viernes, 18 de febrero de 2011

Crisis global, año 3: tiempos de desequilibrios

Mucho se ha escrito sobre los hilos que vinculan al proceso revolucionario que se extiende por Medio Oriente y la crisis mundial desatada en 2008. El pronunciado aumento del desempleo, que en Egipto ronda el 25%, y la carestía causada por la fuerte alza de los alimentos, son los dos principales impactos de la crisis internacional que se articularon con la extrema pobreza y el descontento con los regímenes opresivos para preparar un cóctel explosivo. El carácter estructural de las aspiraciones depositadas en la lucha contra los regímenes pro imperialistas de la región, hace difícil la perspectiva de que la acción de las masas pueda apaciguarse con reformas democráticas limitadas.
Lo llamativo es que, poco tiempo antes de que estallaran las movilizaciones, había numerosos indicadores de que EEUU, el epicentro de la crisis, empieza a superar la recesión aguda en la que estuvo sumido. Otros síntomas muestran a algunos países de Europa recorriendo el mismo camino.
En este contexto, hasta algunos marxistas sucumbieron al entusiasmo y dieron completamente por terminada no sólo la recesión, sino la crisis, señalando de paso que no fue igual al '30. Hecho fuera de disputa, pero que no resulta de mucha utilidad para analizar dónde estamos ni cual es el panorama de los próximos años.
La crisis desatada agravó la crisis de hegemonía norteamericana paralizando su agenda internacional y dando más espacio a las llamadas "potencias emergentes" o líderes regionales, o incluso permitiendo un modesto resurgimiento de Rusia en la arena internacional. Los ataques lanzados por las empresas para reestructurarse frente a la crisis, y luego de los gobiernos para ajustar las cuentas públicas frente a los costos acarreador por los salvatajes a bancos y empresas, dieron lugar a extendidos procesos de lucha de clases. Durante 2010, en Grecia, España, Portugal y Francia se dieron numerosas huelgas generales y luchas de todo tipo, contra los mecanismos destinados a descargar la crisis sobre los trabajadores y sectores populares. Finalmente, el mismo año termino con los primeros pasos del proceso que hoy recorre los países árabes.
¿Significan los síntomas de reactivación económica un relajamiento de las tensiones? ¿Puede preverse un panorama de crecimiento que oxigene y permita a los países más convulsionados por las movimilizaciones dar algunas concesiones, como ocurrió en América Latina luego de las severas crisis de finales del Siglo XX que dieron paso a los gobiernos "posneoliberales" que tuvieron algunas iniciativas de tinte reformista de la mano de los altos precios de la soja y los hidrocarburos?
Difícilmente. La situación internacional ha ingresado en un momento de impasse, pero que no se prolongará por mucho tiempo. El optimismo sobre las perspectivas para los próximos años se da de bruces contra la enorme desproporción entre los recursos puestos en juego por los gobiernos de los países más desarrollados y los magros resultados logrados. Los eslabones más debiles de Europa, ya están pagando los costos del masivo endeudamiento al que los empujó la crisis, sin siquiera haber logrado poner algún coto al desempleo masivo y la depresión económica; su "viabilidad ecomómica"-como gusta decir a los académicos adscriptos a la ortodoxia neoliberal- sin abandonar el Euro está severamente puesta en duda.
Alemania y EEUU muestran algunos síntomas de recuperación, pero bastante anémicos. Mientras tanto, la locomotora exportadora China va rumbo a estrellarse contra la estrechez del mercado internacional, y la incapacidad de su mercado interno para absorver las mercancías que ya no pueden colocarse en el exterior. Los gobiernos locales y las empresas mixtas asociadas a los mismos, han encarado masivos proyectos de infraestructura y urbanización que están completamente subutilizados y serán de difícil amortización. Mientras tanto, el endeudamiento interno y los riesgos de incobrabilidad han ido en aumento, mientras los precios mantienen un ritmo alzista. Todos los ingredientes para el estallido de una burbuja están presentes allí; habrá que ver por cuanto tiempo pueden las autoridades chinas posponer la situación y mantener el crecimiento acelerado.
En este contexto, ¿puede el alza de los precios del petróleo jugar un rol de contenedor? Acá las probabilidades no son mucho mayores. Cierto es que estos mantienen un fuerte ritmo alcista. Pero éstos se mueven en paralelos a los precios de los alimentos, cuyo aumento ha agravado las condiciones de vida de la población y profundizado el descontento, no sólo en Medio Oriente sino en todo el mundo. Pero además, el devenir de estos precios, y los ingresos dependientes de los mismos, se ha transformado en una de las variables más inestables al calor de esta crisis.
El dólar, moneda en la cual están basados los precios internacionales, está severamente cuestionado como base del sistema monetario internacional. El masivo endeudamiento del Estado federal norteamericano, que venía en ascenso desde los recortes impositivos a los ricos impuestos por George W Bush en 2001 y pegó un salto con las medidas de salvataje a bancos y empresas y los planes de estímulo encarados desde 2008, sumado al manejo ultralaxo de la política monetaria de la Reserva Federal desentendiéndose del impacto internacional de su política, han exacerbado los cuestionamientos. No sólo países como China o Brasil han salido a sugerir la necesidad de una nueva base para el sistema financiero internacional, sino que el propio FMI ha sugerido la necesidad de reemplazar al dólar, proponiendo en su lugar la extensión de los Derechos Especiales de Giro (DEG) emitidos por dicha institución.
Pero sobre todo, el rol que ha cobrado la especulación en el comercio internacional de granos se ha transformado en una causa de enorme inestabilidad en los precios, que de un año a otro pueden conocer variaciones de hasta un 40% o más. Funcionarios como el comisario europeo de Agricultura, Dacian Ciolos, se refirieron por eso a un “exceso de reacción en los mercados”.
Los capitales especulativos han sacado enorme provecho de la masiva inyección de liquidez impulsada por la FED y otros bancos centrales. A falta de mejores oportunidades de negocios en un mundo en crisis, usaron esos fondos para especular con la deuda pública, agravando la crisis en países como Grecia, España, Portugal e Irlanda (la lista se seguirá agrandando, ya podríamos agrega a Bélgica), y para invertir en derivados de combustibles y granos. De esta forma, al calor de la búsqueda de ganancias especulativas, los precios seguirán en la montaña rusa.
Numerosos desequilibrios signan la economía mundial. El origen de los mismos está en la crisis que varios se apuran a dar por terminada. Habrá que convivir con ellos hasta nuevo aviso y saber aprovecharlos.

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