Hace dos semanas, el
gobierno anunciaba a todo trapo una ley “contra el trabajo
precario”. Que más exactamente era una ley de promoción al
blanqueo, cuyo principal recurso era el abaratamiento de los costos
laborales que pagarán los empresarios por de los trabajadores que
pasen a estar registrados, durante el plazo de dos años. Por si
había alguna duda que esta medida no atacaba el trabajo precario,
sino que apenas se focalizaba sobre una parte de él -apuntando
además a resultados muy modestos de cambiar la situación de poco
más de un 10% de los trabajadores empleados “en negro”- lo están
poniendo en evidencia las suspensiones en la industria automotriz.
Durante la última
década, las automotrices perfeccionaron como ningún otro sector
patronal la flexibilidad en los términos de contratación. Con una
gran persistencia, lograron colar en cada instancia de negociación
con los sindicatos nuevas claúsulas que crearon para los
trabajadores una situación de alta inestabilidad. Muchas medidas de
flexibilidad que no habían podido ser impuestas hace diez años o
más para los trabajadores que integraban por ese entonces la planta
permanente, se fueron imponiendo para quienes ingresaron desde
entonces. Sucesivos acuerdos del SMATA con las automotrices
permitieron que “todas las innovaciones flexibilizadoras que
introdujeron en los años ‘90 los convenios colectivos de las
nuevas radicaciones empresariales, que, si bien no pudieron en este
caso aplicarse al conjunto de los trabajadores, sí se establecieron
para los nuevos trabajadores que se incorporasen a partir de ese
momento” (Guevara, 2012, “Reactivación de la movilización
obrera en la industria terminal automotriz (2004–2011).
Recuperación parcial del salario con persistencia en la
flexibilización laboral”, Trabajo y Sociedad 19, Buenos
Aires). El resultado es que se avanzó aún más en la fragmentación
“distinguiendo entre nuevos ingresos y viejos, sumándose a la
diferencia entre contratados y efectivos” (Guevara, 2012). Con el
paso del tiempo, el mayor peso de los ingresos nuevos ha hecho que
buena parte de la planta esté alcanzada por las claúsulas
flexibilizadoras. Esto tiene importantes consecuencias, como ya se
pudo ver durante la recesión de 2008-2009. Las patronales del sector
automotriz tienen amplia capacidad para ajustar rápidamente sus
costos salariales ante variaciones en la demanda. Aplicando
reducciones de turno o suspensión al 100 % (se paga el salario bruto
pero no los aportes patronales) apenas se ralentiza el ritmo de
producción, como ocurrió durante los últimos meses. En comparación
con 2013, durante el período enero/marzo la producción del sector
acumula una caída de 16%. Entre las que registran mayor caída están
Renault (-35,5%) y Peugeot-Citroen (-32,7%). En cambio, Volkswagen
(-10,6%) cayó por debajo del promedio. Mientras tanto Ford (10,5) e
Iveco (35%) siguen aumentando la producción, la última a un ritmo
bastante fuerte. Las ventas, que hasta fines de 2013 crecían a buen
ritmo (aunque con un mayor incremento de la venta de importados que
de autos producidos en el país) cerraron el trimestre con una caída
del 25%. Con excepción de Toyota (23% de crecimiento respecto de
igual período de 2013), todas las firmas registran una caída en sus
volúmenes globales de venta, aunque algunos modelos continúan en
aumento. Volkswagen encabeza la caída en las ventas (-57%). Iveco
cayó 11,3% (aunque la venta de furgones creció 25%). Las
exportaciones cayeron un 17,8% en estos tres meses.
Aunque durante la segunda
mitad del año podría moderarse la caída en las ventas,
difícilmente vaya a revertirse la tendencia. Aunque el crédito no
se cortó, su encarecimiento limitó sensiblemente los sectores con
capacidad de financiar la compra de un auto. El impacto de la
devaluación y el salto de precios afectó ahorros y poder
adquisivito de sectores medios y asalariados con mejor nivel de
ingreso. Mientras tanto, Brasil, destino de 86% de las exportaciones
del sector, no da señales de que vaya a registrar una fuerte
recuperación de la demanda.
Gracias a las condiciones
laborales que las benefician, las patronales del sector tienen amplia
capacidad para descargar sobre los trabajadores todos los costos,
ante los primeros impactos de crisis en el sector. Las mismas que
cuando hay fuerte crecimiento arrancan extenuantes jornadas pagando
por las horas extras montos irrisorios, ahora ajustan producción y,
sin despedir, reducen drásticamente lo que pagan a numerosos
sectores de la planta. Por si esto fuera poco, hacen gala de su
“vocación” de no despedir. Y claro, para qué van a hacerlo sin
con los convenios actuales la suspensión es más barata que lo que
costaría despedir y volver a contratar ante cambios en la
producción. Y eso, “Menem lo hizo”, pero Néstor y Cristina, con
Hugo (Moyano), Antonio (Caló) y todo el resto de la burocracia
sindical lo reforzaron. Y toda la oposición patronal lo suscribe.
Sólo el Frente de Izquierda y de los Trabajadores presentó
proyectos de ley para frenar los despidos y suspensiones.
La precarización es
mucho más que el trabajo no registrado. Se trata de una condición
de alta inestabilidad en el empleo a los fines de aumentar la
“competitividad” del empresariado nacional a costa de las
condiciones de trabajo. Esta precariedad engloba distintas realidades
(que analizamos acá Mundo
Grúa) y afecta a mucho más de la mitad de la fuerza de trabajo,
aunque no salga en las estadísticas ya que buena parte de las
claúsulas flexibles constituyen un “nuevo normal”. Esto lo
prueban las cláuslas de los convenios negociados en todos los
gremios durante los últimos años (ver al respecto Fragmentación
institucionalizada). No podría esperarse leyes contra todas
estas variantes de precarización, porque como hemos señalado en
Ideas
de Izquierda n° 5, está en el corazón del modelo.
Después del paro del 10,
estos primeros ataques muestran que es necesario reforzar la
organización, avanzando en realizar encuentros regionales como votó
el sindicalismo combativo en el Encuentro Sindical de Atlanta (y de
los que ya está en marcha para el 17/5 un Encuentro de zona Norte
del GBA) y peleando por imponer a la burocracia medidas para
responder ya ante los ataques en curso.
Las nuevas suspensiones
en curso son otro recordatorio de que es una cuestión urgente para
toda la clase trabajadora pelear por terminar con los contratos
“basura”, con el empleo no registrado y las cláusulas de
flexibilización. Este objetivo inseparable de la pelea por expulsar
de los sindicatos a los burócratas y por conquistar la
representación gremial en todas las unidades productivas donde los
sindicatos están ostentosamente ausentes para ir contra la “triple
alianza” de patrones, Estado y burocracia que sostiene la
precarización.
1 comentario:
Vaya como PD: Es notorio que algunas terminales mantuvieron el aumento de la producción a pesar de la caída. De conjunto, la producción cayo menos que las ventas. ¿Se habrá aplicado una estrategia de adelantar producción para, stockeados, frenar ahora más rápido, aducir crisis y sobre esa base suspender, negociar Repro(s) y demés? Todo indicaría que va por ese lado.
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