La “gestión” K de la pobreza
Con el anuncio del plan de asignaciones por hijo, el gobierno aparece dándose un ligero baño de progresismo después de la represión en Kraft y el giro hacia “los mercados” impulsado por Boudou. Celebran que la oposición “se quedó sin argumentos” y que se ha dado un primer paso para terminar con la pobreza.
Todo por $2
Hay un abismo entre el reclamo de los movimientos de desocupados de $2.000 para cubrir la canasta básica, y lo limitado de una medida presentada con tanta pompa. Además, según los datos que surgen del presupuesto del 2010 los K gastarán 44.232 millones de pesos (4,5 veces superior a lo que destinará a las asignaciones por hijos) en subsidiar a los capitalistas del transporte como Roggio, a las empresas de energía como Edenor y Edesur, al agro y la industria, etc. Los pagos de intereses de la fraudulenta deuda pública, aún sin considerar el aumento que signifique el nuevo canje a los holdouts, serán 2,6 veces más altos que el conjunto de las asignaciones. Mientras que estas generosas erogaciones al capital se sostienen con un presupuesto apoyado principalmente en impuestos al consumo, es el bajo ingreso de los jubilados el que sostendrá las asignaciones por hijo: los recursos saldrán del rendimiento de los fondos de la ANSES que se apartan para “garantizar la sustentabilidad” del sistema, incurriendo en un déficit ya que los mismos son menores a los $ 10.000 millones comprometidos.
La medida fue anunciada la misma semana que Redrado y Boudou convencieron a los K de archivar la idea de reformar otra “ley de la dictadura” como es la de entidades financieras, o de siquiera gravar la renta financiera, para no afectar el “clima de negocios” cuando están tratando de cerrar el canje armado por los mismos bancos de los que son clientes los dueños de los títulos (imagínese a la medida de quien).
Bomberos del capital
Esta medida, al igual que los planteos de la oposición, se propone actuar de colchón para contener los efectos de los despidos que realizaron las empresas, y que planean continuar. A pesar de los síntomas de recuperación económica, la recuperación del empleo se pronostica que será limitada. Es que las empresas están utilizando la crisis para despedir, aumentar los ritmos de trabajo y congelar salarios o en el mejor de los casos otorgar aumentos por detrás de la inflación.
La pobreza cuya medición desfiguró la intervención del Indec estaría afectando a más del 30% de la población. El solo reconocimiento que se le asignará el subsidio a 5.000.000 de menores de 18 años, que representan el 12,5% de la población, indica lo mentiroso de los números oficiales que señalan una pobreza de sólo el 13,9% para el total de la población, ya que sólo contando los menores se llega casi a ese porcentaje. Esta pobreza no brota de la nada ni es solamente un producto de los cientos de miles de despidos que sucedieron mientras el kirchnerismo trataba de ocultar el impacto de la crisis, y se limitaba a lanzar planes cuyo único efecto fue transferir dinero a los empresarios. Aunque esto sin duda agudizó el problema. Las raíces profundas están en la estructura del empleo con un 40% en negro y numerosas formas de contrato precario como son los contratos a término. Estas condiciones permitieron un formidable retroceso en la participación de los trabajadores en el ingreso generado: sólo considerando el sector manufacturero, las remuneraciones pasaron de representar el 44% del valor agregado en el año 1994, a apenas el 25% en los últimos datos del Censo Económico 2004-2005. Aunque los K dejaron correr mejoras en la remuneración de los trabajadores en blanco, estas tuvieron un límite muy estrecho: con la ayuda de los sindicatos, el gobierno puso un freno cuando en 2006 algunos pocos sectores alcanzaron o apenas superaron el poder adquisitivo del 2001, año pico de recesión. De ahí en adelante la inflación viene erosionando los salarios, pero como las empresas producen más y venden más caro, la participación capitalista en el agregado siguió en aumento, en línea con la tendencia que registra desde mediados de los ‘70. La pobreza es tributaria de esas condiciones de concentración del ingreso que el gobierno sostuvo y permitió que se profundizara. La asignación por hijo deja intacta esta situación “gestionando” la pobreza y naturalizando una masa de obreros sin trabajo o con trabajo precario. A su vez, los capitalistas encuentran en el trabajo en negro y precario una masiva fuerza de trabajo barata, cuya baratez es asistida ahora por las asignaciones por hijo, que presiona morigerando las aspiraciones del conjunto de la clase obrera. Los capitalistas necesitan para volcar la crisis sobre los trabajadores evitar cualquier atisbo de unidad entre desocupados y ocupados.
En un escenario donde las patronales se preparan para continuar la restructuración -despedir y rechazar aumentos de salarios- el gobierno vuelve a actuar de bombero, esperando con esta asignación distender las presiones al aumento salarial en los sectores de menores ingresos. En un momento en que “se espera una profundización de los conflictos laborales el año próximo, asociada principalmente a los reclamos por mejoras salariales” (Aseguran que mejora la actividad pero recrudece la conflictividad laboral - DiarioGremial.com-), la asignación por hijo a cargo del gobierno con los fondos de los jubilados, es un plan de contención que busca evitar la unidad de los trabajadores desocupados y en negro, de los trabajadores en blanco.
Un programa obrero por el empleo y contra la pobreza
Existen los recursos para garantizar inmediatamente un seguro temporal de desempleo acorde a la canasta y para desarrollar un gran plan de obras que incorpore a todos los desocupados (que debería ser bajo control de los trabajadores) mediante el no pago de la deuda externa, la expropiación de los recursos naturales, incluyendo la tierra de los grandes terratenientes, nacionalización de la banca y dejando de subsidiar la ganancia capitalista. Este programa sólo puede ser impuesto por la lucha, enfrentando los planes capitalistas sobre la base de la más amplia unidad entre trabajadores efectivos, contratados, en negro y desocupados, tirando abajo toda la legislación laboral flexibilizadora y repartiendo las horas de trabajo entre todas las manos disponibles.
Esteban Mercatante y Pablo Anino
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