba para poder emitir deuda a tasas accesibles. Esto significa que los dólares con los cuales se apostaba a cubrir los pagos de deuda en dólares y blindar al Banco Central ante eventuales corridas, no estarán ingresando. Como la inflación no cede, podemos esperar que se reinicie la especulación por un nuevo ajuste cambiario. El panorama se agrava por la respuesta –también “extorsiva”- que los bancos están mostrando ante a la decisión de poner tope a las tasas de interés para créditos personales y cuotas de las tarjetas. Bajaron la tasa de interés que ofrecen a los ahorristas, para desalentar los depósitos, lo cual significa más pesos que podrían volcarse rápidamente a la compra de billetes verdes. Frustrado el recurso a los mercados internacionales por el momento, acá también el gobierno pierde el manejo de los tiempos. ¿Qué significa esto? Que próximamente veremos seguramente un recrudecimiento del dólar blue y más presiones para devaluar. Esto significaría más presión inflacionaria y para reabrir paritarias. Pero el panorama de deterioro del empleo será utilizado por las patronales para hacer que los trabajadores reciban todo el peso de los ajustes.
La combinación de ajuste y vuelta
a los mercados para dosificar sus ritmos, está entrando en ruinas antes de
empezar. Esto preanuncia un forzado ajuste a ritmo más fuerte. La burguesía y
sus representantes políticos en el oficialismo y la oposición coinciden en un
punto: el ajuste debe recaer sobre los trabajadores. Aunque el gobierno declaró
varias veces que su política es que el empleo no se vea afectado, las
restricciones fiscales y la incapacidad de endeudarse restaron cualquier poder
de fuego para plantear seriamente medidas anticíclicas.
La encerrona actual es el
resultado de haber permitido alegremente durante los años de “vacas gordas” que
la gangrena de la deuda, las remesas empresarias, la fuga de capitales y el
deterioro de la matriz energética se expandieran y drenaran recursos. Ante la
crisis, se hace palpable que más de una década de gobiernos “nacionales y
populares” no alteró ni un ápice la situación de atraso y dependencia. Después
de una década de formidables transferencias a los bonistas, la deuda pública
total sigue equivaliendo a la mitad del PBI, y la parte en dólares en manos
privadas vuelve a crecer de forma considerable. Las renegociaciones pretendidamente
“soberanas” de la deuda, en 2005 y 2010, crearon formidables concesiones (como
el cupón al PBI, mantener la jurisdicción norteamericana, y la llamada clausula
Rufo, que obliga hasta enero de 2015 a extender a todos los bonistas cualquier concesión
que se haga a los holdouts que sea mejor que las de las renegociaciones
previas), y ni siquiera permitieron evitar la encerrona por parte de los
holdouts.
La única manera de cortar la "extorsión" es declarar el no pago de toda la deuda. Gobierno y oposición patronal coinciden hoy en que saldar el
tema de la deuda es clave para resolver la cuestión del dólar. Pero buena parte
de la cuestión del dólar se debe al pago de la deuda. Otro tanto se debe a las
maniobras de fuga de capitales, en las que los bancos juegan un rol clave, y
las de manipulación del comercio exterior. Por eso, junto a la declaración del
no pago de la deuda, es fundamental la nacionalización de la banca -con control o gestión obrera- y el
establecimiento del monopolio estatal del comercio exterior. De esta forma
puede atacarse la cuestión del dólar sin un nuevo mazazo al pueblo trabajador,
preparando el terreno para que los costos de esta crisis la paguen quienes la
generaron, los usureros junto con los grandes capitalistas nacionales y
extranjeros.
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