La pulseada por el dólar y la fuga de capitales
Pero también hay en Argentina elementos del “golpe de mercado”: frente a la estatización de las AFJP, el conjunto de la burguesía ha tomado distancia del gobierno y presiona. La corrida entonces, surge de la combinación entre la fuga de capitales que se acelera, y de la pulseada entre el gobierno y el capital financiero, a la cuál se suma la presión de los industriales devaluadores, que también tomaron distancia del anuncio de estatización (apenas apoyado por los capitalistas amigos como Werthein), y mientras se endurecen en las negociaciones que impulsa el ministerio de Trabajo para limitar los despidos, pulsean en el mercado empujando una nueva depreciación del peso.
Aunque el límite para este “golpe de mercado” es que no hay ninguna alternativa de recambio seria al gobierno kirchnerista, el mismo podría adquirir dinámica propia e ir más allá de las voluntades de los capitalistas de presionar al gobierno.
Salida de capitales
La fuga de capitales se ha acelerado durante todo este año. La salida fuerte comenzó con el lock out agrario, se enlenteció a partir de julio, y está volviendo a aumentar en el último mes. Un elemento que contribuye a esta salida es que las multinacionales han aumentado las remesas de utilidades, ya que la reinversión de lo ganado cayó un 40% en relación con el año previo. La remisión de utilidades ronda el 2% del PBI, mientras que en los ’90 rondaba el 1% (Zaiat, “Los frentes”, Página/12, 11/10/08). La recesión internacional agrava esto, ya que todas las firmas ajustan sus planes de negocios.
Pero el proceso de salida de capitales va mucho más allá, y tiene que ver con las condiciones de la economía argentina, la especulación y las presiones hacia el gobierno. No hay cifras oficiales para el último mes, pero varios cálculos indican que hasta finales de octubre, contando desde octubre del año pasado, salieron del país u$s25.000 millones. En el último mes se habría acelerado ya que “la venta de dólares por parte del BCRA habría llegado a u$s3.000 millones en octubre. Como la oferta de dólares del comercio exterior ronda u$s1.200 millones, la dolarización de portafolios se está llevando más de u$s4.000 millones en apenas un mes (dólares del Central + exportadores), mayor a lo que se vio durante el conflicto con el campo” (“La dolarización es récord: u$s4.000 millones en octubre”, El cronista, 5/11/08). Es interesante considerar que por ejemplo entre el tercer trimestre de 2001 y el segundo de 2002 se fugaron u$s18.700 millones. La fuga de capitales, significa que los dólares que entran al país de la exportación, no llegan a las manos del Banco Central, sino que van a parar a los especuladores. El superávit comercial esperado, es decir, los dólares que se espera que ingresen por el comercio, se calcula para este año en u$s12.226 millones. O sea que la fuga estaría superando en casi u$s 13 mil millones lo que ingresa por el comercio.
Si esto se mantiene o se profundiza, aunque el gobierno tenga superávit fiscal (y que ahora tenga más recursos gracias a los fondos de las AFJP), como este superávit es en pesos (ya que una parte mayoritaria de lo recaudado es por impuestos al consumo, en pesos), deberá emitir deuda para conseguir dólares y así poder pagar los vencimientos de la deuda emitida en dicha moneda; las alternativas serían usar las reservas para afrontar los pagos, o vaciar de dólares la plaza financiera local. Desde ya que estas movidas tendrían respaldo por el superávit fiscal, pero sería una situación mucho más precaria a la actual. En este marco, que parte de los activos de las AFJP sean en dólares o que repatríen $1.800 millones en fondos de inversión en el Mercosur es un bálsamo bastante pobre si lo comparamos con el cálculo de que en promedio se están fugando 5.000 millones de dólares por trimestre.
Varios analistas sostienen que la disponibilidad de reservas le da espalda al gobierno, tanto para enfrentar las especulaciones, como eventualmente utilizarlas para el pago de la deuda. El gobierno sostiene que podría disponer de u$s16 mil millones para enfrentar la corrida. Claro que a este número se llega excluyendo una parte de los pasivos que tiene el Banco Central, como los $47.000 millones que se originaron la emisión de Lebac y Nobac, títulos que con la crisis el BCRA podría tener que comprar, si los bancos demandaran liquidez. Además, si el Banco Central valida la salida de pesos, seca el mercado financiero local, altamente dolarizado. Teniendo en cuenta esto, el ex ministro menemista Roque Fernández, planteó que lo que el Central puede utilizar sin disparar las tasas de interés es sólo hasta u$s 5.000 millones (Clarín, “Alza del dólar: debaten cuál es el real ‘poder de fuego’ del Banco Central”, 2/11/08). Esto muestra que en momentos de desconfianza y fuga de capitales en todo el mundo, las reservas no son un colchón tan sólido como pregona el gobierno.
La corrida cambiaria y los bancos
La salida de capitales, y las presiones de distintos sectores contra el gobierno, han dado inicio a una corrida cambiaria. Esto significa que frente a la expectativa de devaluación, tanto grandes como pequeños especuladores y ahorristas asustados, se han lanzado a la compra de dólares esperando realizar ganancias rápidas por el cambio de la paridad cambiaria.
Esto tiene importantes consecuencias, ya que el sistema financiero argentino está muy dolarizado. La alta dolarización, significa que la oferta monetaria se reduce por la salida de fondos, tanto en lo que son billetes circulantes como en depósitos bancarios. La perspectiva de cambios en la cotización inmediatamente acelera el abandono de sus depósitos (o la no renovación de los plazo fijo) por parte de todos los ahorristas, grandes y pequeños, y los lleva a comprar dólares para “guardarlos” fuera del sistema bancario o invertir en activos en esa moneda fuera del país. El resultado es que “la cantidad de dinero transaccional, que hasta hace poco tiempo crecía en torno a 30% anual, ahora apenas lo hace al 11%” (“La dolarización ...”, El cronista, 5/11/08). O sea que pasó de crecer a la par de la economía y los precios, a ubicarse muy por detrás.
Por eso, los bancos deben subir las tasas de interés, prometer mayores ganancias, para evitar la fuga de depósitos. En la actualidad, las tasas ofrecidas por los plazos fijos han pasado la barrera del 20%. Para los créditos, rondan el 30%. Los bancos están pagando más para retener los depósitos, y por otra parte están “sentados sobre los depósitos”, prestando menos y más caro.
Claro que si aumenta la presión contra el peso, el escenario podría hacerse más complicado. En Argentina, las crisis cambiarias, al significar una acelerada salida de los depositantes del sistema financiero para adquirir dólares, se ha transformado siempre en corrida bancaria: los bancos, que sólo tienen un porcentaje por cada depósito (encaje) y prestan el resto multiplicando los depósitos, nunca están en condiciones de devolver todos los depósitos simultáneamente. Por eso eventualmente, las tasas ofrecidas se van por las nubes, mientras aumenta el drenaje de depósitos, y los bancos cierran por la imposibilidad de devolverlos. Si logran evitar este escenario en lo inmediato, cuestión que no se puede descartar ya para los capitalistas significaría abrir una crisis política en el gobierno K sin alternativa seria de reemplazo, pueden verse enfrentados a una situación de este tipo si el año que viene el gobierno sale a conseguir dólares en el mercado local para pagar la deuda, disminuyendo la liquidez del mercado y disparando las tasas. Una película repetida en Argentina, que termina siempre con los pequeños y medianos ahorristas estafados por los bancos y por el Estado, que busca salvar a los capitalistas creando nueva deuda pública.
Corrida y devaluación del peso
Al calor de la corrida, el dólar parece haber alcanzado nuevamente un piso por encima de los $3,30. Sin embargo, en el marco de todos los frentes abiertos entre el gobierno y los capitalistas, no se ha establecido un nuevo tipo de cambio que actúe como referencia. Llegados los $3,40 el BCRA intervino fuerte, y esta semana impuso nuevos controles al movimiento de capitales, demorando la maniobra de comprar acciones de empresas que cotizan en otras plazas en pesos, y luego venderlas en dólares en el exterior. Ahora están obligados a retenerlas en cartera por 72 hs., con lo cual se arriesgan a fuertes pérdidas. A la vez, Guillermo Moreno ha salido a controlar las maniobras cambiarias. En lo inmediato cayó abruptamente la presión contra el peso, que ayer estaba rondando los $ 3,33. Pero esto no va a durar mucho. Así como se usaban estas maniobras, nuevas formas irán apareciendo para burlar las trabas. Por otra parte, ya hay especuladores que están haciendo transacciones a la espera de un dólar por encima de $3,70. Esto nos da una idea de las expectativas en base a las cuales se manejan las operaciones. Mientras el gobierno aumente las restricciones, crecerá el mercado informal de divisas.
Por todo esto, aunque el dólar parece por estos días más estable que la semana pasada, no está dicho que vaya a mantenerse. La pulseada habrá de continuar mientras se discute la ley de estatización de las AFJP, y mientras todos pujan por el nivel en el que se fijará el tipo de cambio y la redefinición del esquema de crecimiento de “dólar alto”, golpeado por la crisis. Mientras hoy el gobierno está pulseando cuando importantes sectores burgueses empujan hacia la devaluación, esto puede no ser así a mediano plazo y mientras los industriales sigan empujando la devaluación, otros podrían sostener nuevas revaluaciones. Ya vimos cómo con la suba moderada del peso que se dio en mayo (de $3,30 por dólar a casi $3), los banqueros como Britos se vieron muy beneficiados. Los movimientos del dólar seguirán el paso de la crisis nacional, y de las presiones de las distintas alas capitalistas sobre el gobierno frente al nuevo escenario económico.
La puja por el “modelo”
Si el gobierno permite la depreciación que se estuvo dando en estos días, podría servir para complementar el nuevo rol que el gobierno tendrá para con la estatización de las AFJP, como agente central indiscutido para otorgar crédito a los capitalistas. Esta combinación podría contrapesar las dificultades que plantea la nueva situación internacional, con la devaluación del real, la recesión internacional y la caída del precio de la soja. Hacer frente a la desaceleración económica manteniendo subsidios como hacían para contener el desgaste del esquema de “dólar alto” es más complicado; eso servía cuando la economía estaba recalentada, cuando la demanda, la baja capacidad ociosa y la recuperación salarial empujaban los costos y el gobierno daba compensaciones para contener la inflación. Los subsidios ya no alcanzan frente a un escenario recesivo. Tampoco alcanzarían los créditos baratos que, plantean algunos, podrían ofrecerse relanzando el BICE como banco de desarrollo, con parte de los fondos de las AFJP, lo cual tampoco será tan sencillo luego de las restricciones para el uso de los fondos previsionales. Claro que la combinación entre minidevaluación y crédito estatal tiene dos problemas: el primero, es que no está dicho que esto alcance para recuperar apoyos suficientes entre el empresariado, distanciado como nunca del kirchnerismo. El segundo es que tampoco está garantizado que en la nueva situación sea suficiente para impedir la desaceleración económica.
Como sea, las medidas que intenten los capitalistas y el gobierno para contener la crisis, significarán mayores costos para los trabajadores: despidos y baja de salarios, y si se acelera la corrida cambiaria, seguramente inflación galopante.
Para enfrentar las maniobras de los especuladores y las grandes empresas que impulsan el “golpe de mercado”, es necesario imponer la inmediata nacionalización de la banca y del comercio exterior. Sólo así podrá cortarse con las trampas que intentan los capitalistas.