lunes, 8 de noviembre de 2010

El círculo vicioso del capitalismo argentino - Parte 3 - test de hipótesis estructuralistas

http://omairagomez.blogspot.es/img/fila3.jpg

Alguno se habrá preguntado, por qué un título como "El círculo vicioso del capitalismo argentino" para esta serie que empezamos a propósito del legado económico de Néstor K.
Antes de seguir con lo que prometimos, las perspectivas que pueden avizorarse para la economía argentina en el marco de una economía mundial harto inestable, vamos a detenernos en este punto. Que se relaciona con las contradicciones que han surgido en el esquema K a lo largo de los años y que marcan esas perspectivas que ya analizaremos.
El título viene a cuento de las regularidades que vienen desde hace más de medio siglo y que ha seguido exhibiendo la economía argentina en este ciclo de crecimiento iniciado a fines de 2002, aunque el mismo haya transcurrido en condiciones a todas luces excepcionales, tanto externas como locales. Regularidades que ponen coto a la perspectiva de que el crecimiento de estos últimos años se sostenga en el mediano plazo. Sobre estas perspectivas diremos más en próximos posteos.
Estas regularidades tienen que ver con el ritmo cansino que tuvo la acumulación de capital, a pesar del fuerte aumento de la rentabilidad. Ya hemos señalado en otros posteos cómo la caída del costo laboral y el abaratamiento de costos en dólares que representaron un enorme aumento de la rentalibidad, que en promedio se elevo más de 20% respecto de la decáda previa, siendo los sectores agrario y manuferacturero los más favorecidos. En este contexto de aumento de la rentabilidad, habría sido esperable un fuerte crecimiento de la inversión. Lejos de esto, la inversión de equipos y maquinaria por obrero se mantuvo baja. Hasta 2006, cuando se interrumpe la serie elaborada por el INDEC, ésta fue menor que en los noventa. Hay que tener en cuenta que ese año y el siguiente son los años de mayor inversión como porcentaje del PBI de la década, y sin embargo, como muestra la relación con la fuerza de trabajo ocupada, el crecimiento fue en gran medida extensivo, o intensivo en mano de obra y no en capital.
Durante estos años se dieron condiciones inmejorables para poner a prueba la conclusión central de los economistas estructuralistas: que la restricción externa, es decir la crónica salida neta de dólares producida por el déficit comercial, las remesas de la inversión extranjera, la fuda de capitales y la deuda, es la traba excluyente al crecimiento del país, y que superada esta restricción, el crecimiento se dispararía. No podemos hacer justcicia al pensamiento de Oscar Braun, Marcelo Diamand y etc., en estas breves líneas. Representan sin duda un análisis en muchos aspectos certero de los rasgos particulares que cobra en Argentina -y por entensión en otros países similares- el desarrollo desigual y combinado de la economía mundial. y el balance de sus aciertos y errores merece un estudio más profundo. Pero lo que queremos poner de relieve acá es que, aunque tienen razón en considerar que la restricción externa opera como una limitante al crecimiento, la baja acumulación de capital que caracteriza la economía argentina tiene raíces más profundas.
Esto podemos empezar a verlo desde 2002, porque justamente no ha operado la restricción externa sobre la economía nacional. Durante todos estos años, la economía se caracterizó por una fuerte entrada neta de dólares. El superávit comercial ha estado por encima de los u$s 10 mil millones durante casi todos estos años. Incluso aunque se viene registrando un acelerado aumento de las importaciones, este año no bajará de u$s 12/13 mil millones. Paralelamente, hasta 2005 sólo estuvo regularizada la deuda con el FMI, que por esos se refinanció, por lo cual no hubo salida de dólares para afrontar pagos de la deuda. Aunque esto cambió en los años posteriores, cuando se pagó generosamente a los acreedores esta deuda fraudulenta, se mantuvo una fuerte entrada neta de dólares. Tanto, que entre fines de 2007 y los últimos meses de 2009 se soportó una fuga de capitales superior a los u$s 1000 millones de dólares mensuales sin que tuviera mayor impacto en la economía. No podemos afirmar que la cuestión de la restricción externa ha salido del horizonte de la economía argentina, ya que numerosas características de este capitalismo dependiente ponen un piso muy alto al drenaje de divisas, pero sin duda estamos ante un desplazamiento de la misma.
Lo que esto no posibilitó, es ningún aumento de la tasa de acumulación como para sostener el alto crecimiento. Por supuesto, durante todos estos años hubo altos niveles de crecimiento. Pero este alto crecimiento ha aprovechado las condiciones legadas por la década previa, durante la cual había habido una cierta renovación de los equipos industriales, así como había aumentado la productividad industrial y la relación de capital por obrero. La capacidad ociosa con la cual se partió en 2002, dio amplio margen para crecer invirtiendo lo mínimo indispensable. La cuestión en debate es si, cuando estas condiciones favorables empezaron a agotarse y se trató de sostener el crecimiento, el desplazamiento de la restricción externa habilitó las condiciones para esto. Y se comprueba que esto no ha sucedido. La relación inversión/PBI llega a ubicarse ligeramente por encima de los niveles de los noventa, pero esto no significa un aumento cualitativo. La relación inversión / PBI entre 1993 y 1999 rondó el 19%; entre 2003 y 2009 estuvo apenas por encima del 20,5 %. Como ya dijimos, bajó la intensidad de capital por obrero, porque aumentó la ocupación en este último período.
Como plantea un artículo de Gustavo Burachik:

"el crecimiento de la economía fue sólo un tercio del crecimiento de las exportaciones, lo cual, de algún modo, pone en entredicho la idea de Braun de que la restricción externa constituye 'el freno dominante'. En otros términos, el crecimiento económico produjo una demanda de divisas para la importación (insumos, maquinarias) insuficiente para agotar los ingresos netos de dólares. Esta forma de ver las cosas tiene un sentido, ya que para evaluar la intensidad de la reciente fase expansiva es preciso referirla a la masa de recursos económicos (y de otras condiciones sociales y políticas que resultaron, asimismo, bastante favorables) que estaba a disposición de la acumulación y no dejarse impresionar por el valor absoluto de las tasas de crecimiento. Se pone así de manifiesto el carácter limitado de la expansión de los años 2003-2008, no sólo desde el punto de vista cualitativo (modernización tecnológica, aumento de la productividad) sino también cuantitativo.

[...]

En suma, las grandes empresas nacionales y extranjeras han tenido acceso a una masa de ganancias superior a la que estaban dispuestas a invertir y usaron este 'excedente' para adquirir divisas y sacarlas del país y para disminuir su endeudamiento neto. Así, la convergencia de altas ganancias con una elevada disponibilidad de divisas no ha resultado en una reanimación sustancial de las perspectivas de la acumulación del capital sino en una cuantiosa dilapidación. Entre los corolarios que pueden extraerse de estas consideraciones uno parece de particular interés: la mayor parte del ingreso nacional resulta apropiado por una clase social que no encuentra luego condiciones propicias para una reinversión rentable. No hay vuelta: el desarrollo de las fuerzas productivas requiere un cambio en las relaciones de producción."
El discurso empresario culpa de la baja inversión a la “falta de seguridad jurídica” o a la “intervención estatal”, especialmente en sectores como la energía o combustibles, con tarifas reguladas. Pero lo cierto es que el mismo factor que permitió recomponer la rentabilidad, la fuerte devaluación del peso, encareció la importación de equipos, haciendo más costosa la inversión. En términos comparados, la mayor tasa de rentabilidad lograda por la devaluación, se vio reducida en términos de capacidad de acumulación, es decir que aunque aumentó la ganancia en relación al capital invertido, esa mayor tasa de ganancia podía reinvertirse en un menor volumen de capital fijo -en los casos que no se estuviera adquiriendo maquinarias y equipos producidos en el país. Por eso, la respuesta más general del empresariado ante las nuevas condiciones, fue aprovecharlas con las instalaciones productivas existentes, más que tomar nota de las mismas para realizar nuevas inversiones. También pesó en esta acumulación relavitamente baja el hecho de que el horizonte temporal en cual pueden perdurar las condiciones logradas por un tipo de cambio depreciado es limitado; de hecho hoy se conserva una ventaja cambiaria porque el dolar se viene depreciando en relación al Euro, el Real y otras monedas, pero la suba de precios revalorizó el peso argentino frente al dólar. Por eso, los empresarios han aprovechado estas condiciones excepcionales sin ampliar la capacidad productiva de manera significativa. Aunque busquen exculparse cargando las tintas contra el gobierno, la lógica de la entabilidad capitalista hacía previsible estos resultados, que muestran que el tipo de cambio competitivo en sí mismo no puede conducir a una modificación de largo aliento en las tendencias que conforman la estructura productiva.
El círculo vicioso del capitalismo argentino al que hacemos referencia, es que, como economía de baja competitividad en términos internacionales (fuera del agro y algunas otras ramas de commodities industriales) sólo ha logrado recuperar sus niveles de rentablidad a costa de hundir el peso, y con él los salarios y los costos en dólares, pero al hacerlo, ha aumentado los costos de la inversión, generando condiciones que acrecientan la brecha de productividas. Los enormes costos sociales que exigió la recomposición de la rentabilidad capitalista, ni siquiera se han plasmado en un cambio de la dinámica de la economía más allá del corto/mediano plazo, sino sólo en una formidable rentabilidad ávidamente aprovechada por el capital.
Las ilusiones neodesarrollistas sobre un crecimiento económico con equidad apoyado en el mercado interno chocan con esta descarnada realidad. Para los trabajadores no se trata de esperar el "derrame" del crecimiento capitalista, sino de pelear por derrocar este sistema, expropiando a los expropiadores capitalistas.

Desde Rosario, un nuevo Blog en la "troskósfera"

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Saludamos la novísima creación del blog latroskarosario. Desde la región cuna de "la serpiente roja del Parará", lo s compañeros troskos rosarinos recogen
"las banderas de las mejores tradiciones revolucionarias de la región, la de los dos rosariazos y la del enorme Villazo, la de la emergencia violenta y revolucionaria de obreros y estudiantes en las fábricas, galpones ferroviarios, escuelas, copando el hermoso centro rosarino… ¿Quiénes van a ser, los kirchneristas que se abrazan a los burócratas como Caló, formateados por el Loro Miguel que pergueñó este golpe de estado a escala en Villa Constitución, los que hablen del Villazo? ¿Son los socialistas que reciclan funcionarios de la dictadura los que continúen estas tradiciones? ¿Va a ser la izquierda amiga de los dueños de los campos? No. Ni siquiera pueden mirar a los ojos a su pasado los que fueron líderes de esos procesos, como los dirigentes de la UOM Villa, que hoy son sombras, la piel reseca de esa enorme víbora subversiva, que hoy se saca los restos del pasado para continuar su letal obra anticapitalista. Para eso se prepara el trotskismo, para eso nos jugamos día a día a confluir con los mejores sectores del movimiento obrero, estudiantil y de intelectuales revolucionarios. Somos los troskos los que recogemos del piso las banderas de los dirigentes del Villazo, para llevarlas al triunfo. Y este blog se propone ser una de las instancias de la formación de revolucionarios para esa labor que nos gusta tanto.
Esto es La troska Rosario. Bienvenidos".

sábado, 6 de noviembre de 2010

Guerra de divisas - Un comentario




El compañero Gastón R. nos ha enviado por correo las siguientes reflexiones, a propósito de nuestro post sobre la guerra de divisas.

Mientras leía la esta muy buena nota pensaba, sin lugar a dudas, la guerra monetaria es cada vez más inminente, y no puede ser menor, la compra de deuda por más de 600 millones de dólar por la FED, es una medida a tono con las devaluaciones del dólar que impulsó USA en sus momentos críticos, como el abandono de los acuerdos de Bretton Woods en los 70´, imponiendo una devalución del dólar a sus máximos competidores Japón y Alemania.
Ahora ante este escenario, no podía dejar de preguntarme que dirían los Keynesianos del siglo XXI. ¿Paul Krugman, asesor de Obama, festejaría la medida? Recordemos que venía sosteniendo una insesante lobby periodístico exigiendo dureza y más dureza a Obama frente a China por su negativa a revaluar el Yuan... Mientras, pedía a Obama que una vez por todas aplicara un plan de gasto público verdaderamente audaz.
La respuesta no se hizo esperar y vino de otro nobel, arrepentido de sus funciones en el Banco Mundial, J. Stiglitz, quien en un artículo reciente plantea "La FED se vuelve a equivocar", "... la política QE es equivocada, no ve la existencia de una trampa de liquidez... que viene actuando en USA desde los mega rescates de Lemhan Brothers en adelante, que más dinero en las calles y en los bancos, seguir apostando a la baja de la tasa de interés no es garantía, como lo fue en los 30´, de mayores crédito y ni hablar de la tan necesaria inversión y recuperación de la demana".
Y entonces, le queda tiempo aún a Obama para dar un giro, se podrá evitar la guerra de monedas... ¿Una política de mayor gasto público, como la que anhelan Stiglitz, Krugman, etc., puede ser la solución?
Difícilmente. A los deseos de una política a la Keynesiana se viene imponiedo en USA y también en Europa, una política liberal agresiva, que tiene a los conservadores, también a Obama - y a los gobiernos socialistas como en España- como principales impulsores. Se trata de salvar a cada economía nacional cueste lo que cueste. Y justamente son las profundas contradicciones estructurales de la principal potencia capitalista mundial y de la Unión Europea, las que cada vez más indican que la crisis no adminte resoluciones de fondo en el terreno nacional. Por eso, las propuestas de revitalizar un Keynesiansimo a partir de mayor gasto público, han sido impotentes, no sólo por que Obama priorizó el rescate de los grandes bancos de inversión a la obra pública, o que el muchacho "gasto poco" como critica Krugman... sino que dada la magnitud de la crisis, comparable con la de 1930, como también el salto en la interdependencia de las economías en relación al mercado mundial, ambos hacen que la solución está cada vez más en el exterior que al interior de las economías. Todos los Estados se preparan para disputar una solución descargando "su" crisis en el exterior, cuestión que se dejó ver la última cumbre del G 20, no olvidemos su fracasó al no poder resolver medidas coordinadas internacioalmente ante la crisis.
Krugman termina sosteniendo un programa pragmático, combinar devaluaciones de dólar con mayor gasto público, un programa que se saldría de la ortodoxia Keynesiana (una ortodoxia que por cierto, no cuenta en sus manuales con las lecciones de la carrera armamentista de USA y su intervención en la Guerra Mundial como variables de última instancia para relanzar el capitalismo norteamericano, una vez fracasado el propio New Deal).
Estamos ante la prima brisa, previa al huracán. Los animals spirits... los espírtus animales según Keynes, sólo traeran más convulsiones, ataques, guerras comerciales y guerras. Nos queda prepararnos para la irrupción violenta de las masas, nuestra tarea preparar su triunfo.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Ahora sí se viene con todo la guerra de divisas

ben bernanke
600 mil millones de dólares en un año. Una verdadera inundación de dólares, equivalente a casi dos veces el probucto anual de Argentina, es el monto del quantitative easing (QE, emisión vía compra de deuda) que va a hacer la Reserva Federal, el banco central norteamericano. Algo así como un un 25% de los dólares que ya hay en circulación, un incremento a todas luces exponencial, en línea con lo que ha sucedido desde la crisis.
Lo que hemos visto hasta ahora en la llamada guerra de divisas, es verdaderamente un poroto al lado de lo que se va a venir. En el mismo sentido de los últimos tiempos, pero mucho más. Entrada de capitales y presión a la sobrevaluación de las monedas de muchos países, entre ellas la de Brasil, una de las principales víctimas en las primeras escaramuzas de la conflagración monetaria, precios de los commodities por las nubes, como para seguir tranquilos con la adicción a la soja de la economía argentina. Y, quien lo hubiera dicho hace unos meses, deuda menos cara hasta para Argentina. El "riesgo país" cayó a 518 puntos, o sea que para colocar deuda, el tesoro no debería afrontar una tasa superior al 6%. Por un tiempo más, para Argentina sigue el viento de cola. Sería sin embargo un poco provinciano descorchar champagna; esta fiesta se celebra en la cubierta del Titanic.
La economía norteamericana sigue planchada (el tercer trimestre creció apenas un 2%), y la derrota de Obama reafirma la perspectiva de que no habrá nuevos estímulos fiscales. La perspectiva de ajustar los gastos para contener el "gasto fiscal" desembozado, seguramente cobrará impulso. En línea con los reclamos republicanos (que explicitan y reivindican lo mismo que hicieron calladamente los demócratas durante estos años) los deudores seguirán con el grillete de la deuda, y por lo tanto no van a consumir. Los que mantengan empleo y no tengan deudas mantendrán toda la liquidez como colchón, para no arriesgarse en una situación incierta.
La única vía de escape, entonces, va por el lado monetario. Dólares para todo el mundo, tasas por el piso y que siga la fiesta. La cantidad de mini burbujas (en comparación con la que estalló en 2007; para muchas economías son ominosamente grandes) que la política de la FED ha puesto en marcha desde 2008 no tienen parangón con ningún otro momento histórico. Los dólares con los cuales la FED viene inundando la economía, no se canalizan hacia crédito, sino hacia las múltiples alternativas de inversión rentable que se hacen más atractivas cuanto más bajas estén las tasas de la FED.
Para quienes buscan impedir el quiebre del orden monetario mundial, la noticia sólo puede tener un calificativo: ominosa. Mientras Tim Geithner denuncia China por manipular la moneda, es la política de EEUU lo que está en el centro de los desequilibrios mundiales.
Hace dos años se tomaba la foto de la reunión del G20 para afrontar la crisis y se ponía como un dato nuevo, irreversible, la cooperación internacional para afrontar la crisis. Hoy estas ilusiones están siendo arrastradas por la incapacidad de la acción coordinada para recuperar el crecimiento. Los grandes planes de estímulo y salvatajes a los bancos sacaron las papas del fuego. Pero dejaron pendiente de resolver cómo seguirá la economía mundial ahora que el "consumidor en última instancia" que eran millones de norteamericanos que se endeudaban para comprar sobre la base de la valorización de activos, ha salido de la escena. Ni China, ni Japón, ni Europa, parecen muy entusiastas ni capacitados para jugar ese rol.
A falta de plan mejor, es entonces el sálvese quien pueda. Por ahora, EEUU unidos parece de los mejor capacidados para jugar este juego. En una posición de mucha mayor debilidad, los escarceos actuales nos recuerdan a los momentos previos a los acuerdos Plaza, por los cuáles EEUU impuso a Japón y Alemania una revaluación del yen y el marco, que permitió una cierta recuperación de sus exportaciones. EEUU exportó su crisis, como ya lo había hecho en la década anterior abandonando unilateralmente los acuerdos monetarios de Bretton Woods y devaluando el dólar (en ese momento, el secretario del Tesoro planteó frente a las principales economías del mundo que "el dólar es nuestra moneda pero es su problema").
Pero claro, hay varias diferencias. China es a la vez más (por su peso en la economía mundial y como destino de inversiones) y menos (por su capacidad de desarrollo) que Japón y Alemania en su momento. La relación entre China y EEUU es mucho más simbiótica de lo que jamás fue con dichas economías, lo cual dificulta la estrategia de exportar la crisis. Y sobre todo, la crisis en curso es mucho más profunda y sistémica, con lo cual los efectos desestabilizadores de medidas como las de ayer, se amplifican.
Por todo esto, exportar la crisis le será a EEUU más difícil que en otras ocasiones. El peso del dólar como reserva mundial le da margen de maniobra, más aún con la crisis en la que se encuentra la zona Euro. Pero este acicate a la guerra de monedas podría acelerar las iniciativas en agenda para reducir el protagonismo del dólar en el sistema monetario mundial. Por lo demás, no son muchos los augurios optimistas frente a la iniciativa de la FED. Para el ex presidente de la Fed, Paul Volcker, la inyección de dinero “no traerá importantes resultados” y sólo provocará inflación. John Taylor, economista de la Universidad de Stanford, estimó que el QE no funcionará, y que lo que debería hacerse es dejar de poner controles y evitar la suba de impuestos. Para otros, la inflación podría impulsar el consumo (para evitar la desvalorización de los saldos monetarios) pero nadie pone muchas fichas en eso.
La FED está dando una bofetada en la cara a quienes esperaban una salida concertada a la crisis mundial. La todavía principal economía del globo pone otra señal más de que cada uno está por su cuenta, y en contra de todos los demás. La coordinación sólo era viable para evitar la peor catástrofe. Ahora se trata de reestructurar la economía global. Lejos de contribuir a la pacificación de este proceso, la interdependencia de las principales economías mundiales ha aumentado los potenciales costos y beneficios que pueden salir de la configuración económica que deje esta crisis. Por eso, mientras impulsan numerosas medidas de ataque a la clase trabajadora (sobre todo en Europa) cada país busca evitar pagar con los peores costos de la crisis. La "guerra de divisas" es el primer capítulo, que preanuncia las barreras comerciales. La tan temida tendencia centrífuga en la economía mundial, cuyas nefastas consecuencias se vivieron en los '30, asoma nuevamente en el horizonte. La soja no va a blindar a la Argentina para que escape de esa perspectiva, ni mucho menos Brasil.
Este sistema social decadente no tiene más promesas que nuevos episodios de crisis, mayor hostilidad en las relaciones internacionales, y nuevos ataques a las condiciones de vida de las masas trabajadoras. Hay que preparse para la intervención revolucionaria frente al salto en la lucha de clases que estos años tumultuosos plantearán.

Ver más:

Corea del Sur: fracasos y trampas del G-20


Una nueva oleada de guerra monetaria

martes, 2 de noviembre de 2010

El circulo vicioso del capitalismo argentino - Parte 2 - Las deudas del "modelo K"

Una de las principales reivindicaciones a la política económica kirchnerista, es la renegociación de la deuda en default encarada en 2005, momento en el que se habría plantado frente a los acreedores producto de lo cual logró una fuerte reducción de la deuda.
Algunos llegan a sostener que a partir de ese momento, la deuda "no es un condicionante central para la economía ni por magnitud ni por su horizonte de vencimientos" y de ahí concluyen que no hay ningún problema en pagarla. Desde esta visión, han justificado el "desendeudamiento", que ha convertido a la etapa kirchnerista en uno de las épocas en las que más se ha pagado a los acreedores. A pesar de lo cual no ha habido mucho desendeudamiento.

Veamos si realmente puede decirse que la deuda no condicione la economía argentina.
En 2005, la deuda alcanzaba los 180 mil millones de dólares. Luego de la renegociación, la deuda total pasó a 126 mil millones de dólares, a los cuales tenemos que sumar otros 27 mil millones que siguieron en default. De la parte de deuda renegociada, lo que se presentó como una quita del 75%, fue en realidad una reducción del monto de la deuda que no llegó al 40%. Esto fue así por el reconocimiento de los intereses devengados durante una parte del período de default.

A partir de ese momento, la deuda ha crecido casi 25%. Este considerable aumento se ha dado a pesar de el gobierno no tiene acceso a los mercados financieros desde 2007.

Es cierto que, producto de las dificultades para acceder al crédito y de los vencimientos de capital reconocidos durante estos años, la relación deuda PBI se ha reducido.

Por otra parte, la nacionalización de las AFJPs implicó que una gran cantidad de títulos pasaron a manos de la ANSES. Como este organismo -y otros- fue el principal destinatario de las colocaciones de deuda de los últimos años, una parte importante de la deuda está fuera del mercado, y es deuda intra Estado. La relación deuda en el mercado asciende sólo al 17% del PBI, que asciende al 25% del PBI si sumamos la deuda con el club de París y otras deudas con organismos internacionales y surgidas de acuerdos bilaterales. En términos comparativos, se puede sostener que la deuda no constituye un drenaje de reservas de tal magnitud que amenace con una crisis externa en la economía argentina, como en los '80.

Sin embargo, si consideramos el total de la deuda pública, la relación deuda PBI está en 48%, es decir nivel cercano al que había alcanzado en el final del gobierno de la Alianza. Esto no implica riesgo de una crisis de deuda porque en gran parte de salda entre agencias públicas.

Sin embargo, que la deuda sigue siendo un severo condicionante de la economía argentina se muestra en que desde la renegociación los pagos de intereses de deuda han representado entre un 15 y un 20% del presupuesto del gobierno nacional. Incluso aunque gran parte de la deuda se resuelva intra estado, esto limita recursos que podrían utilizarse para obras públicas o muchas otras alternativas distintas a sacrificarlos en el altar de los mercados. El financiamiento con la ANSES, el PAMI o mediante el uso de reservas no son gratuitos desde este punto de vista, sino que implican la inhibición de recursos para otras fuentes. Como se ve en el grafico, durante el kirchnerismo ya se han pagado más de u$s 45 mil millones, contando los 10 mil que se entregaron de un saque al FMI.

Por otra parte, la propia dinámica fiscal se ha deteriorado a partir de la renegociación de la deuda. 2007 fue el ultimo año de verdadera holgura fiscal. Pero ya ese mismo año empezaron los maquillajes a las cuentas públicas para disfrazar la tendencia deficitaria, en la cual el pago de la deuda es una de las principales causas, junto con los subsidios a los empresarios para solventar sus ganancias (Ver acá para más detalle sobre el maquillaje de las cuentas fiscales).
Desde 2009 el superávit fiscal es inexistente, y ésto sólo se cubre gracias a los superávit de ANSES y los giros de ganancias del BCRA. Y todo esto, en unos años de condiciones internacionales extraordinarias que han permitido un fuerte incremento de la recaudación tanto por el impulso a la actividad interna, como por los derechos de exportaciones.

Mientras tanto, para sortear la deuda pública no sólo se está incurriendo en una fuerte creación de deuda intra sector público que relativiza el planteo del desendeudamiento, sino que a esto se suma la utilización creciente de otros mecanismos como el uso de reservas y la apuesta al impacto de la inflación sobre la recaudación. Toda una serie de mecanismos que vienen preparando una situación explosiva a futuro, cuyas consecuencias ya estamos viviendo en una inflación galopante maquillada por el INDEC, pero que en los próximos años podría salir completamente de control.

Una situación que se hubiera evitado si, en vez de proclamar el desendeudamiento para pagar como unos chabones, se hubiera declarado el no pago de la deuda, junto con el monopolio estatal del comercio exterior y del comercio de divisas, y la nacionalización de la banca bajo control de los trabajadores. Sólo de esta forma se podrá terminar con la sangría de la deuda. En las antípodas de la política K.

lunes, 1 de noviembre de 2010

La economía que Kirchner nos legó. El círculo vicioso del capitalismo argentino - primer entrega

Es bastante remanido repetir una vez más que Néstor Kirchner era el Ministro de Economía tras bambalinas desde que fuera expulsado Lavagna en 2005. Pero no por repetido es menos cierto. Sólo Miguel Peirano y Martín Losteau intentaron sin exito tener algunos grados de libertad para darle impronta propia a la gestión, pero sin éxito. La única esfera que mantenía alguna -poca - distancia de los dictados del ex presidente era la monetaria, aunque un poco menos luego de la salida de Martín Redrado. Las características que tuvo el desenvolvimiento económico de estos años ha entrado entonces en el balance del legado de Kirchner. Más aún, la conclusión del apoyo popular manifestado por la masiva asistencia a la Casa Rosada ha sido la necesidad de "profundizar el modelo". Modelo que tendría entre sus elementos claves trazar un "sendero económico de inclusión social". Otro elemento que muchos análisis reivindican del kirchnerismo es la mayor presencia del Estado en la economía, "el papel preponderante de la política", sin analizar mucho cuál es el contenido concreto, qué fines inmediatos motorizan esta intervención y a quiénes son los principales beneficiarios. Volviendo sobre un post previo, un análisis menos superficial revela la importante contribución de las políticas neoliberales, especialmente en lo laboral, para el crecimiento de estos años, así como la continuidad y profundización de los rasgos dependientes de la economía argentina. Decíamos ahí:
[...] desde 2002 se registra un claro aumento de la rentabilidad, que benefició especialmente al agro y a la industria, dejando en un segundo plano los sectores más rentables de la década anterior. La reducción del costo laboral de 2002 puso a la estructura productiva heredada en un régimen de crecimiento diferente, sin conducir a transformaciones de la misma.

Podría argumentarse que este tipo de cambios llevan tiempo, pero no se ven siquiera los mínimos esbozos. El peso de la industria en el PBI, se mantiene detrás de los niveles promedio durante la convertibilidad, superando apenas el 17,5% del PBI que alcanzaba en 1998. A pesar de la rentabilidad récord y del gran volumen de producción anual, no hubo ampliaciones productivas considerables. Las firmas tienden a invertir lo justo para mantener la producción."
Agreguemos, entre paréntesis, que este año sólo los sectores de metales y automotriz tiene alto crecimiento, mientras que el resto de la industria apenas ronda el 1,8% de aumento en el último año.

"Si miramos el comercio exterior, veremos que aunque hoy las exportaciones duplican el valor de 1998 en dólares y tiene un peso mucho mayor en el PBI, esto se debe principalmente a los mayores precios de los commodities y algo menos al aumento de la cantidad exportada de los mismos. También aumentaron en precio y volumen las exportaciones de commodities industriales, como los de la rama siderúrgica que también registraron durante esta década un fuerte aumentos en la demanda a escala global. Aunque el nuevo régimen cambiario permitió la incursión de algunos nuevos sectores industriales en la exportación, como es el caso de varias pymes, las empresas de software o un aumento del turismo, esto no alcanzó una significación tal como para cambiar el perfil exportador.

[...]

Por otro lado, porque el alto crecimiento está permitiendo un crecimiento sin techo de las importaciones. Este año se proyectaba un superávit comercial de u$s 20 mil millones, pero probablemente cierre más cerca de los u$m 12 mil millones. Sigue siendo considerable, pero la diferencia da cuenta de un marcado crecimiento importador que está aumentando exponencialmente a pesar de las barreras que el gobierno ha buscado imponerle. Esto expresa de manera elocuente que la estructura productiva arrastra todas las consecuencias de la desintegración padecida desde mediados de los ‘70, pero aún agravadas: algunos estudios señalan que la importación por habitante a precios constantes es hoy un 33% superior a lo que era en 1998.

En lo que hace a las características del empresariado, es notorio que el nuevo contexto no ha revertido la tendencia al abandono de las actividades productivas por parte de los capitalistas nacionales. Ha continuado la venta de grandes empresas, a pesar de que estas mostraban altos niveles de rentabilidad. Ante el desafío de realizar nuevas inversiones o abandonar el negocio, este último camino ha sido la norma en la mayoría de los casos. Subproducto de esto, la extranjerización de la economía ha seguido en aumento: si consideramos las 200 empresas de mayor facturación, entre 1997 y 2007, la cantidad de compañías extranjeras pasó de 104 a 128. Como consecuencia, su participación dentro de la facturación total de ese grupo pasó del 65,5% al 77,3% en esos diez años. La presencia extranjera se concentra en los sectores más rentables de la economía, la porción mayoritaria de las utilidades empresarias queda en manos extranjeras. Desde 2008 además, ha habido un marcado aumento del giro de utilidades a las casas matrices en el extranjero, por lo cual se han reducido aún más los fondos disponibles para inversiones.

Yendo a otro emblema del funcionamiento económico desde finales de los `70, el sector financiero liberalizado por la reforma de 1977, aunque éste quedó golpeado por el quiebre de la convertibilidad y durante varios sus actividades estuvieron limitadas, desde 2008 viene registrando formidables ganancias. Esto lo ha logrado ayudado por la política gubernamental que alimentó en 2008 la vuelta a mecanismos de “bicicleta financiera” mediante la especulación con el tipo de cambio (en una política que significó dilapidar varios miles de millones de dólares de reservas), y nuevamente en 2009 incentivó el negocio con títulos de deuda en default. Adicionalmente, el financiamiento al consumo a altas tasas de interés –que concentra gran parte de los recursos prestables- viene siendo otra fuente de pingües ganancias.

Por último, una de las expresiones más claras de la continuidad en que se ha mantenido la elevada precarización de la fuerza de trabajo. Casi un 40% de los trabajadores no se encuentra registrado. Entre los trabajadores que sí están registrados, existen distintos tipos de contrato flexible. Esto ha tenido importantes consecuencias. Por un lado, ha permitido mantener una presión constante por aumentos del esfuerzo arrancado a la fuerza de trabajo, tanto en lo que hace a las horas trabajadas como a los ritmos de trabajo. Producto de esto se da que, aunque con enormes desigualdades, el promedio salarial de los sectores registrados es hoy ligeramente superior en términos de poder adquisitivo que el nivel de 2001, pero con niveles mayores de producción y más tiempo promedio de trabajo. En ese sentido, vemos un claro aumento de la participación de las ganancias en la distribución funcional del ingreso desde 2002 en adelante, que sólo se revierte parcialmente en los años siguientes, pero manteniéndose siempre en niveles superiores la década de los ’90, mientras ocurre lo contrario con la participación del salario.

La fragmentación de la fuerza de trabajo también ha dado margen al gobierno para sostener algunas políticas de tinte reformista hacia la clase trabajadora, como impulsar las paritarias anuales, con costo limitado, dado que lo que allí se negocia repercute sobre una franja minoritaria de la clase trabajadora. La misma burocracia sindical que participa de las negociaciones salariales, es la que durante todos estos años de fuerte crecimiento ha mantenido a rajatabla la diferenciación entre permanentes y contratados, negando o limitando sustancialmente la representación de éstos últimos, sin pelear por su efectivización.

Poco nuevo, entonces, en lo que hace a la estructura productiva y las condiciones de explotación de la fuerza de trabajo. Más bien se han explotado en un nuevo contexto los cambios que se habían ido imponiendo en las últimas décadas.

En lo que hace a la política gubernamental, el kirchnerismo, desde la asunción de Néstor Kirchner y luego con Cristina Fernández, ha coqueteado con la idea de que estaríamos ante un neodesarrollismo. Lo cierto es que desde un análisis de los ejes de la orientación económica no hay mucho sustento para estos planteos, tomados por varios economistas que simpatizan con el oficialismo. Sin duda, a partir de 2006, se registran numerosos cambios vinculados a una mayor participación estatal. Pero más bien, estas iniciativas están más asociadas a una búsqueda de contener el agotamiento del esquema evitando reformularlo. En este contexto, aunque el gobierno se presente como abanderado de la redistribución del ingreso y que los intelectuales kirchneristas hablen de “crecimiento con equidad”, uno de los pilares del crecimiento pos devaluación son los niveles de remuneración más bajos de los últimos treinta años. Como señalan incluso economistas no muy lejanos a la orientación del gobierno 'la estructura productiva argentina genera tendencias regresivas para la distribución del ingreso'. Las políticas kirchneristas de redistribución no modifican la estructura regresiva que se constituyó tras décadas de ofensivas neoliberales, sino que se apoyan en ellas, buscando mitigar algunos de sus efectos, conteniendo las demandas populares pero dejando indemnes los factores que generan la polarización social y la pobreza".


Crecimiento "con inclusión", entonces, del grueso de los sectores capitalistas que participaron de este festival de rentabilidad extraordinaria. Ganancias altas, salarios bajos, es el corazón profundo del esquema, aunque un "derrame" limitido bajo la presión de la movilización obrera haya permitido mejoras salariales.

Concluíamos, entonces:


"En las antípodas de la política kirchnerista, para cortar el nudo gordiano de la dependencia debe partirse de cortar con los mecanismos de saqueo imperialista: empezando por declarar el no pago de toda la deuda, que no ha sido más de un mecanismo de especulación de los capitales locales y ganancias de los bancos y bonistas extranjeros; imponer la nacionalización de la banca y el monopolio estatal del comercio exterior; expropiar las grandes propiedades agropecuarias para apropiarse íntegramente de la renta; y la renacionalización de los recursos estratégicos (como los hidrocarburos) puestos en manos de las rapaces empresas imperialistas. Estas son sólo algunas iniciativas elementales, que impuestas por la movilización de la clase obrera, pueden permitir encarar seriamente el problema de la pauperización, imponiendo el trabajo para todos mediante el reparto de las horas de trabajo y –en ese camino- estableciendo un seguro de desempleo acorde a la canasta familiar".


Para un próximo post, los rasgos de agotamiento del esquema y las -difíciles- alternativas de salida.