Jorge Schvarzer y la utopía desarrollista
Por Pablo Anino y Martín Noda
Lejos de ver los síntomas de agotamiento del esquema de acumulación, Jorge Schvarzer* plantea la posibilidad de “avanzar más” en la industrialización. Esto se basa en el supuesto del reciente crecimiento de la industria cuyos “éxitos contrastan con el acoso que sufrió la industria durante décadas. Desde 1976 hasta 2001, con excepción del interregno alfonsinista, fue perseguida por las estrategias llamadas ‘aperturistas’” (“¿Cuál es la situación de la industria?”, Página 12, 24/04/08).
El “crecimiento” industrial
Lo primero que hay que ver es si efectivamente podemos hablar de grandes “éxitos” en la industria: como ya planteamos en EconoCrítica nº 1, en términos de cantidades, las ramas industriales que más crecieron desde el año 2002, producen lo mismo o menos que en el año 1997, profundizando la tendencia a la primarización de la estructura productiva. Es decir que por más que la industria haya crecido, se produce prácticamente lo mismo que en 1997. Esto se refleja en que en 1980 la industria manufacturera representaba el 21,4% del PBI y en el 2007 apenas alcanzó el 16,5%, detrás de los valores de la convertibilidad. Pero Schvarzer no sólo sobredimensiona el crecimiento industrial, sino también el de las exportaciones industriales: “La industria encaró una exitosa salida al exterior y ya ofrece uno de los mayores aportes de divisas al país” (Idem). Aunque es cierto que entre el 2002 y el 2007 las manufacturas de origen industrial (MOI) incrementaron sus exportaciones un 128%, los productos primarios crecieron un 136%. Si comparamos el año 1997 con el 2007 la estructura exportadora presenta una caída de las MOI de un punto porcentual que es ganado por los productos primarios. Es por esto que en el año 2007 el 69% de las divisas lo aportaron los productos primarios, las manufacturas de origen agropecuario y los combustibles y energía. Es decir que, a diferencia de lo que plantean estos apologistas de la industria, ésta de conjunto no está recuperando el dinamismo. De la devaluación a esta parte no ha nacido ninguna rama industrial nueva, ni siquiera una sola fábrica grande.
Las pymes: cómo subsidiar las ganancias de la “gran burguesía”
Schvarzer reconoce las transformaciones que sufrió la industria en cuanto a su extranjerización y concentración. Sin embargo, busca la forma de insertarla en los estrechos márgenes que el actual mercado mundial deja para una “burguesía nacional” como la argentina. Al decir de Schvarzer los ’90 habrían quebrado “la voluntad de invertir de numerosos empresarios pymes” para quienes se guardaría un rol privilegiado en un nuevo proceso de desarrollo. Este rol de las pymes es reforzado nuevamente por un sobredimensionamiento de la dinámica de este sector empresarial en los últimos años, donde según Aronskind (otro economista devoto de la “ilusión industrialista”) se ha demostrado que “es posible para empresas no sólo grandes, competir con posibilidades en el mercado mundial” (“Un Estado que funcione bien”, Página 12, 24/04/08). Sin embargo, según el Ministerio de Economía, en el año 2005 las exportaciones de 13.885 pymes apenas superaban el 10% de las exportaciones totales (de éstas el 60% era de productos primarios o manufacturas básicas), mientras 837 grandes empresas exportaban el 90%. A la vez, la gran mayoría de las pymes tienen un carácter totalmente subordinado al gran capital como por ejemplo las autopartistas, que responden a una configuración que garantiza las ganancias de las grandes empresas mediante tercerización, flexibilización, etc. Las beneficiarias de la “gran dinámica pyme” han sido éstas empresas cuyo crecimiento supera al del PBI lo que les ha permitido a las 200 de mayor facturación que sus ventas pasen de representar el 31,6% del producto nacional en 1997 al 51,3% en 2005 (Lozano, Rameri, Raffo. La cúpula empresaria argentina luego de la crisis: los cambios en el recorrido 1997-2005. Octubre de 2007).
Inversiones
En el programa A dos voces del 30/4 Schvarzer, siguiendo con su visión afiebrada de la economía, planteó que crecen “las inversiones en general y la productiva en particular”. Veamos ahora la realidad: aunque las inversiones crecieron un 29% en 2007, lo hicieron menos que en los primeros años de la devaluación, cuando crecían a tasas por encima del 50%. Algo similar ocurre con las inversiones en equipo durable: en 2007 crecieron un 32% y el promedio anterior es de 35%. Es decir que el crecimiento de las inversiones muestra tasas positivas, pero decrecientes. Schvarzer destaca el primer aspecto (que crecen) sin mencionar el segundo (que lo hacen a tasas decrecientes).
Si observamos su composición veremos que en el año 2007, del total invertido en el país, un 62% corresponde a construcción y sólo un 38% a equipo durable de producción. Cabe destacar que en este último se incluyen celulares, computadoras y otros aparatos que muchas veces no significan inversión ya que son consumidos en los hogares. Además, aunque son necesarios para el proceso productivo, estos productos no dan cuenta de una real ampliación en la capacidad productiva. Expresión de esto es que la disponibilidad de la capacidad instalada en la industria lejos de recomponerse se tiende a agotar. En resumen, una pobre “performance” de la inversión luego de los años del mayor crecimiento en la industria y de ganancias extraordinarias.
Las políticas gubernamentales
Para Schvarzer se “requiere, también, una política oficial que oriente a la industria, y a todas las actividades productivas del país, hacia el desarrollo mientras forja las herramientas necesarias para consolidarla. La creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología y la recreación de un banco de desarrollo son pasos para ello (…)” (“¿Cuál es la situación de la industria?”, idem).
Con el nuevo banco de desarrollo el gobierno planea destinar unos 2.500 millones de dólares. No está mal recordar que su antecesor se fundió por los préstamos nunca pagos de grandes empresas como Pérez Companc, INDAP, Acindar, entre muchas otras. Como plantea Alfredo Zaiat “En otras palabras, el Estado supo con el Banade cómo contribuir a la riqueza de los burgueses nacionales” (“El fondo de las cosas”. Página 12, 5/06/05). Por su parte, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva tiene proyectado para el presente año un 1,86% del presupuesto nacional o el 0,34% del PBI para las actividades de ciencia y tecnología, es decir menos de 1.000 millones de dólares. Si a los montos mencionados les sumamos unos 1.500 millones de dólares de las líneas para pymes del Banco Nación, tenemos de conjunto unos 5.000 millones de dólares para la promoción de la industria y la actividad productiva, es decir menos de un 10% del conjunto de las inversiones de 2007, o un tercio de lo que se pagará este año de deuda externa. Sólo para comprender el disparate que estas cifras develan, veamos el caso de Brasil. En 2008 el banco de desarrollo desembolsaría unos 47.000 millones de dólares, algo más de veinte veces que su similar local, aún inexistente. No obstante, merece ser recalcado que, aún en países dependientes que han invertido fuertemente (entre los que podría mencionarse también el caso de China con el proceso de restauración capitalista), no se ha superado el atraso, las miserias sociales no se han acabado sino que por el contrario se han extendido al mismo tiempo que se profundizó la subordinación económica al imperialismo. Incluso en estos países el producto por habitante es menor al de Argentina.
¿Hacia la industrialización?
La verdadera pregunta que hay que hacerse es ¿qué sector de la burguesía quiere realmente una industrialización en el país? La respuesta es sencilla: ninguno. Hay un dato simple que lo ilustra: en todo el período de crecimiento actual, con tipo de cambio en niveles altamente “competitivos”, con el abaratamiento de los salarios en términos internacionales, con una importante reducción de la tasa de interés real respecto de la década del 90 (asociada a gran liquidez internacional y a la disminución del riesgo país, que comportaron menor costo del endeudamiento), con una elevadísima rentabilidad industrial (asociada no sólo a los bajos salarios sino también al aumento de los ritmos de trabajo que permitió un volumen mayor de producción por trabajador ocupado), con una elevada capacidad instalada ociosa y un importante crecimiento de la demanda interna, con la pesificación y desindexación de las tarifas de servicios públicos, con los regímenes de tarifas diferenciales, de promoción industrial y exenciones impositivas de que gozaron las empresas, no se han producido inversiones de importancia. En este contexto, la demanda excede la capacidad productiva argentina, lo que implica un crecimiento en las importaciones.
El puro aprovechamiento de éstas condiciones extraordinarias es lo que hace que el actual ciclo de “crecimiento industrial” se asemeje, más bien a una suerte de “burbuja productiva”. Si esto fue así en los “mejores momentos” del ciclo económico, en el período actual, cuando aparecen síntomas de agotamiento, todas las políticas planteadas de incentivos fiscales, créditos baratos, etc., caerán en saco roto. La cuestión es sencilla: si no invirtieron cuando el esquema parecía inagotable, ¿por qué van a hacerlo ahora? El crecimiento de los últimos años no ha sido más que un capítulo de la historia de una burguesía que ha sido renuente al camino de la industrialización.
No hay comentarios:
Publicar un comentario