sábado, 27 de agosto de 2011

Chile

El semanario inglés The economist, bastión indiscutido de la reacción mundial,  tiene muy claro que en los sucesos que hoy sacuden Chile se juega mucho. No por nada titula "Descontentos en Chile: la rotura de la presa. Frustración acumulada en los defectos de una democracia exitosa" (el destacado es nuestro). En Chile no sólo se define lo que pasará de aquí en más en dicho país. La proyección de los eventos que ahí ocurren tendrá sin lugar a dudas alcance continental, sino global.
Desde que la dictadura de Pinochet permitió transformar a ese país -a sangre y fuego- en el primer laboratorio para los experimentos neoliberales, aplicando el recetario ideado por Milton Friedman para desmontar todo tipo de política de intervención estatal que afectara siquiera tibiamente la libertad de empresa, este modelo “exitoso” se transformó en el principal producto de exportación chileno. Todas las dictaduras latinoamericanas de los años siguientes tenderían la alfombra roja a los “Chicago Boys” para recibir la misma asesoría experta que -siempre en la opinión de las usinas ideológicas de la burguesía y los representantes del imperialismo- había salvado la economía chilena. Las medidas de privatización (evitando eso sí desprenderse de Codelco), desregulación económica, permisividad con nuevas formas de especulación financiera, liberación de trabas a las importaciones y recorte del gasto público (que para 1980 equivalía a la mitad del monto que había alcanzado con Allende, siendo Salud y Educación las partidas más recortadas), aplicadas duramente por Pinochet bajo la doctrina friedmaniana de “terapia de choque”, serían a partir de entonces el camino a seguir de todas las reformas “modernizadoras”.
La gravitación de este “ejemplo” no sólo quedaría limitada a la región. En todo el mundo, las reformas neoliberales reconocieron a Chile como un ejemplo a seguir. En las reformas tacherianas y reaganianas, así como en las medidas de Lech Walesa para avanzar en la restauración capitalista en Polonia, y también en el Consenso de Washington, vemos los ecos de las victorias políticas e ideológicas de los personeros neoliberales en este país del sur. La ofensiva del capital contra el trabajo, que permitió hacer caer en todo el mundo la participación de los asalariados en el ingreso nacional mientras se liberaban los canales para la valorización del capital, tuvo siempre al Chile de Pinochet como punto de referencia indiscutible. El prestigio que por décadas mantuvo el inspirador de las principales medidas de la dictadura pinochetista, Milton Friedman, no sería el mismo sin el “éxito” de la dictadura pinochetista en aplicar las medidas que él instruyó.
Lo que The economist llama sin pruritos una “democracia exitosa" con “defectos”, es un régimen que con apoyo tanto de la Concertación como de los sectores políticos pinochetistas (parte de los cuales integran hoy el gobierno del empresario Sebastián Piñeira) mantuvo las condiciones duras hacia la clase trabajadora y los sectores populares. En las bases estructurales de este régimen, quedaron impuestas las condiciones para una democracia para ricos. El reclamo por el que hace meses que vienen luchando los estudiantes, de educación pública libre y gratuita, amenaza el corazón de este modelo. El Estado “mínimo” para los sectores populares, pero siempre presto a actuar como vehículo para el enriquecimiento burgués empieza a estar impugnado en uno de sus pilares.
Este cuestionamiento no sólo representa una amenaza para la burguesía en Chile. Durante estas décadas, las recurrentes y agudas crisis en la región, fueron explicadas por una insuficiencia en las "reformas estructurales". Frente a las sucesivas crisis fiscales o de balance de pagos, se mostraba el modelo chileno, que -reformas mediante- no sólo había logrado crecimiento económico sino además una estabilidad política inexistente en el resto de la región. A pesar de la bancarrota ideológica del neoliberalismo apurada por la crisis de Wall Street iniciada en 2007 -aunque muchos de los exponentes de estas ideas tratan de hacer como sin nada y seguir para adelante, apoyados en que nadie ha mostrado ninguna receta alternativa con probabilidad de éxito ni apoyo de los empresarios- Chile permanecía como legado duradero de una promesa de los éxitos que puede traer la receta neoliberal. Es una de esas conquistas sólidas -al menos hasta hoy- que dan fuerza moral para que los gobiernos burgueses sigan haciendo que los trabajadores y sectores populares, sobre todo en los países dependientes, se traguen la dura receta del ajuste, como está imponiendo hoy Alemania en toda Europa. Por eso, este diario inglés nota con preocupación que "muchos chilenos ya no están dispuestos a ignorar lo que ven como fallas en su democracia duramente ganada, a cambio de estabilidad política y crecimiento económico". Es que la nueva "batalla de Chile" que están llevando adelante los estudiantes y obreros, puede tener proyecciones mucho más allá de Chile, especialmente en Latinoamérica. 
Hoy está el desafío de evitar confiar en nuevas reformas o transiciones que no conduzcan a ningún lado. Es lo que empiezan a proponer la Central Única de Trabajadores (CUT, liderada por el PS pero en la que también tiene importante peso el PC que está al frente entre otros sectores de los metalúrgicos de Cotramet) y la Confederación de Estudiantes de Chile (CONFECh, dirigida por el PC junto con sectores autonomistas), cuando hablan de una “segunda transición a la democracia”. Los participantes de la vieja Concertación, contribuyen nuevamente apuntalar el régimen pinochetista, evitando que el movimiento apunte a dañarlo de manera irreversible.
En las antípodas de este camino que conduce a no lograr nada, el desafío es extender la alianza de los trabajadores y estudiantes que empezó a verse en el paro del 24 y 25, sobre la base de una amplia organización democrática de las bases (mediante asambleas estudiantiles, asambleas de trabajadores, delegados votados por las bases, algunas cosas que en pequeño han comenzado a verse en estos días), para proponerse que caiga no sólo la educación sino todo el régimen pinochetista. Contra el plan de ‘segunda transición’, que cambiará algo para dejar intactas las bases del Chile de la dictadura, se impone plantear como perspectiva una Asamblea Constituyente libre y soberana llamada sobre las ruinas del régimen, donde sea el pueblo el que delibere y no las cúpulas, para liquidar toda la herencia pinochetista de represión, superexplotación y entrega al imperialismo.


¡Viva la lucha de estudiantes y trabajadores en Chile!

¡Manuel Gutiérrez, presente!

Solidaridad internacional con la lucha de los estudiantes y el pueblo chileno

2 comentarios:

Anónimo dijo...

que buen post, saludos

Best Seller dijo...

Muy buen análisis.
Saludos.