lunes, 13 de mayo de 2013

Raúl Godoy (dirigente obrero de Zanon, PTS) en gira por Europa

Invitamos a seguir las actividades del compañero Raúl Godoy en su gira por Europa, que podrán verse en el blog http://raulgodoyzanoneuropa.wordpress.com/. El dirigente de Zanón, la experiencia más avanzada que dio la clase trabajadora argentina ante el descalabro de 2001, y que plasmó en los cambios de estatuto del sindicato ceramista un ejemplo de sindicalismo antiburocrático, impulsando de forma incansable durante estos años la solidaridad con otras luchas y haciendo propias las demandas del pueblo pobre, sosteniendo la necesidad de coordinación del sindicalismo antiburocrático y de izquierda, y la organización política independiente de los partidos patronales, compartirá la experiencia de estos más de diez años con numerosas organizaciones de los trabajadores europeos, continente donde se vienen sucediendo numerosos ataques de la clase dominante contra la clase obrera. Como se plantea aquí, "la lucha de Zanón demuestra que SÍ SE PUEDE lograr una salida obrera contra los cierres de empresa, EREs y el desempleo que ya supera los 6 millones en el Estado español".

jueves, 9 de mayo de 2013

Desendeudamiento y pesificación, al arcón de los recuerdos


 
Luego de los anuncios de estos días, que se analizan con detalle acá y acá, hay dos términos que el gobierno ya no podrá seguir utilizando para describir al mentado "modelo", significante que se va llenando de forma variada según los giros que pegue la política económica. El primero de ellos es desendeudamiento. Sí, no es nuevo, en los últimos años el tesoro viene contrayendo deuda por varios miles de millones de pesos, pero hasta el momento había sido deuda en pesos, y en su abrumadora mayoría contraida con organismos públicos como la ANSES, el Banco Central, etc. Ahora cruzó un rubicón que tantos funcionarios y escribas oficiales aseguraron que nunca se cruzaría: emitir deuda en dólares. No otra cosa son los bonos que se planea emitir. Recordemos, varias veces los defensores de la política oficial, una vez que no pueden seguir diciendo que hay desendeudamiento (porque es algo del pasado, aparte de que el término es muy rimbombante para decir en realidad que se pagó, como diría el tango, como unos chambones), pasaron a decir que no hay mayores problemas, porque la deuda que se venía emitiendo es en pesos, no en dólares, y ningún país tendría problemas para emitir en su propia moneda. Bueno, por cada CEDIN o BAADE que emita, el gobierno contrae una deuda en dólares, no en pesos. Así que, ni "deseudamiento" en pesos, ni en dólares. El problema del acceso a dólares para pagar deuda en dólares, que se suponía que era algo que se iría terminando en el futuro, vuelve, ya que, como dice Julio Gambina en un artículo moderadamente crítico, "Con esta medida se retoma el camino de la deuda dolarizada".
"Pesificación" es otro término que los entusiastas de la política oficial deberán usar con algún prurito. Activos en moneda extranjera tendrán circulación legal en el mercado local, para financiar inversiones productivas, y, más aún, las transacciones de inmuebles, cuya pesificación fue un objetivo reiteradamente proclamado, queda también archivada. Los bienes inmuebles seguirán pactándose en dólares, con el aval oficial que expresa el CEDIN. 
Ni crecimiento, ni inclusión, ni desdolarización ni desendeudamiento (y por lo tanto ni "soberanía"). El "modelo" K se va quedando sin palabras que le den algún barniz progre.

martes, 7 de mayo de 2013

Algunos apuntes sobre el blanqueo de dólares

Luego de un largo tiempo de que los funcionarios del gobierno nacional insistieran en que el mercado del dólar blue, por su reducido tamaño, tiene nula incidencia en la economía real, algo desmentido hasta por los más entusiastas del modelo, el gobierno anuncia una iniciativa de blanqueo, acompañado de la creación de bonos para captar los dólares. Apunta así a cortar el drenaje que se viene produciendo e incentivando el regreso de algunos dólares del colchón al raquítico mercado local de capitales. También busca atacar uno de los peores efectos del salto del paralelo, la parálisis del negocio inmobiliario.
Un bono que rinde un 4% anual (pagado semestralmente), apunta a operar captar fondos destinados al sector energético, mientras que un Certificado de Depósito para el Sector Inmobiliario (CEDIN) busca permitir que se reactiven las operaciones en este sector, que tradicionalmente trabaja con moneda extranjera.
Algunos medios opositores no han dejado pasar la oportunidad de señalar la vuelta a la convertibilidad detrás de los anuncios: el bono que emite el Banco Central es al portador y transferible, y se puede usar como moneda ciento por ciento garantizada por las reservas guardadas. Igualito que los pesos durante dicho régimen monetario.
Algunos economistas habían sugerido iniciativas en el mismo sentido en que intenta moverse esta, de recrear algunos instrumentos de ahorro en el mercado local (aunque estos no son en pesos). 
¿Qué decir de los anuncios? En primer lugar, que atacan las consecuencias y no las causas. Las raíces del problema del dólar blue se encuentran en la inflación, y en la decisión del gobierno de no hacer con ella otra cosa que ocultarla, aprovecharla para realizar ajuste encubierto (recaudando más y gastando menos en términos reales) y poner algún parche en los trastornos que genera mediante subsidios. Aunque los escribas oficialistas hagan malabares para demostrar que no hay ningún problema con el dólar, las crecientes dificultades de rentabilidad y competitividad en distintos sectores, aún tapadas por las trabas a las importaciones, señalan lo contrario. Cada vez más sectores empresarios alientan la devaluación y, en el interín, sacan provecho de las restricciones del gobierno para amasar fortunas en negocios de corto plazo, especulando el mercado blue con formidables ganancias. El que apostó al dólar ganó, y lo hizo a lo grande.
Una segunda cuestión, es que, como hacen regularmente los gobiernos en problemas, apelan al bolsillo de los capitalistas, y no a su corazón, regalándoles otro jubileo impositivo. Algo que jamás podría ocurrir con los impuestos que recauda el Estado que caen sobre las espaldas de los trabajadores y el pueblo pobre. En cada consumo estamos obligados a afrontarlos (incluso cuando despupés el empresario que lo recauda lo evada). Y con la cuarta categoría del impuesto a las ganancias, impuesto cada vez más "popular" (porque más trabajadores deben afrontarlo), jamas un jubileo similar. Estos sólo están destinado a la clase capitalista, a la cual el Estado que gobierna en nombre de sus intereses regularmente la obsequia con estos anuncios para que, como el don Carlos de la propaganda de la AFIP, tengan la "grandeza" de poner algunos de sus dólares (ni se nos ocurra que todos) en la legalidad.
Una tercer cuestión, es qué efectos podrán tener estas medidas. Habrá que terminar de ver la letra chica, pero podemos adelantar un par de opiniones. Al atacar las consecuencias, no altera los fundamentos para la salida de dólares que se viene produciendo sin pausa hace años, sin que los torquinetes hayan logrado más que frenar su velocidad. Dicho esto, es probable que una parte de los dólares acolchonados regresen al sistema, para aprovechar rendimientos en dólares que no son desdeñables, a falta de alternativas de inversión productiva promisorias y sin grandes rendimientos previsibles tampoco en inversiones en el exterior. En el mercado inmobiliario, aunque el CEDIN busca facilitar el desarrollo de las transacciones, poniendo al Estado como mediador, que recibe dólares de los compradores para entregar posteriormente a los vendedores de las propiedades (nuevamente el 1 a 1; el gobierno garantiza un dólar al propietario por cada dólar recibido a cambio de certificados), no resuelve el conflicto de fondo que trabó las operaciones. Esto es, la incompatibilidad entre los costos que deben afrontar quienes se deshacen de los dólares y quienes los reciben para alcanzar un punto de acuerdo en el que ambos tengan pérdidas aceptables. Si esta negociación para llegar a un dólar "gris" se fue volviendo imposible con el crecimiento de la brecha entre el dólar legal y el blue, el anuncio del gobierno sencillamente remueve el terreno para este tira y afloje. Pero los costos de oportunidad de vender al dólar legal actual, que empujan a valuar las propiedades más allá de los precios que podrían encontrar compradores dispuestos, no desaparecerán mágicamente. Aunque el ordenamiento a través de los CEDIN seguramente sacará al sector de la parálisis en que se encuentra hoy, parece poco factible un dinamismo como el que venía registrando hasta hace no mucho tiempo.
Por último, pero no menos importante, aunque el gobierno nacional hace anuncios con los que aspira a ganar tiempo, esto no le permite por sí sólo salir de la encerrona en que se encuentra respecto del dólar. El mercado ilegal seguirá ahí, ya que también lo harán todas las restricciones para la venta de dólares. Si el éxito moderado de las medidas descomprime parcialmente y desinfla el valor del blue (cosa que no puede descartarse, aunque más no sea por una "toma de ganancias" por parte de quienes vienen apostando fuerte y con éxito en ese mercado), el kirchnerismo podrá encarar los tiempos electorales sin preocuparse demasiado por la cuestión del dólar. En este escenario, quedaría para tiempos pos electorales la respuesta a la pregunta de si hacer un desdoblamiento legal (medida muy arriesgada), devaluar (más riesgoso aún), o encarar un plan de ajuste antiinflacionario más ortodoxo que incluya una vuelta a los mercados para aprovechar las bajas tasas de financiamiento que existen hoy a nivel internacional. Pero como sea, todas las alternativas mencionadas, que incluyen variantes de más ajuste (algo que ya viene ocurriendo pero que el agotamiento del modelo plantea en mayor escala) contradicen de cabo a rabo la afirmación de Cristina Fernández: "El corazón del modelo rechaza todo lo que signifique transferencias compulsivas de ingresos de los sectores mayoritarios, sus clases medias y medias bajas, los pequeños y medianos productores, pequeños comerciantes". No otra cosa que esto es lo que está detrás de todas las alternativas de fondo, fuera de los parches coyunturales como los anuncios de hoy. Los trabajadores debemos poner en marcha un plan alternativo, que de respuesta a las aspiraciones fundamentales de los trabajadores contra las cuáles se está cocinando otro zarpazo de este régimen de explotación y miseria.

sábado, 4 de mayo de 2013

La Argentina, a 10 años de la salida de la convertibilidad: contradicciones recurrentes para la continuidad de la acumulación capitalista. Una mirada desde la teoría marxista

En el post anterior nos hemos referido a los ciclos stop & go (pare siga), que han sido ampliamente teorizados por la corriente estructuralista (Canitrot, Porto, Oscar Braun). Queríamos destacar un trabajo de hace un tiempo, La Argentina, a 10 años de la salida de la convertibilidad: contradicciones recurrentes para la continuidad de la acumulación capitalista. Una mirada desde la teoría marxista, donde desarrollamos una visión de este problema que, partiendo de muchos aspectos correctamente tratados por estas corrientes, señalamos las insuficiencias de los mismos. Cuestión de gran interés para dar cuenta de los rasgos que tuvo la acumulación de capital también en la última década, mostrando la persistencia de problemas profundos y de larga data.

viernes, 3 de mayo de 2013

Otro año de frenazo económico. Un “modelo” K sin tasas chinas y cada vez más averiado






Aunque a comienzos de 2013 la mayor parte de los pronósticos coincidían en señalar que este año la economía argentina repuntaría del frenazo que tuvo en 2012 (año en que las estadísticas oficiales registraron un crecimiento del 1,9%, que para varias consultoras fue aún menor).
Sin embargo, entrando en el quinto mes del año, estas expectativas parecen desinflarse. EL primer bimestre del año mostró un crecimiento de 2,8%. La apuesta del gobierno, por iniciativa de Guillermo Moreno, de mostrar un congelamiento de precios creíble, para limitar las paritarias pero también para alentar el consumo, no tuvo éxito. El freno de las subas fue relativo, pero además ya la suba de precios que precedió a los acuerdos ya había hecho mella en el poder adquisitivo de los salarios. Por eso, algunos relevamientos registran un freno al consumo cuyo principal motivo se encuentra en la caída del salario real (Finsoport señala que esta caída fue del 2% en lo que va de 2013). Lo que es aún más digno de atención, es que se registró una fuerte caída en las ventas en supermercados, que "se caracterizan por una baja variabilidad".
La situación de una economía sin crecimiento parece haber llegado para quedarse. Y la política económica del gobierno nacional, lejos de poder operar para contrarrestar esta tendencia como intentó hacer en otros momentos, ayuda en varios aspectos a consolidarla.

El stop sui generis de Guillermo Moreno
En las elaboraciones sobre la economía argentina existe una amplia literatura sobre los ciclo Stop & Go [o pare/siga]. Algo hemos comentado en este blog sobre los mismos, polemizando con algunos aspectos de la explicación estructuralista sobre los mismos. Sínteticamente, el mismo se producía cuando, ante una restricción en la disponibilidad de divisas, se forzaba una devaluación de la moneda nacional, que resolvía la falta de divisas ajustando la demanda de las mismas a la baja por la vía de la recesión. Esto recreaba las condiciones para el crecimiento durante un período, hasta que nuevamente se ingresaba en el atolladero y se volvía necesario otro ajuste devaluatorio.
La Argentina, aún con decenas de miles de millones de dólares acumulados en el Banco Central como reservas, y con un comercio exterior superavitario, está enfrentando desde el año pasado una salida de dólares superior al ingreso de los mismos, que hizo sonar las alarmas del gobierno. Como señalamos en otras oportunidades, este saldo positivo en la balanza de pagos fue desde 2010 el único punto de apoyo para administrar desequilibrios crecientes, como son el alza de precios, la necesidad de recurrir a nuevas fuentes de recursos para sostener un gasto fiscal en alza y la crisis energética. Si hasta 2010, aún con fuga de capitales, los dólares del comercio alcanzaron para que el BCRA financia al tesoro pago de la deuda en dólares y que las empresas de las potencias imperialistas giraran dólares al exterior sin caída de reservas, 2011 cerró con caída. Por eso, se dispararon las medidas de Guillermo Moreno para trabar las compras al exterior, y el cepo cambiario del que ningún funcionario quiere admitir la responsabilidad.
Estas medidas, especialmente las trabas a las importaciones, ayudaron al frenazo en una economía que ya venía acumulando dificultades para sostener el crecimiento a tasas elevadas, que fueron manifestándose de forma creciente al menos desde 2008. Lo que es notorio desde el último año, es son los márgenes más estrechos en los que empezó a manejarse la acción gubernamental. Desde que emergieron los primeros síntomas de agotamiento, la política del gobierno apostó a administrar las dificultades con cambios limitados, evitando cualquier reformulación profunda del esquema económico. Esto implicó convivir con desequilibrios cada vez más flagrantes que han ido restringiendo los márgenes para la política económica agotando uno a uno los pilares del “modelo”, el dólar caro, el superávit fiscal y también de la balanza de pagos, pero sin que esto afectara severamente el crecimiento económico. El año pasado, en cambio, el gobierno debió aplicar un stop, restringiendo las importaciones y –como subproducto de ello- poniendo límites a varios sectores productivos altamente dependientes de insumos importados como es buena parte de la industria manufacturera.  Este panorama, señalan varios analistas críticos de la política oficial (ver aquí), no hará más que deteriorarse.  Mario Brodersohn lo vincula de forma directa a la reaparición de la restricción externa:

en el 2013, aun partiendo de un nivel récord de exportaciones de 84.000 millones, no queda otra alternativa que seguir enfriando la economía porque ese nivel de exportaciones sólo alcanza para financiar el nivel de importaciones que demanda una economía que permanece estancada.
En el 2014 se agrava el impacto de la restricción externa porque para crecer un 1.5 % requerirá un nivel de exportacionesmás alto que el del 2013 a fin de financiar el aumento en lasimportaciones.
Lo mismo ocurriría en el 2015 si la economía crece un 1.5 %. Todas estas proyecciones nos conducen a esperar para el 2013/15 una economía que prácticamente permanece estancada en los mismos niveles que en el 2012. El crecimiento a tasas chinas pasara a ser un recuerdo histórico.

La suerte, pilar central del "modelo" versión 2013
La particularidad que muestra el desgranamiento actual de la economía argentina, es que no hay preanuncios de descalabro como los vividos en todos fines de “época” previos. Aunque son numerosos los desequilibrios existentes, y hoy la política del gobierno busca compensar algunos (como la falta de dólares) agravando otros problemas, ni por el lado de la deuda, ni por el frente externo, hay un pronóstico de tormenta como el de 2001. Aunque el salto de la brecha entre el dólar oficial y el blue muestra (y alimenta aún más) fuertes expectativas de devaluación, el gobierno aún tiene margen, ya que cuenta con dólares de reservas que están todavía en un nivel bastante considerable. Los dólares de reservas del BCRA actúan como garantía para el pago de la deuda, así como permiten resistir las presiones para devaluar más el peso y soportar la salida de capitales que se taponó pero no se frenó.
Por eso, algunos economistas, como Eduardo Levy Yeyati por ejemplo, señalan que debemos prepararnos, no para una “crisis” a la argentina, con sus episodios dramáticos, sino para una “deriva sin desenlace”, una economía que mantenga las tasas actuales, y los problemas que se vienen acumulando sin resolverse, sin entrar en una espiral de desequilibrios.
No se trata de un escenario improbable, aunque, es necesario decirlo, para que este pueda continuar se viene dependiendo cada vez más de la suerte. Toda la estrategia del gobierno, de administrar algunos desequilibrios creando otros problemas, depende de un pilar que está determinado por condiciones que el gobierno ya no controla. Los dólares del superávit comercial son clave para que el BCRA cuente con reservas para financiar al tesoro (el gobierno le tomó en préstamo u$s 3 mil millones en las últimas semanas para pagar la deuda) y para sostener una política monetaria que cada vez es más expansiva. Si ya hay un gran problema en perseguir juntos todos estos objetivos porque se genera una exigencia muy fuerte sobre dichas reservas, el mayor problema es en qué medida está garantizado el acceso a los dólares. Las medidas de Moreno contuvieron el drenaje, el problema es en qué medida el flujo positivo comercial (sin el cual no hay “tapón” que pueda funcionar) puede garantizarse. Hoy hay superávit comercial gracias a una soja que cotiza a más de 500 dólares la tonelada, es decir muy cerca de los techos de los últimos años.  Contra la idea de que los precios más altos responden a causas estructurales, el chileno Gabriel Palma, sostiene que “no hay ninguna evidencia de que lo que pasa en Asia explica un cambio estructural permanente en el mercado de las materias primas. Es un error pensar como permanente algo que es transitorio” ("Un cambio de precios de las materias primas puede ser letal", El país, 26/02/2013). En las últimas semanas estamos viendo la caída. De esfumarse el superávit comercial, aún con todos los esfuerzos de Moreno para evitarlo, todo el complejo sistema de contrapesos que viene permitiendo administrar los desequilibrios crecientes quedaría desestabilizado. Por eso, como hemos señalado varias ocasiones, la economía argentina se encuentra en una situación sin “capacidad de reacción”. Aunque el gobierno puede manejarse mientras no se produzca ningún cambio abrupto, no está en condiciones de acomodarse a un fuerte deterioro sin entrar en situación de descalabro, algo que, en cierta medida, pudo hacer en 2008/09. En ese momento no se frenó una destrucción de puestos de trabajo que rondó los 100 mil, pero se pudo poner en juego recursos para contener un impacto que podría haber sido mucho más severo. Un dato central hoy es que la posibilidad de mantener los desequilibrios bajo cierto control es muy dependiente de que se mantengan condiciones favorables creadas por algunas tendencias de la economía global que tienen bases frágiles (como señalamos acá).
Sin embargo, aún en un escenario como el planteado por Levy Yeyatti, de una situación que se deteriora lentamente pero sin pausa gracias a condiciones externas favorables, con una economía que no cae, dólares de la soja que siguen entrando, una brecha cambiaria volátil pero que no desencadene problemas en los bancos(ver lo que plantea Hernán Lacunza sobre la cobertura de los bancos por parte del BCRA) ni fuerce una gran devaluación ni antes ni después de las elecciones, es decir más de lo que venimos presenciando, estamos hablando de condiciones que llevan a tensiones crecientes entre las clases, que es lo que empezamos a ver durante 2012 y seguiremos viendo cada vez más. Si desde sus orígenes el kirchnerismo se caracterizó por una apuesta a utilizar los recursos del Estado para distender las relaciones entre las clases, impulsando algunas mejoras de ingresos (en relación al piso que habían alcanzado en 2002, pero sin acercarse ni de lejos a los niveles históricos en el caso se los salarios, ver acá) y subsidiando la ganancia, hoy su política ha adquirido un sentido contrario. Algunas medidas de “distensión” se mantienen, pero son combinadas con ataques a importantes sectores de los asalariados, con el torpedeo a cualquier paritaria que intente irse más allá del 20% y el mantenimiento del impuesto al salario luego de la irrisoria elevación del mínimo no imponible anunciada en marzo (según Cristina del 20%, en realidad del 17%). De conjunto, aunque lo niegue, el gobierno impulsa un ajuste que es descargado de forma directa sobre los trabajadores que osen tener el “privilegio” de cobrar un salario que pueda cubrir la canasta familiar, y de forma indirecta afecta a sectores aún más amplios mediante la tercerización de buena parte del recorte del gasto, que están obligadas a hacer las provincias que reciben menos fondos nacionales. Mientras la clase capitalista busca por todos los medios, incluida la inflación, mantener y acrecentar su participación en el ingreso, el gobierno acompaña hoy con su política de ajuste “heterodoxo. El deterioro económico empezó a dar lugar a “despidos hormiga”, que se dan al mismo tiempo que distintas patronales atacan en lugares donde se están desarrollando procesos de organización desde abajo, ya sea luchando contra la burocracia como peleando por delegados y comisiones internas donde estas no existen. Vemos los casos de Lear, Latingraf, la metalúrgica Liliana (Rosario), Felfort, poco antes VW en Córdoba.
Por eso, el escenario de letargo que prevén varios analistas, atado con alambre a que no haya grandes cambios en la situación internacional, es sin embargo uno de creciente descontento obrero y popular, donde veremos luchas duras de las que las últimas semanas mostraron algunos anticipos. 

martes, 23 de abril de 2013

A 5 años del crack de Wall Street ¿lejos del sendero de la gran depresion? no lo parece....

En su último Panorama Económico global, el FMI reprodujo los pronósticos tranquilizadores que suelen caracterizarlo aún en las peores condiciones. El organismo fue uno de los primeros que en 2009 veía “brotes verdes” por todas partes, que al final en el mundo desarrollado dieron lugar a poco más que una estabilización “bonsai” o pigmea en los EE.UU. al tiempo que Europa continuó un deterioro cada vez más peligroso. Si para el resto de la economía mundial logró desacoplarse parcialmente, el resultado estuvo lejos de sus pronósticos optimistas. Ahora el FMI nos presenta nuevamente datos alentadores al menos para la perspectiva inmediata. Si bien este año el crecimiento previsto del producto mundial es de 3,25%, para el año próximo espera que crezca al 4%. Una economía ahora en tres velocidades (y ya no sólo dos) que, aunque con diversos riesgos a la vista, continua un alejamiento paulatino de los eventos catastróficos de 2008. En estas condiciones, aunque en lo inmediato las economías desarrolladas “la política debería utilizar todas las medidas prudentes para sostener una demanda anémica”, el punto crítico de la política fiscal a mediano plazo, es la “consolidación” fiscal a mediano término, aunque para algunos países (como los los EE.UU. y Gran Bretaña) pida un ritmo más lento en el mismo sendero de recortes.



EE.UU., la gran depresión y el desempeño pos Lehman

Sin embargo, resulta difícil sustentar una visión optimista, aún para el corto o mediano plazo. Aunque la situación de los EE.UU. contrasta favorablemente con la de Europa, esto habla más bien de la situación cada vez más sombría en la que se encuentra buena parte de la Unión como producto de las políticas de ajuste, y no de la fortaleza norteamericana. Así lo ponen en evidencia los pronósticos poco alentadores que están surgiendo en los últimos tiempos. J Bradford DeLong, economista neokeynesiano que hace no mucho tiempo mostraba gran confianza en las capacidades de la política fiscal y monetaria para sacar a la economía norteamericana del sendero de la depresión, ajustó en las últimas semanas las perspectivas que había trazado anteriormente. Hasta el momento, venía llamando a la crisis iniciada en 2007 Depresión Menor, señalando así su menor envergadura respecto de la Gran Depresión de los años '30. Pero para Delong esta definición ya no se ajusta a la dinámica que está atravesando la economía norteamericana. Según sus estimaciones, “es casi seguro que las pérdidas [que para el autor totalizarán nada menos que el 60% del PIB de un año] no habrán finalizado para 2017”. Su conclusión es que debe dejar de llamar a la crisis que estamos atravesando “Depresión Menor”: “Sí, su forma es distinta a la de la Gran Depresión pero, hasta ahora por lo menos, no hay motivo para clasificarlo en un nivel inferior en la jerarquía de desastres macreconómicos”.



Tiempos muy austeros

Salir de lo más profundo del pozo no es lo mismo que recuperar dinámica. Las iniciativas desplegadas a lo largo de toda la geografía global ante el crack de 2008 permitieron realizar una contención de daños. Pero por la persistencia de los efectos de los quebrantos privados sobre las economías más ricas, no ocurrió nada parecido a una recuperación vigorosa y sostenida. Los elementos de contención devinieron a su tiempo en eslabones débiles, especialmente en la Unión Europea, y llegó el tiempo de los ajustes fiscales. También en los EE.UU.: la Administración de Barack Obama afronta un déficit muy elevado, pero ha llevado a cabo el mayor ajuste en 30 años: desde el 10% del PIB en 2011 hasta el 8,5% de 2013, y la previsión es que acabe en el 6,5% en 2014. Sin embargo, sería erróneo creer que sólo allí y en los EE.UU. se están produciendo ajustes profundos. En contra de lo que parece, las políticas de contracción fiscal se están dando en casi todo el mundo. El estudio “The Age of Austerity: A review of public expenditures and adjustment measures in 181 countries” estiman que en 2013 119 países ajustarán sus cuentas, y 131 lo harán en 2014. Es decir que las medidas de austeridad afectan hoy a 5.800 millones de personas y afectarán a 6.300 millones en 2015 (el 90% de la población mundial). Las medidas de contracción fiscal más generalizadas han sido la disminución de salarios públicos (en 74 países de bajo ingreso y en 23 de alto), reducción o eliminación de subsidios (en 78 países de bajo ingreso y 22 de alto), incremento de impuestos al consumo (63 de bajo ingreso y 31 de alto), reforma de las pensiones y de los sistema de salud (en 47 de bajo ingreso y 39 de alto), reformas diversas en los sistema de protección social orientadas a limitar su alcance (en 55 países de bajo ingreso y 25 de alto), y flexibilización del mercado de trabajo (según el FMI en 32 países pero según la OIT en 40 países).

En los últimos días ha caído en descrédito un estudio que se transformó rápidamente en un clásico, “Growth in a Time of Debt” de Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart (RR de acá en más), publicado en 2009. El mismo “probaba” que un nivel de deuda excesivo se transformaba en un lastre para el crecimiento económico. Para los países que mantenían niveles de deuda superiores al 90% del PIB durante cinco años o más, su crecimiento medio rondaba el -0,1%. Si bien desde el mismo momento de su publicación fue blanco de varias críticas (entre ellas la de una inversión de la causalidad entre crecimiento y deuda), pero la piedra del escándalo fue el descubrimiento de que, sencillamente, los resultados de RR eran el resultado de datos incorrectos. Fue el descubrimiento que hicieron Herndon, Ash & Pollin, según detallan en “Does High Public Debt Consistently Stifle Economic Growth? A Critique of Reinhart and Rogoff”. Analizando las hojas de cálculo usadas por los autores en su libro, comprobaron que los resultados principales surgían de simples errores de cálculo y transcripción. Uno de los más importantes fue la exclusión de lapsos de crecimiento de países (como Nueva Zelanda) con un ratio deuda/pib mayor al 90%.

Sin duda, estos descubrimientos arrastrarán al descrédito a la dupla RR y su trabajo. Sin embargo, no es de prever que eso vaya a torcer significativamente el rumbo de las políticas. La decisión de mantener las cuentas públicas ajustadas responde a presiones muy poderosas, no sólo por parte de instituciones multilaterales, sino especialmente de los grandes bancos y tenedores de títulos de deuda, pero sobre todo a la necesidad de avanzar medidas más de fondo para descargar la crisis sobre los trabajadores y los sectores populares buscando una salida mediante el ajuste.

Esta “era de austeridad” augura la persistencia de un crecimiento anémico. De todos modos, es un error culpar de la persistencia de la crisis a las medidas de recorte del gasto, como hacen distintas vertientes keynesianas, para quienes la iniciativa fiscal tiene capacidad de dar algo más que un alivio momentáneo. Contrario a lo que pregonan estas corrientes, aunque un recorte significativo del gasto en un contexto depresivo puede agravar los problemas, de esto no se deduce que un plan de gasto más ofensivo alcanza para encarar una salida de la crisis. Las “fallas tecnónicas” que recorren a una economía mundial descalabrada por el crack de 2008 no se pueden subsanar a fuerza de gasto público, como si este pudiera sobreponerse a las contradicciones sistémicas.



Un bombeo monetario cada vez menos enérgico

Ante las constricciones de la política fiscal, se expande cada vez más la experimentación con políticas monetarias en una escala sin precedentes en la historia del capitalismo. EE.UU. sigue a toda marcha con su QE3. Japón fue el último en sumarse a esta línea aventurera, en la expectativa de salir definitivamente de las tendencias deflacionarias que aquejan su economía hace décadas. Como señala un artículo reciente, “toneladas de dinero inyectadas en la economía a base de compra de bonos, préstamos baratos y unos tipos de interés por los suelos para reanimar el crédito, el consumo, la actividad. El nivel de estímulos no tiene precedentes, pero los riesgos tampoco”. Como señala otro autor, “desde 2011, poco más o menos, los costes de la flexibilización cuantitativa han comenzado a superar a sus beneficios, sometidos a una disminución de su rendimiento. La flexibilización cuantitativa ha creado una inflación en el precio de los alimentos que es muy perjudicial para los dos mil millones de personas que viven con menos de dos dólares al día […] El aumento del precio del petróleo ha sido muy negativo para la economía estadounidense; la caída del consumo estadounidense en 2011 se debió al aumento del precio de los alimentos y el petróleo”. El ingreso de nuevos países por esta senda de expansión monetaria en la que los EE.UU. fue pionero, podría agravar los problemas. Otro analista plantea sombríamente que “la élite financiera global se ha encontrado ante el dilema: o llevar el mundo por la vía deflacionista-depresiva con la plena bancarrota del sistema financiero, o por el no menos peligroso camino de la hiperinflación con el resultado confiscatorio análogo”. La pérdida de efectividad se hace visible en el hecho de que una escala en aumento de flexibilización cuantitativa produce un resultado cada vez más débil en el terreno del crecimiento, y cada vez mayor en el de los precios.

Que se sumen nuevos países al batallón de los que intentarán la alquimia monetaria, augura que, bajo el rótulo de la “batalla del crecimiento”, se desarrolle en realidad una guerra de monedas, hace años anunciada aunque pospuesta. Una “coordinación” de las principales economías (desarrolladas y “emergentes”) impulsando en simultáneo políticas monetarias ultra-expansivas, podría multiplicar la inestabilidad monetaria y financiera, alimentando aún más burbujas en todo el planeta, y golpeando de coletazo a los países que vienen basando su crecimiento en altos precios de commodities en dólares. Pero además, hace cada vez más difícil que la respuesta coordinada se siga imponiendo por sobre las numerosas líneas de disputa entre los principales imperialismos, y de ellos con varias potencias emergentes. Como señala este estudio, si en el último año se buscó mostrar que la respuesta a la crisis era más integración, con numerosos acuerdos de liberalización del comercio entre distintas regiones del planeta, estos han entrado rápidamente en un estado de empantanamiento.



Los peores fantasmas

Aunque ya varias veces el coro de optimistas (con acompañamiento de algunos “críticos inmanentes”) anunció que “esta vez es diferente”, que el aprendizaje respecto del pasado de crisis alcanzaría para desplegar iniciativas para salir de la crisis y evitar un sendero traumático como el de la Gran Depresión, estamos viendo exactamente lo contrario. En una situación por el momento sin catástrofes pero tampoco de recuperación sólida, con un crecimiento global descomponíendose en tres velocidades, los márgenes para las iniciativas coordinadas se estrechan. Y, ante la dureza de los ataques del capital, en una geografía cada vez más extendida los trabajadores buscan resistir a los ataques, una inesperada “vuelta de la lucha de clases”.

Este sistema ha mostrado, y vuelve a mostrar en la crisis histórica actual, una gran capacidad de “destrucción” que sólo en las mentes de los apologistas de este sistema de explotación puede seguir presentándose como “creativa”. Para los trabajadores de todo el mundo, es urgente mostrar su creatividad en desarrollar una alternativa. Lejos de un paulatino alivio de la situación, los principales choques (“crisis, guerras y revoluciones” como diría Lenin) están ante nosotros. Para eso debemos prepararnos los revolucionarios.


jueves, 4 de abril de 2013

Un crimen social que es resultado del lucro con la tierra



La catástrofe generada por la tormenta que arrasó toda la provincia de Buenos Aires, con los peores efectos en La Plata y la CABA, sumando al menos 56 muertos y por el momento decenas de desaparecidos, puso de relieve toda la desidia con la cual los gobiernos de todos los niveles encaran la necesaria prevención ante los efectos de los sucesos naturales que –aunque muy graves- están dentro de lo previsible y cuyos efectos fatales podrían haberse mitigado de forma muy significativa.
Se afirma, con razón, sobre la negligencia criminal en las iniciativas de prevención, el diseño de planes de acción ante las emergencias, y la negligencia en la implementación de las obras anti-inundación. En el caso de la ciudad de Buenos Aires, si bien había cuatro obras en marcha, tres estaban paralizadas. En agosto de 2012 el auditor general Eduardo Epszteyn señalaba el masivo recorte del presupuesto para obras de infraestructura pluvial: "El gobierno porteño presentó para 2013 un presupuesto de solo 26 millones de pesos para nuevas obras de infraestructura de la red pluvial contra los 294 millones de este año", decía su informe. Aunque del monto presupuestado en 2012 fue recortado hasta quedar en sólo $50 millones, de los cuales finalmente se ejecutó sólo el 23,7% según la consultora EGES, es decir $11,8 millones.Las obras de la cuenca de los arroyos Ochoa y Elia, la cuenca del arroyo Erézcano y la cuenca de los arroyos Vega y Medrano no registraron ejecución. Según Epszteyn aunque nuevamente se incluyó el plan de obras para lo cual mandaron una nueva ley de endeudamiento a la Legislatura “se perdió mucho tiempo y ahora hay que empezar de cero". Aunque entre el gobierno de la ciudad y el de la Nación se pasen la pelota de la responsabilidad en habilitar en el endeudamiento para las obras, en ambos planos se puso de relieve una negligencia criminal. En el terreno de la prevención más inmediata, tampoco se pusieron en marcha medidas elementales. “En otoño las hojas caen de los árboles y ante una alerta así tendrían que haber mantenido limpio todo. No se hizo de manera suficiente y eso contribuyó para que las zonas no inundables, se inunden”.

Pero la negligencia en las elementales medidas de prevención y la falta de ejecución de obras nos hablan apenas de una dimensión de las acciones públicas que crearon las condiciones para el salvaje crimen social que golpeó sobre los sectores populares. Hay otra faceta aún más siniestra, que nos habla no sólo de pasividad y desidia, sino de un rol activo en agravar los daños que crean las lluvias. Nos referimos a los efectos producidos por el desarrollo explosivo del negocio inmobiliario, que en las últimas décadas vio multiplicar su influencia en la articulación general del desarrollo urbano, enteramente orientado a posibilitar la maximización de la renta del suelo por parte de los grandes desarrolladores inmobiliarios. Ya nos hemos referido a la cuestión en este blog cuando ocurrió la masacre del Indoamericano, poniendo de relieve el sesgo antiobrero y anti-pobres que confirió a la construcción de viviendas de la ciudad, empujando a los sectores de menores recursos a los márgenes de la ciudad. La especulación inmobiliaria que produjo este desplazamiento, es la misma que, como producto de las modificaciones en los criterios de zonificación y la derogación de las restricciones para la construcción en altura, realizadas retaceando intencionalmente cualquier evaluación de los impactos, tiendió por eso a crear nuevas zonas inundables y agravar los efectos en los que ya lo eran.
En Buenos Aires, esta reorganización de la geografía metropolitana significó el taponamiento de desagües naturales como son los arroyos, debido a que los cimientos profundos generan diques que comprometen la circulación de las aguas hacia el río, produciendo ascensos de la napa y empeorando las inundaciones. A la par que se creaba este problema, no se producía ninguna compensación en la infraestructura fuera de promesas de obras que se vienen proyectando con ritmo cansino, como si las lluvias no vinieran creando flagelos hace varios años. También significó la destrucción de espacios verdes, lo que significa una menor absorción de aguas por parte de los árboles y suelos con vegetación, que juegan el rol de absorber grandes cantidades de agua que liberan a los ríos, arroyos y a la atmósfera, disminuyendo así el riesgo de inundaciones de forma significativa. En el caso de la ciudad de La Plata, la autopista que la conecta con CABA es definida por varios expertos –por el modo en que fue construida- como una especie de dique que impide el desagüe de las lluvias. El geógrafo Héctor Zajac señala que en “el caso de los countries, la situación fue similar, pero con el agravante que las urbanizaciones ocurrieron directamente sobre espacios verdes de alto valor regulador del ciclo del agua como humedales del Delta o bosques de la zona sur”. En lo que respecta a muchos barrios privados, su construcción tendió a agravar los problemas de inundaciones en las zonas aledañas a los mismos, en muchos casos constituidas por barriadas pobres y altamente precarias.
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Esto se agrava por el impacto que tiene sobre el conjunto de las regiones pampeana y mesopotámica la ampliación de la frontera agropecuaria, que se dio de la mano de desmontes de millones de hectáreas de bosques, lo cual potenció los efectos de las lluvias. En la escala regional al igual que la urbana, el uso de la tierra en función de la apropiación de la renta choca con las necesidades fundamentales del pueblo trabajador, pato de la boda de los negocios capitalistas.
Por eso, se crea la necesidad de nuevas obras, que nunca alcanzan para resolver el “eterno” problema de las lluvias. Un problema que sólo es eterno porque el capital lo recrea una y otra vez por las condiciones que impone la búsqueda de la ganancia al desarrollo urbano. Y que permite, de paso acrecentar con las obras anti-inundación el negocio de los contratistas del Estado, cuyos adjudicatarios están en muchas ocasiones asociados a los desarrolladores de los proyectos edilicios que generaron el problema en primera instancia. Y que no pierden con el ritmo tortuoso con el que avanzan los proyectos, sino que pueden incluyo sacar un mayor lucro por ello.
Con el crecimiento de la urbanización en las condiciones que reseñamos, se produce como resultado que serían necesarias obras cada vez más complejas y costosas –que nunca se terminan de concretar- para contrarrestar los efectos de un modelo de este modelo de urbanización, que tiene sus eslabones débiles en los sectores más pobres, los primeros afectados por las inundaciones a causa de las viviendas precarias y también por encontrarse –en muchos casos- en los puntos más sensibles donde se concentran las consecuencias de la desidia en la planificación, (mucho más celosa por evitar que sean afectados los propietarios más ricos) como muestra gráficamente el caso del barrio Mitre, perjudicado por la construcción del Shopping Dot. Y cuyos únicos beneficiarios son los participantes de los distintos eslabones del negocio inmobiliario, y los propietarios de las zonas más ricas que ven cómo sus propiedades elevan su valor… al menos hasta que caen ellos mismos víctimas de las inundaciones. Antonio Elio Brailovsky plantea con razón que “Los desastres naturales no existen. El desastre es la expresión social de un fenómeno natural [...] Detrás del loteo inescrupuloso han venido las obras salvadoras, cuya contribución a la solución de los problemas siempre fue menor de lo esperado. Sin embargo, siempre se pidió y prometió la solución definitiva de las inundaciones urbanas, sin preguntar si esa solución era técnicamente factible y, además, si la podríamos pagar” (Buenos Aires, ciudad inundable. Por qué está condenada a un desastre permanente). Todas las instancias de gobierno mostraron una negligencia criminal para llevar adelante las obras prometidas, pero esto no asegura que ante la magnitud de los problemas creados por el negocio inmobiliario descontrolado, que se agravan de forma permanente, estos proyectos podrían resolverlos.
Por la omisión y la acción, pública y privada, que de forma concatenada contribuyen a que las copiosas lluvias se transformen en catástrofes, es que no puede menos que hablarse de otro crimen social, de magnitud criminal equivalente a los sucesos de Once, de Crogmañon, o de aquella otra inundación devastadora ocurrida en Rosario en el año 2003.
Los gobierno nacional, porteño y bonaerense, se pasan la pelota unos a otros, evitando cargar con la responsabilidad de lo ocurrido. Todos ellos, así como el negocio de la tierra que está en la raíz de los efectos cada vez más graves que ocasionan las tormentas, tienen responsabilidad compartida en este crimen. Mientras organizamos la solidaridad con los miles de víctimas que causó este accionar criminal al pueblo trabajador –aparte de los ya más de 50 muertos-, y mientras exigimos que los distintos niveles gubernamentales y los más ricos pongan los fondos para resarcir los daños generados, debemos tener presente que bajo este sistema social no hay prevención que alcance.
El capitalismo es una “organización ilícita” que tiene preparados más brutales padecimientos al pueblo trabajador, que se suman a la opresión y explotación cotidianas a las que nos somete el capitalismo. Sólo podemos cortar de raíz con las causas de estos crímenes sociales si expropiamos a los expropiadores capitalistas, si barremos con las instituciones de este Estado administrado por una casta de funcionarios bien pagos que sólo se preocupan por garantizar el enriquecimiento de los empresarios, y reorganizamos el conjunto de la producción en función de las necesidades de los trabajadores y el pueblo pobre.