lunes, 4 de noviembre de 2013
Entrevista del sábado 2/11 en Al dorso (FM La tribu)
Este sábado participamos del programa Al dorso que se emite en FM La tribu. Presentamos la revista Ideas de izquierda, y particularmente nos focalizamos en uno de los artículos del último número, "¿Cómo se financia y a quién sostiene el Estado argentino?" que puede leerse acá.
Para escuchar el programa, los siguientes links:
BLOQUE 3
BLOQUE 4
martes, 29 de octubre de 2013
Apuntes pos elecciones. El estrechamiento del "modelo", los aprestos de ajuste y el voto al FIT
FR y JDM arriman acá un
primer buen análisis de los resultados del 27, que intenta ir más allá
de la abundancia de comentarios coyunturales que pueblan los medios.
El
Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) superó ayer el millón
ciento cincuenta mil votos, creciendo respecto del “batacazo” que había
producido en las PASO de agosto. Con este resultado, llegan al congreso
nacional 3 diputados, así como numerosos diputados y senadores
provinciales, concejales, etc.
Se trata de un hecho sin precedentes
en la historia política nacional. Si bien desde la vuelta de la
democracia los finales de ciclo político mostraron un crecimiento de las
fuerzas de izquierda, y la llevada al parlamento de distintas fuerzas,
una serie de rasgos resaltan en la actualidad, como ya señalaran Paula Varela y Adriana Collado en el análisis del resultado de las PASO realizado en Ideas de izquierda.
El primero y más evidente es la extensión nacional del FIT. De los tres
diputados nacionales electos por el frente (está en curso la pelea en
el recuento definitivo por la banca de Córdoba), uno de ellos, Nicolás
del Caño, es de Mendoza, otro de ellos, Pablo López, de Salta, y el
tercero Néstor Pitrola, de la provincia de Buenos Aires. Los diputados y
concejas electos superan en todo el país la decena (el periodista Pablo Stefanoni destacó en Perfil su carácter “federal”).
Si esta es una primera dimensión que distingue la elección del FIT, una
segunda dimensión distintiva es que, como plantean FR y JDM, “a
diferencia de otras experiencias ‘de izquierdas’ (término
socialdemócrata patético) como el Frente del Pueblo o Izquierda Unida,
el FIT expresa otra cosa, por ser un frente de partidos que se
reivindican trotskistas y por levantar abiertamente como bandera la
independencia de clase (mientras en las experiencias anteriores había
sectores como el PC abiertamente frentepopulistas con lo cual el planteo
era más "de izquierdas" que de izquierda)”.
Quedará para un
análisis más reposado, lugar por lugar, establecer más acabadamente la
fisonomía del fenómeno político, quiénes son los votantes del FIT, etc.
Lo que sí podemos señalar es el entusiasmo con el que la campaña fue
tomada en numerosos lugares de trabajo y estudio, donde jóvenes y
trabajadores mostraron iniciativa para la campaña y se volcaron a la
fiscalización durante la jornada del 27. En zona norte del GBA, en las
fábricas de la alimentación, gráficos y otros gremios donde la izquierda
dirige internas o tiene fuerte presencia, los trabajadores que tomaron
la posta durante este largo día se contaban por decena en cada una. Un
aspecto distintivo del voto al FIT, ligado con la presencia orgánica en
sectores de la clase trabajadora conquistada con un arduo esfuerzo (en
particular por el PTS) es el –aún inicial, incipiente- crecimiento de
este voto obrero en sectores de peso tradicional del peronismo.
Por mucho que los kirchneristas se subleven contra la “idea apocalíptica de ‘fin de ciclo’”,
es en esa clave que puede entenderse el alcance del fenómeno del FIT.
No estamos hablando de la manera estrecha en la que se lee este fin de
ciclo en los medios de la oposición burguesa, es decir en referencia a
las limitadas alternativas de continuidad política que deja el resultado
electoral, que sepulta definitivamente (como ya habían dejado claro las
PASO) cualquier posibilidad de cambio constitucional, y debilita las
posibilidades de arbitrar la interna del PJ para imponer un candidato
propio (aunque en ningún modo esto signifique un ocaso definitivo para
el “cristinismo”, ya que los votos del FPV le habilitan un peso en la
negociación de la sucesión).
Apuntamos a un “fin de ciclo” de más
vasto alcance, que es la incapacidad de recrear las condiciones
económicas sobre las cuáles se asentaron las victorias electorales de
estos años. Es decir las condiciones de crecimiento económico a tasas
elevadas con mejora de los indicadores socioeconómicos que
caracterizaron los primeros años de gobiernos kirchneristas. La etapa de
crecimiento “fácil”, como lo llamó el cepalino Daniel Heymann, o la
“etapa rosa” del modelo, como la definía hace unos años el Viceministro
de Economía Axel Kicillof, iniciada en 2003, que pudo compatibilizar
crecimiento de la inversión, alto superávit comercial, mejora real de
los salarios (aunque por ese entonces apenas recuperándose del desplome
que tuvieron con el mazazo que fue la devaluación de 2002, aún no
superando el monto que habían tenido en términos reales antes de la
devaluación) empezó a mostrar sus límites a comienzos de 2008. Límites
que se expresaron en la inflación, la emergencia de la crisis
energética, la necesidad de ampliar las fuentes de financiamiento del
Estado para enfrentar la emergencia del superávit fiscal (lo que condujo
primero a impulsar la 125 y luego de la derrota de esta iniciativa a
liquidar las AFJP). A partir de entonces comenzó una segunda etapa, en
la que el gobierno contaba aún con margen para administrar las
dificultades emergentes, apoyado en las formidables condiciones que daba
el colchón cambiario y la abundancia de dólares (con reservas que
llegaron a estar en u$s 50 mil millones gracias al sostenido superávit
comercial, es decir del saldo de exportaciones menos importaciones, que
en los últimos años viene cayendo fuerte por el déficit energético),
pero que sin embargo tuvo algunos rasgos muy marcados como por ejemplo
el fin de la recuperación de algunos indicadores socioeconómicos. Es el
caso de la “calidad” del empleo, que desde entonces casi no varió (el
empleo no registrado estaba en 36% en 2008, hoy ronda el 34,5, es decir
casi no cayó desde entonces). La pobreza e indigencia también son
acrecentadas por la inflación, aunque la implementación de la AUH haya
evitado una situación de agravamiento más agudo como consecuencia de los
estragos que
ocasiona la estampida de precios.
Finalmente, entramos en una
tercera etapa signada por la reducción de los márgenes para administrar
el agotamiento. El estrechamiento relativo tiende a hacerse cada vez más
profundo y generalizado después de las elecciones de 2011 (hemos
analizado in extenso las etapas del “modelo” en posteos anteriores, ver
por ejemplo acá).
Con una buena ayuda de las condiciones internacionales, y fuerza de
vaciar hasta el límite las fuentes de financiamiento interno, el
deterioro se desarrolla en cámara lenta, pero no por eso menos
persistente. Aunque la inflación perdió el dramatismo mediático que
tenía a comienzos de año, no da señales de una desaceleración profunda, y
durante setiembre se ubicó en 24,4% según índices que toman las mediciones de algunas provincias.
El empleo casi no crece en el último año y medio, y por primera vez
desde 2003 se percibe un tibio crecimiento del trabajo no registrado (en
“negro”) que pasó de 32% de los ocupados en el primer trimestre de este
año a 34,5% en el segundo. Por
otro lado, incluso para la minoritaria proporción de los trabajadores
empleada en blanco y beneficiada por las negociaciones paritarias, este
año cerró sin mejoras, también por primera vez en la década. Aunque
la suba del mínimo no imponible de ganancias restituyó una parte de los
ingresos para un millón y medio de asalariados, esto apenas compensa el
magro saldo de las negociaciones salariales de este año. El “nunca
menos” es un lejano recuerdo, aún para los asalariados en mejores
condiciones.
“Fin de ciclo”, entonces, porque aunque el gobierno
puede todavía seguir tomando algunas medidas para evitar el ajuste en
toda la línea que desea buena parte del empresariado, la oposición
patronal, y los peronistas que aspiran a suceder a Cristina, los ajustes
en cuotas que esto requiere tienen impacto y generan descontento en
amplios sectores, y, es cada vez más evidente, no hacen más que posponer
y a la vez agrandar el costo futuro de los ajustes. Además, para hacer
esto se impone ir cada vez más contra el relato, como lo muestran los
acuerdos para pagar deudas por fallos del CIADI a favor de
multinacionales que demandaron al país en estos tribunales
internacionales hechos a medida del capital imperialista, y los
esfuerzos por seguir siendo “pagadores seriales” (lo que está vaciando
las reservas del BCRA) y evitar un default técnico por las demandas en
tribunales norteamericanos.
En estas condiciones, ante la agenda de
“normalización” que el gobierno hace suya cada vez más abiertamente
(aunque con “ruido interno”) hoy se ve claramente que en la oposición no
hay salida “por izquierda”. La centroizquierda que no está con el
gobierno integra alianzas con los partidarios de la vuelta a los
mercados y el ataque ortodoxo a la inflación (esta falta de
independencia de la centroizquierda no es tampoco un fenómeno de
coyuntura, las grandes crisis de los últimos años mostraron una y otra
vez cómo cualdo las papas queman no hace más que ir detrás de las
salidas ofrecidas por la burguesía, es decir de alguna variante de
ataque a la clase trabajadora).
El crecimiento encuentra en este fin
de ciclo -en el sentido más profundo que hemos planteado- una de sus
razones. Algunos de los que en 2011 apoyaron al gobierno bajo la promesa
del “nunca menos”, encontraron en el FIT a la única fuerza que ante el
panorama de ajuste levantó un programa para dar respuesta a las demandas
obreras y populares.
Ahora, pos elecciones, las bancas obtenidas
serán un lugar desde donde se amplificará el rol de “tribunos del
pueblo”, es decir desde donde poner sobre el tapete las duras
condiciones que viven los trabajadores y trabajadoras al cabo de una
supuesta “década ganada”, con más de un 60% de la clase trabajadora en
condiciones precarias (con el aval de leyes flexibilizadoras que siguen
vigentes), recibiendo salarios de miseria (un 60% de los ocupados gana
menos de $ 4.200), con un millón de jóvenes “ni ni” (ni estudian ni
trabajan), forzados a viajar diariamente en condiciones de riesgo por el
desguace del transporte (especialmente el ferroviario), y un largo etc.
El desafío es transformar este peso político del FIT y las bancas
obtenidas en una herramienta para la construcción de un partido
revolucionario con capacidad de dirección de una franja de la clase
trabajadora, es decir con decenas de miles de militantes y lugares de
dirección en decenas de sindicatos, centros de estudiantes y otros
organismos del movimiento de masas. Este anclaje “orgánico” es
fundamental para que ante el “fin de ciclo”, con sus tiempos de
desarrollo aún abiertos pero insoslayable, podamos desplegar
abiertamente la batalla contra las salidas de la clase dominante, y por
imponer el programa de respuesta obrera a la crisis cuya propuesta
desarrollamos extensamente en el manifiesto programático del FIT.
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jueves, 17 de octubre de 2013
Estados Unidos y la elevación del techo de la deuda en el medio de la crisis política Un acuerdo de última hora para ganar tiempo
Una escena que empieza a repetirse: en tiempo de descuento, al borde de llevar a los EEUU a un default a causa de alcanzar el techo legalmente permitido de emisión de deuda, demócratas y republicanos llegan a un precario acuerdo que patea hasta el 7 de febrero la discusión sobre el techo de la deuda. Ayer, horas antes de alcanzar la fecha límite señalada por el Tesoro de Estados Unidos, que había informado que a partir de hoy no dispondría de fondos suficientes para afrontar sus obligaciones si no se ampliaba el techo de endeudamiento, el Senado, primero, y la Cámara de Representantes, después, aprobaron una ley que momentáneamente aleja a la administración de Obama del riesgo de un default. El acuerdo también revirtió el “cierre” parcial de la Administración que se había producido desde el 1 de octubre, que suspendió el empleo de casi 800 mil trabajadores por dos semanas como producto de fuertes disputas entre demócratas y republicanos por los sectores a los cuáles recortar fondos. La ley sancionada fondea al gobierno hasta el 15 de junio.
A pesar del acuerdo alcanzado, no dejará de haber duras consecuencias. Como varios analistas han señalado, la parálisis de las últimas dos semanas, y la creciente tensión en la que se llega al acuerdo, deja sus secuelas en una economía con bases muy precarias a causa de los efectos de la crisis iniciada en 2007. El cierre de la administración recortó nada menos que 20 mil millones de dólares en gasto público directo y en actividades relacionadas que van a reducir momentáneamente el crecimiento de la economía. La incertidumbre respecto de la deuda, tuvo como efecto limitar aún más los ya de por sí raleados créditos. Por otra parte, aunque se ganan unos meses para llegar a un acuerdo de fondo sobre estrategia fiscal y de gasto, las dificultades para llegar a esta solución provisional no despiertan optimismo sobre las posibilidades de lograrlo antes del 7 de febrero. Un resultado no menor es que la incertidumbre podría limitar el gasto de los consumidores y la actividad empresarial en un momento clave como el período vacacional de fin de año.
Quienes pagan los mayores costos por el acuerdo logrado son los líderes republicanos ubicados en el “centro”, encabezados por John Boehner. Durante las últimas semanas éstos se negaron a negociar y condujeron al cierre del gobierno, acicateados por la presión de los sectores más recalcitrantes del partido republicano, la minoritaria fracción de extrema derecha del Tea Party. Estos buscaban a toda costa imponer un recorte en el plan de salud impulsado por Obama en 2010, conocido como “Obamacare” (que subsiadba la cobertura de salud para aquellos que no están cubiertos aunque en los marcos del sistema de prestación privada y que empezó a operar el 1 de octubre, el mismo día del cierre del gobierno) así como en otras partidas de gasto como condición para permitir elevar el techo de deuda. Aunque se trata de un sector minoritario dentro del partido, viene ganando peso en los comités locales desplazando a los líderes tildados de “conciliadores”. En los últimos tiempos, la tendencia a acordar con los lideres demócratas fue el argumento esgrimido para desplazar a dirigentes republicanos “centristas” –léase proclives a llegar a un acuerdo que evitara la parálisis política- por otros afines al Tea Party. El temor a un “descabezamiento” generalizado por un acuerdo que fuera visto como sumamente concesivo a Obama, obligó a los sectores de centro a presentar una alternativa sometidos a la doble presión de los sectores de extrema derecha de su partido, por un lado, y los demócratas, por otro. Pero el acuerdo alcanzado no representa grandes concesiones por parte del gobierno de Obama. Sólo concedió en el punto de habilitar una auditoría de ingresos a quienes reciban subsidios para el seguro de salud. Además no se revirtieron los recortes automáticos de gasto público que empezaron a regir en el mes de marzo en distintas áreas (la llamada “sequestration”) y que se profundizarán en enero, que la Administración de Obama viene intentando revertir sin éxito. Estos serán parte de la negociación hasta comienzos de 2014. Fuera de estos puntos, los republicanos aceptaron la reapertura del gobierno y la extensión del techo de la deuda sin buscar imponer más condiciones. Retrocedieron demasiado para pagar el costo de desairar las exigencias de los sectores más extremos, lo que el New York Times definió como una “rendición republicana”, y el Financial Times como un “golpe autoinfligido” del partido republicano. De conjunto, el partido republicano sufre una severa caída en las encuestas, y al haber quedado sometido a la presión del Caucus del Tea Party que representa menos del 20% de la bancada, quedó severamente cuestionado en su potencial como partido de gobierno. Aunque en lo inmediato el Tea Party fue derrotado en su posición extrema de llevar a todo el partido republicano a pelear por imponer a toda costa el recorte en el plan de salud, la votación marcó la renuencia de un importante sector de republicanos: 18 senadores y 144 Representantes se opusieron a la sansión ayer. El senador Ted Cruz, representante del Tea Party, sale de esta crisis ganando aún más ascendencia en las bases republicanas, a pesar de haber finalmente retrocedido de su postura de bloquear el acuerdo. De cara a las negociaciones de los próximos meses, todo sugiere que tenderán a recrudecerse las disputas internas entre los republicanos, incluso con amenaza de rupturas.
Obama aparece como triunfador en la pulseada, habiendo logrado imponer la continuidad del Obamacare. Pero el costo de esta pulseada ha sido agravar a nivel mundial los cuestionamientos al liderazgo norteamericano. China salió en los últimos días a plantear la necesidad de construir un mundo “desamericanizado”, señalando como punto crítico la alta dependencia del dólar (aunque difícilmente podría cualquier país recortar en lo inmediato su excesiva dependencia de esa moneda como reserva). Y la agencia de calificaciones Fitch nuevamente amenazó con bajar la calificación de la deuda norteamericana aún aunque se alcanzara un acuerdo provisional, por la incertidumbre que crea la disputa partidista.
Aunque el acuerdo reabre el gobierno y extiende la posibilidad de endeudamiento, y permitió al gobierno de Obama conseguir por primera vez un amplio triunfo que no dependió de fuertes concesiones de su parte, persiste una dinámica política que seguirá empujando hacia la limitación del gasto público del gobierno federal norteamericano. Los recortes automáticos del gasto siguen vigentes, y está previsto que achiquen el gasto en 19 mil millones de dólares para el presupuesto de este año y de 2014. Y en pocos meses reaparecerán los cimbronazos entre republicanos y demócratas, para negociar la estrategia presupuestaria, que en los términos del debate actual significa dónde y cómo se recorta –o se eleva la recaudación con nuevos impuestos- y no nuevas medidas de impulso a la economía. El crecimiento económico seguirá muy dependiente entonces de la efectividad de las medidas de estímulo monetario que viene llevando a cabo la Reserva Federal, el banco central norteamericano.
sábado, 12 de octubre de 2013
Giro del gobierno a los “mercados”, festejo de los especuladores
Pablo Anino y Esteban Mercatante
El anuncio de un
acuerdo con el Banco Mundial realizado el día jueves 10 por el ministro de
Economía, Hernán Lorenzino, endeudará al país por 3.000 millones de dólares en
los próximos tres años y señala un giro en la política económica más favorable
a los “mercados”. El acuerdo también comprende pagos por 500 millones de
dólares a empresas que litigan con Argentina en el CIADI (Centro Internacional
de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones). Con la contraparte de que
al menos un 10% de lo pagado por el gobierno sería reinvertido en los BAADE
(Bono Argentino de Ahorro para el Desarrollo Económico). Estos bonos, surgidos
de la ley de blanqueo e impulsados ante todo por Guillermo Moreno, no
encontraron hasta ahora casi ninguna suscripción. El agregado de este punto en
el acuerdo con los acreedores del CIADI sugiere la venia de este funcionario (y
por extensión de Axcel Kicillof) al acuerdo con las denotadas empresas
litigantes en esta corte hecha a medida de las multinacionales imperialistas.
En esta escena de noventismo explícito, todas las alas de la trajinada interna
del equipo económico parecen ir de la mano. Pero el plan de endeudar al país es
una causa de todo el empresariado. Es lo que pretenden los economistas de
Sergio Massa, del PRO y de UNEN, tras su discurso de normalizar la situación
con los acreedores y las relaciones con el mundo. Es lo que votó casi toda la
oposición hace semanas en el Congreso cuando se reabrió el canje para dar
señales favorables a un acuerdo con los fondos buitres en Nueva York. En Buenos
Aires ya se notan los festejos de los especuladores con un alza notoria de la
bolsa que alcanzó un nivel histórico este viernes.
¿Podría esto ser
apenas el inicio de un giro pro mercado más a fondo, que concluya con nuevas
emisiones de bonos en dólares? Un giro similar había sido intentado por el
gobierno en 2008/2009, con Amado Boudou como ministro (antes a cargo de ANSES)
y el ahora opositor Sergio Massa como Jefe de Gabinete, pero el salto en la
crisis económica mundial con la caída de Lehman Brothers se lo impidió.
Posteriormente, con la nacionalización de las AFJPs, el uso de las reservas del
Banco Central para pagar deuda, y el recurso a otras variantes de
financiamiento intra sector público alivió las urgencias, y permitió volver con
todo al discurso de “desendeudamiento”, forma presuntuosa de llamar al pago
“serial” de la deuda.
Los medios
opositores ubican detrás de estas movidas a sólo una parte del gabinete
económico (Hernán Lorenzino con apoyo de Boudou), y aunque señalan las
novedades “mercado friendly” de los últimos días las enmarcan en una interna
que podría limitar el giro. Pero no estamos sólo ante un retorno al plan de aquel
momento cuando la política económica estaba en manos del ahora vicepresidente
Amado Boudou y Sergio Massa era Jefe de Gabinete, sino un nuevo gesto forzado
para tratar de acercar posiciones con el capital financiero internacional para
buscar cerrar el litigio con los fondos buitres que tiene curso en los
tribunales de Nueva York. Ante el fracaso del blanqueo de Guillermo Moreno,
reivindicado por el vice ministro de Economía, Axel Kicillof, las ideas de los
ex hombres de la UCEDE (uno adentro del gobierno y el otro en el campo opositor
de derecha) marcan el rumbo económico oficial. Una mezcla de vuelta a los
mercados, seguir drenando el Banco Central, y devaluar la moneda de manera
progresiva, son los recursos obligados para afrontar la escasez de dólares.
Estamos ante el triunfo póstumo del ingeniero Álvaro Alsogaray en la “batalla cultural”.
No obstante, las internas de gabinete no se borrarán y las condiciones de “fin
de ciclo” podrían llevar a sucesivas marchas y contramarchas.
Este rumbo no sólo
responde a la necesidad del gobierno de hacer frente a los crecientes
desequilibrios económicos (inflación, déficit fiscal en alza y superávit
comercial en descenso), sino que también pone de manifiesto el fracaso de la
“sintonía fina” y el intento de blanqueo de capitales a través del cual el
gobierno intentó durante los últimos tres meses recomponer las reservas del
Banco Central que se vienen deteriorando aceleradamente. El BAADE pasó de ser
un instrumento supuestamente para financiar el desarrollo a transformarse en un
vehículo para la especulación y el endeudamiento estatal. El Grupo Bridas de
los hermanos Bulgheroni ya lo anticipó la semana pasada cuando anunció que lo
utilizaría para ingresar capitales al país. Si bien son capitales declarados,
constituyen parte de la fuga legal de dólares que regularmente hacen estos
empresarios amigos del gobierno (y con buena sintonía con Sergio Massa)
mientras evitan invertir en el país. Para el Grupo Bridas significa un gran
negocio porque prácticamente implica que el gobierno le va a pagar intereses
para los proyectos de inversión privados además que se evita realizar el encaje
que se aplica para el ingreso de fondos desde el exterior.
El arreglo con las empresas que tienen
litigios en el CIADI supuestamente comprendería inversiones a través del BAADE.
Pero para eso el gobierno acepta pagarles 500 millones de dólares en bonos
endeudando aún más al Estado, a quienes saquearon al país con las
privatizaciones, por causas que tienen dictado en contra de Argentina en el CIADI.
Este tribunal es parte del Banco Mundial y se encuentra dominado por los
centros imperialistas. Esto abre el camino para que Repsol también busque una
recompensa en el CIADI por la expropiación parcial que tuvo lugar luego de
saquear los recursos hidrocarburíferos por más de una década.
El giro económico
del gobierno no terminaría allí. Un nuevo índice de precios se está
consensuando con el FMI (Fondo Monetario Internacional) en la perspectiva de
intentar salir del “dibujo” que hace el INDEC y de retomar las relaciones
normales (¿carnales?) y abrir una nueva etapa de endeudamiento con ese
organismo. Luego del acuerdo entreguista con la Chevron, el gobierno viene
endeudando a YPF con el lanzamiento de obligaciones negociables realizado el
viernes 27/9 que contó con la suscripción de 150 millones de dólares por parte
de capitales yankes, en una operación capitaneada por el Citibank y el HSBC. Lo
mismo ocurre con los ferrocarriles. La supuesta “revolución ferroviaria” del
ministro Florencio Randazzo cuenta con líneas de financiamiento del BID (Banco
Interamericano de Desarrollo).
El
“desendeudamiento” fue puro mito porque la deuda siguió creciendo, a la vez que
se convirtió cada vez más en deuda intra- estado. Es decir, se pagó a los
especuladores con los fondos de los jubilados depositados en la ANSES y con los
recursos que produce el pueblo trabajador y se encuentran en el Banco Central y
en el Banco Nación, entre otros organismos. La presidenta lo reconoció cuando
dijo que eran “pagadores seriales”.
El gobierno apura
la resolución de los problemas actuales volviendo a la amarga receta de la
deuda, que nos pone ante el horizonte de ajustes que Cristina Kirchner declaró
que no iba hacer, pero que estas medidas preparan. De todos modos los
desequilibrios económicos difícilmente se resolverán, más aún cuando la crisis
económica mundial sigue como telón de fondo. Hay otra salida para enfrentar los
apuros actuales, la única para defender las aspiraciones del pueblo trabajador.
Dejar de pagar toda la deuda, nacionalizando toda la banca y estableciendo un
monopolio estatal del comercio exterior y de los movimientos de divisas. Lejos
de aceptar los chantajes del CIADI, declarar nulos todos los tratados
bilaterales (TBI) de inversión con sus cláusulas a la medida de las
multinacionales. Apropiación íntegra de toda la renta agraria, minera y
petrolera para solventar las obras de infraestructura y de recomposición del
entramado energético y de transporte diezmado por la desinversión empresaria
con la venia gubernamental, nacionalizando las empresas bajo gestión de los
trabajadores. Que la crisis la paguen los capitalistas.
viernes, 11 de octubre de 2013
Ideas de Izquierda nº 4
Las elecciones universitarias en la UBA, donde las corrientes que
integran el FIT lograron muy buenos resultados, son parte de ese
fenómeno. Patricio Del Corro y Sol Cheliz analizan las elecciones en la
Universidad, relacionándo las con el desarrollo del Frente a nivel
nacional y comparando la situación del movimiento estudiantil en otros
“fines de ciclo”. Los resultados del FIT en las PASO han vuelto
visible, también, las posiciones de algunos analistas del arco
progresista e incluso sectores de la propia izquierda, que defienden la
perspectiva de la obtención de escaños por parte del FIT bajo el
argumento de la necesidad de incorporar a la lógica de la representación
parlamentaria una inofensiva “voz de izquierda”.
A contramano de ese discurso y con el sugestivo título “Elecciones:
trampa para tontos”, Eduardo Grüner retoma el artículo publicado por
Jean-Paul Sartre en 1973 para analizar la lógica de serialización a que
el voto en formato burgués somete a las masas populares, y su
contradicción con la experiencia colectiva de la organización de
fábrica, de la militancia política, de la lucha de clases. Completa
estas reflexiones la opinión del psicoanalista Enrique Carpintero sobre
la importancia de un programa anticapitalista.
El dossier de este número analiza la situación crítica del transporte
de pasajeros en el Área Metropolitana de Buenos Aires. La necesidad de
abordar este problema no requiere explicación, dada la cercanía de los
crímenes sociales de Once y Castelar, y del tercer aniversario del
asesinato de Mariano Ferreyra. Sin embargo, pareciera que la
contradicción entre la persecución del lucro y la preservación de la
vida de los trabajadores y trabajadoras, se empeñara en ponerse de
manifiesto. Al cierre de esta edición, otro trabajador del subterráneo
falleció a causa de la falta de medidas de seguridad. Los artículos
establecen la trama de responsabilidades que compromete a las empresas,
los gobiernos de la Nación, de la ciudad de Buenos Aires y de la
Provincia, así como a las cúpulas sindicales del sector, y demuestran el
proceso de deterioro de las condiciones en que viajan los usuarios
producto de que en la última década no se revirtió la desinversión. El
dossier se completa con una entrevista a Claudio Dellecarbonara y
extractos de una conferencia de Juan Carlos Cena sobre la historia de
desguace del ferrocarril.
Completan esta sección nacional el análisis de Esteban Mercatante
sobre la fuente de ingresos y el destino del gasto público en Argentina,
y el abordaje de dos problemas centrales de la agenda de los
movimientos sociales y de la izquierda en Argentina: los derechos
humanos y el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Myriam Bregman y
Gloria Pagés analizan la política kirchnerista hacia las FF.AA., y
Andrea D’Atri describe la situación de las mujeres de la región bajo los
gobiernos “posneoliberales”.
El horizonte internacional se introduce en este número a través de la
lectura que realiza Pablo Oprinari sobre la situación en México. El
autor analiza rol que están jugando las luchas de los docentes y el
resurgimiento del movimiento estudiantil mexicano en la primera crisis
después del retorno del PRI al gobierno. A su vez, Celeste Murillo y
Juan Gallardo escriben sobre la huelga del precariado de los fastfood,
un sector superexplotado de la fuerza de trabajo estadounidense.
Los debates ideológicos y cuturales una vez más abarcan las
producciones internacionales y nacionales, así como las tradiciones y
novedades teóricas que los recorren.
La entrevista exclusiva al crítico literario y escritor inglés Terry
Eagleton, uno de los más importantes teóricos marxistas contemporáneos, a
través de las definiciones dadas en uno de sus últimos libros
publicados, abordan las visicitiudes de la teoría literaria y su
relación con la lucha de clases. En ese recorrido retoma conceptos
elaborados en algunos de sus libros más influyentes, y reflexiona sobre
el fundamentalismo antiteórico posmoderno y los desarrollos y límites de
los aportes hechos desde el marxismo.
Emmanuel Barot nos envía desde Francia un artículo que actualiza sus
investigaciones sobre la universidad francesa publicadas en el libro
Révolution dans l’université. Quelques leçons théoriques et lignes
tactiques tirées de l’échec du printemps 2009.
A propósito de la nueva edición de La lucha contra el facismo en Alemania
de León Trotsky, Hernán Camarero repasa con detenimiento la obra,
destacando de qué modo el análisis de Trotsky sobre las condiciones de
emergencia del nazismo es inseparable de su lucha política para que la
Internacional Comunista, bajo el estalinismo, adoptara una política que
permita al proletariado alemán (y al del mundo entero) enfrentar el
fascismo.
Continuando la propuesta de conversaciones con intelectuales que han
estudiado el movimiento obrero en Argentina, Paula Varela y Leonardo
Norniella visitan al sociólogo Juan Carlos Torre. El análisis de Torre
sobre la experiencia de Pasado y Presente y el clasismo cordobés es el
disparador de un diálogo sobre las continuidades y rupturas con esa
tradición, la distancia entre lo sindical y lo político, y el
sindicalismo de base en la actualidad.
Como planteamos desde el inicio, Ideas de Izquierda pretende
inscribirse en la tradición intelectual nacional de las revistas que
nacieron y, a su vez, expresaron momentos bisagra en la vida política,
social y cultural del país. Parte de esa aspiración implica una crítica a
esas experiencias intelectuales y políticas. En este número, Ariane
Díaz reflexiona sobre Contorno, destacando su influencia en la
construcción de la tradición de la literatura nacional así como el peso
que la política irá cobrando en la revista, atravesada por los
posicionamientos políticos de los contornistas en relación al peronismo y
el frondicismo.
Finalmente, se repasan dos producciones recientes en las reseñas del libro Fortunes of Feminism: From State-Managed Capitalism to Neoliberal Crisis de Nancy Fraser, y del documental Mika, mi guerra de España de Fito Pochat y Javier Olivera.
***
Como dijimos al inicio, la revista sale a la calle en medio de una
vorágine electoral que atenta, las más de las veces, contra la reflexión
sobre el tipo de desafíos y oportunidades que estas elecciones abren
para una izquierda que se reivindica revolucionaria. Con este número de
Ideas de Izquierda apostamos, al contrario, a alimentar esa reflexión y a
abrir nuevos debates.
lunes, 16 de septiembre de 2013
Aniversarios
Ayer se cumplieron cinco años de la quiebra del
banco de inversión norteamericano Lehman Brothers, ocasionada por la
acumulación de títulos incobrables de hipotecas “subprime” y
otros activos financieros derivados de las mismas. Este suceso tuvo
efectos en cadena que golpearon a todo el sistema financiero
norteamericano, y se extendieron por el mundo, poniendo en evidencia
el nivel de riesgo generado por el alto nivel de apalancamiento (es
decir proporción de deuda por activos) con el que se manejan los
inversos, y la alta velocidad de propagación a causa de la
interconexión creciente de las plazas de todo el mundo. Lejos de
tratarse de un caso aislado de riesgo excesivo, el banco Lehman (así
como poco antes Bearn Stearns, banco de inversión que a diferencia
de Lehman fue rescatado y vendido a precio de remate por el tesoro
norteamerinaco, y las hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac) era uno
de los más expuestos en un modelo que negocio que caracterizaba a
toda la banca norteamericana. Emisión de créditos hipotecarios en
escala masiva, sin verificación de la capacidad de pago, y comercio
de derivados que se suponía diversificaba y reducía riesgos -claro,
todo en la matemática abstracta de los modelos que siguieron a los
pioneros de la aventura financiera Robert Merton y Myron Scholes, que
fueron premiados con el nobel en 1997 por sus modelos para calcular
el precio de las opciones financieras, y al año siguiente entraron
en quiebra luego de sumar una pérdida de 4.600 millones de dólares
en cuatro meses por aplicar estos métodos en sus decisiones de
inversión. Con estos antecedentes, ¿a quién se le podía ocurrir
que la utilización masiva de derivados pudiera derivar en una
destrucción masiva de la solvencia del sistema? Una verdadera
sorpresa ¿no?
Dado el alto nivel de
bancarización de pagos en todo el circuito productivo, no resultó
sorpresivo que en los meses que siguieron a la quiebra de Lehman, con
la virtual paralización durante semanas de la banca no sólo de
inversión sino también comercial, la economía norteamericana
ingresara en caída libre, y con ella el conjunto de la economía
global. Durante el año que siguió a Lehman, la producción
industrial mundial acumulaba una caída del 13%, y el comercio global
alcanzó una caída aún mayor, del 20% (ver el artículo de Barry Eichengreen y Kevin O' Rourke,"Una historia de dos depresiones: ¿Qué nos dicen los nuevos datos?").
La amenaza de colapso
financiero global y el fantasma de depresión económica, hicieron
sonar las alarmas gubernamentales y dispararon respuestas estatales
en una escala nunca vista. Los EEUU, la UE, y numerosos Estados de
todo el mundo sumaron billones de dólares de dinero inyectado a
través de estímulos fiscales, planes de empleo, salvatajes a
empresas. Pero sobre todo, se inyectaron billones de dólares en el
sistema financiero. A las herramientas habituales para enfrentar los
pánicos en situaciones críticas de los sistemas financieros -que
básicamente se reducen a una masiva socialización de quebrantos
privados realizada bajo el chantaje de los efectos que podría tener
el colapso de los bancos “demasiado grandes para caer”, por lo
que estos resultan premiados luego de que fracasan las apuestas
irresponsables y las ganancias de las mismas están ya bien
repartidas- se les sumaron otras novedosas, como las relajaciones
cuantitativas (QE, por sus siglas en inglés), que algunos llamaron
“opción nuclear”.
Ante este giro
copernicano, en el que aún los mayores exponentes de las políticas
neoliberales se transformaron en fervientes impulsores del
estatalismo para evitar el colapso del sistema, muchos se ilusionaron
con la perspectiva de consolidación de un “momento keynesiano”
que podría sacar al sistema del abismo y restablecer una senda de
crecimiento más “armónico”, menos basado en hondas
desigualdades. Pero estas ilusiones se estrellaron rápidamente
contra estrechos límites. En primer lugar, el estatalismo fue
tributario de preservar, ante todo, la situación de los principales
beneficiarios del boom especulativo. Salvo en los casos que fue
estrictamente necesario nacionalizarlos, los bancos se mantuvieron en
manos privadas; el dinero de los salvatajes permitió incluso
repartir generosos bonos entre los gerentes en 2009. En segundo
lugar, aunque este activismo permitió estabilizar la economía
mundial, permitiendo que incluso la economía norteamericana y
algunas economías europeas comprometidas por la crisis mostraran
“brotes verdes” de módico crecimiento desde mediados de 2009
(llegando los EEUU a un crecimiento de 3% en 2010) y creando las
condiciones para un crecimiento a dos ritmos de la economía global
(con los BRICS y otros llamados emergentes creciento a tasas elevadas
luego de acusar los impactos del hundimiento global de 2008), esto no
se parece en nada a un relanzamiento sostenido. Algunos datos
resultan ilustrativos. En los EEUU, con la recesión desaparecieron 8
millones de empleos y sólo se recuperaron 6 millones con la
reactivación. Pero lo más elocuente es la desproporción entre
ganacias e inversión. Como señalaba Financial Times hace el
24 de Julio, mientras las ganancias (antes de la deducción de
impuestos) están en un nivel récord de más del 12% del PBI, la
inversión apenas alcanza el 4% del PBI (“Corporate
investment: A mysterious divergence”). Una de las
principales razones de este bajo nivel de inversión es que la
expectativa es que el crecimiento siga siendo anémico; la baja
inversión no hace más que realimentar esta anemia.
En tercer lugar -pero no
por ello menos importante- las patas cortas del momento keynesiano se
mostraron con todo en Europa. Allí, como señalara Paula Bach, los
elementos estabilizadores devinieron más dramática y rápidamente
que en cualquier otro lugar en eslabones débiles: si como respuesta
a las amenazas de 2008 los Estados se endeudaron para impulsar
medidas de estímulo e inyectar dinero en el sistema financiero, la
consecuencia fue que varios de ellos alcanzaron niveles de deuda que
los dejaron expuestos a la presión de los mercados financieros que
empezaron a poner en duda su solvencia, haciendo caer el precio de
los bonos (es decir elevando la tasa de interés a la cual le
prestaban a los Estados reputados de menos “confiables”); la
prima de riesgo, o “riesgo país”, karma con el que convivió la
Argentina durante la crisis de 2008, estimatizó entonces a los PIGS
(acrónimo conformado por Portugal, Irlanda, Grecia, España, por sus
siglas en inglés, a los que se fueron sumando otros países como
Italia). Esta crisis puso en evidencia las líneas de falla de la
Unión Europea, y generó sucesivos picos de tensión entre los
países de la región, y con los EEUU, ante la continuada presión de
Alemania para imponer la disciplina fiscal y evitar salvatajes de los
países asesiados por los ataques especulativos sobre su deuda, aún
al precio de hundir a buena parte de los páises de la Eurozona en
depresión y de poner en riesgo la estabilidad financiera global. Las
respuestas de resistencia a los ataques por parte de los trabajadores
europeos, y la presión sobre la UE ante el riesgo en el que se
estaba poniendo el sistema a nivel global, llevaron a que finalmente
finalmente a Alemania a aceptar algunas medidas de alivio a través
de la inyección monetaria. Como señala Paula Bach en “La
discordancia de los tiempos de la crisis capitalista mundial”
(Ideas de izquierda nº 3), la política alemana hoy es una
combinación de inyecciones monetarias (los denominados “rescates”)
y planes de austeridad avalados por la Troika (es decir la Comisión
Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario internacional).
A cinco años de Lehman,
afrontamos una situación económica mundial estabilizaba en
situación de crecimiento débil, pero el mejor panorama para los
próximos años es continuar con una situación anémica, que algunos
han llamado de crisis “rastrera”. Y las “ondas expansivas”
del cataclismo de 2008 siguen generando nuevos sucesos, porque
abrieron una falla estructural en la economía mundial. Las
relaciones entre las principales economías del planeta antes de la
crisis se encuentran cuestionadas, y no es posible volver a ellas.
Los EEUU no puede ser el gran comprador del mundo, el comprador “en
última instancia” apoyada en un consumo sostenido basado en
efectos riqueza de la valorización bursátil e inmobiliaria. Aunque
muestra una recuperación relativa, no puede ocupar el lugar que
tenía antes de la crisis. La UE se ve atenazada entre la presión
disciplinaria de Alemania y las amenazas de disgregación. Y China
viene desde hace años anunciando un giro hacia apoyarse de forma
creciente en su mercado interno, pero mostrando avances muy magros,
mientras se suman los los síntomas de distintas amenazas (problemas
crediticios en municipios y provincias, exceso de inversiones poco
productivas) que podrían empujar a un crecimiento mucho más bajo
que el actual, exacerbando las tensiones sociales. Los impactos de
estas fallas no dejan afuera ningún lugar del planeta. Lo mostró la
primavera árabe, ya que el corrosivo que carcomió definitivamente
los cimientos de las dictaduras de Medio Oriente fueron los
desbarajustes ocasionados por la crisis, que se trabujo en inflación
galopante y crisis fiscales. Lo muestran hoy los síntomas de
agotamiento del crecimiento que se ven en varias de las economías
que más crecieron en los últimos años, sumadas a los trastornos
que generó la retracción de algunos de los fondos que ingresaron a
las economías en desarrollo gracias a las medidas de estímulo
monetario tomadas en los países más ricos (con India, Indonesia,
Turquía, entre los más golpeados).
Aunque la situación se
muestra hoy contenida, las “fallas estructurales” amenazan
acrecentar las tensiones entre las principales potencias (y los
aspirantes a serlo), ya que exigen una reestructuración
significativa de las relaciones globales para restablecer condiciones
de crecimiento, en la cual difícilmente puedan ganar todos. Ante los
riesgos que todos corren en en escenario semajante, la mejor apuesta
sigue siendo ganar tiempo, apostando a sostener las medidas que
permiten el actual crecimiento anémico, aún a pesar de que incluso
las más poderosas de estas (como los QE) empiezan a mostrar límites
por los efectos “secundarios” que ocasionan (como seguir
sosteniendo el apalancamiento y la especulación). La pregunta es si
nuevos focos de inestabilidad financiera, o las respuestas de las
masas trabajadoras afectadas por los efectos sociales de la crisis,
cuya peor cara se ve en Europa, pero que se suman también a
determinados aspectos de crisis políticas específicas para seguir
disparando movilizaciones de masas incluso entre los que no sufrieron
los peores impactos de la crisis (Turquía, Brasil), permitirán
seguir ganando tiempo o mutarán en cuestionamientos más activos,
presionando a los Estados para poner en cuestión este impasse del
que por el momento nadie quiere moverse demasiado. Eso está por
verse, lo que es claro es que, lejos de los optimismos generalizados
respecto de las respuestas coordinadas entre los Estados para
responder a la crisis, estas fallas ponen sobre el tapete puntos que
no pueden resolverse mediante una respuesta coordinada. EEUU, la
potencia que en otras crisis anteriores pudo imponer una
coordinación, arbitrando costos y beneficios (inclinándolos a su
favor), hoy muestra una cierta recuperación pero ha perdido su
capacidad como árbitro global, como lo puso en evidencia por estos
días su fracaso en impulsar un ataque a Siria, y la forzada
aceptación del plan de Rusia. La complejidad de la gestión
geopolítica de la crisis encuentra a los principales jugadores
globales con intereses difícilmente armonizables, y a ninguno con
capacidad para ordenarlos encauzando los potenciales conflictos. Por
eso, resulta sumamente optimisa opinar que la crisis actual, una
crisis de magnitud histórica para el sistema mundial capitalista,
podrá metabolizarse sin un salto en los conflictos, entre las clases
y entre los Estados.
En Ideas
de Izquierda nº
3 de septiembre, dedicamos el dossier a la crisis mundial, que va
por su sexto año pero de la que se cumplen ahora cinco del suceso de
que actuó como catalizador definitivo de sus efectos más
devastadores. Paula Bach escribe el ya mencionado artículo “La
discordancia de los tiempos de la crisis capitalista mundial”.
Anwar Shaikh nos brinda en una entrevista una mirada sobre las raíces
de la crisis, y el panorama de crecimiento débil de la
economía global que constituye el mejor escenario para los próximos años. Y Claudio Katz contribuye con una columna donde
analiza la fortaleza de las explicación que se han dado desde el
marxismo a la crisis, frente a aquellas que produjo la ortodoxia
neoclásica o la heterodoxia conservadora.
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