lunes, 4 de noviembre de 2013

martes, 29 de octubre de 2013

Apuntes pos elecciones. El estrechamiento del "modelo", los aprestos de ajuste y el voto al FIT

FR y JDM arriman acá un primer buen análisis de los resultados del 27, que intenta ir más allá de la abundancia de comentarios coyunturales que pueblan los medios.
El Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) superó ayer el millón ciento cincuenta mil votos, creciendo respecto del “batacazo” que había producido en las PASO de agosto. Con este resultado, llegan al congreso nacional 3 diputados, así como numerosos diputados y senadores provinciales, concejales, etc.
Se trata de un hecho sin precedentes en la historia política nacional. Si bien desde la vuelta de la democracia los finales de ciclo político mostraron un crecimiento de las fuerzas de izquierda, y la llevada al parlamento de distintas fuerzas, una serie de rasgos resaltan en la actualidad, como ya señalaran Paula Varela y Adriana Collado en el análisis del resultado de las PASO realizado en Ideas de izquierda. El primero y más evidente es la extensión nacional del FIT. De los tres diputados nacionales electos por el frente (está en curso la pelea en el recuento definitivo por la banca de Córdoba), uno de ellos, Nicolás del Caño, es de Mendoza, otro de ellos, Pablo López, de Salta, y el tercero Néstor Pitrola, de la provincia de Buenos Aires. Los diputados y concejas electos superan en todo el país la decena (el periodista Pablo Stefanoni destacó en Perfil su carácter “federal”). Si esta es una primera dimensión que distingue la elección del FIT, una segunda dimensión distintiva es que, como plantean FR y JDM, “a diferencia de otras experiencias ‘de izquierdas’ (término socialdemócrata patético) como el Frente del Pueblo o Izquierda Unida, el FIT expresa otra cosa, por ser un frente de partidos que se reivindican trotskistas y por levantar abiertamente como bandera la independencia de clase (mientras en las experiencias anteriores había sectores como el PC abiertamente frentepopulistas con lo cual el planteo era más "de izquierdas" que de izquierda)”.
Quedará para un análisis más reposado, lugar por lugar, establecer más acabadamente la fisonomía del fenómeno político, quiénes son los votantes del FIT, etc. Lo que sí podemos señalar es el entusiasmo con el que la campaña fue tomada en numerosos lugares de trabajo y estudio, donde jóvenes y trabajadores mostraron iniciativa para la campaña y se volcaron a la fiscalización durante la jornada del 27. En zona norte del GBA, en las fábricas de la alimentación, gráficos y otros gremios donde la izquierda dirige internas o tiene fuerte presencia, los trabajadores que tomaron la posta durante este largo día se contaban por decena en cada una. Un aspecto distintivo del voto al FIT, ligado con la presencia orgánica en sectores de la clase trabajadora conquistada con un arduo esfuerzo (en particular por el PTS) es el –aún inicial, incipiente- crecimiento de este voto obrero en sectores de peso tradicional del peronismo.
Por mucho que los kirchneristas se subleven contra la “idea apocalíptica de ‘fin de ciclo’”, es en esa clave que puede entenderse el alcance del fenómeno del FIT. No estamos hablando de la manera estrecha en la que se lee este fin de ciclo en los medios de la oposición burguesa, es decir en referencia a las limitadas alternativas de continuidad política que deja el resultado electoral, que sepulta definitivamente (como ya habían dejado claro las PASO) cualquier posibilidad de cambio constitucional, y debilita las posibilidades de arbitrar la interna del PJ para imponer un candidato propio (aunque en ningún modo esto signifique un ocaso definitivo para el “cristinismo”, ya que los votos del FPV le habilitan un peso en la negociación de la sucesión).
Apuntamos a un “fin de ciclo” de más vasto alcance, que es la incapacidad de recrear las condiciones económicas sobre las cuáles se asentaron las victorias electorales de estos años. Es decir las condiciones de crecimiento económico a tasas elevadas con mejora de los indicadores socioeconómicos que caracterizaron los primeros años de gobiernos kirchneristas. La etapa de crecimiento “fácil”, como lo llamó el cepalino Daniel Heymann, o la “etapa rosa” del modelo, como la definía hace unos años el Viceministro de Economía Axel Kicillof, iniciada en 2003, que pudo compatibilizar crecimiento de la inversión, alto superávit comercial, mejora real de los salarios (aunque por ese entonces apenas recuperándose del desplome que tuvieron con el mazazo que fue la devaluación de 2002, aún no superando el monto que habían tenido en términos reales antes de la devaluación) empezó a mostrar sus límites a comienzos de 2008. Límites que se expresaron en la inflación, la emergencia de la crisis energética, la necesidad de ampliar las fuentes de financiamiento del Estado para enfrentar la emergencia del superávit fiscal (lo que condujo primero a impulsar la 125 y luego de la derrota de esta iniciativa a liquidar las AFJP). A partir de entonces comenzó una segunda etapa, en la que el gobierno contaba aún con margen para administrar las dificultades emergentes, apoyado en las formidables condiciones que daba el colchón cambiario y la abundancia de dólares (con reservas que llegaron a estar en u$s 50 mil millones gracias al sostenido superávit comercial, es decir del saldo de exportaciones menos importaciones, que en los últimos años viene cayendo fuerte por el déficit energético), pero que sin embargo tuvo algunos rasgos muy marcados como por ejemplo el fin de la recuperación de algunos indicadores socioeconómicos. Es el caso de la “calidad” del empleo, que desde entonces casi no varió (el empleo no registrado estaba en 36% en 2008, hoy ronda el 34,5, es decir casi no cayó desde entonces). La pobreza e indigencia también son acrecentadas por la inflación, aunque la implementación de la AUH haya evitado una situación de agravamiento más agudo como consecuencia de los estragos que ocasiona la estampida de precios.
Finalmente, entramos en una tercera etapa signada por la reducción de los márgenes para administrar el agotamiento. El estrechamiento relativo tiende a hacerse cada vez más profundo y generalizado después de las elecciones de 2011 (hemos analizado in extenso las etapas del “modelo” en posteos anteriores, ver por ejemplo acá). Con una buena ayuda de las condiciones internacionales, y fuerza de vaciar hasta el límite las fuentes de financiamiento interno, el deterioro se desarrolla en cámara lenta, pero no por eso menos persistente. Aunque la inflación perdió el dramatismo mediático que tenía a comienzos de año, no da señales de una desaceleración profunda, y durante setiembre se ubicó en 24,4% según índices que toman las mediciones de algunas provincias. El empleo casi no crece en el último año y medio, y por primera vez desde 2003 se percibe un tibio crecimiento del trabajo no registrado (en “negro”) que pasó de 32% de los ocupados en el primer trimestre de este año a 34,5% en el segundo. Por otro lado, incluso para la minoritaria proporción de los trabajadores empleada en blanco y beneficiada por las negociaciones paritarias, este año cerró sin mejoras, también por primera vez en la década. Aunque la suba del mínimo no imponible de ganancias restituyó una parte de los ingresos para un millón y medio de asalariados, esto apenas compensa el magro saldo de las negociaciones salariales de este año. El “nunca menos” es un lejano recuerdo, aún para los asalariados en mejores condiciones.
“Fin de ciclo”, entonces, porque aunque el gobierno puede todavía seguir tomando algunas medidas para evitar el ajuste en toda la línea que desea buena parte del empresariado, la oposición patronal, y los peronistas que aspiran a suceder a Cristina, los ajustes en cuotas que esto requiere tienen impacto y generan descontento en amplios sectores, y, es cada vez más evidente, no hacen más que posponer y a la vez agrandar el costo futuro de los ajustes. Además, para hacer esto se impone ir cada vez más contra el relato, como lo muestran los acuerdos para pagar deudas por fallos del CIADI a favor de multinacionales que demandaron al país en estos tribunales internacionales hechos a medida del capital imperialista, y los esfuerzos por seguir siendo “pagadores seriales” (lo que está vaciando las reservas del BCRA) y evitar un default técnico por las demandas en tribunales norteamericanos.
En estas condiciones, ante la agenda de “normalización” que el gobierno hace suya cada vez más abiertamente (aunque con “ruido interno”) hoy se ve claramente que en la oposición no hay salida “por izquierda”. La centroizquierda que no está con el gobierno integra alianzas con los partidarios de la vuelta a los mercados y el ataque ortodoxo a la inflación (esta falta de independencia de la centroizquierda no es tampoco un fenómeno de coyuntura, las grandes crisis de los últimos años mostraron una y otra vez cómo cualdo las papas queman no hace más que ir detrás de las salidas ofrecidas por la burguesía, es decir de alguna variante de ataque a la clase trabajadora).
El crecimiento encuentra en este fin de ciclo -en el sentido más profundo que hemos planteado- una de sus razones. Algunos de los que en 2011 apoyaron al gobierno bajo la promesa del “nunca menos”, encontraron en el FIT a la única fuerza que ante el panorama de ajuste levantó un programa para dar respuesta a las demandas obreras y populares.
Ahora, pos elecciones, las bancas obtenidas serán un lugar desde donde se amplificará el rol de “tribunos del pueblo”, es decir desde donde poner sobre el tapete las duras condiciones que viven los trabajadores y trabajadoras al cabo de una supuesta “década ganada”, con más de un 60% de la clase trabajadora en condiciones precarias (con el aval de leyes flexibilizadoras que siguen vigentes), recibiendo salarios de miseria (un 60% de los ocupados gana menos de $ 4.200), con un millón de jóvenes “ni ni” (ni estudian ni trabajan), forzados a viajar diariamente en condiciones de riesgo por el desguace del transporte (especialmente el ferroviario), y un largo etc. El desafío es transformar este peso político del FIT y las bancas obtenidas en una herramienta para la construcción de un partido revolucionario con capacidad de dirección de una franja de la clase trabajadora, es decir con decenas de miles de militantes y lugares de dirección en decenas de sindicatos, centros de estudiantes y otros organismos del movimiento de masas. Este anclaje “orgánico” es fundamental para que ante el “fin de ciclo”, con sus tiempos de desarrollo aún abiertos pero insoslayable, podamos desplegar abiertamente la batalla contra las salidas de la clase dominante, y por imponer el programa de respuesta obrera a la crisis cuya propuesta desarrollamos extensamente en el manifiesto programático del FIT.


jueves, 17 de octubre de 2013

Estados Unidos y la elevación del techo de la deuda en el medio de la crisis política Un acuerdo de última hora para ganar tiempo


Una escena que empieza a repetirse: en tiempo de descuento, al borde de llevar a los EEUU a un default a causa de alcanzar el techo legalmente permitido de emisión de deuda, demócratas y republicanos llegan a un precario acuerdo que patea hasta el 7 de febrero la discusión sobre el techo de la deuda. Ayer, horas antes de alcanzar la fecha límite señalada por el Tesoro de Estados Unidos, que había informado que a partir de hoy no dispondría de fondos suficientes para afrontar sus obligaciones si no se ampliaba el techo de endeudamiento, el Senado, primero, y la Cámara de Representantes, después, aprobaron una ley que momentáneamente aleja a la administración de Obama del riesgo de un default. El acuerdo también revirtió el “cierre” parcial de la Administración que se había producido desde el 1 de octubre, que suspendió el empleo de casi 800 mil trabajadores por dos semanas como producto de fuertes disputas entre demócratas y republicanos por los sectores a los cuáles recortar fondos. La ley sancionada fondea al gobierno hasta el 15 de junio.


A pesar del acuerdo alcanzado, no dejará de haber duras consecuencias. Como varios analistas han señalado, la parálisis de las últimas dos semanas, y la creciente tensión en la que se llega al acuerdo, deja sus secuelas en una economía con bases muy precarias a causa de los efectos de la crisis iniciada en 2007. El cierre de la administración recortó nada menos que 20 mil millones de dólares en gasto público directo y en actividades relacionadas que van a reducir momentáneamente el crecimiento de la economía. La incertidumbre respecto de la deuda, tuvo como efecto limitar aún más los ya de por sí raleados créditos. Por otra parte, aunque se ganan unos meses para llegar a un acuerdo de fondo sobre estrategia fiscal y de gasto, las dificultades para llegar a esta solución provisional no despiertan optimismo sobre las posibilidades de lograrlo antes del 7 de febrero. Un resultado no menor es que la incertidumbre podría limitar el gasto de los consumidores y la actividad empresarial en un momento clave como el período vacacional de fin de año. 


Quienes pagan los mayores costos por el acuerdo logrado son los líderes republicanos ubicados en el “centro”, encabezados por John Boehner. Durante las últimas semanas éstos se negaron a negociar y condujeron al cierre del gobierno, acicateados por la presión de los sectores más recalcitrantes del partido republicano, la minoritaria fracción de extrema derecha del Tea Party. Estos buscaban a toda costa imponer un recorte en el plan de salud impulsado por Obama en 2010, conocido como “Obamacare” (que subsiadba la cobertura de salud para aquellos que no están cubiertos aunque en los marcos del sistema de prestación privada y que empezó a operar el 1 de octubre, el mismo día del cierre del gobierno) así como en otras partidas de gasto como condición para permitir elevar el techo de deuda. Aunque se trata de un sector minoritario dentro del partido, viene ganando peso en los comités locales desplazando a los líderes tildados de “conciliadores”. En los últimos tiempos, la tendencia a acordar con los lideres demócratas fue el argumento esgrimido para desplazar a dirigentes republicanos “centristas” –léase proclives a llegar a un acuerdo que evitara la parálisis política- por otros afines al Tea Party. El temor a un “descabezamiento” generalizado por un acuerdo que fuera visto como sumamente concesivo a Obama, obligó a los sectores de centro a presentar una alternativa sometidos a la doble presión de los sectores de extrema derecha de su partido, por un lado, y los demócratas, por otro. Pero el acuerdo alcanzado no representa grandes concesiones por parte del gobierno de Obama. Sólo concedió en el punto de habilitar una auditoría de ingresos a quienes reciban subsidios para el seguro de salud. Además no se revirtieron los recortes automáticos de gasto público que empezaron a regir en el mes de marzo en distintas áreas (la llamada “sequestration”) y que se profundizarán en enero, que la Administración de Obama viene intentando revertir sin éxito. Estos serán parte de la negociación hasta comienzos de 2014. Fuera de estos puntos, los republicanos aceptaron la reapertura del gobierno y la extensión del techo de la deuda sin buscar imponer más condiciones. Retrocedieron demasiado para pagar el costo de desairar las exigencias de los sectores más extremos, lo que el New York Times definió como una “rendición republicana”, y el Financial Times como un “golpe autoinfligido” del partido republicano. De conjunto, el partido republicano sufre una severa caída en las encuestas, y al haber quedado sometido a la presión del Caucus del Tea Party que representa menos del 20% de la bancada, quedó severamente cuestionado en su potencial como partido de gobierno. Aunque en lo inmediato el Tea Party fue derrotado en su posición extrema de llevar a todo el partido republicano a pelear por imponer a toda costa el recorte en el plan de salud, la votación marcó la renuencia de un importante sector de republicanos: 18 senadores y 144 Representantes se opusieron a la sansión ayer. El senador Ted Cruz, representante del Tea Party, sale de esta crisis ganando aún más ascendencia en las bases republicanas, a pesar de haber finalmente retrocedido de su postura de bloquear el acuerdo. De cara a las negociaciones de los próximos meses, todo sugiere que tenderán a recrudecerse las disputas internas entre los republicanos, incluso con amenaza de rupturas.


Obama aparece como triunfador en la pulseada, habiendo logrado imponer la continuidad del Obamacare. Pero el costo de esta pulseada ha sido agravar a nivel mundial los cuestionamientos al liderazgo norteamericano. China salió en los últimos días a plantear la necesidad de construir un mundo “desamericanizado”, señalando como punto crítico la alta dependencia del dólar (aunque difícilmente podría cualquier país recortar en lo inmediato su excesiva dependencia de esa moneda como reserva). Y la agencia de calificaciones Fitch nuevamente amenazó con bajar la calificación de la deuda norteamericana aún aunque se alcanzara un acuerdo provisional, por la incertidumbre que crea la disputa partidista.


Aunque el acuerdo reabre el gobierno y extiende la posibilidad de endeudamiento, y permitió al gobierno de Obama conseguir por primera vez un amplio triunfo que no dependió de fuertes concesiones de su parte, persiste una dinámica política que seguirá empujando hacia la limitación del gasto público del gobierno federal norteamericano. Los recortes automáticos del gasto siguen vigentes, y está previsto que achiquen el gasto en 19 mil millones de dólares para el presupuesto de este año y de 2014. Y en pocos meses reaparecerán los cimbronazos entre republicanos y demócratas, para negociar la estrategia presupuestaria, que en los términos del debate actual significa dónde y cómo se recorta –o se eleva la recaudación con nuevos impuestos- y no nuevas medidas de impulso a la economía. El crecimiento económico seguirá muy dependiente entonces de la efectividad de las medidas de estímulo monetario que viene llevando a cabo la Reserva Federal, el banco central norteamericano.



sábado, 12 de octubre de 2013

Giro del gobierno a los “mercados”, festejo de los especuladores

Pablo Anino y Esteban Mercatante

El anuncio de un acuerdo con el Banco Mundial realizado el día jueves 10 por el ministro de Economía, Hernán Lorenzino, endeudará al país por 3.000 millones de dólares en los próximos tres años y señala un giro en la política económica más favorable a los “mercados”. El acuerdo también comprende pagos por 500 millones de dólares a empresas que litigan con Argentina en el CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones). Con la contraparte de que al menos un 10% de lo pagado por el gobierno sería reinvertido en los BAADE (Bono Argentino de Ahorro para el Desarrollo Económico). Estos bonos, surgidos de la ley de blanqueo e impulsados ante todo por Guillermo Moreno, no encontraron hasta ahora casi ninguna suscripción. El agregado de este punto en el acuerdo con los acreedores del CIADI sugiere la venia de este funcionario (y por extensión de Axcel Kicillof) al acuerdo con las denotadas empresas litigantes en esta corte hecha a medida de las multinacionales imperialistas. En esta escena de noventismo explícito, todas las alas de la trajinada interna del equipo económico parecen ir de la mano. Pero el plan de endeudar al país es una causa de todo el empresariado. Es lo que pretenden los economistas de Sergio Massa, del PRO y de UNEN, tras su discurso de normalizar la situación con los acreedores y las relaciones con el mundo. Es lo que votó casi toda la oposición hace semanas en el Congreso cuando se reabrió el canje para dar señales favorables a un acuerdo con los fondos buitres en Nueva York. En Buenos Aires ya se notan los festejos de los especuladores con un alza notoria de la bolsa que alcanzó un nivel histórico este viernes.

¿Podría esto ser apenas el inicio de un giro pro mercado más a fondo, que concluya con nuevas emisiones de bonos en dólares? Un giro similar había sido intentado por el gobierno en 2008/2009, con Amado Boudou como ministro (antes a cargo de ANSES) y el ahora opositor Sergio Massa como Jefe de Gabinete, pero el salto en la crisis económica mundial con la caída de Lehman Brothers se lo impidió. Posteriormente, con la nacionalización de las AFJPs, el uso de las reservas del Banco Central para pagar deuda, y el recurso a otras variantes de financiamiento intra sector público alivió las urgencias, y permitió volver con todo al discurso de “desendeudamiento”, forma presuntuosa de llamar al pago “serial” de la deuda.

Los medios opositores ubican detrás de estas movidas a sólo una parte del gabinete económico (Hernán Lorenzino con apoyo de Boudou), y aunque señalan las novedades “mercado friendly” de los últimos días las enmarcan en una interna que podría limitar el giro. Pero no estamos sólo ante un retorno al plan de aquel momento cuando la política económica estaba en manos del ahora vicepresidente Amado Boudou y Sergio Massa era Jefe de Gabinete, sino un nuevo gesto forzado para tratar de acercar posiciones con el capital financiero internacional para buscar cerrar el litigio con los fondos buitres que tiene curso en los tribunales de Nueva York. Ante el fracaso del blanqueo de Guillermo Moreno, reivindicado por el vice ministro de Economía, Axel Kicillof, las ideas de los ex hombres de la UCEDE (uno adentro del gobierno y el otro en el campo opositor de derecha) marcan el rumbo económico oficial. Una mezcla de vuelta a los mercados, seguir drenando el Banco Central, y devaluar la moneda de manera progresiva, son los recursos obligados para afrontar la escasez de dólares. Estamos ante el triunfo póstumo del ingeniero Álvaro Alsogaray en la “batalla cultural”. No obstante, las internas de gabinete no se borrarán y las condiciones de “fin de ciclo” podrían llevar a sucesivas marchas y contramarchas.

Este rumbo no sólo responde a la necesidad del gobierno de hacer frente a los crecientes desequilibrios económicos (inflación, déficit fiscal en alza y superávit comercial en descenso), sino que también pone de manifiesto el fracaso de la “sintonía fina” y el intento de blanqueo de capitales a través del cual el gobierno intentó durante los últimos tres meses recomponer las reservas del Banco Central que se vienen deteriorando aceleradamente. El BAADE pasó de ser un instrumento supuestamente para financiar el desarrollo a transformarse en un vehículo para la especulación y el endeudamiento estatal. El Grupo Bridas de los hermanos Bulgheroni ya lo anticipó la semana pasada cuando anunció que lo utilizaría para ingresar capitales al país. Si bien son capitales declarados, constituyen parte de la fuga legal de dólares que regularmente hacen estos empresarios amigos del gobierno (y con buena sintonía con Sergio Massa) mientras evitan invertir en el país. Para el Grupo Bridas significa un gran negocio porque prácticamente implica que el gobierno le va a pagar intereses para los proyectos de inversión privados además que se evita realizar el encaje que se aplica para el ingreso de fondos desde el exterior.

El arreglo con las empresas que tienen litigios en el CIADI supuestamente comprendería inversiones a través del BAADE. Pero para eso el gobierno acepta pagarles 500 millones de dólares en bonos endeudando aún más al Estado, a quienes saquearon al país con las privatizaciones, por causas que tienen dictado en contra de Argentina en el CIADI. Este tribunal es parte del Banco Mundial y se encuentra dominado por los centros imperialistas. Esto abre el camino para que Repsol también busque una recompensa en el CIADI por la expropiación parcial que tuvo lugar luego de saquear los recursos hidrocarburíferos por más de una década.

El giro económico del gobierno no terminaría allí. Un nuevo índice de precios se está consensuando con el FMI (Fondo Monetario Internacional) en la perspectiva de intentar salir del “dibujo” que hace el INDEC y de retomar las relaciones normales (¿carnales?) y abrir una nueva etapa de endeudamiento con ese organismo. Luego del acuerdo entreguista con la Chevron, el gobierno viene endeudando a YPF con el lanzamiento de obligaciones negociables realizado el viernes 27/9 que contó con la suscripción de 150 millones de dólares por parte de capitales yankes, en una operación capitaneada por el Citibank y el HSBC. Lo mismo ocurre con los ferrocarriles. La supuesta “revolución ferroviaria” del ministro Florencio Randazzo cuenta con líneas de financiamiento del BID (Banco Interamericano de Desarrollo).

El “desendeudamiento” fue puro mito porque la deuda siguió creciendo, a la vez que se convirtió cada vez más en deuda intra- estado. Es decir, se pagó a los especuladores con los fondos de los jubilados depositados en la ANSES y con los recursos que produce el pueblo trabajador y se encuentran en el Banco Central y en el Banco Nación, entre otros organismos. La presidenta lo reconoció cuando dijo que eran “pagadores seriales”.


El gobierno apura la resolución de los problemas actuales volviendo a la amarga receta de la deuda, que nos pone ante el horizonte de ajustes que Cristina Kirchner declaró que no iba hacer, pero que estas medidas preparan. De todos modos los desequilibrios económicos difícilmente se resolverán, más aún cuando la crisis económica mundial sigue como telón de fondo. Hay otra salida para enfrentar los apuros actuales, la única para defender las aspiraciones del pueblo trabajador. Dejar de pagar toda la deuda, nacionalizando toda la banca y estableciendo un monopolio estatal del comercio exterior y de los movimientos de divisas. Lejos de aceptar los chantajes del CIADI, declarar nulos todos los tratados bilaterales (TBI) de inversión con sus cláusulas a la medida de las multinacionales. Apropiación íntegra de toda la renta agraria, minera y petrolera para solventar las obras de infraestructura y de recomposición del entramado energético y de transporte diezmado por la desinversión empresaria con la venia gubernamental, nacionalizando las empresas bajo gestión de los trabajadores. Que la crisis la paguen los capitalistas.

viernes, 11 de octubre de 2013

Ideas de Izquierda nº 4

IdZ4Este cuarto número de Ideas de Izquierda sale a la calle en un octubre invadido por la vorágine de las encuestas y especulaciones electorales, a la espera del “veredicto de las urnas”. Si bien esta segunda escena electoral del año tiene en común con la anterior la pobreza de “debates y combates” entre el kirchnerismo y los aspirantes a su sucesión, esa pobreza contrasta con la extendida politización que las elecciones han producido entre trabajadores y jóvenes.
Las elecciones universitarias en la UBA, donde las corrientes que integran el FIT lograron muy buenos resultados, son parte de ese fenómeno. Patricio Del Corro y Sol Cheliz analizan las elecciones en la Universidad, relacionándo las con el desarrollo del Frente a nivel nacional y comparando la situación del movimiento estudiantil en otros “fines de ciclo”.  Los resultados del FIT en las PASO han vuelto visible, también, las posiciones de algunos analistas del arco progresista e incluso sectores de la propia izquierda, que defienden la perspectiva de la obtención de escaños por parte del FIT bajo el argumento de la necesidad de incorporar a la lógica de la representación parlamentaria una inofensiva “voz de izquierda”.
A contramano de ese discurso y con el sugestivo título “Elecciones: trampa para tontos”, Eduardo Grüner retoma el artículo publicado por Jean-Paul Sartre en 1973 para analizar la lógica de serialización a que el voto en formato burgués somete a las masas populares, y su contradicción con la experiencia colectiva de la organización de fábrica, de la militancia política, de la lucha de clases. Completa estas reflexiones la opinión del psicoanalista Enrique Carpintero sobre la importancia de un programa anticapitalista.
El dossier de este número analiza la situación crítica del transporte de pasajeros en el Área Metropolitana de Buenos Aires. La necesidad de abordar este problema no requiere explicación, dada la cercanía de los crímenes sociales de Once y Castelar, y del tercer aniversario del asesinato de Mariano Ferreyra. Sin embargo, pareciera que la contradicción entre la persecución del lucro y la preservación de la vida de los trabajadores y trabajadoras, se empeñara en ponerse de manifiesto. Al cierre de esta edición, otro trabajador del subterráneo falleció a causa de la falta de medidas de seguridad. Los artículos establecen la trama de responsabilidades  que compromete a las empresas, los gobiernos de la Nación, de la ciudad de Buenos Aires y de la Provincia, así como a las cúpulas sindicales del sector, y demuestran el proceso de deterioro de las condiciones en que viajan los usuarios producto de que en la última década no se revirtió la desinversión. El dossier se completa con una entrevista a Claudio Dellecarbonara y extractos de una conferencia de Juan Carlos Cena sobre la historia de desguace del ferrocarril.
Completan esta sección nacional el análisis de Esteban Mercatante sobre la fuente de ingresos y el destino del gasto público en Argentina, y el abordaje de dos problemas centrales de la agenda de los movimientos sociales y de la izquierda en Argentina: los derechos humanos y el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Myriam Bregman y Gloria Pagés analizan la política kirchnerista hacia las FF.AA., y Andrea D’Atri describe la situación de las mujeres de la región bajo los gobiernos “posneoliberales”.
El horizonte internacional se introduce en este número a través de la lectura que realiza Pablo Oprinari sobre la situación en México. El autor analiza rol que están jugando las luchas de los docentes y el resurgimiento del movimiento estudiantil mexicano en la primera crisis después del retorno del PRI al gobierno. A su vez, Celeste Murillo y Juan Gallardo escriben sobre la huelga del precariado de los fastfood, un sector superexplotado de la fuerza de trabajo estadounidense.
Los debates ideológicos y cuturales una vez más abarcan las producciones internacionales y nacionales, así como las tradiciones y novedades teóricas que los recorren.
La entrevista exclusiva al crítico literario y escritor inglés Terry Eagleton, uno de los más importantes teóricos marxistas contemporáneos, a través de las definiciones dadas en uno de sus últimos libros publicados, abordan las visicitiudes de la teoría literaria y su relación con la lucha de clases. En ese recorrido retoma conceptos elaborados en algunos de sus libros más influyentes, y reflexiona sobre el fundamentalismo antiteórico posmoderno y los desarrollos y límites de los aportes hechos desde el marxismo.
Emmanuel Barot nos envía desde Francia un artículo que actualiza sus investigaciones sobre la universidad francesa publicadas en el libro Révolution dans l’université. Quelques leçons théoriques et lignes tactiques tirées de l’échec du printemps 2009.
A propósito de la nueva edición de La lucha contra el facismo en Alemania de León Trotsky, Hernán Camarero repasa con detenimiento la obra, destacando de qué modo el análisis de Trotsky sobre las condiciones de emergencia del nazismo es inseparable de su lucha política para que la Internacional Comunista, bajo el estalinismo, adoptara una política que permita al proletariado alemán (y al del mundo entero) enfrentar el fascismo.
Continuando la propuesta de conversaciones con intelectuales que han estudiado el movimiento obrero en Argentina, Paula Varela y Leonardo Norniella visitan al sociólogo Juan Carlos Torre. El análisis de Torre sobre la experiencia de Pasado y Presente y el clasismo cordobés es el disparador de un diálogo sobre las continuidades y rupturas con esa tradición, la distancia entre lo sindical y lo político, y el sindicalismo de base en la actualidad.
Como planteamos desde el inicio, Ideas de Izquierda pretende inscribirse en la tradición intelectual nacional de las revistas que nacieron y, a su vez, expresaron momentos bisagra en la vida política, social y cultural del país. Parte de esa aspiración implica una crítica a esas experiencias intelectuales y políticas. En este número, Ariane Díaz reflexiona sobre Contorno, destacando su influencia en la construcción de la tradición de la literatura nacional así como el peso que la política irá cobrando en la revista, atravesada por los posicionamientos políticos de los contornistas en relación al peronismo y el frondicismo.
Finalmente, se repasan dos producciones recientes en las reseñas del libro Fortunes of Feminism: From State-Managed Capitalism to Neoliberal Crisis de Nancy Fraser, y del documental Mika, mi guerra de España de Fito Pochat y Javier Olivera.
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Como dijimos al inicio, la revista sale a la calle en medio de una vorágine electoral que atenta, las más de las veces, contra la reflexión sobre el tipo de desafíos y oportunidades que estas elecciones abren para una izquierda que se reivindica revolucionaria. Con este número de Ideas de Izquierda apostamos, al contrario, a alimentar esa reflexión y a abrir nuevos debates.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Aniversarios

Ayer se cumplieron cinco años de la quiebra del banco de inversión norteamericano Lehman Brothers, ocasionada por la acumulación de títulos incobrables de hipotecas “subprime” y otros activos financieros derivados de las mismas. Este suceso tuvo efectos en cadena que golpearon a todo el sistema financiero norteamericano, y se extendieron por el mundo, poniendo en evidencia el nivel de riesgo generado por el alto nivel de apalancamiento (es decir proporción de deuda por activos) con el que se manejan los inversos, y la alta velocidad de propagación a causa de la interconexión creciente de las plazas de todo el mundo. Lejos de tratarse de un caso aislado de riesgo excesivo, el banco Lehman (así como poco antes Bearn Stearns, banco de inversión que a diferencia de Lehman fue rescatado y vendido a precio de remate por el tesoro norteamerinaco, y las hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac) era uno de los más expuestos en un modelo que negocio que caracterizaba a toda la banca norteamericana. Emisión de créditos hipotecarios en escala masiva, sin verificación de la capacidad de pago, y comercio de derivados que se suponía diversificaba y reducía riesgos -claro, todo en la matemática abstracta de los modelos que siguieron a los pioneros de la aventura financiera Robert Merton y Myron Scholes, que fueron premiados con el nobel en 1997 por sus modelos para calcular el precio de las opciones financieras, y al año siguiente entraron en quiebra luego de sumar una pérdida de 4.600 millones de dólares en cuatro meses por aplicar estos métodos en sus decisiones de inversión. Con estos antecedentes, ¿a quién se le podía ocurrir que la utilización masiva de derivados pudiera derivar en una destrucción masiva de la solvencia del sistema? Una verdadera sorpresa ¿no?
Dado el alto nivel de bancarización de pagos en todo el circuito productivo, no resultó sorpresivo que en los meses que siguieron a la quiebra de Lehman, con la virtual paralización durante semanas de la banca no sólo de inversión sino también comercial, la economía norteamericana ingresara en caída libre, y con ella el conjunto de la economía global. Durante el año que siguió a Lehman, la producción industrial mundial acumulaba una caída del 13%, y el comercio global alcanzó una caída aún mayor, del 20% (ver el artículo de Barry Eichengreen y Kevin O' Rourke,"Una historia de dos depresiones: ¿Qué nos dicen los nuevos datos?").
La amenaza de colapso financiero global y el fantasma de depresión económica, hicieron sonar las alarmas gubernamentales y dispararon respuestas estatales en una escala nunca vista. Los EEUU, la UE, y numerosos Estados de todo el mundo sumaron billones de dólares de dinero inyectado a través de estímulos fiscales, planes de empleo, salvatajes a empresas. Pero sobre todo, se inyectaron billones de dólares en el sistema financiero. A las herramientas habituales para enfrentar los pánicos en situaciones críticas de los sistemas financieros -que básicamente se reducen a una masiva socialización de quebrantos privados realizada bajo el chantaje de los efectos que podría tener el colapso de los bancos “demasiado grandes para caer”, por lo que estos resultan premiados luego de que fracasan las apuestas irresponsables y las ganancias de las mismas están ya bien repartidas- se les sumaron otras novedosas, como las relajaciones cuantitativas (QE, por sus siglas en inglés), que algunos llamaron “opción nuclear”.
Ante este giro copernicano, en el que aún los mayores exponentes de las políticas neoliberales se transformaron en fervientes impulsores del estatalismo para evitar el colapso del sistema, muchos se ilusionaron con la perspectiva de consolidación de un “momento keynesiano” que podría sacar al sistema del abismo y restablecer una senda de crecimiento más “armónico”, menos basado en hondas desigualdades. Pero estas ilusiones se estrellaron rápidamente contra estrechos límites. En primer lugar, el estatalismo fue tributario de preservar, ante todo, la situación de los principales beneficiarios del boom especulativo. Salvo en los casos que fue estrictamente necesario nacionalizarlos, los bancos se mantuvieron en manos privadas; el dinero de los salvatajes permitió incluso repartir generosos bonos entre los gerentes en 2009. En segundo lugar, aunque este activismo permitió estabilizar la economía mundial, permitiendo que incluso la economía norteamericana y algunas economías europeas comprometidas por la crisis mostraran “brotes verdes” de módico crecimiento desde mediados de 2009 (llegando los EEUU a un crecimiento de 3% en 2010) y creando las condiciones para un crecimiento a dos ritmos de la economía global (con los BRICS y otros llamados emergentes creciento a tasas elevadas luego de acusar los impactos del hundimiento global de 2008), esto no se parece en nada a un relanzamiento sostenido. Algunos datos resultan ilustrativos. En los EEUU, con la recesión desaparecieron 8 millones de empleos y sólo se recuperaron 6 millones con la reactivación. Pero lo más elocuente es la desproporción entre ganacias e inversión. Como señalaba Financial Times hace el 24 de Julio, mientras las ganancias (antes de la deducción de impuestos) están en un nivel récord de más del 12% del PBI, la inversión apenas alcanza el 4% del PBI (“Corporate investment: A mysterious divergence”). Una de las principales razones de este bajo nivel de inversión es que la expectativa es que el crecimiento siga siendo anémico; la baja inversión no hace más que realimentar esta anemia.
En tercer lugar -pero no por ello menos importante- las patas cortas del momento keynesiano se mostraron con todo en Europa. Allí, como señalara Paula Bach, los elementos estabilizadores devinieron más dramática y rápidamente que en cualquier otro lugar en eslabones débiles: si como respuesta a las amenazas de 2008 los Estados se endeudaron para impulsar medidas de estímulo e inyectar dinero en el sistema financiero, la consecuencia fue que varios de ellos alcanzaron niveles de deuda que los dejaron expuestos a la presión de los mercados financieros que empezaron a poner en duda su solvencia, haciendo caer el precio de los bonos (es decir elevando la tasa de interés a la cual le prestaban a los Estados reputados de menos “confiables”); la prima de riesgo, o “riesgo país”, karma con el que convivió la Argentina durante la crisis de 2008, estimatizó entonces a los PIGS (acrónimo conformado por Portugal, Irlanda, Grecia, España, por sus siglas en inglés, a los que se fueron sumando otros países como Italia). Esta crisis puso en evidencia las líneas de falla de la Unión Europea, y generó sucesivos picos de tensión entre los países de la región, y con los EEUU, ante la continuada presión de Alemania para imponer la disciplina fiscal y evitar salvatajes de los países asesiados por los ataques especulativos sobre su deuda, aún al precio de hundir a buena parte de los páises de la Eurozona en depresión y de poner en riesgo la estabilidad financiera global. Las respuestas de resistencia a los ataques por parte de los trabajadores europeos, y la presión sobre la UE ante el riesgo en el que se estaba poniendo el sistema a nivel global, llevaron a que finalmente finalmente a Alemania a aceptar algunas medidas de alivio a través de la inyección monetaria. Como señala Paula Bach en “La discordancia de los tiempos de la crisis capitalista mundial” (Ideas de izquierda nº 3), la política alemana hoy es una combinación de inyecciones monetarias (los denominados “rescates”) y planes de austeridad avalados por la Troika (es decir la Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario internacional).
A cinco años de Lehman, afrontamos una situación económica mundial estabilizaba en situación de crecimiento débil, pero el mejor panorama para los próximos años es continuar con una situación anémica, que algunos han llamado de crisis “rastrera”. Y las “ondas expansivas” del cataclismo de 2008 siguen generando nuevos sucesos, porque abrieron una falla estructural en la economía mundial. Las relaciones entre las principales economías del planeta antes de la crisis se encuentran cuestionadas, y no es posible volver a ellas. Los EEUU no puede ser el gran comprador del mundo, el comprador “en última instancia” apoyada en un consumo sostenido basado en efectos riqueza de la valorización bursátil e inmobiliaria. Aunque muestra una recuperación relativa, no puede ocupar el lugar que tenía antes de la crisis. La UE se ve atenazada entre la presión disciplinaria de Alemania y las amenazas de disgregación. Y China viene desde hace años anunciando un giro hacia apoyarse de forma creciente en su mercado interno, pero mostrando avances muy magros, mientras se suman los los síntomas de distintas amenazas (problemas crediticios en municipios y provincias, exceso de inversiones poco productivas) que podrían empujar a un crecimiento mucho más bajo que el actual, exacerbando las tensiones sociales. Los impactos de estas fallas no dejan afuera ningún lugar del planeta. Lo mostró la primavera árabe, ya que el corrosivo que carcomió definitivamente los cimientos de las dictaduras de Medio Oriente fueron los desbarajustes ocasionados por la crisis, que se trabujo en inflación galopante y crisis fiscales. Lo muestran hoy los síntomas de agotamiento del crecimiento que se ven en varias de las economías que más crecieron en los últimos años, sumadas a los trastornos que generó la retracción de algunos de los fondos que ingresaron a las economías en desarrollo gracias a las medidas de estímulo monetario tomadas en los países más ricos (con India, Indonesia, Turquía, entre los más golpeados).
Aunque la situación se muestra hoy contenida, las “fallas estructurales” amenazan acrecentar las tensiones entre las principales potencias (y los aspirantes a serlo), ya que exigen una reestructuración significativa de las relaciones globales para restablecer condiciones de crecimiento, en la cual difícilmente puedan ganar todos. Ante los riesgos que todos corren en en escenario semajante, la mejor apuesta sigue siendo ganar tiempo, apostando a sostener las medidas que permiten el actual crecimiento anémico, aún a pesar de que incluso las más poderosas de estas (como los QE) empiezan a mostrar límites por los efectos “secundarios” que ocasionan (como seguir sosteniendo el apalancamiento y la especulación). La pregunta es si nuevos focos de inestabilidad financiera, o las respuestas de las masas trabajadoras afectadas por los efectos sociales de la crisis, cuya peor cara se ve en Europa, pero que se suman también a determinados aspectos de crisis políticas específicas para seguir disparando movilizaciones de masas incluso entre los que no sufrieron los peores impactos de la crisis (Turquía, Brasil), permitirán seguir ganando tiempo o mutarán en cuestionamientos más activos, presionando a los Estados para poner en cuestión este impasse del que por el momento nadie quiere moverse demasiado. Eso está por verse, lo que es claro es que, lejos de los optimismos generalizados respecto de las respuestas coordinadas entre los Estados para responder a la crisis, estas fallas ponen sobre el tapete puntos que no pueden resolverse mediante una respuesta coordinada. EEUU, la potencia que en otras crisis anteriores pudo imponer una coordinación, arbitrando costos y beneficios (inclinándolos a su favor), hoy muestra una cierta recuperación pero ha perdido su capacidad como árbitro global, como lo puso en evidencia por estos días su fracaso en impulsar un ataque a Siria, y la forzada aceptación del plan de Rusia. La complejidad de la gestión geopolítica de la crisis encuentra a los principales jugadores globales con intereses difícilmente armonizables, y a ninguno con capacidad para ordenarlos encauzando los potenciales conflictos. Por eso, resulta sumamente optimisa opinar que la crisis actual, una crisis de magnitud histórica para el sistema mundial capitalista, podrá metabolizarse sin un salto en los conflictos, entre las clases y entre los Estados.

En Ideas de Izquierda nº 3 de septiembre, dedicamos el dossier a la crisis mundial, que va por su sexto año pero de la que se cumplen ahora cinco del suceso de que actuó como catalizador definitivo de sus efectos más devastadores. Paula Bach escribe el ya mencionado artículo “La discordancia de los tiempos de la crisis capitalista mundial”. Anwar Shaikh nos brinda en una entrevista una mirada sobre las raíces de la crisis, y el panorama de crecimiento débil de la economía global que constituye el mejor escenario para los próximos años. Y Claudio Katz contribuye con una columna donde analiza la fortaleza de las explicación que se han dado desde el marxismo a la crisis, frente a aquellas que produjo la ortodoxia neoclásica o la heterodoxia conservadora.