lunes, 10 de febrero de 2014

Otra crisis del capitalismo dependiente argentino

En las últimas semanas venimos analizando el giro marcado del gobierno de Cristinta Fernandez, que viene de imponer el mayor ajuste cambiario desde 2002. Sólo en enero la depreciación del peso en relación al dólar fue superior al 20%. En este posteo, largo, nos vamos un poco de la coyuntura profundizar desde el análisis marxista de los determinantes del funcionamiento de la economía argentina, cómo este giro es el resultado de las contradicciones de este proceso. Y signan, de forma irreversible, la entrada en una nueva dinámica, con varios elementos de desarrollo aún abierto. Debe leerse, entonces, como un complemento de los textos que vienen abordando lo que acá se considera sólo tangencialmente.

Introducción
Para buena parte de la oposición política patronal, así como para los economistas y consultores económico/financieros, la situación que estamos atravesando es el resultado de una “mala praxis” del gobierno, por una política laxa de gasto público y expansión monetaria sostenida durante años y que habría empujado la inflación, la fuga de capitales e incentivado la dolarización de los ahorros. Muchos lamentan la “oportunidad perdida” de la década, ya que con los fuertes superávits comerciales gracias a la demanda china y la soja cotizando altísimo, de todos modos reemergieron desde 2011 problemas crónicos que afectaron el crecimiento de la economía argentina en otros momentos históricos. Todo esto, afirman varios, podría haberse evitado con políticas más consistentes que hubieran canalizado los excedentes hacia un desarrollo de largo plazo.
Desde las veredas oficiales no se archivó el discurso de la década ganada, aunque algunos admiten que existen problemas porque, parafraseando, “en diez años no se puede hacer todo”. Quedaría pendiente que el “modelo de desarrollo con inclusión social” avance en la sustitución de importaciones, el desarrollo de numerosas industrias de componentes, para aliviar el problema de los dólares. Pero no estas serían señales de transformaciones por hacer, y una muestra patente de límites del “modelo”.
Ambas visiones nos parecen equivocadas. La crisis no surge de una “mala praxis” oficial; buena parte de lo que la oposición patronal define como “mala praxis” fueron medidas de gobiernos que, pos 2001 y con una clase obrera en fuerte recomposición social, tuvieron que tomar nota de una relación de fuerzas para compatibilizar la defensa de los intereses capitalistas con algunas medidas de contención hacia la clase obrera y los sectores populares. Así, la “urgencia” se impuso sobre los planes más estratégicos porque ante todo estaba el restablecimiento del orden, la “pasivización” de los sectores obreros y populares a través de políticas de conciliación de clase. Por otra parte, hace años nos deslizamos hacia un fin de época porque la entelequia de esta conciliación sólo es posible bajo ciertas condiciones muy específicas, de “holgura” económica, como las que había creado el mega ajuste de 2002 que se dio de la mano de la devaluación que puso fin a la convertibilidad. Hoy, doce años después de la gran crisis (que también fue doce años después de otra gran crisis, para delicias de los buscadores de ciclos de regularidad perfecta) el capitalismo argentino pone en evidencia que el combustible que lo mueve son los recurrentes ajustes a los sectores populares. Es eso lo que está marcha, y sólo eso puede relanzar la economía nacional en términos capitalistas.
Pero vayamos por partes. Lo expuesto en el párrafo previo son las conclusiones que surgen del análisis de qué es la formación económico-social argentina y cuáles son las determinaciones de la acumulación de capital en el país. Mediante ese análisis podremos comprobar que esta crisis no surge de la nada, sino que es consecuencia de las condiciones que determinan de la economía capitalista argentina, y que sólo un trastocamiento profundo de las bases de esta sociedad puede evitar la catástrofe que la burguesía se prepara para volver a descargar sobre nuestras cabezas.


La gravitación del tipo de cambio en la acumulación de capital en la Argentina
El ministro de economía Axel Kicillof volvió en una entrevista reciente a un tema muy trillado: la supuesta “mentalidad” que inclinaría a los argentinos hacia el dólar. Pero no se puede reducir la cuestión a un caso para diván colectivo. La “cuestión” del dólar es una consecuencia de la gravitación que tiene el tipo de cambio para la acumulación capitalista en el país. Y está lejos de ser un problema meramente argentino, aunque sin duda la historia de crisis nacionales -y los modos en que estas se “resolvieron”- genera reflejos que no se observan en otras latitudes, al menos en la misma medida.
¿De dónde surge la gravitación del tipo de cambio? Pues de las condiciones de productividad media de la economía nacional en relación a los niveles medios imperantes a nivel internacional. Los capitales que se valorizan en el espacio económico nacional exhiben una productividad del trabajo menor a los promedios internacionales, con excepción del agro y otras pocas ramas que cuentan con ventajas específicas. Esta brecha de productividad significa que buena parte de los capitales en rubros dedicados a la elaboración de bienes “transables” (es decir mercancías sometidas a la competencia internacional, ya sea que se produzcan para el comercio exterior o para el mercado interno afrontando competencia de bienes equivalentes producidos en otros países) requieren más tiempo socialmente necesario que sus homólogos de otras latitudes para producir las mismas mercancías. Es decir, producen a un costo más alto comparativamente más alto que en otros país, lo que significa que su operación no sería posible si este mayor tiempo de trabajo necesario se expresara plenamente en términos de valor internacional. ¿Qué implicancias tiene esto? Pues que para una fracción considerable de los capitales que se valorizan en el espacio nacional, su posibilidad de reproducción se encuentra condicionada a una depreciación del tipo de cambio. El tipo de cambio depreciado, es decir una variación en la cotización de la moneda nacional en relación a las monedas que operan como reservas de valor internacionalmente, particularmente el dólar, significa que cada hora de trabajo nacional se va expresar sólo como una fracción de la misma a nivel internacional. Esto permite que los sectores que producen con costos mayores que los que imperan a nivel internacional en la rama en cuestión, tengan precios internacionales equivalentes a los de sus competidores que otros países que producen con técnicas más elevadas, es decir que gana la llamada competitividad. Esto puede permitir en algunos casos el desarrollo de exportaciones manufactureras, pero sobre todo preserva el mercado nacional para empresas de capital local, a costa de reducir los términos de intercambio nacionales. El correlato es la depresión del salario medido en dólares, lo cual significa en términos reales una pérdida de poder adquisitivo para la fuerza de trabajo.(aunque quizás no en la misma proporción de la depreciación cambiaria). La competitividad del capital se logra reduciendo la participación de la fuerza de trabajo en el valor generado, es decir con un aumento de la tasa de explotación.
Esto explica la tendencia recurrente en numerosas economías de desarrollo medio a depreciar del tipo de cambio. Podría parecer que el tipo de cambio es como una varita mágica que compensa las desventajas de productividad. Ciertamente los teóricos como los neoestructuralistas (Frenkel, en cierta medida también Ferrer aunque no es de esta corriente), que consideran la política cambiaria de este tipo un pilar para el desarrollo, así lo creen. También los industriales comparten unánimemente esta inclinación. Pero ocurre que no es tan sencillo.


El dólar “caro” y sus contradicciones
El tipo de cambio depreciado tiene consecuencias que conspiran contra la inversión en medios de producción, que en muchos casos deben importarse en un país como la Argentina. Es que como dijimos, con la depreciación del tipo de cambio, la economía argentina reduce sus términos de intercambio. Esto puede hacer más competitivas y por lo tanto más rentables determinadas producciones manufactureras con la capacidad ya instalada, pero al mismo tiempo, como se puede adquirir como contrapartida menos bienes de capital que si pudiera vender las mercancías que produce sin depreciar el tipo de cambio, disminuir la rentabilidad esperada de nuevas inversiones en las mismas ramas beneficiadas por la depreciación al encarecer el costo de nuevas inversiones basadas en medios de producción importados. Esto se debe a que, aunque en el caso de los bienes transables producidos para la exportación o para el mercado interno, en principio el tipo de cambio depreciado tiende a aumentar la tasa de ganancia que perciben con la capacidad ya instada, esto no necesariamente repercute de igual manera en la rentabilidad esperada de nuevas inversiones. Estamos ante una contradicción real: como los medios de producción importados tienen una gravitación muy importante en la inversión local, especialmente en lo que hace a la capacidad de mantener (con cierto retraso respecto de otras economías) el ritmo de innovación tecnológica, las condiciones que favorecen la reproducción de los capitales menos productivos (una fracción considerable de los capitales nacionales), tienden al mismo tiempo a restringir las posibilidades de su desarrollo productivo. La brecha de productividad que la depreciación cambiaria se propone compensar, tiende así a preservarse e incluso agrandarse con el paso del tiempo. Las que se ven afectadas son, sobre todo, las inversiones de mayor envergadura.
Pero además de este resultado de mediano plazo (que refuta la capacidad del tipo de cambio depreciado para dinamizar el desarrollo a mediano plazo) un aspecto más crítico es la dinámica inflacionaria que puede desatar la devaluación, que es lo que estamos presenciando hace años en la argentina. Como planteamos en otro trabajo (ver “La Argentina, a 10 años de la salida de la convertibilidad: contradicciones recurrentes para la continuidad de la acumulación capitalista. Una mirada desde la teoría marxista”), “el tipo de cambio depreciado no se sostiene en el tiempo, sino que lo característico es una alternancia entre períodos de depreciación y de apreciación, muchas veces mediados de cortes abruptos”. No se sostiene, en primer lugar porque no todas las fracciones de la burguesía están interesadas en la preservación de un tipo de cambio depreciado. Los capitales que radicados en áreas de bienes y servicios no transables, se benefician con un tipo de cambio apreciado que eleva la expresión en términos de valor internacional del plusvalor que obtienen en el país. Estos intereses contradictorios se expresan en la disputa por el ingreso: toda devaluación genera un cambio de precios relativos, en detrimento de los asalariados pero también de de otras fracciones del capital, que crea condiciones para futuros ajustes de precios, y como contragolpe también de salarios. Estos ajustes tienden a crear una dinámica de retroalimentación, y erosionan el tipo de cambio depreciado. Esto ha sido conceptualizados con el término “pass through”, que mide en qué medida los ajustes de precios disparados por una devaluación limitan la proporción en la que la modificación en el tipo de cambio nominal se traduce en una del tipo de cambio real. Esto ocurrió con posterioridad a 2002 en el país. Pero con cierto efecto retardado, ya que en ese año la profunda recesión que se extendió entre 1998 y 2001 permitió facilitó la transferencia de costos, tanto a los sectores capitalistas productores de bienes y servicios no transables soportaron una reducción de sus márgenes por la modificación cambiaria como -sobre todo- a la clase trabajadora, que en las condiciones de extremo desempleo no pudo evitar que la devaluación de 2002 diera lugar a un mazazo al salario. Medido en dólares, el costo salarial cayó un 60% producto de la devaluación, mientras que el salario real, es decir el poder adquisitivo del salario (por el encarecimiento de los precios atados al dólar, como muchos los alimentos, que se dio en ese momento) cayó casi un 30%. Este mazazo fue clave en las altas ganancias de los años siguientes, que motorizaron el crecimiento industrial y una moderada recuperación de la inversión. Gracias a esto, el impacto de la devaluación generó durante 2002 un aumento de los precios de 31%, un pass through limitado si consideramos que la devaluación llevó el tipo de cambio de 1 a más de 4 pesos por dólar, para estabilizarse posteriormente alrededor de 3 pesos por dólar. Sin embargo, el cambio en las condiciones económicas no podía más que disparar nuevos ajustes. La magnitud de la devaluación permitió que en un comienzo estos ajustes no crearan mayores tensiones, ya que, como analizan Daniel Heymann y Adrián Ramos la “configuración de los precios relativos surgidos de la crisis, con un muy alto tipo de cambio real y salarios reales bajos, dejó mucho espacio para una recuperación del poder de compra en dólares de los precios y salarios domésticos”(“Una transición incompleta. Inflación y políticas macroeconómicas en la Argentina post-convertibilidad”, Revista de Economía Política de Buenos Aires, Año 4, Vols 7 y 8, Bs. As., 2010). Según estos autores, a partir de 2005 empezarían a manifestarse los límites de este espacio.
Esta dimensión estructural de la inflación nos remite entonces de forma insoslayable al corazón del “modelo”. El mega-ajuste de 2002 y las condiciones de extraordinaria rentabilidad que esta produjo para buena parte de la burguesía tenían rasgos de expecionalidad, no crearon una situación estable. Los intentos de los sectores (más o menos) perjudicados por recuperar sus márgenes empezaron a disparar ajustes sucesivos que externalizan una disputa por el excedente social entre los sectores capitalistas. Como no podía ser de otro modo, en estas condiciones también los asalariados fueron obligados a exigir aumentos de salarios nominales, a riesgo de ver sus ingresos aún más erosionados de lo que ya lo habían sido con la devaluación si no lo hacían. Si en 2002, ningún sector de la clase trabajadora -golpeada por una desocupación masiva- pudo oponer resistencia al saqueo al salario que significó la devaluación, que contó con el cerrado apoyo de la burocracia sindical moyanista. La recomposición social de la clase trabajadora que trajo aparejada la fuerte recuperación con tasas “chinas” de crecimiento económico creo mejores condiciones desde 2004 para pelear por la recuperación del terreno perdido. Por eso ante esta escalada de los precios a partir de 2005 y 2006, se profundizan las presiones para recuperar los ingresos y evitar que la incipiente inflación los siga erosionando.
La escalada inflacionaria no es otra cosa que una expresión del carácter atrasado y dependiente de la economía nacional, que transforma al tipo de cambio depreciado en una necesidad que no puede sostenerse en el tiempo, que crea tensiones entre las fracciones capitalistas que se expresan en ajustes sucesivos de los precios relativos. Los capitalistas buscan culpar a los aumentos de salarios de las subas de precios, y cualquier concesión en este terreno es un argumento para volver a remarcar. Pero en realidad los reclamos por aumentos de salarios en la mayoría de los casos no hicieron más que intentar una recuperación de los ingresos ante la permanente licuación que ocasiona el accionar empresario remarcando precios -en los marcos permisivos de una política económica cuyos “controles” de precios no han contribuido en nada a limitar la inflación.
Las contradicciones de la devaluación, así como el peso preponderante del capital extranjero en los pricipales sectores de la economía argentina con las consecuencias que esto conllleva (ver “Los contornos de la dependencia”, IdIz nº 3), así como el carácter particularmente rapaz de los principales sectores de la burguesía “nacional”, explica que el período de condiciones más favorables en los últimos 60 años para la acumulación capitalista en el país, no dinamizara las tasas de inversión. Los principales grupos capitalistas aprovecharon de forma “extensiva” los beneficios de la devaluación, es decir sacando el mayor aprovechamiento de los recursos instalados para realizar una buena masa de ganancias, lo cual empujó un crecimiento a tasas “chinas” pero no sostenible a mediano plazo.


Agotamiento del "modelo" y fin de ciclo
El llamado “modelo” fue la herencia del ajuste múltiple que ocurrió en 2002, que empalmó con un ciclo alcista en la demanda y los precios de exportación de granos que, con altibajos, se mantiene hasta hoy. El ajuste múltiple fue un resultado de la devaluación. Al mismo tiempo esta hizo caer el gasto público (que cayó en 2002 un 5% en términos nominales pero 37% en términos reales), abarató el salario, lo cual bajó el costo salarial en casi un 60% y mejoró la rentabilidad empresaria; por último el dólar caro contribuyó a mejorar las condiciones para la exportación, y actuando como límite para las importaciones.
Pero la dinámica contradictoria que desató la devaluación, ha alterado esta situación. A pesar de que en numerosos sectores el empresariado logró preservar el costo salarial por debajo de los niveles de 2001 gracias a fuertes aumentos de productividad que no tuvieron correlato en las remuneraciones (el costo salarial está hoy aproximadamente en un 85% del nivel pre devaluación), las presiones para contener los aumentos salariales, o para arrancar al Estado subsidios para compensar parcialmente los aducidos aumentos de costos tuvieron como efecto crear una presión muy fuerte hacia el aumento del gasto público. Como efecto de las tendencias alcistas de los precios, los subsidios al capital y las mayores exigencias de la deuda, a partir de 2007 el esquema económico empieza a entrar en una nueva dinámica donde el gobierno nacional intenta conjurar, recursos públicos mediante, el creciente agotamiento. Con los subsidios el gobierno “internalizó” una presión al aumento del gasto público, que se volvió casi forzosa. En vez de contener las contradicciones las absorbió bajo esta forma. En 2007 los subsidios fueron de 14.600 millones de pesos, en 2014 serían de $ 140.000 millones. Como consecuencia de esto, el abundante superávit fiscal se transformó en déficit, luego del pago de deuda, a partir de 2009, lo cual empujó a buscar mayores fuentes de financiamiento, a través de la ANSES y posteriormente del Banco Central. Junto con esto comienzan desde 2006, y más decididamente en 2007, los techos al salario. El pivote que dio aire para administrar los crecientes síntomas de agotamiento, y que ayudado por condiciones internacionales favorables dio margen para administrar las contradicciones crecientes durante varios años fue la persistencia del saldo externo favorable. Sin embargo, esto empezó a cambiar y en 2011 empezó a volverse crítico: reapareció el fantasma de la restricción externa, que durante los mejores años kirchneristas muchos consideraron un problema del pasado que la modernizada economía argentina no volvería a sufrir. Durante toda la década el kirchnerismo convivió alegremente con todas estas gangrenas permitiendo que se desarrollaran. Las alarmas sonaron en 2011 sólo porque los dólares de la soja (y otros granos) ya no alcanzaban para sostener el déficit industrial, el déficit energético, los pagos de la deuda, las remesas de capitales y la lisa y llana fuga de dólares. Ese año fue el primero de la década kirchnerista donde el año concluyó con una caída en las reservas en manos del Banco Central.
Si desde sus orígenes el kirchnerismo se caracterizó por una apuesta a utilizar los recursos del Estado para distender las relaciones entre las clases, impulsando algunas mejoras de ingresos (en relación al piso que habían alcanzado en 2002, pero sin acercarse ni de lejos a los niveles históricos en el caso se los salarios, ver acá) con la emergencia de la restricción externa empezó su política adquirió de conjunto un sesgo contrario, el del ajuste. Los techos al salario, la reticencia a cualquier cambio impositivo que llevó a agravar la carga del impuesto a las ganancias sobre los asalariados, y las medidas aplicadas para preservar los dólares frenando las importaciones, fueron todas en ese sentido. Con la devaluación acelerada se busca dar un paso más firme en este mismo sentido, aunque creando nuevas contradicciones por la misma dinámica que describimos más arriba. La suerte del “modelo” está íntimamente atada a lo que ocurra con los salarios. El “modelo”, que durante años ilusionó con una conciliación entre las clases como vía para sostener un capitalismo “en serio”, supuestamente muy distinto al “anarcocapitalismo” neoliberal, no puede más que intentar regenerarse volviendo a arrastrarnos por el camino del ajuste, aunque ahora se le diga “heterodoxo”. 
La situación, muy distinta que en 2002, encuentra a la clase obrera mejor posicionada para enfrentar el peso del ajuste. Pero es necesaria una política decidida que no va a salir de ningún sector de las conducciones sindicales burocráticas. Más que nunca es urgente para la izquierda clasista la pelea por conquistar los sindicatos y expulsar a la burocracia. Y, ante la urgente necesidad de dar respuesta a los ataques que se vienen, la necesidad de un Encuentro Nacional de todo el movimiento obrero combativo y antiburocrático que levante un programa de medidas urgentes y exija la apertura inmediata de paritarias libres, sin techo y con cláusulas gatillo contra la inflación. 



NOTA: Acá retomamos lo elaborado en otros artículos. Algunas lecturas útiles para profundizar son:

La Argentina, a 10 años de la salida de la convertibilidad: contradicciones recurrentes para la continuidad de la acumulación capitalista. Una mirada desde la teoría marxista


Las raíces de la inflación en la Argentina. Un análisis desde el marxismo


viernes, 7 de febrero de 2014

Afloja (por ahora) la corrida, sigue el ajuste


Gaston Ramírez y Esteban Mercatante
Luego de las dos semanas cargadas de tensión que siguieron al salto en la devaluación del peso, la situación parecería entrar en un remanso, al menos para las semanas que restan de Febrero. El dólar cierra la semana con una cotización oficial por debajo de los 8 pesos, y en caída. Y el dólar blue también cae, aproximándose a cerrar el día a alrededor de $12,25. Esto es el resultado de una entrada de dólares por parte de los bancos, que podría llegar a sumar u$s 1.000 millones en las próximas semanas. Según volvía a anunciar ayer Capitanich, el gobierno habría conseguido finalmente un acuerdo con las cerealeras para que liquiden $2.000 millones este mes. El Banco Central (BCRA) lograría una especie de “puente” hasta la liquidación de la cosecha entre marzo y mayo.

Se trata de un alivio conseguido con algunos ardides, y mucho de enfriamiento en la economía. Aquel enfriamiento por el que tanto se denostaba a los exponentes de la oposición patronal y a think tank empresarios, y ahora el jefe del BCRA Juan Carlos Fábrega para cortar la demanda de dólares secando la plaza de pesos. Veamos más en detalle.

A poco de la fuerte devaluación del 23 de enero, el gobierno, que esperaba una entrada de dólares por venta de granos, empezó rápidamente a notar con alarma el incumplimiento del compromiso no escrito del agropower de ingresar dólares cuando el gobierno hiciera su parte, es decir darles valor del dólar que asegurara un buen negocio. Cuando empiezan a verse los costos de la devaluación sobre el bolsillo, el gobierno nacional le intenta hacer el ole a los costos políticos. Parecería que fue algo que “se nos cayó encima” , o que impusieron los especuladores. Pero en realidad, empujado por las circunstancias, el gobierno aceleró la depreciación del peso apuntando siempre a un valor del dólar que pudiera impulsar a quienes tienen fuerte capacidad para obtener dólares frescos, los productores sojeros, a vender sus tenencias de granos. Como a pesar de haber hecho el trabajo sucio, el gobierno no logró la entrada de estos dólares, en las últimas semanas aplicó una presión in crescendo para persuadir a estos voraces empresarios de las virtudes del negocio que el nuevo valor del dólar les servía en bandeja, y los costos que podría acarrear no aprovecharlo rápido.

Lo primero fue cortar las líneas de crédito del Banco Nación, iniciativa tomada a instancias del jefe del BCRA. Resulta que, después de meses, se dieron cuenta de que muchos de los préstamos personales que otorgaba la entidad eran destinados a la compra de dólares en el mercado paralelo. Es decir, un negocio redondo con las tasas subsidiadas. Más vale tarde que nunca, podría decir alguno. Pero en el interín fondearon ampliamente a los que calentaron el mercado cambiario y alimentaron la gangrena de reservas.

Al mismo tiempo, el BCRA subió la tasa de interés al 30% a través de la licitación de Lebacs con la absorción de 21.000 millones de pesos de base monetaria de los cuales 16.000 eran billetes y monedas en circulación. Así comienza a quitar una importante masa de pesos que presionaba sobre el valor del dólar al tener en la divisa una fuente de ahorro seguro y rentable frente a la persistente suba de precios. Esta medida presiona a los bancos a plantarse en los depósitos y contribuyó a encarecer los créditos, así como el financiamiento con tarjeta. Enfriamiento liso y llano.

Pero la especulación es una Hidra con múltiples cabezas. Los sojeros no sólo eran parte de los que se fondeaban a tasa subsidiada para aguantar la exportación. También ganaban tiempo con los contratos a futuros, que los cubrían ante eventualidades y sacaban la urgencia de vender cuando todavía se esperan mayores movimientos monetarios. El Comunicado A 5536 apunta a cortar esta otra cabeza. La resolución del BCRA reflotó una norma de 2005 que limita al 30% el patrimonio de tenencias en divisa que puede tener cada entidad financiera y al 10% adicional para los contratos de futuros. Esto obliga a los bancos a vender tenencias en dólares, por un valor que podría alcanzar los u$s 4.000 mil millones en los próximos meses. Una suma nada despreciable de dólares en manos de los bancos que refleja el negociado que venían haciendo, en especial desde que el BCRA comenzara a devaluar en cuotas desde noviembre del año pasado, y todo esto bajo la tutela del mismo BCRA.

Con los primeros impactos de esta movida, la entidad bancaria logró bajar el valor del dólar mayoristas bajó tres centavos a $ 7,88, minorista bajó más de 12 centavos en el mismo período y quedó en $ 7,89, el blue: perdió 20 centavos y se ofreció a $ 12,35 y el valor futuro del dólar se derrumbó 35 centavos a $ 11,50 y los contratos de dólar futuro perdieron hasta 25. Acá se trata de un “ardid”, un intento de sustituir los dólares frescos que podrían traer los sojeros por una movilización forzada, en el mercado cambiario, de dólares que ya eran parte de las reservas brutas del BCRA, y por lo tanto no mejoran su posición financiera. El ardid apunta además a convencer a los acopiadores de que están perdiendo tiempo precioso sin liquidar a los buenos precios actuales. Curiosamente, los sacudones en los movimientos de capitales globales, que ponen un manto de incertidumbre sobre los precios de los commodities, hoy podrían ayudar al gobierno, ya que podrían operar como impulso a los exportadores para liquidar antes de que se produzca un cambio importante (esto, obviamente, en tanto la situación no vaya hacia un desplome). Lo que es de notar es que de sopetón, esta medida apunta a compensar (pero no a revertir) algunos de los formidables efectos que tuvo la devaluación para los bancos, al valorizar su patrimonio por sus posiciones en moneda extranjera. También envía un mensaje ambivalente sobre el futuro, ya que, como señalaba un consultor “Básicamente le está diciendo a los bancos 'no quiero que ganen plata si yo devalúo'. Implícitamente, lo que está diciendo es que no va a controlar el ritmo de devaluación. Lo que está impidiendo es que apuesten”.

De esta forma, de contragolpe y a tientas, se van cortando una tras otra las cabezas de la Hidra, pero corriendo tan detrás de los acontecimientos con una parsimonia tal que tan pronto como lo hace se regeneran. Los “especuladores” denunciados en los discursos, como los bancos, obtuvieron una formidable ganancia por una medida básica que recién ahora se buscará revertir. Los sojeros fueron directamente financiados, lo mismo que los participantes del mercado blue, para operar por la devaluación. El gobierno les regaló un negocio en bandeja, sólo para intentar ahora volver sus pasos en algunas de las consecuencias más obsenas.

Como lo indica el mito, una Hidra no se mata cortando una tras otra sus cabezas. Sólo un golpe certero y contundente puede liquidarlas. Nacionalizar la banca, creando una banca estatal única, establecer un monopolio del comercio exterior para cortar las maniobras de las grandes cereales y las otras grandes empresas que lucran con los movimientos cambiarios, declarar el no pago de la deuda externa para cortar la sangría de dólares. Estas medidas elementales no pueden esperarse de este gobierno (que aunque ahora dejó circular entre su flanco izquierdo otra vez la amenaza de crear una Junta de granos, mostró una y otra vez que las corporaciones del “agropower” son socios predilectos), que aunque algunos progres intentaron presentar como un boxeador en pugilato con los especuladores, buscó desde la asunción del nuevo elenco ministerial rearmar el esquema económico para satisfacer las expectativas de todos lo que apostaban a la devaluación, cargando sus costos sobre los asalariados. Hoy la única ancla para garantizar el triunfo del ajuste en marcha es que los trabajadores reciban el golpe devaluatorio sobre sus salarios. Por eso en los últimos discursos de Cristina Fernández volvió el ataque a los reclamos salariales. Sólo si la clase trabajadora presenta una salida alternativa al ajustazo en marcha y levanta un programa de emergencia, empezando por pelear por paritarias libres ahora, sin techos y con cláusulas “gatillo” para preservarse de la inflación, por imponer medidas contra la precariedad laboral, un ingreso para todos los trabajdores acorde a la canasta familiar, y una verdadera recomposición de ingresos para los jubilados (para los que el 11,31% es una burla), muestra su propia iniciativa para controlar verdadamente todos los precios y pelea por imponer el conjunto de las medidas elementales que proponemos más arriba, podrá evitar ser el pato de la boda como pretenden todas las fracciones de la burguesía argentina.

jueves, 6 de febrero de 2014

Una respuesta obrera contra la inflación galopante

La Verdad Obrera Nº 556

Reproducimos el artículo publicado hoy en La verdad obrera nº 556.



Según estimaciones privadas, el mes de enero cerró con un aumento de 4% en alimentos, bebidas, y artículos de higiene. A un mes de concretado el acuerdo de “Precios cuidados”, los precios no sólo no se frenan sino que aceleran la tasa de aumento, que sería del doble que el mismo mes del año anterior, cuando no regía ningún acuerdo. Y todo esto a pesar de que los “Precios cuidados” legalizaban importantes aumentos respecto de los precios que los empresarios habían negociado previamente con Guillermo Moreno.
Todo esto cuando apenas empezaron a sentirse algunos efectos de la fuerte devaluación del peso. A pesar de que el gobierno intentó negar que el ajuste cambiario pudiera tener efectos sobre los precios, ayer autorizó un aumento de hasta el 6% en los combustibles.
El impacto inflacionario pega más sobre los sectores de menores ingresos: llegó a un 5,7% en aquéllos sectores que se encuentran por debajo de la línea de la pobreza.
Ante la evidencia de que el acuerdo “Precios cuidados” no permitió siquiera maquillar la inflación durante un período breve, y la perspectiva de que la devaluación agravará aún más las cosas, el gobierno sacó ahora a relucir el “control popular” de precios. Aunque el Secretario de Comercio Augusto Costa y el Ministro Kicillof pretendieron convencer que este acuerdo tendría resultados diferentes que los fallidos acuerdos de Guillermo Moreno, el gobierno está reconociendo de esta forma que las maniobras empresarias perforaron alevosamente los acuerdos.
Ante este resultado, ahora la solución estaría en sumar a los sectores populares. En su discurso de ayer, Cristina retó particularmente a los sindicatos por concentrarse en los aumentos salariales. En vez de eso, deberían concentrarse en controlar los precios. Como las organizaciones participantes en “mirar para cuidar”, deberían recorrer los supermercados, verificar los precios y la disponibilidad de productos. Curiosamente, algo similar había sugerido el jefe de la CGT Balcarce, Antonio Caló, que propondría a los sindicatos que dirige. Esta contraposición entre aumentos de salarios y control de precios es insostenible. Entre otras cosas porque aunque se cumpla los acuerdos de precios estos validaron aumentos que ya golpearon los salarios, junto a otros como el del transporte público que los siguen erosionando. El control que estamos viendo es para contener el salario y las jubilaciones. Estas últimas después del aumento anunciado el martes tienen un mínimo de $ 2.757, mientras que el salario mínimo se ubica en $ 3.300 y la mitad de los asalariados gana menos de $4.000, es decir bien por debajo de la canasta familiar.
Por eso, la primer medida elemental para evitar que la inflación carcoma nuestros ingresos es pelear por adelantar las negociaciones paritarias, libres y sin techo, para imponer en ellas aumentos acordes a la inflación registrada en los últimos meses (que anualizada se acerca al 60%), pero también “cláusulas gatillo”, una indexación automática de acuerdo a la inflación. Además de luchar por fin del trabajo precario y un salario mínimo igual a la canasta familiar.
Junto a esto, la fuerza social de los trabajadores es fundamental para desmontar las maniobras de los empresarios y garantizar el abastecimiento de productos a precios accesibles, cortando con la pesca a río revuelto que hacen los empresarios como remarcadores seriales que son. Pero no es labrando actas en los supermercados sobre los incumplimientos como van a controlarse los precios. Allí donde los capitalistas cocinan las trampas con las que buscan saltarse los compromisos de los "Precios cuidados" es la clase trabajadora la que puede desnundarlos. Opuesto al “control popular” que ahora propone el gobierno, que no es otra cosa que limitarse a recorrer supermercados y comprobar las maniobras ya consumadas, es decir otra coartada para deslindar responsabilidades por el ajuste en marcha dejando que las patronales se lleven su buena tajada. Por su lugar en la producción social los trabajadores tienen la capacidad para conocer al dedillo las variables económicas de todo el circuito productivo, desde las fábricas a las góndolas. Actuando de forma coordinada pueden desnudar los costos reales y la disponibilidad efectiva de mercancías en todas las cadenas productivas.
Contra el inmovilismo de la burocracia sindical, que en algunos gremios negocia aumentos como puente hacia las paritarias pero mira para otro lado mientras los empresarios remarcan, es necesario batallar en todos los lugares de trabajo por poner en acción este verdadero control de los precios: organizando desde los sindicatos comités junto con consumidores populares, por ejemplo amas de casas de las familias trabajadoras o desocupadas, luche para exigir la apertura de los libros de contabilidad en todas las alimenticias y otras empresas de productos básicos para la vida, para dejar al desnudo el “gran secreto” capitalista, las formidables ganancias que logran acrecentar en los marcos de la escalada inflacionaria. Los trabajadores de las grandes cadenas de supermercados también pueden aportar en el seguimiento diario de la remarcación. Contra las maniobras capitalistas que ocultan productos para obligar a comprar los que no tienen precios acordados, los trabajadores de las grandes fábricas resultan clave para hacer una contabilidad de los productos guardados en depósitos.
Sólo de esta forma se le puede parar la mano a los aumentos, desnudar las maniobras del gran capital para golpear a los asalariados, y pelear por garantizar el acceso a los productos de la canasta básica para la clase trabajadora y los sectores populares.

jueves, 30 de enero de 2014

La CGT de Caló y su extravagante iniciativa para cuidar los precios


Como venimos sosteniendo (y puede leerse hoy aquí), el único cuidado serio de los precios lo pueden realizar los trabajadores, que actuando de forma coordinada pueden desnudar los costos y disponibilidad de mercancías en todas las cadenas productivas. Allí donde los capitalistas cocinan las trampas con las que buscan saltarse los compromisos de los "Precios cuidados" (que por otra parte les permitieron a varios sectores blanquear aumentos de los últimos meses) es la clase trabajadora la que puede desnundarlos. La que puede mostrar las exorbitantes tasas de ganancia que se amasan en numerosos sectores pescando a río revuelto gracias al descontrol de la moneda. Algún desprevenido podría pensar que los anuncios de hoy muestran que Antonio Caló decidió impulsar que la CGT tome este camino. Parece que la CGT va a tomar cartas en el asunto de cuidar los precios... recorriendo supermercados. Al mismo tiempo que pide "prudencia" a los laburantes cuando las patronales están siendo de todo menos prudentes para remarcar con voracidad, Caló no impulsa que los trabajadores controlen los precios desde sus posiciones estratégicas en la producción de bienes y prestación de servicios sino que quiere "mirar" para otro lado. 

Detras de este palabrerío y de gestos meramente simbólicos como puede ser mandar a algunos burócratas a acompañar las recorridas del "mirar para cuidar" de La Cámpora, la CGT oficial busca tapar el inmovilismo cuando la inflación está carcomiendo el salario y tanto el gobierno nacional como los opositores, y todas los sectores del empresariado, se apuestan a lograr que el resultado de las paritarias sea afianzar los duros golpes al bolsillo obrero. Esta es la vía para sostener el ajustazo que está en marcha. 
Ante este rol traidor de la burocracia, es urgente convocar a un Encuentro Nacional de todo el sindicalismo antiburocrático y combativo para postularse como un polo que ponga en movimiento a la clase obrera para sostener un programa de medidas urgentes para que la burguesía no descargue sobre nuestras espaldas los costos de la crisis.

viernes, 24 de enero de 2014

Cambios en el cepo cambiario: Un giro improvisado: devaluación, inflación y “cepo” al salario

Un giro improvisado: devaluación, inflación y “cepo” al salario

publicado en www.pts.org.ar 

Los trabajadores debemos dar una respuesta para que la crisis la paguen los capitalistas

Los anuncios del día de hoy vuelven a alterar sustancialmente el régimen cambiario, a menos de dos meses de los últimos cambios con los que comenzó el nuevo equipo económico. Se trata de cambios ocurridos bajo el empuje de una situación que amenaza descontrolarse. Aunque el nuevo ministro de Economía, Axel Kicillof, tenía ya tomada la decisión de ajustar fuerte el tipo de cambio, la presión sobre el mercado cambiario legal que validó una depreciación de 23% sólo en lo que va de enero, y el recalentamiento del dólar “blue” que llegó ayer a superar los $13 pesos crearon una situación de incertidumbre sobre hacia dónde va la economía. La prensa económica internacional ha dado una señal de alerta, sugiriendo incluso la posibilidad de contagio en un contexto donde hace unos meses los países “emergentes” vienen en dificultades. Financial Times ubica a la Argentina entre los casos más “riesgosos”, junto a Ucrania y Venezuela. The Guardian señala la amenaza de contagio a Brasil, y en España la bolsa cayó, según muchos analistas, empujada por la economía Argentina. Esto se da en un contexto donde la reversión de los flujos de capitales por la menor inyección monetaria en los EEUU afecta también a países como Turquía, Sudáfrica, Indonesia, Tailandia, Chile y Perú.

En el día de ayer la moneda se depreció más de 13%, y el drenaje diario de divisas, sin un plan claro para encauzar la situación y sin alivio de la demanda de dólares a la vista, hizo sonar todas las alarmas. A este ritmo, las reservas del Banco Central, que perforaron el piso simbólico de los u$s 30 mil millones la semana pasada, podrían continuar en caída acelerada.

El ritmo desbocado de depreciación del peso está trastornando el desenvolvimiento económico. Numerosos sectores están frenando la producción y las ventas por desbarajuste de la estructura de costos que ocasiona.

Bajo este ariete, ahora se anuncia la legalización del ahorro en dólares (levantamiento parcial del “cepo” a la compra de dólares), así como la rebaja de la imposición en anticipo de ganancias para la compra de dólares y las compras con tarjeta en el exterior, que pasa del 35% al 20%.

El cepo cambiario no desaparece con los anuncios, sino que vuelve a parecerse a lo que era en sus orígenes. Para ver si al menos –modestamente- permite pasar el fin de semana sin que siga escalando la cotización del paralelo, bajo el efecto de desconcierto que creó durante el día la falta de precisiones para las operaciones del día.

Desde sectores cercanos al oficialismo, se busca desde ayer mostrar que está todo “fríamente calculado”. Según este razonamiento, no hubo una escapada del dólar por fuera de los cálculos, sino que el dólar llegó al precio que propuso Axel Kicillof el día que asumió como ministro de Economía: ocho pesos. Acá estaría el máximo que podrían esperar los exportadores de granos. El pequeño detalle es que está faltando dos meses para que comience la liquidación fuerte de la venta de soja, que empieza en marzo pero se concentra en abril. Período que parece una eternidad.

Pero ¿ahora el gobierno va a estar dispuesto a vender todos los dólares que se demanden a la cotización oficial, para que la moneda se mantenga en el rango alcanzado? Seguramente, si así lo hacen, lograrán bajar el paralelo y cerrar la brecha. Pero claro, al módico precio de entregar todos los dólares que se demanden. La única manera en la que este giro improvisado bajo la presión de los hechos no termine en un drenaje acelerado de reservas (por un monto mucho mayor que la operación diaria del mercado blue) es con un cambio drástico en toda la política monetaria, aplicando las medidas con las de viene amagando tímidamente el jefe del Banco Central (BCRA), Juan Carlos Fábrega: suba de las tasas de interés para incentivar la vuelta de dinero a los bancos y restar rentabilidad a la especulación monetaria, movimientos cambiarios menos previsibles para desincentivar la especulación, y “enfriar” la creación de crédito y emisión de dinero. Es decir, todo el plan que Kicillof rechazaba de forma tajante –según trascendidos de casi todos los medios-. Y, junto a esto, vuelta al endeudamiento externo si se logra cerrar el default con el Club de París. No está claro que este sea el camino tomado, aunque el equipo económico va girando aceleradamente bajo la presión de los hechos.

Lo que desmadra todo el esquema es la inflación. Desde octubre de 2013 se viene registrando una espiral de precios, especialmente acelerada en diciembre, que se habría comido un 20% de los salarios sólo en ese período. La devaluación que desde octubre a hoy supera el 30%, está preparando nuevos saltos en precios de insumos críticos, entre otros del combustible, lo que se suma al aumento del transporte automotor de pasajeros en la ciudad de 66%. Todo esto preanuncia un nuevo salto en la inflación de este año (que podría pasar los 30%), previsión bajo la cual continuará la presión sobre el tipo de cambio (legal o paralelo según el alcance de la disposición del gobierno a entregar dólares).

El gobierno da vía libre a la devaluación y (parece) también a la compra de dólares para quienes quieran fugarlos. Pero no a los aumentos salariales, única ancla con la cual quiere pasar este año crítico. Mientras la presión de los especuladores le arrancó al gobierno la enorme concesión de reabrir el canal de compra legal (habrá que ver hasta dónde), así como los empresarios se llevaron un acuerdo de precios que les reconoce los aumentos de los últimos tiempos, y las fuerzas de seguridad pudieron arrancar aumentos muy por encima de cualquier sector de trabajadores estatales, por el contrario el gobierno viene mostrando que es una cuestión de Estado no ceder en las negociaciones paritarias. No es novedad el intento de imponer techos a las paritarias. Pero para este año se ha transformado en una cuestión de primer orden, y los voceros oficiales (pero también de la oposición) agitan el fantasma de los desbordes para responsabilizar de antemano a los trabajadores del descalabro de un plan muy flojo de papeles.

El gobierno, aún en la situación de debilidad política en la que se encuentra, busca poner todo el peso de las fracciones de la burocracia sindical que lo apoyan para limitar las aspiraciones de recomposición salarial ante el peso de la inflación.

Pelear por un programa y una alternativa política de los trabajadores

Contra la amenaza de profundizar el ajuste a costa de los salarios, está planteando pelear por paritarias sin techo, para que todo trabajador gane un salario equivalente a la canasta calculada en $ 9.000. Hay que luchar por el pase a planta de todos los contratados y tercerizados, tirar abajo el impuesto al salario, el aumento de las jubilaciones al 82% móvil y planes sociales que cubran el monto de la canasta familiar. Para enfrentar los aumentos de precios, la única manera de enfrentar seriamente la remarcación es con la fuerza de la clase obrera que, organizando comités junto con consumidores populares, luchando para imponer la apertura de los libros de contabilidad en todas las alimenticias y otras empresas de productos básicos para la vida, para dejar al desnudo las maniobras que inflan los precios así como aquellas que ocultan productos para obligar a comprar los que no tienen precios acordados. Los trabajadores de las grandes fábricas están en una “posición estratégica” para hacer una contabilidad de los productos guardados en depósitos.

El descalabro por el que transitan las variables económicas empujadas por el círculo vicioso de devaluación-inflación es consecuencia de los desbarajustes que crea la deuda externa y la dependencia económica. La única manera de enfrentarlo es declarando el no pago de la deuda externa, que se ha pagado más de tres veces en los últimos 30 años y que representa más del 10% del ingreso nacional anual que va a parar a manos de los usureros, representando además un drenaje de dólares necesarios para exportar insumos estratégicos. Junto con esta medida, es necesario el monopolio estatal del comercio exterior (liquidando por empezar a las corporaciones que concentran la exportación de granos y continuando con el resto de la economía) para terminar con todas las maniobras que realizan las multinacionales para maximizar la fuga de dólares y minimizar los pagos de impuestos. Asimismo, la otra pata del drenaje de dólares está en el sector financiero, que es necesario nacionalizar de forma íntegra mediante la creación de una banca estatal única. Sólo la clase obrera puede desarrollar este programa de conjunto. Para combatir la catástrofe que todas las fracciones de la burguesía se preparan para descargar sus espaldas, es necesario que esta tome en sus manos el destino nacional.

La magnitud de la crisis que se preparan para descargar sobre las espaldas de la clase trabajadora no da lugar para abrir ningún compás de espera. Es necesario empezar ya en todos los lugares de trabajo a discutir la situación y organizarse, empezando a impulsar la votación de delegados paritarios y exigir a la preparación de un paro nacional. Los sectores combativos y clasistas deben convocar un encuentro nacional de organizaciones obreras combativas, empezando por encuentros regionales, para preparar la batalla por las paritarias. Allí puede concentrarse la fuerza para imponerle a la burocracia un plan de lucha y un congreso de delegados de base, para reorganizar y unir al movimiento obrero ante el ajuste en curso.

jueves, 23 de enero de 2014

Ideas de Izquierda y Contretemps



Lucha de ideas, lucha de clase: ¿Qué desafíos tiene el pensamiento crítico del Slgilo XXI? Miradas cruzadas de Europa y América Latina.

Conocé la revista Ideas Izquierda , Nueva "Revista de Política y cultura."

Con Christian Castillo, sociólogo, miembro del Consejo Editorial; y con la presencia de Isabelle Garo, filósofo, miembro de la dirección de la revistaContretemps .



Sábado, 25 de enero 2014 a las 17h

Librería La Breche

27 rue Taine

75012 Paris

(Líneas de metro Daumesnil 6 y 8)



La revista Contretemps, "Journal de Critica Comunista" fue fundada en Francia en 2001 por Daniel Bensaïd. Por su lado Ideas de Izquierda "Revista de política y cultura", publicada en español, se inició en el verano de 2013 en Argentina, dirigida por intelectuales y activistas. En ambos casos, se trata de unir a las "armas de la crítica", los pensamientos y las elaboraciones teóricas, a la izquierda de la izquierda, que puedan contribuir a las luchas radicales que la clase obrera sigue guiando contra el capitalismo a escala de todo el planeta.

Combinando escritos teóricos y/o políticos, centrándos o no en la actualidad, como en la economía, la sociología, la literatura, etc., son, por un lado en Europa, por el otro en América Latina, enfrentan los retos del siglo XXI, recordando, con Marx, que "cuando la teoría se apodera de las masas, se convierte en una fuerza material". En esta reunión se presentará por primera vez en público Ideas de Izquierda en Europa, y contribuirá al pensamiento común de la revolución que necesitamos a escala internacionales.

lunes, 20 de enero de 2014

Entrevista: El panorama económico nacional. El ajuste sobre el salario, base del "plan" económico oficial



Reproduzco la entrevista que me realizara por la Agencia Paco Urondo el 17/1.




Entrevista con Esteban Mercatante, economista del PTS y miembro del comité de redacción de la revista Ideas de Izquierda. Publica artículos en el Instituto del Pensamiento Socialista Karl Marx y en el blog Punto de Desequilibrio.


Por Juan Ciucci

APU: ¿Como analiza la situación económica en nuestro país?

Esteban Mercatante: La economía Argentina muestra signos de fuerte deterioro en varios planos. El aspecto más saliente que estamos viendo es la aceleración en el ritmo de devaluación del dólar oficial, empujado por el fracaso en contener la cotización del dólar paralelo con el cepo. De fondo la situación es una consecuencia de la reemergencia de la llamada “restricción externa”, es decir un déficit en la balanza de pagos que dificulta el crecimiento a causa de la insuficiencia de dólares. La aparición de esta restricción es la consecuencia de una serie de limitantes estructurales que vienen de larga data, que son emergentes de la condición económicamente dependiente del capitalismo argentino y que poco se han modificado en años recientes: el peso de la deuda externa, que a pesar de los generosos pagos presentados con el rótulo de “desendeudamiento”, y de la pesificación de buena parte de la cartera, insume en promedio no menos de 10 mil millones de dólares al año para pagos de capital e intereses; y en algunos años mucho más.

La insuficiencia de dólares también está estrechamente ligada al déficit energético, una consecuencia de los estragos hechos por Repsol y otras petroleras con anuencia del gobierno, que observo pasivamente el deterioro de las reservas, de la extracción y refinación sin tomar cartas hasta que la situación se tornó insostenible (lo mismo que en otro plano y con más dramatismo está ocurriendo hoy con las compañías eléctricas). La inflación también mete la cola en el problema de la falta de dólares, ya que liquidó el peso como reserva de valor, empujando a su reemplazo por activos en dólares en todos los sectores que tienen capacidad de ahorro. A esto se suma la complacencia que imperó durante años hacia la fuga de dólares y las remesas de utilidades, que llevó a que antes de la implementación del cepo cambiario que aplicó Guillermo Moreno desde fines de 2011 se hubieran fugado más de 60 mil millones de dólares. Si no se hubiera tolerado este “vaciamiento” por parte de las grandes empresas y especuladores durante años, hoy el piso de reservas sería mucho más elevado.

La manera en la que el gobierno responde, acelerando la depreciación del peso oficial, va en contradicción con el denuesto que varios funcionarios y medios oficiales, empezando por el propio ministro Axel Kicillof hicieron de la devaluación de 2002 como una medida de ajuste brutal, lo cual es completamente cierto aunque omiten decir que esta medida fue fundamental para las condiciones del llamado «modelo k» que se apoyo en altas ganancias que surgieron de la devaluación de los salarios. Hoy para tratar de contener el dólar van por el mismo camino. Esto puede conspirar con lo que ocurre en otro frente , la inflación, que el gobierno minimiza y directamente oculta, lo cual ayudó a acelerarla. Hoy hay una inercia muy difícil de frenar, y alimenta además las presiones de distintos sectores por avanzar en el ajuste del tipo de cambio, lo cual el gobierno viene haciendo pero sin lograr una dinámica estable. A pesar de los acuerdos de precios la depreciación del peso podría impactar acelerando la inflación, conspirado contra la posibilidad de estabilizar la distancia entre dólar oficial y paralelo. Todo indica que el gobierno espera que, a partir de marzo cuando los exportadores comiencen a liquidar, la situación se descomprima. Pero de hecho eso ocurrió muy parcialmente el último año. Además, en ese momento comienzan las negociaciones paritarias que van a venir tensionadas por la intención del gobierno de mantener techos bajos, a pesar de las concesiones hechas a las fuerzas represivas a fin de año y en abierta contradicción con la aceleración de los aumentos de precios que precedió al acuerdo que rige desde enero. De conjunto entonces vemos que hay una serie de dificultades cuyo control se hace cada vez más inestable con las herramientas que viene aplicando el gobierno. Quiero enfatizar que se esta haciendo muy fuerte el círculo vicioso de depreciación e inflación y eso limita los márgenes del gobierno.

Como trasfondo, lo que vemos es que todos los motores del crecimiento de la última década se han ido apagando o debilitando. A pesar de que la rentabilidad empresaria se mantiene (aunque sin estar en los niveles pico de la última década), sobre todo en lo que respecta a las empresas más grandes, esto no se traduce en inversión. La demanda externa, especialmente para los bienes industriales, se muestra debilitada. Y el consumo también, principalmente porque el salario creció menos que la inflación real en el último año. Otra cosa que estamos observando es un freno al crecimiento del gasto público forzado por la dificultad de sostener el endeudamiento interno para financiarlo, por lo que sólo está aumentando en lo que respecta a subsidios para la energía.

Por todo esto estamos observando desde 2012 un marcado deterioro en los niveles de crecimiento económico, respecto de las tasas elevadas que en promedio se registraron desde 2003. En 2013, aunque el Estimador mensual de la actividad económica (Emae) del Indec calcula para los primeros 10 meses un crecimiento del 5,4%, esta medición se ve afectada por la adulteración del índice de precios y tiende a sobreestimar el crecimiento. Numerosas estimaciones privadas (negocio que floreció en los últimos años gracias a lo que el gobierno hizo con el Indec) se ubican en torno del 3%. El panorama para 2014 es más estrecho, entre un escenario optimista del 3% y uno pesimista alrededor del 1,5%. Si miramos la industria, el crecimiento del año está apenas por encima del 1%, a causa sobre todo del débil crecimiento de la industria automotriz, que en 2013 creció 3,5% y sigue sin recuperar los valores de 2011, y todo esto a pesar del fuerte ritmo de patentamiento. A causa del panorama poco prometedor de Brasil, todo indica que 2014 será todavía peor. Las empresas parecen estarse preparando para esto, a juzgar por los adelantos de vacaciones y suspensiones (todavía con pago a 100% de las horas, pero sin cargas previsionales) en varias terminales.

Para la clase trabajadora, el año que cerró el salario promedio creció por debajo de la inflación, es decir que en términos reales cae. Lo cual muestra un salto en un deterioro en los niveles de vida que ya venía golpeando más fuerte a los sectores de la clase trabajadora más precarios. Lo que más ilustra esto es que hace varios años (desde 2007) se enlenteció, y en el último directamente se frenó, la incorporación de trabajadores informales en el mercado formal.

Observamos entonces un deterioro profundo, de largo alcance, el fin de todo un período de alto crecimiento y la entrada en una situación de bajo crecimiento, con distintos problemas en el horizonte que podrían ser causales de nuevos episodios de crisis severa.

Este panorama ilustra que, como ocurre en la historia económica nacional, la economía capitalista argentina no puede sostenerse sin someter a la clase trabajadora y el pueblo pobre a periódicos ajustes brutales sobre sus condiciones de vida. Aunque durante la última década numerosos sectores se entusiasmaron con la idea de un “modelo” que podría conciliar las contradicciones del capital, supuestamente combinando crecimiento con redistribución sin tocar las bases estructurales del capitalismo dependiente ni cambiar las bases de una inequidad en la distribución del ingreso (que están en la relación capita- trabajo) que se mantuvo durante la última década después de haberse profundizado con el mazazo a los salarios que trajo la devaluación de 2002, se pone en evidencia el carácter utópico de esta salida basada en la conciliación de clases. Sólo si la clase trabajadora toma en sus manos el destino nacional, cortando los nudos gordianos de la dependencia, declarando el no pago de la deuda pública, nacionalizando todos los recursos estratégicos en manos del capital imperialista (y de sus grandes socios nacionales) para ponerlos a funcionar en manos de los trabajadores, encarando un plan de las obras públicas más urgentes en vivienda e infraestructura sobre la base de impuestos a las grandes fortunas; podrá evitarse que la clase obrera sean quien pague otra vez el fin de fiesta.

APU: ¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta el gobierno?

EM: Todo lo que señalamos significa que la Argentina se ve confrontada nuevamente a la perspectiva de un severo ajuste para recomponer un cierto equilibrio que permita relanzar la acumulación de capital en el espacio nacional. Ya desde hace un tiempo el gobierno de Cristina Fernandez y quienes aspiran a sucederla disputaban quién va a ser el que pague los costos del ajuste. El gobierno no quiere quedar como el gran responsable y por lo tanto viene esquivando hace tiempo medidas más de fondo, imponiendo distintos “parches” como fue el cepo cambiario, y buscando aliviar un poco la situación externa con medidas parciales como el fracasado blanqueo impulsado por Guillermo Moreno y extendido por Kicillof. También intentó varias veces hacer medidas de ajuste más fuerte, como en el transporte y las tarifas energéticas, pero hasta ahora debió archivarlos por el descontento popular ante el crimen social de Once y el de Castelar. Ojo, el gobierno venía desde fines de 2011 aplicando su propia variante de ajuste, aunque esta apareciera disimulada o en cuentagotas. Esto le valió una ruptura con sectores del movimiento obrero y tuvo como consecuencia el paso a la oposición de una parte de la burocracia sindical cegetista.

El control a las importaciones contribuyó durante 2012 a una caída de la industria que fue del 1,4%. Aunque en 2013 se aflojó un poco el torniquete de todos modos el gobierno se mostró dispuesto a cambiar alivio externo por crecimiento económico, empujando a la ralentización de la actividad. Y en lo que respecta al control de la inflación, la única ancla seria que muestra el gobierno son los techos en las paritarias. El acuerdo de precios de 187 productos resulta irrisorio como medida contra la inflación, excepto para presentarla como argumento contra aspiraciones salariales “desmedidas”, es decir que aspiren realmente a mejorar el salario. La idea de que los funcionarios de la secretaria de comercio, ayudados por la AFIP pueden enfrentar las maniobras empresarias resulta ridícula. El único control serio de precios que puede haber es si se impone la apertura de los libros de contabilidad de las empresas en todos los sectores de las cadenas de valor de los principales productos, y son comités de usuarios y consumidores quienes los fiscalizan. El gobierno jamás atinó a nada por el estilo, sino a cerrar en una mesa chica con los grandes empresarios un acuerdo dirigido a existir principalmente en los diarios, y no en las góndolas donde los productos llegan a cuentagotas.

Lo que parece es que, obligado por las circunstancias bajo la amenaza de que la situación del dólar se vuelva incontrolable, el gobierno se decidió a dar pasos más drásticos, que a la vez podrían como ya señale tener efectos de retroalimentación en otros frentes.

El gobierno apuesta a administrar el deterioro contando con el ingreso de dólares de los granos exportados, que estarían rondando los 25 mil millones de dólares en 2014. Pero esto es un 5% menor que en 2013. También minimizan el problema de los dólares porque los canales de transmisión para que la reducción de las reservas de dólares del BCRA (que acaban de perforar el piso de u$S 30 mil millones) se transforme en crisis cambiaria y bancaria se encuentran cortados. Pero todo esto se apoya en que no haya grandes cambios en el panorama externo, lo cual lo hace sumamente volátil. Durante la última década se dilapidaron y se siguen dilapidando dólares en el altar de la deuda. Si se declara el no pago de la misma, junto con la nacionalización de la banca, creando una banca estatal única y estableciendo un verdadero monopolio del comercio exterior, se puede efectivamente alejar la amenaza de un quebrando causado por los usureros y los especuladores, y destinar recursos para la reactivación económica en vez de mantener un programa monetario restringido.

APU: ¿Cuál es el panorama internacional, y como afecta a la argentina?

EM: La Argentina desarrolló todas las dificultades que estamos señalando aún en un contexto muy favorable para el país. Excepto durante el peor momento de crisis que ocasionó la quiebra del banco Lehman Brothers, entre el tercer trimestre de 2008 y el segundo de 2009, la demanda externa fue favorable a las exportaciones del país. El “desacople” de las economías llamadas “emergentes”, sobre todo de China y otros países asiáticos que siguieron creciendo fuerte gracias a la aplicación de paquetes de estímulo, benefició a la economía argentina. Tanto en lo que respecta a los granos, con China creciendo siempre a altas tasas, como en lo referente a las exportaciones industriales, concentradas en el Mercosur.

Ahora la situación se muestra más ambivalente; la capacidad de los “emergentes” para sostener tasas de crecimiento elevadas se encuentra más comprometida. En el último año aparecieron algunas dificultades en varios países grandes, aunque China mantiene un crecimiento, a ritmo algo más lento (8%). El panorama es de un crecimiento algo mejor, pero todavía débil de la economía mundial (3,2%). Lo que se ve es que a casi seis años de Lehman no hay salida a través de medidas estatales que este logrando encauzar la crisis. Ante la persistencia de la crisis se tensionan las relaciones ínter estatales y se agudiza la lucha de clases como observamos en los últimos años.

Para el país, en lo que se refiere a las exportaciones de granos la demanda crece menos, aunque se mantiene. En lo que hace a las exportaciones industriales 2014 podría ser un año más difícil, ya que el panorama en Brasil no es bueno. Este panorama significaría que aunque podría no crear dificultades en el sensible terreno de los dólares comerciales (como sí podría ocurrir si cayeran sensiblemente los precios de los granos que el país exporta), sin embargo el panorama para la actividad industrial, donde se concentra buena parte del empleo, va a estar más comprometido.

APU: ¿Qué posibles medidas puede tomar el gobierno?

EM: Entre los sectores “progres” que apoyan al gobierno se abrigó la ilusión de que la llegada de Kicillof podría significar nuevas iniciativas estatalistas de intervención sobre la economía para administrar las contradicciones. Pero este camino está clausurado por el hecho de que los recursos públicos están agotados. El financiamiento a través del BCRA está llegando al límite legal, y, sobre todo, está alcanzando un nivel más allá del cual podría volverse seriamente inflacionario (lo cual hasta ahora ha ocurrido de forma limitada, más allá de las protestas de los monetaristas que atribuyen la inflación a la emisión). Después de diez años de “emergencia” durante los cuáles se permitió a las concesionarias de empresas energéticas mantenerse en sus posiciones deteriorando la infraestructura, ahora se predisponen a intentar una vez más transferir los costos a los usuarios ajustando tarifas, aunque el colapso de la red este último mes podría conspirar con sus planes. Tal vez lleguen ahora, tardíamente, a nacionalizar la red, pero eso sería más un favor que un castigo a los concesionarios.

En todos lados se ven las señales de un ajuste inexorable, única receta que pueden ofrecer los partidos patronales. La pregunta es si (y cuanto) el gobierno va a seguir con la aceleración del ritmo de ajuste del ultimo tiempo, al menos en lo que se refiere al tipo de cambio, no si va a ajustar. La respuesta dependerá mucho de lo que ocurra en paritarias.

Las novedades podrían venir por una mayor apertura externa, centralmente tomando nueva deuda, para aliviar la urgencia que crea la falta de dólares. Aunque el hoy ministro y otros funcionarios fustigaron en varias ocasiones las consecuencias nefastas del “endeudamiento”, ya empiezan a circular teorías de que puede haber un endeudamiento externo virtuoso, contrapuesto al neoliberal noventista. Ya antes de ser ministro, Kicillof, erróneamente tildado de marxista por periodistas superficiales, mostró amplias muestras de su pragmatismo para hacer lo opuesto a lo que antes había planteado, como vimos con Chevron. Desde que llegó al ministerio abundaron las señales de confiabilidad a “los mercados”.

La clase trabajadora no tiene nada bueno que esperar de las medidas de este gobierno. En lo que respecta a los salarios, se vio que en promedio estos alcanzaron en términos reales un techo muy poco por encima de los niveles de 2001, es decir un año de crisis. Los indicadores de precariedad laboral se encuentran en niveles similares a los que promediaron en los noventa (34% de la clase trabajadora en negro, 70% de los trabajadores ganando menos de $5.500 según las cifras del Indec), y el empresariado preserva intactas todas las conquistas flexibilizadoras. Incluso medidas como la AUH que mejoraron los ingresos para los sectores más pobres, se ve deteriorada por la inflación, y hoy a pesar de los aumentos representa un poder de compra menor que cuando fue implementada en 2009.

Las medidas que planteamos más arriba, junto con la pelea por el reparto de las horas de trabajo entre todas las manos disponibles apoyada como ya dijimos en el no pago de la deuda y una modificación progresiva de toda la estructura impositiva, puede permitir concretar todas las aspiraciones de los millones de trabajadores que durante esta presunta “década ganada” se vieron completamente defraudadas.

Desde el PTS consideramos que tenemos el desafío que la fuerza política mostrada en las elecciones de 2013 con el FIT, con más de 1 millón trescientos mil votos, que permitió la entrada de tres diputados en el congreso nacional así como diputados y senadores provinciales, podamos volcarla para profundizar la inserción con la que ya contamos en la clase trabajadora. Está planteado disputar la conducción de los sindicatos y tomar medidas decididas para luchar contra el ajuste, los topes salariales, y por las demandas postergadas. Los sectores de la burocracia sindical que están en la oposición amenazan con acciones pero no han impulsado ninguna medida seria. Desde el PTS apostamos a un encuentro de las organizaciones obreras combativas e independientes de la burocracia sindical. Junto con esto impulsar asambleas en todos los establecimientos laborales y preparar la lucha para las próximas paritarias impulsando la votación de paritarios y exigiendo un paro nacional y un plan de lucha a las centrales sindicales; levantando la bandera de $8.000 de básico, la indexación de los salarios según la verdadera inflación, el pase a planta, el repudio a los tarifazos y la defensa de los puestos de trabajo.