A nueve meses del fuerte ajuste cambiario, la amenaza de una nueva
devaluación planea en el horizonte. Esto es resultado de los traspiés
para concretar la agenda definida de forma simultánea con dicha
devaluación: vuelta a los mercados para resolver con endeudamiento
externo la falta de dólares. “Resolver”, en sentido figurado, porque ya
sabemos es un remedio peor que la enfermedad.
Desde que la decisión de la corte norteamericana de no revisar el
fallo del juez Thomas Griesa dinamitó el camino hacia los mercados
externos, volvió a crecer la brecha entre el dólar oficial y el
paralelo. La tensión cambiaria se agravó por la reticencia de los
sojeros a buena parte de la cosecha de granos. Con el estrés cambiario,
volvieron en los últimos meses las restricciones para la compra de
dólares: se cortó virtualmente la venta de dólares a importadores al
cambio oficial, y desde que Alejandro Vanoli reemplazó a Juan Carlos
Fábrega al frente del Banco Central (BCRA), el gobierno redobló la
presión para frenar tanto el mercado ilegal como la compra de dólares a
través de bonos y acciones. La experiencia reciente muestra que estas
medidas, que tienen el costo de imponer un freno a la economía, no
alcanzan contra la presión devaluatoria. La pérdida de por parte del
BCRA continúa, y hoy están en u$s27.615 millones.
La “crisis del dólar”, último capítulo de un largo proceso de
agotamiento del esquema económico que rige desde 2002, expresa la
persistencia de los severos condicionantes con los que opera la economía
argentina, que la década “ganada” no revirtió en lo más mínimo.