martes, 26 de noviembre de 2013

YPF SA: Como decíamos, una "recompra", nada parecido a una expropiación sin pago

O la vuelta a la YPF SA de Menem, pero con Chevron y pagando a Repsol peso por peso


Las acciones de YPF suben en la apertura de la bolsa porteña12:28


Suben las acciones de YPF en la bolsa porteña y en Wall Street

 Los títulos de la empresa estatizada abrieron con un alza del 12 por ciento


Decíamos hace un año y medio, que el diablo está en los detalles. El tiempo (no mucho, por otra parte) se ocupó de confirmarlo, con el preacuerdo para pagar a los piratas españoles no menos de u$s 5.000 millones. Y nos dio la razón con creces, si consideramos que todo esto se hace Bajo las banderas de Chevron

Una política energética que no resuelve ninguna crisis, más bien se concentra en llenar los bolsillos de varios petroleros. Por la expropiación sin pago de todo el sistema energético, para que lo explote la clase trabajadora a través de sus organizaciones. 

miércoles, 20 de noviembre de 2013

La salida de Guillermo Moreno, ¿señal de un giro en la economía K?

Un día después de los anuncios de relevos en varias carteras ministeriales, el vocero presidencial anunció un cambio aún de mayor impacto, a pesar de referirse a un nivel jerárquico menor: la salida del Secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno. Este anuncio es uno de los cambios más significativos en mucho tiempo en el manejo de la economía. 
Ayer decíamos que Kicillof seguiría sometido a un “doble comando” con Guillermo Moreno. La novedad es que será el primer Ministro de Economía en mucho tiempo que no está sometido a esta restricción. El funcionario hizo y deshizo a sus anchas durante todas las gestiones económicas que siguieron a la de Roberto Lavagna. Desde Felisa Micheli en adelante, todos debieron toparse con un secretario que manejaba sin reportarles diversas áreas. Empezando por los acuerdos de precios, siguiendo por la medición de los mismos, hasta manejar el comercio exterior, la implementación del cepo cambiario y la fallida “exteriorización voluntaria de la tenencia de moneda extranjera”, cada vez más áreas del manejo económico fueron ingresando en la órbita del secretario. El último Ministro de Economía con aspiraciones de comandar plenamente su área, Martin Losteau, colisionó rápidamente con su –formalmente- subordinado. Otros, como Miguel Peirano, declinaron continuar en el cargo ante la imposibilidad de controlar a Moreno. El resto, sencillamente se acomodó a la creciente gravitación del funcionario, que extendió con un mismo método su manejo de las diversas áreas que fueron cayendo bajo su órbita. ¿En qué consistía este método? Podríamos definirlo como el de la “sintonía gruesa”, por contraposición a la “sintonía fina” que Cristina Fernández había prometido al empresariado allá por 2011. Más allá de toda la gesticulación y la “prepotencia” en la que siempre gustaron detenerse los medios (“prepotencia” que a final de cuentas se concentró casi enteramente en los laburantes del Indek, a los cuales las patotas de UPCN actuando junto con el secretario sacaron de las tareas de medición de precios y de otras áreas sensibles para dibujar los datos de acuerdo con las necesidades gubernamentales), lo más saliente de la gestión Moreno fue la ilusión de que se podría encausar con acuerdos las contradicciones emergentes del “modelo”, entregando a cambio en muchos casos concesiones significativas a grandes jugadores, como subsidios u otras ventajas (aunque algunas, como la SuperCard, no hayan llegado a ver la luz). Acá y acá hemos analizado la economía política de Guillermo Moreno. Los frigoríficos, los supermercados, incluso las exportadoras de granos se han sentado en ocasiones a negociar con el secretario. Lo que hizo Moreno tampoco es privativo de él; es más o menos lo mismo que el otro gran mentor de la “economía K”, Julio De Vido, aplicó en el área energética (secundado por Cameron) y de infraestructura con el mismo “éxito”. A pesar de los sucesivos fracasos, la búsqueda de evitar cambios de fondo en la política económica exigió responder a los mismos profundizando la línea, lo cual reforzó el deterioro general en el que empezó a sumirse irreversiblemente la economía en los últimos dos años. Deterioro que no es por ahora nada parecido a un hundimiento catastrófico, gracias a la ayuda de los altos precios internacionales de los productos que el país exporta (soja y otros granos) y a la profundización del endeudamiento público en pesos (en su mayoría intra sector público) y el uso de las reservas en dólares del Banco Central acumulados en años de bonanza, combo gracias al cual el tesoro pudo afrontar los pagos de deuda pública y los crecientes subsidios que condujeron a una situación fiscal muy estrecha.
Ahora, la posibilidad con la que cuenta Kicillof de encarar su gestión sin la sombra de Moreno, ¿permite prever un cambio de rumbo sustantivo? Difícilmente. ¿Volverá a cambiar de postura pública sobre la inflación, que reconocía y medía de forma independiente hasta que se convirtió en viceministro en diciembre de 2011, momento en el que borró de su web el IPC-7 que publicaba y se silenció sobre el tema, avalando tácitamente las cifras oficiales? Habrá que verlo. El lanzamiento del nuevo índice de precios (que podría salir con el aval del FMI, varias veces denostado por el ahora Ministro) puede ofrecer una salida elegante para el desaguisado de Moreno, pero sin rever todo lo actuado desde 2006 a esta parte, que significó un piedra libre para los remarcadores de precios y los que lucraron con estadísticas truchas.
Fuera de estos ajustes en uno de los terrenos más críticos de la gestión de Moreno, no son de esperar, como ya señalamos, grandes cambios en los principales lineamientos de la política económica. Ya las peripecias que tuvo la regulación energética mostró lo que tienen de falaz las ilusiones de dictar desde el Estado los lineamientos por los que se desenvuelve la economía. Sobre todo cuando la etapa no es de holgura, se mire por donde se mire. Los superávit “gemelos”, fiscal y externo, que permitieron la acumulación de dólares en el Banco Central y un tesoro con amplios recursos para transferir (ante todo en favor de los empresarios), son cosa del pasado. Si bien el comercio exterior aún sigue siendo superavitario, el desbalance industrial, energético y turístico, y la fuga de depositantes en dólares del sistema bancario, llevó a que este año también termine con caída de reservas, gracias a los pagos de deuda. Las cuentas públicas se sostienen con una presión creciente sobre los recursos del Banco Central, lo cual contribuye a agravar las presiones inflacionarias. Y, sobre todo, la propia inflación ha exacerbado las disputas distributivas, así como las presiones de sectores empresarios que reclaman un ajuste cambiario mayor al que ya se está produciendo. La ideología de que es posible que el Estado se eleve por sobre las determinaciones de la acumulación de capital, encauzando las contradicciones que hacen a la misma, sólo resulta sostenible cuando el sector público cuenta con amplio margen de maniobra, como ocurrió en la argentina desde 2003 hasta 2008, y, en menor medida, pudo extenderse con restricciones hasta 2011 gracias a la captación de recursos como los de las AFJPs y a los colchones que permitieron los años de bonanza. Cuando estas condiciones no existen, la presión para ordenar la situación del propio Estado se transforma en un elemento más entre los que meten presión sobre la economía. Es lo que estamos viendo. Como señalábamos hace un tiempo: “Si desde sus orígenes el kirchnerismo se caracterizó por una apuesta a utilizar los recursos del Estado para distender las relaciones entre las clases, impulsando algunas mejoras de ingresos (en relación al piso que habían alcanzado en 2002, pero sin acercarse ni de lejos a los niveles históricos en el caso se los salarios, ver acá) y subsidiando la ganancia, hoy su política ha adquirido un sentido contrario”. Es esto lo que seguirá signando la política económica. Aún con la partida de Moreno, difícilmente se vaya a desmantelar del todo las trabas a las importaciones, que conspiran contra la actividad industrial (sector que este año creció sólo un 1%, y eso gracias a la industria automotriz que viene perdiendo ritmo y afronta el panorama de un 2014 casi sin crecimiento). Los subsidios, herramienta aplicada –con poco éxito- para contener los precios, deberán limitarse por las restricciones fiscales, y esto ayudará a acelerar los aumentos de precios. Pero sobre todo, aunque durante los últimos años Kicillof y sus funcionarios hicieron gala de la intención de poner controles a la rentabilidad del capital, para lo cual exigieron información y aprovecharon la posibilidad de colocar directores estatales en las empresas en las que ANSES tiene participación accionaria, lo que se ha visto es que cuando las papas queman, y los empresarios muestran que su “competitividad” se encuentra comprometidad, los funcionarios afines al ministro han sabido ser más que comprensivos, poniendo coto a las aspiraciones de los trabajadores en las negociaciones salariales. Por eso, concluimos, es especialmente poco probable que el “empoderamiento” de Kicillof gracias a la salida de Moreno augure algún cambio positivo en la situación de “fin de fiesta” que están viviendo los trabajadores.

martes, 19 de noviembre de 2013

El rumbo (del ajuste gradual y “heterodoxo” pero firme) no se modifica



Seguramente quienes no cejan en el esfuerzo por encontrar algún aspecto “progre” en la política oficial, se entusiasmarán con la llegada de Kicillof al sillón principal del Ministerio de Economía en reemplazo de Hernán Lorenzino. El ascenso del hasta hoy viceministro, autoproclamado economista “crítico” (aunque cada vez es más difícil establecer crítico de qué) seguramente causará en los próximos días declaraciones airadas de empresarios y medios afines, por considerarlo “marxista” (sic). Pero de esto no debe deducirse que pueda esperarse que mueva mucho el avispero. Su designación es una señal que confirma lo que ya se sabía: la Presidenta no tiene intención de hacer cambios bruscos en la dirección que reclama buena parte de la oposición política y del empresariado. Pero tampoco se va a mover en sentido contrario, sino atender en “cuotas” la demanda del ajuste, como viene haciendo en los últimos años. 

Algunos reclamos sensibles para sectores empresarios no serán atendidos: la administración del tipo de cambio no va a revertirse. Aunque Kicillof es señalado como uno de los partidarios de un desdoblamiento más legalizado, que reemplace al que existe de hecho, y es muy probable que avance en ese sentido, aunque se trataría de un cambio más de forma que de fondo. Esto podría servir para dejar de subsidiar una parte de la importación, a buena parte del turismo (lo cual beneficia más a los sectores más adinerados) y para crear un tipo de cambio para operaciones financieras también más caras, pero a riesgo de obligarse a entregar los dólares que hoy son celosamente guardados. Sin embargo, lo que está fuera de duda es que los industriales no tienen nada de que preocuparse: la aceleración de la depreciación cambiaria que se viene registrando en los últimos tiempos, superando el 20 por ciento anual, mantendrá su ritmo. Para fin de año, los pronósticos ubican al peso cambiándose a 6,20 por dólar, superando el pronóstico de Guillermo Moreno hace unos meses.



Tampoco se va a atacar la inflación, que carcome el ingreso obrero y popular, y gracias a la cual hoy la Asignación Universal por Hijo puede comprar un 18 por ciento menos que cuando se implementó, a pesar de que aumentó su monto. En este plano se mantendrá el “doble comando” entre el Ministro y el todoterreno Guillermo Moreno. Hace días nomás, la funcionaria afín al secretario “Pimpi” Colombo volvió a sostener que la discusión de la inflación es “cháchara”, al mismo tiempo que el Indec sigue sosteniendo aún ahora que se come con 6 pesos

Otro plano donde no habrá que esperar grandes cambios, es en el recurso al Banco Central como fuente de financiamiento. La salida de Marcó del Pont se explica, aparte de por las múltiples internas del llamado gabinete económico, por su reticencia a seguir sosteniendo el ritmo de emisión de pesos para financiar al tesoro a través de la renovación y ampliación de los adelantos “transitorios”. Para Kicillof esto en ningún modo puede considerarse inflacionario en ningún momento (lo cual es tan falaz como sostener que siempre es inflacionario, como discutimos acá).

Podría pensarse que en un plano donde se registró un giro más marcado en los últimos tiempos, que es en el terreno de la deuda pública, es donde la vuelta de Kicillof podría significar una reversión de las iniciativas apuradas por Lorenzino con el aval del presidente interino Amado Boudou. El tándem más ultraliberal del gobierno, aprovechó el inesperado encumbramiento que permitió la licencia de Cristina, y el desconcierto general del gabinete para cerrar trato con el fondo “buitre” que se hizo cargo de las acreencias que tenían varias empresas contra la argentina en el CIADI. Esto era una señal que avalaba el descongelamiento de créditos del Banco Mundial. Para Boudou y Lorenzino, esto era apenas la señal de largada para continuar luego con el canje de la deuda en manos de los fondos buitre “holdout” (es decir que no ingresaron a los canjes de 2005 y de 2010) que están presionando en las cortes norteamericanas, y que amenazan empujar al gobierno a un default técnico en 2014 por los resultados que vienen mostrando los litigios en las cortes yanquis. Y todo se coronaría con una vuelta a la emisión de deuda en los mercados internacionales. 
¿Significa la llegada de Kicillof que se archivarán estos planes? De ningún modo. En primer lugar porque antes de irse, Lorenzino dejó encaminadas las tratativas con los fondos amigos del vicepresidente que vienen intentando hacer con los holdout lo mismo que con las empresas acreedoras por los juicios en el CIADI, es decir comprar la deuda y hacer un jugoso negocio con el guiño del gobierno. El ahora ex ministro quedó a cargo de una fantasmal “unidad de reestructuración” de la deuda en la cual podrá seguir estas tratativas. Para seguir, porque por mucho que el nuevo ministro pueda hacer gala en algún discurso de alguna postura “anti” mercado, el gobierno “pagador serial” de Cristina Fernández viene mostrando que es capaz de empujar la economía a la recesión por trabar importaciones para garantizarse los dólares de la deuda. Ante la amenaza del default técnico, Kicillof se convierte en ministro en el momento justo para coronar el tercer episodio de canje de deuda, es decir otra jugosa entrega de recursos futuros sacrificados en el altar de los mercados. 
Por mucha “heterodoxia” y economía “crítica” con la que alguno pueda todavía ilusionarse, el capitalismo dependiente y semicolonial argentino está volviendo a mostrar que sólo puede sostenerse si, como hace poco más de diez años, vuelve a arrastrar a los sectores populares por los costos de un brutal ajuste, esta vez realizado en nombre del “sinceramiento” de los desequilibrios varios. El gobierno pretende negarse a esta alternativa, pero no está haciendo más que tratar de ganar tiempo sin dejar de empujarnos por el mismo camino. A Kicillof le toca sacar del arcón de la economía heterodoxa alguna pirueta para estirar la cosa hasta el próximo turno gubernamental. Es decir, administrar el ajuste a cuentagotas, de ningún modo evitarlo.

El cambio de ministros, en suma, promete pocas novedades en una orientación que vienen mostrando el deterioro de las condiciones de la clase trabajadora (tanto de los más pobres como de aquellos que sectores del gobierno tildan de "privilegiados" por llegar a cubrir una canasta familiar) de la mano de un ajuste “sin prisa, pero sin pausa”.

lunes, 4 de noviembre de 2013