viernes, 14 de agosto de 2009
jueves, 14 de mayo de 2009
Burbuja de optimismo en los pronósticos sobre la economía mundial
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Datos recientes han generado optimismo sobre la crisis mundial. Primero, se conoció que la economía norteamericana muestra una caída cada vez más débil, con lo cual podría estar alcanzandose un piso. Sobre esta base, algunos pronostican una débil recuperación en la segunda mitad de 2009, más firme en 2010. Obama anunció que espera que la economía de EE.UU. crezca para el último trimestre de 2009 a un 3,5% anual. Incluso uno de los más pesimistas, Nouriel Roubini, planteó que el escenario de depresión mundial se habría evitado por la intervención estatal de varios países.
Pero lo más relevante son los resultados del “test de resistencia” que se hizo a 19 grandes bancos de EE.UU.. En opinión del presidente de la Reserva Federal (Fed, Banco Central de EE.UU.) “los auditores llegaron a la conclusión que casi todos los bancos evaluados tienen bastante capital propio para absorber un aumento de las pérdidas en un eventual escenario adverso” (Reuters, 07/05/09). Conclusión: no habrá más Lehman Brothers, y el nuevo capital que deberían obtener los bancos, calculado en u$s 74.600 millones es bajo, en relación con lo ya perdido y lo que les prestó la Fed.
La economía mundial sin motores
Sin embargo, en ambos casos podría tratarse más de una expresión de deseos que definiciones con alguna base sólida. En el caso de EE.UU. la tasa de crecimiento del producto, el nivel de desempleo y los precios inmobiliarios, “ya están peor que el escenario pronosticado como más probable para 2009, e incluso peor que los guarismos del escenario considerado más adverso para 2009” (Roubini, en www.rgemonitor.com, 13/04/09). La caída puede haberse desacelerado, pero luego de superar las expectativas más pesimistas del gobierno; la tasa de desempleo se acerca al 10%, y si se mantiene la destrucción de empleos a 400-500 mil por mes, podría llegar a 11%. Persiste el problema de quién motorizará la demanda mundial. Ni Alemania ni China parecen dispuestos a jugar ese rol (ni es claro en qué medida podrían), y privilegian el crecimiento apoyado en las exportaciones. Paul Krugman planteó que “es muy difícil ver cómo el mundo puede tener una recuperación completa si China sigue con superávit en cuenta corriente del 10 por ciento del PIB” (Reuters, 11/05/09), que hasta ahora se sostuvo con el enorme déficit comercial de EE.UU., insostenible con la crisis. Para Krugman los desequilibrios globales (superávit externo chino, alto desempleo en EE.UU. y el bajo crecimiento de Europa) ya están conduciendo a la crispación social en todo el globo, y esto se agravará con los nuevos ajustes: “Algo deberá ceder, y no será nada lindo”, concluye.
Los bancos, ¿a salvo de nuevas turbulencias?
Las conclusiones del test a los bancos, se apoyan en suponer que éstos podrán ampliar su capital en u$s 110 mil millones. Si tienen éxito, necesitarían “sólo” u$s 74.600 millones, pero si fracasan el monto podría llegar hasta u$s 185 mil millones. El optimismo se basa entonces en una contabilidad creativa. Este artilugio también se utilizó para mejorar los resultados de los bancos, computando no el valor de mercado de sus activos (hoy bajísimo) sino el valor de libro.
Además, se estiman ganancias netas no distribuidas en u$s 362 mil millones para los 19 bancos en 2009-2010. Este pronóstico es sumamente optimista; el FMI prevé para el mismo período que todo el sector bancario norteamericano tendrá u$s 300 mil millones, y los 19 bancos apenas u$s 150 mil. Esto significaría que los bancos tendrán que endeudarse (lo que hoy casi sólo pueden hacer con la Fed) o capitalizarse por montos muy superiores a los estimados.
Por otro lado, las ganancias fueron estimuladas por los generosos subsidios provistos por el gobierno con: tasas de interés de casi 0% en créditos garantizados, capitalización con fondos públicos de las instituciones (sin asumir su control), la compra de activos tóxicos por parte de la Fed a precios mayores a los de mercado. Todo esto ya sumó 3 billones de dólares, y la ayuda total prometida alcanzará a 13 billones. Otro factor de precariedad de los bancos es que la estrategia del gobierno de EE.UU. para sanearlos ha sido inducir a que los relativamente débiles tomen el control de otros en peor situación. Como plantea Nouriel Roubini, “fusionar a dos bancos débiles -o casi zombies- es como hacer que dos borrachos se ayuden uno a otro a mantenerse erguidos” (“Diez razones por las que el test está ‘viciado’”, en www.rgemonitor.com, 8/05/09).
El optimismo, entonces, no parece basarse en factores muy duraderos pero todos se aferran a él esperando que la recuperación que evite ajustes más severos. Pero ya hay voces escépticas: por lo restringido de las medidas de Obama, en lo fiscal y frente a los bancos, Krugman sostuvo que “ayudan a que la economía se arrastre sin recuperarse totalmente y a que los bancos sobrevivan sin expandirse realmente”.
Argentina en la coyuntura: un ligero respiro
El gobierno argentino ha logrado un respiro en los frentes que se mostraban más débiles. Gracias a un repunte en la cotización de la soja, y a que éste fue aprovechado por los exportadores, aumentó la oferta de dólares y se redujo la presión a la suba del dólar. Otra ayuda vino de Brasil donde subió fuerte la moneda: en menos de dos meses pasó de 2,60 reales por dólar a 2,05.
Pero de los 1.800 millones de dólares liquidados, el Banco Central apenas pudo hacerse 60 millones para mejorar sus reservas, lo que se vincula a la persistente fuga de capitales, que en lo que va del año se calcula que ya ha llegado a los u$s 5.700 millones. El dólar mantiene una tendencia alcista, con un nuevo piso hoy por arriba $3,70 por dólar (hace un año el dólar se movía entre los $3,30 y $3,40). Mientras tanto, aunque el Central declara reservas por casi u$s 50 mil millones, algunos calculan que las verdaderamente disponibles serían u$s 22.430 millones para respaldar una base monetaria de $ 99.849 millones. Esto daría una relación de 4,44 pesos por dólar (véase “La persistente fuga de capitales”, La Nación, 13/05/09).
Otra mala noticia, es que aunque la soja esté subiendo, la sequía que afecta al país ha disminuido severamente la cantidad exportable. Aunque los precios sean mejores que en los últimos meses, se calcula que las exportaciones de granos caerán en u$s 10 mil millones, y la recaudación por retenciones u$s 3.500 millones.
Deuda y situación fiscal
El gobierno cerró el programa financiero hasta 2010. Ayuda que muchos vencimientos correspondan a deuda que ha pasado a manos del Estado. Por compra de bonos por parte del Tesoro, la nacionalización de las AFJP, y la emisión de deuda tomada por ANSES y otros organismos, el 29% de los vencimientos en 2009 son intra sector público y podrían llegar al 43% en 2010.
El correlato es una formidable creación de deuda interna. Lo que el tesoro refinancie con organismos públicos, no desaparece como deuda, salvo que haya default de deuda interna. Los “grados de libertad” que algunos reivindican que tiene el gobierno gracias a estos manejos (ver por ejemplo Alfredo Zaiat, “¿Y el default?”, Página/12, 9/05/09) son a costa de una espiral de endeudamiento que ya no es con organismos internacionales o con los sectores financieros, pero no por eso desaparece.
Por otra parte, el único motivo por el cual el gobierno incurre en este endeudamiento es para seguir pagando la deuda pública que sí tiene con los bonistas, y para subsidiar a los capitalistas. Salta a la vista que la nacionalización de las AFJP, la única medida del gobierno que implicó la reversión de una de las más nefastas reformas neoliberales, sirvió en gran medida para cumplir puntillosamente con los acreedores. Habrá que ver si esto termina en un default con los organismos que tomaron la deuda, con lo cual, dado que el gran acreedor es la ANSES, los fondos de los jubilados que el gobierno pretendía defender habrán sido dilapidados, o si se mantiene una espiral de deuda creciente intra sector público.
Como sea, este manejo no tiene nada que ver, como pretenden algunos, con un fondo anticíclico que se haya acumulado durante los años de bonanza y pueda durar en el tiempo (Ver Zaiat, “Culposa”, Página/12, 22/04/09). Más prosaicamente, se trata de un manotazo sobre los excedentes de distintos organismos a cambio de papelitos de deuda. Con un superávit fiscal hoy casi nulo, estos recursos apenas alcanzan -aparte de cerrar el programa de la deuda- para mantener algunos de los planes de obras públicas que se anunciaron, aumentar subsidios a los empresarios que amagan con despidos (a lo cual agregarán $ 250 millones para el sector autopartista), o para tomar el control de algunas empresas como la papelera Massuh (a cambio de pagarle canon a los empresarios vaciadores en vez de expropiarlas). Pero con una economía en caída (imposible decir de cuánto, tanto el Indec como los privados dibujan números según sus intereses) la recaudación de Anses disminuirá también.
Por eso, aunque la coyuntura hacia las elecciones parece más controlada, no hay margen para posponer una severa reestructuración después de las elecciones. Las fracciones capitalistas se están acomodando para ver cuánto de ajuste y liberalización (como quieren algunos grandes empresarios como Ratazzi de Fiat y la Sociedad Rural), y cuánto de devaluación (como impulsa el grueso de la UIA) habrá en el esquema pos elecciones.
viernes, 17 de abril de 2009
EL IMPACTO DE LA CRISIS EN LA "CAJA" DEL GOBIERNO
La política fiscal kirchnerista: recaudar de los trabajadores y gastar para los capitalistas
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Tanto los más rancios economistas neoliberales, como el “progresismo” pro kirchnerista, comparten un diagnóstico: lo definitorio de la política económica K es la intervención estatal en la economía. Esto es desaprobado por los primeros, que piden “dejar actuar a las leyes del mercado” y se escandalizan por las pretensiones del gobierno de aumentar el gasto público y las fuentes de recaudación. Mientras tanto, los “progres” saludan toda medida de regulación del Estado en la economía (salvo quizás la “regulación” de las estadísticas oficiales, cada vez más mentirosas), como si ésta debiera suponerse automáticamente en beneficio de un interés general de la sociedad, y no del determinados sectores de clase.
Lejos de esto, la intervención del gobierno ha tenido siempre la lógica de retocar el esquema de crecimiento impuesto con la devaluación de 2002, tomando medidas para garantizar la rentabilidad empresaria. Esto incluye subsidios, algunos atisbos de regulación de precios y un firme techo a los salarios con la colaboración de la burocracia sindical. Aunque estas medidas dieron cierto peso al Estado para arbitrar en la economía, esto nunca persiguió otro fin que defender las ganancias frente al desgaste de las condiciones de crecimiento, especialmente frente a los reclamos de los trabajadores.
Si el gobierno se hubiera propuesto una intervención del Estado “en beneficio de los sectores populares”, podría haber avanzado decisivamente sobre la apropiación de la renta agraria, estableciendo el monopolio estatal del comercio exterior y expropiando a los grandes terratenientes, y no limitándose a pelear por una parte de la ganancia extraordinaria con las retenciones. O hubiera dejado de pagar la deuda, en vez de renegociarla con primas extra por cada punto de crecimiento o de inflación, además de pagarle al Fondo más de u$s 20 mil millones. Los números muestran en beneficio de quién interviene el gobierno: el año pasado, los subsidios representaron $43 mil millones, un 21% del gasto total del Estado nacional que va a parar directamente a los capitalistas. Esto supera la suma de las partidas de Salud, Asistencia Social, Educación y Cultura. Los subsidios proyectados para este año es de $45 mil millones. Mientras tanto, los pagos de la deuda pública (amortización e intereses) alcanzarán este año u$s13 mil millones (algo así como $48.600 millones). Sumados, los subsidios a los capitalistas y el drenaje de la deuda, representan casi la mitad del gasto público nacional. Querer presentar el nuevo round de la pelea con las patronales agrarias, que buscan imponer una rebaja de retenciones que implicaría u$s 4.000 millones, como una gesta “nacional y popular”, como pretende hacer Horacio Verbitsky1, suena a burla.
Por si todavía quedan dudas en 2008 el grueso de la recaudación, unos $80.200 millones, fue por el IVA que afecta principalmente al consumo de los trabajadores y sectores populares, mientras que los capitalistas pagaron sólo $53.600 millones por ganancias. Cabe agregar que esta ganancia que “pagan” los capitalistas, en realidad es sólo una parte del trabajo no pago que éstos extraen a los trabajadores. Por eso, más allá que los capitalistas (industriales, agrarios, bancarios, etc.) aparecen pagando impuestos, en realidad tales pagos son una transferencia de ganancia al Estado2. Las patronales agrarias (y también las multinacionales petroleras) realizan un aporte menor a la recaudación, que en 2008 fue de $36.000 millones.
Fin de fiesta
La fortaleza fiscal como base de la política económica ya llegó a su fin. El impacto de la crisis internacional en Argentina, de la cual todos los días se conocen nuevos datos, está minando las bases de la misma. Las retenciones caerán por la caída en la producción agrícola debido a la sequía; el consumo y la inversión están contrayéndose. Este cuadro, que algunos ya definen como recesión3, agrava una situación fiscal que ya era comprometida.
Según las estimaciones del presupuesto para 2009, se esperaba un superávit fiscal primario (antes de pagar intereses) de $37.000 millones. Con este monto, para cerrar el programa financiero del año, se preveía que sería necesario usar u$s 3.500 de reservas y u$s 2.700 de depósitos de organismos públicos en el Banco Nación para cerrar la brecha financiera. Pero este presupuesto anticipaba un crecimiento del producto de 4% que no se está verificando.
Si excluimos los fondos previsionales, la recaudación mostró un crecimiento del 5% en el acumulado enero-marzo en comparación con el año anterior. Eso expresa una caída de la recaudación en términos reales, si tenemos en cuenta que la inflación estuvo por encima del 20%. La recaudación aumenta poco en relación con los gastos, que crecen a mayor ritmo entre otras cosas por el encarecimiento de los costos de las obras y de la deuda nominada en dólares a medida que aumenta el precio de la divisa extranjera. Por eso el superávit fiscal que fue uno de los pilares del esquema económico kirchnerista tiende a disolverse. El tesoro nacional viene logrando un superávit primario (antes del pago de intereses) de 20 millones (es decir casi inexistente) que se transforma en un fuerte déficit con el pago de intereses. Esto sólo puede maquillarse gracias al superávit en la seguridad social (3.600 millones), que es presentado como superávit del Estado en su conjunto.
A esto tenemos que agregar que luego de presentado el presupuesto, el gobierno lanzó sus planes de estímulo a la demanda. Aunque los anuncios superan los $70 mil millones, muchas medidas ya estaban previstas. Por eso, algunos cálculos indican que el aumento real del gasto es de $32.600 millones4. Por la combinación entre caída de recaudación y aumento del gasto (si este aumento se concretara en los niveles proyectados), algunos ya pronostican que el déficit podría llegar hasta los 12 mil millones de pesos5. Es decir, que el gobierno no sólo no contaría con una parte del superávit para afrontar sus necesidades financieras (pago de intereses de la deuda), sino que debería endeudarse para sostener los gastos corrientes.
Por fortuna para el gobierno, el fracaso de los planes de estímulo pone límites a este escenario. Sin embargo, el gobierno está impulsando acuerdos para disimular hasta las elecciones los impactos de la crisis. A muchas empresas que anuncian despidos, como la Ford que acumuló ganancias millonarias en todos estos años y quiere echar 330 trabajadores, el gobierno les está subsidiando una parte de los salarios bajo el paraguas del Programa de Reproducción Productiva (Repro) por el que el Estado se hace cargo como suma no remunerativa de hasta $600 del sueldo del trabajador. Ante el panorama de crisis fiscal, no está descartado que pasadas las elecciones el gobierno pueda suspender su programa de estímulo y estos acuerdos para frenar despidos, con lo cual éstos se concretarían.
La comprometida situación fiscal se expresa en la sistemática succión de los recursos depositados por distintos organismos públicos como la AFIP, la ANSES, el PAMI y distintos fondos fiducidarios en el banco Nación. Estimaciones privadas estimaban que entre octubre de 2008 y marzo de 2009 salieron de estas cuentas, como préstamos-puente, más de $8.000 millones. Además, el gobierno emite deuda que coloca entre los mismos organismos. El lunes se refinanció una deuda por letras del tesoro colocadas en la Anses hace un año, por 1.500 millones6. El miércoles se anunció una nueva emisión de letras a la Anses, por 1.600 millones. En los próximos días vencen letras colocadas en este organismo el año pasado por $2.750 millones, y durante el resto del año hay $2.700 millones más. Frente a la imposibilidad de emitir deuda externa, sigue escalando la deuda interna.
Más que “garantizar los ingresos de los jubilados”, el gobierno logró con la estatización de las AFJP una caja cautiva a costa de rifar los recursos futuros de los jubilados en las urgencias de la crisis. Los fondos que recaudará ANSES se cree que llegarán a $70.000 millones durante el 2009, pero la propia sustracción de recursos deja expuesta la ficción de la intervención en pos del “bienestar común” al mostrar descarnadamente que la nacionalización de las AFJP tuvo como fin financiar al Estado los pagos de la deuda y los subsidios a los empresarios.
Las provincias en rojo
Mientras tanto, aunque el gobierno anunció que otorgará a las provincias un 30% de lo recaudado por las retenciones a la soja, en los hechos esto no implica necesariamente un mayor costo fiscal ni mayores recursos para las provincias, ya que puede ser compensado por una caída en los recursos que son transferidos discrecionalmente. En realidad, lo que reciben las provincias del tesoro nacional está virtualmente estancado: el monto promedio transferido a las provincias en enero, febrero y marzo de 2009 ($2.128,6 millones) creció apenas 18% respecto a igual período de 2008 ($1.805,2 millones), es decir que creció por debajo de la inflación.
La mayoría de las provincias muestran fuertes déficits. El año pasado, terminó con un déficit fiscal consolidado (sumando todas las provincias) de alrededor de $3.000 millones. La deuda de las provincias, que en 2002 era de $69 mil millones, cerró 2008 en $93 mil millones. El 70% de esta deuda es con la nación, que en el nuevo cuadro no está en condiciones de seguir financiando holgadamente a las provincias.
Por eso, mientras el gobierno coquetea con medidas “keynesianas”, “ocho gobernadores decidieron congelar o recortar los salarios de la planta política y acelerar la jubilación masiva de trabajadores estatales para achicar la plantilla de empleados públicos”7. Incluso, en muchas provincias se insinúa el lanzamiento de cuasimonedas, una suerte de reedición de los famosos patacones y otros papeles que circularon al calor de la crisis del 2001.
El panorama pos elecciones
El plan kirchnerista frente a la crisis, que ya viene mostrando su fracaso, se está quedando sin su combustible básico, la caja. Mientras tanto, el acuerdo con las patronales para subsidiar una parte de los salarios, apenas si podrá parar los despidos masivos hasta julio, con una caída industrial cada vez más pronunciada. Se preanuncia un salto en el nivel de despidos luego de las elecciones, a la par que caen los recursos con los cuales el gobierno subsidió las ganancias empresarias. Éste tampoco tiene acceso al crédito que le permitiría sostener el gasto público y pagar la deuda sin ajustar.
Por eso, cualquiera sea la relación de fuerzas que consiga el kirchnerismo en las elecciones, todo apunta a un ajuste profundo de la economía, que golpeará severamente sobre los trabajadores y sectores populares. Éste podría tomar distintas formas: ajuste fiscal o devaluación. Podríamos también considerar la propuesta que hizo Duhalde de que “pongamos nuestra deuda en la masa de la quiebra y después se verá”, pero esto suena poco creíble para que lo haga uno de los gobiernos que más negocios ha facilitado a los acreedores que renegociaron la deuda y que más ha pagado al FMI.
La situación de caída de la recaudación está llevando a que el gobierno pise el freno de hecho en los gastos. No sólo en los recursos a las provincias, sino demorando pagos a proveedores y subejecutando partidas. Es muy probable que esto se profundice luego de las elecciones8. Pero el gobierno no dejará de subsidiar a los capitalistas salvo que lo permita una reformulación profunda del esquema económico, ni está en condiciones de recortar decisivamente el gasto, ya que la vía de ajuste “ortodoxo” le restaría los precarios soportes políticos que conserva.
También podría esperarse una monetización el gasto (es decir, emisión de pesos para solventar el déficit), como tantas veces se ha hecho en la historia argentina, pero esto llevaría aceleradamente a la inflación y devaluación desordenada.
Por último, tenemos la alternativa de devaluación, reclamada por los industriales y cuyas consecuencias para los trabajadores, como ya mostramos en estas páginas9 sería un formidable desplome de los salarios similar al ocurrido en 2002. Desde el punto de vista del gobierno, esto implicaría una mejora de la relación entre ingresos y gastos, que le liberaría más recursos para seguir pagando la deuda, y bajaría la presión para subsidiar a los capitalistas que recuperarían rentabilidad.
Todo indica que luego de las elecciones, el gobierno combinará ajuste fiscal más severo y devaluación. El peso que tenga cada una, y lo brusco o gradualista de las medidas tomadas, dependerá de la magnitud del “sinceramiento” de la crisis. Todas estas alternativas, implicarán un golpe a los trabajadores.
Los trabajadores tienen que plantear su propia salida, para que la crisis la paguen los capitalistas. Comenzando por el no pago de la deuda externa y la nacionalización de la banca. Estas medidas, junto con el aumento de impuestos a las grandes fortunas y las ganancias capitalistas, la expropiación de los 1.500 grandes propietarios de la tierra en Argentina, y el monopolio estatal del comercio exterior, permitiría los recursos para dar satisfacción a los reclamos de aumentos salariales de los docentes y de todos los empleados públicos y para desarrollar un verdadero plan de obras públicas bajo control de los trabajadores (y no de los intendentes del PJ que lo usan para hacer clientelismo y beneficiar a las grandes constructoras). Así, además de incorporar a los trabajadores actualmente desocupados, se puede responder a los problemas habitacionales, construir escuelas para todos los chicos hoy excluidos del sistema educativo, levantar todas las obras de infraestructura necesarias para los sectores más vulnerables a enfermedades como el dengue por falta de agua potable y servicios cloacales, y poner en pie un sistema de salud accesible a toda la población.
1 Verbitsky, “Polos”, Página/12, 12/04/09.
2 Lo mismo puede decirse en el caso de las retenciones, sólo que en ese caso, la renta que se apropia el Estado vía impuestos, es plusvalía generada en los países que le compran a la Argentina.
3 Bermúdez, “Dos informes privados dicen que la economía ya entró en recesión”, Clarín, 15/04/2009.
4 Economía y Regiones nº 79, 31/03/09.
5 Ídem.
6 La tasa pagada pasó de 8,35%, a 14,59%. Este aumento de la tasa es un indicio de que estas fuentes alternativas se están secando.
7 “Apuran jubilaciones y ajustan sueldo político en 8 provincias”, Ámbito Financiero, 14/04/2009.
8 Esta línea iría asociada a ordenar las cuentas locales para buscar crédito externo, retomando la relación con el FMI. Si con el menemismo el ajuste del estado y de las cuentas fiscales bajo los condicionamiento del FMI se hacía a cambio de dinero que llegaba bajo la forma de crédito, hoy sin los condicionamiento del FMI se hará por autoimposición, incluso ante la incertidumbre de que el crédito llegue, aunque el gobierno hace tiempo lo viene buscando por canales de financiamiento con este organismo.
9 Mercatante, “El acuerdo con China y las presiones devaluacionistas”, La verdad obrera nº 319.
viernes, 21 de noviembre de 2008
La pulseada por el dólar y la fuga de capitales
La pulseada por el dólar y la fuga de capitales
Pero también hay en Argentina elementos del “golpe de mercado”: frente a la estatización de las AFJP, el conjunto de la burguesía ha tomado distancia del gobierno y presiona. La corrida entonces, surge de la combinación entre la fuga de capitales que se acelera, y de la pulseada entre el gobierno y el capital financiero, a la cuál se suma la presión de los industriales devaluadores, que también tomaron distancia del anuncio de estatización (apenas apoyado por los capitalistas amigos como Werthein), y mientras se endurecen en las negociaciones que impulsa el ministerio de Trabajo para limitar los despidos, pulsean en el mercado empujando una nueva depreciación del peso.
Aunque el límite para este “golpe de mercado” es que no hay ninguna alternativa de recambio seria al gobierno kirchnerista, el mismo podría adquirir dinámica propia e ir más allá de las voluntades de los capitalistas de presionar al gobierno.
Salida de capitales
La fuga de capitales se ha acelerado durante todo este año. La salida fuerte comenzó con el lock out agrario, se enlenteció a partir de julio, y está volviendo a aumentar en el último mes. Un elemento que contribuye a esta salida es que las multinacionales han aumentado las remesas de utilidades, ya que la reinversión de lo ganado cayó un 40% en relación con el año previo. La remisión de utilidades ronda el 2% del PBI, mientras que en los ’90 rondaba el 1% (Zaiat, “Los frentes”, Página/12, 11/10/08). La recesión internacional agrava esto, ya que todas las firmas ajustan sus planes de negocios.
Pero el proceso de salida de capitales va mucho más allá, y tiene que ver con las condiciones de la economía argentina, la especulación y las presiones hacia el gobierno. No hay cifras oficiales para el último mes, pero varios cálculos indican que hasta finales de octubre, contando desde octubre del año pasado, salieron del país u$s25.000 millones. En el último mes se habría acelerado ya que “la venta de dólares por parte del BCRA habría llegado a u$s3.000 millones en octubre. Como la oferta de dólares del comercio exterior ronda u$s1.200 millones, la dolarización de portafolios se está llevando más de u$s4.000 millones en apenas un mes (dólares del Central + exportadores), mayor a lo que se vio durante el conflicto con el campo” (“La dolarización es récord: u$s4.000 millones en octubre”, El cronista, 5/11/08). Es interesante considerar que por ejemplo entre el tercer trimestre de 2001 y el segundo de 2002 se fugaron u$s18.700 millones. La fuga de capitales, significa que los dólares que entran al país de la exportación, no llegan a las manos del Banco Central, sino que van a parar a los especuladores. El superávit comercial esperado, es decir, los dólares que se espera que ingresen por el comercio, se calcula para este año en u$s12.226 millones. O sea que la fuga estaría superando en casi u$s 13 mil millones lo que ingresa por el comercio.
Si esto se mantiene o se profundiza, aunque el gobierno tenga superávit fiscal (y que ahora tenga más recursos gracias a los fondos de las AFJP), como este superávit es en pesos (ya que una parte mayoritaria de lo recaudado es por impuestos al consumo, en pesos), deberá emitir deuda para conseguir dólares y así poder pagar los vencimientos de la deuda emitida en dicha moneda; las alternativas serían usar las reservas para afrontar los pagos, o vaciar de dólares la plaza financiera local. Desde ya que estas movidas tendrían respaldo por el superávit fiscal, pero sería una situación mucho más precaria a la actual. En este marco, que parte de los activos de las AFJP sean en dólares o que repatríen $1.800 millones en fondos de inversión en el Mercosur es un bálsamo bastante pobre si lo comparamos con el cálculo de que en promedio se están fugando 5.000 millones de dólares por trimestre.
Varios analistas sostienen que la disponibilidad de reservas le da espalda al gobierno, tanto para enfrentar las especulaciones, como eventualmente utilizarlas para el pago de la deuda. El gobierno sostiene que podría disponer de u$s16 mil millones para enfrentar la corrida. Claro que a este número se llega excluyendo una parte de los pasivos que tiene el Banco Central, como los $47.000 millones que se originaron la emisión de Lebac y Nobac, títulos que con la crisis el BCRA podría tener que comprar, si los bancos demandaran liquidez. Además, si el Banco Central valida la salida de pesos, seca el mercado financiero local, altamente dolarizado. Teniendo en cuenta esto, el ex ministro menemista Roque Fernández, planteó que lo que el Central puede utilizar sin disparar las tasas de interés es sólo hasta u$s 5.000 millones (Clarín, “Alza del dólar: debaten cuál es el real ‘poder de fuego’ del Banco Central”, 2/11/08). Esto muestra que en momentos de desconfianza y fuga de capitales en todo el mundo, las reservas no son un colchón tan sólido como pregona el gobierno.
La corrida cambiaria y los bancos
La salida de capitales, y las presiones de distintos sectores contra el gobierno, han dado inicio a una corrida cambiaria. Esto significa que frente a la expectativa de devaluación, tanto grandes como pequeños especuladores y ahorristas asustados, se han lanzado a la compra de dólares esperando realizar ganancias rápidas por el cambio de la paridad cambiaria.
Esto tiene importantes consecuencias, ya que el sistema financiero argentino está muy dolarizado. La alta dolarización, significa que la oferta monetaria se reduce por la salida de fondos, tanto en lo que son billetes circulantes como en depósitos bancarios. La perspectiva de cambios en la cotización inmediatamente acelera el abandono de sus depósitos (o la no renovación de los plazo fijo) por parte de todos los ahorristas, grandes y pequeños, y los lleva a comprar dólares para “guardarlos” fuera del sistema bancario o invertir en activos en esa moneda fuera del país. El resultado es que “la cantidad de dinero transaccional, que hasta hace poco tiempo crecía en torno a 30% anual, ahora apenas lo hace al 11%” (“La dolarización ...”, El cronista, 5/11/08). O sea que pasó de crecer a la par de la economía y los precios, a ubicarse muy por detrás.
Por eso, los bancos deben subir las tasas de interés, prometer mayores ganancias, para evitar la fuga de depósitos. En la actualidad, las tasas ofrecidas por los plazos fijos han pasado la barrera del 20%. Para los créditos, rondan el 30%. Los bancos están pagando más para retener los depósitos, y por otra parte están “sentados sobre los depósitos”, prestando menos y más caro.
Claro que si aumenta la presión contra el peso, el escenario podría hacerse más complicado. En Argentina, las crisis cambiarias, al significar una acelerada salida de los depositantes del sistema financiero para adquirir dólares, se ha transformado siempre en corrida bancaria: los bancos, que sólo tienen un porcentaje por cada depósito (encaje) y prestan el resto multiplicando los depósitos, nunca están en condiciones de devolver todos los depósitos simultáneamente. Por eso eventualmente, las tasas ofrecidas se van por las nubes, mientras aumenta el drenaje de depósitos, y los bancos cierran por la imposibilidad de devolverlos. Si logran evitar este escenario en lo inmediato, cuestión que no se puede descartar ya para los capitalistas significaría abrir una crisis política en el gobierno K sin alternativa seria de reemplazo, pueden verse enfrentados a una situación de este tipo si el año que viene el gobierno sale a conseguir dólares en el mercado local para pagar la deuda, disminuyendo la liquidez del mercado y disparando las tasas. Una película repetida en Argentina, que termina siempre con los pequeños y medianos ahorristas estafados por los bancos y por el Estado, que busca salvar a los capitalistas creando nueva deuda pública.
Corrida y devaluación del peso
Al calor de la corrida, el dólar parece haber alcanzado nuevamente un piso por encima de los $3,30. Sin embargo, en el marco de todos los frentes abiertos entre el gobierno y los capitalistas, no se ha establecido un nuevo tipo de cambio que actúe como referencia. Llegados los $3,40 el BCRA intervino fuerte, y esta semana impuso nuevos controles al movimiento de capitales, demorando la maniobra de comprar acciones de empresas que cotizan en otras plazas en pesos, y luego venderlas en dólares en el exterior. Ahora están obligados a retenerlas en cartera por 72 hs., con lo cual se arriesgan a fuertes pérdidas. A la vez, Guillermo Moreno ha salido a controlar las maniobras cambiarias. En lo inmediato cayó abruptamente la presión contra el peso, que ayer estaba rondando los $ 3,33. Pero esto no va a durar mucho. Así como se usaban estas maniobras, nuevas formas irán apareciendo para burlar las trabas. Por otra parte, ya hay especuladores que están haciendo transacciones a la espera de un dólar por encima de $3,70. Esto nos da una idea de las expectativas en base a las cuales se manejan las operaciones. Mientras el gobierno aumente las restricciones, crecerá el mercado informal de divisas.
Por todo esto, aunque el dólar parece por estos días más estable que la semana pasada, no está dicho que vaya a mantenerse. La pulseada habrá de continuar mientras se discute la ley de estatización de las AFJP, y mientras todos pujan por el nivel en el que se fijará el tipo de cambio y la redefinición del esquema de crecimiento de “dólar alto”, golpeado por la crisis. Mientras hoy el gobierno está pulseando cuando importantes sectores burgueses empujan hacia la devaluación, esto puede no ser así a mediano plazo y mientras los industriales sigan empujando la devaluación, otros podrían sostener nuevas revaluaciones. Ya vimos cómo con la suba moderada del peso que se dio en mayo (de $3,30 por dólar a casi $3), los banqueros como Britos se vieron muy beneficiados. Los movimientos del dólar seguirán el paso de la crisis nacional, y de las presiones de las distintas alas capitalistas sobre el gobierno frente al nuevo escenario económico.
La puja por el “modelo”
Si el gobierno permite la depreciación que se estuvo dando en estos días, podría servir para complementar el nuevo rol que el gobierno tendrá para con la estatización de las AFJP, como agente central indiscutido para otorgar crédito a los capitalistas. Esta combinación podría contrapesar las dificultades que plantea la nueva situación internacional, con la devaluación del real, la recesión internacional y la caída del precio de la soja. Hacer frente a la desaceleración económica manteniendo subsidios como hacían para contener el desgaste del esquema de “dólar alto” es más complicado; eso servía cuando la economía estaba recalentada, cuando la demanda, la baja capacidad ociosa y la recuperación salarial empujaban los costos y el gobierno daba compensaciones para contener la inflación. Los subsidios ya no alcanzan frente a un escenario recesivo. Tampoco alcanzarían los créditos baratos que, plantean algunos, podrían ofrecerse relanzando el BICE como banco de desarrollo, con parte de los fondos de las AFJP, lo cual tampoco será tan sencillo luego de las restricciones para el uso de los fondos previsionales. Claro que la combinación entre minidevaluación y crédito estatal tiene dos problemas: el primero, es que no está dicho que esto alcance para recuperar apoyos suficientes entre el empresariado, distanciado como nunca del kirchnerismo. El segundo es que tampoco está garantizado que en la nueva situación sea suficiente para impedir la desaceleración económica.
Como sea, las medidas que intenten los capitalistas y el gobierno para contener la crisis, significarán mayores costos para los trabajadores: despidos y baja de salarios, y si se acelera la corrida cambiaria, seguramente inflación galopante.
Para enfrentar las maniobras de los especuladores y las grandes empresas que impulsan el “golpe de mercado”, es necesario imponer la inmediata nacionalización de la banca y del comercio exterior. Sólo así podrá cortarse con las trampas que intentan los capitalistas.
martes, 28 de octubre de 2008
La UIA aumenta la presión por la devaluación
Claro que esta presión no es nueva. Ya desde marzo los industriales dieron a entender que quieren un dólar a 4 pesos. El gobierno no hizo caso a esta política por temor a un desbarranque inflacionario. Incluso durante el conflicto con el campo permitió una pequela revaluación del peso (hasta los 3 pesos por dólar) y en el último mes viene conteniendo las presiones a una devaluación acelerada, permitiendo un ajuste gradual, gastando cada vez más dólares de reservas en el intento.
Lo cierto es que esta nueva embestida de la UIA cuenta con más probabilidades por dos hechos: el primero es que las turbulencias financieras agravadas con el anuncio del fin de las AFJP, aumentaron la corrida contra el peso. Solamente el viernes 24/10, el central debió gastar 140 millones de dólares para contener la depreciación, y el dólar cerraba a $3,29. El lunes 27/10 subió a $3,31.
El segundo y más importante, es que el esquema económico, en la nueva situación, pasó de mostrar signos de agotamiento a una situación mucho más comprometida. Hace unos meses, la principal preocupación del gobierno, aunque no lo admitiera, era contener los efectos de la suba de precios sobre el pilar clave del esquema de crecimiento, el peso devaluado. La vía para hacerlo, era incrementar las compensaciones a los industriales vía subsidios, y contener las subas salariales, manteniéndolas por debajo de la inflación, y por lo tanto permitiendo una caída del salario real.
Pero hoy el panorama es hoy enteramente diferente. La crisis internacional está golpeando a Brasil y México, economías privilegiadas de la exportación industrial argentina. Además, las monedas de estos países se han devaluado en los últimos meses, lo cual -sin perjuicio del riesgo de mayor entrada de importaciones, hoy bloqueado por nuevas trabas para las mismas- plantea un panorama depresivo distinto al que venía de la situación internacional hasta hace unos meses. El consumo viene en caída por la inflación, y en el caso de las clases medias también por el aumento de los intereses para financiar el consumo. El freno durante el conflicto con las patronales agrarias, también contribuyó a imprimir un ritmo menor a la economía.
El gobierno fortalece su situación fiscal con los recursos de las AFJPs, e incluso tiene mayor capacidad para arbitrar entre los sectores burgueses por la vía del financiamiento. Sin embargo, aunque esto permitiría sostener paralelamente los pagos de deuda en un marco internacional más hostil y aumentar las compensaciones a los empresarios vía subsidios, esto ya no será suficiente para compensar a los capitalistas sus mayores costos. La compensación frente a mayores costos tiene sentido en tanto y en cuanto los empresarios afrontan una demanda sostenida, y es necesario que cierre su ecuación de rentabilidad. Este ya no es el marco actual.
Los capitalistas comenzaron con los anuncios de despidos y suspensiones: en frigoríficos y afines, ya hay 680 suspensiones; en la industria de maquinaria agrícola también adelantaron que las habrá antes de fin de año. General Motors anunció 500 despidos y después debió retroceder. Los industriales de la provincia de Buenos Aires sostienen que 7 de cada 10 fábricas tuvieron caídas de la producción en lo que va del año. Este discurso, que tiene todavía mucho de prevención, apunta a dos objetivos: poner fin a cualquier pretensión de reapertura de paritarias o mejoras no remunerativas antes de que termine el año; e incrementar las presiones por una nueva devaluación.
Mientras tanto, los economistas afines a la industria profundizan los ataques al “gradualismo” de Martín Redrado. Eduardo Curia, por ejemplo, señala que la estrategia en curso, de permitir una depreciación contenida del peso, puede haber funcionado el año pasado frente a los primeros episodios de la crisis internacional, pero no tendrá éxito en el marco actual. Como los industriales, este economista plantea que hoy el problema no es la inflación, sino la recesión, con los consiguientes cierres de fábricas y despidos. Por eso, para Curia, el dólar debería trepar al menos a $3,50 (ver Santiago Bianchini, “Cuál será el nuevo valor del dólar en la Argentina?”, 15/10/08, en la página de UCIP, www.ucip.org.ar).
Preventivamente, magnificando los efectos de la crisis, buscan ocultar que una nueva devaluación, significaría en lo inmediato una suba de precios para los bienes consumidos por los trabajadores. La apuesta capitalista es que frente a la amenaza de crisis, esto no se traduzca inmediatamente en mayores reclamos salariales. De esta forma, podrían enfrentar los primeros impactos de la crisis imponiendo un nuevo “shock redistributivo” en favor de sus ganancias a costa de los salarios, como con la megadevaluación en 2002. En el marco depresivo de la nueva coyuntura mundial, esto ni siquiera significaría poner un frenos a los despidos y suspensiones. Por eso hay que prepararse para un ataque en toda la línea de la clase capitalista.
Que la crisis la paguen ellos: ni un despido, reparto de las horas de trabajo; empresa que cierra, tomarla y ponerla a producir. Defender el poder adquisitivo del salario frente a las amenazas de devaluación; reapertura de paritarias únicas de trabajadores efectivos y contratados.
jueves, 2 de octubre de 2008

La crisis capitalista en debate
El martes 30, con una sala colmada, se realizó en el Instituto del Pensamiento Socialista un profundo debate sobre las causas y las perspectivas que puede traer la crisis capitalista con origen en Estados Unidos, que da signos de profundizarse cada día. En el panel estuvieron Claudio Katz, economista del EDI, Hugo Azcurra, docente de la UBA y de la Uiversidad Nacional de Luján, y Esteban Mercatante, del comité editorial de la revista Lucha de Clases. A continuación, los puntos más salientes del debate.
"Este dominio imperial de los Estados Unidos comienza a pasar a la historia"
Voy a compartir con ustedes algunos interrogantes que esta crisis, (que superficialmente, se parece bastante a la de los años '30) a mí me han suscitado. No desde ahora que se desencadenó, sino ya desde el año pasado. […] Hay diferentes líneas interpretativas. Yo voy a mencionar dos que pueden ser, sino el resumen, algo así como lo más común en cuanto a encarar la comprensión de este fenómeno. […] Una primera línea de interpretación apunta a señalar (como también ya se hiciera en los años '30) que pasar del fenómeno inmediato a las causas más sólidas y más profundas, implica salirse de las formas de circulación del capital y la mercancía, para ir al nivel de precios de producción y encontrar en él, el fundamento explicativo (sobre todo en la inmensa capacidad de producción del sistema capitalista norteamericano y en general de los países de mayor desarrollo). Esto sería el punto clave o central señalando que este estallido de la crisis no respondería sino a una nueva y revivida forma de sobreproduccion del capital. […] Hay otra línea que apela, sin desdeñar para nada los análisis de los maestros del pensamiento marxista, hace un reprocesamiento desde las aportaciones de Kalecki y de Sraffa. Tomando en consideración el concepto de excedente, los precios de producción y tratando de hacer una aplicación explicativa de este fenómeno de crisis en los Estados Unidos. […] señala que en realidad, no hay en lo inmediato cifras que avalen una supuesta situación de sobreproducción en los Estados Unidos. Y que hay que establecer una línea entre el crecimiento permanente su producción (liderada por la demanda), con un persistente sistema de crédito al consumo que, llevado a su clímax a través de las desregulaciones en el sistema financiero, toma cierta autonomía. Dos líneas interpretativas. Esta segunda línea me parece muy sugestiva.
[…] No fue lo mismo el desarrollo del capitalismo inglés que el del capitalismo alemán que el desarrollo del capitalismo en los Estados Unidos. Todos caminos capitalistas, pero con formas histórico concretas diferentes. Entonces, esto me lleva a mí a plantearme si no podemos estar también frente a una particularidad muy específica de un capitalismo financiero. Es en los Estados Unidos donde esta particularidad se afincaría en el avance descomunal de las desregulaciones […] Esto no quiere decir, que por ejemplo Europa y Japón, no presenten cosas parecidas. Pero no han llegado a los extremos de libertinaje y hasta niveles delincuenciales que ha alcanzado en los Estados Unidos. […]
Este dominio imperial, omnívoro, de los Estados Unidos, parece que comienza a pasar a la historia. Ahora la burguesía norteamericana tendrá que sentarse con el resto de las burguesías europeas, japonesas, creo que también los chinos y Rusia, a redefinir nuevas relaciones de juego a nivel internacional. En eso estará en entredicho también, el Fondo Monetario Internacional, su papel, su función, la Organización Mundial del Comercio, políticas proteccionistas o liberales otra vez en juego. Estados Unidos tendrá que necesariamente dejar su prepotencia, su arrogancia imperial y entrar en la mesa de negociación. Otra cosa que me parece interesante es la salida de la gran depresión de los años '30 no fue gracias a la intervención del Estado, sino que a través de una gran guerra mundial. Ahora, el capital financiero tendrá que arreglarla sin la mediación de una gran guerra mundial. Y ¿cómo se qué no va haber una gran guerra mundial? Aún en el hito de su declinación histórica, no política, el imperio americano hoy tiene la suficiente fuerza militar como para no ser empatado. Esta crisis y el sentarse a la negociación futura, puede dar una oportunidad de que Europa y que Japón empiecen sí a armarse. No es posible que se dé ahora, es probable, no seguro, que se dé en el futuro.
Una última reflexión que quiero compartir con ustedes. El sistema capitalista a largo plazo, en su hilo estructural, no saldrá sin costo. Por supuesto, que no me refiero al costo de la quiebra de los bancos, […] sino al costo en términos institucionales e históricos. Después de la gran crisis de los años '30 la legitimación de la intervención económica fue algo que a la burguesía le vino de perilla. Significó qué los caudales públicos se pusieran a disposición para la reconstrucción del capitalismo, tanto europeo como japonés. Pero a partir de los años 74/75, aparece una furiosa ofensiva de las propias burguesías dominantes contra la intervención del Estado. A nivel de la economía apareció toda una literatura antikeynesiana, el fracaso de la intervención del Estado […] ¿Cuál será el costo en términos históricos institucionales que tendrá que pagar el capitalismo como sistema hoy? ¿Será la limitación del capitalismo financiero tipo "casino"? ¿Será una mayor intervención del Estado no solo como un factor demandante más y estabilizador de la economía, sino establecer condiciones claras de limitación, de coacción, sobre el capitalismo "casino"? […] dentro de toda esta estructura de crisis, pareciera ser que las formas también de superación de esta propia sociedad capitalista están dentro de la propia sociedad capitalista. El Estado podría ser y constituirse en una etapa, en una instancia en el que muestren como las fuerzas productivas del propio capitalismo se vuelven cada vez más sociales, pero ya no soportan más la cáscara capitalista.
CLAUDIO KATZ
“Es el momento de una lucha socialista y de hablar de socialismo”
[…] Hay cuatro tendencias coyunturales en curso. Una a la limpieza de los bancos quebrados en la senda de la caída de Lehman Brothers. Es decir, salvataje limitado...esta línea produjo un gran desconcierto por el nivel de arbitrariedades que tiene la Fed para decidir quien se salva y quien no se salva […] La tercera línea […] es una vertiginosa y aventurera concentración de compras [...] Y la cuarta […] es la nacionalización de las hipotecas tóxicas. […] En estas cuatro alternativas todos los neoliberales ya se olvidaron de todos sus principios...se viene una socialización de perdidas descomunal. Los contribuyentes van a tener que rescatar a los bancos y nadie sabe el costo de la operación [...] El problema es que cuando se socializó perdidas por el sistema bancario (Argentina, Tailandia, Chile) llegó a costar entre el 20%, 30% o el 40% del PBI. Estados Unidos ni en la peor crisis, en la de 20 años atrás tuvo que costear el 3%/4% de su PBI. Esto va a cambiar este costo tradicional que ha tenido.
[…] No se pueden hacer pronósticos. Pero sí podemos ver cuáles son las fuerzas que están actuando y a partir de allí cuales son las tendencias. La más importante es un choque de tendencias y las dos dentro de EE.UU. El indicador de fragilidad y el indicador de recursos de EE.UU. Los indicadores de fragilidad de EE.UU. son muy notorios. Primero la debilidad política. Fragilidad que se está viendo ahora. Bush rápidamente parece De la Rúa. No tiene autoridad política para imponer un plan. E índices de fragilidad económica muy evidentes, 50% de los bonos en manos extranjeras, déficit comercial del 6%, un consumo inflado, déficit fiscal que no se sabe en cuanto va a terminar, etc. Por el lado de los recursos, EEUU tiene el dólar y el Tesoro. Hasta ahora, esta crisis se ha desarrollado con una paradoja. La “paradoja del dólar”. El país que se está hundiendo es el país con el cual todo el mundo quiere salvarse. Cuando hay una crisis en un país todos se escapan, y sin embargo, los europeos, los chinos, los japoneses, los norteamericanos, compran bonos en dólares y bonos del tesoro. Esto está demostrando que los capitalista piensan que se protegen socorriendo la estructura financiera monetaria de EE.UU. Esto nos muestra que EE.UU. no es una economía normal, y no puede ser analizada con los parámetros de una economía normal. Es una economía excepcional, que es clave para la reproducción del capital global.
De aquí hay dos posibilidades: […] que se afiance la tendencia a salir de la crisis con el dólar y con los bonos del tesoro […] La otra posibilidad contraria, que se produzca una fuga del dólar, la huida de los bonos del tesoro, y la ruptura del sistema monetario internacional, bloques y una estructura de monedas competitivas […] hasta ahora la tendencia más probable es la primera.
[…] La crisis está refutando la teoría ortodoxa más moderna. […] Los que han ganado la primera plana son los heterodoxos, Sach, Krugman, Stiglitz, son los hombres del momento, con el sermón de que ahora tenemos que “re-regular” y así se va a solucionar todo. […] Se olvidan que las regulaciones que se atenuaron porque obstruían las ganancias, y en la medida que afecten a las ganancias van a volver a ser removidas. […] Hay un simplismo banal en suponer que el problema se restrinja exclusivamente a la orbita financiera y en presentar al banquero como único responsable, como si actuara al margen del conjunto de los capitalistas. Es cierto que hubo una híperespeculación con la titularización, la securitización, y esta bicicleta financiera. Pero esta ingeniería solo ilustró una típica especulación del ciclo capitalista. Las burbujas son inherentes al sistema.
El último punto, es la interpretación marxista de lo que está ocurriendo. Voy a adelantar una hipótesis sujeta a posibles ajustes. Creo que en esta crisis convergen tres procesos. En primer lugar una crisis de sobreacumulación. Expansión del capital ficticio (titulización, derivados, apalancamientos, etc). Pero creo que es una sobreacumulación específica, resultante de este proceso de desregulación de las finanzas de los últimos 25 años, que sirvió para disciplinar al conjunto del capital al modelo neoliberal, poniendo a los bancos en la cúpula de la gestión de las empresas, imponiendo una disciplina a la empresa y al trabajo. Un recurso de disciplinamiento de los trabajadores para garantizar el aumento de la tasa de explotación. Pero lo novedoso de esta desregulación fue crear un mercado tratando al trabajador como un cliente financiero.
[…] El segundo pilar, en mi opinión, es que hay sobreproducción. La sobreacumulación de capital subyace una crisis de sobreproducción. Es importante que busquemos el fundamento productivo para evitar la fantasmagoría financiera. En los últimos 25 años el neoliberalismo recreó las condiciones para las crisis de sobreproducción clásicas. Es decir, el desfasaje entre incremento de la producción, productividad, y poder de compra. Por esta competencia por la explotacón que necesariamente genera una brecha de excedente.
[…] La tercer parte de nuestra hipótesis es que esto ha empalmado con una subproducción de materias primas. Las materias primas vienen subiendo desde hace varios años, esto tiene que ver con el ciclo de las materias primas, con un proceso ecológico de destrucción del medio ambiente de más largo plazo.
[…] Se ha abierto un contexto para replantear nítidamente un programa contra el orígen de esto que es el capitalismo. Me parece que la idea de que el capitalismo saldrá adelante cualquiera sea el grado de la crisis es una religión de la perdurabilidad del sistema tan fatalista como la creencia mágica de que se va a derrumbar el sistema sin acción política. Es el momento de una lucha socialista y es el momento de hablar de socialismo.
ESTEBAN MERCATANTE: “Esta crisis tiene que ver con la forma en que se sale de la última gran crisis de los ‘70”
[…] Creo que la coincidencia en los análisis hasta ahora, es que a diferencia de los economistas en boga como Krugman o Rubini, que culpan de la crisis a la voracidad del capital financiero, esta es una crisis del capitalismo. La pregunta que voy a intentar responder es cómo se vincula esta crisis a cómo viene funcionando el capitalismo y algo que es central para el capitalismo que es el problema no sólo de la realización, de poder vender lo producido, sino también de poder hacerlo de forma rentable.
Me parece importante destacar que esta crisis tiene mucho que ver con la forma en la que se sale de la última gran crisis del capitalismo mundial que fue la de los ‘70. Coincido con Claudio en que esa crisis marcó un fin de ciclo, del boom de posguerra, basado en condiciones que podríamos considerar excepcionales. Hay un fuerte vínculo entre la manera en que se sale y el rol que empieza a jugar la búsqueda de valorización a través de las finanzas. En ese momento hubo una crisis de sobreacumulación, no sólo de sobreproducción. Se salió a comienzos de los ‘80, centralmente a partir de la ofensiva sobre el trabajo. Luego se cimentó con la desregulación, la posibilidad de abrir nuevas áreas para la valorización del capital como fueron las privatizaciones, la expansión capitalista a los Estados obreros, lo cual implicó nuevas posibilidades de acumulación rentable para el capital. Pero lo central fue la ofensiva sobre el trabajo. Para Marx este era un factor que contrarrestaba la tendencia a la caída de la tasa de ganancia pero que no anulaban los factores que conducen a ella, es la acumulación de capital que conduce por su propia lógica al reemplazo de trabajo vivo (trabajo asalariado) por trabajo maquinaria en escala creciente bajo la presión de la competencia capitalista.
[…] En este marco con la desregulación financiera, de lo que se trataba era de abrir nuevas vías para las ganancias que no tenía mucho sentido reinvertir en la producción. Mientras que la reinversión de las ganancias en la producción cayó ligeramente como proporción de la producción total, pasando del 25 al 22%, en cambio la inversión de las ganancias en activos financieros creció 10 veces, pasando del 2% al 20% del total de la producción. Es decir que casi por cada dólar gastado en ampliar la capacidad productiva se destina otro dólar a inversiones financieras.
[…] Esta gran creación de capital ficticio, -como definia Marx, el nuevo valor sólo puede surgir de la explotación directa del trabajo asalariado-, explica que hoy no haya relación entre la masa de esos capitales y el plusvalor generado, que debería “validarlo”. Hay una masa de riqueza que se valorizó sin que mediara la explotación del trabajo asalariado, y sin que guardara relación con las ganancias producidas en ninguna actividad productiva. Esto particularmente se aceleró desde la última crisis, el estallido de la burbuja de la “nueva economía” en el 2000. Se aprovechó el dinero barato gracias a la política de la Reserva Federal de bajar las tasas desde 2001, para comerciar masivamente títulos hipotecarios.
[…] La riqueza creada financieramente sólo puede sostener por un tiempo la ilusión de que ha creado un nuevo valor. Mientras haya confianza en que el proceso pueda sostenerse y se mantenga una tendencia a la suba de todas las cotizaciones. Pero cuando hay algún eslabón débil como fue el problema de insolvencia de un sector de deudores como en este caso de las hipotecas, que estalló como producto de la suba de la tasa de interés que se dio en 2006 se empieza a ver que detrás de ese problema de solvencia está la completa desrelación entre el capital ficticio acumulado, la riqueza financiera, y la plusvalía generada que debería respaldar esa acumulación, es el proceso que está en curso y lo que está amenazando es una destrucción masiva de riqueza completamente ficticia.
[...] Respecto de EE.UU., es cierto que tiene recursos para manejar la crisis con los que no podría contar ningún otro Estado. Ha logrado que incluso en el medio de la crisis que lo tiene como epicentro, los inversores atemorizados se fuguen hacia el dólar y los bonos del tesoro. Pero no puede descartarse que esto cambie. EE.UU. está aumentando su deuda exponencialmente para salvar a los bancos, a lo que se suma el fuerte déficit fiscal acumulado durante los años de Bush. No se puede descartar que, en no mucho tiempo le pase a los bonos o al dólar lo que hoy le pasa a los títulos hipotecarios: que los bancos centrales asiáticos y europeos los consideren papeles basura y no quieran seguir acumulándolos. Esto podría significar una presión a un salto en la devaluación del dólar, y una enorme pérdida en la capacidad de EE.UU. de manejar como le plazca la política monetaria. […] Esta crisis amenaza significar un salto en el retroceso del rol económico de EE.UU. y acelerar las presiones por redefinir las relaciones entre las grandes potencias económicas. Creo que es importante tenerlo en cuenta, no creo que pueda pensarse que ese retroceso vaya a desarrollarse pacíficamente, mucho menos si se profundizan las tensiones sociales al calor de la crisis en EE.UU. y en todo el mundo […] puede marcar la entrada en una situación en que las crisis, guerras y revoluciones vuelvan a plantearse de forma generalizada. Creo que ese escenario empieza a estar planteado y que por eso tenemos que prepararnos para intervenir en situaciones revolucionarias. […] Si pensamos que es efectivamente una crisis del capitalismo, y no solamente de las finanzas es muy difícil pensar lo que hoy son cierres de bancos, o corridas bancarias, no signifiquen quiebras de grandes empresas industriales o comerciales. […] Por la interconexión que refleja del conjunto de los centros financieros mundiales, por el hecho que está golpeando lo que fue la base para la producción y realización de mercancías en las últimas décadas, puede generar tensiones sociales impensadas [...] El hecho de que cada día nos sorprendan cosas como por ejemplo ayer [por el lunes], pensar que el plan se iba a aprobar, pero no lo aprobaron. Ayer no había síntomas de corrida bancaria, y hoy empieza a haber algunos. Es decir, ponerle límites a la situación y subestimar las tensiones sociales que pueda generar, y el efecto que pueda tener eso sobre lo que ha sido una lógica mayormente cooperativa entre los grandes países imperialistas en las últimas décadas, hoy no sería lo más adecuado. Hay que pensar escenarios más de catástrofe porque la realidad misma los está poniendo al orden del día.