General Motors anunció ayer una nueva inversión en la Argentina por 270 millones de dólares. Qué más podría esperarse, viendo el celo que muestra el gobierno para resguardar los intereses del sector. En el mismo momento en el que Cristina Fernández busca presentar el asedio de los fondos buitres y las cortes imperiales como consecuencia de la pretendida autonomía de este gobierno ante los intereses imperialistas, el posicionamiento ante las patronales “buitres” del sector autopartista evidencia la identificación del ejecutivo con los requerimientos de las patronales automotrices y autopartistas.
La
represión de hoy contra las acciones llevadas a cabo en la jornada nacional de
apoyo a los trabajadores de la autopartista Lear, es parte de toda una línea
que viene teniendo el gobierno contra los trabajadores del sector autopartista.
Los ministros del gobierno nacional mostraron, por acción y omisión, una
intervención central en conflictos donde las patronales apostaron y apuestan a
torcerle el brazo a sectores de activismo combativo. Gestamp, hace un mes, y
Lear por estos días, pusieron en evidencia dos facetas distintas de una misma postura.
En el primero de estos conflictos, la Ministra de Industria Débora Giorgi
torpedeó una conciliación obligatoria dictada por el Ministerio de Trabajo de
la Provincia de Buenos Aires, que de forma insólita revirtió esta conciliación
a 48hs de haberla dictado, dando vía libre a la acción patronal. En el
conflicto de Lear, ante los despidos y suspensiones, ni el Ministerio de
Trabajo provincial ni el nacional se anoticiaron, permitiendo que la patronal
sostenga despidos y suspensiones sin pago. El Ministerio provincial apenas se
limitó a considerar que las medidas patronales son ilegales, porque no presentó
un plan preventivo de crisis como marca la ley. Pero apenas dictaminó un
marco de negociación de diez días con todos los trabajadores afuera, sin goce
de sueldo.
Al
mismo tiempo, en ambos casos el SMATA apoyó las medidas de la empresa.
La
importancia de estos conflictos se extiende al conjunto del sector autopartista
y automotriz. Las patronales, mayormente extranjeras, que dominan el sector, conforman
un complejo integrado que durante las últimas décadas logró incrementar la
producción imponiendo condiciones de trabajo más flexibles y ritmos más
intensos. Así, entre 2001 y 2006, la producción de automóviles por obrero
creció un 35%. Es de señalar que solamente entre 2009 y 2010 la producción de
automóviles por obrero sumó otro salto del 30%, ubicándose un 65% por encima de
la de 2001, lo cual está íntimamente asociado a los usos que hicieron las
automotrices y autopartistas de la crisis 2008 y 2009, como hemos analizado acá.
El
gobierno que se presenta como abanderado del empleo, y el SMATA, dejan hacer a
estas patronales que están dirigiendo sus cañones al activismo ligado a la
izquierda clasista. Lo hacen porque comparten un interés, que es frenar
cualquier avance de la izquierda en los sindicatos. Para así poder asegurar las
libres condiciones de explotación de las cuáles gozaron las patronales imperialistas
en este rubro, que superan los altos estándares de flexibilización que rigen en
el resto de la economía, “herencia” neoliberal que fue decisivamente preservada
y profundizada en este década (como mostramos acá y acá).
Negociando con conducciones gremiales siempre prestas a escuchar sus
necesidades, pudieron remover numerosas trabas para el empleo “flexible” de la
fuerza de trabajo, es decir para explotar libremente forzando al máximo en los
momentos de bonanza, pagando por las horas extras montos que no compensan ni
por asomo el desgaste físico; descartando sin trabas a los “rotos”, que por el
esfuerzo que imponen los ritmos febriles de la producción terminan inutilizados
para todo trabajo; y, en tiempos de freno, como en este momento atraviesa el
sector, descargando rápidamente sobre los trabajadores los costos, cuando nunca
se los participó de los jugosos beneficios.
Alimentar
las ganancias de las automotrices y autopartistas imperialistas es una “política
de Estado”, que el kirchnerismo no hizo más que continuar y profundizar: subsidios
a insumos básicos, financiamiento a tasa subsidiada de inversiones (usando los
dineros de ANSES que el gobierno rechaza utilizar para garantizar el 82% móvil),
líneas de crédito baratas para que las empresas puedan tener demanda, al mismo
tiempo que se les permite tomar como “cautivo” el mercado doméstico, para
subsidiar con los altos precios locales una exportación a precios “competitivos”,
son algunas de las muestras de generosidad hacia un sector que, por la
desestructuración productiva que imponen las terminales, es una succionadora de
dólares por las compras de partes en el exterior, a consecuencia de lo cual el
crecimiento de la industria se traduce en una caída del superávit comercial
(exportaciones menos importaciones), y en un crecimiento del abultado déficit
comercial que muestra el rubro automotriz. El accionar del gobierno y la
burocracia en Gestamp y Lear es la pata sindical de esta “política de Estado”,
que con el argumento de que se trata de un sector que “crea empleo”, ha
sostenido las ganancias y beneficiado a las multinacionales.
La
pretendida postura soberana tomada ante la crisis de los holdouts, es una
impostura que para estos gerentes de las empresas imperialistas resulta
insostenible.
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