El
diario oficialista Página/12
viene haciendo un formidable esfuerzo para convencernos que el
sentido de las palabras de Cristina en la UIA, y otros numerosos
gestos que la vienen acompañando, son opuestos a lo que parece a
primera vista. Como ya habíamos anticipado que ocurriría, sus páginas vienen machacando hasta el hartazgo con las frases más "simpáticas" del discurso, que tenían como trasfondo importantes guiños a los empresarios.
Interpretar
que lo que se está implementando con los subsidios es un ajuste,
sería según esta lectura caer en la “operación mediática”
orquestada por Clarín
y La
nación
(ver por ejemplo a Eduardo Aliverti en “Entradas
y salidas”, Página/12,
28/11/2011). También nos dicen que pensar que toda la pirotecnia
verbal contra los sindicatos –incluyendo al moyanismo y otros
dirigentes de la burocracia pero apuntado especialmente al
sindicalismo de base- preanuncia un ataque contra los sindicatos
sería equivocado.
La
relectura que nos propone la prensa “progre” oficialista del
discurso de Cristina, es que “ni
la euforia de Mendiguren ni la depresión de Moyano parecen
justificadas” (Verbitsky, “Disciplinamiento”, Página/12,
27/11/2011). Cierto, el gobierno señaló a varias empresas que
fugaron dólares, casi con nombre y apellido, sugiriendo que las
pondría en la mira de varias áreas de gestión, como la AFIP.
También, que reclamó inversiones. Algo que no es nuevo, y que los
empresarios siempre prometen. Y hasta a veces cumplen. Si total,
reciben importantes “regalos” fiscales y créditos baratos, que
amplían significativamente los beneficios. Fuera de esto, y algún
tirón de orejas como decir que los sectores más vulnerables “no
tienen capacidad de ahorro y no hacen ‘contado con liqui’. No son
los jubilados de la mínima los que remesan o atesoran billetes o
utilidades en portafolio o cambian de portafolio”, la Presidenta
propuso abrir el diálogo en numerosos puntos de gran interés para
los empresarios, especialmente de la industria. Competitividad
(repetimos lo que dijimos hace algunos días, decirle esto a los
industriales es hablarles de devaluación o alguna otra ingeniería
cambiaria de resultados equivalentes), inflación, rechazo a la ley
de ganancias. Alguna recriminación en el marco de estas promesas de
“sintonía fina”, no cambia el hecho de que casi todo
fue música para los oídos empresariales.
Sobre
la cuestión de ganancias, Vervitsky nos propone una lectura
sumamente original e implausible, similar a la que ya apeló otras
veces para apoyar posiciones políticas antiobreras del gobierno:
existirían con Moyano “diferencias objetivas de criterio: mientras
el gobierno inyecta recursos en la base de la pirámide porque sabe
que se vuelca al consumo y sostiene la demanda agregada, Moyano aboga
por mayores ingresos para la cúspide, cuyos ingresos, de acuerdo con
los estudios oficiales, en buena medida alimentan la compra de
dólares”. Ahora resulta que para este diario, la creme de la
creme del proletariado es uno de los grandes responsables de la
salida de dólares. Poco importa, para este escriba a sueldo, que
hace poco tiempo el mismo medio haya amplificado hasta el hartazgo
las palabras de la Presidenta del Banco Central Mercedes Marcó del
Pont, de que “El amperímetro no lo mueven los pequeños
inversores”, sino “en buena medida” los grandes ahorristas y
empresas. Ahora se descubre que subir el mínimo no imponible sería
alimentar la fuga de dólares.
Verbitsky
apela a los argumentos ya utilizados hace unos meses en su artículo
“La
primacía de la política” (Página/12,
15 de mayo de 2011).
Allí denunciaba, con total desparpajo, la “aristocracia obrera”
que según su lógica era la responsable de la gran inequidad de la
distribución de los salarios. Ya hemos polemizado aquí con sus
volteretas argumentales, mostrando cómo le hacía el ole a la
cuestión de fondo para explicar lo que se supone estaba tratando
(las asimetrías salariales), que es cómo la relación entre el
gobierno y la burocracia de Moyano sirvió durante todos estos años
para preservar el “modelo”, que analizado más allá de la
retórica no es otra cosa que un régimen de (sub)acumulación
capitalista basado en una elevada rentabilidad (aquí
puede leerse nuestra polémica).
Ahora,
Verbitsky vuelve sobre la misma línea argumental. Moyano representa
a una fracción privilegiada de la clase trabajadora, habla desde “la
cúspide” de la pirámide, el gobierno piensa en la base. Aunque
este argumento pretende embellecer al gobierno, en realidad empieza
por embellecer a la propia burocracia. No dice que ésta es una
policía política en el movimiento obrero, que acumula privilegios
ocupando la dirección de sindicatos regimentados estatalmente, a los
fines de adecuar los reclamos obreros a las condiciones económicas.
Nos la presenta como una defensora de los privilegios de los estratos
más altos de la clase obrera. Esto sólo es cierto en el sentido de
que la burocracia sólo habla corporativamente de los intereses de
los trabajadores registrados efectivos, dejando afuera no sólo a los
trabajadores precarios, sino también a gran parte de los
contratados. Sin embargo, incluso los intereses y aspiraciones de
esta fracción de la clase trabajadora quedan subordinados a las
necesidades del capital y del Estado. La misma burocracia que posa de
“reformista” en años de vacas gordas, es la que deja pasar
despidos, suspensiones y bajas de salarios en tiempos de crisis. Lo
vimos durante toda la década menemista, y especialmente durante la
crisis de 1998/2001: todos los sectores de la burocracia dejaron
pasar despidos, suspensiones y bajas de salarios, aparte de permitir
que se exija más productividad. Incluso mientras Moyano criticaba la
ley “banelco” de flexibilización laboral, era impulsor de una
devaluación que salvaría a la burguesía argentina (gracias a la
pesificación “asimétrica) mientras hundía el poder adquisitivo
de los salarios. Esta misma burocracia dejó pasar en 2008/09 más de
200 mil despidos, en muchos casos argumentando que ni siquiera eran
tales porque afectaban a contratados, e impulsando en el mejor de los
casos medidas de “lucha” testimoniales, como en el caso de Paraná
Metal. Empresas, gobierno y sindicalistas atacaron duramente a los
sectores del sindicalismo de base que encararon la defensa de
contratados (como a Hernán “Bocha” Puddu, delegado de Iveco en
Córdoba que fue expulsado del SMATA por defender a contratados, y
luego despedido). Verbitsky nos transforma a esta casta, responsable
de dosificar las mejoras a las que puede aspirar la clase trabajadora
aún en tiempos excepcionalmente prósperos para la economía
nacional como fueron los últimos años, en una defensora de
intereses corporativos. Sin duda, busca oponer los intereses de la
“privilegiada” clase obrera efectiva a los de otras fracciones de
la clase, pero sólo porque ésto le permite poner un techo más bajo
a lo que sus “representados” pueden aspirar (para ampliar, ver aquí).
Luego
de embellecer a la burocracia, Verbitsky pasa a contarnos la gesta
popular que estaría detrás de los sistemáticos discursos de
Cristina Fernández contra las organizaciones obreras.
Las tensiones con Moyano, serían según Verbitsky y numerosos
periodistas más de PáginaK,
porque el gobierno quiere medidas aplicables “a
todos los trabajadores”.
La distribución de ganancias y la elevación del mínimo no
imponible no lo serían. Los sindicalistas deberían más bien
preocuparse por las condiciones laborales que afectan a la mitad de
los asalariados peor remunerados, que están por debajo de la línea
de pobreza. Sin embargo, este discurso “igualitario” que tanto
conmueve a los periodistas de este diario, fue pronunciado enfrente
de los empresarios, para asegurarles que nadie andará metiendo las
narices en sus balances. Por otro, le avisó a Moyano que la no
movilidad del mínimo no imponible será otra pata mas del ajuste que
no existe (en los discursos oficiales, pero sí en las facturas de
servicios y los techos salariales que se anuncian para los
trabajadores). Pero además, Cristina realiza su discurso, y los
periodistas oficialistas lo leen, como si este sindicalismo no
hubiera sido aliado central del gobierno. Y como si la política de
precariedad laboral no hubiera sido un –inconfesable desde ya-
pilar del “modelo”. Como hemos planteado ya en otra
ocasión,
la precarización juega un rol clave para explicar los altos niveles
de ganancia capitalista en el período de la pos devaluación porque
[…]
a
diferencia de los ’90, este resultado se está dando con una
economía que funciona a máxima capacidad, con undesempleo mucho
menor, e incluso en algunos sectores con dificultades para encontrar
trabajadores calificados, es decir con un “exceso de demanda” de
fuerza de trabajo. Lo raro no es que en una economía que creó tres
millones de puestos de trabajo desde 2002 el salario haya tenido
alguna recuperación [en términos reales]. Lo notorio es que esta
estuvo apenas en los niveles de 2001, es decirun año de hecatombe
económica. Acá, se puede “cuantificar” el aporte de la
precarización y tercerización, que limitó la capacidad de los
trabajadores para avanzar en la recomposición salarial. Justamente
por esta limitación a la recomposición salarial, la participación
de las ganancias en el producto tiene el piso históricamente más
alto de las últimas décadas.
Moyano
jugó un rol clave para operar sobre estas condiciones ya de por sí
favorables al capital, garantizando –como pedía el gobierno- un
techo en las negociaciones por debajo de la inflación. Por eso, a
partir de 2007, superar a la inflación fue la excepción más que la
norma, salvo porque en 2010 el gremio de la alimentación perforó el
techo y logró un 35% después de fuertes luchas (con Kraft a la
cabeza), y luego fue imitado por otros gremios. A cambio de esto,
Moyano renegociaba otras ventajas adicionales para el sindicato de
Camioneros, de modo que en este gremio las remuneraciones crecían
más que el promedio. Lo mismo fue tolerado por el gobierno en
algunos otros gremios, a condición de imponer una pauta en línea
con la inflación en la mayoría de los gremios.
De
esta forma, las divergencias en las condiciones de trabajo y de
remuneración, que repentinamente tanto parecen preocupar a Cristina,
no son algo “pendiente” de avanzar, sino algo decididamente
perpetuado durante estos años para garantizar al menos en cierta
medida la continuidad de algunas condiciones favorables a las
empresas creadas por la devaluación. La burocracia sindical le
agregó otro detalle, que son las importantes diferencias entre
gremios, pero todos (empresas, gremios y gobierno) coincidieron en
mantener las división de las filas obreras.
Suena
como mínimo paradojal que esta manifiesta preocupación por la
igualdad entre los trabajadores, vaya acompañada de procesamientos a
dirigentes obreros como Javier “Poke” Hermosilla o Rubén “Pollo”
Sobrero por defender los puestos de trabajo y la organización del
sindicalismo de base, y a dirigentes políticos que se han
solidarizado con la lucha de Kraft como Néstor Pitrola y Vilma
Ripoll. O que el Ministerio de Trabajo pida la intervención de la
Asociación
del Personal Técnico Aeronáutico (APTA).
O que los trabajadores que pelean por condiciones de seguridad e
higiene como los trabajadores de Subte reciban la burla de la
Presidenta en sus discursos, ninguneando el problema de la
tendinitis. O que el Ministerio de Trabajo se niegue a homologar un acuerdo salarial negociado por UATRE que contempla una suba del 35,7% para los peones rurales.
Por
otra parte, mucho habló Cristina contra los “privilegios” de los
asalariados mejor pagos; pero le faltó explicar cómo si esto es tan
así, es que la participación promedio de la ganancia capitalista en
el ingreso total generado, supera en el promedio de los últimos
años, casi cualquier año de la década previa; y si analizamos las
grandes empresas donde están los trabajadores mejor pagos, el avance
capitalista durante los últimos años es aún más acentuado.
Más
sencillo que enredarse en estas “paradojas” (que mejor podríamos
definir como contradicciones en el discurso) sería explicar que lo
que se está empezando a implementar es efectivamente un ajuste, que
tiene a los asalariados como sus principales destinatarios. El
discurso oficial, se prepara para contraponer los ataques que se
vendrán a otras medidas “para todos” que sí se mantendrán
(pero probablemente no se amplíen significativamente; a todos va a
tocar una parte de ajuste) como la AUH (JdM analiza muy bien uno de
los posibles escenarios de cómo podría darse esta contraposición,
ver aquí).
Así como se invita a renunciar a los subsidios para los servicios a
los usuarios “que pueden pagarlo”, ya se ha invitado a los
trabajadores en otros años a moderar sus reclamos, y lo mismo hizo
Cristina en el discuros de la UIA. La novedad de este años es que se
preparan techos mucho más bajos. La advertencia, clarita, es que “no
se pueden tener los mismos comportamientos con que se enfrentó las
políticas neoliberales de los ‘90” y que “los trabajadores van
a ser los primeros perjudicados” si se afecta el modelo económico.
En suma, cualquiera que “desborde” y no acepte las nuevas reglas
del “ajuste” no declarado será señalado como responsable de
erosionar el modelo. Un llamado al orden, para proteger la “caja
negra” del “modelo”: la formidable rentabilidad empresaria, que
está aún un 15% por encima de 2001, gracias a que, como el propio
Verbitsky reconoce (copiamos el gráfico que acompaña su nota) los
costos salariales que afrontan los empresarios siguen mucho más
bajos que en ese momento.
Siempre
se puede encontrar algún argumento para teñir de “progre” un
discurso, y encontrar alguna frase en el mismo que demuestre la
firmeza presidencial ante los empresarios. Pero para los
trabajadores, mejor prepararse para una “sintonía fina” que los
tiene como principal variable de ajuste.