Por Esteban Mercatante | , Paula Bach |
Entre las principales causas de la inflación se encuentra el constante incremento de los precios internacionales de las materias primas, que hace para los productores mucho más conveniente la exportación que la venta en el mercado interno.
Sólo por tomar un ejemplo, señalemos que, desde enero de 2007 a esta parte, el aceite de girasol aumentó su precio internacional en un 120% mientras que en el mercado interno lo hizo en un 30%. Este elemento constituye una presión al alza de los precios ya que los productores retacean la oferta de productos como trigo, aceite, carne, etc. en el mercado interno y ello provoca que la oferta no llegue a cubrir la demanda, cuestión que se traduce en una presión al alza de los precios. Paralelamente el mercado interno ha venido tomando impulso en los últimos años como subproducto de una recuperación relativa del salario, de un crecimiento de los trabajadores ocupados y de un importante consumo de las clases medias. De este modo, el incremento de los precios internacionales y el mercado interno ejercen una especie de efecto de pinza sobre los precios nacionales.
Otro aspecto importante que influye sobre la tendencia al alza de los precios internos es el hecho que si, desde la devaluación, los precios de los productos exportables se han mantenido en contínuo ascenso, los precios de los bienes que no se exportan, en particular de los servicios, no han aumentado en la misma proporción. Esta circunstancia provoca una presión al alza del precio de estos bienes, como por ejemplo el del transporte, que intenta recuperar el terreno perdido durante los últimos años.
Por último, mencionemos que de continuar la presión alcista de los precios en el mercado internacional y la presión del mercado interno, el problema de la utilización de la capacidad instalada y el nivel de inversiones en la industria, puede generar un “cuello de botella”. A nivel general, la utilización de la capacidad instalada promedia el 74% para las distintas ramas de la producción, un nivel que se considera límite. Pero el problema es mucho más grave ya que este fenómeno se observa en sectores clave como el energético, que no ha recibido inversiones cualitativas en más de una década y mantiene su capacidad de aprovisionamiento al límite (el sector “refinería de petróleo” está al 94% de su capacidad), lo que se viene expresando en los sucesivos cortes de energía a la industria. Asimismo, los aumentos en el precio del petróleo, que ya ha superado los U$100 el barril, están siendo trasladados a los precios del transporte. Por ejemplo, el flete terrestre aumentó un 40% entre 2006 y fines de 2007, mientras que el flete marítimo lo hizo cerca de un 110% en el mismo período. El nivel de inversiones (que se considera alto en términos históricos en relación al PBI, pero bajo desde el punto de vista de las necesidades de una economía que crece por encima del 8% anual), eventualmente podría estar agregando nuevos problemas de oferta y por tanto, nuevas presiones inflacionarias.
Todos estos factores se coronan con la estructura fuertemente oligopólica1 de la economía argentina que, favorecida por las políticas gubernamentales, avanzó a pasos de gigante desde la devaluación. A modo de ejemplo, señalemos que la participación en el valor agregado de las 500 empresas más grandes de la Argentina, aumentó entre 2001 y 2005 casi un 50%, llegando a controlar hoy nada menos que el 23% del producto nacional2. Además estas mismas empresas daban cuenta ya en el año 2004 del 77,3% de las exportaciones nacionales totales. Un pequeño puñado de empresas que controla la mayor parte de productos y servicios que se comercializan en el país, transforma toda presión en aumentos arbitrarios de precios (mucho más allá de los costos) que les permiten incrementar sus beneficios extraordinarios.
1. El oligopolio es una consecuencia de la concentración del capital e implica la existencia de pocas empresas que producen y venden en el mercado.
2. Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino.
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