viernes, 7 de febrero de 2014

Afloja (por ahora) la corrida, sigue el ajuste


Gaston Ramírez y Esteban Mercatante
Luego de las dos semanas cargadas de tensión que siguieron al salto en la devaluación del peso, la situación parecería entrar en un remanso, al menos para las semanas que restan de Febrero. El dólar cierra la semana con una cotización oficial por debajo de los 8 pesos, y en caída. Y el dólar blue también cae, aproximándose a cerrar el día a alrededor de $12,25. Esto es el resultado de una entrada de dólares por parte de los bancos, que podría llegar a sumar u$s 1.000 millones en las próximas semanas. Según volvía a anunciar ayer Capitanich, el gobierno habría conseguido finalmente un acuerdo con las cerealeras para que liquiden $2.000 millones este mes. El Banco Central (BCRA) lograría una especie de “puente” hasta la liquidación de la cosecha entre marzo y mayo.

Se trata de un alivio conseguido con algunos ardides, y mucho de enfriamiento en la economía. Aquel enfriamiento por el que tanto se denostaba a los exponentes de la oposición patronal y a think tank empresarios, y ahora el jefe del BCRA Juan Carlos Fábrega para cortar la demanda de dólares secando la plaza de pesos. Veamos más en detalle.

A poco de la fuerte devaluación del 23 de enero, el gobierno, que esperaba una entrada de dólares por venta de granos, empezó rápidamente a notar con alarma el incumplimiento del compromiso no escrito del agropower de ingresar dólares cuando el gobierno hiciera su parte, es decir darles valor del dólar que asegurara un buen negocio. Cuando empiezan a verse los costos de la devaluación sobre el bolsillo, el gobierno nacional le intenta hacer el ole a los costos políticos. Parecería que fue algo que “se nos cayó encima” , o que impusieron los especuladores. Pero en realidad, empujado por las circunstancias, el gobierno aceleró la depreciación del peso apuntando siempre a un valor del dólar que pudiera impulsar a quienes tienen fuerte capacidad para obtener dólares frescos, los productores sojeros, a vender sus tenencias de granos. Como a pesar de haber hecho el trabajo sucio, el gobierno no logró la entrada de estos dólares, en las últimas semanas aplicó una presión in crescendo para persuadir a estos voraces empresarios de las virtudes del negocio que el nuevo valor del dólar les servía en bandeja, y los costos que podría acarrear no aprovecharlo rápido.

Lo primero fue cortar las líneas de crédito del Banco Nación, iniciativa tomada a instancias del jefe del BCRA. Resulta que, después de meses, se dieron cuenta de que muchos de los préstamos personales que otorgaba la entidad eran destinados a la compra de dólares en el mercado paralelo. Es decir, un negocio redondo con las tasas subsidiadas. Más vale tarde que nunca, podría decir alguno. Pero en el interín fondearon ampliamente a los que calentaron el mercado cambiario y alimentaron la gangrena de reservas.

Al mismo tiempo, el BCRA subió la tasa de interés al 30% a través de la licitación de Lebacs con la absorción de 21.000 millones de pesos de base monetaria de los cuales 16.000 eran billetes y monedas en circulación. Así comienza a quitar una importante masa de pesos que presionaba sobre el valor del dólar al tener en la divisa una fuente de ahorro seguro y rentable frente a la persistente suba de precios. Esta medida presiona a los bancos a plantarse en los depósitos y contribuyó a encarecer los créditos, así como el financiamiento con tarjeta. Enfriamiento liso y llano.

Pero la especulación es una Hidra con múltiples cabezas. Los sojeros no sólo eran parte de los que se fondeaban a tasa subsidiada para aguantar la exportación. También ganaban tiempo con los contratos a futuros, que los cubrían ante eventualidades y sacaban la urgencia de vender cuando todavía se esperan mayores movimientos monetarios. El Comunicado A 5536 apunta a cortar esta otra cabeza. La resolución del BCRA reflotó una norma de 2005 que limita al 30% el patrimonio de tenencias en divisa que puede tener cada entidad financiera y al 10% adicional para los contratos de futuros. Esto obliga a los bancos a vender tenencias en dólares, por un valor que podría alcanzar los u$s 4.000 mil millones en los próximos meses. Una suma nada despreciable de dólares en manos de los bancos que refleja el negociado que venían haciendo, en especial desde que el BCRA comenzara a devaluar en cuotas desde noviembre del año pasado, y todo esto bajo la tutela del mismo BCRA.

Con los primeros impactos de esta movida, la entidad bancaria logró bajar el valor del dólar mayoristas bajó tres centavos a $ 7,88, minorista bajó más de 12 centavos en el mismo período y quedó en $ 7,89, el blue: perdió 20 centavos y se ofreció a $ 12,35 y el valor futuro del dólar se derrumbó 35 centavos a $ 11,50 y los contratos de dólar futuro perdieron hasta 25. Acá se trata de un “ardid”, un intento de sustituir los dólares frescos que podrían traer los sojeros por una movilización forzada, en el mercado cambiario, de dólares que ya eran parte de las reservas brutas del BCRA, y por lo tanto no mejoran su posición financiera. El ardid apunta además a convencer a los acopiadores de que están perdiendo tiempo precioso sin liquidar a los buenos precios actuales. Curiosamente, los sacudones en los movimientos de capitales globales, que ponen un manto de incertidumbre sobre los precios de los commodities, hoy podrían ayudar al gobierno, ya que podrían operar como impulso a los exportadores para liquidar antes de que se produzca un cambio importante (esto, obviamente, en tanto la situación no vaya hacia un desplome). Lo que es de notar es que de sopetón, esta medida apunta a compensar (pero no a revertir) algunos de los formidables efectos que tuvo la devaluación para los bancos, al valorizar su patrimonio por sus posiciones en moneda extranjera. También envía un mensaje ambivalente sobre el futuro, ya que, como señalaba un consultor “Básicamente le está diciendo a los bancos 'no quiero que ganen plata si yo devalúo'. Implícitamente, lo que está diciendo es que no va a controlar el ritmo de devaluación. Lo que está impidiendo es que apuesten”.

De esta forma, de contragolpe y a tientas, se van cortando una tras otra las cabezas de la Hidra, pero corriendo tan detrás de los acontecimientos con una parsimonia tal que tan pronto como lo hace se regeneran. Los “especuladores” denunciados en los discursos, como los bancos, obtuvieron una formidable ganancia por una medida básica que recién ahora se buscará revertir. Los sojeros fueron directamente financiados, lo mismo que los participantes del mercado blue, para operar por la devaluación. El gobierno les regaló un negocio en bandeja, sólo para intentar ahora volver sus pasos en algunas de las consecuencias más obsenas.

Como lo indica el mito, una Hidra no se mata cortando una tras otra sus cabezas. Sólo un golpe certero y contundente puede liquidarlas. Nacionalizar la banca, creando una banca estatal única, establecer un monopolio del comercio exterior para cortar las maniobras de las grandes cereales y las otras grandes empresas que lucran con los movimientos cambiarios, declarar el no pago de la deuda externa para cortar la sangría de dólares. Estas medidas elementales no pueden esperarse de este gobierno (que aunque ahora dejó circular entre su flanco izquierdo otra vez la amenaza de crear una Junta de granos, mostró una y otra vez que las corporaciones del “agropower” son socios predilectos), que aunque algunos progres intentaron presentar como un boxeador en pugilato con los especuladores, buscó desde la asunción del nuevo elenco ministerial rearmar el esquema económico para satisfacer las expectativas de todos lo que apostaban a la devaluación, cargando sus costos sobre los asalariados. Hoy la única ancla para garantizar el triunfo del ajuste en marcha es que los trabajadores reciban el golpe devaluatorio sobre sus salarios. Por eso en los últimos discursos de Cristina Fernández volvió el ataque a los reclamos salariales. Sólo si la clase trabajadora presenta una salida alternativa al ajustazo en marcha y levanta un programa de emergencia, empezando por pelear por paritarias libres ahora, sin techos y con cláusulas “gatillo” para preservarse de la inflación, por imponer medidas contra la precariedad laboral, un ingreso para todos los trabajdores acorde a la canasta familiar, y una verdadera recomposición de ingresos para los jubilados (para los que el 11,31% es una burla), muestra su propia iniciativa para controlar verdadamente todos los precios y pelea por imponer el conjunto de las medidas elementales que proponemos más arriba, podrá evitar ser el pato de la boda como pretenden todas las fracciones de la burguesía argentina.

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