Antes del 12, con todos los preavisos de huelga indefinida en sectores claves de la economía, se veía que la semana que acaba de pasar iba a marcar un momento importante en la lucha y un cambio en relación a las semanas precedentes. Por primera vez desde el comienzo de la lucha contra la reforma veíamos que la perspectiva de un comienzo de huelga por tiempo indeterminado que bloquee sectores importantes de la economía se materializaba. Vimos esta semana movimientos de huelga indefinida en los ferroviarios, en la RATP, en las refinerías, etc., que se sumaban a los otros sectores que ya estaban en lucha como los portuarios, agentes de terminales petroleras, etc. También hemos visto multiplicarse el número de pequeñas manifestaciones por toda Francia. Hoy se puede hablar también de un movimiento liceísta que entró en lucha con centenares de liceos bloqueados y/o perturbados. Entre los estudiantes, comienzan movilizarse, siendo Rennes 2 la facultad más avanzada.
Todo esto muestra que esta semana no tiene nada que ver con los días precedentes en donde, a pesar de un creciente descontento, entre dos "jornadas de acción" no había o casi no había manifestaciones locales y mucho menos huelgas (salvo los sectores muy combativos en los puertos y terminales petroleras).
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La entrada de los liceístas en el movimiento le da un "golpe de juventud" y de energía. Por el momento, no parecen demasiado organizados, aunque en todas partes tratan de hacer AG, etc. Esta entrada de los liceístas en el movimiento es altamente inquietante para el gobierno pero también para la burocracia sindical que tiene miedo de no poder controlar a los jóvenes. Raymond Soubie expresa este temor con una analogía interesante:
«en la escala de Richter de los movimientos sociales, los liceístas en la calle, es un nivel de alerta cercano a seis o siete» [
2]. Esto es lo que explica la muy fuerte represión desencadenada contra los liceístas a partir del jueves, en donde un alumno fue enviado al hospital y corre el riesgo de perder un ojo.
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Todavía no se está en una situación de bloqueo total o casi total de la economía, con miles de alumnos y estudiantes en las calles y en los piquetes de huelga. Incluso podríamos decir que el preaviso de huelga ilimitada de la CGT en la RATP aunque haya arrastrado a otros sectores a llamar a la huelga ilimitada como la SNCF y las refinerías, no tuvo un impacto suficientemente fuerte para desencadenar la huelga en importantes ramas del sector privado (salvo refinerías evidentemente). Por otra parte, justamente como el grueso del proletariado industrial del sector privado no ha seguido a los sectores más proletarios de las empresas del Estado (ferroviarios, etc.) esto le permite a la burguesía proyectar, aunque sea un poco, que la semana próxima, cuando la ley sea votada, el movimiento pueda desacelerarse.
Sin embargo, esta semana ha sido esencialmente "transitoria": todavía no estamos en la huelga general, pero tampoco estamos en la fase anterior. A partir de la semana próxima las cosas van a estar más claras porque el tiempo de las ambigüedades llega a su fin. Efectivamente, por parte de las direcciones sindicales es cada vez más evidente hacia donde tiende la CFDT y l’UNSA: «Los sindicatos reformistas consideran que el voto del proyecto de ley en el Senado impondrá otras formas de acción, dicho de otro, modo, el fin del movimiento. "Estamos en democracia. En un momento dado, lo político domina sobre lo social. Cuando el Parlamento vota una reforma, aun cuando esta no nos conviene, no podemos hacer como si no pasara nada", analiza Jean Grosset (UNSA). El número dos de la CFDT, Marcel Grignard, está en la misma línea». La actitud de la CGT sigue siendo incierta aun frente a la continuidad del movimiento después del voto en el Senado: «La dirección de la CGT no ha empujado a sus tropas a las huelgas indefinidas. Muy por el contrario. Pero no quiere asumir el riesgo político de poner fin, incluso con otros, a la movilización (…) esto sería abrir una crisis frontal con esta parte de la CGT que permanece opuesta a la línea de apertura defendida por Bernard Thibault».
Aunque la prensa, el gobierno y la burocracia sindical quieran llevarnos a un debate estúpido sobre las cifras de manifestantes, es cada vez más evidente que lo que inquieta a la burguesía no es el número de manifestantes (3.5, 3 o 2 millones de personas es mucho de todas maneras) sino las huelgas duras en las refinerías, una posible profundización y extensión de la huelga en los ferroviarios o un movimiento de huelga general que se le escapa de las manos a las centrales. Como para los liceístas, el envío de CRS (Compañía Republicana de Seguridad, policía) para desbloquear los depósitos de combustible es una prueba de esta preocupación. Por el momento la policía logra desbloquear sin incidentes y sin que haya grandes acciones de solidaridad con los huelguistas, pero cerca de Rouen hubo una suerte de "bloqueo interprofesional" de un depósito de petróleo.
Como se analizaba en un artículo sobre la situación francesa, en el "dossier jubilaciones" tanto el gobierno y la burguesía como las direcciones sindicales tienen mucho que perder. Si el gobierno debe retroceder frente a la movilización y a las huelgas, saldría muy debilitado y quizás sea incapaz de imponer su "autoridad" sobre cualquier otro tema o reforma. Esto incluso podría cuestionar a todo el gobierno y abrir una crisis política con una salida incierta con un movimiento social fortalecido en medio de una crisis económica mundial. Si el gobierno obtiene una victoria con una traición abierta de los sindicatos, el escenario puede ser difícil a mediano plazo no solamente para el gobierno actual sino para los planes de la propia burguesía francesa. El debilitamiento de sindicatos como la CGT y el fortalecimiento de otros como FO o SUD, a causa de su actitud sobre el tema de las jubilaciones, puede complicar la aplicación de otras contra-reformas en el futuro. Por eso el llamado a la "suspensión" (y no el retiro) de la reforma para negociar con los sindicatos lanzado por la intersindical (CGT y CFDT a la cabeza) parece ser la mejor solución tanto para el gobierno como para los sindicatos, sobre todo en caso de radicalización. El gobierno podría decirse dispuesto a negociar y hacer algunas concesiones simbólicas como el mantenimiento de la edad de jubilación a 60 aumentando los años de aportes; los sindicatos cantarían victoria enseguida y llamarían a detener el movimiento. Sin embargo, nada dice que el gobierno esté dispuesto a ceder y menos aún que los huelguistas acepten ver aumentar el número de aportes; todo esto sin hablar de las reivindicaciones propias de cada sector, como la supervivencia de la actividad de refinería en Francia, etc.
Lo que hay que tomar en cuenta también es que una traición demasiado evidente de las direcciones sindicales puede crear un sentimiento de escepticismo en muchos trabajadores respecto a los sindicatos en sí. Para tratar de evitar esto hay que denunciar claramente la política de las burocracias, interpelarlas para que llamen a la huelga general, luchar para crear instancias interprofesionales auto-organizadas para coordinar los sectores en lucha y desarrollar una dirección alternativa a los burócratas, para permitir a los trabajadores sacar lecciones de la lucha.
Algunas palabras sobre el carácter de esta lucha
La lucha contra la reforma de las jubilaciones en Francia tiene el mérito de concentrar en un sujeto muchos descontentos. Esta reforma afecta a un gran número de sectores, lo que da un carácter « global » a la lucha: jóvenes liceístas hasta jubilados pasando por los trabajadores en CDI, en CDD, los desocupados, las cuestiones de opresión de las mujeres en el trabajo, etc.
En el contexto actual de crisis económica en donde las peores consecuencias están por venir, esta lucha es una suerte de "ensayo general" de lo que puede pasar en los próximos meses y años en Francia, pero también en Europa y en el mundo. En ese sentido, las lecciones que podremos sacar de esto tendrán un interés para las luchas de los trabajadores de toda Europa en el corto y mediano plazo.
17/10/2010
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