Reproducimos el artículo publicado hoy en La verdad obrera nº 556.
Según estimaciones privadas, el mes de enero cerró con un aumento
de 4% en alimentos, bebidas, y artículos de higiene. A un mes de
concretado el acuerdo de “Precios cuidados”, los precios no sólo no se
frenan sino que aceleran la tasa de aumento, que sería del doble que el
mismo mes del año anterior, cuando no regía ningún acuerdo. Y todo esto a
pesar de que los “Precios cuidados” legalizaban importantes aumentos
respecto de los precios que los empresarios habían negociado previamente
con Guillermo Moreno.
Todo esto cuando apenas empezaron a sentirse algunos efectos de la
fuerte devaluación del peso. A pesar de que el gobierno intentó negar
que el ajuste cambiario pudiera tener efectos sobre los precios, ayer
autorizó un aumento de hasta el 6% en los combustibles.
El impacto inflacionario pega más sobre los sectores de menores
ingresos: llegó a un 5,7% en aquéllos sectores que se encuentran por
debajo de la línea de la pobreza.
Ante la evidencia de que el acuerdo “Precios cuidados” no permitió
siquiera maquillar la inflación durante un período breve, y la
perspectiva de que la devaluación agravará aún más las cosas, el
gobierno sacó ahora a relucir el “control popular” de precios. Aunque el
Secretario de Comercio Augusto Costa y el Ministro Kicillof
pretendieron convencer que este acuerdo tendría resultados diferentes
que los fallidos acuerdos de Guillermo Moreno, el gobierno está
reconociendo de esta forma que las maniobras empresarias perforaron
alevosamente los acuerdos.
Ante este resultado, ahora la solución estaría en sumar a los
sectores populares. En su discurso de ayer, Cristina retó
particularmente a los sindicatos por concentrarse en los aumentos
salariales. En vez de eso, deberían concentrarse en controlar los
precios. Como las organizaciones participantes en “mirar para cuidar”,
deberían recorrer los supermercados, verificar los precios y la
disponibilidad de productos. Curiosamente, algo similar había sugerido
el jefe de la CGT Balcarce, Antonio Caló, que propondría a los
sindicatos que dirige. Esta contraposición entre aumentos de salarios y
control de precios es insostenible. Entre otras cosas porque aunque se
cumpla los acuerdos de precios estos validaron aumentos que ya golpearon
los salarios, junto a otros como el del transporte público que los
siguen erosionando. El control que estamos viendo es para contener el
salario y las jubilaciones. Estas últimas después del aumento anunciado
el martes tienen un mínimo de $ 2.757, mientras que el salario mínimo se
ubica en $ 3.300 y la mitad de los asalariados gana menos de $4.000, es
decir bien por debajo de la canasta familiar.
Por eso, la primer medida elemental para evitar que la inflación
carcoma nuestros ingresos es pelear por adelantar las negociaciones
paritarias, libres y sin techo, para imponer en ellas aumentos acordes a
la inflación registrada en los últimos meses (que anualizada se acerca
al 60%), pero también “cláusulas gatillo”, una indexación automática de
acuerdo a la inflación. Además de luchar por fin del trabajo precario y
un salario mínimo igual a la canasta familiar.
Junto a esto, la fuerza social de los trabajadores es fundamental
para desmontar las maniobras de los empresarios y garantizar el
abastecimiento de productos a precios accesibles, cortando con la pesca a
río revuelto que hacen los empresarios como remarcadores seriales que
son. Pero no es labrando actas en los supermercados sobre los
incumplimientos como van a controlarse los precios. Allí donde los
capitalistas cocinan las trampas con las que buscan saltarse los
compromisos de los "Precios cuidados" es la clase trabajadora la que
puede desnundarlos. Opuesto al “control popular” que ahora propone el
gobierno, que no es otra cosa que limitarse a recorrer supermercados y
comprobar las maniobras ya consumadas, es decir otra coartada para
deslindar responsabilidades por el ajuste en marcha dejando que las
patronales se lleven su buena tajada. Por su lugar en la producción
social los trabajadores tienen la capacidad para conocer al dedillo las
variables económicas de todo el circuito productivo, desde las fábricas a
las góndolas. Actuando de forma coordinada pueden desnudar los costos
reales y la disponibilidad efectiva de mercancías en todas las cadenas
productivas.
Contra el inmovilismo de la burocracia sindical, que en algunos
gremios negocia aumentos como puente hacia las paritarias pero mira para
otro lado mientras los empresarios remarcan, es necesario batallar en
todos los lugares de trabajo por poner en acción este verdadero control
de los precios: organizando desde los sindicatos comités junto con
consumidores populares, por ejemplo amas de casas de las familias
trabajadoras o desocupadas, luche para exigir la apertura de los libros
de contabilidad en todas las alimenticias y otras empresas de productos
básicos para la vida, para dejar al desnudo el “gran secreto”
capitalista, las formidables ganancias que logran acrecentar en los
marcos de la escalada inflacionaria. Los trabajadores de las grandes
cadenas de supermercados también pueden aportar en el seguimiento diario
de la remarcación. Contra las maniobras capitalistas que ocultan
productos para obligar a comprar los que no tienen precios acordados,
los trabajadores de las grandes fábricas resultan clave para hacer una
contabilidad de los productos guardados en depósitos.
Sólo de esta forma se le puede parar la mano a los aumentos, desnudar
las maniobras del gran capital para golpear a los asalariados, y pelear
por garantizar el acceso a los productos de la canasta básica para la
clase trabajadora y los sectores populares.
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