jueves, 23 de diciembre de 2010

Capitalismo y urbanización

Pablo Anino





Se ha intentado explicar los hechos de Soldati de las maneras más diversas. Desde las más brutales expresiones xenófobas de Macri según las cuales la toma de ter
renos sería producto de una “inmigración descontrolada”, pasando por la teoría K sobre el desentendimiento del gobierno de la ciudad de la problemática habitacional, hasta la visión
de Proyecto Sur para la que estos serían los resultados inconfesables del “modelo” kirchnerista. Lo cierto es que la urbanización y la construcción de viviendas bajo el capitalismo están estrechamente ligadas a la lógica de la ganancia empresaria, la cual desconoce la atención de amplias necesidades sociales, aún las más básicas.

La urbanización bajo el capitalismo cumple un rol clave porque es el soporte físico para que se desenvuelva el ciclo del capital. Los servicios de distribución de electricidad, gas, agua, Internet; los sistemas vial, escolar, de salud, etcétera, son indispensables para la producción, circulación y realización de las mercancías. La ciudad permite reducir los gastos de la circulación de las mercancías y el dinero, y contribuye al intento permanente de los capitalistas por “aniquilar” los tiempos de circulación, tanto dentro como fuera de la producción.

El soporte urbano no sólo es clave para el ciclo del capital, sino que actúa sobre un componente particular como lo es el valor de la fuerza de trabajo y las condiciones en que esta se encuentra disponible para que los capitalistas la contraten, como así también la cantidad en que se ofrece. Los empresarios precisan encontrar a los trabajadores en una cantidad suficiente y no menor a la requerida para el proceso de producción de mercancías. Incluso en una cantidad superior para que los trabajadores excedentes puedan ejercer presión a la baja salarial de los que están contratados. Este es el verdadero motivo por el cual el capital “promueve” el ingreso de trabajadores de Bolivia y otros países para ser explotados en la construcción y talleres textiles. Pero no sólo esto sino que también requiere que los trabajadores se encuentren en condiciones de calificación (o descalificación), salubridad, etcétera, de acuerdo al proceso de producción en que se incorporarán. Es así que el sistema urbano presenta distintos componentes como las escuelas, los hospitales, el transporte, entre otros, que determinan las condiciones en que los capitalistas pueden disponer de fuerza de trabajo.

Pero también estos componentes definen los niveles de salario que se pagarán. Actualmente es una queja común de los capitalistas lo “caro” que tienen que pagar los salarios de los trabajadores calificados en nuestro país porque hay pocos. En sentido contrario, lo “barato” que sale el transporte (gracias a los millonarios subsidios que reciben los empresarios) actúa reduciendo el salario que el conjunto de los capitalistas pagarán a los trabajadores porque les cuesta menos desplazarse. En el mismo sentido, la disponibilidad de viviendas y su valor influye sobre los salarios que los capitalistas tienen que pagar. Además, como el salario no es expresión directa de todos los bienes que el trabajador y su familia necesitan para su reproducción, muchas veces ese salario no expresa el valor de la fuerza de trabajo sino que representa sólo una proporción menor del total de esos bienes, lo cual en alguna medida tiene que ser compensado por la provisión pública.

Es más, muchas veces el valor de cambio de la fuerza de trabajo no incorpora una parte de las necesidades objetivas de los trabajadores. Es lo que Christian Topalov en La urbanización capitalista llama “necesidades disociadas”. Los empresarios para pagar menos salarios impulsan a las familias a garantizar parte de su reproducción mediante el consumo no mercantilizado, es decir, el consumo de bienes que producen las propias familias tales como parte del alimento, la vestimenta y la vivienda. Pero también impulsa a los trabajadores a reivindicaciones en cuanto al reconocimiento social directo de los bienes estructuralmente excluidos del valor de intercambio de la fuerza de trabajo, es decir el reconocimiento social directo de las “necesidades disociadas” que para Topalov tiene dos componentes principales: uno es la transferencia monetaria a través de asignaciones familiares, subsidios de enfermedad, etcétera, y el otro es el suministro directo de valores de uso como escuelas, hospitales, viviendas, transporte, etc. Su propia existencia da cuenta de las contradicciones entre la fuerza de trabajo mercantilizada y las exigencias objetivas de la reproducción.

Pero esto choca contra las propias tendencias del capitalismo a mercantilizar todos los aspectos de la vida. Es que los reclamos populares expresan las exigencias objetivas de la reproducción de los trabajadores y afectan los intereses inmediatos del capital en tanto niegan el carácter mercantilizado de la fuerza de trabajo y expresan la posibilidad de que la necesidad sea el fin de la producción. La propia urbanidad se encuentra en tensión permanente con las ganancias capitalistas. Es que la urbanización requiere y favorece la cooperación del trabajo. Y esto muestra en potencia como sería el trabajo bajo otro tipo de organización social de la producción. Pero como la urbanización en el capitalismo avanza en función de las ganancias capitalistas y a través del mercado, su inestabilidad expresa a nivel del uso del espacio la inestabilidad de las ganancias capitalistas. Es que la ciudad constituye, como también lo define Topalov, un valor de uso complejo. Pero al ser un valor de uso y no directamente una mercancía se opone relativamente a la búsqueda de la ganancia privada.

Algunos geógrafos como David Harvey o Neil Smith plantean que junto con las soluciones moleculares que el capital encuentra para el sostenimiento de su acumulación a través del aumento de la plusvalía absoluta o relativa, coexisten las soluciones “espacio-temporales”. Éstas son los mecanismos que operan ante la imposibilidad de inversiones de corto plazo. Frente a la sobreacumulación de capitales se puede apelar a la inversión en infraestructura, gasto social, o aumento de la capacidad productiva mediante la canalización de recursos públicos. El problema es su carácter limitado en relación a los capitales que hay que poner en movimiento, y el hecho de que en el mediano plazo también se produce sobreacumulación en estos circuitos, llevando a crisis presupuestarias del Estado que junto con las instituciones financieras es el que intermedia en este tipo de inversiones. Esto llevará a la desvalorización del soporte productivo que implica la infraestructura urbana. Pero, asimismo, las soluciones “espacio-temporales” a la vez que permiten acelerar la circulación de capital mercancía y de capital dinero dando como resultado un aumento de la tasa de ganancia, significan la fijación de recursos en gran escala en el espacio. Esos recursos fijados en el espacio también constituyen un problema para el capital porque se encuentran imposibilitados de volver a colocarse en nuevas inversiones.

Incluso el soporte urbano da fundamento a la existencia de rentas del suelo urbano apoyadas en el monopolio de un espacio cuyas condiciones no son reproducibles en otra localización. Por ejemplo, las torres en Puerto Madero. Junto con el aumento de las rentas urbanas se desarrolla la inmovilización de montos cada vez mayores de capital en la propiedad urbana. Está dinámica que genera el capital, necesitará ser quebrada para acabar con la inmovilización de capital a través de la desvalorización de la propiedad urbana. Esto muchas veces se logra mediante la apropiación por parte del capital de los espacios públicos o bajo tenencia precaria de los trabajadores y el pueblo pobre. Es el rol que cumple muchas veces la titulación de tierras en villas miserias en función de imponer lo que David Harvey llama la “acumulación por desposesión” mediante el desplazamiento de poblaciones en urbanizaciones precarias por mecanismos de mercado. Es que la titulación abre la posibilidad a la enajenación individual por parte de los trabajadores pobres de pequeñas parcelas de tierra a bajos precios. La instalación de nueva infraestructura urbana sobre esas parcelas aumentará fuertemente los precios en beneficio de los especuladores inmobiliarios. Es lo que ocurre con la “puesta en valor” de muchos espacios urbanos. Cuando no, el capital logra lo mismo mediante los desplazamientos directos y violentos como se pretende hacer en la Villa de Retiro.

Este conjunto de movimientos del capital grafican cómo el capitalismo, a la vez que crea la necesidad de equipamientos colectivos de consumo, de una infraestructura urbana, incluso en ocasiones de viviendas para los trabajadores, al mismo tiempo limita cuantitativa y cualitativamente su producción. Por último, la infraestructura urbana al mismo tiempo que contribuye a la valorización del capital en general tiene que ser financiada mediante el presupuesto público, pero esto enfrenta el rechazo generalizado por parte de los capitalistas. Por eso una urbanización en función de las necesidades sociales solo podrá lograrse mediante otro tipo de organización social, y no mediante su usufructo por parte de los pulpos capitalistas.

2 comentarios:

Juan Marchetto dijo...

hay que parar el avance represivo de lo k

ahorayodigo.com.ar

F.M dijo...

me gusta el blog, te agregué a mis preferidos..saludos.