En
unas horas, gracias a la colecta de 250 millones de dólares en bonos
para entregar como garantía a los bonistas holdouts, el banquero
Jorge Brito pasó de traidor a héroe para el gobierno nacional.
Camino inverso al recorrido hace unos años cuando el enfrentamiento
con Guillermo Moreno y cruces de declaraciones con la Presidenta lo
alejaron del lugar de preferencia que mantenía para el gobierno en
el sector financiero. Ostracismo que nunca impidió, sin embargo, que
el Banco Macro, que Brito preside, conservara tratos con Anses,
realizando jugosos negocios. Tampoco, que al igual que el resto de la
banca, realizara ganancias récord gracias a la política oficial.
Bussiness are bussiness.
Ahora,
el banquero puede adjudicarse el mérito de haber encolumnado a los
banqueros locales, nucleados en Adeba, preocupados por las
consecuencias que podría tener el default (por muy selectivo o
restrictivo que pudiera ser), para que reúnan 250 millones de
dólares en bonos con los cuales constituir un fideicomiso. Con este
fideicomiso se buscaría negociar con los fondos buitre la compra de
parte de sus tenencias de títulos en default. El objetivo de estas
medidas sería lograr que los bonistas le soliciten al juez Thomas
Griesa el restablecimiento del stay, cautelar que suspendería la
sentencia de noviembre de 2012 y permitiría que el gobierno
argentino cancele los vencimientos de hoy, evitando el default. Si
esto ocurre, podría crearse un puente para llegar a enero, cuando
argentina estaría en condiciones de negociar sin la amenaza de la
cláusula RUFO (sigla en inglés para Derechos Sobre Futuras Ofertas)
establecida en los bonos canjeados en 2005 y 2010, que les da derecho
a participar de cualquier mejora en las condiciones que se otorgue a
algún bonista antes de enero de 2015. En el interín, además, el
gobierno podría intentar la renuncia por parte de los bonistas
“performing” a la cláusula RUFO.
El
ofrecimiento de una garantía por parte de los bancos privados
nacionales permite superar una restricción establecida en el canje
de 2005. La página 203 del prospecto del canje de 2005 establece
textualmente que: “La Argentina
se compromete a no crear ningún tipo de garantía (bajo cualquier
condición de acuerdo preferencial) para asegurar el pago de su
deuda, salvo que éste se ofrezca a la totalidad de los bonistas o
que al menos cuente con la aprobación de éstos”. Con esta
claúsula, el gobierno no podía ofrecer de forma directa ninguna
garantía a los fondos buitre sin arriesgar consecuencias por parte
de los bonistas que canjearon.
Si
esto destrabará la situación, a horas del default, se conocerá
dentro de un rato. De lo que podemos estar seguros, es que a los
banqueros no los mueve ningún altruismo. Desde el vamos, podemos
estar seguros que las mismas operaciones que realizarán para “salvar
las papas” les van a generar ingresos por comisiones, además de
evitarles las turbulencias que podría generar en el patriminio de
sus bancos y en sus operaciones si la Argentina va a otro default.
Pero
eso sería apenas el comienzo. Podemos imaginar que el éxito en las
gestiones de hoy podría derivar en un recibimiento triunfal de Brito
y sus socios por parte de la propia Presidenta, que poco tendría que
envidiarle al que tuvo la selección nacional de fútbol el pasado 14
de julio. Sería el comienzo de una relación nuevamente más
aceitada entre los banqueros y el gobierno. Esto pondría sobre el
tapete la marcha atrás con algunas de las medidas que molestan al
sector financiero, porque limitan la posibilidad de explayar
libremente su voracidad. Una de ellas es el tope a las tasas de
interés que pueden cobrar los bancos, fijadas el pasado 10 de junio
en 37% para préstamos personales y 32% para prendarios en
el caso de las
entidades más grandes (para
las entidades más pequeñas, la tasa de los créditos personales
será 46% y los prendarios, 36%).
También podrían buscar
revertir las “nuevas
reglas sobre comisiones y cargos de productos y servicios financieros
básicos” que estableció
el Banco Central (BCRA) junto con los topes, por las cuales los
bancos y las emisoras no financieras de tarjetas de crédito tienen
que solicitar autorización
previa del BCRA para aplicar aumentos al costo. Estas
medidas tuvieron por parte de los bancos una resistencia subterránea,
consistente en empujar la salida de depositantes del sistema
pagándoles tasas más bajas por sus plazos fijos, incentivando así
la búsqueda de alternativas por parte de los ahorristas, lo cual
amenazaba nuevamente con un salto del dólar blue. Es decir, la
respuesta de los bancos a los intentos de regulación fue empujar
hacia la desestabilización del precario equilibrio logrado por el
gobierno a fuerza de devaluación y ajuste.
Otro
punto que los bancos podrían llegar a reclamar, es la posibilidad de
ampliar sus tenencias en moneda extranjera. En febrero pasado el BCRA
reflotó una norma de 2005 que limita al 30% el patrimonio de
tenencias en divisa que puede tener cada entidad financiera y al 10%
adicional para los contratos de futuros. Esta medida fue aplicada
después de la devaluación, no antes, y por eso los bancos, con
tenencias que superaban holgadamente estos porcentajes, hicieron en
pocos meses ganancias formidables. Sólo durante el primer trimestre
de este año, los bancos amasaron el equivalente a la mitad de las
ganancias de todo 2013, es decir $16.104 millones. Anualizado, esto
significaría una duplicación de sus ganancias. El 60% de esas
utilidades obedeció a ganancias por apuestas al dólar.
Y
podemos estar seguros, ahora más que nunca, de que la reforma
financiera, aspiración que otro banquero oficialista, Carlos Heller,
busca sacar a relucir de vez en cuando para volver a archivarla ante
la falta de apoyo oficial, es otra promesa sepultada del relato,
junto con la inexistente reforma tributaria.
La
gesta de pacotilla armada alrededor del litigio con los buitres, para
ocultar la bancarrota de la estrategia de salir del problema de la
deuda pagando serialmente, apunta a terminar en el grotesto, con la
soberanía “rescatada” (con pago) de la mano de los banqueros.
Soberanía limitada, por otra parte, al derecho de seguir pagando
puntillosamente.