Reproduzco la entrevista que me realizara por la Agencia Paco Urondo el 17/1.
Entrevista con Esteban Mercatante, economista del PTS y miembro del comité de redacción de la revista Ideas de Izquierda. Publica artículos en el Instituto del Pensamiento Socialista Karl Marx y en el blog Punto de Desequilibrio.
Por Juan Ciucci
APU: ¿Como analiza la situación económica en nuestro país?
Esteban Mercatante: La economía Argentina muestra signos de fuerte deterioro en varios planos. El aspecto más saliente que estamos viendo es la aceleración en el ritmo de devaluación del dólar oficial, empujado por el fracaso en contener la cotización del dólar paralelo con el cepo. De fondo la situación es una consecuencia de la reemergencia de la llamada “restricción externa”, es decir un déficit en la balanza de pagos que dificulta el crecimiento a causa de la insuficiencia de dólares. La aparición de esta restricción es la consecuencia de una serie de limitantes estructurales que vienen de larga data, que son emergentes de la condición económicamente dependiente del capitalismo argentino y que poco se han modificado en años recientes: el peso de la deuda externa, que a pesar de los generosos pagos presentados con el rótulo de “desendeudamiento”, y de la pesificación de buena parte de la cartera, insume en promedio no menos de 10 mil millones de dólares al año para pagos de capital e intereses; y en algunos años mucho más.
La insuficiencia de dólares también está estrechamente ligada al déficit energético, una consecuencia de los estragos hechos por Repsol y otras petroleras con anuencia del gobierno, que observo pasivamente el deterioro de las reservas, de la extracción y refinación sin tomar cartas hasta que la situación se tornó insostenible (lo mismo que en otro plano y con más dramatismo está ocurriendo hoy con las compañías eléctricas). La inflación también mete la cola en el problema de la falta de dólares, ya que liquidó el peso como reserva de valor, empujando a su reemplazo por activos en dólares en todos los sectores que tienen capacidad de ahorro. A esto se suma la complacencia que imperó durante años hacia la fuga de dólares y las remesas de utilidades, que llevó a que antes de la implementación del cepo cambiario que aplicó Guillermo Moreno desde fines de 2011 se hubieran fugado más de 60 mil millones de dólares. Si no se hubiera tolerado este “vaciamiento” por parte de las grandes empresas y especuladores durante años, hoy el piso de reservas sería mucho más elevado.
La manera en la que el gobierno responde, acelerando la depreciación del peso oficial, va en contradicción con el denuesto que varios funcionarios y medios oficiales, empezando por el propio ministro Axel Kicillof hicieron de la devaluación de 2002 como una medida de ajuste brutal, lo cual es completamente cierto aunque omiten decir que esta medida fue fundamental para las condiciones del llamado «modelo k» que se apoyo en altas ganancias que surgieron de la devaluación de los salarios. Hoy para tratar de contener el dólar van por el mismo camino. Esto puede conspirar con lo que ocurre en otro frente , la inflación, que el gobierno minimiza y directamente oculta, lo cual ayudó a acelerarla. Hoy hay una inercia muy difícil de frenar, y alimenta además las presiones de distintos sectores por avanzar en el ajuste del tipo de cambio, lo cual el gobierno viene haciendo pero sin lograr una dinámica estable. A pesar de los acuerdos de precios la depreciación del peso podría impactar acelerando la inflación, conspirado contra la posibilidad de estabilizar la distancia entre dólar oficial y paralelo. Todo indica que el gobierno espera que, a partir de marzo cuando los exportadores comiencen a liquidar, la situación se descomprima. Pero de hecho eso ocurrió muy parcialmente el último año. Además, en ese momento comienzan las negociaciones paritarias que van a venir tensionadas por la intención del gobierno de mantener techos bajos, a pesar de las concesiones hechas a las fuerzas represivas a fin de año y en abierta contradicción con la aceleración de los aumentos de precios que precedió al acuerdo que rige desde enero. De conjunto entonces vemos que hay una serie de dificultades cuyo control se hace cada vez más inestable con las herramientas que viene aplicando el gobierno. Quiero enfatizar que se esta haciendo muy fuerte el círculo vicioso de depreciación e inflación y eso limita los márgenes del gobierno.
Como trasfondo, lo que vemos es que todos los motores del crecimiento de la última década se han ido apagando o debilitando. A pesar de que la rentabilidad empresaria se mantiene (aunque sin estar en los niveles pico de la última década), sobre todo en lo que respecta a las empresas más grandes, esto no se traduce en inversión. La demanda externa, especialmente para los bienes industriales, se muestra debilitada. Y el consumo también, principalmente porque el salario creció menos que la inflación real en el último año. Otra cosa que estamos observando es un freno al crecimiento del gasto público forzado por la dificultad de sostener el endeudamiento interno para financiarlo, por lo que sólo está aumentando en lo que respecta a subsidios para la energía.
Por todo esto estamos observando desde 2012 un marcado deterioro en los niveles de crecimiento económico, respecto de las tasas elevadas que en promedio se registraron desde 2003. En 2013, aunque el Estimador mensual de la actividad económica (Emae) del Indec calcula para los primeros 10 meses un crecimiento del 5,4%, esta medición se ve afectada por la adulteración del índice de precios y tiende a sobreestimar el crecimiento. Numerosas estimaciones privadas (negocio que floreció en los últimos años gracias a lo que el gobierno hizo con el Indec) se ubican en torno del 3%. El panorama para 2014 es más estrecho, entre un escenario optimista del 3% y uno pesimista alrededor del 1,5%. Si miramos la industria, el crecimiento del año está apenas por encima del 1%, a causa sobre todo del débil crecimiento de la industria automotriz, que en 2013 creció 3,5% y sigue sin recuperar los valores de 2011, y todo esto a pesar del fuerte ritmo de patentamiento. A causa del panorama poco prometedor de Brasil, todo indica que 2014 será todavía peor. Las empresas parecen estarse preparando para esto, a juzgar por los adelantos de vacaciones y suspensiones (todavía con pago a 100% de las horas, pero sin cargas previsionales) en varias terminales.
Para la clase trabajadora, el año que cerró el salario promedio creció por debajo de la inflación, es decir que en términos reales cae. Lo cual muestra un salto en un deterioro en los niveles de vida que ya venía golpeando más fuerte a los sectores de la clase trabajadora más precarios. Lo que más ilustra esto es que hace varios años (desde 2007) se enlenteció, y en el último directamente se frenó, la incorporación de trabajadores informales en el mercado formal.
Observamos entonces un deterioro profundo, de largo alcance, el fin de todo un período de alto crecimiento y la entrada en una situación de bajo crecimiento, con distintos problemas en el horizonte que podrían ser causales de nuevos episodios de crisis severa.
Este panorama ilustra que, como ocurre en la historia económica nacional, la economía capitalista argentina no puede sostenerse sin someter a la clase trabajadora y el pueblo pobre a periódicos ajustes brutales sobre sus condiciones de vida. Aunque durante la última década numerosos sectores se entusiasmaron con la idea de un “modelo” que podría conciliar las contradicciones del capital, supuestamente combinando crecimiento con redistribución sin tocar las bases estructurales del capitalismo dependiente ni cambiar las bases de una inequidad en la distribución del ingreso (que están en la relación capita- trabajo) que se mantuvo durante la última década después de haberse profundizado con el mazazo a los salarios que trajo la devaluación de 2002, se pone en evidencia el carácter utópico de esta salida basada en la conciliación de clases. Sólo si la clase trabajadora toma en sus manos el destino nacional, cortando los nudos gordianos de la dependencia, declarando el no pago de la deuda pública, nacionalizando todos los recursos estratégicos en manos del capital imperialista (y de sus grandes socios nacionales) para ponerlos a funcionar en manos de los trabajadores, encarando un plan de las obras públicas más urgentes en vivienda e infraestructura sobre la base de impuestos a las grandes fortunas; podrá evitarse que la clase obrera sean quien pague otra vez el fin de fiesta.
APU: ¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta el gobierno?
EM: Todo lo que señalamos significa que la Argentina se ve confrontada nuevamente a la perspectiva de un severo ajuste para recomponer un cierto equilibrio que permita relanzar la acumulación de capital en el espacio nacional. Ya desde hace un tiempo el gobierno de Cristina Fernandez y quienes aspiran a sucederla disputaban quién va a ser el que pague los costos del ajuste. El gobierno no quiere quedar como el gran responsable y por lo tanto viene esquivando hace tiempo medidas más de fondo, imponiendo distintos “parches” como fue el cepo cambiario, y buscando aliviar un poco la situación externa con medidas parciales como el fracasado blanqueo impulsado por Guillermo Moreno y extendido por Kicillof. También intentó varias veces hacer medidas de ajuste más fuerte, como en el transporte y las tarifas energéticas, pero hasta ahora debió archivarlos por el descontento popular ante el crimen social de Once y el de Castelar. Ojo, el gobierno venía desde fines de 2011 aplicando su propia variante de ajuste, aunque esta apareciera disimulada o en cuentagotas. Esto le valió una ruptura con sectores del movimiento obrero y tuvo como consecuencia el paso a la oposición de una parte de la burocracia sindical cegetista.
El control a las importaciones contribuyó durante 2012 a una caída de la industria que fue del 1,4%. Aunque en 2013 se aflojó un poco el torniquete de todos modos el gobierno se mostró dispuesto a cambiar alivio externo por crecimiento económico, empujando a la ralentización de la actividad. Y en lo que respecta al control de la inflación, la única ancla seria que muestra el gobierno son los techos en las paritarias. El acuerdo de precios de 187 productos resulta irrisorio como medida contra la inflación, excepto para presentarla como argumento contra aspiraciones salariales “desmedidas”, es decir que aspiren realmente a mejorar el salario. La idea de que los funcionarios de la secretaria de comercio, ayudados por la AFIP pueden enfrentar las maniobras empresarias resulta ridícula. El único control serio de precios que puede haber es si se impone la apertura de los libros de contabilidad de las empresas en todos los sectores de las cadenas de valor de los principales productos, y son comités de usuarios y consumidores quienes los fiscalizan. El gobierno jamás atinó a nada por el estilo, sino a cerrar en una mesa chica con los grandes empresarios un acuerdo dirigido a existir principalmente en los diarios, y no en las góndolas donde los productos llegan a cuentagotas.
Lo que parece es que, obligado por las circunstancias bajo la amenaza de que la situación del dólar se vuelva incontrolable, el gobierno se decidió a dar pasos más drásticos, que a la vez podrían como ya señale tener efectos de retroalimentación en otros frentes.
El gobierno apuesta a administrar el deterioro contando con el ingreso de dólares de los granos exportados, que estarían rondando los 25 mil millones de dólares en 2014. Pero esto es un 5% menor que en 2013. También minimizan el problema de los dólares porque los canales de transmisión para que la reducción de las reservas de dólares del BCRA (que acaban de perforar el piso de u$S 30 mil millones) se transforme en crisis cambiaria y bancaria se encuentran cortados. Pero todo esto se apoya en que no haya grandes cambios en el panorama externo, lo cual lo hace sumamente volátil. Durante la última década se dilapidaron y se siguen dilapidando dólares en el altar de la deuda. Si se declara el no pago de la misma, junto con la nacionalización de la banca, creando una banca estatal única y estableciendo un verdadero monopolio del comercio exterior, se puede efectivamente alejar la amenaza de un quebrando causado por los usureros y los especuladores, y destinar recursos para la reactivación económica en vez de mantener un programa monetario restringido.
APU: ¿Cuál es el panorama internacional, y como afecta a la argentina?
EM: La Argentina desarrolló todas las dificultades que estamos señalando aún en un contexto muy favorable para el país. Excepto durante el peor momento de crisis que ocasionó la quiebra del banco Lehman Brothers, entre el tercer trimestre de 2008 y el segundo de 2009, la demanda externa fue favorable a las exportaciones del país. El “desacople” de las economías llamadas “emergentes”, sobre todo de China y otros países asiáticos que siguieron creciendo fuerte gracias a la aplicación de paquetes de estímulo, benefició a la economía argentina. Tanto en lo que respecta a los granos, con China creciendo siempre a altas tasas, como en lo referente a las exportaciones industriales, concentradas en el Mercosur.
Ahora la situación se muestra más ambivalente; la capacidad de los “emergentes” para sostener tasas de crecimiento elevadas se encuentra más comprometida. En el último año aparecieron algunas dificultades en varios países grandes, aunque China mantiene un crecimiento, a ritmo algo más lento (8%). El panorama es de un crecimiento algo mejor, pero todavía débil de la economía mundial (3,2%). Lo que se ve es que a casi seis años de Lehman no hay salida a través de medidas estatales que este logrando encauzar la crisis. Ante la persistencia de la crisis se tensionan las relaciones ínter estatales y se agudiza la lucha de clases como observamos en los últimos años.
Para el país, en lo que se refiere a las exportaciones de granos la demanda crece menos, aunque se mantiene. En lo que hace a las exportaciones industriales 2014 podría ser un año más difícil, ya que el panorama en Brasil no es bueno. Este panorama significaría que aunque podría no crear dificultades en el sensible terreno de los dólares comerciales (como sí podría ocurrir si cayeran sensiblemente los precios de los granos que el país exporta), sin embargo el panorama para la actividad industrial, donde se concentra buena parte del empleo, va a estar más comprometido.
APU: ¿Qué posibles medidas puede tomar el gobierno?
EM: Entre los sectores “progres” que apoyan al gobierno se abrigó la ilusión de que la llegada de Kicillof podría significar nuevas iniciativas estatalistas de intervención sobre la economía para administrar las contradicciones. Pero este camino está clausurado por el hecho de que los recursos públicos están agotados. El financiamiento a través del BCRA está llegando al límite legal, y, sobre todo, está alcanzando un nivel más allá del cual podría volverse seriamente inflacionario (lo cual hasta ahora ha ocurrido de forma limitada, más allá de las protestas de los monetaristas que atribuyen la inflación a la emisión). Después de diez años de “emergencia” durante los cuáles se permitió a las concesionarias de empresas energéticas mantenerse en sus posiciones deteriorando la infraestructura, ahora se predisponen a intentar una vez más transferir los costos a los usuarios ajustando tarifas, aunque el colapso de la red este último mes podría conspirar con sus planes. Tal vez lleguen ahora, tardíamente, a nacionalizar la red, pero eso sería más un favor que un castigo a los concesionarios.
En todos lados se ven las señales de un ajuste inexorable, única receta que pueden ofrecer los partidos patronales. La pregunta es si (y cuanto) el gobierno va a seguir con la aceleración del ritmo de ajuste del ultimo tiempo, al menos en lo que se refiere al tipo de cambio, no si va a ajustar. La respuesta dependerá mucho de lo que ocurra en paritarias.
Las novedades podrían venir por una mayor apertura externa, centralmente tomando nueva deuda, para aliviar la urgencia que crea la falta de dólares. Aunque el hoy ministro y otros funcionarios fustigaron en varias ocasiones las consecuencias nefastas del “endeudamiento”, ya empiezan a circular teorías de que puede haber un endeudamiento externo virtuoso, contrapuesto al neoliberal noventista. Ya antes de ser ministro, Kicillof, erróneamente tildado de marxista por periodistas superficiales, mostró amplias muestras de su pragmatismo para hacer lo opuesto a lo que antes había planteado, como vimos con Chevron. Desde que llegó al ministerio abundaron las señales de confiabilidad a “los mercados”.
La clase trabajadora no tiene nada bueno que esperar de las medidas de este gobierno. En lo que respecta a los salarios, se vio que en promedio estos alcanzaron en términos reales un techo muy poco por encima de los niveles de 2001, es decir un año de crisis. Los indicadores de precariedad laboral se encuentran en niveles similares a los que promediaron en los noventa (34% de la clase trabajadora en negro, 70% de los trabajadores ganando menos de $5.500 según las cifras del Indec), y el empresariado preserva intactas todas las conquistas flexibilizadoras. Incluso medidas como la AUH que mejoraron los ingresos para los sectores más pobres, se ve deteriorada por la inflación, y hoy a pesar de los aumentos representa un poder de compra menor que cuando fue implementada en 2009.
Las medidas que planteamos más arriba, junto con la pelea por el reparto de las horas de trabajo entre todas las manos disponibles apoyada como ya dijimos en el no pago de la deuda y una modificación progresiva de toda la estructura impositiva, puede permitir concretar todas las aspiraciones de los millones de trabajadores que durante esta presunta “década ganada” se vieron completamente defraudadas.
Desde el PTS consideramos que tenemos el desafío que la fuerza política mostrada en las elecciones de 2013 con el FIT, con más de 1 millón trescientos mil votos, que permitió la entrada de tres diputados en el congreso nacional así como diputados y senadores provinciales, podamos volcarla para profundizar la inserción con la que ya contamos en la clase trabajadora. Está planteado disputar la conducción de los sindicatos y tomar medidas decididas para luchar contra el ajuste, los topes salariales, y por las demandas postergadas. Los sectores de la burocracia sindical que están en la oposición amenazan con acciones pero no han impulsado ninguna medida seria. Desde el PTS apostamos a un encuentro de las organizaciones obreras combativas e independientes de la burocracia sindical. Junto con esto impulsar asambleas en todos los establecimientos laborales y preparar la lucha para las próximas paritarias impulsando la votación de paritarios y exigiendo un paro nacional y un plan de lucha a las centrales sindicales; levantando la bandera de $8.000 de básico, la indexación de los salarios según la verdadera inflación, el pase a planta, el repudio a los tarifazos y la defensa de los puestos de trabajo.
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