Gastón Ramírez
La visita del presidente de China dejó un nuevo anunció, denominado Swap (acuerdo financiero de intercambio de monedas, pesos x yuanes) por el cual el gobierno argentino se nutriría de yuanes por un valor de 70.000 millones, un equivalente a 11.000 millones de dólares. Este acuerdo, aunque es secreto, ya se firmó uno similar con China en 2009 y terminó en 2012 cuando el comercio entre ambos países se veía amenazado por la crisis internacional.
El swap con China junto con
el compromiso a invertir en 5 años más de 7.500 millones de dólares en
infraestructura (Represas en Santa Cruz, Belgrano Cargas, etc.) son parte de
los acuerdos por el cual el gobierno puede mostrar un salvavidas para compensar
la angustiante falta de dólares que dificulta el funcionamiento de la economía.
Para los funcionarios del gobierno el Swap permitiría utilizar los yuanes como
parte de las reservas, argumentando que es decisión del BCRA decidir que
monedas y activos financieros componen sus reservas. Chile y Bolivia, serían
ejemplos de países que tienen un porcentaje menor de sus reservas en yuanes.
En su afán de obtener
dólares el gobierno y el BCRA, si bien pueden llegar a cambiar y tomar a los
yuanes como parte de las reservas, hay un límite de fondo: el yuan no es una
moneda convertible. O sea, no se puede comprar a China pagando directamente en
yuanes, previamente hay que cambiar dólares por yuanes, o viceversa, si se
cobran exportaciones a China. El dólar sigue siendo la moneda ineludible para
el comercio internacional. Tampoco se puede utilizar el swap para pagar a los
houldouts o a los acreedores externos porque sólo aceptan dólares. En el caso
de inversiones como las que llegarían de China también ingresan en dólares, por
lo cual, el swap no tiene un impacto directo en las reservas.
En realidad, pese a los
anuncios rimbombantes del gobierno, con el swap pretenden una “pequeña
política” de financiar el déficit comercial que viene en ascenso con China. En
2013 fue de USD -5.377 M frente a USD -1.125 M en 2009. En este
sentido, analistas indican que en una década, China pasó de generar un 5% a un
14% de las importaciones del país. Y se ubica como el segundo socio comercial,
detrás de Brasil.
El creciente déficit
comercial con China, no sólo presenta un problema financiero que se pretende
cubrir con el swap. Sino también un proceso de mayor dependencia económica con
el gigante asiático. En el cual Argentina se ubica como proveedor de materias
primas (60% de la Soja
se vende a China) a cambio de manufacturas (55% de las compras a China
corresponden a artefactos eléctricos y mecánicos, motos, vagones de trenes y
subtes, transformadores eléctricos, etc.). El sector del acero también muestra
preocupación por la avanzada asiática, la Asociación
Latinoamericana del Acero, informó que América Latina ya se
convirtió en el segundo destino más importante para las exportaciones
chinas de acero laminado (11% de las exportaciones de acero de China al Mundo),
y se espera que se ubique en el primer exportador empleando una metodología
muchas veces desleal. A mayo de 2014 China exportó hacia el mundo acero por el
equivalente aproximadamente a la producción anual de 5 Argentina. De
acuerdo a la Cámara
de Comercio del Perú, China controla hoy el 33% del sector minero peruano. Una
situación similar se estaría dando en Chile. En este contexto, los industriales
de Brasil, aunque su gobierno acaba de firmar en Río de Janeiro un acuerdo
junto con China y el resto de los BRICS por un banco propio, temen
una invasión de productos e inversiones de China que desplacen sus
exportaciones e inversiones hacia Argentina.
Las “ayudas” del gobierno
chino abren la puerta a sus trasnacionales en toda América Latina. Al mismo
tiempo que impulsa con los BRICS la idea de que puede surgir un alineamiento
alternativo al sistema mundial capitalista dominado por las trasnacionales imperialistas,
aprovecha el trabajo sucio de abrir las fronteras de todo el planeta al capital
global ya casi plenamente realizado después de décadas de ofensiva neoliberal
en pos de la apertura y liberalización para ampliar la base global de sus corporaciones.
El camino del salvavidas de China no es alternativa al imperialismo. Sólo
la movilización y el poder de los trabajadores y pueblos
oprimidos podrá romper las cadenas del imperialismo y dejar atrás la
miseria y el atraso del capitalismo dependiente.
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