Invitado a exponer en las VIII Jornadas de Geografía Económica,
presentamos un balance de la economía durante los años K, discutimos el
supuesto "modelo", las contradicciones que han ido apareciendo, y los
desafíos para quienes apostamos a que la clase obrera desarrolle una
política independiente que le permita -acaudillando al conjunto del
pueblo pobre- transformar las bases de la sociedad poniendo fin a la
explotación del hombre por el hombre. Para quienes tengan tiempo y
ganas, publicamos "en crudo" la exposición que hicimos, así como los
gráficos que la acompañaron. Ya trabajaremos, con tiempo, un post
sintético (o varios) con algunas ideas, muchas de las cuales de todos
modos se pueden rastrear (casi textuales) en otros posts.
Sobre los gráficos, aclaramos que el
crédito no es nuestro, y agrademos a las amplias fuentes de la BEA y
otros sitios que -involuntariamente- contribuyeron con ellos.
La idea es hacer un balance de los
aspectos más salientes de lo que ha dado en llamarse el “modelo
K”: cuál es el carácter del modelo, y los rasgos más
salientes de cómo ha crecido la economía argentina en la última
década. ¿Fórmulas como “crecimiento con equidad” dan cuenta
de los rasgos que caracterizan la economía argentina durante esta
década? A la vez que esta caracterización, analizaremos las
contradicciones que ha desarrollado la economía, qué expresan
las mismas sobre rasgos que marcan transformaciones previas de la
economía que persisten, y finalmente, qué desafíos se
desprenden para que la clase trabajadora pueda ofrecer una
respuesta política propia para los grandes problemas nacionales y
las cuestiones que más aquejan al pueblo pobre.
|
Presentación |
Las estadísticas falseadas hacen
cada vez más difícil decir algo certero sobre la economía. Esto
ya de por sí habla sobre el carácter de clase del gobierno y del
Estado, soslayado en muchos discursos progresistas. Los
empresarios y sus “intelectuales orgánicos” pueden elaborar
sus propios datos; incluso pueden sacar provecho de la
desinformación y lucrar con eso. Los asalariados son los
perjudicados cabalmente.
|
IndeK |
Cuatro pilares se conjugaron durante
buena parte del período iniciado en 2002: elevada rentabilidad,
superávit comercial y superávit fiscal, dólar caro
|
Cuatro pilares: elevada
rentabilidad, superávit comercial y superávit fiscal, dólar
caro
|
Estos son aspectos íntimamente
relacionados: la megadevaluación de 2002 fue la base para
conseguir tanto la mejora en la rentabilidad como realizar el
ajuste fiscal. En términos reales, el TCRM llegó a depreciarse
un 275% para octubre de 2002 respecto del nivel que tenía en
diciembre de 2001. Aunque esto inmediatamente creo numerosos
problemas con contratos y deudas en dólares, los empresarios
lograron transferir buena parte de los costos a la sociedad. Aún
en quiebra, el Estado sumó pasivos por más de $ 40 mil millones,
a lo cual se sumó la política de liquidez a los bancos a través
de redescuentos (más de $21 mil millones). Gracias a esto, con el
nuevo contexto macroeconómico que creó la nueva paridad
cambiaria, la ecuación de competitividad benefició especialmente
a los productores de mercancías transables (es decir los bienes
sometidos a la competencia extranjera, ya sea que se vendan en el
mercado interno o se exporten).
|
Tipo de cambio |
Los precios subieron casi un 30%
durante 2002, pero gracias a la elevada desocupación, el peso
de cuatro años de recesión y el apoyo del sindicalismo peronista
a la devaluación, la clase trabajadora acusó el golpe de la
pérdida de poder adquisitivo sin lanzar ningún reclamo de
recomposición salarial. El resultado fue una formidable caída
en el costo salarial, que nuevamente favoreció especialmente a
los productores de bienes transables.
|
Inflación y costo laboral |
La inflación ayudó también al
formidable ajuste fiscal durante el año 2002. Al momento del
colapso de la convertibilidad, en diciembre de 2001, el déficit
fiscal equivalía al 3,2% del PIB. En los años siguientes este
cuadro se invertiría, y el Estado nacional pasaría a ostentar
una posición de holgura inusitada.
En 2002 el gasto público se redujo
en términos nominales el 5%. Por el aumento de precios que siguió
a la devaluación, esto significaría una caída en términos
reales del 37%. Con todas las partidas congeladas en 2002 en los
montos presupuestados antes de la salida de la convertibilidad, la
situación fiscal dará un giro brusco, de la bancarrota y el
déficit crónico, a un fuerte superávit; esto incluso con la
implementación de millones de planes Jefas y Jefes de Hogar.
|
Ajuste fiscal y superávit |
En este shock
(y en el default declarado en diciembre de 2001 que hizo que hasta
2005 casi no se debiera pagar deuda pública) se encuentran
las raíces del superávit fiscal que se mantendrá hasta 2007
(aunque mediante distintos maquillajes el gobierno logre mostrar
resultados positivos hasta la actualidad). Para 2002, el superávit
fiscal sería del 2% del PIB, e iría en aumento durante los años
siguientes hasta alcanzar un pico en 2004 del 5% del PIB. Esta
capacidad de administrar recursos fiscales irá adquiriendo con el
tiempo un rol central para el kirchnerismo, para arbitrar entre
los sectores sociales, garantizar la disciplina política, cooptar
movimientos sociales, algo que podríamos caracterizar como un
bonapartismo fiscal o de caja.
|
Default |
El cambio de contexto macroeconómico
también contribuyó a mejorar el saldo externo. Aunque la fuga de
capitales se mantuvo hasta la renegociación de la deuda (y se
revigorizó nuevamente a partir de 2007), el saldo comercial pasa
a ser altamente positivo, invirtiendo las condiciones imperantes
durante las décadas previas. El dólar caro contribuyó,
mejorando ligeramente las condiciones para la exportación, y
actuando como límite para las importaciones. Sin embargo, el
factor fundamental para la mejora del balance comercial fueron los
altos precios de los commodities, especialmente de la soja.
Gracias a esta mejora de los precios, el valor de la cosecha
mantuvo una tendencia creciente durante todo el período, sólo
afectada en algunos años (2008/09,2011/12) por la sequía.
|
Superávit comercial
|
El superávit comercial, el default,
y posteriormente la renegociación de la deuda invirtieron las
tendencias históricas en el frente externo. Una holgura
inusitada, basa en un fuerte superávit comercial (de la mano del
superávit fiscal), hizo que la economía argentina no soportara
durante esta década ni las dificultades financieras recurrentes
desde los '80, ni una restricción externa como las vividas
durante lo que se llamó la ISI. Nuevamente, acá jugó un rol
clave el default de la deuda. Y, posteriormente, la renegociación
y el aumento de la deuda en pesos.
|
Balanza de pagos.
|
Hasta el año 2008, estas
condiciones permitieron un sostenido crecimiento de las reservas
en dólares del BCRA. A partir de entonces la profundización de
la fuga de capitales y un mayor uso de reservas para pagar deuda
no lo permitió (salvo ligeramente en 2009), pero la situación se
mantuvo inusitadamente holgada para la historia económica
argentina, hasta el año 2011.
|
Reservas y fuga de capitales
|
El crecimiento a tasas chinas, ¿se
debe a políticas de ingreso? La evidencia sugiere que no. El
poder adquisitivo de los asalariados vio severamente golpeado por
la inflación. La implementación masiva de planes de empleo que
se dio durante ese año, no alcanzó pese a su significación para
compensar la pérdida soportada por los asalariados.
|
Políticas de ingreso no explican el
crecimiento
|
Si miramos la evolución interanual
de la masa salarial, esta tiene una recuperación muy limitada
durante 2002, pero positiva, que indica un cambio en las
condiciones del mercado de trabajo. El aumento del empleo, sí
llevó posteriormente a un aumento de la demanda agregada.
|
Cambian las condiciones y esto lleva
a un aumento del empleo
|
Pero, ¿cuál es la fuerza dinámica
de este cambio? Son dos, la mejora en la competitividad y
exportaciones, y el formidable cambio en la ecuación de
rentabilidad. Esto se ve graficado por el formidable crecimiento
de la participación de las ganancias en el ingreso generado, en
detrimento de la participación de los asalariados.
|
Fuerzas dinámicas del crecimiento
|
Esto parece verse confirmado por la
secuencia: primero es el crecimiento de las exportaciones lo que
impulsa la recuperación, durante 2002. En un segundo momento, se
dispara un consumo centrado en sectores de mayores recursos, y
desde fines de 2003 empieza a aumentar la inversión. El consumo
más masivo empieza a mostrar un crecimiento más fuerte recién a
partir de 2004.
|
Secuencia de recuperación 2002/2003
|
Sintetizando, entonces, la “caja
negra” del crecimiento argentino, como alguna vez la definió el
hoy viceministro, es la elevada rentabilidad. Esto es consistente
con la centralidad asignada a la ganancia como motor de la
producción, no sólo por los marxistas, sino también por
kaleckianos, sraffiano,s etc. La perspectiva de rentabilidad
dispara las decisiones de producción, lo cual significa
desembolsos en contratar fuerza de trabajo y adquirir materias
primas y medios de producción, lo cual a su vez repercute en un
aumento de la demanda de bienes de consumo, produciendo efectos
multiplicadores. La posibilidad de esta dinámica estaba ayudada
además por los bajos niveles de utilización de la capacidad
instalada. Aprovechando la amplia capacidad ociosa luego de
cuatro años de recesión, las nuevas condiciones imperantes por
devaluación, alimentaron una reactivación sobre la base de la
capacidad instalada y el uso intensivo de fuerza de trabajo,
transformada en insumo barato. Esto, junto con el viento de cola
internacional, es el gran motor de las tasas “chinas” de
crecimiento.
|
La “caja negra” del crecimiento
|
Tres períodos, 2002/2005,
crecimiento “fácil”; 2006/2007, aparición de los
desequilibrios, 2008 hasta hoy, conviviendo con desequilibrios en
profundidad.
|
Momentos del crecimiento |
La expresión más profunda de los
desequilibrios es la inflación. Las raíces de este proceso se
encuentran en la propia devaluación. Aunque las condiciones de
partida del movimiento obrero, la austeridad fiscal de los
primeros tiempos pos devaluación y la reducción de márgenes del
comercio contuvo las presiones durante algunos tiempos, a partir
de 2004 comenzaron los ajustes de precios, de servicios comercio,
aparte de las exigencias de recomposición salarial. Como muy bien
describen los modelos estructuralistas, esto ha generado un
proceso de ajustes sucesivos, que empalmando con una tendencia
inflacionaria de los alimentos a escala internacional, y ciertas
dificultades sectoriales (cada vez más generalizadas por lo
limitado del proceso inversor) explican una inflación cuya raíz
central está en los costos, y agudizada por excesos de demanda.
|
La raíz de los desequilibrios |
La inflación, y la tendencia de los
salarios a recuperar en promedio un nivel cercano al de 2001,
empezaron a mostrar algunos límites y problemas en el esquema pos
devaluación. Aunque el nivel salarial se recomponía, lo hacía
con niveles de productividad superiores. Por ende, el mismo
salario representaba un menor costo salarial. Con todo, se
empezaban a mostrar los límites de un crecimiento más bien
extensivo, sin que se dispararan fuertemente las
inversiones.
|
2006-2008 |
Las tasas de inversión no son
necesariamente bajas, como vemos. Pero no son consistentes con los
niveles de crecimiento superiores al 8%. Alcanzó
un techo en 2007 de 24% del PIB, para empezar a caer a finales del
año siguiente y durante 2009, producto de la crisis
internacional. En 2010 se invirtió 2,5% menos del PBI que
en 2007. En 2011 fue de 24,5% del PIB. Para
eso, las tasas de inversión deberían estar cercanas o por encima
del 30%. A esto se agrega que más de la mitad de lo que se
contabiliza como inversión no está destinado a la ampliación de
la capacidad productiva.
Los niveles de inversión promedio
de los últimos años, son más bien consistentes con una tasa de
crecimiento de entre 3,5% y 4%.
|
Inversión insuficiente para sostener el
crecimiento |
Lo más notorio, es la brecha entre
rentabilidad e inversión. Como ya dijimos, el contexto
macroeconómico pos devaluación dio lugar a tasas de rentabilidad
muy elevadas. Habría sido esperable que en estas condiciones se
disparara la inversión. Aunque esta aumentó, no hay relación
entre las tasas de rentabilidad y las de inversión.
|
“Reticencia inversora” |
Creemos que la raíz principal se
encuentra en las contradicciones que genera para el desarrollo
económico nacional el tipo de cambio depreciado, que en relación
con el dólar empezó a agotarse en 2008. Es algo que tiene que
ver con las condiciones de integración de la economía argentina
en el capitalismo global, como una economía de desarrollo
inferior a los niveles internacionales, es decir que cuenta con
desventajas productivas absolutas.
Aunque el tipo de
cambio depreciado eleva la tasa de ganancia -bajo las condiciones
ya señaladas de que el mismo haga caer los costos internos en
relación a los internacionales-, el resultado es
ambivalente cuando se trata de la consideración de la
rentabilidad esperada de las nuevas inversiones.
Por un lado, en tanto perduren las condiciones favorables creadas
por el tipo de cambio depreciado, opera un aliciente positivo. Por
otro lado, la depreciación cambiaria representa un encarecimiento
la introducción de medios de producción importados. Para los
países atrasados la importación suele ser la vía principal
-excluyente en algunas ramas particularmente complejas- para
adquirir maquinaria, y sobre todo para innovar. En ocasiones se
avanza en reproducir localmente las técnicas desarrolladas en
otras latitudes, pero esto implica que se mantiene una brecha
temporal entre la innovación en otras latitudes y la producción
local; y la ecuación de costos es marcadamente desfavorable en la
mayoría de los casos.
El
encarecimiento de los costos de reposición del capital, tiene un
efecto que opera en sentido contrario a los considerados hasta
ahora. El tipo de cambio depreciado
implica que los medios de producción adquiridos en el extranjero
se traducirán en una mayor composición orgánica del capital que
la que expresaría su costo a un tipo de cambio de paridad; para
una misma composición técnica, el tipo de cambio depreciado
conlleva que está represente una mayor composición de valor.
De esta forma, el mismo factor que eleva la rentabilidad efectiva,
limita la rentabilidad esperada de nuevas inversiones al aumentar
su costo. Esto contribuye a retrasar las inversiones.
También
pesa mucho para las decisiones de inversión en capital fijo el
hecho de que no haya una perspectiva de estabilidad cambiaria a
mediano y largo plazo. La If
destinada a obras de largo plazo y de infraestructura se decide
tomando en cuenta no sólo la evolución de la tasa de ganancia,
sino también la tasa de ganancia promedio en el sector en el
mediano plazo. La perspectiva de variaciones cambiarias
significativas puede tener consecuencias muy importantes. Si una
inversión de este tipo en un sector de bienes transables se
realiza manejando un margen de rentabilidad asociado a un tipo de
cambio depreciado, el cambio a un contexto cambiario menos
favorable puede hacer difícil mantener el aprovechamiento
rentable de dichas inversiones. En un momento de tipo de cambio de
paridad, o apreciado, la adquisición de medios de producción en
el extranjero es más barata, pero la rentabilidad que generan en
lo inmediato esté limitada por las condiciones macroeconómicas.
Cuando
se trata de sectores productores de bienes transables, como se ve,
el tipo de cambio opera de dos maneras que se mueven sentidos
opuestos: si se deprecia, mejora la rentabilidad de la producción,
pero incrementa el costo de nuevas inversiones; si se aprecia,
genera dificultades de rentabilidad en muchos sectores, pero
abarata la adquisición de medios de producción.
Esto explica
por qué los ciclos de inversión tienen una forma más desfasada,
con un ritmo más discontinuo que el que caracteriza la
acumulación de capital en los países más desarrollados: en
los momentos de tipo de cambio alto se utiliza intensivamente la
capacidad instalada, y opera una tendencia al aumento del capital
en relación a la fuerza de trabajo, y en los momentos de tipo de
cambio bajo se intensifica la importación de capital aún
operando con capacidad ociosa. La
rentabilidad se ve afectada de maneras contrapuestas tanto por el
tipo de cambio alto como por el tipo de cambio bajo, y con ella
las distintas dimensiones que determinan la inversión se ven
afectadas alternativamente, siendo favorecida la producción local
al precio de encarecer la adquisición de medios de producción
extranjeros, o creando condiciones que incentiven a esta última
en un contexto que hace difícil competir a gran parte del capital
del país atrasado.
|
Raíces de la limitada inversión |
Una clara consecuencia
de estas condiciones de la inversión, son las escasas
transformaciones estructurales que se pueden ver. Tanto si
observamos el perfil exportador, como la estructura productiva,
podemos verificar estas regularidades.
|
Consecuencias |
Respecto de los rubros
del comercio, los rubros de mayor crecimiento son las Manufacturas
de Origen agropecuario (15% anual) y las Manufacturas de Origen
industrial (un 14% anual). Las exportaciones de productos
primarios promediaron un crecimiento del 8% anual.
|
Perfil exportador |
En
el primer caso, los rubros más importantes son aceites vegetales,
lácteos, carnes y frutas. En el caso de las MOI, los principales
rubros dinámicos han sido el acero, aluminio, materias plásticas,
químicos, industria papelera.
Son
necesarias sin embargo algunas aclaraciones. El valor total
de las exportaciones MOI se redujo en 2002, ya que fueron
severamente afectadas por el retroceso en las ventas del complejo
automotriz a Brasil. Este complejo es decisivo para determinar el
comportamiento agregado de las MOI. Durante el mismo período,
hubo otras producciones relevantes que sufrieron caídas
considerables en las ventas externas, como maquinaria y equipo,
textiles, y productos químicos (a pesar de que iniciaron
actividades varias plantas nuevas en el polo petroquímico de
Bahía Blanca). Aunque se registraron incrementos en la
siderurgia–tubos de acero para la extracción de petróleo y
laminados planos- y minerales, éstos no alcanzaron a compensar la
caída de los demás rubros.
Fue
a partir de 2005 que las exportaciones MOI pasaron a ser el rubro
comparativamente más dinámico. En esto jugo un fuerte rol
la recuperación del mercado brasileño desde 2004, la
redefinición de la estrategia de abastecimiento en América en
el caso del sector automotor (con mayor peso de México y Chile
como destinos de exportaciones) y el alza de precios en las
commodities industriales. La industria siderúrgica, por su
parte, amplió y concentró su capacidad productiva y logró
aumentar su penetración en el mercado norteamericano.
El dinamismo de las MOI podría
llevar a conclusiones engañosas. Dentro de este rubro hay muchas
producciones de escaso valor agregado: minerales a los que se les
aplican algunos procesos, y por eso califican como MOI aunque se
exportan casi en bruto; aceites esenciales de limón, y montones
de casos similares.
|
MOA y MOI “Trampas” en las MOI |
Con todo, a pesar de que se
registraron algunos cambios entre los rubros más dinámicos de
exportación, no se registraron alteraciones cualitativas en la
estructura general durante el período. Las exportaciones
permanecieron concentradas en los bienes primarios y algunas
commodities industriales. El análisis desagregado muestra que una
decena de productos representan más del 40% de las exportaciones,
y la mayoría de ellos requieren poca elaboración, siendo
mercancías agrarias o MOA.
|
Límites de las transformaciones
|
El modelo "reindustrializador"
de los Kirchner, tiene como saldo para mostrar luego de 8 años,
una industria cuya producción representa hoy una proporción
menor de la economía nacional (el 17% del Producto Interno Bruto,
PIB) que lo que era en los '90 en promedio (19% del PIB). Desde
2003 en adelante, es decir, desde el momento en que Néstor
Kirchner llegó a la presidencia, la industria dejó de ganar el
peso en la economía que había recuperado luego de la
devaluación. Siguió creciendo, pero a igual o menor ritmo que el
resto de la economía. Aunque acá pesa el boom de precios y
volúmenes del agro, también "se asocia a la relativamente
baja inversión respecto a las altas ganancias de las grandes
empresas, en particular entre 2004 y 2007, cuando la rentabilidad
sobre ventas de los oligopolios líderes osciló entre el 14% y el
19% (niveles holgadamente superiores a los de la convertibilidad).
Esto nos remite nuevamente a que las altas ganancias van
acompañadas de una baja acumulación, lo cual significa que el
capitalismo local no sólo se sostiene en base a una elevada tasa
de explotación que tiene como base la precarización de la fuerza
de trabajo para mantener los salarios planchados (en términos
reales hay poca recuperación desde 2001, aunque el consumo a
crédito permita taparlo por el momento), sino que ni siquiera es
capaz de convertir esto en una fuente que eleve significativamente
las capacidades productivas.
|
Industria y PBI |
También
vemos una estrecha correlación entre el crecimiento de la
industria y el crecimiento de la exportación industrial, lo cual
para el autor es importante para mostrar otro rasgo de la economía
Argentina durante estos años bajo los gobiernos
"neodesarrollistas":"se fortaleció un perfil
exportador muy volcado a la explotación de recursos naturales y
la armaduría automotriz". Esta industria creció un 381%
entre los años 2002 y 2010. En 2007 las terminales automotrices
superaban los índices de producción de una década atrás (del
año 1997), pero lo hacían con una menor contratación de
trabajadores. Sin embargo, la gran dinámica de la industria
automotriz actúa como contratendencia a la generación de
superávit comercial por la necesidad de importar gran parte de
los componentes de los automóviles ante la ausencia de un
desarrollo suficiente de proveedores locales de autopartes para
las necesidades de la industria. La orientación de la industria
automotriz está cada vez más vinculada a las exportaciones y el
abastecimiento del mercado local ocupa un lugar subordinado,
limitado por su extensión menor en relación al mercado
brasileño.
Hay un
dato aún más dramático: por cada vehículo que sale de las
terminales locales, se importan autopartes por casi 15.800
dólares. Este dato, lo obtienen de dividir el monto de las
importaciones sectoriales durante los primeros seis meses del año
(US$ 6186 millones), por las unidades producidas durante dicho
período (392.298 vehículos). Por supuesto, no todos los
componentes importados ingresan a la producción, ya que una parte
de lo importado se dirige a los comercios de repuestos. Sin
embargo, considerando la explosión que tuvo el volumen importado
(US$ 12.200 por auto en 2010, US$ 11 mil por auto en promedio en
los 6 años anteriores, y US$ 15.800 hoy) se puede ver cómo el
volumen de importaciones se ha movido bajo el impulso del despegue
de la producción. Cuanto más autos se producen, más se importa
por auto producido, poniendo de relieve las consecuencias del
desguace de la industria local durante las décadas previas, que
hacen que no haya autopartistas locales para proveer a las
terminales. Algo que no ha sido revertido durante estos años,
sino todo lo contrario. Baste recordar el caso de Paraná Metal.
Falta agregar otro dato que es aún
más lapidario: Los 15.800 dólares que se importan por cada auto
fabricado aquí coinciden casi con exactitud con el valor promedio
que tiene cada vehículo argentino que se exporta.".
Considerando que se importa por un valor equivalente al que se
exporta, podríamos decir que el saldo comercial neto de las
exportaciones automotrices, tendería entonces... a 0! El auto se
vende en el extranjero, a un valor casi igual al de las piezas que
se importaron para fabricarlo, "regalando" el trabajo
realizado en el mercado local, y los componentes producidos
localmente, que no se cargan al precio del comprador extranjero.
Pero claro, no es que a las automotrices les agarre un arranque de
generosidad, y en pos de engrandecer la Argentina, exporten a
pérdida para traer dólares al país, ni nada que se le parezca.
Son los compradores del mercado local quienes solventan con un
sobreprecio, aquella parte del valor que se "pierde" en
la exportación. El encarecimiento de los vehículos en el mercado
local es el correlato necesario de la "pujante"
exportación automotriz que tanto festeja el gobierno, en las
condiciones actuales de esa industria en el país. De esta forma,
la industria mantiene altas ganancias, es una aspiradora de
dólares que se hace más preocupante cuanto más produce, y los
coches siguen siendo un bien a adquisición onerosa en el país
para solventar las exportaciones, a "pura pérdida" de
dólares y de trabajo local.
|
Automotriz |
"Armaduría" es un término
que podría extenderse a otras áreas de la industria argentina.
Entre ellas, las promociones industriales que se actualizaron en
estos años, para incluir nuevos productos como celulares y
notebooks, cuyo componente importado alcanza proporciones
altísimas, siendo casi nulas las piezas manufacturadas
localmente.
|
Otras “armadurías” |
Otro de los motores del crecimiento
industrial fueron los minerales no metálicos ligados a la
industria de la construcción (producción de cemento, vidrio,
etcétera), la metalmecánica (maquinas y herramientas,
fabricación de equipos y aparatos de radio, televisión y
comunicaciones, entre otros) y los productos textiles. Más atrás
se encuentran la edición e impresión y la producción de caucho
y plástico.
|
|
En lo que hace a las características
del empresariado, es notorio que el nuevo contexto no ha revertido
la tendencia al abandono de las actividades productivas por parte
de los capitalistas nacionales. Ha continuado la venta de grandes
empresas, a pesar de que estas mostraban altos niveles de
rentabilidad. Ante el desafío de realizar nuevas inversiones o
abandonar el negocio, este último camino ha sido la norma en la
mayoría de los casos. Las multinacionales que controlan buena
parte de las principales instalaciones productivas y recursos
fundamentales, han aumentado su presencia en el país en la última
década. Si en 1997 había, dentro de las 500 grandes empresas
289 de capital extranjero y 211 de capital nacional, para 2009 la
relación era de 324 extranjeras contra 176 de capital argentino.
La presencia extranjera se concentra en los sectores más
rentables de la economía, la porción mayoritaria de las
utilidades empresarias queda en manos extranjeras. Desde 2008
además, ha habido un marcado aumento del giro de utilidades a las
casas matrices en el extranjero, por lo cual se han reducido aún
más los fondos disponibles para inversiones.
|
Extranjerización |
Una de
las expresiones más claras de la continuidad en que se ha
mantenido la elevada precarización de la fuerza de trabajo. Casi
un 40% de los trabajadores no se encuentra registrado. Entre los
trabajadores que sí están registrados, existen distintos tipos
de contrato flexible. Esto ha tenido importantes consecuencias.
Por un lado, ha permitido mantener una presión constante por
aumentos del esfuerzo arrancado a la fuerza de trabajo, tanto en
lo que hace a las horas trabajadas como a los ritmos de trabajo.
Producto de esto se da que, aunque con enormes desigualdades, el
promedio salarial de los sectores registrados es hoy ligeramente
superior en términos de poder adquisitivo que el nivel de 2001,
pero con niveles mayores de producción y más tiempo promedio de
trabajo. Gracias a esto puede sostenerse la mayor participación
de las ganancias en la distribución funcional del ingreso desde
2002 en adelante, que sólo se revierte parcialmente en los años
siguientes, pero manteniéndose siempre en niveles superiores la
década de los ’90, mientras ocurre lo contrario con la
participación del salario.
La fragmentación de la fuerza de
trabajo también ha dado margen al gobierno para sostener algunas
políticas de tinte reformista hacia la clase trabajadora, como
impulsar las paritarias anuales, con costo limitado, dado que lo
que allí se negocia repercute sobre una franja minoritaria de la
clase trabajadora. La misma burocracia sindical que participa de
las negociaciones salariales, es la que durante todos estos años
de fuerte crecimiento ha mantenido a rajatabla la diferenciación
entre permanentes y contratados, negando o limitando
sustancialmente la representación de éstos últimos, sin pelear
por su efectivización.
|
Condiciones laborales |
Es una gran impostura presentar esto
como el “modelo” que se profundiza, ya que sus años
“gloriosos” de mayor crecimiento económico, del empleo, e
incluso de recomposición salarial, se caracterizaron más bien
por una política económica administrar los superávits gemelos
con intervención limitada. Durante los primeros años K, sus
bases centrales fueron: el crecimiento del “excedente de
explotación” (plusvalía) privado, el excedente externo
(superávit comercial y relativa holgura en la salida de capitales
y los compromisos de deuda luego del default), y el excedente
fiscal (alcanzado mediante el brutal ajuste del gasto que se dio
durante 2002, completando los ajustes kirchneristas). Estos
“excedentes” fueron logrados de forma conjunta durante 2002,
mediante la devaluación, y son distintas dimensiones de un mismo
ajuste cuyos principales costos los soporto la clase trabajadora.
La holgura que trajo este ajuste, sumada a la vigencia de la
legislación laboral flexibilizadora, y la perduración de los
efectos de las reestructuraciones e inversiones noventistas (que
permitieron a muchos sectores crecer con poca inversión) fue lo
que explicó el dinamismo y la posibilidad de sostener un elevado
crecimiento por un período de duración prolongada sin que se
expresaran severas limitaciones. Cuando el “piloto automático”
de las conquistas que logró el empresariado a costa de los
asalariados empezaron a mostrarse insuficientes, allí apareció
el Estado para paliar las contradicciones del esquema. La
creciente intervención del Estado, presentada ahora como
“virtuosa”, fue en realidad una respuesta “defensiva” ante
las contradicciones que empesaron a surgir en el crecimiento
económico pos devaluación, allá por el 2006. Recién allí se
archivó el “piloto automático + algunas restricciones”
por una regulación más amplia. Cuando la inflación superó
significativamente los dos dígitos, aparecieron los controles de
precios, que rápidamente cedieron paso a la intervención para
dibujar los datos del IndeK, acompañada de subsidios a los
empresarios para tratar de que aumenten un poco menos los precios.
Sí, no todo el “intervencionismo”
K apareció de golpe. Desde la salida de la Convertibilidad
permanecieron congeladas las tarifas energéticas. Y sí, también
se impulsó desde 2003 algunos tibios aumentos “no
remunerativos” del salario, además de mantener los planes Jefas
y Jefes implementados masivamente por Duhalde en 2002. Pero fuera
de esto, el resto fue pura “macro”, aprovechar los superávit,
esterilizar la emisión de pesos que se hacía para comprar los
ingentes dólares del comercio exterior, negociar la deuda y
pagarla generosamente (lo que luego pasó a denominarse de una
forma más nac & pop como “desendeudamiento”). Nadie se
escandalizaba durante los primeros tiempos por las remesas de
utilidades, no porque estas fueran mucho menores que en 2011, sino
porque sobraban dólares para soportarlas. Tampoco durante el
gobierno de Néstor (ni el primer mandato de Cristina) se produjo
ningún escándalo por la desinversión en petróleo y gas, no
porque esta no fuera ya flagrante, sino porque era la forma de que
Repsol y las demás petroleras ganaran dinero, dejando para el
futuro ver qué ocurría con el entuerto energético. En el caso
de las empresas energéticas y demás servicios públicos, nadie
encontró durante estos años las virtudes del Estado como
administrador (salvo en el caso de AYSA y del Correo, cuando ya
marchaban irremediablemente hacia la quiebra). Todo el
intervencionismo de la economía política K consistió en poner
topes tarifarios, y dejar en manos privadas arreglárselas con
esos topes para manejar el negocio.
|
Imposturas del "relato" |
La propia motivación de la
intervención y del “estatismo” creciente, entonces, fue poner
parches allí donde las virtudes del mercado (es decir de los
capitalistas nacionales y extranjeros moviéndose por su afán de
lucro) ya no creaban más que problemas. Esta motivación última
es reveladora del carácter de clase del “regulacionismo” K.
El uso de fondos del Estado para subsidiar a distitos sectores del
capital (una pata de lo que nosotros hemos definido como
“bonapartismo fiscal”) busca solventar desde el Estado una
cuota más elevada de plusvalía, por encima de la que los
capitales beneficiados por el bonapartismo extraen a sus
asalariados, redireccionando recursos de la renta agraria y otras
fuentes. Aunque esto tenga como contracara algunos límites a los
aumentos de precios o compense mejoras salariales aceptadas por
los empresarios, y en ese sentido tenga un efecto “redistributivo”
en relación con los asalariados, el objetivo es operar una
compensación a los capitalistas. Para que no queden dudas de este
carácter de clase, recordemos que ya desde 2006 el
gobierno viene impulsando techos a los aumentos de salarios
negociados en paritaria, buscando evitar que pasaran el nivel de
aumento de precios. Sí, esos salarios que según Cristina
aumentan gracias a la política oficial, primero de Néstor y
ahora de ella, como si todas las duras luchas de estos años,
desde la de telefónicos en 2004, las que se dieron en tantas
empresas de la industria y los servicios encabezadas por el
llamado sindicalismo de base, las peleas de petroleros y docentes
de provincias duramente reprimidos (¿Fuentealba dice algo?) hasta
la pelea en el gremio de la alimentación en 2010 por perforar el
techo salarial (encabezada por quienes la semana pasada disputaron
desde la Lista Bordó la conducción del gremio contra la
burocracia de Daer) no hubieran tenido nada que ver.
|
Desde 2006 – atacando las contradicciones |
La idea
de que el accionar del Estado pueda elevarse por sobre las
determinaciones contradictorias de la acumulación capitalista
-cuya expresión principal en la Argentina es la inflación- y
corregirlas, no sólo es teóricamente falaz. El resultado está
mostrando una crecientemente impotencia. Si gracias al ajuste de
2002 el gobierno contaba en los comienzos con un importante
excedente fiscal para solventar una porción de la ganancia con
recursos fiscales, buscando de esta manera afrontar las
consecuencias de la inflación, aún esta masa formidable de
recursos se mostraría insuficiente con el transcurso del tiempo.
Y, cuando los fuertes superávit fiscales empezaron a flaquear
producto de siderales aumentos del gasto (cuyas partidas de mayor
crecimiento fueron los subsidios a empresas y los pagos de deuda
pública), aún estaba ahí la solvencia externa... hasta el año
pasado. Contando la salida de capitales y los pagos de deuda, el
balance de pagos resultó ligeramente negativo. El Banco Central
no pudo reponer los dólares usados para pagar deuda del tesoro, y
debió soportar una pérdida adicional.
Este
estrechamiento de los recursos que desde el Estado se pueden poner
en juego, se dio de la mano de un continuado aumento de los costos
afrontados por el capital. Aunque en relación con la clase
obrera, la recuperación del salario de estos años (que en menos
de la mitad de los gremios superó en los últimos años los
niveles de 2001) se dio de la mano de aumentos de la
productividad, gracias a los cuales el costo salarial sigue
considerablemente más bajo que en 2001 (lo cual se traduce en la
limitada recomposición que logró la masa salarial en el producto
nacional durante los últimos años), no ocurre lo mismo con otros
costos. Allí, la inflación viene haciendo mella.
La posibilidad de administrar esta
situación con los mismos mecanismos se dificultó por la
situación del sector externo. Hasta hace dos años el superávit
comercial (conseguido desde 2002 gracias a un desplome de las
importaciones y a un aumento de las exportaciones, en valores y en
cantidades, gracias a la demanda asiática) había permitido
durante todo el ciclo kirchnerista, afrontar un sistemático
déficit en la cuenta capital del balance de pagos (debido a una
fuga de capitales que nunca se detuvo del todo y conoció varios
períodos de salidas muy elevadas) y en remesas de utilidades, y
aún así acumular dólares. Pero esto se erosionó por el
constante crecimiento de las importaciones, una evidencia
flagrante de que no se revirtió la desarticulación de la
economía durante estos años. El año pasado se ingresó en zona
crítica, aunque hubo superávit comercial, éste fue muy inferior
a lo proyectado, y no alcanzó para compensar la fuga de
capitales, las remesas, y los pagos de deuda en dólares. El
resultado fue una severa caída en las reservas, que en diciembre
cayeron hasta 45 mil millones. ¿Qué implicancias tiene este
cambio en la situación externa? Su efecto es restringir la fuente
última para sostener el financiamiento en la economía nacional,
especialmente del sector público pero eventualmente también del
privado.
|
Ilusiones estatistas |
Para
enfrentar esta situación, el gobierno ha salido a taponar las
importaciones. La exigencia de declaraciones juradas para las
importaciones ha permitido mejorar el saldo del comercio exterior,
cuidando los dólares de la soja. La balanza comercial sumó entre
enero y abril un saldo de u$s3.978 millones, 30% más que en el
primer cuatrimestre de 2011. Aunque sería muy osado extrapolar el
resultado de este bimestre hacia todo el año, y proyectar un
superávit por arriba de los u$s 10 mil millones, lo cierto es que
cambió de panorama que había abierto del déficit con el que
finalizó 2011. Sin embargo, los apuros en el frente del dólar no
parecen solucionados, si juzgamos por la profundización del
torniquete a la compra de dólares, y la exigencia a los
exportadores de que liquiden divisas en menos tiempo. Pero aún en
caso de éxito, el precio es lo que esto podría estar causando en
la actividad económica.
Por muy
“heterodoxa” que sea esta medida, no deja de ser una variante
de política económica recesiva. Los capitales que producen en el
país, lo hacen adquiriendo abundantes insumos y equipos en el
exterior. Hasta ahora se registraron importantes demoras en la
importación de bienes de capital el sector autopartista,
componentes electrónicos y bombas, aunque algunas de ellas se
destrabaron pasado cierto tiempo. Además del efecto directo sobre
la producción que tiene la imposibilidad de traer insumos y
equipos foráneos, esta política tiene como efecto poner en duda
inversiones, muchas de las cuales dependen de importaciones en
gran escala. Para sectores que sólo pueden seguir creciendo con
nuevas inversiones las perspectivas se hacen más difíciles.
Este
nuevo sesgo recesivo de al menos un aspecto de la política
económica, se sumó el menor crecimiento de Brasil, para marcar
un fuerte freno al crecimiento de la economía. La industria marcó
un crecimiento del 2,6% en el primer trimestre del año frente a
igual período de 2011, pero dentro de ella, la industria
automotriz tuvo una caída de 4%. También el sector
metalmecánico, la industria textil y los sectores de edición e
impresión se muestran en caída. Otros sectores muestran aún
algo de crecimiento, pero muy debilitado.
La
depreciación creciente de la moneda en Brasil podría generar
mayores complicaciones. Hasta ahora, el real apreciado fue lo que
hizo soportable para el capital local el avance inflacionario. La
inflación no sólo eleva los costos. Como el la cotización del
dólar el pesos viene moviéndose poco, el aumento acumulado de
precios se tradujo en una revalorización del peso en relación al
dólar (un dólar tiene mucho menos poder de compra en el país
hoy que hace 8 años). Esto significa que el margen de
competitividad de los capitales locales se ha ido restringiendo
cada año. Esta restricción por el lado de la competitividad hace
cada vez más complicado trasladar a los precios los aumentos de
costos, lo que hemos definido como una contradicción creciente
entre rentabilidad y competitividad. Contradicción que si se
mantiene la depreciación del real se irá haciendo más aguda.
|
Ajuste heterodoxo |
Frente a estas alternativas de
hierro del capital, ya sean ortodoxas o heterodoxas, es necesario
fortalecer una alternativa obrera y socialista. El
capitalismo argentino impone enormes penurias a las clases
subalternas, en la promesa de un desarrollo capitalista cuya
consecución no es más que una entelequia. La precarización
laboral y el estancamiento salarial alimentan ganancias
capitalistas que ni siquiera puede decirse que prometan ningún
futuro de desarrollo. La tarea urgente, para los trabajadores y el
pueblo pobre, reorganizar la economía sobre la base de relaciones
sociales no regidas por el estrecho criterio de la ganancia,
centralizando el manejo de los medios de producción en función
de las necesidades sociales, mediante la expropiación de los
expropiadores capitalistas. Sólo de esta forma podrá cortarse el
nudo gordiano de la dependencia frente al imperialismo, aunque
apenas será el inicio de la construcción del socialismo, que
dependerá del desarrollo de la revolución internacional.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario