Cada noticia que se conoce sobre la economía argentina confirma que el panorama negativo se profundiza cada día. Una serie de elementos se concatenan para crear un círculo vicioso, donde los problemas en un frente crean problemas en otro, que a su vez repercuten negativamente en un tercer plano, y así sucesivamente.
La dupla dólar inflación es quizá uno de los ejemplos más evidentes. La devaluación de enero alimentó un salto en la inflación que tuvo a los alimentos y otros bienes básicos entre los componentes más afectados. Para tomar un ejemplo, según informes de la Dirección de Estadística de la Ciudad de Buenos Aires, los gastos de una familia tipo en el distrito subieron 39,3% en julio de este año con relación al mismo mes de 2013. El resto de los distritos no se quedan atrás. Mientras tanto, los cálculos más optimistas sobre el aumento de salarios (los que provee el Ministerio de Trabajo de la Nación), indican que el aumento promedio fue de 25,7%, si se considera el promedio de los valores salariales a lo largo de la vigencia de los acuerdos, incluyendo la percepción de los aumentos en etapas y el pago de sumas extraordinarias. Como se ve, el salario perdió por goleada en la carrera con los precios. Esto tuvo como resultado una severa caída en el salario real promedio, no menor al 5%.
Este ajuste se traduce en menor consumo, reforzado además por el recorte de los créditos y su encarecimiento (cuya reducción alcanza el 7% en lo que va del año). Esto pega de lleno sobre la actividad económica, ya golpeada por la caída de la demanda externa (que pegó con todo en la industria automotriz) y la escasez de dólares, que llevó al freno de las compras al exterior de insumos por parte de la Secretaría de Comercio, parando numerosos sectores de la industria. En estas condiciones, se multiplica la evidencia de que los pronósticos optimistas de hace unos meses de que el parate económico trocaría en recuperación durante la segunda mitad del año, son de cumplimiento imposible en la actual situación. Las cifras del Indec pusieron en evidencia en agosto, por primera vez, que no sólo cae la industria (-2,8% en el acumulado del año respecto de igual período del año anterior) y la construcción (-2,3%), sino también el empleo. La tasa de desocupación pasó de 7,2% en el primer trimestre de este año, a 7,5% en el segundo. No sólo recortan los salarios, también crece la desocupación. La ampliación de “Progresar” y la vuelta de los Repro, presentados como virtuoso keynesianismo, son medidas de contragolpe para intentar contrarrestar los efectos de la política de ajuste profundizada desde la devaluación y de las medidas de los empresarios para descargar el ajuste sobre los trabajadores. El gobierno quiere borrar con una mano lo que escribe con la otra.
El círculo vicioso se cierra sobre sí mismo. A ocho meses del ajuste devaluatorio, la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo está de vuelta en niveles exorbitantes, del 70%. El Jefe de Gabinete Capitanich ha salido a decir que lo del blue es invento de los medios, y que se trata de un mercado insignificante. La misma cantinela que se escuchó durante meses, hasta que finalmente el gobierno aceleró y realizó una devaluación de 23% para descomprimir el mercado. Los bancos y toda una calaña de especuladores, como siempre, los grandes ganadores. Sólo durante el primer trimestre de este año, los bancos amasaron el equivalente a la mitad de las ganancias de todo 2013, es decir $16.104 millones. Anualizado, esto significaría una duplicación de sus ganancias. El 60% de esas utilidades obedeció a ganancias por apuestas al dólar.
Lo cierto es que, a pesar del ninguneo, el Banco Central debió vender más de 400 millones de dólares en agosto para controlar el cambio oficial. La vuelta de la tensión cambiaria se explica por varios motivos. De fondo está la inflación, que ha vuelto a colocar la paridad cambiaria real (es decir en términos de poder de compra de la moneda local en relación al dólar) en niveles cercanos a los de comienzos de año, cuando la corrida cambiaria llevó al gobierno a dar un salto devaluatorio de 23% en enero, acelerando el ritmo que se había iniciado desde que Axel Kicillof y Juan Carlos Fábrega fueron nombrados en Economía y el Banco Central (BCRA), respectivamente. Como ocurre en estas circunstancias, no faltaron en las últimas semanas los reclamos -solapados- de sectores empresarios por la pérdida de “competitividad” (que en su concepción se consigue devaluando los salarios), ni el coro de economistas que acompaña y busca dar sustento a estos reclamos. Para algunos, aún la cotización del dólar paralelo a 14 pesos sigue siendo barata. A la inflación se suman el déficit energético e industrial, y los pagos de deuda pública en dólares, que generan una fuerte demanda sobre las reservas del BCRA. Esta demanda se confronta con la estrechez de las arcas de la autoridad monetaria: las reservas nuevamente amenazan caer a menos de 28 mil millones de dólares, como a comienzos de año. Ocurre que las fuentes de divisas están bloqueadas. No sólo fracasó la vuelta a los “mercados” por el litigio con los bonistas en el juzgado de Thomas Griesa. Al mismo tiempo se registra una caída de las ventas al exterior, la principal fuente de ingreso de dólares: entre enero y julio las exportaciones cayeron 3.780 millones de dólares en comparación a 2013. La baja de las exportaciones agrava la tensión cambiaria, y a su vez a mayor distancia entre las cotizaciones legal y paralela, más caen las exportaciones por reticencia de los “chacrers” a liquidar la soja.
El gobierno hace como si en todo esto no tuviera ninguna responsabilidad. Los especuladores buscan imponerle un golpe de mercado y los empresarios con posición dominante remarcan precios y manejan la oferta. Pero, ¿por qué los mayores “especuladores” y hacedores de golpe de mercado, los bancos, fueron un sector mimado durante estos años, que amasaron ganancias récord? ¿Por qué algunos empresarios con “posición dominante” como la patronal buitre de Lear violan alegremente las leyes y fallos del país y cuentan con total apoyo gubernamental? ¿Por qué son esos mismos actores con posición dominante algunos de los privilegiados por políticas oficiales como la de Precios cuidados, que ayudaron más a los negocios de las empresas que a frenar los precios?
El gobierno aplica el ajuste para que el conjunto de la clase capitalista descargue los costos del descalabro económico sobre las espaldas de los trabajadores, pero se hace el distraído. Cada día lo deja más en claro. Para defender los salarios, el empleo y las condiciones de trabajo, necesitamos una política de otra clase.